Capítulo XXXI: Todo listo

Arribo a mi apartamento más temprano de lo que esperaba, ingreso y no me sorprende lo que veo.

Las tres mujeres que invaden mi privacidad están sentadas en el sofá comiendo helado y viendo algo en la televisión que quién sabe qué será. Están compartiendo alegremente para mi gusto, pero no durará mucho. Con lo que pasará esta noche con London tendrá la opción de terminar todo si quiere. Y no va ser exclusivamente por los 400.000 dólares que le voy a dar.

Camino lentamente hacia ellas para ver si se percatan de mi presencia. Están tan concretadas que ninguna se atreve a verme, y eso que mis manos no se encuentran vacías.

A unos pasos cerca, Amy se percata de mi llegada. Su amplia sonrisa en el rostro es debido a su previa observación a lo que traigo conmigo.

—¡Tío! —grita, mientras deja su vaso de helado en la mesa auxiliar y corre hacia mí.

Al unísono, London y Emma despegan su concentración de la televisión para mirarme. Amy me sorprende por su velocidad de acercarse a mí.

—¡Hey! —Retrocedo, manteniendo agarrada las cajas de regalo lo suficientemente alto, lejos de las manitos de Amy que empieza a dar brincar con el objetivo de agarrar una —. Tranquila, pequeña.

Con agilidad tomo la primera caja que es mediana y de forma cuadrada. Amy debe imaginarse que es para ella el regalo por el obvio decorado de bolitas de colores y el lazo rosa de adorno.

—Ten. —Le extiendo la caja—. Es por ser una pequeña muy especial.

Como si fuera un antídoto para su inquietud, al tener el regalo en sus manos. Su curiosidad va directamente a lo que tiene ahora sujeto. Corre de vuelta a donde su mamá.

—Gracias, tío —suelta, sin voltear a verme.

—¿Y para mí? —pregunta Emma, mirándome con una cara falsamente triste.

—No tienes que hacer drama. —Me acerco a donde está, pero sin mirar a London directamente. Sé que me observa, tal vez se pregunte si las dos cajas restantes son para mi hermana o puede que la sorprenda con un regalo para ella—. Aquí hay uno para ti.

Retengo la última caja en mis manos, y miro hacia London que desvía enseguida su mirada a la televisión.

Quieres seguir siendo fuerte.

Me río en mis adentros por lo difícil que ha sido robarle alguna emoción natural que me indique que esto para ella es algo más que sexo por dinero. Solo sé que es real, en ciertos momentos, el placer arrastrando su cuerpo cuando la poseo, pero el amor por una persona es otra cosa. Sexo y amor se pueden separar fácilmente si son dos extraños que disfrutan del placer sin ataduras solo por una noche; si hay más de eso, tarde o temprano uno de los dos involucrados termina ilusionado o enamorado inútilmente, porque algo así se rompe fácilmente.

Qué iba a saber que eres una presa difícil, London.

Todas caen tarde o temprano.

Tú no eres la excepción.

O, tal vez, contigo debo emplear otro juego.

—London, te espero en mi cuarto —digo, y voltea enseguida a verme con los ojos totalmente abiertos como si lo mencionado es una indiscreción.

Volteo sin decir nada más rumbo a mi habitación. No espero que me siga enseguida, pues debe tardar un par de minutos en procesar mi indiscreta invitación. Una vez instalado en mi cuarto, dejo la caja grande de forma rectangular en la cama y saco del bolsillo de mi pantalón lo que en pocos minutos utilizaré.

Retiro todo lo que cubre mi cuerpo, debo darme un baño antes del evento de esta noche, pero efectivamente solo no lo haré. Después de todo, ha quedado inconcluso enseñarle a London lo que es tener sexo con el agua rosando nuestros cuerpos.

Escucho la puerta abrirse detrás de mí. —¡Oh, perdón!

Me asustaría un poco de que fuera alguien más, pero es la voz de London que escucho decir esas palabras de manera sorpresiva.

¿Es en serio?

—Ingresa y ubícale el seguro —le ordeno, sin voltear.

La puerta se cierra.

Giro para estar frente a ella. Sus ojos tratan de mantenerse fijos observando los míos. Es fuerte en no echar un vistazo al resto de mi cuerpo. Niego con la cabeza por su resistencia. Me alejo de su visión para ir al baño, mientras me dirijo al lugar, le menciono:

—Coge el paquetito que está en la cama, y tráelo al baño contigo desnuda.

La escucho tomarlo.

—¿¡Condones?!

¿Y qué esperaba?

Dejo la puerta abierta y voy directo al cubículo de la ducha. Elijo que el agua fría me cubra. Cierro mis ojos a la espera de que London arribe a mi lado. Escucho sus pisadas, me decido a verla. La tengo frente a mí con su deseable cuerpo. Esta mujer puede partir corazones si se lo propusiera, pero acierto en pensar que pasa más tiempo ocupándose de los demás que pensando en su propio beneficio.

Aquí la tengo, desnuda para mí, porque soy su comprador, y no porque el dinero sea para ella, sino para alguien más que ha arruinado su vida por no ver claramente que la libertad sexual siempre conlleva un porcentaje de riesgo a ser afectado de alguna manera; si no es física, es emocionalmente o a veces ambas.

—Saca lo que hay ahí dentro —Frunce el ceño, pero de manera determina lo hace. Desgarra el sobre que debe resultarle extraño.

—¿Y esto? No es un condón normal. —Alza su rostro a verme.

—¿No sabes sobre los condones para mujeres? —pregunto curioso.

Dejo atrás el agua, y me acerco a ella. Cojo el látex en mi mano. Por la cara de London es claro que no sabía de eso. Me pregunto cuántas mujeres más desconocen sobre eso.

—No —tartamudea.

—Esto lo vas a utilizar tú —puntualizo—. No puedo utilizar un condón en mi pene, porque el agua fastidia y terminaría por salir de mí sin darme cuenta.

Asiente.

Agarro su barbilla con una mano impregnando un beso fugaz en sus labios. —No queremos que pase eso ¿verdad?

—No —replica.

—Te ayudaré en ponértelo.

—Está bien —dice dudosa.

Quiero reír, pero me abstengo de hacerlo. Ella debe estar revolviendo sus pensamientos en saber cómo diablos se pondrá eso.

—Ven. —Le tomo la mano—. Salgamos de la ducha para hacerlo.

Salimos, y la suelto para buscar en la botica un lubricante que es necesario para la introducción del condón en su interior.

—Ubica un pie sobre la tapa del inodoro. —Lo hace.

Una vez aplicado el lubricante en la parte externa del extremo cerrado. Me acerco a London para introducirle el condón en el interior de su vagina. Aprieto los lados del aro interno, se lo introduzco con mis dedos en su interior lo más profundo que puedo. Ella no se mueve, pero en su rostro se evidencia su incomodidad. Retiro mis dedos y permito que el aro externo sobresalga de su vagina aproximadamente una pulgada.

—Esto es todo —indico—. Puedes bajar tu pierna.

—Es extraño —se queja.

—Lo es, porque claramente es la primera vez que utilizas uno.

La dejo ahí parada tratando de acoplarse a esa nueva experiencia e ingreso nuevamente a la ducha.

—¿Qué esperas? —le cuestiono, porque no estoy para esperarla.

A través del cristal la veo acercarse. Camina raro, y eso hace que suelte una carcajada que retengo enseguida.

—¿Te burlas de mí? —cuestiona, una vez dentro.

Me acerco a ella, jalándola a donde el agua cae para que deje de seguir hablando.

—No —suelto de manera sarcástica.

La envuelvo entre mis brazos. Siente la punta de sus pezones que se endurecen a reacción del agua fría que cae. Paseo mis manos por su espalda registrando su piel. Me acerco a su rostro con la única intensión de informarle lo que está a punto de suceder.

—Te penetraré de espalda.

Volteo su cuerpo, apegándole mi dura erección que roso lentamente por su redondo y exquisito trasero. Un fugaz jadeo se le escapa.

—Apoya tus manos en la pared —le susurro en su oído.

—Bien —dice.

Tenerla en esta postura me hace desear penetrarla por el ano, pero es algo que no haría sin su consentimiento. Agarro sus caderas para mantenerla inmóvil y separo sus piernas con mis pies. Puedo escuchar el salvaje latido de mi corazón. Inclino mis caderas, deslizándome en su interior. Aprieto más mi agarre y me empujo profundamente dentro de London.

Un irregular gemido escucho de su parte. La tomo posesivamente. Gruño y gimo con cada golpe que mi pene da en su interior. Su espalda se arquea por los movimientos, pero me sorprende cuando empuja sus caderas para anticiparse a mi siguiente estocada.

—No te contengas —le susurro con el fin de que se suelte... de que sea ella. La mujer salvaje que sé que es.

Le beso el hombro mordiendo suavemente un poco de su piel. La penetro una y otra vez, los sonidos de nuestros cuerpos encontrándose se hace más fuerte. Mi miembro se pone increíblemente duro.

La idea de explotar se vuelve casi irresistible. El agua rosándonos como suaves caricias dadas a nuestra piel me vence. No puedo más, dejo que la excitación me lleve. Enredo mis manos en su empapado cabello.

London gime, pero conozco muy bien el sonido. Está a punto de llegar al borde de su orgasmo, solo necesitaba escucharla para acelerar el mío. Me empujo más rápido con el fin de acelerar mi liberación y la suya. En cuestión de segundos, arquea la espalda y me libero dentro de ella.

Salgo de su interior y bajo mi mirada a sus piernas que están siendo recorridas por mi líquido que desaparece con el agua.

—Si quieres puedes bañarte conmigo —comento.

Voltea, y con una sonrisa que conozco dice: —No.

—Bueno, entonces hazte a un lado para ducharme —contrataco.

No se mueve. Ve algo de vergüenza en ella, y no me imagino qué es, porque hemos hecho esto antes. Así que descarto que sea por el sexo que tuvimos.

—¿Y cómo me quito esto? —dice finalmente.

Suelto una carcajada.

—No es chiste. —Suena molesta.

Apoyo mis manos en sus hombros. —Solo ve afuera, coge el aro que está en tu exterior y con eso jalas el condón completamente.

—Gracias.

No se mueve. En vez de irse fuera, lo hace aquí. Hace lo que le acabo de indicar dejando expuesto el condón con algo de semen en su interior.

—¿No piensas dejar eso aquí? —cuestiono.

De pronto, su mirada se vuelve traviesa. No me gusta lo que veo. En palabras simples, no dejaré que haga eso. La miro con mi mejor expresión de seriedad.

—Tranquilo —empieza a decir—. No haré nada malo.

—Sí, claro —digo despectivamente.

Al parecer es sincera en lo que dice, porque se aparta de mí para salir del cubículo y va directamente al tacho de basura del baño tirando el condón en su interior. Se queda en una esquina parada con los brazos cruzados a la altura de su pecho. Piensa esperar que me bañe para ella hacerlo, así que no le quito tiempo a ninguno de los dos y empiezo a bañarme.

Durante mi aseo la observo que su mirada no se despega del piso. Debe estar pensativa por algo, no me incumbe, pero me intriga. Termino todo y salgo de la ducha. Cojo la toalla, envolviéndola alrededor de mi cadera. Paso a la de London y no me da ni una sola mirada. No digo nada, solo salgo. Me doy cuenta de que la oscuridad abraza la ciudad y empiezo a cambiarme para esta noche.

Saco de mi cajón las dos invitaciones para la subasta vip, ubicándolas en el bolsillo interno de mi saco. Me siento en el borde de la cama a esperar a London que demora mucho en bañarse.

¿Por qué las mujeres tardan tanto tiempo en ducharse?

Ni bien termino mi cuestionamiento, ella aparece.

—Dejé mi mochila afuera, ¿Puedes ir por ella? —Me sorprende que me esté diciendo eso.

Se encoje de hombros.

—No necesitas nada de esa mochila —le informo—. Todo lo que necesitas está en la caja de regalo que está a mi lado.

London echa un vistazo.

—¿Todo?

Asiento.

—Claro que el maquillaje no, pero eso lo arreglamos una vez lista. —Me levanto de la cama para sentarme en el sillón que tengo en una esquina cerca de los ventanales.

London se acerca a abrir la caja, y sus ojos se iluminan. Debe gustarle mi regalo. Es elegido pensando en ella.

—Vístete que no quiero llegar tarde —recalco.

*Aquí dejo la actualización, si ven algo palabra mal escrita no duden en recalcarlo. Gracias, por su apoyo en la duda que tenía. Conclusión dejo el capítulo I intacto :)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top