Capítulo VIII: Cambio

Día noviembre 6, 2016... así comenzaría mi diario privado, pero no lo tengo. Hoy, he resuelto comprar uno, después de los eventos ocurridos últimamente en mi vida.

—Puedes comprar este —dice Astrid, señalando uno que tiene como un estilo tipo agenda, pero con una decoración antigua. Su color base, morado, y los bordes con dorado lo hacen ver perfecto, al tocarlo me hace sentir como si tuviera un diario de la época medieval.

—Es genial. —Lo tomo—. Me lo llevo.

Caminos por pasillo donde hay tintes de toda clase, por un segundo una loca idea se me pasa por la mente.

¿Será?

Sí, resuelvo hacerlo. Voy a cambiar mi look, porque no me quedaré como la típica chica triste que por perder su virginidad con un extraño se queda sin rumbo y sin saber qué hacer con su existencia. Necesito un cambio, y hay una personita que puede ayudarme; una que está viendo en estos momentos a un par de chicos gemelos, pelirrojos, muy guapos... realmente guapos.

—Astrid. —Llamo su atención—. Tengo algo planeado.

Sonrío malévolamente.

—Tu risa es macabra. —Ahora es ella la que ríe verdaderamente malévola en un intento de arremedarme.

—Ya para eso. —Tapo su boca—. Me realizaré un cambio de look.

Se aparta de mí, señalando el aparador de tintes y hacia mi cabeza.

—¡¿Qué?! —grita.

Miro alrededor para ver si no ha llamado la atención de alguien más, y ahora seamos la comidilla de la gente.

—Cálmate. —Cruzo mis brazos—. No es algo de otro mundo.

—Si lo sé, pero qué cambio le darás a tu cabello corto... —Me agarra una mecha de cabello, y la suelta enseguida—. Si lo tienes a la altura de tus hombros.

Solo pienso pintármelo, y Astrid ya quiere hacer... el cambio.

—Me lo voy a pintar, nada más. —Alza una ceja.

—Pues, no me parece...

—Bueno, te iba a pedir ayuda. —Empiezo a observar cada tono.

Rojo, no.

Negro, tal vez.

Castaño, no habría diferencia.

Platino, ¿de verdad, ese color existe?

—Si vamos hacer esta travesura. —Me abraza por atrás—. Tenemos que hacerla bien.

Si se está refiriendo a ir a una peluquería, pues no. Son tan caras, que con una sesión de tinturado podría con esa plata pagar propiamente por cuatro vestidos de segunda.

—Peluquería no —digo determinante.

—¿Y quién dijo eso? —Me volteo para afrontarla.

—Tú, sé lo que piensas. —Ríe fuertemente, por segundos, llamando la atención de las personas que van pasando.

—Yo pensaba en tutoriales de tinturados por youtube.

Me rindo con su manera de darle vuelta a todo.

—Sabes que... —Empiezo a coger las cajas como loca, dándoselas a Astrid para que las sostenga—. Me lanzo al matadero.

—Eso quería escuchar desde hace tres años. —dice con suspicacia.

Cinco horas después...

—¡Oh, my god! —Miro mi reflejo en el espejo.

Mi cabello, que de un tono natural castaño, ahora tiene un color negro como la noche.

—Te ves como una maldita zorra del infierno —escucho a Astrid comentar detrás de mí.

Dejo el espejo en la mesita de noche, y volteo a verla.

—No me mientas —suplico.

—¡Ajá! —Guiña un ojo— Te ves sumamente sexy con ese color, solo te falta un vestido negro al cuerpo, unos tacones de aguja, y serías como la zorra que siempre creí que eras.

Empieza a simular que limpia sus lágrimas inexistentes.

—Hmm... —Trato de imaginarme como ella me pinta.

Me siento en mi interior con mi estilo más audaz, atrevida, malvada y seductora.

Astrid ingresa a su baño, y sale portando en sus manos unas tijeras. Viene directo hacia mí con una mirada algo desquiciada, me recuerda a las películas de terror de Chucky.

—¿Qué piensas hacer, Astrid? —Retrocedo un poco, pegándome en el marco de la cama.

—ja, ja, ja... —Camina lentamente—. Es hora de deshacernos de ese estúpido cerquillo y ese corte estilo bob recto que no te queda.

Empiezo a reír, de verdad, sus locuras no tienen alcance.

—¿Cómo? —suelto equivocadamente, porque ya sé la respuesta.

Se para frente a mí con la cara seria. —Creo que el tinte te afecto.

—Olvídalo, ¿qué piensas hacerme?

—Te haré el estilo bob un poco despuntado en las puntas... —Se acaricia la barbilla—. Un poco más corto que no rocé tus hombros, y el cerquillo también será despuntado.

—Pero, tú no eres peluquera para que me hagas un corte como ese —inquiero.

Niega con la cabeza. —Soy diseñadora de moda de modas, a parte modelo... se te olvida.

—Hazlo, prometo no fastidiar más con mis preguntas. —Respiro hondo, al verla acercarse.

Cierro mis ojos, me enderezo, y empiezo a escuchar el sonido de la tijera cortar las puntas de mi cabello. Si por Astrid fuera me trasquilaba, trato de borrar ese pensamiento de mi cabeza y prefiero ser consciente de que su ayuda será la idónea. Son minutos lo que pasan cuando se detiene en su acción, pero me resultan más que eso.

Me niego a abrir mis párpados. Entonces, empieza a sonar el celular de Astrid, y eso es un motivo por el cual reconsidero mi negación, y miro rápidamente cuando la veo contestar la llamada. Me da una rápida observada con una mirada dudosa, logrando sembrar en mí la duda si me observa así por lo que acaba de hacerme o por algo más que ni entiendo.

—Sí, prometo conseguir una chica para el desfile —se limita a decir eso, y cuelga.

No me quiero meter en su trabajo, así que no hago ninguna pregunta por lo que escuché. Empieza a caminar de un lado al otro, llevándose el teléfono a la boca. Está pensativa, lo sé, pero de algo que realmente le preocupa.

—¿Te puedo ayudar? —intervengo.

Me mira fijamente, por segundos, y una sonrisa empieza a creer de poco en su rostro....

¡Oh, no!

Una idea se le pasa por la cabeza, y realmente espero no estar en ella.

—Elemental mi querido Watson. —Me apunta con el celular—. Esta noche tienes un desfile conmigo.

—¿Quieres que te acompañe?

—No, mi querida London... —Corre hacia mí, abrazándome fuertemente—. Tú vas a desfilar conmigo.

—¿Co... co... cómo? —tartamudeo.

—Ya ves, tendrás una excusa para estrenar tu look de cazadora. —Me rodea, y en segundos tengo el espejo frente a mí, sostenido por sus manos.

—Soy otra. —Realmente soy otra, mis ojos resaltan con el color, y el estilo de corte.

Astrid me da un beso en la mejilla. —Quien sabe, y después de eso salgas con trabajo.

—Se realista, Astrid. —Me levanto para señalarme—. No soy tan alta como tú.

Se levanta, posesionándose a mi lado. —Solo por unos cuatro deditos.

—Iré, iré... —resuelvo decir.

En las locas situaciones en las cuales Atrid me mete, pues esta es la más increíble. Modelo por una noche, nada mal. Una de las aventuras que no puedo dejar de vivir.

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