22. Rainy.

 —No creo estar pidiéndote demasiado, Rainy, solo quiero que socialices un poco —con las manos sobre mis hombros, Liam se arrodilló para unir nuestras miradas—. Tampoco espero que te hagas amigo de todos tus compañeros, solo intenta mantener una charla con alguno de ellos, conócelos, tal vez puedan llegar a agradarte.

Reprimí la mueca fastidiada que quería aparecer en mi rostro, por poco. Estaba comenzando a realmente cansarme de este tema. Se sentía como que por más que intentaba evitarlo, siempre terminábamos hablando de lo mismo. Había tantos temas variados que podíamos tocar, tanto que podían enseñarme sobre la vida, pero no, ellos seguían volviendo al tema de mis amigos. O más concretamente, a la falta de ellos.

Suspiré, apartando algunos mechones de oscuro cabello lejos de mis ojos antes de mirarlo—. ¿Acaso mi papá y tú no tienen un tema diferente del que hablar que no involucre cambios en mi estilo de vida?

—Tienes siete años, Rainy, aun no tienes un estilo de vida estipulado.

—Tengo planes. —repliqué.

—Todos los tenemos, cariño, eso no quiere decir que de vez en cuando no debamos aceptar un consejo de alguien más sabio que nosotros. —señaló.

Le fruncí el ceño, cruzándome de brazos—. Eso no es un consejo, ustedes están exigiéndome que sea una persona que no soy.

—¿Y quien eres, Rainy? —elevó una ceja, desafiándome a responderle.

Me mordisqueé el labio—. Soy Rainy.

—Ay, cariño, si no fueses tan terco —me sonrió, revolviéndome un poco el cabello—. Debes aprender a ceder a veces, los cambios son buenos, más cuando estos son pensados para tu bienestar a futuro.

—¿En que puede mejorar mi vida si hago un amigo?

—Ni siquiera podría comenzar a explicártelo, pero cambiaría muchísimo para bien —dijo—. Eres demasiado joven para convertirte en un solitario. Al menos inténtalo, estas en la edad perfecta para hacer amigos, porque créeme, siendo un adulto se vuelve bastante difícil entablar una amistad verdadera.

Lo miré, analizándolo—. ¿Tienes amigos, Liam?

—Tengo —aceptó—. Tengo un amigo de mi tiempo en el instituto.

—¿Como es que yo no lo conozco?

Juré que murmuró algo como "porque es un idiota", pero eso no podía ser. Dedicándome una sonrisa apretada, dijo—. No se ha dado la oportunidad aun.

—¿Como se llama?

—Louis.

—¿Y su apellido? —presioné.

—Tomlinson.

—¿Que edad tiene? ¿En que trabaja? ¿Crees que se moleste si lo llamo "Tío Lou"? —arrojé hacia él una pregunta tras otra—. ¿Sabes qué? No te creo, quiero conocerlo para saber que es de verdad y que tu no me estas inventando esto para convencerme de ser más sociable.

Me miró por un largo momento con algo parecido al fastidio brillando en sus ojos antes de soltar un suspiro rendido—. Bien, te presentaré a Louis.

—¿Cuando?

—¿Que te parece hoy cuando salgas de la escuela? —propuso—. Podemos ir a almorzar y puedes preguntarle todo lo que quieras para confirmar que si somos amigos.

Sonreí—. ¡Genial!

—Pero —me cortó—. Espero que entables al menos una conversación con otro niño hoy o cancelo todo.

—Eso me suena a chantaje. —gruñí.

—Tómalo como quieras. —hizo un gesto hacia las puertas del colegio—. Ahora, ve allí e intenta hacer un amigo al menos. Voy a querer los detalles cuando venga a buscarte a la salida.

Solté un sonido de queja lo suficientemente alto para que me escuchara y por su risa baja, él lo hizo. Me acerqué a mi grupo, el cual ya había comenzado a apelotonarse alrededor del profesor. Zayn tenía una ida al museo con su grupo, por lo que se habían ido temprano y me había advertido que no lo vería en todo el día. Eso me deja sin mi papá y sin oportunidad de acercarme a Lucas.

Sería una jornada realmente aburrida al parecer.

(...)

Debo aceptarlo, Louis no es exactamente lo que esperaba.

Como primer punto, él es real. Lo admito, por un momento realmente pensé que Liam estaba inventándose amigos para obligarme a mi a tener algunos reales. No sería la primera vez que él se inventaba algo para convencerme de intentar cosas nuevas. Siempre se aseguraba de mantener su cuerpo lejos de mi toque, evitando así que viera la verdad en su mente, por lo que luego de los primeros fiascos, empecé a pedir pruebas de credibilidad para sus historias.

Esta vez, él decía la verdad. Raro.

El segundo era que, en realidad, no me parecía extraño que Liam tuviese un amigo y debería haber previsto que esto no fuese un engaño. Después de todo, Liam era diez veces más sociable que yo en uno de sus días malos, así que, debería haberlo visto venir. A veces me preguntaba si mi inteligencia estaba disminuyendo gradualmente con cada día que pasaba, era penoso que no pudiese predecir cosas tan obvias.

Tercero, pero no menos importante... esta situación no estaba proyectando nada bueno para mi. Se convertiría rápidamente en un arma para utilizar en mi contra en nuestras discusiones.

¡Maldición!

Balanceé mis piernas por el borde de la silla, manteniendo el ceño fruncido que quería aparecer, fuera de mi rostro. Estábamos sentados en la parte exterior de un pequeño restaurante, escuchando como Liam interrogaba sin piedad al pobre mesero, quién asentía demasiado cortésmente a sus preguntas sobre el control de alergias. Sabía que debería estar preocupado, después de todo, si ellos por error me daban un plato o un cubierto que hubiese tocado alguna preparación con ingredientes procedentes del mar y este no hubiese sido lavado correctamente... bueno, las cosas podían ponerse asfixiantes con rapidez.

Pero en vez de eso, mi mirada estaba concentrada al otro lado de la mesa, donde ojos azules me devolvían la mirada curiosa. Estaba midiéndome, podía decirlo porque yo estaba haciendo lo mismo con él.

Louis Tomlinson era un Alfa extraño. Al lado de Liam, él era demasiado pequeño y delgado. Había pensado que todos los Alfas debían ser grandes y corpulentos, pero Louis me estaba demostrando que no era así. Por supuesto, llevaba el aire de autoridad que todos parecían tener flotando a su alrededor, pero él era bajito, tanto que estaba seguro de que mi tío Harry era más alto que él. También era delgado, enfundado en un traje a medida azul oscuro que no parecía destinado a ayudarlo con eso, sino que destacaba su figura.

Aun así, sus ojos azules me dijeron todo lo que tenía que saber sobre su estatus, porque él podía ser más pequeño físicamente, pero era obvio que solo un tonto intentaría pasarse de listo con él.

—Así que —murmuré, inclinándome hacia adelante hasta que apoyé mis brazos sobre la mesa, solo con la intención de verlo más de cerca—. ¿Eres el amigo de Liam?

—Amigo es una palabra demasiado grande, pero podría decir que si —su voz era suave, me gustó que no necesitase poner ese tono de mando tras sus palabras para ser escuchado—. ¿Y tu eres su hijo?

Asentí, extendiendo mi mano hacia él—. Soy Rainy.

—Tienes un nombre raro.

—Gracias. —sonreí.

Con un pequeño rodar de ojos, estrechó mi mano en saludo—. Louis.

—¿Puedo decirte "tío Lou"?

—No.

—Esta bien, tío Lou.

Sus ojos se estrecharon, así que le sonreí, ganándome un murmullo fastidiado—. Es como volver a tratar con un Liam de seis años.

—Tengo siete.

—Bien por ti.

Él bien podía descubrir rápidamente que era bastante difícil de amedrentar—. ¿Como conociste a mi papá?

—Nos pusieron en la misma celda. —dijo, con un suspiro—. Por quince largos años.

Rodé los ojos—. Tu quéjate, yo tuve que compartir habitación con Neurona A y Neurona B por cinco años.

—¿Neurona A y Neurona B?

—Sip, si no estaban juntos, nada bueno salía de ellos.

—¿Cuáles eran sus nombres verdaderos? —interrogó, y si no me equivocaba, estaba un poco interesado ahora.

—¿Como se supone que sepa? —me encogí de hombros—. Fueron un dolor en mi costado desde que aparecieron. Nunca me molesté en aprender sus nombres, mientras se mantuviesen fuera de mi camino, no me interesaba por su existencia.

—Y esa es la razón por la que necesitas aprender a socializar. —Liam intercedió, finalmente pareciendo dispuesto a darle un respiro al mesero. Me miró—. No puedes convivir por cinco años con alguien y no saber su nombre.

Louis bufó—. Yo viví tres años enteritos sin aprender el tuyo y hubiese seguido así, de no ser porque eras una mierda obstinada.

Me reí—. Te dijo mierda obstinada.

—Cuida tu lenguaje frente a él, ¿quieres? —Liam le gruñó, volviéndose a mi—. Y tu, deja de repetir todo lo malo que escuchas.

—Soy como una esponja para los conocimientos —dije—. ¿Que culpa tengo yo si absorbo solo cosas malas últimamente?

Gruñó en mi dirección, sacándome una pequeña risa que no logré censurar a tiempo.

Me volví hacia Louis—. ¿Como era Liam cuando tenía mi edad?

—Eh, lo mismo que ahora, solo que en un frasco más pequeño. —dijo—. Y recuerdo muy bien, que solía ser bastante rebelde con tu edad. Siempre era el primero en discutir absolutamente todo y no hacia caso jamás a las ordenes de nuestro profes-

—Cállate —la mano de Liam le cubrió la boca de pronto, sus ojos lanzando dagas—. Sigue por ahí y vas a quedarte con tu incompetente secretario hasta que te jubiles.

Cuando Liam apartó la mano con una mueca, me di cuenta de que Louis lo había mordido—. ¿Por qué te pones así cuando solo quiero contarle a tu hijo sobre tu infancia? ¿Te avergüenzas de algo, Payne?

—Si, ¿te avergüenzas de algo, papá? —agregué.

Murmuró algo por lo bajo, pero no logré escucharlo bien, aunque por la mirada fulminante de Louis, él si pudo. Antes de que el Alfa de ojos celestes pudiese abrir la boca para darle una replica, el mesero regresó, colocando nuestras ordenes frente a nosotros. Me aseguré de lanzar todas esas preguntas que siempre había tenido y que jamás habían encontrado respuesta debido a que Liam siempre me mantenía alejado de ciertos recuerdos cuando estaba en su cabeza. Por supuesto, Louis no sabía todo, pero tenía mucho que decir.

—¡Eres como una fuente de información vergonzosa! —festejé—. Espera a que mi papi sepa sobre todo lo que contaste, seguro encontrará interesantes estos datos. Más que nada esa vez en que Liam se metió a la sección de Betas y corrió desnudo por las instalaciones.

—Fue una apuesta —Liam gruñó, apuñalando la comida en su plato mientras miraba con odio a su amigo—. Una estúpida apuesta que Louis propuso.

—No me culpes a mi de tus debilidades —dijo el de ojos azules, volviendo a mirarme—. ¿Dijiste "papi"? ¿Tienes otro padre además de Liam?

Rodé los ojos, tragando el bocado en mi boca—. Por supuesto que tengo, ¿acaso aun crees el cuento de las cigüeñas? —dije—. Mi papi Omega, Zayn.

—Pero pensé que el instituto...

—Es una historia complicada —expliqué, cuando su voz se desvaneció en la confusión—. Pero en resumen, tengo a mis dos padres conmigo. Y ahora, parece que ellos están saliendo, aunque creo que aun no son novios, pero dudo que demoren demasiado en llegar a ese punto.

—¡Rainy!

Salté con el gruñido de Liam—. ¿Que?

—Así que... un novio, ¿eh? —Louis se giró a mirarlo con lentitud, sus cejas arqueadas en pregunta y una sonrisa mala en sus labios—. ¿Cuándo pensabas contarme sobre eso, Payne?

Miré entre ellos, intentando comprender la situación y entender la razón por la que había sido aleccionado. Nadie me había dicho que no podía comentar sobre la nueva relación de mis padres, ¿como se suponía que yo supiese a quién podía decirle y a quién no? Podía ser inteligente, pero no era adivino, no podía saber si alguien no me decía.

Los ojos de Liam se estrecharon en su dirección y Louis copió el gesto. Tenía la sensación de que una conversación silenciosa estaba pasando entre ellos y me habían dejado fuera de ella.

Más allá del hombro de Liam, en una mesa apartada cerca de la puerta, un cubierto se deslizó fuera de las manos arrugadas de un cliente. Lo observé inclinarse en un intento de recuperarlo, su cabello blanco como la nieve brilló bajo las luces del restaurante. Sus dedos toscos no llegaron a tocar el cubierto cuando se quedó momentáneamente congelado antes de volver a una posición erguida en la silla, una mueca de dolor cubriendo sus avejentados rasgos.

Deslizándome fuera de la silla en silencio, ignorando la conversación en susurros que mis compañeros de mesa habían comenzado, me alejé. Tomando el cubierto del suelo, se lo tendí al hombre.

Ojos grises, demasiado ahumados, me observaron sorprendidos antes de que una sonrisa con líneas marcadas de la edad me fuese dedicada—. Gracias. —su voz era ronca, gastada.

—No es nada.

Estaba confundido cuando lo vi buscar en su bolsillo, sacando una pequeña lata que abrió con algo de dificultad antes de tenderme lo que obviamente era un dulce—. Por ser un buen niño.

Lo tomé de forma automática, preguntándome internamente si eso de no tomar dulces de extraños se extendía a los arrugados ancianos que parecía que no podían matar ni una mosca. Sus manos temblaron cuando volvió a colocar la tapa y dejó el recipiente que contenía más caramelos cerca de su plato. Tomó nuevamente el tenedor y estaba pronto a pinchar su carne.

—Espere, no —dije, tomando el cubierto de su mano—. Hay que limpiarlo, quién sabe cuando fueron lavados estos pisos.

Tomé un par de servilletas del centro de la mesa e hice mi mejor esfuerzo por limpiarlo lo mejor que pude. Sentí sus ojos en mis acciones, tenía una sonrisa agradable cuando finalmente se lo devolví.

—Gracias de nuevo.

Su piel se sentía suave cuando lo rocé para devolverle el cubierto. Nunca había estado cerca de un anciano antes, me pregunté si pasar mi mano por su cara era muy descortés. Ondas de bondad me inundaron cuando empujé suavemente en su mente, sin husmear, solo para ver con quién estaba tratando. Esta era una buena persona.

Otro dulce me fue entregado. No estaba entendiendo muy bien esto de los caramelos, pero encogiéndome de hombros, lo arrojé en mi boca, disfrutando del sabor a manzana mientras lo observaba cortar la carne en su plato con dificultad. ¿Era normal que los ancianos temblaran tanto?

—Aquí —hice un pequeño gesto, en espera que rechazara o aceptara mi ayuda. Me permitió tomar los cubiertos y procedí a cortar un trozo de carne pequeño y acercarlo a sus labios—. Toma.

Aceptó el trozo, palmeando mi cabello con su arrugada mano de una extraña forma suave que me hizo sonreír. Corté otro trozo, observándolo masticar concienzudamente. Su cara era tan genial, hasta sus labios tenían arrugas.

—¿Como te llamas? —pregunté, cuando estuve seguro de que había tragado lo que estaba en su boca.

Me miró—. Geronimo —respondió—. ¿Y tú?

—Rainy.

Sus cejas se elevaron—. ¿Es un apodo?

—Nop, es mi nombre —reí—. Es una larga historia.

—Por suerte, a mi me sobra el tiempo. —aseguró.

Cuando hizo un gesto a la otra silla en la mesa, sonreí. Jalando la misma más cerca, para poder llegar a su plato con facilidad, trepé en ella hasta estar de rodillas y comencé mi historia mientras le ofrecía el trozo de carne que ya había cortado.

Estaba a la mitad de mi relato, cuando sentí a alguien pararse detrás de mi, ni siquiera me dio tiempo a voltear, aunque ya sabía de quién se trataba—. Rainy.

Le sonreí a Liam sobre mi hombro—. Papá.

—¿Que estas haciendo, cariño? —su rostro era un lienzo en blanco, me hizo preguntarme que estaba pensando.

—Me dijiste que socializara más —dije—. Eso estoy haciendo, socializando.

—Te pedí que hicieras un amigo.

Me giré hacia Geronimo, quién estaba observando el intercambio con un brillo de humor en su mirada—. ¿Quieres ser mi amigo, Geronimo?

—Por supuesto, Rainy.

Volví a mirar a Liam, con una sonrisa en su máxima potencia—. Mira, papá, ya tengo un amigo.

Un paso detrás del castaño, Louis comenzó a reírse—. El enano acaba de hacerte Jaque Mate.

Liam me miró por un largo momento antes de sacudir la cabeza, había una pequeña sonrisa curvando los bordes de sus labios—. ¿Que voy a hacer contigo, pequeño? —murmuró, besando mi cabello.

—Solo te queda la opción de quererme.

(...)

—Liam me dijo que hiciste un nuevo amigo. —Zayn comentó, el Martes, durante el receso, mientras entraba a su aula a husmear y ver si podía atrapar a Lucas antes de que saliera al patio con sus demás compañeros. Brevemente, me pregunté en que momento habían hablado esos dos, pero decidí que ese no era mi asunto, por lo que no pregunté.

Le sonreí a mi papá—. Si, su nombre es Geronimo, tiene ochenta y seis años, y su cara se genial.

Sus cejas se arquearon al instante—. ¿Por qué piensas que su cara es genial?

—Porque tiene muchas arrugas —dije—. Tienes que verlo.

—Cariño, por favor dime que no le dijiste eso a ese señor —había algo de diversión en su voz.

—Por supuesto que se lo dije, él tenía el derecho de saber cuan genial encuentro su cara.

—Rainy...

—Él se rio —comenté—. Y me dijo que también tengo una cara genial, aunque no tengo arrugas como él.

—No te veas tan decepcionado por no tener arrugas. —rio antes de hacerme un pequeño gesto para que me acercara a donde estaba, bajando la voz cuando estuve a su lado—. ¿Como vas a conquistar a Lucas si tienes arrugas?

—Las arrugas son geniales.

—Por supuesto que lo son —aseguró—. Si tienes ochenta y seis años. Tienes que ganártelas, cariño, y para eso, tienes que tener una buena vida antes de que te premien dándote esas líneas de edad para decorar tu piel.

Pensé en ello un momento antes de asentir—. Tiene sentido —acepté. Mirando alrededor del salón, me percaté de que ya estaba vacío para ese momento—. ¿Lucas vino?

Su expresión cambió brevemente cuando asintió, lo que me hizo fruncir el ceño.

—¿Pasó algo con él?

—Nada, en realidad, solo que lo noté más cabizbajo que de costumbre durante la lección —comentó—. Logré convencerlo de ir con el consejero.

—¿Lo enviaste a hablar con Niall?

—Uh, si. —dijo. Sin decir una palabra, me giré y caminé hacia la puerta—. ¿A donde vas?

—A salvar a mi Omega de un inminente trauma.

Los pasillos estaban vacíos mientras me apresuraba a la oficina del consejero estudiantil. Mis pasos resonaron sobre las baldosas blancas, haciendo eco en cada rincón del lugar. Mis pies resbalaron al llegar a la puerta, tomé el pestillo y estaba a punto de girarlo cuando vi movimiento por el rabillo del ojo. Volviendo un par de pasos atrás, miré en dirección a las escaleras, viendo el momento exacto en que algo desapareció en el segundo tramo que daba al segundo piso.

La curiosidad siempre había sido mi condena, pero no logré evitar que mis pies fuesen en esa dirección sin demorar demasiado. Subí el primer tramo con rapidez y doblé para seguir por el segundo, cuando miré hacia arriba.

Me detuve.

—¿Lucas? —murmuré.

Estaba acurrucado en la parte superior de la escalera. Sus delgados brazos rodeaban sus piernas, la capucha de su sudadera roja le cubría el cabello oscuro. Cuando levantó la mirada hacia mi, sentí como si mi corazón se hiciese trizas al ver las grandes lágrimas bajando por sus mejillas. Sus ojos grises eran enormes en su rostro pálido de mejillas sonrojadas, sus pestañas húmedas acentuaban la tristeza que brillaba en ellos.

Subí los escalones con rapidez, sentándome a su lado y rodeándolo con mis brazos. No sabía que le pasaba, ni porque lloraba, pero no me gustaba. Le bajé la capucha y acaricié su cabello, intentando calmarlo. No tenía idea de como calmar a alguien llorando, pero estaba haciendo mi mejor esfuerzo.

—No llores, Lucas —rogué—. Todo esta bien, ¿si? Ya no llores.

Creo que eso fue peor, porque empezó a llorar más fuerte.

Palmeé su espalda torpemente, exprimiendo mi cerebro para encontrar la forma de detener su llanto, pero no logré pensar en nada—. Iré por Zayn —dije, poniéndome de pie—. Vuelvo en un momento.

—¡No! —chilló, logrando que me detuviese y girara a ver su rostro lleno de lágrimas—. No adultos, no.

—¿Entonces?

Atrapando mi muñeca, me jaló hasta que volví a sentarme y pudo apoyar su cabeza en mi hombro—. No adultos. —repitió.

—Esta bien.

Estuve tentado a empujar en su mente para averiguar el porqué de su llanto, pero me detuve. Nunca había entrado en la mente de alguien más pequeño que yo y Lucas era demasiado delicado, temía hacerle daño o terminar logrando que me odiase. ¿Que pasaba si empujaba más de la cuenta y él terminaba tomándome fastidio? ¿Que si no era lo mismo que con adultos y terminaba lastimándolo?

No, no iba a arriesgarme. Mi única opción era esperar a que él me lo dijera y él me lo diría, me aseguraría de eso.

Por el momento, me quedé a su lado, abrazándolo torpemente en espera de darle algo de consuelo y su llanto finalmente se detuviese. Estaba haciendo de mi misión en la vida, ver a mi Omega feliz y encontraría la manera de mantenerlo siempre así, era lo suficientemente obstinado para lograrlo. 

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