El nacimiento del niño Dorado


Dulio Gesualdo era un niño que creció en un ambiente muy peculiar. Sus padres, Dio Gesualdo y Antonella Borgia, eran médicos comprometidos con la organización Médicos Sin Fronteras, una organización que brinda ayuda humanitaria a personas necesitadas en todo el mundo.

Desde pequeño, Dulio se acostumbró a viajar junto a sus padres a diferentes partes del mundo, donde participaban en misiones de ayuda médica y humanitaria en zonas de conflicto o de extrema pobreza. Fue una infancia marcada por la diversidad cultural y la empatía hacia los demás.

Dulio se convirtió en un niño muy maduro y empático gracias a la influencia de sus padres. Aprendió a ver más allá de las diferencias culturales y a valorar la importancia de la ayuda humanitaria en situaciones de emergencia. Él mismo se interesó por la felicidad de la gente y comenzó a ayudar a sus padres en las misiones médicas que realizaban.

A pesar de que su estilo de vida era nómada y a veces difícil, Dulio siempre se sintió en casa con sus padres, quienes le inculcaron valores muy importantes como el respeto, la solidaridad y la compasión. Él aprendió a adaptarse a diferentes situaciones y a ser un líder entre otros niños de su edad, se dice que su preocupación por los niños del mundo viene de estas experiencias

En resumen, la vida de Dulio Gesualdo junto a sus padres, Dio y Antonella, estuvo marcada por la dedicación a ayudar a los demás, viajando por todo el mundo en misiones médicas y humanitarias. Gracias a esta experiencia, Dulio se convirtió en un niño maduro, empático y con un fuerte compromiso con la gente y la ayuda humanitaria.

Lamentablemente, la dedicación y el compromiso de los padres de Dulio, Dio y Antonella, con la ayuda humanitaria también tuvo consecuencias negativas para la familia. Cuando Dulio tenía 12 años, sus padres se ganaron el rencor de un dictador africano que no aprobaba la presencia de extranjeros en su país.

El dictador creía que la ayuda humanitaria de organizaciones como Médicos Sin Fronteras era una táctica para que los extranjeros pudieran infiltrarse y derrocar su gobierno. Esto llevó a que el dictador se obsesionara con la presencia de los padres de Dulio en el país y comenzara a hostigarlos y a amenazarlos.

Entonces la desgracia golpeo un día de invierno, un desastre natural había afectado a un pueblo y se necesitaba médicos de forma urgente.

Los padres de Dulio le dijeron que no le acompañaran mientras tomaban el auto para ir a ayudar a los aldeanos, pero Dulio no hizo caso y se coló en el auto.

—[No van a interponerse en que pueda ayudar a esas personas]-pensó un Dulio de 12 años que se había colado en el portamaletas del auto

Entonces el auto avanzo rápidamente por la tormenta mientras Dulio se sentía incomodo, pero su necesidad de ser ayuda para la gente en desgracia era mas fuerte y eso mantenía su actitud alegre.

El viaje duro una hora por la tormenta, pero al tratar de llegar al pueblo hubo un frenado inesperado, Dulio no sabía que estaba pasando, pero entonces comenzó en su posición al escuchar que su padre gritaba algo adelante que lo dejara avanzar y comenzó a escuchar que la voz de su padre cada vez se ponía más nerviosa mientras sentía un ruido en el auto.

—[Que esta pasando?]-pensó Dulio en su posición y entonces sintió que donde se encontraba se abría como si fuera forzado.

Al abrirse el portamaletas observo que en la lluvia un hombre armado fue quien abrió el portamaletas, por la ropa que llevaba Dulio lo reconoció como un militar.

La situación se volvió peligrosa en cuestión de segundos, ya que el militar armado había descubierto a Dulio en el portamaletas y, por ende, también a sus padres. Dulio, asustado, trató de esconderse de la vista del militar, pero era demasiado tarde.

—Secuestrando a un niño? Ustedes son unos criminales...—grito el militar que parecía estar a cargo mientras un militar sacaba a Dulio del portamaletas

Entonces el hombre armado ordenó a los padres de Dulio que se bajaran del auto y los acusó de estar trabajando para los enemigos del gobierno. Dio y Antonella intentaron explicarle que eran médicos de Médicos Sin Fronteras y que estaban ahí para ayudar a la gente afectada por el desastre natural, pero el militar no los escuchó.

—De verdad somos médicos y el niño que esta sosteniendo es nuestro hijo, dejenos ir señor que tenemos que ir a ayudar a unos aldeanos heridos...—pronuncio un hombre rubio de apariencia similar a su hijo en el presente, pero más envejecido.

—Entiéndalo, mi marido y yo solo queremos ayudar a la gente, por favor suelte a mi hijo y déjenos ir...—Pronuncio una mujer hermosa de cabello castaño y apariencia mediterránea.

Pero sus palabras chocaban con oídos sordos.

El militar estaba convencido de que los padres de Dulio eran enemigos del gobierno y ordenó a sus hombres que los arrestaran y los llevaran a la cárcel. Dulio, que había observado todo desde su posición, se sintió impotente y aterrorizado. Sabía que sus padres no eran enemigos del gobierno, pero temía por su seguridad y la de su familia.

—Por favor señor, mis padres no son malas personas y ellos quieren ayudar, fue mi culpa el haber colado en el maletero porque solo quería ser de ayuda, así que no los lleve a la cárcel por favor...—grito llorando el joven Dulio mientras sus padres estaban preocupados por su hijo más que su situación.

Mientras esto pasaba un soldado se comunicaba con el alto mando para saber que hacer y al terminar de hablar el mensaje que fue enviado era claro, debían ser eliminados.

Una eliminación que el dictador utilizaría para que la muerte de los médicos y su hijo fuera una acción que realizaron los opositores de su gobierno, un lavado de imagen en base de sangre inocente.

Entonces los militares al recibir la orden apuntaron a los padres de Dulio mientras este atrapado en los brazos de un militar trato de gritar que no lo hicieran, pero fue en vano porque los militares frente a Dulio acribillaron a sus padres mientras estos estaban frente a su auto.

Sus cuerpos habían caído junto al auto mientras el militar soltaba a Dulio que fue a correr hacia sus padres, las lágrimas salían de sus ojos mientras estaba frente a sus padres muertos, sus padres habían muerto solo por querer ayudar a la gente.

—Papá, Mamá despierten, por favor despierten...-grito Dulio con lagrimas en sus ojos mientras los militares lo miraban con ojos fríos.

Los militares no mostraron ninguna empatía por el dolor de Dulio y lo tomaron por la fuerza para llevárselo. Dulio se resistió y gritó pidiendo ayuda, pero no había nadie a su alrededor que pudiera ayudarlo. Los militares lo subieron a un vehículo y lo llevaron a una base militar en las afueras de la ciudad.

Dulio se encontraba en estado de shock y no podía creer lo que acababa de pasar. Estaba lleno de dolor y rabia por la muerte de sus padres y por el hecho de que habían sido asesinados por una falsa acusación. Además, estaba aterrado de lo que le pudiera pasar ahora que estaba en manos de los militares.

Los militares lo encerraron en una pequeña celda sin ventanas y con una puerta de metal. Dulio estaba completamente solo y se sentía perdido y desesperado. Pasó las horas llorando y pidiendo que sus padres regresaran, pero sabía que ya no había vuelta atrás.

En ese momento, Dulio se dio cuenta de que su vida había cambiado para siempre. Ya no era el mismo niño feliz e inocente que había sido antes del desastre. Ahora era un huérfano sin hogar, sin familia y en manos del gobierno corrupto que había matado a sus padres.

Mientras esto pasaba, afuera la tormenta que debía haber disminuido su potencia comenzó a aumentar su fuerza y los vientos como los rayos comenzaron a invadir toda la ciudad mientras los ríos se desbocaban de forma nunca antes vista, como si la ira de un Dios hubiera golpeado de frente a la ciudad.

Los días pasaron y Dulio se encontraba atrapado en la celda mientras los militares se comunicaban con los altos mandos cuando sería el momento de deshacerse del niño, pero era difícil la comunicación debido a la tormenta despiadada que azotaba a la ciudad, una tormenta de temporada se volvía un desastre natural que nadie en la ciudad podía explicar.

Las vidas de aldeanos y pueblos enteros fueron destrozadas por la tormenta mientras un niño sufría en su celda mientras sus lágrimas eran la única emoción que mostraba Dulio.

Al ver que el tiempo hacia mas desesperante la situación, el militar a cargo decidió que era momento de deshacerse del niño y después buscarían la forma de asociar su muerte con los enemigos del gobierno.

—Tener mas tiempo al niño podría ser perjudicial para nuestro gobierno, es momento de matarlo y echarle la culpa a los rebeldes, podríamos disfrazar la tormenta como una excusa de que nuestro esfuerzo para salvarlo de esos rebeldes no sirvió, así nadie averiguara que fuimos nosotros...—dijo el hombre que ocupaba el rango de capitán.

Los otros soldados asintieron en silencio, sabiendo que su misión era cumplir las órdenes sin hacer preguntas. Uno de ellos se acercó a la celda de Dulio, abrió la puerta y lo agarró con fuerza del brazo. Dulio intentó resistirse, pero era demasiado débil después de tantos días encerrado sin comida ni agua suficiente. El soldado lo arrastró por el pasillo hacia la salida de la cárcel, donde los otros soldados ya esperaban con sus armas en mano.

Mientras tanto, la tormenta seguía azotando la ciudad con su furia, destruyendo todo lo que encontraba a su paso. Los ríos se desbordaron aún más y las carreteras se volvieron intransitables. En medio de todo este caos, Dulio fue llevado a una zona boscosa donde los soldados lo apuntaron con sus armas. Dulio cerró los ojos y esperó lo peor.

De repente, un rayo cayó del cielo y golpeó a uno de los soldados, quien cayó al suelo inconsciente. Los otros soldados miraron aterrorizados el cielo, mientras que Dulio se alejó corriendo lo más rápido que pudo. La tormenta parecía estar protegiéndolo de alguna manera, y Dulio se aferró a esa esperanza mientras corría hacia la libertad.

Dulio corría por el bosque mientras la tormenta se intensificaba cada vez más. De repente, un fuerte estruendo lo hizo tropezar y caer al suelo. Miró hacia arriba y vio un alud provocado por la tormenta que se acercaba hacia él. Dulio intentó correr en la dirección opuesta, pero sus piernas estaban demasiado débiles y cansadas. El alud fue tan fuerte que como la ira de la naturaleza se llevó a todos los soldados que estaban persiguiendo a Dulio, Dulio hubiera corrido la misma suerte si en ese momento, un hombre con una túnica negra y un crucifijo colgando del cuello apareció de la nada y lo levantó en brazos mientras se hacía camino en el alud con una velocidad sobrehumana.

—¡Tranquilo, hijo! —dijo el hombre—. Te llevaré a un refugio cercano donde estarás seguro.

Dulio se aferró al hombre mientras lo llevaba corriendo por el bosque, esquivando los árboles y las ramas que caían por la tormenta. Finalmente, llegaron a un pequeño refugio que estaba lleno de gente que había sido evacuada de sus hogares debido a la inundación.

El hombre lo colocó en una cama improvisada y le cubrió con mantas. Luego le dio algo de comida y agua. Dulio estaba agradecido por haber sido rescatado, pero aún tenía miedo de ser atrapado por los soldados. El hombre de la iglesia, llamado Raul, le explicó que había estado en el bosque para ayudar a los necesitados y que había visto todo lo que había sucedido.

—No te preocupes, Dulio. Estarás seguro aquí. Te protegeré —dijo Raúl mientras lo acomodaba en una cama, Dulio tan cansado por lo que había vivido y el desgaste de energía se quedó dormido rápidamente.

Dulio se despertó al día siguiente con el sol filtrándose por las rendijas de la ventana. Al abrir los ojos, vio a un grupo de niños observándolo con curiosidad. Eran niños de diferentes edades, algunos muy pequeños y otros casi adolescentes. Dulio se incorporó lentamente y les sonrió amablemente. Los niños se acercaron tímidamente y le preguntaron quién era y cómo había llegado allí.

Los niños le parecían curioso el recién llegado, un niño de piel blanca y cabellos dorados como el sol de ojos esmeraldas.

Dulio se sentó en la cama y los niños se arremolinaron a su alrededor, emocionados por tener un nuevo amigo. Un niño pequeño con los ojos grandes y brillantes se acercó a él y lo miró fijamente. — ¿Cómo te llamas? —preguntó con una vocecita tímida. — Me llamo Dulio —respondió él con una sonrisa—. ¿Y tú? — Me llamo Antonio —dijo el niño de piel oscura que aparentaba entre 6-8 años, sonriendo ampliamente—. ¿De dónde vienes, Dulio?

Dulio les contó su historia detallando cada parte. Los niños escucharon con atención y empatía, asintiendo con la cabeza y murmurando palabras de aliento.

Había un niño mayor, llamado Pablo, que parecía ser el líder del grupo.

Con una voz fuerte pero amable le preguntó a Dulio si podía quedarse y ayudar a cuidar a los demás niños. — Aquí necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir —dijo Pablo—. Y tú pareces muy valiente y fuerte. ¿Te quedarás con nosotros, Dulio?

Dulio se sintió incómodo ante la pregunta de Pablo. A pesar de que quería ayudar a los demás niños, no sabía si estaba listo para enfrentar la responsabilidad de cuidar de ellos. Además, tenía miedo de que su presencia pudiera poner en peligro a los demás.

—Yo... no sé —dijo Dulio, incierto—. No quiero causar problemas o poner en peligro a nadie.

Pablo se acercó a él y le puso una mano en el hombro. —No te preocupes, Dulio. Todos aquí hemos pasado por momentos difíciles. Pero juntos, podemos cuidarnos y protegernos. Y tú puedes ser una parte importante de eso.

Dulio pensó en las palabras de Pablo y se dio cuenta de que tenía razón. Él no estaba solo y no tenía que enfrentar todo por sí solo. Miró a los otros niños, que lo observaban con esperanza y se dio cuenta de que quizás él podría ayudarles de alguna manera.

—Sí, me quedaré —dijo finalmente, con determinación—. Quiero ayudar.

Los niños estallaron en aplausos y abrazaron a Dulio con alegría. Se sintió abrumado por el afecto y el cariño que le mostraron los pequeños, pero también sintió que había tomado la decisión correcta al quedarse con ellos.

Poco a poco, Dulio comenzó a sentirse más cómodo en el refugio. Pasaba el tiempo ayudando a Raul y a los demás a cuidar a los niños y a hacer las tareas del hogar. Pero lo que realmente disfrutaba era cocinar para los niños hambrientos, utilizando lo que había disponible en el refugio. Los niños adoraban la comida de Dulio y a menudo lo seguían alrededor de la cocina, haciendo preguntas y contándole historias.

Mientras tanto, Dulio comenzó a descubrir que tenía un don especial: podía controlar el clima. Cuando se concentraba lo suficiente, podía hacer que lloviera o que el sol brillara, o incluso que soplara una brisa fresca para aliviar el calor sofocante. Al principio, no estaba seguro de cómo usar sus poderes, pero con la ayuda de Raul, comenzó a experimentar y a practicar.

Un día, mientras estaba practicando en el bosque, alguien lo estaba observando. Era un sacerdote del Vaticano que había oído hablar de un joven con poderes extraordinarios que estaba ayudando a los niños refugiados. El sacerdote se presentó como el Padre Juan y le explicó a Dulio que había sido enviado para ayudarlo a controlar y desarrollar sus poderes.

Dulio se mudó con el Padre Juan a una ciudad cercana para no alejarse tanto del refugio, donde comenzó a recibir entrenamiento especializado para controlar sus poderes. También ayudó en el refugio del Padre Juan, donde conoció a más niños necesitados. La cocina poco se volvió su pasión al ser la forma más directa de poder ayudar a los niños y se aseguró de que nunca faltara comida en el refugio.

La fama y habilidades de Dulio escalaron lo suficiente para que en tiempo récord sus habilidades llegaran a odios y fueran requeridos en el vaticano para llevar su poder a un punto mucho más lejos.

Dulio estaba preocupado y un poco asustado ante la idea de dejar a sus amigos y mudarse al Vaticano. Pero Pablo lo convenció de que esto era una gran oportunidad para hacer una diferencia en la vida de muchas más personas.

—Dulio, sé que te preocupa dejar a tus amigos aquí, pero piensa en todo lo que podrías lograr en el Vaticano —dijo Pablo con una sonrisa—. Tienes un don especial para ayudar a las personas y tus habilidades para controlar el clima podrían ser la clave para proteger a muchas personas en todo el mundo.

Dulio pensó en lo que Pablo le dijo y se dio cuenta de que tenía razón. Él podía hacer una diferencia a una escala mucho mayor si se mudaba al Vaticano y ayudaba allí.

—Tienes razón, Pablo. Voy a ir al Vaticano y hacer todo lo posible para ayudar a las personas allí —dijo Dulio, decidido.

Pablo lo abrazó con fuerza y le deseó lo mejor en su nueva aventura. Dulio sabía que extrañaría a sus amigos en el refugio, pero también sabía que estaría haciendo algo importante al ayudar a las personas en todo el mundo. Con un poco de tristeza en su corazón, se despidió de sus amigos y se preparó para su nuevo capítulo en la vida.

Ese fue el inicio del nacimiento de quien seria conocido como el ángel más grande del cielo.

El niño dorado.

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El estadio estaba en silencio, el poderoso ataque que había lanzado zerofuku no había logrado traspasar el enorme muro de viento que Dulio había convocado.

Maldita sea, ¿cómo Pudiste detener mi ataque bastardo alado? —grito Zerofuku todo molesto mientras Dulio dispersaba el escudo de aire.

Pero Dulio no respondió, ya que miro al Dios con una sonrisa sincera y se sentó mientras le decía.

—¿Necesitas ayuda, niño? —Expreso Dulio con tranquilidad dejando a todo el estadio en silencio.

Próximo capitulo: Arcángel 

El capitulo de flashback porque en una historia basada en shumatsu no podría faltar

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