Dalia naranja/Clavel estriado.

Había dicho aquello sin pensarlo dos veces. Simplemente le había nacido, aquellas palabras se asentaron en la punta de su lengua y salieron sin permiso alguno, se lanzaron a la vida como si esta no fuera la gran cosa. Valientes, seguras y llenas de una determinación que no estaba muy seguro de donde la habían tomado. Lo más seguro es que la robaron.

El suceso había ocurrido justamente tres días atrás. Tras un arduo mes enfrentándose a un incontable número de entrenadores, y eso que el filtro no era tan malo, finalmente a la Elite Four y al campeón se les había otorgado de unos cuantos días libres para pasarlos lejos de la liga, despejarse y que les dé el aire más lejos, porque eso de estar encerrados las veinticuatro horas del día, siete días de la semana, durante casi todo un mes no podía ser saludable. Por la forma en la que Drake y Glacia reaccionaron ante la noticia, fácilmente llegó a la conclusión de que esos días libres se daban cada vez que el número de retadores subía como la espuma. Lo más probable es que ya les hubiese ocurrido algo con algún anterior campeón o miembro de la elite.

Pero de una u otra forma, no es como si realmente alguien se fuese a quejar de esa semana que les estaban regalando para finalmente salir a respirar algo que no sea aire climatizado, o humo ocasionado por los ataques de los Pokémon al chocar entre ellos.

—¿Vas a hacer algo en especial, Steven? —una alegre Phoebe camino hasta encontrarse justamente a su lado, con una sonrisa adornando su rostro, esperando pacientemente una respuesta.

—Veré si puedo quedar con un amigo, tengo casi un mes que no se de él y pues, quiero también que sepa que aún estoy vivo. —intento sonar gracioso con su respuesta, esperando también, poder saciar la curiosidad de la chica a su lado, cuya sonrisa parecía haberse hecho más grande de un momento a otro.

—¿Es tu amigo de la vez pasada?

Steven sintió inmediatamente como sus mejillas se sentía un poco más calientes que de costumbre, no sabía exactamente a qué clase de conclusión había llegado Phoebe cuando los había visto a ambos, platicando amenamente después de haber atravesado la Victory Road sin problema alguno, pero por la forma en que la entrenadora de tipo fantasma, le hacía insinuación sobre el amigo que de vez en cuando veían pero que no les había presentado, a diferencia de Wallace, le quedaban pocas dudas de que ella creía que eran novios. Eso sin contar que también parecía haber compartido su conocimiento con el resto de la Elite.

—Así es —admitió alzando los hombros, finalmente sacando su PokeNav para buscar el teléfono de su amigo-. En realidad, espero poder hablar con él, aunque sean unas horas. Ojalá y no esté ocupado.

—¡Ten más confianza! —exclamó ligeramente molesta Phoebe, probablemente por la poca fe que parecía tener—. Ya verás que estará disponible, tal vez incluso puedan verse el día de hoy.

El de cabellos plateados sonrió y asintió -no muy seguro, en realidad-, más que nada para darle la razón a Phoebe, esperando también, que decidiera irse para dejarlo hablar a gusto.

—Si llegas a necesitar algo, sabes dónde encontrarme. —Phoebe espero unos momentos más esperando otro asentimiento de cabeza, el cual no tardó mucho en llegar, para darse la vuelta y finalmente irse, despidiéndose del campeón, y dejándolo solo a las puertas del edificio de la liga.

Aun con las palabras que Phoebe le había dedicado, esas llenas de optimismo que le hacían sentir envidia, realmente no se encontraba muy seguro de que Drew en realidad le iba a contestar. En primera, porque también era una persona ocupada, siempre se encontraba de un lado a otro en la región para acudir a los distintos concursos que se realizaban, y no era totalmente seguro que lo fuera a encontrar descansando, ni que tuviera tanta suerte. Y en segunda, Flygon. Recordar al pobre Pokémon le hacía cuestionarse si Drew había continuado asistiendo a los concursos, o se la pasaba en su casa cuidando, y esperando que el verde dragón se sintiera mejor. Recordar aquel suceso le hace soltar un suspiro, sintiéndose incluso ligeramente mal del estómago. Lo ocurrido había sido su culpa, total y únicamente su culpa. Aerodactyl era su Pokémon, su responsabilidad... Y por no estar al pendiente, había terminado lastimando -gracias a Arceus no de gravedad, y asustando, a un pobre tipo dragón que estaba especializado, principalmente, en los concursos de coordinación.

—Confianza Steven, confianza —se susurró así mismo el de cabellos plateados mientras miraba fijamente el nombre de Drew en la pantalla de su PokeNav, con su dedo temblando, totalmente inseguro de marcar—. No seas un cobarde.

Tardó casi media hora para finalmente tener él valor de marcar aquel número, y tal como lo había supuesto, timbro hasta que lo mandó a buzón.

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—¡Steven! —el campeón de región se giró emocionado cuando reconoció la voz que acababa de gritar su nombre.

Instantáneamente una sonrisa apareció en su rostro cuando sus ojos hicieron contacto visual con las esmeraldas que tanto amaba mirar.

—Drew, lamento mucho haberte molestado. —se disculpó Steven ligeramente avergonzado.

Había tardado casi un día completo para poder contactar con el menor de cabellos verdes, para finalmente acordar encontrarse en un lugar donde pudieran pasar fácilmente desapercibidos. La playa de Lilycove City, por supuesto, fue el primero lugar que recomendó Drew, según le comentó, así como habían bajado los retadores en la liga, algo similar pasaba con los concursos de coordinación, pues estos cada vez eran más espaciados. Probablemente porque la siguiente copa estaba a unos cuantos meses de llevarse a cabo.

—¿Ya tienes todo lo que necesitas para participar? —preguntó Steven cuando el tema salió a flote.

—Ya casi —respondió el menor un poco ausente—. Por allá hay otra roca.

Después de haberse saludado por medio segundo, no pasó más tiempo cuando Steven sintió la imperiosa necesidad de peinar la zona en la búsqueda de rocas que se pudieran romper, con la esperanza de encontrar alguna pepita, o incluso perlas.

—De haber sabido, tal vez hubiese sido mejor ir a Meteor Falls. —opino Drew observando la siguiente roca siendo destruida por un Aron que Steven había aprovechado de sacar a dar la vuelta.

—No lo sé... Creo que la probabilidad de encontrar a gente entrenando en aquel lugar es muy alta. —comentó Steven mientras buscaba detenidamente en la arena, verificando si en verdad la roca había soltado o no algún objeto.

—Probablemente tengas razón.

Durante la próxima hora Drew se dedicó a seguir al mayor de un lado para otro, observando atentamente la forma en que buscaba entre la arena si en realidad había un objeto o no en la roca recién destruida. Aquella forma de actuar del mayor llamaba totalmente su atención, su dedicación en buscar aquellos objetos, la paciencia y la forma tan delicada en que los trataba cuando finalmente daba con ellos y los tomaba entre sus manos era tan... Hipnotizante. Que se sentía incapaz de mirar hacia otro lado que no fueran los atentos movimientos de Steven.

—No me sorprende que casi todas hayan sido perlas —comentó Drew mientras ayudaba a guardar los objetos en una bolsa especial que Steven cargaba entre sus cosas—. Lo que, si no me esperaba, fue ese trozo estrella.

—Estoy totalmente de acuerdo —respondió emocionado el de cabello plateado, tomando una vez más entre sus manos aquel objeto recién encontrado en la playa, y cuyo color parecía ser un rojo pálido—. Supongo que su lógica ha de tener, aunque es más normal dar con uno de estos en la Shoal Cave, o en uno que otro pequeño islote de distintas rutas.

Inconscientemente Drew sonrió mientras continuaba admirando a Steven, quien continuaba emocionado por tal objeto. Dudaba mucho que Steven los buscará para venderlos, aunque esa clase de objetos era buscada principalmente para venderla en tiendas o a coleccionistas en específico, pues en combates no eran de utilidad alguna, estaba casi totalmente seguro de que el mayor entraba en la segunda categoría, el coleccionaba esos objetos, los admiraba e investigaba, incluso si no eran tan caros o valiosos, los trataba como si fueran el objeto más especial del universo.

—¿Que vas a hacer con las perlas? —cuestiono curioso, lo más probable es que terminará quedándose con el trozo de estrella, pero las perlas, numerosas y sin mucha rareza, le hacían preguntarse cuál sería exactamente su destino.

—Se las daré a un amigo —respondió rápidamente el mayor, finalmente guardando el último objeto—. A él le gustan esta clase de objetos, o se los queda, o tal vez encuentre alguien que le dé más por ellas.

—Oí que hay una región donde su precio llega a los mil. —comentó Drew mientras intentaba hacer memoria sobre qué lugar era exactamente dónde se compraban a ese precio.

-Yo también escuché eso, pero nunca tuve tiempo de investigarlo -guardó silencio durante un momento, dándose cuenta de que la puesta de sol había empezado, sorprendido por lo rápido que paso el tiempo-, aunque también me comentaron que varios objetos se venden a un precio mucho más elevado, admito que me entra curiosidad por saber qué hacen con ellos tras comprarlos.

—Probablemente tienen un comprador que paga incluso más por ellos, escuche que hay un coleccionista así Teselia. —opinó el de ojos verdes, en realidad esa clase de cosas no le interesaban, pero estaba bien informado ya que, según uno de sus primos, era una forma fácil de obtener dinero si sabes donde buscar los objetos.

—Creo que sí me suena, yo fui unas pocas veces, pero jamás le vendí nada. —relato Steven finalmente haciendo contacto visual con Drew, más que fascinado por la forma tan agradable en que estaban llevando aquella conversación.

—No sé porque, pero me esperaba algo así —Drew sonrió ante la forma tan sincera en que Steven había soltado aquellas palabras—, de seguro las cosas antiguas, como la corona, y esas cosas que parecen monedas, las sacaste de ahí, ¿Verdad?

El campeón de Hoenn sintió un ligero bochorno subiendo lentamente por su cuello tras ser descubierto, aunque bueno, no es como si realmente fuera muy difícil llegar a tal conclusión.

—Se ven como si fueran cosas caras. —opino Drew, recordando haber visto con detenimiento algunos objetos mientras se encargaba de acomodar todo en el hogar de Steven.

—En realidad lo son, ¿Las has visto? —cuestiono Steven, curioso por saber dónde las había visto el menor.

—Las vi en tu casa —respondió con una sonrisa el de cabello verde, desconcertando por un instante al mayor que no se le había ocurrido aquella respuesta—. Se ven como si fueran cosas que deberían de estar en un museo.

Steven asintió, totalmente de acuerdo con aquellas palabras, guardando silencio mientras mantenía sus ojos fijos en los de Drew, ignorando totalmente como poco a poco la sombra de los dos desaparecía en la oscuridad, pues la puesta de sol finalmente había terminado, y poco a poco la noche se encargaba de reclamar aquello que ahora le pertenecía hasta el amanecer.

—¡Vaya! —exclamó el menor sorprendido, rompiendo por un momento el contacto visual para fijarlo en el horizonte del mar—. Que rápido anocheció, ni siquiera me di cuenta de cuándo fue la puesta de sol.

—Drew. —llamo Steven, ignorado por completo lo anteriormente comentado.

—¿Sí? —respondió rápidamente el coordinador, girando su rostro para ver una vez más a Steven.

—Me gustas.

Aquella revelación dejó totalmente congelado al menor, quien obviamente no supo siquiera el cómo reaccionar ante aquellas palabras, que por alguna razón tampoco se sentía totalmente capaz de procesar.

—¿Disculpa? —pregunto obviamente confuso el de ojos verdes, creyendo que había escuchado mal.

—Me gustas.

Repitió Steven con seguridad, sosteniendo discretamente de los costados a Drew para impedir algún escape, agachándose poco a poco -intentando por todos los medios de no asustarlo-, para finalmente quedar con su rostro lo más cercano posible al de Drew, aun sin tocarlo, pero lo suficiente como para ser capaz de respirar su aire. El momento perfecto para que Drew notara la nueva cercanía -finalmente saliendo de su estupefacción momentánea-, intentando retroceder sin mucho éxito, pues las manos, aunque con delicadeza, se encargaban de sostenerlo con una fuerza contra la que no podía ganar. Algo que no le traía muy buenos recuerdos.

—Espera... Steven, yo...

Las palabras murieron en su boca cuando los labios del más alto se encargaron de silenciarlo, un movimiento rápido y bien aprovechado, pues cuando decidió besarlo tenía los labios separados tras intentar decir algo, una abertura que Steven rápidamente aprovecho para investigar superficialmente el interior de su boca, algo que no duró mucho tiempo, pues el mayor parecía estar más interesado en lamer sus labios, que el interior de su boca. Sin muchas opciones, e incapaz de quitarse las manos de sus costados, puso las propias en el pecho de Steven y lo empujo ligeramente, de forma constante hasta que finalmente se separó.

Un silencio que ninguno de los dos logró clasificar se asentó entre ellos por poco tiempo, pues Steven no tardó mucho tiempo en volver a hablar.

—Me gustas. —se repitió, una vez más, mirando atentamente las esmeraldas que parecían no ser capaces de dejar de verlo.

Al no recibir respuesta alguna se agacho nuevamente, a la espera de establecer aquel contacto una vez más. El contacto sin embargo nunca llegó, pues apenas y Drew vio como se le acercaba nuevamente, se echó repentinamente hacia atrás, huyendo del beso.

—No... —susurro el menor, llamando rápidamente la atención del mayor.

—¿Que? —preguntó Steven, inseguro de que era justamente lo que acababa de escuchar.

—¡Que no me gustas! —exclamó totalmente rojo el de cabellos verdes, empujando con la mayor fuerza posible a Steven, quien se encontraba desorientado debido a lo que acababa de escuchar.

—Yo... yo.... ¡Tengo que irme!

Drew observó de un lado a otro, confundido e incluso más desorientado que él mismo Steven, para finalmente darse la vuelta y salir corriendo de ahí. Dejando al otro solo con su Aron, a las orillas de la playa de Lilycove City.

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—Steven... ¿Seguro que estás bien?

Wallace entró sin permiso alguno a la casa de su mejor amigo, solo para verlo pensativo, con los brazos sobre la mesa y la cabeza metida entre estos.

—Hice algo estúpido... —murmuró el de cabellos plateados, negándose totalmente a ver a su mejor amigo a la cara.

—¿Ahora que hiciste?

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Dalia naranja: perfecta para una declaración de amor algo extravagante.

Clavel estriado: Rechazo.

<Nota de autor: Solo por aclarar, la flor de arriba es la dalia naranja. Y este de abajo es el clavel estriado.>


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