Capítulo XXIV: Nuevo apartamento
El timbre de la puerta suena y Astrid da un brinco haciendo caer la caja que en su interior contiene utensilios de cocina. Frunzo el ceño mientras nos miramos.
—¿Estás esperando a alguien? —cuestiona Astrid.
Me encojo de hombros. Me imagino que debe ser Frank para darnos la bienvenida como vecinos. Solo nos falta desempacar un par de caja. El apartamento es pequeño, tiene buena vista y, sobre todo, económico, pero lo que realmente nos hace estar aquí es saber que aun tendremos ambas nuestros propios cuartos.
La privacidad lo es todo para nosotras, aunque a veces no respetemos ambas nuestros espacios.
Me acerco a la puerta, desbloqueo la cadena y el cerrojo; demasiada seguridad, pero estar en un lugar nuevo, donde aún no conocemos a los inquilinos del pequeño condominio, nos asusta la idea de un loco entrando sin permiso. Giro la perilla y me asomo por la rendija de la puerta.
—Frank —digo, sin parecer sorprendida por el pequeño pastel de chocolate que sostiene.
—Hola, vine a darles la bienvenida y traer este detalle. —Mira el pastel.
Sonrío.
Me quedo observando su presente y trato de pensar que si aquello no tiene segundas intenciones. Un hombre que dé detalles como ese, solo pocos.
—Y bien, ¿Puedo entrar? —Sus ojos se mueven alrededor.
No me agrada meterlo al apartamento, pero si ya está aquí que al menos nos ayude en algo.
—Sí, claro —aclaro mi voz.
Abro la puerta por completo para que tenga espacio para ingresar, y que no sufra un lamentable accidente con el pastel. Se ve delicioso con las pequeñas frutillas encima.
¡Oh, no!
Me desanimo, porque tiene el ingrediente al cual soy alérgica.
—Puedes ubicar el pastel en la mesa auxiliar —dice Astrid, mientras recoge las cucharas que se han escapado de la caja.
Frank lo hace, y termina por sentarse en el sofá. Me alegra que nuestros cuartos no estén a la entrada del apartamento como el anterior, si no que están al costado derecho de la sala en un pequeño pasillo que conecta frente a frente cada uno y que en medio esté el baño que debemos utilizar ambas. Y al costado izquierdo está la cocina.
—Ves que no mentía. —Apoya sus manos sobre sus piernas.
Observo mi alrededor para observar con paciencia cada espacio del lugar. Las ventanas grandes que abren hace el pequeño balcón me entusiasma.
Sí, él, verdaderamente, tiene razón.
¿Y si es como dice Astrid? El destino me cruzó con él para que nos ayudara con esto.
—Bueno, terminé —comenta Astrid, ante el silencio que se está formando entre los tres. Ella me hace un gesto con la mirada para que atienda a Frank, así que decido sentarme a su lado para hacerle compañía.
—Gracias, por el pastel —señalo sin saber qué más decir.
¿Qué me pasa?
Astrid entra en la cocina, así que eso al parecer le hace dar valentía a Frank para hablarme.
—Esto se está poniendo incómodo. —Me mira—. ¿Verdad?
Asiento.
—Creo que mejor me voy —menciona.
Se levanta y no lo detengo.
¿Quiero que se vaya?
Está a unos pasos de la puerta.
—Espera... —Aparece Astrid—. ¿Te vas?
Él voltea a ver Astrid, en su rostro se ve algo de decepción, tal vez, porque esperaba que fuera yo quien lo retuviera ante su decisión.
¡Idiota, London!
Él trae un detalle y terminas por rechazarlo.
—¿Qué tal si nos ayudas con algunas cajas que nos falta en desempacar? —intervengo, sonando alegre para que se le olvide ese mal rato.
—Son muchas —comenta Astrid, señalando las cinco cajas grandes que están cerca de las ventanas que dan al balcón.
Él empieza a reír.
—¡Oh, bueno! Porque siento que me están utilizando. —Su voz es burlona.
Astrid tose mirando en dirección a mí y comenta:
—Díselo a Lo... —Se detiene a mitad de mi nombre cuando se da cuenta que por casi me deja al descubierto.
Mis ojos se ponen en blanco.
—Díselo a la loca —corrige—. Sí, a la loca que tienes en esa esquina.
Me señala.
Sonrío en dirección a él como si nada hubiese pasado, y luego la miro a ella con una expresión del rostro que le quede en claro que la voy a matar.
Comenzamos a ordenar cada cosa que se encuentra en cada caja; por suerte, su contenido es de detalles de decoración para la sala, la cocina y el baño. La colaboración de Frank nos hace fácil la labor, siento su mirada observarme por segundos cada vez que tiene la oportunidad, pero evito hacer contacto con sus ojos. Se levanta del suelo junto a Astrid, terminando con la última caja, para llevar un par de objetos al baño.
La vibración de mi celular en mi parte trasera me interrumpe. Lo tomo del bolsillo de mi jean que resulta ser demasiado apretado para mi gusto. Me cuesta sacar un poco el aparato telefónico que me levanto del piso y sacudo mi trasero para lograrlo. Sin embargo, mi cara empieza a enrojecerse cuando capto que Frank está observándome desde el pasillo de los cuartos.
Me hago la despistada y reviso la llamada.
Random.
Hoy habría sido el tercer día sin saber de él, pero ahí está.
—Hola. —Trato de bajar la voz lo más posible mientras me dirijo a la salida del apartamento para no ser escuchada.
Salgo y cierro la puerta al paso.
—Está noche. —Al escucharlo sé a qué va todo sin tener que mencionar alguna otra palabra.
Está noche tiene como traducción para mí: sexo con él.
—¿A qué hora? —demando.
—Eso te lo mandaré en un mensaje junto con lo que tendrás puesto y el lugar a dónde nos veremos. —Su melodiosa voz seductora y arrasadora eriza mi piel.
No sé si es por la forma misteriosa en que me habla, pero con todas mis fuerzas trato de eliminar cualquier sensación de excitación fuera de la que tengo cuando me posee. Ya que en esa circunstancia sé que es básicamente puro trabajo.
—Listo —enfatizo.
Cuelga.
En ese instante, escucho la puerta abrirse que volteo enseguida para ver quién es.
—Frank —suelto. Debo sonar como si me atrapa en algo malo, porque me mira con curiosidad, aparte de observar el pasillo que da a los otros departamentos.
No me gusta su actitud, me hace sentir acosada.
—Pensé que te pasó algo.
—No, solo salí a contestar una llamada muy importante.
¿Muy importante?
Sí, claro.
—¡Oh, bueno! —Pasa a mi lado para dirigirse a su apartamento—. Tengo que prepararme para salir de viaje.
—¿No se te hace pesado tu trabajo? —Trato de iniciar una conversación en la cual él no termine ignorado o despreciado.
Lleva una mano a su cabellera de color miel. Apoya su cuerpo en la puerta de su apartamento y me mira con unos ojos de expresión dulce.
—No —replica—. Amo lo que hago.
Es tan lindo.
Si no fuera por mi trato con Random, me daría una oportunidad de conocerlo más. Soy la que se está convirtiendo en una chica mala, y no creo que él quiera a una de mi tipo.
—Que te vaya bien, Frank. —Le sonrío y hago un gesto de despedida con mi mano.
—Igualmente —dice al abrir la puerta y desaparecer en el interior.
Respiro profundamente.
Ingreso a mi apartamento, pero me toma por sorpresa ver a Astrid esperándome a unos pasos con los brazos cruzados a la altura de su pecho y levantando una ceja. Quiere la explicación de algo, pero ¿De qué?
—¿Y ahora qué hice? —me defiendo.
Su expresión cambia a una sonrisa enorme, y corre a abrazarme que me deja atónita.
—¿Y eso? —pregunto confundida.
Suelta su agarre y me mira. —Tú le gustas.
Guiña un ojo.
—¡¿Qué?! —expreso sin comprender.
—Tú le gustas a Frank —empieza a decir—. Él tipo babea por ti, pero me resulta divertido por lo mala que eres al no decirle tu verdadero nombre.
No contiene su risa.
—Es que...
Empieza a caminar hacia la cocina.
—El tipo cree que te llamas Rachel —me interrumpe—. ¿De dónde sacaste ese nombre?
Trato de recordar por qué había dicho ese nombre, pero entre la confusión de mis pensamientos por encontrar respuesta llega luz.
El nombre es de uno de los personajes de los libros de Colleen Hoover donde el protagonista es un piloto de aerolínea que su pasado lo atormenta y todo se resume a su vida con Rachel.
—Por un personaje de un libro —le informo.
Voy hacia donde está para ayudarla en lo que falte, pero mi celular suena con el timbre de mensaje que probablemente sea de Random con sus indicaciones.
Miro la pantalla y verídicamente es él, pero no lo abro hasta que no esté Astrid cerca.
—Vamos a ver película esta noche. —Salta Astrid delante de mí.
La veo entusiasmada, pero esta noche estaré ocupada. No sé cómo decirle que no podré. Guardo mi celular en el bolsillo y tomo valentía para mentirle.
Me duele hacerlo, pero es por ella.
Es por ella, me repito.
—Debo realizar un trabajo con una compañera que vive en Manhattan, y no sé a qué hora regrese.
Asiente desanimada, volteándose para darme la espalda e internarse nuevamente en la cocina.
Lo único en lo que no miento es en la parte de no saber a qué hora regresaré.
*No prometo nada, pero trataré de subir hoy otro capítulo más que tiene por "seductoramente mortal" dentro de un par de horas para que no se confundan. Crucen deditos, es que algo pasa en mi loca vida y suele retrasar mi objetivo.
*Creo que el capítulo anterior a no todas les llegaron la actualización, pero si está y lo pueden leer se llama Amy. Ya sé wattpad es terrible.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top