Capítulo VII: Decisión
—¿Qué harás? —pregunta Frank, recostándose sobre el sofá negro de frente.
—La haré mía. —Acerco la copa a mis labios y tomo un sorbo de vino, recordando su tallada figura.
La noche está perfecta para salir y decidir tener una aventura. Pero hoy, extrañamente, no tengo ganas. Debo estar consciente que la chica en la cual pienso —desde ayer— provoca ese efecto. Tenía tiempo en no tener una así, tal vez, no deseaba encontrar alguna por lo obsesiva que terminan. Algo diferente pasó esta vez; ella se entregó a mí sin la esperanza de algo, es raro que alguien quiera perder su virginidad de esa manera.
Y eso me intriga, diría que demasiado.
—Te prefiero como un puto que en eso... —Toce.
—¿Por qué no terminas de completarlo? —Me siento un poco más adelante en el sofá y suspiro.
—Bien. —Ríe—. Te prefiero puto, el que se lleva a una mujer que quiere lo mismo: sexo por una noche, pero no ese imbécil en el que te conviertes cuando encuentras a una virgen en tu vida.
—¿Imbécil? —Río— Esperaba otro adjetivo más escandaloso.
Me levanto, ubicando la copa sobre la mesa de centro de cristal, haciendo un leve sonido de vibración al hacer contacto por ser ambos objetos del mismo material. Empiezo a caminar por la sala. Me detengo cuando quedo cerca de las ventanas gigantes de cristal transparente que me brindan una maravillosa vista de la ciudad a mi izquierda, y en frente la del Central Park, es un lujo tener un apartamento con estos beneficios, pero es algo que puedo costearme sin arrepentimientos. Trabajar de piloto me da ganancias para costear un lugar así, y demás ostentaciones.
—¿Tendrá el mismo final que las otras? —pregunta, curioso, pero para qué responderle si sabe cuál es la respuesta. Aun así, lo hago.
—Sí —digo honestamente.
Saco la cajetilla de cigarrillo de mi bolsillo, elijo uno, y lo enciendo. Sigo embelesado con la magnífica vista, son muy pocas las veces que suelo detenerme a observarla. La mayoría de veces que llego a mi hogar es en las mañanas, después de despertar en el hotel donde llevo a mis amantes.
—No está por más mencionarte que quiero quedarme al margen de todo eso.
Volteo a verlo. —Nunca te cuento nada.
—Ni lo hagas.
Exhalo un anillo de humo azul hacia el techo.
—Solo tendré que averiguar quién es ella.
Se levanta en dirección a la cocina. —Entonces, ¿está tomada tu decisión?
—Por supuesto.
Aplasto el cigarrillo y me vuelvo a la ventana.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top