Capítulo XXXIII: Corazón partido

No responde mi pregunta, simplemente se limita a aceptar la llamada. Su actitud daña todos mis planes. No dejaría que lo haga, manejo mis sentimientos en una línea de control total, pero ella desorbita mi mundo como le da la gana. No es una chica "buena", solo es una más que aparenta serlo.

Me quedo fijo observándola. Empiezo a sentir que ella no es una presa en mi círculo de cacería, sino una cazadora. London no es frágil, no es vulnerable, solo es una mujer que está a mi lado porque tengo la llave para salvar la vida de su amiga de ser asesinada.

—Frank, ¿Qué ocurre? —dice, mientras mantiene su celular pegado a su oído. Se voltea para darme la espalda.

¿Frank?

Irónico que se llame como el fastidioso de mi amigo. Puede que esté exagerando en pensar que está teniendo sexo con otro, pero si junto todas las señales de porqué ella me rechaza y se ha reusado a entregarme su corazón no descarto que eso esté sucediendo.

Olvídalo, Random.

Es tuya, solo con tocarla lo sabes.

—¡Ay, no! —grita London en voz entrecortada. Siento dolor en ese grito, algo raro sucede.

Empieza a caminar sin saber a dónde ir, llevándose las manos a la cabeza sujetando con una su celular. Se quita el antifaz y lo lanza cayendo éste debajo de un carro. Camino para alcanzarla y logro agarrarle la mano, justo cuando se deja desplomar en el suelo.

La tomo para levantarla, su cabello se aparta de su rostro y veo lágrimas desprenderse de sus ojos.

¿Qué está pasando?

—London, ¿Qué ocurre? —cuestiono.

Su mirada se encuentra perdida. Algo está pasando, y todo por la llamada que acaba de recibir. Ágilmente agarro su cuerpo y la cargo entre mis brazos para llevarla al carro, mientras me las arreglo para desbloquearlo. Ingreso a London dentro del copiloto, sigue ida sin dejar de agarrar su celular. Cierro la puerta, rodeo el Ferrari y me subo. Una vez dentro, quito mi antifaz, guardándolo en el bolsillo de mi pantalón.

Pongo mi atención en London, y una vez más le pregunto:

—London, ¿Qué ocurre? —Gira a verme y trata de decirme algo.

Mi corazón malditamente palpita desesperado por descubrir el motivo de sus lágrimas, porque no soy yo quien las provoca. Ella no lloraría por mí, ya me lo ha dejado en claro. La maldita llamada que irrumpe nuestra noche, también ha irrumpido en su alma.

—Llévame a casa, por favor —logra decir en un tono de súplica, mirando al frente.

Asiento, aun sabiendo que ella no me ve.

Prendo el carro, y salgo del parqueadero para entrar a las ruidosas y traficantes calles de Manhattan. Recuerdo el edificio donde vive ella y tomo la calle secundaria como atajo para llegar rápido.

—Espera, ¿Qué haces? —Gira a verme.

Miro cauteloso de que no haya carro tras mío o adelante que me pueda hacer causar un accidente por ponerle atención a ella. Cerciorándome de que no hay peligro, le respondo:

—Estoy llevándote a casa. —La miro confundido.

—Ya no vivo en Manhattan —empieza a decir—. Vivo en la avenida Greenwich.

¿Greenwich?

Conozco esa avenida, es justo por donde vive Frank. Una lágrima se rueda por el rabillo de su ojo y alcanzo con mi mano a quitársela. Un instinto del cual no me arrepiento. Sus ojos se abren en sorpresa y un suspiro se le escapa.

—Conozco esa avenida —le informo—. Me avisas cuando estemos allá qué calle tomar.

Le sonrío para que deje esa cara triste, pero no lo hace. Sus ojos vuelven a perderse en el paisaje de frente. Conduzco durante todo el trayecto aprovechando los semáforos para observarla. Algo la tiene rota y me angustió en saber qué.

La velocidad del Ferrari nos ayuda a llegar rápidamente a Greenwich.

—¿Por cuál calle vamos? —pregunto.

Miro las pequeñas tiendas, recordando que en la segunda calle queda el condominio donde vive Frank.

—Toma la segunda calle —suelta.

Lo hago.

Estoy cerca del lugar donde vive mi amigo que no descarto en irlo a visitar, porque recuerdo que hasta hoy tiene libre en su sección de piloto. Al girar veo que a unos metros justo en el condominio de Frank hay policías y una ambulancia.

¿Qué pasará ahí?

—¡Oh, no, no...! —suelta angustiada London.

La miro y luego al frente. Ella intenta salir del auto mientras está en movimiento y la detengo con mi mano.

—¡¿Qué estás loca?! —cuestiono.

—Ve a ese condominio, ahí vivo —hace una pausa—. Por favor, ve.

¿Vive en el mismo lugar que Frank?

Voy hacia allá y me parqueo cerca. London, no espera a que esté apagado el carro para bajar rápidamente. Corre hacia la entrada del condominio e ingresa.

—¡London! —grito, pero es inútil, porque ella desaparece de mi vista.

Apago el carro y bajo de éste con la intención de ir directamente a saber qué ocurre. La desesperación de London se debe a la presencia de los miembros policiacos y la ambulancia, algo me dice que definitivamente esa es la causa.

Paso esquivando a las personas curiosas que obstruyen mi camino. Ingreso en el interior del condominio y veo una señora mayor de cabello rubio algo corpulenta hablando con un par de policías. No presto atención, porque me desespero en encontrar a London, subo las escaleras hacia donde se encuentra la escena que tiene desconcentrados a todos.

Es todo extraño, coincidencia del destino que London viva en el mismo piso que Frank. Trato de olvidar esa parte para concentrarme en buscarla. Hay un enfermero que está parado en frente del apartamento de mi amigo. Sacan una camilla con un cuerpo tapado con una sábana blanca.

Detrás de eso, veo lo que menos me espero. Frank tiene sujeta a London que llora desgarradoramente tratando de dar un paso para ir tras la camilla. Me acerco cauteloso, tratando de entender la escena que rompe con mi propio entendimiento.

¿Se conocen?

Si London está destrozada por el cuerpo que pasa a mi lado, llevado por un par de enfermeros, es porque la persona que se encuentra ahí debe ser su amiga.

¡Oh, no!

Voy directo a donde están ellos.

—¿Frank? —digo. Él alza su mirada para verme con una expresión confundida. Y no descarto que sea la misma que la mía.

¿Él conoce a London?

—¡¿Ran... Random?! —tartamudea impresionado.

Me acerco a London que tiene la mirada baja en el piso como si las lágrimas se le acabaran y le quedara solo el silencio del dolor.

Yo no quería que esto pasara.

—London, escúchame estoy aquí contigo. —Tomo su barbilla para alzar su cabeza y verla a sus ojos.

Ella se separa de Frank, se abalanza sobre mí llevando sus brazos a mi cuello y descansando su cabeza en mi hombro. Siento sus sollozos hasta podría decir que su dolor. La abrazo fuertemente sin importarme nada. No sé qué pasa en mí, pero sentirla destrozada me mata.

Miro hacia Frank y sus ojos expresan sorpresa.

—¡¿London?! —suelta Frank. Se lleva sus manos a su cabeza me mira y luego al piso, repite una y otra vez la misma acción.

No entiendo qué ocurre.

—Se me fue mi hermana —interrumpe London, con una voz quebrada—. Fue mi culpa.

La abrazo fuertemente para que sienta que no la dejaré ir. Sin despegar mi mirada de Frank le digo a ella:

—No te culpes, amor —suelto.

¿Amor?

No, esa palabra por qué la he mencionado. No puedo retractarme, no estando ella así; con el corazón partido y el alma rota. No quiero ingresarla a donde creo que es su apartamento, no estaría bien. Pienso en Frank, en que me ayude a darle un espacio en el suyo, no la llevaría lejos de aquí, porque no creo que quisiera eso.

—Frank. —Llamo su atención. Sus ojos se encuentran desorbitados, aun así, me mira—. Frank, dame espacio en tu apartamento para llevarla ahí.

Asiente.

Se dirige a abrirme su puerta. Cuando le quiero hablarle a London, siento su cuerpo perder equilibrio. La cargo en mis brazos y al verla sus ojos están cerrados. Se ha desmayado, me apresuro en ingresarla al apartamento de Frank y acostarla sobre uno de sus sofás. Él me ayuda a ubicarla.

No soy médico, no sé qué hacer.

—Frank, ayúdame —le pido.

Asiente.

Me cuclillo cerca de ella y miro su rostro. Cuando salimos del lugar pensaba que London, no podía ser una chica frágil, y ahí está derrumbada por el dolor.

¿Qué habrá pasado con su amiga?

¿Por qué está muerta?

—Ten. —Frank aparece con una bolita de algodón húmeda con olor a alcohol—. Pásale cerca de su nariz para que respire el olor; eso la despertará.

Lo hago y veo que levemente London empieza a reaccionar. Dejo a un lado la bolita de algodón y acaricio con una mano su rostro. Abre sus párpados para verme.

—Se la llevaron, ¿Verdad? —susurra.

Asiento.

—Descansa. —Acaricio nuevamente su rostro, ella cierra sus párpados.

La impresión la ha dejado débil, que es fácil que el sueño la consuma. No ha comido, se supone que después de la función la llevaría a cenar. Me levanto para hablar con Frank que no deja de vernos impresionado sentado en el otro sofá. Necesito aclarar mis dudas y qué es lo que en realidad ha ocurrido con la amiga de London.

Me acerco para sentarme a su lado.

—Esto es confuso —confieso. Señalo a London y luego a él.

—Créeme amigo que yo estoy más confundido que tú.

No sé, si creerle, pero me arriesgo a escuchar las respuestas que me dará ante el interrogatorio que pienso hacerle.

—¿Qué le pasó a su amiga? —Es lo primero que debo saber.

Cruza sus manos y con la cara cabizbaja dice: —Se suicidó.

—¿Cómo?

—Al parecer con una sobredosis de pastillas.

—¿Y cómo se dieron cuenta de lo ocurrido?

—Según los paramédicos su cuerpo tiene más de 24 horas de deceso —hace una pausa—. Vi su cuerpo, porque la puerta estaba abierta todo el día lo cual me resultó sospechoso.

Eso ha de ver sido justo en la hora en que London y yo nos encontrábamos en mi edificio.

—¿Por qué te sorprendiste verme con London? —Alza su mirada para encararme.

—Porque ella es Rachel —suelta.

—¿Rachel?

Se levanta y camina directo a su cocina. Lo sigo, porque no puede dejarme con la duda. Ese nombre me suena, pero, en este momento, no puedo lograr en pensar más que en London y su realidad.

—Dime, ¿Qué Rachel? —exijo.

Saca una gaseosa personal del refrigerador. La destapa y toma un sorbo para responderme.

—Es la chica que te dije que me gusta. —Frunzo el ceño—. La que he estado conquistando, porque la quiero para mí.

—¿Por qué crees que se llama así? —cuestiono.

—Por qué ella me dio ese nombre, y no sé por qué.

Miro hacia London, y justo ahí recuerdo lo que Frank me había contado de la supuesta Rachel. Siento como si me tiraran agua fría en todo mi ser.

¿Ellos son amantes?

Volteo hacia él y, con la furia encima, lo agarro desprevenido por el cuello de su camisa.

—¿Ustedes son amantes? —Quiero una respuesta.

Titubea un poco hasta que finalmente dice:

—Sí.

Lo suelto.

Tengo la necesidad de golpearlo, pero no tiene caso que repita algo de mi pasado. London no se merece que peleé por ella. No volvería a cometer el mismo error de adolescente, y menos que mi padre intervenga en mi vida una vez más.

Respiro profundo.

—Quédate con ella. —Lo que en pocos minutos me unía a London, en segundos se desprende.

Me voy lejos del lugar sin mirar atrás.

No quiero saber nada, jodidamente, nada de esa mujer.

Solo es un tiempo que he perdido. Ella no aprenderá ninguna lección, porque nunca ha estado vulnerable a mí. Me da igual romper su corazón, porque ahora lo tiene así y no ha sido por mí.

*Capítulo 1 del maratón de hoy :V

*Esta vaina se prendió a mil.

*Gracias por sus lecturas, votos y comentarios.

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