━━━Capítulo 05 | Montañas y un cortejo

Después de un largo recorrido, JungKook desaceleró a Eros mientras se adentraban en un valle oculto, rodeado de montañas que parecían tocar el cielo. Las flores silvestres adornaban el paisaje, y el canto de los pájaros llenaba el aire.

JungKook ayudó a Minsiuk a bajar del caballo, y ambos caminaron hasta la cima de una pequeña colina que ofrecía una vista espectacular del atardecer.

—Es… increíble, —susurró Minsiuk, maravillado por la belleza a su alrededor—. Nunca había visto algo tan... vasto y hermoso.

—Estas tierras son mi hogar, —dijo JungKook con su acento vaquero marcado—. Son un poco como yo, ¿sabe? Rudas, sin muchas formalidades, pero con su propio encanto, si se les da la oportunidad.

Minsiuk sonrió, algo en la sinceridad de JungKook lo conmovía.

—No esperaba disfrutar tanto este paseo. Es diferente a todo lo que conozco. Mis días suelen estar llenos de lecturas, música clásica, y veladas en salones cerrados.

—¿Le gusta la música clásica? —preguntó JungKook, aunque no entendía mucho de ella.

—Sí, especialmente Chopin y Beethoven, —respondió Minsiuk—. También disfruto de la poesía y el arte. Mi vida ha estado llena de esas cosas… pero nunca había sentido algo tan simple y puro como lo que me mostró hoy.

Jungkook asintió.

—A veces, lo más simple es lo más significativo.

El omega miró a JungKook con una expresión suave, sintiéndose por primera vez en su vida, verdaderamente comprendido.

La tarde continuó mientras conversaban sobre sus vidas, sus sueños y deseos.
JungKook, aunque tosco en sus modales, intentó impresionar a Minsiuk con su conocimiento de la naturaleza, de las estrellas que pronto comenzarían a brillar en el cielo nocturno, y de las historias de la vida en las praderas.

Sus frases y modismos, aunque extraños para Minsiuk, tenían un encanto genuino que lo hacía reír y sonrojarse.

Finalmente, el sol desapareció tras las montañas, y JungKook decidió que era hora de regresar.

—Me temo que el señor Baek estará fuera de sí, —comentó JungKook con una sonrisa traviesa.

Minsiuk rió, con un brillo en sus ojos que no había mostrado antes.

—Tal vez sí, pero ha sido el día más emocionante de mi vida. Gracias, señor Jeon.

—Es un placer, señorito Minsiuk. Quizás... podamos hacer esto de nuevo algún día —JungKook le ofreció su mano para ayudarlo a subir nuevamente a Eros, y Minsiuk, sin dudarlo, la tomó.

Mientras cabalgaban de regreso, el silencio entre ellos no era incómodo, sino lleno de promesas no dichas. Aunque venían de mundos completamente diferentes, algo había surgido entre ellos, algo que ni el señor Baek, ni las diferencias de clase, podrían detener.

Al llegar a la mansión del banquero, el señor Baek estaba en la entrada, claramente alterado.

—¡Señor Jeon Jungkook, ¿cómo te atreves a hacer esto?!

Jungkook solo sonrió y, antes de que el señor Baek pudiera decir más, Minsiuk lo interrumpió suavemente.

—Señor Baek, estoy bien. El señor Jeon solo quería mostrarme un poco del campo. Fue... encantador.

El chaperón frunció el ceño, pero se quedó en silencio. Sabía que no podría cambiar la mente del omega tan fácilmente, pero dentro de él, su desconfianza hacia JungKook solo creció.

Mientras Minsiuk se retiraba a su habitación, su mente estaba llena de recuerdos del día, de la libertad y la calidez que había sentido al lado de JungKook. Sabía que su vida estaba a punto de cambiar, y que este encuentro había marcado el comienzo de algo más grande.

Algo que ni su padre o su chaperón  podrían evitar.

En el pueblo de Cresthaven, donde el aire olía a tierra fresca y los caballos eran el principal medio de transporte, la vida se regía por tradiciones antiguas. Las costumbres del cortejo en la ciudad eran algo exótico en un lugar donde un simple ramo de flores podía sellar el destino de dos almas. Jeon JungKook nunca había sentido la necesidad de seguir esos rituales, pero desde que Sobong Minsiuk había llegado al pueblo, todo había cambiado.

Jungkook montado en su fiel caballo, decidió visitar a Beomjin.

Desmontó su caballo, luego de un rato de viaje, con una torpeza poco habitual en él, nervioso por la conversación que iba a tener.

—¡Beomjin! —gritó desde la puerta, agitando su sombrero para llamar la atención—. ¡Necesito tu ayuda!

Beomjin, salió al porche con las manos en las caderas, mirándolo con curiosidad.

—¿Qué diablos haces aquí, JungKook? —preguntó, levantando una ceja—. No es común verte por estos lares, y menos pidiendo ayuda tan temprano.

Jungkook se rascó la nuca, incómodo. Nunca había sido bueno con las palabras, especialmente cuando se trataba de sentimientos.

—Bueno, verás, Beomjin… —empezó a decir, mirando a su alrededor como si alguien pudiera escuchar—. Necesito un consejo… sobre cómo cortejar a alguien.

Beomjin parpadeó sorprendido, y luego una sonrisa divertida se asomó en su rostro.

—¿Tú? ¿Cortejando a alguien? Ahora sí que he visto todo.

—Es Minsiuk… —admitió JungKook con un suspiro—. Quiero… quiero hacerle un regalo, algo bonito. Pero no sé qué elegir. Pensé en regalarle un lazo nuevo para su sombrero o tal vez una silla de montar, pero… —hizo una pausa al ver la mirada de incredulidad de Beomjin—. ¿Qué? ¿Es una mala idea?

Beomjin soltó una carcajada y negó con la cabeza.

—Por todos los cielos, JungKook, a veces eres más terco que una mula. Un lazo o una silla de montar no son precisamente románticos, ¿no crees? ¡Minsiuk es un omega delicado, no uno de tus caballos!

Jungkook se encogió de hombros, evidentemente confundido.

—Pero en Cresthaven no tenemos esas costumbres refinadas de la ciudad. Aquí los regalos son… prácticos.

—¡Pues este no es un caso práctico! —lo interrumpió Beomjin, dándole un suave golpecito en el brazo—. Si realmente quieres impresionar a Minsiuk, tienes que pensar como un omega, no como un vaquero rudo. ¿Sabes algo sobre lo que le gusta a Minsiuk?

Jungkook frunció el ceño, pensando en las pocas veces que había podido hablar con Minsiuk. Recordaba su sonrisa tímida y la manera en que sus ojos brillaban al hablar de su lugar natal. Pero había un problema…

—Cada vez que trato de acercarme, su chaperón, el señor Baek, me mira como si fuera a partirme en dos —dijo JungKook, cruzándose de brazos—. No le caigo bien, especialmente después de ese paseo a caballo que… bueno, admito que fue sin permiso.

Beomjin suspiró, llevándose una mano a la frente.

—¡Claro que no le caes bien, JungKook! Secuestraste al pobre omega, aunque solo fuera por una tarde. ¿Qué esperabas? ¿Que te dieran una medalla?

JungKook se encogió de hombros nuevamente, sintiéndose un poco avergonzado.

—Solo quería que Minsiuk viera las montañas desde arriba. Le dije que era seguro, y él aceptó venir conmigo…

Beomjin lo miró con desaprobación.

—Aceptó porque eres tú, y no podía decir que no sin parecer grosero. Pero ahora tendrás que ganarte tanto a Minsiuk como al señor Baek. Lo que necesitas es un regalo que hable de tus intenciones… y de tu respeto hacia él. Nada de lazos ni sillas de montar. Piensa en algo que le haga sentir especial.

—¿Algo como qué? —preguntó JungKook, ansioso por un consejo claro.

Beomjin sonrió, acercándose para darle un empujoncito hacia la puerta.

—Vámonos a la tienda de la señora Park. Ella tiene una selección de cosas bonitas que podrían gustarle a un omega como Minsiuk. Déjame ayudarte a elegir.

Jungkook asintió, sintiendo una mezcla de alivio y nerviosismo. Sabía que tenía mucho que aprender sobre los sentimientos y cómo expresarlos, pero con Beomjin a su lado, al menos no lo arruinaría del todo.

Mientras caminaban hacia la tienda, Beomjin no pudo evitar reírse de las torpes ideas de JungKook. Sabía que detrás de esa apariencia de alfa rudo, había un hombre con un corazón sincero. Ahora solo quedaba esperar que Minsiuk también pudiera verlo.

La campanilla de la puerta tintineó cuando ambos entraron, y la señora Park, una mujer de mediana edad con ojos brillantes y una sonrisa cálida, los recibió con entusiasmo.

—¡Buenos días, JungKook! ¡Beomjin! —los saludó con su usual energía—. ¿Qué los trae por aquí hoy?

—Eh, bueno, señora Park... —empezó JungKook, tropezando con las palabras—. Estoy buscando un regalo para... alguien especial.

Beomjin, que tenía una sonrisa juguetona en los labios, no perdió la oportunidad de intervenir.

—Está hablando del señorito Sobong Minsiuk, el hijo del nuevo banquero. JungKook quiere cortejarlo, pero no tiene ni idea de qué regalarle.

JungKook se sonrojó ligeramente, un espectáculo poco común para un hombre tan robusto y fuerte como él. La señora Park sonrió, comprendiendo la situación.

—¡Ah, el joven Minsiuk! Un omega refinado, con gustos... particulares. ¿Ya tienes alguna idea de lo que podría gustarle?

JungKook asintió con entusiasmo, su rostro iluminándose con una idea que había estado rumiando.

—Sí, sí, estaba pensando en... regalarle una vaca. Una de mis mejores vaquillonas, con un pelaje brillante y sano. Nada mejor para impresionar a un omega, ¿no?

Beomjin puso los ojos en blanco y suspiró profundamente.

—JungKook, ¿cómo crees que un omega de ciudad va a apreciar una vaca? —lo regañó, sacudiendo la cabeza—. Minsiuk probablemente si la viera como regalo, seguramente se asustaría. Necesitas algo más... sofisticado, algo que refleje su elegancia y estilo.

La señora Park rió suavemente ante la situación, entendiendo la falta de experiencia de JungKook en estos temas.

—Beomjin tiene razón, JungKook. Un omega como el señorito Minsiuk probablemente preferiría algo más... delicado. ¿Qué te parece un conjunto de pañuelos de seda importados, o una caja de bombones finos? También tengo un set de té que vino directamente de Europa, muy elegante y perfecto para una casa de ciudad.

JungKook frunció el ceño, claramente confundido.

—Pero... ¿qué hay de algo grande? Quiero que sepa que me importa, y no estoy seguro de que un pañuelo o bombones puedan hacer eso.

Beomjin suspiró de nuevo, pero esta vez con un toque de simpatía.

—JungKook, no se trata del tamaño del regalo, sino del significado detrás de él. Un pequeño detalle que muestra que has pensado en lo que le gustaría significa mucho más que un objeto grande y llamativo que no entiende. Si realmente quieres impresionarlo, escucha lo que la señora Park sugiere.

JungKook miró a la señora Park, quien le devolvió una mirada comprensiva.

—¿Entonces crees que debería elegir uno de esos regalos más pequeños? —preguntó con cierta vacilación.

—Exactamente, JungKook. Algo que demuestre que te has tomado el tiempo para pensar en él y en lo que podría disfrutar —respondió la señora Park amablemente.

JungKook asintió, finalmente entendiendo.

—Está bien. Creo que... me llevaré el set de té, y quizás un pañuelo de seda también. No quiero meter la pata.

Beomjin le dio una palmada en la espalda con una sonrisa satisfecha.

—Buena elección, JungKook. Estoy seguro de que Minsiuk apreciará el gesto. Ahora solo falta que vayas y se lo entregues.

JungKook asintió con una mezcla de nerviosismo y determinación. Estaba acostumbrado a enfrentar cualquier desafío en su rancho, pero conquistar el corazón de un omega de ciudad era un territorio completamente nuevo para él.

—Gracias, señora Park, Beomjin —dijo mientras pagaba por los regalos—. Espero que esto funcione.

—Con tu sinceridad, JungKook, seguro que lo hará —respondió Beomjin con una sonrisa.

Con los regalos en la mano, JungKook salió de la tienda, listo para enfrentar el reto más importante de su vida: ganarse el corazón de Sobong Minsiuk.

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