Capítulo 43°: Las estrellas fugaces que caen a la tierra
Las estrellas fugaces que caen a la tierra
Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron todas las preguntas.
—Mario Benedetti.
La cosa sobre las reglas del firmamento es que nunca las vas a llegar a comprender del todo.
Un segundo estás vagando, un segundo estás cayendo, y entonces no entiendes nada, y no sabes nada, y no importa mucho, porque solo estás cayendo al agua fría.
¿Y entonces este es el cuerpo que debe sentir dolor? ¿Este cuerpo en llamas me pertenece?
39. 72 segundos de infierno gravitacional y se siente como el infinito, pero también es solo un instante que se precipita hacia mí incluso si tengo mis ojos cerrados.
Cayendo con tanta fuerza y esperando el impacto.
Porque hay un deseo de por medio.
Porque tengo una misión que cumplir.
Y cayendo sé que soy un ente individualizado, y sé que tengo rostro y brazos y piernas y sé lo que significa estar asustado. Sé qué es el ardor en mis brazos y sé qué es lo que entra por mis fosas nasales y me hincha la zona del pecho.
Soy un ser humano.
Estoy respirando.
Hasta que mi cuerpo impacta con la superficie de agua tibia.
★★★
No es un meteorito.
Mi cuerpo es impulsado por una fuerza que había perdido hace tiempo, quemando los tendones poco a poco entumecidos, siendo rasgado por completo. Mis lágrimas han lavado mi rostro y desenfocado mi vista, pero la luz que va cayendo del cielo, cada vez más brillante, los encandila y los enciende y termina por invadir el miedo de mi cuerpo, erradicándolo.
Corro, y no pienso en lo pesado de mi traje, en mi celular, en las llaves, no pienso en lo oscuro de la noche, en lo profundo del lago, en que este día no estoy ebrio para justificarme, no pienso en nada más que en mi estrella cayendo del cielo y el dolor que arrasa mis entrañas como si fuese agua cayendo sobre mi cuerpo.
Seokjin, dime que no me he quedado dormido en la tierra.
Dime que no estoy soñando.
Si estoy soñando, por favor no me despiertes.
El agua hace mi chaqueta más pesada y queda olvidada en algún lugar del lago y solo nado hasta que ya no veo, ya no siento mis dedos, no puedo respirar, pero no pienso volver a la superficie. Y sigo yendo cada vez más lejos, cada vez más profundo, cada vez más cansado, faltándome el aire, pero no pienso detenerme, sigo hasta que creo que voy a desmayarme, hasta que siento el golpe en mis costillas que en parte ya estaba esperando, deshaciéndose del poco aliento que había estado reteniendo en forma de burbujas de oxígeno que se hacen espuma que se evapora.
Mis pulmones arden como si los arrancasen de mi cuerpo y yo solo atino a tomar lo primero que puedo entre mis dedos.
No me despiertes, por favor, no me despiertes.
Sin aire, sostengo lo que puedo con mis manos, moviendo mis piernas, intentando ir hacia arriba sin estar seguro de qué dirección es la correcta, con movimientos bruscos que lastiman mis extremidades, pero importándome realmente poco o nada.
Es una muñeca, es su muñeca, delgada y perfectamente reconocible en mis dedos, apretándola tan fuerte que creo que puedo hacerle daño, intentando tan duro hasta que siento que puedo tocar el aire, que se rompe la burbuja de presión.
No me despiertes, no lo hagas, te lo ruego.
Mi boca se extiende en busca de aire mientras mis brazos hacen la tarea de intentar sostener el peso muerto, mi nariz aún no se pone de acuerdo con mis pulmones y mis ojos permanecen firmemente cerrados, solo puedo escuchar jadeos y no sé si son suyos o si son míos y no puede importarme menos.
Me aferro a la piel helada que se siente a través de mis húmedos dedos y el agua a nuestro al rededor y mis piernas se mueven para mantenernos a flote, pero las suyas siguen golpeando y no puedo estar más feliz de sentir el movimiento.
Por favor, por favor.
Te lo ruego, no me despiertes. Si esto es un sueño, mantenme en él.
Siento el aire cálido que golpea mi rostro de repente y tengo la urgencia de tocar, de ver, pero estoy tan asustado que me paralizo, sintiendo una respiración cerca de mi rostro y la pequeña cintura entre mis brazos, las piernas que se mueven sin coordinación y las manos que se aferran a la camisa empapada.
Jadea y tirita audiblemente y yo no puedo evitar el sollozo que se desprende de mi pecho con el reconocimiento de su voz, es su voz, y mis manos se agarran con más ímpetu a la piel desnuda que puede alcanzar.
Tengo miedo, estoy tan malditamente asustado de que sea un sueño incluso si hace tanto tiempo era un deseo contrario el que pasaba por mi cabeza, estoy tan aterrorizado de abrir mis ojos y no poder ver reconocimiento en los que me devuelvan la mirada, de abrir mis ojos y encontrarme con unos que no le pertenezcan, de abrir mis ojos y encontrarme con alguien que no sea él.
Mis parpados se despegan con lentitud tortuosa, temblando todo mi cuerpo o quizá sea el suyo, sin enfocar nada en realidad, pero deseando, deseando con mucha fuerza.
Si no eres tú, que se me vaya el aire.
Si no eres tú, mátame en la pesadilla.
Un par de orbes color ámbar me saludan, enormes, brillantes, asustados como un reflejo idéntico de los míos, desenfocados, recorriendo mi rostro como si buscaran algo y estoy a punto de dejarme sumergir en el lago, de dejar que la marea calma me arrastre sin prisa cuando sus labios se separan despacio.
—¿M-Min Y-Yoongi? —su pregunta sale como la primera vez, las primeras palabras que oí de su boca, como un susurro agudo que atraviesa las capas protectoras de mi pecho y lo destrozan todo a su paso, como la primera vez.
Como la primera vez.
Por favor no me despiertes.
—Sí — el aire escapa de mí en un sollozo roto, intentando contener el vacío que se expande en mi pecho y llenándolo con su imagen. Su cabello color plata húmedo hacia atrás, revelando su frente, sus cejas arqueadas en confusión, sus hermosos ojos, su hermoso rostro de adolescente permanente apenas tocando sus años y yo solo quiero mantenerlo allí, de la manera en la que pueda ser.
Pero entonces, las manos que están aferradas a la tela de mi camisa escalan por mi cuello hasta que son sus dedos sosteniendo mi rostro, aniquilando la distancia, chocando sus labios con los míos y exterminando el tiempo.
No me despiertes.
Eres tú.
Te lo ruego.
No me despiertes.
Los labios de Jin son exactamente iguales en mi memoria, se mueven con suavidad sobre los míos, pero dejando en claro su desesperación, la necesidad, y no hay sorpresa ni parálisis en mi cuerpo que me evite corresponder a aquello que pensé que jamás volvería, apretándole con más fuerza, sin miedo a apagarlo, solo deseando, deseando con muchas ganas.
—Estás aquí —susurra él sobre mis labios, dejando en ellos pequeños besos intermitentes en espacios de tiempo casi inexistentes —esperaste por mí.
—Todas las vidas que sean necesarias, amor.
★★★
Extrañar.
Extrañar no es recordar, extrañar duele, extrañar es echar en falta.
Extrañaba a Yoongi.
Su piel de porcelana fría aferrándose a la mía desnuda y temblorosa, intentando llevarnos a ambos a tierra firme, sus ojos de ónix totalmente abiertos como si intentaran absorber mi imagen y yo no tengo ningún problema con ello.
Mi pecho duele y no puedo estar seguro de que haya sido por la falta de oxígeno, por el agua, por el impacto, solo pienso que quizá tiene mucho que ver con sus ojos inundados e inyectados en sangre, en sus mejillas más delgadas, en el hueso de sus muñecas que puedo sentir contra mi piel.
Nos las arreglamos para llegar a la orilla y mi cabeza sigue dando vueltas sin sentido, mis pulmones siguen expulsando agua por medio de la tos y seguimos aferrados el uno al otro, sin poder avanzar demasiado rápido. pero con demasiado miedo de dejar ir al otro.
La urgencia de mi caída es dejada de lado por la necesidad y cuando caemos en la tierra es su cuerpo el que cubre el mío, llenos de jadeos por la falta de aliento, sus manos rodeando con fuerza mi cintura, mis brazos apretando con decisión alrededor de sus hombros, su rostro escondido en mi cuello y mis labios sin poder despegarse de su frente, de sus mejillas.
—No me despiertes —solloza —si es un sueño no me despiertes.
Mi corazón se hunde y se queda quieto en algún lugar en el vacío, siendo apretado por una mano fría que recibe sus lágrimas tibias, las sacudidas dolorosas de su pecho, su constante negación.
Sonrío contra su frente, sin saber en qué momento mis ojos han comenzado a llover como un río vivo, nublando cada partícula de cielo, destrozando la barrera que me había estado manteniendo a flote.
—A-Algún día voy a quitarte la mala costumbre de pensar que soy una proyección mental —mi voz suena ronca por la falta de uso y las palabras raspan mi garganta, pero no puede importarme menos cuando la pequeña risa llena de llanto de Yoongi llega a mis oídos.
—Pero ¿Sigues creyendo que es adorable?
—Eres adorable.
Las manos de Yoongi dejan mis costados para apoyarse en la tierra fría, impulsándose con ellos para poder mirarme desde arriba. Sus ojos oscuros recorren mi rostro, solo a milímetros de distancia y la pequeña sonrisa que había cruzado por su rostro comienza a desaparecer, como si fuese él quien apenas estuviese cayendo a la tierra, con reconocimiento brillando en sus pupilas.
—Estás aquí.
Es entonces que comienzo a notar que algo anda mal, que su cabello color ceniza ahora es negro casi por completo, que se ve mucho más pálido, más delgado y la realidad me golpea como cien mil kilos de concreto
—Estás aquí —repite y yo siento mucho miedo.
—¿Gi? ¿C-Cuanto tiempo me fui?
Yoongi frunce el ceño, intercalando de mi rostro a mi cuello, a mi cabello, a mi pecho, antes de suspirar e incorporarse, con una mirada lastimada, profundamente herida que atraviesa la luz que reflejan sus ojos caídos, sentándose sobre sus rodillas y llevándome consigo, quedando cara a cara a orillas del lago.
—Han pasado casi tres meses, Jin.
Como una avalancha, la sangre se drena de mi cuerpo y siento que cada luz en el cielo se apaga y solo puedo enfocar el rostro entristecido que me devuelve la mirada. Siento todo el vacío sorpresivo, la ausencia y el temor. Tres meses. Tres meses.
—¿T-Tres meses?
—¿No lo sabes? —niego inmediatamente.
—El tiempo es una cosa que no existe allá —Y entonces puedo sentir cómo sigue desgarrando, cómo sigue doliendo, como sigue existiendo esa distancia.
Pero él lo dijo ¿No? Algunas veces así son las relaciones. Y estoy dispuesto a recorrer cualquier cantidad de kilómetros que nos separen de nuestra pequeña isla, de atravesar cada ola que impacte nuestra costa. Es por eso por lo que no pierdo segundos para apoyarme sobre la tierra y capturar su rostro entre mis manos, besándolo con todo el amor que puedo, abrazándolo con toda la existencia que obtengo.
—Lo siento —más fuerte, más cerca —lo siento tanto, tanto.
—Shh...Estás aquí ahora, cariño, es lo que importa... no hay manera de que vuelva a dejarte ir.
No hay manera.
—P-Pero...deberíamos hablar.
Veo como el brillo en los ojos de Yoongi cambia inmediatamente, oscureciéndolos y ensombreciéndolos más de ser posible. Me doy cuenta de que quizá he dicho algo incorrecto, de que quizá él está malinterpretando las cosas, así que tomo sus manos entre las mías, apretándolas lo más que puedo y mirando los orbes que aceleran las pulsaciones de mi corazón.
—Siguen frías —susurra —tus manos, siguen frías.
—Creo que tenemos que hablar, Gi —él se estremece, como si acabara de dispararle, y no sé si ha sido la mención de su apodo o si ha sido la implicación de mis palabras. Yoongi alza su mirada al cielo antes de cerrar los ojos y sonreír tenso.
—Primero vamos a conseguirte algo de ropa y luego... luego déjame abrazarte por mucho tiempo, yo realmente no quiero saber, si vas a irte de nuevo no quiero saber.
Yoongi comienza a negar una y otra vez y mi respiración se atora dolorosamente en mi garganta y entro en pánico, asustado de haber lastimado para siempre su confianza, su corazón. Por eso vuelvo a refugiarme en sus brazos, sin prestarle atención al frío y al miedo, sin pensar en la conversación que solo estamos posponiendo, solo le abrazo y dejo que él haga lo mismo, que me envuelva y me haga sentir a salvo como tantas veces antes.
El me aprieta contra su pecho, con una de sus manos sobando los cabellos de la parte posterior de mi cabeza y la otra soportando mi cuerpo, dejando besos en mi frente que queman mi piel.
—Dios, te extrañaba tanto, no tienes idea, no tienes ni la más mínima idea —su voz se quiebra y yo trepo por su pecho, alejándome solo lo suficiente para poder ver su rostro, intentando transmitirle tranquilidad con mi mirada, con mi tacto, con mi presencia.
—Min Yoongi, yo te amo... voy a quemar el maldito planeta entero si es necesario, pero no hay manera de que me alejen de ti ¿Me escuchas? Aún tenemos camino por recorrer, pero no voy a dejarlos, confía en mí.
Él me devuelve su mirada color noche con adoración a cada palabra, como si fuese yo quien sostuviese la luna sobre nuestras cabezas para luego regalarme una sonrisa pequeña, sin encías, pero real.
—Pusiste al universo patas arriba para volver ¿No es así?
—Fui un completo dolor de culo.
—No esperaría menos de ti.
Yoongi sonríe más amplio, esta vez con encías, atrayéndome como un campo gravitacional hacia sus labios, tan despacio que parece que tuviésemos todo el tiempo del mundo, y no puedo evitar corresponder a esa sonrisa porque, cielos, puede que sea así.
★★★
Los labios de Jin son gentiles sobre los míos, sus brazos colgando de mis hombros son familiares, su piel cada vez más cálida bajo mi tacto, hace que todos los sistemas de contención que había trabajado para mantener a flote dentro de mi cuerpo se desmoronen uno a uno con cada suspiro que le robo.
Su lengua es valiente al profundizar el beso, haciendo que mi corazón se salte uno o mil latidos en lo que volvemos a caer a la tierra, mi mano protegiendo su cabeza del impacto y sus extremidades asegurándose de no romper el contacto en ningún momento. Y me siento eufórico, casi totalmente embriagado por su presencia que creo que en cualquier momento ocurrirá el infarto.
Jin se estremece cuando mi pulgar toca el hueso de su cadera y es cuando caigo a la realidad y recuerdo que ha anochecido ya y él está desnudo y mojado.
—Vamos a buscarte ropa, amor, no queremos que te enfermes.
—Sí, ahora es mucho más importante.
—¿Ahora?
Jin me sonríe, mostrando el pequeño hoyuelo en su labio superior y todas las estrellas en sus ojos que ahora solo lucen como brillo de fondo —Gi... de verdad deberíamos hablar.
Mi estrella no enciende las luces esta vez y buscarle algo para usar sigue siendo totalmente difícil teniendo en cuenta el diámetro de su cintura y su ser pequeño. Sus brazos no me dejan ir en ningún momento y sus ojitos tristes y culpables siguen cada movimiento que realizo como si tuviera miedo de que voy a abandonarle, a salir huyendo.
Yo también tengo ese miedo.
—Creo que esto funcionará.
Jin me mira con una ceja arqueada cuando la camisa de flores hawaianas de mi abuelo sale a relucir con las bermudas color caqui que no hacen nada para nivelar la carga de extravagancia que posee el conjunto.
Separándose de mí, él extiende sus brazos para recibir la ropa a lo que yo niego, con la sonrisa jalando de mis labios ante su notable confusión cuando me acerco peligrosamente a su cuerpo, tomando la bermuda entre mis manos y agachándome delante suyo, despacio, hasta que mis rodillas tocan el suelo, sin dejar de mirarlo a los ojos en el proceso.
La piel entera de Jin enrojece bajo la luz de la luna metiche que alcanza a alumbrar parte de la habitación y casi puedo notar como su respiración se queda atorada en medio de su garganta cuando beso un pequeño camino desde la mitad de su abdomen hasta llegar por debajo de su ombligo.
Mi dedo toca su pantorrilla izquierda, con un pequeño movimiento arriba y abajo, suave —Levanta —Jin se estremece visiblemente, levantando su pierna sin mucha estabilidad. Su agitación ocasiona que pierda el equilibrio y es cuando una de sus manos da a parar a mi hombro, sosteniéndose para dejar entrar su pie en uno de los orificios del pantalón.
Vuelvo a levantarme sobre mis tobillos para dejar otro beso, esta vez en el hueso de su cadera, mordiendo el lugar y succionando. Jin jadea y la misma mano que estaba en mi hombro se enreda ahora en mis cabellos oscuros, que he dejado crecer en el último mes.
Dejo pequeños besos por toda la piel que alcanzo, adorando sus pequeños temblores y los sonidos que escapan de sus labios —Te he echado tanto de menos... tanto, tanto.
Cuando ambas piernas están dentro del pantalón, lo subo por sus muslos a medida que voy poniéndome de pie con él, besando todo su abdomen, mordiendo su pecho, sus clavículas, para cuando llego a su cuello Jin es casi un desastre de ojos cerrados y el cabello que se ha secado revoloteando por su frente. Sus manos aferran mi rostro, respirando con dificultad cuando vuelve a encontrar nuestros labios, más desesperados, pero con más emociones reposando sobre nuestros corazones.
Te he extrañado. Te he necesitado. Te amo.
Colocar la camisa se vuelve una tarea todavía más difícil si no puedo despegarme de él.
—Llévame a casa, Gi, quiero volver a casa.
Jin sostiene mi maletín mientras corremos con su mano aferrada a la mía hacia la estación de trenes, agradeciendo haber dejado mis llaves y mi teléfono dentro antes de lanzarme al agua. Las calles están totalmente oscuras, totalmente solas, totalmente quietas, con los edificios enormes que se ven demasiado lejos para pertenecer a nuestro lugar y los colores anaranjados del cielo nocturno producto de las luces que desprende la ciudad en un viernes aun despierta, luciendo como el cuadro Las casas del parlamento, puesta de sol de Monet.
La risa de Jin rompiendo el silencio de las calles revitaliza las partes que habían comenzado a marchitarse en la soledad de mi cuerpo, y mis labios se curvan, siendo apenas una imitación de su júbilo, implorando que, sea lo que sea, pase de la manera que pase, podamos hacerlo bien juntos.
Todavía no es medianoche cuando logramos llegar a casa, intentando hacer todo el silencio que nos sea posible para no alertar de nuestra presencia a nadie; Jin me ha dicho que no se siente listo para ver a Ji-Hye, y yo, sinceramente, me permito ser lo suficientemente egoísta para no querer compartir su imagen con nadie más por ahora.
Cuando caemos en la cama, mis ojos no pueden despegarse de su rostro infantil, de su sonrisa suave y sus ojos ámbar en los que no puedo ver galaxias, pero que no dejan de ser brillantes.
Y aun sigo pensando en que estoy soñando y que quizá solo falten horas para despertar.
—Necesito que me escuches muy bien, Gi —murmura, respirando profundo y con la culpa marcada nuevamente en sus ojitos de cielo. Tomo su mano, entrelazando sus dedos con los míos sobre el colchón y suspirando porque se siente como si estuvieran por fin en el lugar en el que deben estar.
—Estoy aquí, amor.
—Lo sé.
El calor en mi pecho se intensifica cuando su sonrisa se amplía y es cuando me doy cuenta de que la calidez que he sentido allí se debe a que la luz de mi collar es cada vez más brillante, haciendo que su luminosidad traspase la tela de mi camisa.
Le sonrío de vuelta y el suspira, suavizando aún más su mirada si es posible.
—El negro es definitivamente tu color —me dice, pasando su mano por mi cabello y llevándose consigo las hebras que reposan en mi frente — aunque creo que cualquier color es tu color.
—¿Calvo podría ser mi color?
—Calvo es transparente, podríamos patentar el color transparente.
Me río antes de murmurar con dulzura —Estamos hablando estupideces, solo hacemos eso cuando queremos evadir un tema importante.
Él suspira, mordiendo su labio inferior al bajar la mirada. Cuando habla, su voz es tan baja que es difícil escuchar —Hice lo que tenía que hacer para volver, prometí lo que tenía que prometer, accedí a lo que tenía que acceder, y este es el resultado.
—¿Qué estás aquí? —Los ojos de Jin se cristalizan y una sonrisa que no sé interpretar cruza su rostro.
—Que he dejado de ser una estrella, Gi.
—¿Qué? —Me incorporo sobre mi codo para poder mirarlo mejor y estoy seguro de que tengo el ceño fruncido en confusión —¿Qué quieres decir con que has dejado de serlo?
—Ellos cumplieron con su parte y me devolvieron mi humanidad, con ella, todos los recuerdos que he almacenado estando en la tierra.
—¿Incluso los recuerdos de tu infancia?
Jin asiente, sus ojos perdidos y sé que hay un dolor y resentimiento marcando con profundidad su alma, trayendo aquello que le fue arrebatado sin consideración cuando apenas era un niño.
—La mayoría de ellos —sus labios tiemblan antes de seguir hablando —dijeron que me enviarían de vuelta siendo un humano como castigo por haber hecho la transferencia de energía con noona — suspira —es como muy ilegal hacer eso.
—¿Tu castigo fue volver a la tierra? ¿Al lugar que has estado rogando por volver?
—No, tonto —Jin rueda los ojos y lo siento estremecerse, curvando sus labios hacia abajo y respondiendo con voz temblorosa —mi castigo es que ya no soy más especial... ya no puedo conceder deseos para ti, ni puedo darte luz, ya no soy especial.
Mi corazón duele cuando sus ojitos lastimados alcanzan los míos y no puedo evitar atraerlo en mi abrazo. Jin se acurruca automáticamente entre ellos. —Amor —sonrío, besando sus cabellos —tú siempre serás mi estrella, siempre serás el ser más especial que he tenido el privilegio de conocer ¿De acuerdo? Jamás pienses lo contrario o la amenaza de los cereales vendrá una vez más.
Lo siento sonreír contra mi pecho, apretando su agarre en mi cintura, sus cabellos haciéndole cosquillas a mi nariz —Espero que sigas pensando eso cuando termine de hablar.
Me tenso —¿Qué quieres decir?
Jin suspira, alejándose de nuevo para acostarse sobre su espalda, mirando al techo como si fuese más interesante o menos difícil de encarar —El universo no te da nada sin quitarte algo a cambio, es así como funciona para mantener un equilibrio. Mi desaparición trajo consigo consecuencias. Cinco más importantes... para poder quedarme, tengo que cumplir cinco tareas.
Por amor a Cristo.
Me quedo observando su perfil en la oscuridad y cómo su presencia parece llenar la lúgubre soledad que había cubierto mi hogar los últimos meses. Sus pestañas suben y bajan con lentitud y su mano sigue aferrada a la mía como si de un anclaje se tratara. Intento beberme su imagen, consumir su existencia con mis ojos, con mi tacto, pero hay miedo que sigue arrastrándose debajo de nosotros, es por eso que, con temor en el pecho, pregunto:
—¿Cuánto tiempo?
—Hasta el próximo solsticio...
Mi aire se escapa tembloroso y reacio —Jin, eso es menos de un mes.
Y entonces él sonríe como solo él sabe hacerlo, girando su rostro hasta que sus ojos se conectan con los míos de forma tan cálida que todos los carámbanos de hielo en mi cuerpo comienzan a derretirse.
—Tengo un plan B, mi vida, recuerda eso.
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So...Perdón, sigo sintiendo que algo le hace falta al capítulo. Btw, no está editado así que, como siempre, si ven algún error, por favor, avísenme.
#FunFact31: No sé si se han dado cuenta, pero el capítulo 42 termina exactamente de la misma manera que el primer capítulo, y este inicia exactamente de la misma manera que el segundo.
¡Tengan días maravillosos!
Les amo, no sé cuándo pueda volver a actualizar *emoji llorando* *emoji llorando*
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