Capitulo 7 - Danza y cortejo: Eterno Celo

Hola queridos lectores se les informa que este capítulo está dividió en 6 escenas de diferentes personajes, al inicio de cada parte tendrá el nombre de quien es la escena, todas y cada una es importante ya que narra hechos que en un futuro serán clave. esperemos que les guste el capitulo y al final se encontrarán con una hermosa sorpresa.
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Anteriormente:

Izu levantó la flor un poco para verla mejor, luego miró directo a los ojos del sultán, quién se estremeció pues ya no era una mirada vacía había un brillo en ella.

- Katsuki...- Dijo Izu en un tono suave y lento, seguido sus labios se extendieron en una amplia y radiante sonrisa, sus mejillas se tiñeron de un delicado color rojizo y unos pequeños puntos color oro, que normalmente no se verían a plena vista, resaltaron en sus pómulos.

Katsuki abrió los ojos y suavizo su gesto por la sorpresa, un delgado rubor se apreciaba en su propia piel cobriza, fue como estar con alguien totalmente diferente, el corazón del sultán latió con fuerza. Extendió la mano detrás de la cabeza de Izu acercándolo muy despacio y deposito un beso en la mejilla del príncipe, no hubo chispa, ni rechazo solo un apacible silencio. Así permanecieron, bajo la sombra del girasol, disfrutando del primer momento íntimo entre los dos.

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Capítulo 7

Danza y cortejo; eterno celo.

(Taishiro y Mirio)

Taishiro se inclinó frente al agua viendo en el reflejo la expresión molesta que tenía, uso la mano como cuenco para beber y luego se mojó la cara tratando de relajarse, dio un largo suspiro. Su hermano solía ser un idiota, pero poner en juego la seguridad de los tres reinos por un tonto romance con esa extraña creatura, eso sonaba como algo que Mirio haría. Habían parado en un oasis para refrescarse después de haber sido echados del reino, Keigo y Ojiro se había alejado para dejarlo hablar a solas con Mirio quien estaba sentando en la hierba abrazándose las piernas contra el pecho, recordando la pelea.

La rivalidad entre sus hermanos nació en algún punto de la niñez de Katsuki y la adolescencia de Taishiro, añoraba los días los que los tres solían jugar juntos.

-Quizás fuimos muy duros con Katsuki- Mirio arrancaba la hierba del suelo para seguido arrojarla al viento y verla volar hasta la superficie del agua.
Taishiro se giró juntando las cejas molesto -Basta de mimarlo. Tiene un deber como sultán y está poniendo a todos en peligro por esa cosa-

Mirio bajó la mirada y continuó arrancando hierba, no deseaba discutir también con él.
Taishiro vio a los Rocs descansando sobre la arena, parecían dos montañas; sus sombras se alargaban cubriendo todo el oasis.
-Esto está fuera de toda discusión- Dijo Taishiro -Estamos hablando de la emperatriz sangre azul, la única persona que le causaba miedo a nuestro padre. Si ella descubre que el matrimonio con su hija está en riesgo... tendremos una guerra segura entre manos- Esas fueron las últimas palabras que cruzaron, después de haber descansado montaron los Rocs y volaron en dirección a sus reinos.

Mirio se había recostado sobre el lomo del Roc dejando que Ojiro lo guiara. Mirando el cielo intentó encontrar una forma de solucionarlo, pero no conseguía pensar en nada. Se culpó a él mismo por ser tan idiota. Mirio siempre fluía alrededor de los problemas, puesto que no los consideraba problemas, solo situaciones fuera de su control. Sufrió constantes acusaciones de sus hermanos y padre por ser poco diligente, pues sin importar la situación tenía una sonrisa en el rostro y nada parecía molestarlo, eso causó la impresión equivocada hasta el punto que fue marcado como un vago. Ver como convertían cada pequeña situación en una tormenta de arena y se perdían en ella resultaba un misterio para Mirio.

Abriendo los ojos por la revelación Mirio saltó poniéndose en pie, su expresión brillaba con una sonrisa. Recordó la única persona sensata que conocía y siempre tenía una solución a los problemas.
-¡Ojiro!- Gritó Mirio detrás de él, quien solo asintió -¡Fija curso! ¡Iremos a ver a mamá!-

(Katsuki)

Katsuki caminaba por los corredores del palacio frunciendo el entrecejo y con la quijada tensa. Apretó los puños por la preocupación y el enojo, no encontraba a Izu por ningún lado en el palacio. Había pasado una hora desde que lo dejó en sus aposentos para atender los asuntos del reino, pero al regresar parecía haberse esfumado. Pensó lo peor, sus hermanos raptándolo para después matarlo.
Yami estaba con él, si algo hubiese pasado ellos seguramente abrían conseguido escapar, Katsuki intentaba tranquilizarse manteniendo ese pensamiento en mente.

El sol caía en el horizonte matizando el cielo rojizo y naranja; estirando las sombras. Katsuki arremetió contra el muro dejando una marca.

-¡Ese bastardo!- Gritó, había dado ya dos recorridos sin éxito. Incluso había montado en el Roc para usar su visón, fue inútil. La noche llegó sin notarlo con la luna llena alzada en cielo oscuro. Ya era la cuarta vez que cruzaba por el pasillo con la marca en el muro. Respiraba agitado y temblaba de ira, solo podía pensar en las horribles cosas que les causaría a sus hermanos si ellos se habían atrevido a tocarlo.
Por la ventana una serpiente de humo negro entró llegando hasta Katsuki.
Yami se había materializado arrodillado con la mano en el pecho.

-Mi señor...-
-¡¿Dónde?!- Rugió Katsuki, no tenía tiempo para formalidades. Yami se difundo en su forma de humo escurriéndose a gran velocidad entre los pasillos que eran iluminados por antorchas. Katsuki lo siguió por detrás viendo como Yami se consolidaba delante de la terraza frente al jardín de Izu.
-¿¡Qué demonios significa esto!?- Dijo Katsuki confundido cuándo llegó al frente. No entendía lo que sus ojos veían.

(Mirio)

Mirio se detuvo frente al umbral de un templo abandonado en medio del desierto, sosteniendo una antorcha para iluminar el camino. Las piedras fueron erosionadas por el tiempo creando huecos donde los animales rastreros se escondían.
Las hierbas trepaban los muros cubriendo la entrada. Habían pasado años desde la última vez que visitó ese lugar. Ojiro veía desde el lomo del Roc, no aprobaba la decisión de Mirio en adentrarse en el templo, lejos de lo peligros que podría resultar, estaba prohibido.
Mirio vio el sol ocultándose detrás de las dunas y luego se giró hacia Ojiro mostrándole una sonrisa confiada e ingreso al templo, cruzando la cortina de hierbas.
Se encorvo un poco con la antorcha al frente, el corredor se volvía estrecho, apenas era lo suficientemente amplio para que anduviese sin muchos problemas. En ocasiones se escuchaban murmullos provenientes de los muros, el pasillo parecía no tener final. La oscuridad se volvía sofocante, pero Mirio sabía que solo se trataba de un conjuro diseñado para alejar a los curiosos y saqueadores de tumbas.

Pronto se detuvo ante un muro de piedra con círculos mágicos grabados muy profundo pulsando de un rojo amenazante, diseñados para detener a quién intentara derribarlo. Mirio dejó la antorcha en el suelo y atravesó la roca, nunca se lo contó a sus hermanos, pero él era capaz de atravesar el muro sin ser afectado por la maldición. Del otro lado las flores y la hierba crecía como una alfombra sobre el piso. Todo era rodeado por una larga cabellara blanca enredada en las ramas de los pequeños árboles, trepaba por los muros y giraba alrededor de las plantas.
El cabello resplandecía esparciendo partículas de luz que rápido se desvanecían. Tomo asiento en el suelo, pues no debía avanzar más. Delante, sentada frente a una fuente circular, estaba la dueña de todo el cabello; Nana, la madre de Mirio y sus hermanos.

-Madre... Yo...- Mirio dudo en preguntar.

-Sabes que no puedo darte lo que buscas- Habló Nana. Revolvió el agua de la fuente con la mano, la piel se le pegaba a los huesos; era salpicada con manchas ovaladas en tonos marrones; las uñas perdieron el color rosado y estaban muy largas y agrietadas. Se cubrió la cara con el cabello, para evitar que Mirio viera su rostro en el reflejo de la fuente. Una vez fue una hermosa alfa, ahora solo quedaba un saco de piel y huesos.
-Escucha... Katsuki...-
-Se lo que hizo Katsuki- Dijo Nana interrumpiéndolo - Se lo que todo el mundo hace, pero no puedo ayudarte. No puedo interferir, solo puedo observar-
-Mamá...- Mirio agacho la cabeza y se mordió los labios -No sé qué es lo que debo hacer-
Nana suspiro, bajo el cabello se ocultaba una sonrisa débil y nostálgica.
-Mi querido Mirio, siempre tuviste el corazón más amable, cariñosos y gentil de los tres- Nana revolvió las aguas y en la superficie aparecieron los días pasados; Mirio y sus hermanos jugando en el palacio cuando eran niños - Y eso ha sido tu bendición y tu maldición; atrapado siempre en las constantes peleas de tus hermanos, intentado hacer a todos felices mientras ocultabas tu pesar detrás de una sonrisa-
Mirio quería correr a los brazos de su madre, pero no podía.Se avergonzaba de él mismo y lo patético que era, un hombre buscando consuelo con su madre.

-No puedo decirte que hacer- Dijo Nana disolviendo las imágenes en el agua
-Pero como tu madre puedo decirte esto, si intentas buscar la forma de hacer felices a los demás terminarás obteniendo todo lo contrario. No puedes salvarlos a todos, así que debes elegir el camino que creas más correcto y con el que puedas vivir-
-¿El camino más correcto?- Repitió Mirio, no estaba seguro de haber comprendido, la visión de Mirio se volvió borrosa y todo dio vueltas.
-Ten cuidado mi pequeño- Mirio escuchó la voz de su madre muy en la distancia -Intentar cambiar el futuro puede llevarte a un destino como el mío-

Mirio abrió los ojos, estaba de pie delante de la entrada del santuario, vio hacia el cielo, la luna llena estaba en lo alto. No estaba seguro aun, pero confiaba en las palabras de su madre.
-Gracias- Dijo haciendo una reverencia y dando media vuelta. Ojiro esperaba encima del Roc que dormía sobre la arena.

(Taishiro)

El ocaso pintaba el cielo cuando Taishiro llegó a su reino. Bajo a la biblioteca subterránea, era tan grande como el reino mismo, llena con información recolectada de cada parte del mundo en lenguas que el mismo Taishiro aún no podía leer. Avanzó en entre corredores sosteniendo un candil de latón iluminado libros contendidos en estanterías tan altas como las murallas. Los pasillos giraban y se retorcían en cualquier dirección construida como un laberinto por órdenes de Taishiro.
Busco por horas información sobre el Ómicron, pero ningún libro tenia las repuestas que buscaba.

-¡Tiene que haber algo!- Gritó exasperado arrojando libros de las estanterías al suelo, se arrodillo rendido.
-Piensa Taishiro- Se dijo a él mismo.

-Ómicron... él tenía una marca circular... piel blanca y ojos plateados... piel blanca y ojos plateados-
Se levantó un salto -¡Piel blanca y ojos plateados!- Gritó y corrió hacia el centro de laberinto, dónde escondía su más preciado libro.

Sobre un atril descansaba el primer libro que Taishiro había recibido, el libro de cuentos que su madre le había dejado. Hojeo las páginas hasta que detuvo la mirada sobre un dibujo de una mujer blanca.
-La diosa de la luna- Encabezaba uno de los títulos, releyó el cuento que había olvidado, el cual su madre solo había leído un par de veces. Sonrió, había encontrado lo que buscaba. Corrió fuera de la biblioteca hasta la antigua sala de su padre. Recordó las extrañas armaduras que él guardaba, aquellas con un símbolo impreso de la luna menguante. La noche ya había caído sobre el reino cuando abandonó la biblioteca.

(La bruja de hielo)

La emperatriz estaba sentada en el solio: un asiento esculpido en ónix sin labrados ni molduras, solo piedra lisa; rodeado por cortinas de chifón blanco. Se había hecho una corona de cabello, adornado por un tocado de camelias japónicas. Vestía una túnica de damasco color índigo.
Tenía las manos sobre el regazo y permanecía recta con los ojos cerrados y una sonrisa, respiraba muy despacio, parecía no estar haciéndolo en verdad. Su piel era blanca igual que su cabello.

Pasaba días enteros quieta en el trono negro sin pestañear o temblar, como si fuese una escultura de mármol. Los lánguidos rayos de luz conseguían hacerla resplandecer.
Las puertas se abrieron y un guardia en armadura blanca entró, se detuvo frente a la emperatriz y se arrodilló sobre el suelo de perla.
-Mi señora- Dijo el guardia mirando el suelo -Los informantes indican que todo ocurrió en el reino de Shams-
-Bien- Dijo ella, su voz sonó bajo y muy claro, algo inhumano
-Llama a mis siervos-
El guardia golpeo el pecho de su armadura y salió de la sala del trono.

(Izu)

Katsuki caminó lento hacia la terraza; sobre el jardín Izu estaba suspendido en el aire, mirando la luna llena. Expedia un brillo blanquecino, este era diferente a su habitual aura azul, parecía provenir de él en lugar de esta a su alrededor.

-¿Qué es esto?- Preguntó Katsuki sin dejar de mirarlo.

-Cada luna llena entra en estado de celo- Respondió Yami.

-Normalmente siempre está liberando un aroma tan fuerte como el de un omega en celo, por eso es que debe cargar con el zafiro supresor en todo momento, pero durante la luna llena su celo es más fuerte que el de cualquier omega, no puede ser contenido por el zafiro o cualquier método conocido. Siempre era encerrado muy lejos del reino de la luna cuando esto ocurría, cualquier alfa, beta u omega que lo olfateara se volvía una bestia sin capacidad de razonar. Excepto usted mi señor, fue el primer alfa en no perder la razón frente a él- explicó Yami.

Katsuki veía como Izu era rodeado por partículas brillantes destellando alrededor y como se extendían por encima del jardín; botones de flores crecían en la copas de los arboles llenándolos de puntos blancos, azules y rosas.
Dando un paso sobre la barandilla Katsuki se detuvo por la voz de Yami.

-Hasta dónde pude averiguar esta es la forma en la que un Ómicron muestra que está listo para ser cortejado...- Aviso Yami.
- Dependiendo de tus acciones serás aceptado como un posible compañero o te rechazará de por vida- finalizó Yami un poco inquieto.

Katsuki arrugó la cara por la información "¿No pudo haberlo dicho antes?" Pensó en ese momento.

Saltó de la terraza envolviéndose en su aura dorada y llegó hasta estar detrás de Izu, por un momento tuvo la idea de morderlo para marcarlo, pero seguramente sería rechazado, él no era un Omega, tenía que buscar métodos nuevos para ser aceptado.
Dudó un momento sin saber que hacer temiendo arruinarlo todo, de pronto Izu alzo las manos apuntando hacia el cielo con las palmas juntas. Katsuki se dejó llevar por la situación y colocó sus manos en las caderas de Izu, luego las subió delineando todo su contorno hasta detenerse sobre las manos de Izu; las sujeto y las bajó despacio hasta que ambos formaron una T con los brazos extendidos.
Katsuki cerró los brazos encerrándolo en un abrazo e Izu giró en el viento hasta estar de frente a Katsuki aun sosteniéndole la mano.

Izu se deslizo hacia él por el aire y estando frente a Katsuki paso el brazo izquierdo por debajo del brazo derecho de él, enganchándose, sus marcas de casta desprendieron un brillo dorado. Ambos giraron ascendiendo en espiral; el aura de Katsuki se desvaneció y el brillo parecía provenir ahora de su cuerpo, a su paso dejaban partículas de luz que se dispersaban por el jardín, los botones florecían debajo de ellos abriéndose despacio, al ritmo de su danza.

Se alejaron el uno del otro sin dejar de mirarse a los ojos dando vueltas en círculo por el aire para luego volar hacia el centro y encontrarse en un fuerte abrazo.

La danza continuó hasta que Izu envolvió una vez más su brazo izquierdo quedando a la altura de la mirada de Katsuki así como el brazo derecho de Katsuki quedó a la altura de la mirada de Izu; se miraron el uno al otro y sin aviso Izu abrió la boca y mordió ligeramente la muñeca de Katsuki, una calidez que no pudo describir lo llenó, en respuesta Katsuki hizo lo mismo; mordió la muñeca de Izu con la misma delicadeza.

Ambos dejaron una marca sobre el otro, esta era la prueba del Ómicron, le había otorgado una oportunidad a Katsuki para demostrar su validez como un futuro compañero.
Izu se desvaneció sobre los brazos de Katsuki, totalmente agotado. Katsuki descendió hasta la terraza con Izu inconsciente en sus brazos.

-¿Y ahora que pasara?- Preguntó Katsuki.
-No lo sé, mi señor- Respondió Yami
-Esto es nuevo para mí. Ahora todo depende de usted-

Katsuki bajó la mirada hacia Izu y este se acurruco más cerca, hacia su pecho, se prometió en ese instante hacer cualquier cosa que fuese posible para ser aceptado por él.

Continuará.
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Canción para la escena del baile en el aire:


Fanart de la secuencia de baile dibujada por la talentosa @yukarietD en twitter.




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Y esto es todo por hoy, los esperamos el próximo domingo con el capitulo 8!!! aaahh que emoción ToT!!!!
¿Tambien se enamoraron de la canción? por que yo si xD llevo escuchándola todo el dia!! aaaahh ❤ *se muere * bye byeee besoteesss nwn~✨

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