015

12 años desde la fecha.

Koko a veces se arrepentía mucho de las decisiones que tomó en el pasado; esas decisiones que, en retrospectiva, cambiaría si tuviera la oportunidad de hacerlo. Cometió muchos errores; entre ellos quizás no hacerle caso a Ame cuando le dijo que las pandillas en cualquier lado se convertían en una organización criminal.

También se arrepentía por haberla dejado sola.

Le prometió que nunca lo haría y aún así lo hizo; no imaginaba lo furiosa que ella debía estar con él. En parte era su culpa... no, era todo su culpa; Ame estaba en todo su derecho a enojarse porque no cumplió ninguna de sus promesas.

Cada día trataba de justificar sus decisiones pensando en que lo hizo por un bien mayor. Si aún estuviera con Ame ella estaría en peligro por el trabajo en el que se vio envuelto, pero no se podía engañar; extrañaba su presencia y se preguntaba si estaría bien porque la abandonó en el peor momento.

Se fue unos años después de haber decidido casarse con ella, mientras Ame estaba en medio de un embarazo.

A los ojos de la fémina, seguramente parecía que él al final sólo buscaba casarse con ella y luego dejarla a su suerte, pero en realidad no era así; no tomó ni una sola moneda de ella cuando se fue. Bueno, además de la que ella ya le había dado años atrás en señal de su confianza y que él ahora usaba como collar al ser lo único que le quedó como su recuerdo.

Se preguntaba, a veces, cómo sería el bebé al que ella dio a luz; si sería niña o niño, si se parecería a él o a su madre, quizás a ambos; qué cosas le gustarían al pequeño... o pequeña, o en qué tipo de persona se convertiría. Su curiosidad con respecto a eso era muy grande, y de vez en cuando extrañaba tanto la vida que llevaba que consideraba regresar, pero eso ya no sólo pondría en peligro a Ame sino también a su hijo. Por eso se fue, cambiando incluso el color de su cabello para evitar ser reconocido de lejos o algo por el estilo.

De regresar, tenía que asegurarse de hacerlo después de salir de esa vida en la que se metió, pero era aún más difícil hacerlo que decirlo.

Y sí, de alguna manera después de mucho tiempo logró librarse y estaba dispuesto a rehacer su vida. Bueno, a volver a la que ya tenía.

No sabía si ella se mudó después de que se fue, pero se dirigió a la casa donde anteriormente vivió con ella a buscarla.

Ame, mientras tanto, estaba tranquilamente disfrutando una tarde como cualquier otra. El hecho de que Koko se haya ido por supuesto que le afectó al principio; estaba enojaba y tenía ganas de golpearlo si lo volvía a ver, pero no podía permitirse eso porque en ese momento estaba esperando el nacimiento de un bebé. Resultó ser una niña; una preciosa niña con los ojos de su madre, al igual que las pecas esparcidas en su rostro, pero también tenía el cabello color azabache de su papá.

La amaba, a pesar de todo, porque era suya y se iba a asegurar de que nada malo le pase jamás. Ame creció sin un padre, así que si su madre se las arregló para sacarla adelante, ella haría lo mismo con su hija.

No fue nada fácil; el paso de los años y haber criado a una hija la afectaron. Su cabello era todavía más largo, pero debajo de sus ojos se marcaban ojeras y su mirada era la de una mujer cansada emocional y físicamente.

Fue precisamente en una tarde lluviosa, igual a la que hubo el día en que se conocieron, cuando una de las mucamas que trabajaban en la casa le informó a Ame sobre la persona que llegó y pedía verla.

Muy sorprendida al escuchar de quien se trataba, decidió ir ella misma a lidiar con el asunto, dejando a su hija al cuidado de la otra mujer por algunos minutos. Al abrir la puerta y verlo allí parado, con su expresión de no saber qué decir y empapado por correr bajo el aguacero, pensó que estaba demasiado enojada y quería cerrar la puerta en su cara.

— Um... hola. — comenzó a decir él. — Yo... estoy aquí...

— ¿Y qué? — el sarcasmo en su voz dio frío. — ¿Desapareces, regresas y qué? ¿Quieres que te dé la bienvenida?

— Escucha, entiendo que estés enojada-

— ¿Enojada? — una risa irónica se le escapó. — Creo que estoy un poco más que enojada. — siguió, con sus manos apretando con fuerza el marco de la puerta.

— Lo sé, me fui sin explicación alguna, pero te lo voy a explicar-

— Dijiste que irías a caminar y regresarías en una hora. — lo volvió a interrumpir. — Llegas nueve años tarde.

— Yo...

— ¿Qué demonios quieres? Es decir... ¿por qué estás aquí?

— Porque quiero arreglar las cosas y... conocer a mi hijo o hija.

— Es una hija. — corrigió, sin dejar su tono hostil.

— A mi hija, entonces... ¿no crees que debería? — pero al parecer ella tenía un argumento preparado para cualquier cosa que dijera, como si ya hubiera imaginado lo que le diría al verlo de nuevo.

— No quiero que la veas.

— Pero es mi hija también.

— Sí, la hija que tú abandonaste.

— Tengo tanto derecho de verla como tú.

— ¿Quieres saber qué piensa ella de ti?

— ¿Qué?

— Ella cree que estás muerto; tu hija piensa que la razón por la que no estás es porque moriste. — continuó. — Tú no tienes una idea de lo difícil que fue para mí cuando ella miró a los otros niños y me preguntó “¿por qué los otros tienen papá y yo no?” y... y, ¿sabes qué fue lo peor? Cuando me vio triste y en silencio pensó que significaba que habías muerto, y ella a veces mira por la ventana y te habla como si pudieras escucharla porque cree que pasaste a la otra vida. ¿Cómo querías que tuviera el corazón para decirle que la razón real era que su papá un día decidió que ya no quería estar más conmigo? — un nudo se formó en su garganta pero retuvo el llanto que se acumuló en sus ojos.

— No fue eso lo que pasó.

— ¿Y entonces por qué? ¿Me dejaste sola en medio de un embarazo porque sí?

— Estaba... estaba metido en algo peligroso y no quería ponerte en riesgo a ti ni a ella.

— Y yo te dije mil veces que tuvieras cuidado, pero tú no hiciste caso.

— Ame... lo siento mucho.

— ¿Sí? Pues una disculpa no arregla todos los años que pasé sola sacando a mi hija adelante después de que tú nos abandonaste. — estaba herida, muy herida y no sabía qué más decirle. De alguna manera siempre esperó no volver a verlo porque sabía que se pondría histérica y sentimental. — No te quiero aquí.

— Por favor, si vine aquí es porque dejé atrás todo lo que las pueda poner en peligro... y de verdad quiero conocerla.

— ¿No pensaste cómo se sentirá ella? — cuando intentó cerrar la puerta él puso su pie en medio.

— ¿Al menos me dices cómo se llama? Déjame entrar a verla aunque sea un momento, aunque no tengo ningún otro lugar a dónde ir.

— ¿En serio viniste hasta aquí esperando que te deje quedarte después de todo?

— Ame, por favor, también tengo derecho a conocerla. Yo... conseguiré otro tipo de empleo si eso es lo que quieres.

— ¿Un empleo?

— Sí, así no sientes que me estoy aprovechando de ti porque esa jamás fue mi intención.

— Tu trabajo era quedarte. — de nuevo molesta. — No me interesa si tienes o no un empleo; tu trabajo era quedarte.

— Lo sé y fue bastante estúpido lo que hice, ¿sí?

— Sí, demasiado.

— Y me arrepiento; genuinamente te estoy pidiendo perdón. Por eso te lo pido, también es mi hija, deja que la conozca.

Tenía razón en eso; ella también era su hija. Incluso si no quisiera perdonarlo jamás, estaba segura de que él seguiría insistiendo y no la dejaría en paz; igual así lograba que se fuera de una vez por todas y podría volver a la vida que ya había resuelto sin él en ella.

—...Bien, pero no quiere decir que estés perdonado.

☂️ No inventen, dos capítulos en un día; lo que se hace al terminar una historia.

Pero comenten algo para no sentirme sola.

Besitos en las manos, cuídense y tomen mucha agua.

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