Capítulo 25°: La mecánica de los círculos viciosos

La mecánica de los círculos viciosos 

Lo que importa es lo bien que caminas a través del fuego 

Charles Bukowski

Mis ojos son dos enormes visores conectados a un pequeño pedazo de material blanquecino y rectangular asemejándose a una pared que no he logrado encajar en la última media hora de la manera en que mi jefe quiere.

Suspiro cansado porque ya ha anochecido y el clima del primer día de marzo se ha vuelto un poco demasiado cálido para estar llevando con una camisa manga larga y pantalones de vestir.

Mirar el paso de las horas tampoco es una buena idea cuando hay un ambiente tan tenso que parece envolverlo todo y, aunque solo es mi segundo día, pienso que ya reconozco ciertas cosas que son ley dentro de la oficina.

Es ley que nadie tome café en la taza azul celeste que siempre está en la pequeña encimera de la cocina del piso veinticuatro por una razón que ya nadie recuerda. Es ley que todo el mundo almuerce junto y se continúe el trabajo luego de que el último empleado haya terminado de comer para seguir con la jornada.

Todos lo hacen, excepto el jefe Kim Taehyung, quien, según me ha dicho el chico de las fotocopias, se pone de un humor especialmente voluble cuando el mes de marzo comienza, y es así, quizá, hasta que el primer cuatrimestre del año ha acabado.

Vaya mierda.

Desde donde estoy puedo ver las puertas transparentes donde el jefe Kim sostiene el teléfono entre su hombro y su oreja y toma notas rápidamente en papeles al azar, con el rostro endurecido que lo hace ver mayor y los anteojos de montura gruesa y negra que contrastan con su cabello ceniciento y ondulado que ha crecido considerablemente desde la primera vez que le vi. De alguna manera le compadezco porque intentar cumplir expectativas y manejar una empresa que no querías, debe ser triste para cualquiera.

Hacer algo que no quieres en general, debe ser triste para cualquiera.

Y, de alguna u otra manera, la tristeza traspasa las paredes transparentes que separan su oficina de mi escritorio y me siento solo y triste como él.

La pared miniatura que sigue en mis dedos me devuelve la mirada y solo espero que pase la última hora para volver a casa y que Jin me cuente qué tal ha sido su día y que la pesadumbre en mi pecho se disipe junto con sus suaves risas emocionadas y sus escandalosas risas de diversión.

Sonrío mientras recuerdo los pequeños sueños y los planes desestructurados que ha dejado salir temprano por la mañana y decido que quiero mantener la inestable esperanza que eso me proporciona, la inevitable esfera de emociones que apenas y puedo restringir para no saltar cada vez que lo tengo en mi mente.

Que es más seguido de lo que esperaría.

Y entonces la tristeza se convierte en un diminuto sentimiento cálido que albergo en mi pecho y que mantengo algunos segundos sostenido entre mis dedos como si la pared blanca fuese una representación física de ello.

—¿Min? —la voz del jefe Kim me trae de vuelta a la realidad y lo encuentro con una mirada curiosa dirigida hacia mí —Me gustaría saber qué lo hace sonreír con tanta facilidad para que me comparta ese secreto.

Me encojo de hombros manteniendo mi sonrisa y la vista fija en su postura tensa, recostado solo a medias en el marco de la puerta trasparente. Casi lo puedo imaginar viéndome sonreír como un desquiciado hacia el material que aun tengo agarrado y pensando que, quizá, necesitaba asegurarse de que no me había descompuesto o algo así.

—¿Necesita algo, jefe Kim? ya casi he acabado con la maqueta —Kim suelta un suspiro pesado antes de dirigir su mirada la reloj de la pared del fondo y negar lentamente.

—Ya es bastante tarde, pienso que puedes irte a casa y terminar mañana. A juzgar por la mirada en tu rostro supongo que hay algo más interesante que hacer edificios en miniatura —sonríe un poco, con los labios en una línea rígida y no le doy tiempo a que cambie de opinión cuando ya estoy dejando las cosas de mi escritorio en orden.

Sonriéndole con agradecimiento, le observo de nuevo.

—Debería hacer lo mismo, jefe, debería ir a casa con su hijo. Debe estarlo esperando despierto, yo solía intentar aguantar hasta que mis padres llegaran de trabajar, supongo que es algo que todos los niños hacen.

Él asiente, pero lo noto incómodo y una parte de mí se arrepiente de haber dejado salir las palabras de inmediato.

—Quizá. Pero no creo que su madre me reciba con buenos ánimos tan tarde por la noche.

—¿Eh? —El jefe Kim suelta una pequeña risa.

—Custodia compartida —asiente para sí mismo como si no fuese la gran cosa y yo me siento un poco mal por ello, quedándome en silencio e intentando que las emociones que me provocan esas palabras provenientes de un divorcio no salgan a la luz —Lo sé, Min, no es, exactamente, una vida muy estable para un niño pequeño. Pero prefiero tenerlo unos días sí y otros no, a no verlo en absoluto ¿Estoy siendo egoísta?

No. Me respondo a mí mismo, pensando en alguien más, en un divorcio diferente, en otra custodia compartida.

—Lo siento, no debería haberme entrometido —respondo y siento como la sangre se ha drenado de mi cuerpo y experimento algo parecido a la enfermedad cuando los ojos entristecidos de Kim Taehyung llegan a los míos.

—Soy yo quien debería disculparse, Min, esto no es para nada apropiado. No debería contarle mi vida privada, lo lamento.

El tono fríamente formal vuelve el timbre de su voz algo punzante como las estalactitas en un techo de cristal, que amenazan con caer hacia la superficie. Le veo intentar darse la vuelta para regresar a sus cuatro paredes de vidrio, a su propia cueva de hielo y tristeza transparente cuando vuelvo a alzar mi voz.

—No está siendo egoísta, señor Kim. Es su hijo, después de todo —siento un pequeño nudo en mi garganta cuando se da la vuelta y puedo reflejar los propios ojos de mi padre en los suyos, los ojos de un hombre atormentado que intenta lidiar con demasiadas cosas a la vez —Quizá no es del todo estable llevar una vida de un lado al otro, ver a las personas que más amas rechazarse mutuamente y no puedes evitar pensar que, de alguna manera, ha sido por ti. Pero su hijo sabe que lo ama, señor Kim. Quizá aún es muy pequeño para entenderlo o para saber qué tanto usted lo está intentando. Pero lo sabrá. Solo no deje de intentarlo.

Los ojos del jefe Kim siguen mis movimientos con una mirada cristalizada que intenta controlar y de repente me siento frente a un espejo ahora, con todas las palabras que siempre quiero decir atoradas en mi garganta, y con todas las veces que quise hacer algo al respecto y no pude por mi propio tormento.

—Sin importar que su exesposa no sea demasiado feliz con abrir la puerta tan tarde por la noche, estoy seguro de que su hijo y ella serían realmente agradecidos de verle darle las buenas noches. Es algo que una corte no debería pedirle que dejara de hacer. Tenga una buena noche, señor Kim.

Dejo atrás algunos pensamientos vagos mientras me abro paso entre los escritorios y cubículos que rodean el camino al ascensor, con la imagen de un pequeño circulo sombrío en donde las palabras que bordean aquello que desconozco me mantienen en vilo, donde veo a mi padre sin poderme explicar y me veo a mi mismo sin poderlo entender y puedo experimentar, ahora, la simpatía que le debí siempre. Suspiro, intentando salir del circulo por mi cuenta y antes de que la maquina llegue hasta el piso en el que me encuentro, saco mi celular dispuesto a marcar un número que ha estado acumulando tiempo en mi lista de marcado rápido.

Sonrío a mi pesar cuando casi puedo escuchar la voz de Jin en mi cabeza diciendo: Gi, es tu padre, deberías llamarlo. Y pienso que él lo haría, que Jin lo llamaría porque simplemente así de cálido y pacífico es vivir en su corazón.

Uno, dos tonos, y una voz realmente sorprendida.

—Hola papá, ¿Estabas a punto de dormir?

★★★

Madre luna parece recriminar la confianza que he comenzado a sentir dentro de mi propia piel y yo solo puedo atinar a devolverle la mirada con igual reproche. No he tenido la oportunidad de encontrarme con ninguna de las integrantes de la familia Han y hay varios pensamientos que me atormentan mientras salgo de la estación de tren de vuelta a casa.

Hace mucho frío y sé que me queda camino por recorrer, pero se siente bien, la libertad se siente bien, aunque esta no me haya sido otorgada completamente, aunque aún tenga un trabajo que cumplir y tenga el aliento helado de un futuro incierto sobre mi nuca.

Mi cabeza gira y se eleva entre las nubes mientras mi cuerpo sigue un camino automático y hay algo que burbujea en mi pecho y no sé cómo identificarlo, pero se siente bien, bastante bien, el viento que acaricia mi cabello y me roza la piel con parsimonia y delicadeza se siente bien, el canto de las hojas en los pocos árboles que son seducidas con melindrería por la brisa se siente bien.

Mi propia existencia humana se siente bien.

Sonrío cuando paso por el parque cercano al edificio, ese donde encontré al padre de Gi por casualidad y que me parece bastante curioso con sus aparatos para hacer ejercicio que realmente nadie usa.

Me quedo un segundo detenido, observando la extensión de pasto hasta que escucho una voz melodiosa que viene de mis espaldas y es femenina y agradable mientras las palabras de su canción llegan a mis oídos cada vez con mayor cercanía.

Calla mi vida, no hay que llorar, duerme y sueña feliz —es apenas un susurro en la noche apagada y fría —Siempre tú debes mi arrullo llevar, así yo estaré junto a ti.

Me doy la vuelta en cuanto la voz alcanza mis pasos y lo primero que puedo registrar son unos ojos femeninos del color del marfil que me miran sin ver. Es una mujer mayor que puede llegarme hasta la mitad de mi pecho y posee una sonrisa eclipsante en su rostro. El cabello oculto tras un paño rojo le da una apariencia misteriosa que se ve suavizada por el color pastel de su vestido largo.

—Es una linda canción de cuna —le digo con delicadeza porque no quiero asustarla de ser que no haya sentido mi presencia y la sonrisa de la mujer se vuelve más grande.

—Es una canción triste, pero hermosa —me responde ella —igual que la luna esta noche...triste y hermosa.

Tarareo en afirmación cuando alzo la mirada y me pregunto cómo es posible que la ciega mujer sepa aquello, pero me quedo en silencio antes de retomar mi camino.

No doy un paso cuando soy detenido nuevamente por su voz.

—¿Qué te acongoja esta noche, querido? Puedo sentir tu angustia incluso si no puedo ver tu rostro.

—Estoy bien —le digo yo con simpleza —pero es un poco tarde y creo que debería regresar a casa.

—¿Alguien te espera, muchacho? ¿Por qué tanta prisa?

Ella camina con decisión hacia la banca más cercana, como si ya conociese el lugar de memoria y no necesitara una guía. Parece fuera de lugar con su atuendo y sonrisa brillante en medio del manto lóbrego que nos devuelve la mirada. Sin pensarlo, me veo caminando junto a ella, como medio hipnotizado, sentándome a su lado.

—No creo que sea buena idea que usted se encuentre caminando sola con estas temperaturas, podría pescar un resfriado.

—Oh —ella ríe —¡Que encantador! pero estoy bastante bien, soy una mujer fuerte ¡Como toda gitana!

—¿Gitana?

—¿Nunca has conocido una, mocoso?

—Lo lamento, pero actualmente no conozco a mucha gente.

Ella sigue sonriendo y yo espero que, entonces, me cuente algo sobre sí misma, pero no lo hace, se queda en silencio y hay pequeñas luciérnagas que aparecen de la nada y comienzan a poblar el aire con sus luces diminutas y titilantes.

—¿Me dirás por qué estás angustiado, querido? A veces es mejor hablarle a alguien que no conoces.

—¿Por qué estaría tan interesada en ello? —La mujer desconocida se encoje de hombros

—¿Tiene alguna importancia? —me quedo obstinadamente en silencio y puedo escucharla lanzar un suspiro exasperado —Está bien, está bien, ¿Puedes perdonar a una vieja chismosa? Hay algo en el aire ¿De acuerdo? que me ha detenido justo a tu lado, y tú fuiste lo suficientemente amable como para decirme algo —la voz de la mujer es calmada, con altos graciosos y bajos suavizados que me inspiran confianza y se sienten bien en mi pecho.

—Si quiere saber, solo me siento algo ansioso por el futuro. Jamás había tenido que pensar en ello y, ahora, es complicado.

—¿Futuro? —ella parece iluminarse como una atracción de feria —Debe ser cosa del destino, muchacho, ¡Yo soy quiromante! —La anciana lanza sus brazos al aire, tomando mi rostro con sus palmas frías y apretando sin mucha fuerza mientras se ríe con júbilo —¿Cuál es tu mano dominante?

Mi mano derecha termina entre las suyas y puedo sentir como sus delgados dedos de piel oscura delinean con cuidado la piel de mi palma. Ella sigue sin decir nada como espero que haga, como creo que debe hacer, ella no me dice qué tan larga va a ser mi vida, si voy a tener dinero o si viajaré a otras partes del mundo.

La mujer deja que la expresión de regocijo se deslice por su rostro para adoptar una sonrisa apenas perceptible, convirtiendo mi mano en un puño cubierto con sus dedos antes de alzar la mirada, aunque no pueda enfocar mi rostro.

—¿No seré millonario? —pregunto con curiosidad porque, la verdad sea dicha, lo único que sé respecto a la lectura de manos es lo que he podido ver en los programas de variedades por la mañana que Yoongi insiste en aborrecer, pero que aun así los ve religiosamente cada día.

—Veo que tendrás una decisión importante que tomar más pronto de lo que crees.

—¿Es así? —murmuro, aunque es algo que ya sé.

—Y cualquier decisión que tomes va a ser incorrecta para alguien —dice con solemnidad — como en toda decisión importante, siempre hay alguien que sufre por ello.

—Esa es la causa de mi angustia. No quiero que nadie sufra por mi culpa.

—Y ¿Vale la pena la felicidad de otros a costa de tu sufrimiento?

—¿Qué quiere decir?

—Creo que deberías buscar esa respuesta, muchacho, ese encuentro que has estado posponiendo, deberías efectuarlo. Y entonces lo sabrás, Seokjin.



La puerta cede con facilidad y logro sacar de la cerradura la copia de la llave que Yoongi me ha dado. No he logrado cerrar la puerta detrás de mí cuando siento un par de brazos atrapar mi cuerpo con fuerza por todas direcciones.

—¿¡Dónde has estado!? ¡Dios! ¿¡Tienes idea de qué hora es!? Creí... yo creí que tú... —Yoongi me abraza con tanta intensidad que creo que he dejado de respirar, con una de sus manos aferradas a mi cabeza escondida en la curvatura de su cuello. Su piel está fría y su cuerpo tembloroso y mi corazón se rompe solo un poco cuando un sollozo quebrado revienta en el aire silencioso —Creí que te había perdido.



—Tenemos que conseguirte un jodido celular pronto —dice Gi, más calmado, mientras me observa cuidadosamente comerme la cena que ha preparado quizá unas horas atrás. Estoy sentado incómodamente sobre sus piernas en la mesada de la cocina y sus brazos están rodeándome porque ha decidido que mi castigo sería el no dejarme ir el resto de la noche. Yoongi no sabe que eso no es un castigo en absoluto para mí —¿Sabes? Me hace feliz que vayas a conocer la cuidad por tu cuenta y que hayas conocido gente, me hace realmente feliz. Pero ¡Jesucristo atado! ¡Son las once de la noche! Creí que te había sucedido algo, que te habías perdido. Llamé incluso a mi madre ¿Comprendes? Ahora pienso que he traumatizado a la pobre mujer.

Yoongi sigue hablando algunos minutos con su mano acariciando el cabello de mi frente distraídamente, con su cabeza apoyada en mi hombro.

—Creo que primero debería comprarme un reloj, ya sabes, para saber que es tan tarde —Yoongi gruñe contra la piel de mi cuello, haciendo que una pequeña corriente me recorra todo el cuerpo —Lo siento, Gi.

—No te disculpes, amor, he sido yo el que ha enloquecido

El dinero que he ganado el día de hoy termina siendo dividido y la primera mitad ha ido a parar en la alcancía que ahora está en la mesa de noche de Yoongi junto al frasco de deseos. La otra mitad la hemos dejado en la mesada porque Yoongi se ha negado a recibirla y yo me he negado a mantenerla. Así que ese dinero será ahorrado de la misma manera para ir al mercado al final de la quincena.

Yoongi me cuenta lo que ha hecho durante el día, me cuenta que está planeando ir el fin de semana a visitar a su padre y a su abuela y me ha preguntado si quiero ir con él. La respuesta surge bastante obvia en mi cabeza, pero aun así me tomo mi tiempo antes de decirle que sí, que me encantaría.

Cuando llegamos a la habitación ambos estamos cansados y es bastante tarde en el reloj. Pero a Yoongi no le importa qué tanto se estén cerrando sus ojos cuando comienza a besar mi boca y mi cuello y toda la piel que le sea fácil encontrar.

Su piel huele a una mezcla de uvas y colonia amaderada y sus labios saben al jugo de moras que hemos tomado con anterioridad. Sus dientes dejan rastros oscurecidos por la extensión de mis brazos y mi cuello, y mis labios dejan un rastro humedecido por su mandíbula hasta el lóbulo de su oreja.

No sé lo que estoy haciendo si puedo ser sincero, no tengo idea de lo que hace Gi tampoco. Pero mi mente está nublada y elevada y se siente como una experiencia astral.

—Te quiero, Min Yoongi, incluso si me interrumpes cada vez que hablo y nunca has querido bañarte conmigo —susurro contra sus labios cuando no hay nada que impida que nuestros cuerpos estén fundidos juntos y sus brazos mantienen mi cintura anudada a la suya, sofocándonos. No lo pienso, no me detengo a hacerlo, y los ojos de Gi brillan casi tanto como la madre luna en el cielo.

—Yo también te quiero, Kim Seokjin, sin condiciones. 

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N/A: 

¡Buen día! Espero que estén teniendo (y sigan teniendo) una semana maravillosa.

Es importante: ¿Recuerdan hace algunos capítulos que les he mencionado acerca de una operación que tengo que realizarme y me había sido aplazada? 

Bien, será este viernes. Viajaré el jueves y, por lo tanto, mañana tendré que organizarlo todo.

Aún no sé cuánto tiempo de incapacidad será, ni cuánto tiempo estaré por fuera. Solo sé que todo estará bien y que, cuando regrese, ¡Haré una pequeña maratón!

#FunFact17: Dije que la historia tendría dos partes, luego dije que serían tres, pero a estas alturas no sé si serán cuatro. (De las cuales, ya van Caos y Catarsis) 

Les quiero y les voy a extrañar estos días.

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