Capitulo 13 - El lamento de los sultanes.
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-¡Por favor!- Grito Izuku entre lágrimas y con voz quebrada
-Por favor... mátame- Izu estaba al límite, todo parecía repetirse otra vez, ya no podía soportarlo. Katsuki mostro los dientes furioso y caminó hacia el frente, las zarzas cortaban su piel abriendo heridas muy profundas, la carne fue expuesta al viento ardiéndole con la brisa, pero continúo, parecía que no sentía dolor, en sus ojos solo estaba la figura asustada de Izu.
Se inclinó abrazándolo, las espinas se clavaron en la piel de Katuski, Izu intento alejarse, pero los brazos del sultán lo estrecharon más cerca.
-No vuelvas a pedirme eso, te daré lo que quieras, pero no vuelvas a pedirme eso- la voz de Katsuki fue suave, casi con un sollozo, sus ojos se habían puesto rojizos.
- Te elegí a ti y solo a ti. Si tú no eres mi destinado entonces yo te convertiré en el-
Las zarzas se envolvieron alrededor de ambos clavando más profundo. Sus ropas estaban casi de un tono rojo, habían perdido mucha sangre. Katsuki se alejó y limpio las lágrimas de Izu con el pulgar, ambos tenía la vista borrosa.
Acercándose a Izu deposito un beso, las zarsas se tensaron y retorcieron finalmente volviéndose polvo que fue arrastrado por el viento.
Ambos se quedaron arrodillados uno frente al otro unidos por un beso, pero ya no estaban conscientes. Se habían desmayado sujetos con fuerza.
Capítulo 13
El lamentó de los sultanes.
Hitoshi Shinso revolvia una sopa en el caldero que colgaba de la chimenea, frunció el ceño al ver los grandes trozos de papá emergiendo entre el líquido amarillento burbujeando frente a él. Odiaba esa sopa y odiaba las papas, pero por su condición no podía quejarse. Unos años atrás había sido expuesto a una extraña sustancia y desde ese momento su salud fue deteriorándose, no era algo raro en la país de Mutartar dónde los alquimistas vivían, ahora le resultaba imposible salir de casa.
Hitoshi se giro para ver a Oboro recostado en el sofá, recargaba la cabeza sobre los brazos cruzados. Hace unos cuantos días ese chico había aparecido dentro de su casa, solo sabía dos cosas acerca de él; su nombre y el hecho de que siempre llegaba con comida, aún que fuesen esas odiosas papas. Le permitió quedarse sin hacer preguntas, aún que deseara hacharlo fuera no tenía las fuerzas para hacerlo, ni en su mejor condición lo hubiese logrado, a pesar de ser un alfa siempre fue muy débil, incluso su aroma era tan tenue e incapaz de someter a un omega que muchos lo apoderaron el beta sin marca.
Hitoshi comenzó a toser sin control haciendo sonidos ásperos como los de un viejo, se arrodilló y se cubrió la boca con la mano, la sangre escurrió entre sus dedos y las gotas callejón en el suelo de piedra. Se limpio los labios y se puso en pie, estaba más que acostumbrado, aún así los ataques de tos eran más frecuentes.
-¿Cuánto tiempo te queda?-
Preguntó Oboro mirando hacía el techo
Hitoshi camino hasta un gaveta en el muro y saco dos cuencos de madera
- Meses, quizás menos-
Sirvió sopa y llevó los cuencos a la mesa, Oboro dio un salto fuera del sofá y tomó asiento frente a Hitoshi. Comieron en silencio solo intercambiando miradas en ocasiones.
Oboro se relamió los labios y se frotó la barriga muy satisfecho -¿Puedo quedarme tu casa cuándo mueras?-
Hitoshi suspiro cerrado los ojos aún no salía el sol y ya deseaba volver a la cama.
-Para ser un simple omega eres bastante insolente-
-Yo no soy un omega- Respondió Oboro
Hitoshi levantó la cabeza y enarco una ceja hacía él - ¿Entonces que eres?-
Oboro le devolvió una sonrisa juguetona y camino a la puerta, la abrió de un jalón, afuera seguía oscuro.
-Volveré por la noche- Dijo Oboro y salió cerrando tras él.
-Ese idiota- Dijo Hitoshi frustrado - Si no es un omega ¿Porqué lleva puesto un collar de Omega?-
La emperatriz caminó con los brazos cruzados, llevaba puesto un vestido blanco que se arrastraba desde la puerta de la terraza hasta la balaustrada donde se detuvo. Era difícil verla con el suelo hecho de perla; el castillo de mármol; las espesas nubes blancas que cubrían el cielo y la nieve que descendía de ellas. El viento agitaba su cabello. Miraba con una pequeña sonrisa hacia abajo de la montaña dónde el castillo fue edificado. Tenía la vista completa del continente que la rodeaba, con su magia podía ver a cada una de las brujas que vivían en sus dominios, si alguna planeaba algo en su contra en un segundo caía muerta. Nadie se atrevía a cuestionarla, mejor dicho nadie podía enfrentarla. Aquel continente que una vez estuvo lleno de vida y ve mirdor ahora solo era una gran mancha blanca en los mapas, ella misma había usado su poder para sumergir todo en su eterno invierno.
-Madre- Dijo Ibara deteniéndose en el marco de la puerta, tenía las manos entrelazadas delante de ella. Se quedó en pie esperando una respuesta. Llevaba un grueso abrigo blanco y debajo su túnica de damasco. Su cabello caía hasta el suelo retorciéndose por el frío.
-Acércate- La voz de la emperatriz fue amable y comprensiva como la de cualquier madre, pero Ibara sabía que solo era un buen acto. La princesa caminó despacio, la tormenta era muy fuerte y le costaba mantenerse en pie sin ser arrastrada por el viento. Se detuvo al costado de la reina viendo en la misma dirección, pero ella solo podía ver la espesa niebla que lo cubría todo.
-Volaremos de inmediato a Shams- Dijo la emperatriz, Ibara abrió los ojos por la sorpresa, pero de inmediato volvió a su expresión serena.
-Pensé que esperarías la noticias de tus sirvientes- Dijo Ibara, las bocanadas de vapor blanco salían de su boca a diferencia de la reina, ella no emitía ninguna clase de calor. Para la princesa era inusual, su madre solo cambiaba de planes cuando algo muy importante sucedía.
El viento silbo muy fuerte y la reina levantó la mano al aire y chasque los dedos
- Hay algo que captó mi atención-
Dentro el mar de nubes surgió un gran cuervo blanco, era tan colosal como los Rocs. La emperatriz puso la mano en el hombro de su hija, una bruma las cubrió y se deslizó por el aire hasta llegar al lomo del cuervo donde se disipó.
-Isper- Dijo la emperatriz -Llévame a Shams-
El cuervo croscito y vatio las alas sumergiéndose entre las nubes.
Mirio observó el prado que sobrevolaban, estaba sentando con los brazos cruzados en el lomo del Roc. Yosetsu se aferraba a las plumas, la brisa le pega en los ojos impidiéndole ver, le ardían bastante así que enterró la cabeza entre el plumaje oscuro.
Mirio sonrió -Pronto te acostumbrarás-
Pero Yosetsu no logró escucharlo, el viento le zumbaba en los oídos.
Casas de madera aparecieron en la distancia, Mirio palmeó el lomo del Roc para descender no quería asustar a lo aldeanos. Una vez en suelo firme Mirio ayudo al Omega a bajar del ave. Yosetsu se tambaleó un poco al caminar, no estaba acostumbrado a nada parecido.
-Pronto lo disfrutarás- Dijo Mirio dándole un ligero empujón en la espalda, Yosetsu solo asintió.
Avanzaron hacia el pueblo. Yosetsu veía el cielo, los prados verdes extendiéndose alrededor de él. La montaña con simas blancas que dibujaban en la lejanía. Sonreía y sus mejillas se ruborizaban, era la primer vez en su vida que veía algo más que la cama sucia de alguna posada. Mirio sonreía feliz de verlo tranquilo.
Disfrutando de la fresca brisa de Bosko les tomo un par de horas llegar. La entrada del pueblo era formada solo por un viejo arco de piedra y un puente que cruzaba un rio. Yosetsu se miro teclado en las aguas turquesas por unos y continúo camino detrás de Mirio. Bajaron unas escalinatas de piedra, Mirio observo algo raro, no había personas y as casas parecían deshabitadas.
--No escucho ruidos- Dijo Yosetsu
-No hay rastros de olores- Mirio caminó y el Omega tras él. Siguieron un sendero de tierra que serpenteaba entre el pueblo. Yosetsu observó por las ventanas de las casas que flanqueaban el caminó, gruesas capas de polvo cubrían los interiores de los hogares.
Un olor atrapó la atención de Mirio, olfateo un poco, sonrió, se trataba de leña quemándose. Apretó el pasó siguiendo el olor, Yosetsu tuvo que trotar para mantener el ritmo. Llegaron frente a una cabaña al final del pueblo, estaba sobre una colina.
Subieron por la pendiente y en la entrada de la casa, en una silla mecedora, un hombre estaba sentado. Tenía el cabello blanco y una piel morena cubierta con manchas de la vejez. La piel de la cara colgaba igual que la del cuello.
- Los olfateé desde que entraron al pueblo- Dijo el anciano abriendo los ojos, eran grises sin ningún brillo. El hombre había quedado ciego desde hace años, en su brazo derecho estaba una marca, solo era un beta
- ¿Qué trae al pequeño príncipe Mirio ante mi?-
-Ahora soy un sultán- Respondió Mirio. Yosetsu abrió la boca por la sorpresa y vio muy fijo hacía el alfa, él solo le regreso una cálida sonrisa
-¿Cómo sabe mi nombré?-
-Sultán- Él viejo solo mastico la palabra entendiendo lo que eso implicaba
- Toshinori ha muerto ¿No es así?-
-Si- Respondió Mirio -¿Lo conoció?.
-Ya has muerto, Toshinori- Dijo el anciano para el mismo ignorando la pregunta de Mirio otra vez
- Así que ahora eres un sultán pequeño Mirio, supongo que tus hermanos también lo son-
Mirio dudo en preguntar cómo lo sabía, parecía que el hombre estaba perdido en su mundo.
-Señor- Hablo Yosetsu- ¿Me podría contar una historia?-
Mirio observó un poco desconectado a Yosetsu
-¿Una historia?- Dijo el hombre muy despacio -¿Qué clase de historia quieres escucha, pequeño?-
-La historia de su amistad con el señor Toshinori- respondió Yosetsu
El hombre se meció despacio y poco a poco una sonrisa se le dibujo en el rostro.
-Yo lo conocí en un viaje que realice hace mucho tiempo, en aquel entonces el no paraba de presumir a sus dos hijos; el amable y dulce niño que era Mirio y el inteligente y enfocado Taishiro-
Mirio parpadeó confundió, desde que el recordaba su padre nunca les había prestado atención
-Él ¿en verdad hablaba de nosotros?- pregunto Mirio
-Por su puesto- respondió el viejo
- Sus dos hijos junto a su esposa era lo que él más amaba en el mundo-
Mirio estaba abrumado por lo que escuchaba.
-Bien por dónde empiezo...- dijo el viejo -Mirio ¿Conoces el nombre de Rei Todoroki?-
-No- Respondió Mirio
-Lo suponía- El viejo se meció y vio hacia el cielo a pesar de que no veía nada en realidad, quizás solo un antiguo habito.
(Alharara, Años atrás...)
-¡Mirio!- Grito Toshinori, corría detrás del pequeño príncipe que andaba desnudo por los corredores del palacio.
Torino bebía un té, sentando en una mesas colocadas en el shan a la sombra de un árbol, solo veía como corrían de un lado a otro en los pasillos, ambos con brillantes sonrisas. Finalmente atrapo Mirio elevándolo muy alto y camino para tomar asiento frente a Torino.
--¿Dónde está tu otro hijo?- Preguntó Torino pellizcando las mejillas de Mirio.
-En la biblioteca- respondió Toshinori haciendo caras graciosas a Mirio quién reía - Devora libros, el es muy inteligente, ya domina tres idiomas-
-¡Eso es sorprendente!- Dijo Torino
- Debes estar muy orgulloso de el.
-¡Por supuesto! - Respondió Yagi con una radiante sonrisa
- estoy orgulloso de mis dos hijos, Taishiro será un increíble sultán algún día-
-¡Mamá! - grito Mirio saltando del regazo de Toshinori y corriendo hasta su madre que estaba de pie en el arco de la puerta.
-¡Cuidado Mirio!- grito Toshinori- no vayas a lastimar a tu hermanito-
Nana sonrió acariciando el bulto en su vientre, Mirio se detuvo y se acercó despacio hacia ella que lo recibió con los brazos abiertos y lo levantó del suelo, luego le dio un beso en la mejillas
-Parece que lo tienes todo- Dijo Torino sorbiendo el té.
-Soy el hombre más afortunado, una maravillosa esposa y dos increíbles hijos- dijo Toshinori viendo a nana sosteniendo a Mirio, la imagen de sus esposa embarazada con Mirio en brazos le traía tranquilidad y felicidad.
(Fin Flashback)
-No es precisamente la historia de cómo lo conocí, pero estoy seguro que es algo que debías saber- Dijo el viejo Torino
Mirio miraba el suelo de madera con una expresión vacía, no recordaba nada de eso, sentía como si le hubiesen hablado de un hombre diferente.
Yosetsu observó a Mirio, pero no pregunto -Señor Torino ¿Conoce el termino omicron?-
Meciéndose se rascó la barbilla -Recuerdo algo así-
Ambos se veían sorprendidos, era para lo que estaban en ese pueblo después de todo.
-Días después de quedar ciego conocí una mujer que solo iba de paso- Dijo Torino
-No se quedó mucho, pero ella no olía como un alfa, beta u omega. Cuando le pregunté que casta tenía respondió Omicron, después ella se fue sin decir nada. Esta es la segunda vez que escuchó esa palabra-
-¿Sabe a dónde fue?- Preguntó Mirio exaltado.
-No- Respondió Torino -Ella mencionó a Mutartar en algunas ocasiones, esa ciudad donde viven los locos alquimistas, pero es todo lo que sé.
-¡Gracias!- Dijo Mirio saltando y poniéndose en pie, el viejo solo sonrió
- Vamos Yosetsu-
El Omega asintió y fue tras es el, ambos se despedían con la mano a pesar de que el hombre era ciego.
-Espero que ellos nunca se enteren de lo que hiciste para detenerla- Dijo Torino y continúo meciendose.
Avanzaron por el bosque hasta llegar al Roc y emprendieron el vuelo. Yosetsu le indico como llegar a la ciudad de Mutartar, durante el viaje no despegó la cara de las plumas del ave
Los edificios se elevaban por el cielo, largas chimeneas que arrojaban humo negro. Las oscuras y espesas nubes negras de contaminación volaban bajo. Mirio dio un vistazo a las murallas de metal que separaban la ciudad de un terreno de tierra estéril producto de la contaminación.
Bajaron lejos y caminaron hasta las puertas de la muralla de metal con la cabeza en alto, no podían ver el final de el muro, habían grabado con oro símbolos que nunca habían visto.
-La muerte espera a quien busca la verdad tras estás murallas- Dijo Yosetsu
Miro lo observo alzando una ceja.
-Me lo enseño un viajero con el que dor...- Yosetsu no termino la oración voltio a otro lado. Mirio sonrió sin ganas y se aproximaron a las puertas. El sol no se veía en el cielo, pero Yosetsu parecía estar exhausto, para Mirio no resultaba nada como el calor de Rimalon.
-¿Cómo entramos?- Miro volteo de un lado a otro, no veía más que arena y metal, ninguna entrada.
Yosetsu caminó hacia la muralla y puso la mano sobre el metal, estaba frío. Suspiró, deseaba ayudar a Mirio, los grabados resplandecieron y se deslizaron sobre el brazo de Yosetsu quien calló de espalda por la impresión.
-¿Estás bien? ¿Te duele?- Mirio sujeto el brazo del Omega, tocó las marcas intentado borrar los grabados pero no funcionó
-Estoy bien- respondió Yosetsu viendo las marcas de su brazo -¿Qué es esto?-
A volvió mirando a Mirio, el solo sonrió y lo ayudo a ponerse en pie. Lo guio hasta la muralla
-Coloca la mano otra vez- dijo Mirio
Yosetsu vio hacia Mirio y después la muralla negra, no estaba seguro, pero confiaba en Mirio. Muy lento acerco la mano al metal, sus dedos se introdujeron como si el muro fuese de agua metiéndose alrededor de la mano de Yosetsu.
--¿Qué fue lo que hiciste?- preguntó Mirio asombrado
-No lo sé- respondió Yosetsu
- Yo solo pensé en qué deseaba ayudarte a encontrar lo que buscabas-
Mirio pensó unos segundos y colocó la manos sobre el metal, el muro destello y los grabados se escurrieron por el brazo hasta detenerse. Sonrió triunfante.
-Interesante-
-¿Cómo funciona?
-No lo termino de entender- dijo Mirio sonriendo y rascándose detrás de la cabeza
- pero lo importante es que podemos continuar.
Yosetsu vio el muro de metal negro, no le gustaba la oscuridad.
-Yo... no estoy seguro- Yosetsu dio unos pasos a tras, pero Mirio lo sujeto del brazo tiro de el y lo alzo cargándolo entre sus fuertes brazos.
--Mi...Mirio!- Yosetsu se sonrojo
-No tengas miedo, yo estoy aquí- Le dio una sonrisa y antes de que Yosetsu pudiera procesar la situación ingresaron, sumergiéndose en el muro de metal negro.
Emergieron del otro lado, había personas caminado por las calles, los edificios eran de metal y madera. El suelo estaba cubierto por una delgada capa de niebla que no dejaba ver los pies.
Las vestimentas de todos eran diferentes para Mirio, sobre los estantes podía ver extraños frascos de cristal con fluidos de colores o animales pequeños dentro que parecían retorcerse. Yosetsu se aferró al pecho de Mirio por instinto, el lugar no le gustaba
Mirio restregó la nariz en la mejilla de Yosetsu quien salto sorprendido.
-Mi madre solía hacerlo cuando yo estaba asustado- dijo Mirio, Yosetsu giro la cabeza y abajo despacio de los brazos de Mirio.
-¿Dónde buscaremos?- Dijo Mirio, alrededor las personas caminaban a prisa. Todos parecían hablar en diferentes idiomas.
-No creo que podamos hablar con alguien-
Avanzaron por las calles, las fosas nasales se les dilataba por la variedad de olores que viciaban el ambiente.
Edificios altos como torres de metal negro cubrían la vista del cielo, las coladeras eran saturadas por líquidos que borboteando. De ves en cuando se escuchaba una exposición en las lejanías.
Yosetsu Miró todo con cautela sujetándose al caftán de Mirio. Caminaron e intentaron háblar con las personas pero ningún los escuchaba o solo les gritaban en algún dialecto y seguían con su caminó.
Mirio se metió a un callejón y suspiró, se recargo contra el muro, estaba mareado por la variedad de olores.
-No estamos avanzando- Dijo Mirio sobándose el puente de la nariz
- Con este paso caerá la noche y todo será peor-
Yosetsu agachó la cabeza - Quizás no es el lugar correcto, quizás ese omicron no data en este lugar-
-Oh!, Estaba en lo correcto- una voz surgió desde el fondo del callejón, Mirio y Yosetsu saltaron de sus lugares. De entre las sombras surgió un chico sonriendo, su cabello se mecía como la niebla en el suelo y era de color azul.
- ¿Así que buscan un omicron?-
-¿Sabes algo?- pregunto Mirio, sonriendo de vuelta
-Quizás si, Quizás no- dijo el chico balanceando los brazos y caminando de un lado a otro.
-¿Qué es lo que quieres? Si es oro tengo de sombra- dijo Mirio sujetando el pequeño saco de cuero donde gustaba el oro.
-No me interesa el oro- Dijo el chico caminó hacia el muro, puso un pie y luego el otro caminado en completa horizontal por los muros del estrecho callejón, Yosetsu abrió los ojos por sorpresa.
-busco a un omicron, si tu conoces a uno puedo ayudarte con todo lo que desea saber- Dijo el extraño
-¿Cómo puedo confiar en tu palabra? ¿Cómo se que no mientes?- Mirio alzó la ceja
El extraño sonrió y salto del muro aterrizando frente a Mirio y Yosetsu.
-Mi nombre es Oboro- Dijo el chico y Lugo se giro, colocó las manos en el collar quitándoselo, Mirio abrió los ojos por la sorpresa -llévame a dónde el omicron vive y te diré todo lo que deseas-
-Esa marca.... Tu también eres diferente- dijo Mirio.
Katsuki parpadeo despacio, pudo verlas las cortinas de tela del dosel de la cama.
Gruñó, el cuerpo le ardía, tenía heridas como rasguños y varias vendas en sus brazos, espalda, abdomen y piernas. Se levantó para ver alrededor, Kirishima lo veía sentado en una silla al costado de la cama.
-¿Cómo te sientes?- Preguntó Kirishima
Katsuki puso los pies en el suelo y se levantó, gruñó otra vez.
- Como la mierda, pero he estado peor...
-
Kirishima se puso en pie y se detuvo junto a él - ¿Estás seguro?-
-Si... deja de preguntar estu...-
Kirishima golpeó con fuerza en la mejilla de katsuki arrojándolo de vuelta a la cama, se retorció sosteniéndose la mejilla.
-¡Eso es por hacer llorar al hermanito Izu y preocupar a Yami! - Gritó molesto, luego extendió la mano para ayudar a ponerse en pie a katsuki, el aceptó la mano que se le tendía
-Me lo merezco, lo compre...-
Katsuki no pudo terminar de hablar cuando otro golpe en la otra mejilla lo regreso a la cama otra vez, gruñó muy molesto.
-¡Eso es por preocuparme a mi, imbécil! - Dijo Kirishima y volvió a ofrecer su mano a katsuki quién lo aceptó.
-También me lo merezco... - Dijo katsuki
- pero si vuelves a golpearme imbécil te cortaré las bol...-
Nuevamente fue interrumpido, pero está vez Kirishima había saltado sobre el envolviendo en un fuerte abrazo. Katsuki se quedó en silencio podía escuchar ligeros sollozos de Kirishima y sentir sus temblores
-¡No vuelvas a hacer cosas arriesgadas! - dijo Kirishima con lágrimas en los ojos
- tres días, llevas tres días dormido, pensé que nunca despertarías... imbécil si tú... yo no sé que hubiera hecho-
Kirishima apretó el agarre en alrededor de katsuki, a el sultán le dolía el pecho más que todas su heridas.
-Lo lamento- respondió katsuki en voz baja regresando el abrazo.
-No importa ya, mientras lo entiendas- dijo Kirishima.
-Basta de tonterías- Dijo katsuki empujando a Kirishima
- ¿Dónde está el?-
Kirishima bajo la vista y suspiro, un escalofrío recorrió a katsuki y salió de la habitación, había olvidado por un segundo a Izu. Dio grandes pasos hasta la puerta dorada donde Izu descansaba. Por debajo de la puerta estaba una niebla oscura, se extendía retorciéndose como gusanos.
Katsuki tocó la puerta pero está no cedió, la niebla escapó por el marco de la puerta y enredándose hasta formar gruesos tentáculos que golpearon a katsuki arrojándolo contra el muro.
-¿Qué demonios es esto?- dijo katsuki viendo como los tentáculos de humo se movían amenazantes en su dirección.
Kirishima caminó hasta él y vio hacia la puerta con una mueca de tristeza.
-Yami se puso furioso cuándo vio el estado de Izu- Kirishima recordó con dolor la expresión de Yami, había visto su alegría y su irá en un mismo día
- Se encerró con él desde hace tres días. He llamado pero nadie responde. Intenté forzar la puerta pero también fui atacado-
Katsuki se mordió el labio en frustración, con seguridad el podía tumbar ese frágil trozo de madera, pero la idea de provocar a Izu otro ataqué de tristeza lo detenía.
El suelo bajo sus pies se estremeció.
-¿Y ahora que?- Katsuki vio como los muros y candiles se mecían con cada sacudida.
Corrieron por el pasillo hasta la salida del palacio. Katsuki no quería alejarse de Izu, pero su pueblo estaba en peligro.
Una llamarada se elevó hacia el cielo por encima de los techos cuadrados de reino, seguido de más temblores. Los gritos de la personas se escuchaban en todos lados. Dos llamaradas acompañadas de un fuerte estruendo aparecieron en otras dos zonas diferentes.
-¿Es un ataqué?- dijo Kirishima.
-Moviliza a las tropas hacia los flancos del reino yo iré al centro- Dijo Katsuki y con fuertes explosiones desde las plantas de sus pies saltó hasta los tejados, brinco cubriendo largas distancias. La gente corría hacia el palacio, muy distraídos cómo para ver a su sultán en los aires.
Hubo otra explosion, Katsuki sintió la onda de calor golpearlo. Pudo ver en la distancia. Un extraño rubio que estaba cerca del área de la explosión: del torso hacia abajo tenía un cuerpo de caballo, dos alas de murciélago le salían de la espalda y por su boca escupía fuego.
Himiko, Tamaki y Monoma.
Los tres encapuchados saltaron desde la muralla de Shams antes de tocar el suelo quedaron suspendidos en el aire a unos cuantos centímetros y luego bajaron.
Himiko y Monoma descubrieron sus cabezas. Sonrieron con diversión.
-Hay que actuar precavidos- dijo Tamaki - La emperatriz solicito información-
Himiko corrió de frente internandose entre los callejones, poco después los gritos de las personas se escuchaban en la distancia. Monoma puso la mano en el hombro de Tamaki, tomó dos píldoras negras que saco de una caja desde su manga.
-Esas píldoras....- Tamaki vio con desaprobación hacia Monoma y el solo le devolvió una sonrisa con un guiño de ojos.
El cuerpo de Monoma se retorció y comenzó a alargarse, la piel se estiró burbujeando para dar paso a un pelaje dorado y cuatro piernas que crecieron formando la parte de un caballo que invitaba desde su cintura hacia abajo. Su capucha voló en pedazos cuando una de las alas de murciélago brotaron desde su espalda. Sin más galopo para luego extender sus alas y brincar por los tejados escupiendo fuego.
En segundos una columna de fuego y humo aparecío en las cercanías, acompañados de gritos ensordecedores. Tamaki suspiró y bajó la cabeza. Se dio la vuelta internadose por los callejones, planeaba reunir información como lo había solicitado la emperatriz.
Himiko corrió cortando las gargantas de los pobladores que era muy lentos o caían al suelo. Algunos eran aplastados por la multitud que corría desconcertada. Sonreía mientras saltaba y blandia su daga sin cuidado.
Monoma veía desde los techos y comenzó escupir fuego sobre las personas, el olor a carne quemada pronto lleno las calles junto a densos muros de humo negro.
Todos corrían en dirección al palacio buscando protección.
Katsuki voló por detrás de Monoma con su palma abierta produciendo ligeras chispas, planeaba terminarlo de un golpe, cuándo estuvo a punto de alcanzar sus alas Monoma se movió inhumanamente para el colosal tamaño, katsuki solo pudo ver una mancha dorada y pronto Monoma lo tenía sujeto por el brazo, abrió la boca y katsuki pudo ver cómo el oscuro fondo de su garganta se iluminó y las llamas comenzaban a generarse. Katsuki se envolvió con su aura y cuándo Monoma exhalo las llamas estas se partieron saliendo en todas direcciones, Katsuki se impulso con una explosión conectando una patada en la mejilla izquierda de Monoma quién lo soltó al instante.
Himiko cruzó a gran velocidad rasgando con su daga el hombro de katsuki, pero no tuvo tiempo de seguirla Monoma los siguió con una llamarada de fuego cortándole el pasó.
Al otro lado del reino Kirishima corría con un escuadrón de soldados hacia sus espaldas, cuando katsuki apareció de frente a ellos doblando una esquina.
-Alto- grito Katsuki, los soldados se quedaron estáticos en su lugar. Kirishima continúo corriendo a hacia katsuki y sin aviso alzó su puño y golpeó en su dirección, pero fue fácilmente eludido. Los soldados habían presenciado cientos de veces la relación entre ellos así que solo guardaron silencio.
-¿Qué demonios haces?- grito Katsuki eludiendo los golpes de Kirishima.
-Tú no eres Katsuki- Grito Kirishima
- puedes veré y hablar como él pero tú olor te delata, por más parecido que sea hay una sutil diferencia-
Katsuki alargó una sonrisa y sus mejillas se tornaron rosadas, llevó su mano a la boca y río
- Muy listo- la piel de katsuki se ennegreció derritiéndose hasta mostrar la cara de Himiko, los guardias no parecían entender los que ocurría.
-¡Sigan adelante, ayuden al los pobladores¡- grito Kirishima, los soldados se miraron unos a otros dudosos
-¡De inmediato!-
Con el rugido de Kirishima todos se tensaron en posición firme y corriendo pasando por lado de él y el falso sultán.
Himiko corrió hacia Kirishima enterrando su cuchillo pero solo escuchó un eco metálico mientras la hoja de la daga vibro. Kirishima la tomo del brazo y volvió su piel rígida enterrandola en la piel de Himiko.
-Me gustan los chicos duros- Himiko se retorció sacando una segunda daga de la manga de su capucha y con momento rápido salto enrollando las piernas en la cabeza de Kirishima, alzó el brazo e intento clavar la daga en el ojo de Kirishima, pero otra vez escuchó el ruido metálico la punta de la daga estaba sobre el ojo de Kirishima quien no había dado ni un solo parpadeó.
Intentó alcanzarla con un golpe pero Himiko se retorció fuera del alcanzce de Kirishima. Llevó su manos a la bolsa y arrojó un polvo rojizo en la nariz de Kirishima, él de inmediato se alejó, la nariz le ardía como si hubiese fuego dentro de ella.
La daga de Himiko fue cubierta por una oscuridad que parecía desbordarse de la forma de la daga como un líquido.
Kirishima esta vez eludió el ataqué aún así la daga alcanzó a rozarlo, a pesar de la dureza de su piel comenzó a sangrar.
-¿Qué es lo que pretenden?- Preguntó Kirishima, ella solo le sonrió y volvió a abalanzarse sobre él.
Lejos de ellos Tamaki se escabulló entre los callejones oscuros con la capucha puesta, veía en la distancia el palacio el cual era su objetivo. Avanzó pero una mano lo aferró por el hombro y lo arrojó contra el muro. Una figura alta casi de tres metros están ante Tamaki.
-Esas telas, ese olor- dijo Taishiro
-Tú vienes del reino de la bruja de hielo-
Tamaki se giro intentado esconderse tras la capucha, no deseaba pelear si era necesario.
-Eres un sirviente de ella, reconocería ese emblema en cualquier lado-
Taishiro caminó frente a Tamaki
- Bien tu serás útil. Llega al castillo y sube hasta la última habitación. Encontrarás lo que buscas- Dijo Taishiro.
Tamaki observaba con desconfianza hacia el sultán, pero continúo en silencio hacia el palacio. Taishiro sonreía.
Izuku permanecía sobre la cama con los pies pegados al pecho y la cabeza escondida entre ellos. La oscuridad de Yami cubría toda la habitación como olas que se arremolinaban y se deslizaban por los muros como mareas. Yami estaba viéndolo con tristeza.
De la piel de Izu irradiaba una titilante luz blanquecina, la única iluminación dentro de las sombras de Yami.
-Izu...- Dijo Yami muy bajo.
-Lo sé- Dijo Izu muy despacio
- se que katsuki no pretendía herirme, pero no pude controlarme, no puedo controlar mi poder. Soy un peligro para todos lo que me rodean-
-No es verdad- Dijo Yami poniendo una mano sobre el hombro de Izu, pero de inmediato una zarza salió desde las sombras atravesandolo, pero no sufrió ningún daño. Su cuerpo solo era humo en ese momento. Yami retrocedió muy lento. Había usado sus sombras para cubrir las zarzas que rodeaban todo el cuarto de la habitación como gusanos revolviéndose y retorciéndose.
Tenía la intención de ocultarlo de Izuku para tranquilizarlo y proteger a cualquier que deseara entrar, incluso el sonido era incapaz de entrar o salir.
-No intentes mentir Yami- Dijo Izuku levantando la cabeza sus ojos estaban rojos e hinchados por tanto llorar.
- Acaso olvidaste lo que pasó en nuestro hogar aquel día, yo lo arruine todo en ese momento...-
-¡No!- se apresuro a decir Yami - eso fue mi culpa., Si yo no hubiera sido tan arrogante y terco nada hubiera pasado-
-Si yo no te hubiera presionado, fue mi culpa- dijo Izu. Ambos rieron sin ganas.
-Somos un desastre- Dijo Izu - unas aberraciones-
-podemos huir, lejos. Iniciar cuántas veces sea necesario- Dijo Yami
-No podría hacerte eso, se cuánto amas a Kirishima- Dijo Izu contemplando la flor en el saquito blanco, la flor que katsuki le había regalado y sonrió.
-No podemos huir de esto para siempre - Dijo Izu tomando la flor entre sus manos y llevándola a su pecho - Yo no sé cómo disculparme con Katsuki-
Yami puso la mano sobre la mejilla de Izu y levantó su cabeza para que lo mirase a los ojos. Izu se encontró con la dulce sonrisa de Yami, esa que nadie más conocía.
-Siempre podemos patear su culo para que te perdoné- Dijo Yami
Izu sonrió, Él cuarto crujió las zarzas se están secando y volviéndose polvo.
Izu abrazó a Yami y le dio un beso en la mejilla.
--Katsuki podrá ser de quién me enamoré- Dijo Izu muy cerca del oído de Yami -pero tú siempre serás mi príncipe de flores, el que me rescató de la soledad-
Las sombras de Yami se disiparon, ambos se quedaron en silencio, inmóviles, el aire estaba lleno de gritos y olor a humo y carne quemada.
-¿Qué es esto?- dijo Izu corriendo hacia la ventana. Veía los techos del reino y columnas de humo elevándose hacia el cielo. Veía gente corriendo en entre las calles.
La puerta a sus espaldas crujió y fue arrancada del marco haciéndola volar en astillas. Yami e Izu se giraron pero antes de relacionar un tentáculo envolvió a Yami empujando a Izu por la ventana.
-¡Izu!- Gritó Yami viendo como el omicron caía desde las alturas. Izu veía pasar todo tan aprisa que solo parecía una mancha borrosa para sus ojos. Unas plumas rojas se incrustaron en su ropa y lo arrastraron por el aire hasta lo profundo de un callejón.
Izu se puso en pie dispuesto a correr, Yami lo necesitaba, pero una gigantesca mano lo aferró por el hombro. Era Taishiro.
-Tú... - dijo Izu muy bajo, su aura azul se desprendió y Taishiro retrocedió, Izu se giro ignorando por completo al sultán, se disponía a regresar.
-¿Planeas irte después de lo que le ocurre a este reino? es tu culpa- Dijo Taishiro -Esas personas, esos gritos. Todo es por tu culpa-
Izu se detuvo, su aura se disipó, dio una vuelta muy lenta mirando a Taishiro a los ojos.
-Mientes- Dijo Izu dudando.
-No lo hago- Dijo Taishiro - Ellos te buscan, por tu presencia ellos están aquí-
-¡Mientes!- Gritó Izu, el suelo bajo él se agrieto.
-Katsuki y Kirishima están arriesgando su vida por defender al pueblo- Dijo Taishiro viendo al final del callejón dónde las personas corrían en grupos.
- Tu presencia a causado esto-
-¡No es verdad! - Gritó Izu con lágrimas en los ojos, un muro se derrumbo por la presión. Del otro lado una madre con sus dos hijos se escondían. La mirada de Izuku se encontró con los ojos aterrorizados de unos de los niños y sintió una punzada en el pecho.
-Muchos niños como el esperan a sus padres, padres que nunca volverán- Dijo Taishiro acercándose a Izu con dos grandes pasos estuvo frente a él. Se inclinó y habló despacio en su oído
- casi destruyes tu reino y ahora condenas a este-
Izu se quedó en pie apretando con fuerza la flor que katsuki le había obsequiado y salió a prisa del callejón alejándose. Veía a las personas corriendo, estaban llenos de polvo, otros más tenía partes del cuerpo quemadas o ennegrecidas, sangraban, gritaban y lloraban.
Izu corrió más aprisa en medio del caos y los escombros. No quería creerlo, no podía ser verdad, ¿pero si lo era? Izu se detuvo ante una pila de piedra. Vio la mano de un niño bajo los escombros su corazón se detuvo, incluso había dejado de respirar. Pronto no pudo escuchar ya nada, todo paresia moverse en silencio.
En la distancia podía ver personas corriendo. Los guardias que debían proteger a los pobladores los apuñalaban y cortabam con sus espadas. Izu No entendía nada.
Se puso en pie, caminó arrastrando los pies muy despacio, el color en sus ojos se había ido. Caminó sin prestar más atención a su entorno, no sabía a dónde iba, solo quería alejarse, desaparecer. No sé pudo saber en qué momento, pero había llegado a la cima de una pila de escombros, pudo ver todo, como Shams ardía. Las lágrimas se derramaron de sus ojos.
-Yo no quería, lo siento- Dijo Izu cayendo de rodillas al suelo. Todo bajos sus pies fue cubierto por largas enredarse negras llenas de afiladas espinas.
-Yo puedo ayudarte- Una voz se escuchó frente a el, Izu levantó la mirada. Un chico sentado sobre una nube le sonreía y los miraba con ojos brillantes.
-Yo puedo ayudarte, protegerte-
-¿Quién eres?- pregunto Izu
-¡Mi nombre es Oboro!- dijo el joven apuntándose al el mismo con el dedo índice y un sonriendo más amplio, la luz de sol era radiante a sus espaldas.
Katsuki esquivaba las llamaradas de fuego de Monoma, giro la vista y de entre las calles una cuadrilla de doce soldados llegó apuntando a espadas de katsuki.
-¿Son idiotas, acaso ya olvidaron quien es su sultán?- dijo katsuki, las espadas fueron en su dirección, katsuki los esquivo uno a uno caminado hacia atrás. Monoma se paró sobre sus dos patas traseras e intentó aplastar a katsuki con las delanteras, pero con una explosión se impulsó fuera del caminó.
Monoma aplastó a uno de los soldados que solo se disolvió en un barro grisáceo.
-¿Qué demonios?- pensó katsuki
Monoma intentó azotar a katsuki con su cola de lagarto, pero este lo esquivo otra vez. Por un segundo mientras evadía el ataque, pudo ver en a Izu en la distancia corriendo entre los callejones.
-¿Esta llorando?- pensó katsuki, Monoma arremetió con una llamaráda pero katsuki se alejó una vez más con una fuerte explosión.
-¡No tengo tiempo para esto!- Gritó Katsuki, el fuego de Monoma esta vez se curvo como si estuviese vivo, pero antes de que lo alcanzará Kirishima saltó en frente disipando el fuego con sus Brazos.
-¿Quién pidió tu ayuda?- dijo katsuki, pero se quedó en silencio cuando vio la sangre manchando las ropas de Kirishima
-¿Cómo fuiste herido?-
Era la primera vez en años que veía una herida en el cuerpo de Kirishima.
-Ve por él - dijo Kirishima dándole la espalda -si le pasa algo Yami se molestará y si él se molesta yo te pateare el culo-
Aún con dudas katsuki saltó con una explosión por los techos.
-¿Dónde te has metido maldito llorón?- dijo katsuki rechinando los dientes.
Mientras saltaba presenció la destrucción de Shams, había guardias luchando contra guardias, edificios en ruinas y el humo brotaba de varias direcciones. Tenía su deber con el pueblo, pero también con Izu.
Un enredadera con largas espinas intentó derribar lo, las conocía, la incinero con una explosión y murió hacia abajo; el suelo estaba oscurecido, cubierto por completo por las raíces negras. En el centro Izu estaba de rodillas con un chico de cabello azul sentado en una nube.
Katsuki cambio su dirección, pero un muro de raíces se elevó e intentó derribarlo, pero eran demasiado gruesos. Bajó hasta el piso y en segundos fue enredado, la espinas se enterraron en su piel. Gruño por el dolor.
-¿Por qué el no es atacado?- pensó katsuki viendo al chico sobre la nube.
El aura de katsuki lo envolvió y la raíces fueron carbonizadas dio un paso y fue envuelto una vez más, pero las raíces se volvían polvo en un segundo, aún asi era suficiente para que ellas clavaran sus espinas en él.
Avanzó por el tortuoso camino, recibiendo más espinas en su cuerpo con cada paso.
-Puedes venir conmigo- dijo Oboro aún con su mano extendida.
Izu estaba confundido
-¿Quién eres tú?-
- El único que puede entender lo que sientes-
-¿Lo que siento?- repitió Izu sin entenderlo.
-Lo difícil que es ser diferente- Dijo Oboro - lo difícil que es ser un Omicron-
Izu abrió los ojos sorprendido -¿Cómo sabes eso?-
Oboro sonrió y extendió su otro brazo
-Si vienes conmigo entenderás mucho más sobre ti-
-¡No lo escuches!- Gritó Katsuki cayendo arrodillado al suelo por la enredaderas exhalaba con pesadez
- Yo te protegeré, buscaremos información juntos. - Dijo Katsuki.
-Katsuki... - dijo Izu y su labios temblaron por la vergüenza. Miró hacia el suelo una vez más, no se sentía capaz de mirar a katsuki a los ojos. Oboro sonrió
- ¿Protegerlo? Mira tu reino es una mierda ¿Y dónde piensas buscar información?-
Katsuki mostró los dientes molesto.
-Esto es mi culpa- Dijo Izu cubriéndose la cara con las manos - Ellos están aquí por mi culpa -
-¿Quién te dijo eso?- Preguntó katsuki, pero Izu no respondió.
- Yo soy el único que puede ayudarte en verdad- dijo Oboro.
Izu levantó la cara viéndolo, el chico de cabello azul sonreía seguro de sus palabras. Vio sus manos parecían grandes y fuertes. Izu inconscientemente estiró su brazo hacia él, temblaba.
-¡No lo escuches!- Gritó Katsuki -Él solo intenta engañarte-
Izu se detuvo y regresó su mano hacia su pecho.
-Puedo probarte mis palabras- Dijo. Oboro, la nube se giro e Izu pudo ver su espalda. Obro se retiro el collar mostrando su marca.
--¿Lo vez? ¡No miento!- dijo Oboro, katsuki e Izu se quedaron sin palabras. En la parte trasera del cuello de Oboro estaba la marca de π (Pi) una casta diferente igual que Izu.
-¿Tú eres como yo?- dijo Izu dudoso.
-No como tú, pero tampoco como el resto- Oboro se giro mostrando su si sonrisa -si vienes conmigo puedo darte respuestas-
-Él está engañándote- Dijo katsuki
Izu miró hacia katsuki directo a los ojos, Katsuki sintió un sudor frío recorriendo su espalda.
-No lo hagas... - Dijo katsuki en voz baja -No te alejes de mi-
Izu se giro despacio y estiró su mano hacia la de Oboro.
-¡Por favor no me dejes!- Gritó katsuki con voz estrangulada.
Izu se estremeció y se detuvo, tembló y las lágrimas se derramaron de sus ojos, escuchar a katsuki suplicando de esa forma le destrozaba el corazón, pero ya había tomado una decisión.
-L-Lo siento...- Dijo Izu en voz baja y de forma entristecida.
Katsuki sintió un vacío en su interior un frío que lo envolvía.
Izu tomó la mano de Oboro, Él sonrió y lo ayudo a subir a su nube.
-¡Bastardo!- se escuchó la voz de alguien más, Oboro vio hacia el cielo, Mirio se acercaba a gran velocidad envuelto en su aura, su ojos estában repletos de irá, las enredaderas intentaban detenerlo pero solo conseguían atravesarlo. Oboro se puso en pie y saco un bastón negro de sus mangas, cuando mirio estuvo muy cerca de Oboro, su aura se desvaneció.
Mirio abrió los ojos confundido, pero no tuvo tiempo de más Oboro lo golpeó fuerte con el bastón que se extendió, mandándole volar enterrandolo dentro de los escombros. Katsuki aún seguía perdido en lo que ocurría.
Oboro golpeó la nube y está comenzó a alejarse.
- No te vayas... No me dejes.... - dijo Katsuki muy bajo observando aquella nube y en ella a su omicron.
-¡¡IZU!!- Gritó katsuki, su voz fue ronca se había lastimado la garganta por el grito.
Izu se giro en repuesta, viendo a katsuki, sus ojos color rojo del Alfa estaban llenos de lágrimas. Izu se sujetó el pecho y rompió a llorar también. La nube de Oboro los envolvió en una esfera, ahora Izu solo podía ver las nubes azules alrededor de el. Oboro sintió un escalofrío
-¿Este poder?- pensó y se alejó muy aprisa sobrevolando las arenas.
Taishiro caminaba sonriente entre los callejones, se detuvo y de su boca escapó un vapor.
-¿Qué demonios es esto?- pensó al ver como la temperatura descendió muy rápido -¡Imposible!
Taishiro brinco entre los muros y trepó por los tejados hasta una torre que era más altas que las murallas.
-No... - dijo Taishiro sudando a pesar del frío.
En la lejanía un gigantesco cuervo volaba en dirección a Shams. Sobre el lomo la emperatriz estaba de pide con los brazos cruzados delante de ella, mostrando una apacible le sonrisa. Su capa se movia transformandose en una espesa bruma que la seguía por detrás, como una avalancha de nieve que se extendió cubriendo todo el horizonte y llenando todo con su invierno. nubes grises avanzaban a su paso bloqueado la luz del sol.
Taishiro tembló en su lugar incapaz de moverse. Los copos de nieves caían junto al vapor que escapaba de su boca. Pronto todo el cielo de Rimalon fue cubierto por la nube gris. Los habitantes de cada reino miraban al cielo confundidos y asustados, nunca habían visto nubes como aquellas.
El gigantesco cuervo aterrizó sobre las enredaderas que se había hecho cenizas. Estaba frente a katsuki quien volteo hacia arriba, pero sus ojos no tenían brillo no veía nada. La emperatriz caminó sobre la cabeza del cuervo viendo a katsuki.
-Arrodíllate ante la emperatriz- Dijo Tamaki saliendo de entre los edificios, arrojó el cuerpo inconsciente de Yami a un lado.
-Yo me encargo- dijo la emperatriz, Tamaki hizo una reverencia
- Tu emperatriz está aquí-
Los ojos de la bruja destellaron y como si una fuerza invisible lo aplastara, la cara de katsuki se estrelló contra el suelo. Cada habitante había caído arrodillado y no solo en Shams. Candor, Alharara, Alhilal y cada pequeño poblado en Rimalon había caído bajo el poder de la emperatriz. Todo Rimalon tenía su cabeza contra el suelo y el cielo del país había sido cubierto por una nube gris que se arremolinaba amenazante, habían empezado a caer copos de nieve.
-Bien- Dijo la emperatriz
- hay una boda pendiente que celebrar entre mi hija y tú. -
Dijo con su apacible sonrisa helada.
Continuará.
- Notas del autor -
Gracias por leer el nuevo capitulo y una enorme disculpa por la tardanza en actualizar, las tareas, exámenes y el hecho de que la laptop siga descompuesta ha hecho difícil poder escribir. Actualmente estamos llegando a los últimos capítulos de Ramé y una portada e ilustración exclusiva esta siendo diseñada por Moyashisa16 en conjunto con la artista YukarietD para antes del final. Será como un pequeño regalo para todos ustedes.
Agradezco sigan dejando sus votos y comentarios, que siempre son bienvenidos, y que sigan apoyando esta historia. Las actualizaciones serán un poco mas tardadas es decir una o dos por mes, pero los capítulos serán más largos. Como se habran dado cuenta este capítulo ha sido el más largo de todo ramé, espero poder mantener este ritmo. Gracias a todos por amar tanto a ramé y su desarrollo. Me hace feliz.
-Drammer
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