Capítulo V: Primera vez
—Vamos. —Sujeto su mano, mientras entramos al hotel.
Ahí está Charlie, el portero del lugar, examinando a mi nueva conquista. Mueve su cabeza asintiendo y dándome un pulgar por lo bajo. Me dirijo a recepción para obtener la llave del cuarto. El de siempre. No tengo que decir nada, porque Helen me la extiende negando con la cabeza. Sabe a qué voy con la chica que tengo agarrada. Le sonrío al paso, pero así es. Pronto estaré fuera de la ciudad, y esto es lo único que me libera de todo estrés.
London, ese es su nombre.
En unos pocos minutos estaré entre sus entrepiernas y saborearé el momento. Ingresamos al ascensor y logro ver que ella se encuentra ida, algo pensativa.
¿Acaso lo está dudando?
—¿Pasa algo? —Capto su atención con mi pregunta.
—No, no... —Ubica un mechón de su cabello hacia atrás de su oreja.
Me recuesto en la pared, mientras observo su hermosa figura. El vestido corto que utiliza haría pecar a cualquiera y sus hermosos ojos azules son atrayentes, seductores. No puedo creer que ella sea la misma chica de la mañana en la cafetería. Las extensiones cobrizas que utiliza por debajo de su cabello miel la hacen ver diferente; sensual para mi gusto.
Bajo mi mirada a su boca que tiene forma de corazón y me imagino todo lo que haría con ella. Sus labios rozando mi prepucio ¡uff! O mejor chupándolo. Se percata de mi mirada y sonríe algo incómoda. Lo que me hace cuestionarme si en realidad quiere terminar conmigo su noche.
Empieza a jugar con el borde de su vestido. Está nerviosa, lo sé. Puede aparentar ser "lanzada", pero conozco cuando una mujer no está cómoda. Me acerco a su lado con la intención de cambiar el ambiente silencio que se está formando.
Miro fijamente sus ojos, me apego a su cuerpo, sin embargo, no dice nada. Aprovecho el lapso silencio entre los dos para mover mis caderas contra su muslo, y pueda sentir más de mí, toco sus labios con mi dedo. Cuando me preparo para decirle algo, las puertas del ascensor se abren.
Mi miembro está palpitante queriendo someter el interior de esta mujer.
—¿No dirás nada antes de entrar? —le pregunto, mientras me acerco a la puerta para introducir la llave.
—Hagamos esto rápido. —Volteo a verla cuando la escucho decir aquello, pero su mirada se centra en su celular donde marca unas cuantas teclas.
Abro la puerta, sosteniéndola para que ella ingrese primero, y lo hace. Sigo después, mirando su cuerpo perderse con la oscuridad. Prendo la luz enseguida para ver su hermoso rostro sonreír.
Ese cuerpo sí que lo voy a disfrutar.
Dejo las llaves en la repisa y camino hacia la mujer que me está volviendo loco. La agarro entre mis brazos y ella jadea. Planto mi boca en la suya, la cojo desprevenida, por un momento me rechaza para después aceptarme. Sus labios son delicados e inexpertos, los guío con los míos. Poco a poco el beso se vuelve profundo, siento su lengua participar y la mía no se queda atrás. Robo una mirada a sus ojos cerrados, se ve frágil y sumisa. Corto nuestro tacto, me mira sorprendida, asomándose el rubor en sus mejillas. Algo que no sabe, es que eso es parte de mi juego para seducirla.
—¿Qué pasó? —pregunta, algo agitada.
Nada, no puedo detenerme.
Necesito más de su aroma.
Agarro su cintura y la aprieto a mi cuerpo. Bajo mi cabeza para clavarme a su cuello y lamer cada pedacito de su carne. Beso delicadamente su suave piel hasta llegar a su oreja donde muerdo suavemente su lóbulo, gime a respuesta. Su olor empieza a volverme loco.
—Vamos a la cama —susurro, cerca de su oído.
No dice nada, pero su cuerpo agitado delata que está perdida en deseo. Empuja sus caderas contra mí, tratando de acercarse. No resisto y la agarro por las piernas, llevándola a mi cintura. Se engancha perfectamente. La beso duro, mientras camino hacia la cama.
Le hago el amor con la boca.
La devoro.
Mientras la sostengo con una mano, con la otra subo por su muslo totalmente expuesto hacia mí. Nuestras lenguas llevan un ritmo sincronizado, mi determinación por no acabar antes se está complicando.
Golpeo mi rodilla con la base de la cama, justo ahí sé que estoy cerca para ubicarla en ella. La coloco suavemente y se deja ir. Me ubico encima de su cuerpo, acomodándome entre sus muslos, restregando mi erección en su entrada. Ni siquiera nos hemos desnudados, y ya me la tiene dura.
—Hueles bien. —Aspiro su olor, mientras bajo por su cuerpo hasta encontrarme con su cadera.
Aparto su vestido para darme cuenta que lleva de ropa interior una tanga de encaje negro.
Dios, esta mujer quiere matarme.
—¡Espera! —grita, sentándose y tapando a la vista lo que logré conseguir desnudar.
Estiro mi cuerpo hacia ella y beso su mandíbula, haciendo que vuelva a perderse en el deseo. Sede sus piernas, abriéndolas ampliamente para que me acomode entre ellas. Chupo sus labios tiernamente, no es mi estilo, pero su boca se está volviendo mi perdición. Bajo mi mano hacia su entrada con mis dedos aparto la tela de su interior.
Suelta un suspiro profundo, siento su entrada húmeda, mientras poco a poco ingreso dos dedos en su interior. Una rara resistencia logro sentir.
—Estás estrecha —murmuro, en sus labios.
Ingreso otro dedo más, empezando a mover mi mano a una manera rítmica. Su respiración se vuelve agitada y hace que me venza la lujuria, queriendo estar dentro de ella sin esperar ningún minuto más.
Me desprendo de su tacto para quitarme la camisa, sus ojos me observan como si quisieran adivinar el próximo movimiento. Me muevo a un lado para alcanzar la cajonera y sacar el preservativo. Al tenerlo en mis manos lo dejo a un lado, mientras me apresuro a sacarle el vestido, pero ella me detiene.
—No —se limita a decir.
—¿Qué sucede? —pregunto confundido.
—No puedo hacerlo. —Se retira de la cama, dejándome noqueado con lo que escucho de su boca.
Me volteo para verla, se acomoda su vestido. Coge su teléfono y marca unas teclas, llevándoselo al oído.
—Listo —dice, hacia la otra persona en la línea.
Cuelga y se dirige hacia la puerta. Me levanto enseguida para alcanzarla, interceptándola con mi cuerpo, bloqueando su salida.
—¿No piensas dejarme así? —digo, mientras recupero el aire.
—Déjame salir —exige.
—¿Te vas? —Me mira con sus ojos amplios sin pestañear— Dime, ¿Te vas?
—Yo... —Duda en responder.
Y no espero su respuesta, porque la beso, poseyéndola en cada movimiento, sintiendo sus labios suaves, húmedos y dispuestos. Su lengua se desliza en mi boca haciendo esplendorosos sonidos de suaves gemidos.
Bajo una mano para buscar su interior, deslizando mis dedos en su hendidura. Su respiración se torna irregular, la agarro para llevarla nuevamente a la cama. Al colocarla, le quito el vestido sin oponer resistencia. Me quito el pantalón, y el resto de mi vestimenta, rápidamente quedando totalmente desnudo ante ella. Me mira sorprendida, más de lo que las otras mujeres me han visto, como si nunca haya observado un miembro en su misteriosa vida.
Me deslizo hacia ella, acercando mi boca al borde de su braga y con ésta se la quito. Abro sus piernas para sumergirme en su olor, su entrada es delicada, suave y rosa. Lamo sus pliegues, y a reacción su cuerpo se eleva. Agarra mi cabellera como aguante a su placer. Chupo con fuerza, haciendo que se le escape un grito sordo, sin embargo, no me detengo. Lamo de arriba hacia abajo con suaves círculos en su hendidura. Me fijo que no está muy abierta, lo cual me resulta extraño.
Me levanto, porque mi pene palpita desesperado por estar dentro de ella. Agarro el preservativo, rasgo el plástico y lo saco para colocármelo. Tiro la envoltura, y mi atención esta vez es hacia London.
Su cuerpo delgado y perfecto con senos que cubren mi mano. Sus pezones rígidos y oscuros que contrastan con su piel rosada. Me acerco directo a ella con nuestras miradas conectadas sin perder el hilo de la una ni de la otra. Me deslizo entre sus entrepiernas y apego mi cuerpo al suyo. Beso su cuello, sintiendo algo de temblor de su parte a mi paso.
—Tranquila, te va a gustar —susurro, a su oído.
London gime.
Me coloco para introducirme en ella, pero al intentar ingresar siento la misma resistencia cuando lo hice con mis dedos. Su nerviosismo podría bloquear mi paso, así que le digo:
—No estés nerviosa, prometo ser suave si lo quieres. —Espero que eso la calme.
Intento una vez más, mi pene a pesar de la resistencia ingresa de a poco.
—¡Ah! —gime London, clavando sus uñas en mi espalda.
Ingreso aún más, y al hacerlo siento una sensación extraña en el interior que no he sentido duramente mucho tiempo. Me empujo a mí mismo profundamente dentro de ella, y me muevo de manera sincronizada al mismo ritmo de sus caderas.
Una,
Dos,
Tres... embisto siempre con la resistencia de su vagina de por medio. Aquello me está volviendo loco por lo delicioso que se siente. Tenía tiempo de no sentir una vagina así de estrecha. Mi pene palpitante no soporta más, quiero terminar, y apenas han pasado segundos de estar en su interior.
Agarro su cintura, mientras la beso profundamente y entierro mis dedos profundamente en su carne. No aguanto más, me aferro a su cuerpo, golpeo una vez más y termino acabando en su interior.
—Ha sido... —intento hablar, pero la escucho sollozar.
Alzo mi cabeza para verla a sus ojos, pero antes de lograr hacerlo sus manos empujan mi cuerpo fuera de ella tirándome al suelo.
—¡Idiota! —grita.
Se ubica su vestido y zapatos lo más rápido que he visto vestirse a una mujer. Y esta vez, yo no la he tenido que votar. No entiendo lo que está ocurriendo. Solo soy un espectador al verla irse, porque me he quedado congelado con su actitud.
¿Qué hice?
Me levanto del piso, incorporándome a la cama sin dejar de mirar hacia la puerta. Todavía no comprendo lo que acaba de ocurrir. Bajo mi mirada a mi pene para sacar el condón, y es en ese momento donde los segundos se vuelven minutos y todo funciona en cámara lenta, musito:
—¿Sangre?
El condón está envuelto en sangre, lo saco rápidamente y lo tiro al tacho de basura asustado. Me levanto, tratando de pensar o recordar si fui violento para poder haberle hecho daño a la chica. Recuerdo cada momento en mi mente, y no, en ningún instante lo fui. Me siento en la cama para recuperar compostura miro la sábana blanca y un hilo de sangre mancha el lugar donde la hice mía.
Marco a Frank para pedirle ayuda, al primer timbre contesta; como siempre.
—Necesito tu ayuda —digo, sin más.
—¿Qué paso loco?
—Creo que lastimé a una chica. —Siento mi desesperación crecer.
—¿La votaste antes del amanecer? —Su sarcasmo poco ayuda.
—No —hago una pausa—, mi condón está con sangre.
—¡¿Qué?!
—Cuando terminé dentro de ella, me empujo al piso y se fue.
—No tenías que ser tan específico.
—No entiendo qué pudo haber ocurrido.
—¿Fuiste violento con ella?
—¡Estás loco! —exclamo, indignado, porque maltratar a una mujer es lo último que haría, y él lo sabe.
—Tranquilízate, solo recuerda si hubo una ocasión donde pudiste ser algo agresivo con ella.
Empiezo a recordar una vez más, pero en esta ocasión mi mente queda en pausa en la escena cuando ingresé mi miembro en su interior y la resistencia que hubo al hacerlo. No había sentido eso desde...
—¡No puede ser!
—¿Qué? ¿Qué? Dime.
—Frank, creo que ella era virgen.
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