23- Los trapos saldrán

El amor es muchas cosas.

A veces es dulce, como el algodón de azúcar.

A veces es salado, como el sudor después de enredar sus corazones en la cama.

A veces es alegre, como una risa tonta venida de la nada.

A veces es triste, como Thomas.

Y a veces, tan cansado, que simplemente desearías no haberte enamorado nunca.

Pero más cansado es, tener que luchar contra una emoción que lo único que hace es doler más y más cada vez.

Will estaba pensando todo eso, mientras apretaba un paño húmedo sobre la frente sudada de Thomas y lo ayudaba a calmarse.

Este seguía con la respiración agitada y las manos temblorosas aun después de varios minutos con William a su lado, haciéndole saber que estaba ahí, tratando de hacer que se relajara.

Finalmente, luego de unos tortuosos segundos más, podía decirse que ya estaba más tranquilo, relativamente hablando, aún aspiraba aire con fuerza, sus ojos grises y cansados observando cada movimiento que Will hacia desde la almohada.

Iban días, días en los cuales Thomas despertaba a mitad de la noche gritando tan fuerte que parecía que se quedaría mudo en cualquier momento, se aferraba a Will como si este fuera el único que podía salvarlo.

Y lo era.

Se convertía de poco a poco en una rutina y Will odiaba lo mucho que se parecía a una.

Siempre terminaba calmándolo y arrullándolo hasta que Thomas caía de nuevo en brazos de Morfeo, podía ver en sus ojos que comenzaba a odiar quedarse dormido.

Will apretó las manos de Thomas​ entre las suyas mientras este cerraba los ojos de poco a poco, odiándose por ello, y Will no le ayudaba a mantenerse despierto, trazaba con su dedo la palma de Thomas, deletreando un "te amo" en su piel, letra por letra, un millón de veces.

–Quiero ayudarte–le dijo en voz baja.
El otro soltó una risa que pretendía sonar como una burla, pero el sueño casi venciéndolo no lo ayudó en lo absoluto.

–Eres un niño, no puedes ayudarme.

Will sonrió de lado, inclinándose en su dirección para besarle correctamente los labios.

Ya no sabían a sal, no sabía a nada.

Se recostó a su lado, sus manos unidas en un agarre flojo, pero manteniéndose.

Will sabía de sobra que a Thomas debía dolerle la garganta.

–Quiero saber que te sucede–suplicó, era lo único que podía hacer, suplicar.
–No me sucede nada.

Will rio miserablemente.

–Las mentiras se están volviendo muy constantes en ti–suspiró–me gustaría que dijeras algo real.

Thomas le miró con ojos cansándose, cerrándose un poco más.

-Te quiero.

–Mentiroso–lo acusó Will con una sonrisa engañosa, intento cubrir el color rojo en sus mejillas, Thomas le guiñó un ojo antes de darse la vuelta y dejarse vencer por el sueño.

Huir.

Eso era lo único que Thomas hacia últimamente, había dejado de asistir a su trabajo de medio tiempo, no salía de casa y Will comenzaba a temer de las cosas que hiciera estando solo.

Thomas estaba tan roto que no podía ver más allá de su propio dolor. No podía ver como el niño junto a él se encontraba en peores condiciones, hilos débiles uniendo su corazón a punto de desmoronarse.

XXXX

Y ahora Cromwell estaba arreglándose para marcharse al colegio mientras Thomas seguía en la cama, no podía seguir faltando más a clases.

Thomas le miraba con los ojos de un muerto desde el colchón, se veía tan frágil, Will quiso llorar.

Gateó desde su lugar hasta llegar a él, posicionándose encima de su cuerpo y dejando un largo besó sobre sus labios.

–No hagas nada estúpido–declaró sobre sus labios, pero Thomas no respondió_eres lo más importante que tengo Tom, no soportaría perderte.

Thomas sonrió de lado.

–Creí haberte dicho que me iría de todas formas cuando apenas nos conocimos–Will lo recordaba, lo recordaba cada jodido día–eres un mentiroso–le acusó, su voz se volvió aún más ronca–prometiste que no me detendrías cuando decidiera dejarte.

–No lo haré–le dijo, contando las luces entre la oscuridad de los ojos de Thomas, este le sonrió aun mas.

-Entonces vete tranquilo, no hare nada estúpido.

Will asintió no del todo confiado y dejo un último beso en su frente para luego retirarse, lo estaba haciendo tan mimado.

Thomas se tensó cuando escuchó el sonido de la puerta cerrándose, arrugó las sabanas entre sus dedos con ansiedad y alzó la tela hasta que le cubrió el rostro por completo. Quería sentirse protegido. Quería volver a dormir. No quería pensar en nada.

Le había dado vueltas toda la noche y se preguntó ¿Por qué la vida es tan importante para todos? Era lo que las personas más cuidan pero aun así tienden a malgastar, ¿Qué pasaría si simplemente dejara de preocuparse por eso?

Su cabeza dolió y el decidió que necesitaba un trago.

Bajó a la cocina, sus piernas temblaban con cada paso dado y él se odio por ni siquiera poder controlar eso.

Le dio grima versea si mismo envuelto en silencio y vacío, no le había afectado mucho antes, no sabía porque le afectaba ahora.

Abrió las alacenas, pero Will no era estúpido, no cuando se trataba de algo que realmente le importaba, y estamos hablando de Thomas.

–No...

Abrió cada uno de los cajones y revisó cada uno de los escondites que Will utilizaba para guardar sus dulces o cosas que Thomas realmente no disfrutaba, ni una sola botella.

Nada.

Tal vez si iba a donde Des...no, el se daría cuenta de que algo le ocurría (probablemente ya lo sospechaba) y no lo dejaría ir hasta que se lo contara, Thomas no estaba de ánimo para un interrogatorio inútil.

Además, Des sabia lo de las cartas, sumándole a eso su repentina ausencia, no había que ser muy listo para unir puntos.

Descartó la idea.

Así que solo fue por su chaqueta y salió de la casa, ni siquiera pensó en cambiarse, estaba tan abrumado y acelerado como para pensar en pequeñeces como la ropa que estaba usando y lo estúpido que se veía con ella en medio de la calle.

Era demasiado temprano para beber en un lugar normal, pero el también sabia a donde ir y donde no le negarían nada, era tiempo de visitar a Norman.

El viejo Norman y su cantina.

Un lugar poco concurrido y algo lúgubre, él solía frecuentarlo, antes del desastre que se había vuelto su vida. Probablemente el viejo Norman se alegraría de verlo y comprobar por sus propios ojos lo cobarde que seguía siendo.

Entró a la cantina con un sonido de campanas sonando sobre su cabellera negra.

Luces opacas en el techo, pocas mesas y aparte de su presencia otro hombre inconsciente en las sillas de la barra.

-¡Thomas, hijo!

Oh, cuanto había extrañado a ese anciano.

Thomas le sonrió en respuesta, acercándose a la barra y sentándose junto al bello durmiente que babeaba sobre la madera, naturalmente, hizo lo posible por no tocarlo.

–¿Por qué has tenido a este viejo tan abandonado?–preguntó apoyándose frente a él, su barriga siendo visible desde el lugar de Thomas, este último sopló cansado.

–Han pasado muchas cosas.

–Espero que buenas.

Thomas guardó silencio, sin verlo.

–Debe haber al menos una–insistió.

Y si, la había.

–Hay...hay una cosa buena–mencionó recordando a Will–pero es pequeña.

–¿Qué tan pequeña?

–Es casi invisible–se burló, hizo una seña hacia el aire con sus manos–es como de este tamaño, pero le molesta que le recuerden lo enano que es, estúpida cosa molesta.

Levantó los ojos para ver al cantinero, este con una sonrisa burlona plasmada en su regordeta cara, a Thomas se le subieron los colores.

–Ni siquiera sé que estoy diciendo–hizo una seña–sírveme lo de siempre.

XXXX

Siempre había amado ir con Norman, ese hombre no le ponía límites, servía lo que quería cuando quería, además su compañía era bastante agradable.

Thomas realmente olvidado porque dejo de ir allí en primer lugar.

Y era bueno, incluso ahora, que Thomas apenas podía hilar unas cuantas oraciones juntas. Le habló a Norman sobre economía, Will, remodelaciones ridículas que necesitaba el lugar, Will, lo bonito que le quedaba el bigote y un montón de tonterías mas sobre Will.

–Tom, hijo, me encantaría seguir escuchando sobre ese enamorado tuyo, Bill...

–Will–corrigió ofendido, como si el hombre hubiese cometido el peor de los pecados.

–Pero creo que he tenido más que suficiente con lo de las últimas horas, además creo que deberías estar yendo a casa, llevas aquí mucho tiempo y no me quiero ver con la necesidad de tener que cargarte hasta allá.

Thomas hizo un puchero.

–Pero tú eras divertido ¿Ya no me quieres?

Norman hizo una seña, apuntando la puerta de la cantina.

–A casa–le ordenó.

Thomas rodó los ojos, levantándose con pesadez, se apoyo en su propia silla para no caer.

-Ya me iba de todas formas-molesto antes de salir.

Fuera estaba frio, subió el cierre de su chaqueta y emprendió el camino que conocía hacia la casa de Will.

Llegó, sin saber cómo, teniendo suerte de que la casa se encontraba en un pestañeo, quizá su nivel de ebriedad fue bajando conforme avanzaba, pero ahora estaba en la puerta.

Tocó un par de veces, había olvidad sus llaves dentro, seguro que podía ser idiota. Sabía que Will estaba dentro, las luces encendidas y los sonidos interiores lo delataban.

La puerta se abrió, y él no pudo decir nada antes de sentir la palma fuerte del chico estamparse contra su mejilla.

–¿¡Y ahora que hice!?–medio gritó, adentrándose a la casa.

Will se veía de todo menos contento, una mezcla de decepción y coraje, Thomas se sintió momentáneamente afectado por eso.

Le restregó un papel arrugado contra el pecho con fuerza, como si quisiera atravesarlo con él.

Thomas lo tomó entre sus manos. Tembló.

La foto de Will y Sam.

-¿Dónde mierda la conseguiste?-escupió, deletreando cada letra con rabia.

–La encontré por ahí–mintió, se mordió la lengua para no hablar de más.

Will rió, una risa sardónica y cruel.

-Me deshice de cada jodida foto-habló-cada una de ellas, sin excepción, queme algunas incluso ¿Sabes? Y ahora ¿Cómo explicas esto?

Le lanzó a continuación, el montón de cartas que él había escondido.

Más que preocupado, Thomas estaba furioso. El alcohol en su sistema solo le hacía registrar el hecho de que Will había visto sus cosas, nada más que eso.

–¿Estuviste revisando mis cosas?

–Dime qué es esto–su voz tembló, ya no parecía tan valiente, ahora parecía temer–Thomas, por favor.

–No. Es. Nada–deletreó con sarna, estaba harto, tan harto de la insistencia de Will.

–Esto definitivamente es algo ¡Estas mal Thomas! Solo mírate, pareces un puto muerto viviente y nunca dices nada, lo único que haces es mentir y mentir y ya no lo soporto. Las mentiras no son lindas, ni siquiera cuando salen de ti.

–No tienes que soportarme ¿sabes?–sonrió, la cerveza le nublaba los sentidos, lo único que veía era rojo y a Will siendo un completo idiota–¡Puedo largarme de tu puta vida si eso quieres! ¡Puedo irme y hacer lo que iba a hacer antes de que metieras tu estúpida presencia donde no te llaman!

Will abrió los ojos en demasía, como si Thomas hubiera dado en su punto débil, y lo hizo.

–No–negó como si lo que Thomas dijo fuera lo peor que pudo decir nunca–yo no me refería a eso, Thomas, no–intentó acercarse, tocarlo, algo, pero el mayor rehuyó del toque, como si Will tuviese alguna enfermedad contagiosa.

Will lo vio con sorpresa unos segundos, Thomas le había rechazado. La irritación se instaló en él, como un insecto molesto, zumbando en sus oídos.

William mantenía la guardia alta con él, en ese momento Thomas notó que, Will solo no quería que lo lastimara.

–¿Crees que te necesito? He estado haciendo todo esto, desde el comienzo, sin interés propio, ¡Todo jodidamente por ti!–las lagrimas cubrían su rostro, cansado, pero no iba a detenerse–¡No es así! ¡No eres especial!

Thomas llevó la mirada al suelo, donde las culpables de aquello le miraban burlonas desde abajo.

Will se encargó de chocar sus hombros al salir por la puerta principal, sin mucho tacto al estamparla contra el marco.

Ya era tarde, probablemente se iría donde Alex o Demian.

Thomas se inclinó lo que su pobre equilibrio le permitió para recoger cada una de las cartas.

Aún no caía en cuenta, Will las vio.
Will... él las vio.

Algo dolió en su pecho, profundo, amargo, en el lugar donde debería estar su corazón, ese órgano bombeando fuerte y rápido, queriendo escapar de las paredes que lo encerraban.

Will vio las viejas cartas, si, pero él nunca vería esa última.

La más espeluznante de todas, Thomas se había desecho de ella tan pronto terminó de leerla, amenazaban con deshacerse del niño bonito, de la misma forma en la que se deshicieron de sus abuelos.

Después de este capítulo sólo quedan otros dos más el epílogo (que terminé dejándolo como un capítulo también) el punto es que subiré los 3 seguidos, por lo que Rainbow guy terminará oficialmente en mi próxima publicación.
Sólo que aún estoy editando, así que no tendrá fecha exacta esta vez.
Nos vemos pronto :*

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