5. Retomar el rumbo



La tarea que Daniel le asignó consistía en supervisar la evaluación de algunos procesos en una constructora. El tiempo apremiaba pues el director de la empresa solicitó los resultados antes de la participación en una licitación para la construcción de un complejo comercial. Era el área en la que Roberto tenía más experiencia, así que se puso manos a la obra de inmediato. Su intención era demostrarle a Daniel que fue un acierto contratarlo, pues no dejaba de tener presente que la historia entre ambos no era agradable, y lo que menos quería era darle un motivo para arrepentirse de apoyarlo.

Luego de exhaustivas reuniones para aclarar los detalles principales de organización, dedicó un par de días por su cuenta a la planeación. Estaba acostumbrado a asignar diez horas del día a su labor, aunque el cansancio mental que le sobrevino le recordó lo fuera de forma que lo puso la cárcel. Pese a que concentrarse no le resultó tan sencillo como antes, logró tener todo listo y al tercer día se presentó en Constructora Sifuentes, la empresa de su cliente. Puso especial cuidado en llevar la mejor presentación, la que tenía antes de lo sucedido. En apariencia no le costó, pero la desmoralización que le dejó el aislamiento, sus consecuencias y la actitud de su madre era complicado de sobrellevar.

En la empresa lo recibió un joven practicante que de inmediato lo condujo hasta una sala de reuniones donde después se le unió una hermosa mujer. Era una rubia de cuerpo equilibrado y curvas en los lugares donde era imposible no prestarles atención, además de un rostro que exigía detallarlo continuamente. Encima, el aroma de las mujeres era algo que siempre había captado su interés, y el de ella era en exceso llamativo, potenciado por el perfume que usaba inundó el ambiente al instante logrando que lo respirase profundo. Al verla entrar, se puso de pie; la cortesía le exigía saludar de manera adecuada, lo mismo que el impulso de agradar a su inesperada acompañante.

—Buen día, soy Vanessa Robledo, asistente de la dirección general.

La mujer le extendió la mano sonriendo y con sus párpados cayendo sobre unos ojos que exploraron sin discreción al hombre que tenía enfrente. A él no le pasó desapercibido que lo observó de pies a cabeza sin disimulo, tampoco la comisura de su boca que se levantó junto a los labios abriéndose ligeramente, dejando ver el filo de su lengua pasar por la brillante y casi perfecta dentadura. Ante el estímulo, sus manos se estrecharon por más segundos de los requeridos para un simple saludo.

Por un instante, su insensatez lo llevó a contar el tiempo que llevaba sin compartir la cama con una mujer, era bastante, y más lejana la ocasión en la que estuvo con una tan atractiva. Su cuerpo reaccionó a la cercanía femenina, avivado por la certeza de que a ella no le era indiferente. No obstante, la idea de seguir de frente y ahogar las ganas de compañía de la mano de esa belleza, se apagó al recordar que lo último que necesitaba era cometer una imprudencia de ese tipo teniendo un jefe como Daniel. Esperaría a terminar la evaluación y si la rubia seguía dispuesta, entonces la llevaría a un bonito hotel donde pudiera hacerla gritar de gozo y perderse en su cuerpo.

—Un gusto, señorita Robledo. Mi nombre es...

—Roberto, lo sé. Es un bonito nombre, ya te lo deben haber dicho —observó ella con tono provocativo, él sonrió por lo bajo y aclaró su garganta. Resistirse sería difícil.

—Gracias.

La tibia respuesta ocasionó que el gesto de ella se volviera desafiante. Lo menos común para Vanessa era un hombre resistiéndose a sus señales, aunque admitía que los más apuestos solían estar tan acostumbrados a la atención como ella, y a menudo eran los más difíciles. No siempre la pasaba bien con ellos, pero lo intentaba cuando se cruzaban en su camino. El que veía definitivamente le provocaba querer probarlo, tenía facciones fuertes y masculinas, era alto y a pesar de que se notaba que le gustaba divertirse, conservaba una postura de seriedad y profesionalismo que le daba un toque tentador.

—Bien Roberto, en ese caso empecemos. El arquitecto Sifuentes me ha encargado ponerme a tu disposición para dar seguimiento a la evaluación, así que puedes preguntarme cualquier duda que no haya quedado resuelta. También me gustaría revisar contigo la calendarización que el licenciado Quintero nos envió, hay algunos cambios que necesitamos comentar.

—Por supuesto, revisaremos lo que usted me indique.

—Háblame de tú y por mi nombre, odio los formalismos y algo me dice que tú también.

Vanessa se equivocaba. Poco lo incomodaban los formalismos y, además, no conservarlos en ese momento era  riesgoso, así que obvió la petición de la asistente y siguió hablándole con igual compostura por las semanas que siguieron.

Los acercamientos de ella no cesaron, pero se volvieron más esporádicos a la par que el trabajo de ambos se incrementó, permitiéndole tener que dejar de preocuparse por el distractor que significaba su presencia cerca. Si algo tenía claro era lo imprescindible de que los resultados fueran entregados en la fecha acordada y con el mayor de los rigores, lo que no dejaba espacio para ningún fallo. Por primera vez, le costó trabajar bajo presión; en sus anteriores empleos pese a exigirse a sí mismo un alto nivel de eficiencia, jamás sintió que de eso dependiera no quedarse sin nada. Necesitaba demostrar que todavía valía y esa era su oportunidad.

Con Vanessa sostuvo varias horas de plática que le dejaron claro el panorama. La rubia dentro de su banalidad y soltura, le demostró que se había ganado el puesto que ocupaba con sus habilidades laborales, así que al final resultó un excelente apoyo. Por ella supo que el motivo de la urgencia era que por tercera ocasión la constructora participaría en una licitación de impacto, esto tras ser descartada en dos anteriores por señalamientos puntuales en sus operaciones y organización; quienes revisaban los requerimientos encontraban sus puntos más débiles y justificaban con ellos el rechazar sus propuestas. El director tenía grandes expectativas en que los resultados de la evaluación por fin demostraran que su constructora era una empresa confiable para asignarle proyectos costosos.

Al saberlo, Roberto sintió aumentar el peso de la responsabilidad sobre sus hombros sin que llegara a afectarlo. Por el contrario, fue una motivación extra para dar su mejor esfuerzo; si lo que hiciera para la constructora lograba que esta ganara la licitación, él estaría nuevamente dentro del juego. No le desagradaba el empleo que Daniel le había ofrecido, pero sin duda de poder rechazarlo lo habría hecho. Era el peor sueldo que había recibido en su vida y trabajar al lado del hombre con el que tuvo varias cuentas abiertas seguía teniéndolo intranquilo.

Contra todo pronóstico, la evaluación se completó en el corto tiempo designado, las correcciones sugeridas fueron hechas con premura y la constructora estuvo lista para entregar los últimos detalles al comité encargado de la licitación. Roberto quedó satisfecho, lo mismo que Daniel y el director de la constructora. Lamentablemente, la alegría les duró poco. El comité evaluador rechazó la propuesta por causas muy parecidas a las anteriores. No podía creerlo, en ese momento estuvo cierto en que Daniel pondría en duda su capacidad, no le encontraba sentido a lo ocurrido. Esa tarde, cuando fue citado por el hombre al que debía la oportunidad de volver a trabajar, pensó que lo despediría sin contemplación. La probabilidad le jugó en contra de la peor manera y no le quedaba más que asumir las consecuencias.

—Pasa Roberto —. Lo invitó a entrar en su oficina con la serenidad que lo caracterizaba, él se limitó a obedecer y sentarse frente al escritorio deseando poder adivinar si lo que motivaba aquel encuentro era una reprimenda o una despedida. El pecho incluso le ardía por la opresión, que maldita era la incertidumbre —. En la mañana recibí una llamada de la constructora. Como podrás imaginar, el director se encuentra muy decepcionado tras el rechazo de su propuesta en la primera etapa de selección, al parecer es la vez que más rápido han sido descartados.

—Lo lamento, la evaluación mostró algunas áreas de oportunidad y solo las correcciones que usted ya conoce. Jamás pensé que no fueran suficientes.

—Así fue —. Al ver el desconcierto con que lo miró, Daniel prosiguió —. Los procesos evaluados no fueron el motivo que les impidió avanzar en la selección. Hiciste un excelente trabajo teniendo en cuenta el corto tiempo con el que contabas. En realidad, el director esperaba que sucediera lo que sucedió. Eso no lo hizo más fácil de aceptar.

—Discúlpeme licenciado, pero no entiendo lo que está tratando de decirme.

—Por supuesto, no estás al tanto de todo, pero él está seguro de que tiene un caso de sabotaje empresarial y yo pienso que es muy posible que así sea. Ahora me pidió que lo ayudemos a encontrar a la persona o personas que están filtrando información.

—Pero eso no es a lo que se dedica la consultoría, no contamos con suficiente personal ni recursos para llevar a cabo una investigación de ese tipo.

—Tienes razón, pero el arquitecto Sifuentes es un conocido muy cercano y está dispuesto a asignar lo necesario para encontrar a quien ha estado afectando tan gravemente su empresa. Además, me pidió que fueras tú específicamente quien encabezara su caso —. A Roberto le costó salir del asombro; su preocupación había pasado de sentirse en la calle a no estar seguro de lo que le pedían. Lo que sí supo fue que no podía negarse —. Probablemente pienses que es algo riesgoso, pero tendrás el apoyo especializado que necesitas para cumplir con el objetivo de nuestro cliente.

—Si esa es su decisión, no la cuestionaré.

—Te lo agradezco Roberto. En cuanto la persona me responda afirmativamente, iniciaremos con la investigación.

Al poco rato de abandonar la oficina y mientras cavilaba la mejor manera de cumplir con la tarea asignada, recibió la llamada de Vanessa. Respondió con amabilidad, pero tuvo que negarse una vez que ella reveló sus intenciones de tomar algo juntos esa noche. Con lo que había deseado que Constructora Sifuentes librase el primer filtro de la licitación para poder festejar el triunfo entre las largas y torneadas piernas de la asistente. La suerte pese a coquetear, no terminaba de mostrarle su mejor sonrisa. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top