Capitulo IX

Estaba muriéndome de sueño, no podía ni soportar el peso de mi propio cuerpo, y, antes de darme cuenta, había caído dormida al suelo. Al despertar, sentí que no había dormido ni cinco minutos, estaba toda sucia y la espalda me dolía, me encontraba acostada sobre el suelo mientras veía fijamente un rayo de luz incandescente que atravesaba el techo, me hostigaba los ojos, no era como el bello y cómodo resplandor de la luna, bueno, después de todo ya era día.

Me levante del suelo para estirarme y sacudir un poco el polvo de mi ropa, luego mire a mí alrededor detenidamente, Ragga ya no se encontraba. Siempre que llegaba la luz del día, se desvanecía por completo, como una pesadilla al despertar.

Tome mi bolso del suelo y camine hasta la salida, era extraño pero estaba despejada, no se veían señales de escombros de los escombros que me obstruían el paso o de la aboyada puerta metálica. Trate de asimilar todo lo que había sucedido todo el camino a casa, hasta un punto donde me sentí frustrada, ¿Por qué? por más tiempo que pasara con él, ¿Por qué? por más que lo mirara fijamente a los ojos, ¿Por qué? No era capaz de quitarme ese horrible sentimiento de encima... ¿Por qué? Seguía viéndolo.

Mi reloj marcaban ya las seis de la mañana, era muy temprano cuando llegue a casa, así que entre silenciosamente y revise la sala y la cocina, no había nadie, subí por las escaleras hasta la habitación de mis padres y abrí suavemente la puerta, aun dormían para mi alivio, me acerque lentamente al gabinete para dejar las llaves y luego salir, cerré la puerta y suspire mentalmente de alivio, ya no tenia de que preocuparme así que me dirigí a mi habitación, tire el bolso al suelo y me quite las botas, me acerque a mi cama y hundí mi cara en la almohada, solo quería descansar un poco más...

Los ojos blancos y la sonrisa perturbadora de Ragga, me perseguían, me acorralaban y me atrapaban, dejándome en una infinita oscuridad sin salida, me sentía asfixiada, sin aire, como si me ahogara en una piscina de alquitrán, no sabía si tenía los ojos abiertos se veía todo negro, excepto por una luz, blanca y resplandeciente se acercaba a mí, su luz se volvió cegadora dándome el sentimiento más agrio que puede experimentar una persona, la muerte.

Me desperté al instante respirando profundamente y sudando sin parar, solo pude dormir unos treinta minutos pero parecieron horas en esa horrenda pesadilla. De pronto Sentí que algo me faltaba, como si hubiese olvidado algo muy importante, pero seguía medio dormida y luego de esa experiencia lo último que me pondría hacer era pensar, así que le di poca importancia y baje a la cocina.

Mis padres ya se encontraban despiertos y se veían tranquilos, mi madre solo cocinaba mientras mi padre leía el periódico en la sala, me acerque a padre para saludarlo y charlar un rato, era la única manera de tranquilizarme. Pasaron las horas hasta dar las nueve, no sabía que era sábado así que no tuve que ir para la escuela, fui ingenua por pensar que lo de la mañana había sido suerte.

Nos quedamos todo el día en casa charlando, pero aun así no podía ignorar el presentimiento de que me faltaba algo, había olvidado algo muy importante y no podía recordarlo, hasta que mi padre pregunto.

— ¿Cómo vas en el periódico cariño?

Abrí los ojos de par en par y corrí hasta mi habitación, tome mi bolso y lo abrí rápidamente, no estaba, olvide mi cuaderno en el almacén, pero era extraño, mis otras cosas estaban en su lugar y no recuerdo haberlo soltado en toda la noche, tampoco había despertado con él en mis manos.

Tenía que encontrarlo, debía entregar mi informe el lunes y solo me quedaba un día para buscarlo, me coloque las botas y baje las escaleras, con el permiso de mis padres salí de casa lo más rápido que pude con camino al basurero, al llegar entre al almacén y mire los alrededores, no había rastro del cuaderno o de Ragga, solo había chatarra.

Regrese caminando a casa intrigada por lo que paso anoche, cuando doble en una esquina para pasar por el centro un policía me detuvo.

—Lo siento jovencita, no hay paso —Tenia un chaleco antibalas y una escopeta en la espalda, algo debió pasar.

Al preguntarle me dijo que el paso estaba restringido por un accidente, no quiso darme los detalles, era la oportunidad perfecta para una noticia, por desgracia no tenía mi cuaderno y el policía me impedía acercarme.

Cruce hasta la otra acera para tomar un camino más largo hasta mi casa, justo cuando llegue al otro lado note en el pavimento enormes y profundas grietas, estas seguían y seguían hasta dar al lugar del accidente, mire hacia atrás tratando de buscar por donde comenzaban, pero no había nada, no entendía para nada la situación, así que solo me retire desconcertada.

Cuando llegue casa me acerque una vez más a mi padre, estaba viendo las noticias mientras bebía café.

—Oye linda ven a ver esto —Llamo a mi madre.

Me senté junto a él y observe el televisor, me quede sin palabras, eran el accidente del centro donde tres delincuentes aparecieron muertos a mitad de la calle con enormes heridas alrededor de sus cuerpos, no sabían con certeza quien o que había provocado los asesinatos, las marcas que había visto no podían pertenecer a un animal, ni un tigre podría agrietar el asfalto con sus garras.

Tuvo que ser el sin duda, pero porque lo haría, porque ahora y no antes, no había ocurrido un accidente tan extraño todo el tiempo que he vivido en esta ciudad. Mi madre se acercó por detrás y me abrazo fuertemente para decirme.

—Todo está bien querida —Me acaricio la cabeza, era como si tratara de calmarme, pero al ver su cara de pánico, supe que ella era la que sentía miento.

Yo también lo sentía, uno profundo que no podía evitar u olvidar, no sabía cómo reaccionar ante la situación, pero algo dentro de mí sabía que este no iba hacer el único accidente si no hacía algo pronto.

Pensé en llamar a la policía, pero sería inútil contra alguien como él, si llegaran a desatar un tiroteo enloquecería y llegaría a matar hasta al último habitante de esta ciudad, ,también estaba el problema de que no me creyeran y me llevaran a un psicólogo, así que tenía que tomar el asunto en mis manos tomar el asunto en mis manos.

Me encerré en mi habitación a preparar todo, tome seda vieja de entre mis gavetas y las enrolle en una vara de princesa mágica que tenía guardada entre mis cosas de bebe, unas tijeras, una lámpara con muchas pilas de repuesto y otro cuaderno que tenía guardado en mi armario, hice los últimos arreglos para dejar todo listo junto a la puerta y luego acostarme a dormir.

Una alarma que programe en mi reloj despertador comenzó a sonar bajo mi almohada y lo apague rápidamente de un golpe, me levante de la cama ya vestida lista para salir, tome las cosas junto a la puerta y me encamine a la entrada, saque de mi bolsillo las llaves que volví a sacar del gabinete de mi padre, fui hasta el garaje y saque una bicicleta que me regalaron en navidad, sería más rápido y sencillo ir en ella.

Pedalee por cada una de las y calles, pase por el centro ignorando las ya tapadas marcas del pavimento, hasta que por fin pude llegar a la entrada del basurero, cuando me desmonte de la bici dos hombres se acercaron a mí, uno era alto y delgado, el otro un poco más enano y gordo, era raro ver gente en esta calle a altas horas de la noche, así que sostuve mi bicicleta con fuerza esperando lo peor.

—Qué suerte tenemos esta noche Tomas —Dijo el alto mirando la bici —, esta pequeña niña trajo ante nosotros una hermosa bici.

— ¿Seguro que quieres robar a una niña Milo? —El gordo saco una navaja de su bolsillo. Al verla mi corazón se aceleró.

—No es mi culpa que en esta ciudad sus padres no cuiden a sus hijos —Le contesto, sacando también una navaja de su bolsillo.

Entre en pánico, pero gritar empeoraría mi situación, cerré los ojos del miedo soltando la bicicleta lentamente, cuando de pronto en mi mente llego una imagen sombría, los ojos y dientes de Ragga se manifestaron en mi cabeza, haciéndome sufrir aún más.

Pasaron unos segundos antes de percatarme que, ya no se escuchaban las voces de esos dos hombres, abrí los ojos lentamente, para encontrarme con la imagen más aterradora de toda mi vida.

Los hombres estaban colgando en el aire, mirándome con terror mientras temblaban del miedo, no reaccione, solo me quede observando inmóvil como una piedra, sin dejar que el más mínimo ruido saliera de mí.

—Buenas noches querida Violet —Ragga se apareció ante mí, me miraba con sus brillantes ojos mientras mostraba la misma sonrisa perturbadora de siempre.

Se acercó lentamente a luz de una de las farolas dejándome ver cada parte de su cuerpo, quede atónita al presenciar su tétrico ser, era algo casi indescriptible, no encontraba las palabras para definir bien su aspecto, solo puedo decir que era macizo y gigante media dos metros y su piel era decrepita de color gris oscuro, lleno de rasguños y cicatrices por donde se mirara, sus dedos tenían filosas uñas que parecían de metal y su rostro era perturbador tanto que no fui capaz de mirarlo fijamente a los ojos como de costumbre.

Sostenía la cabeza de los hombres con sus manos, mientras estos solo lloraban del miedo pidiendo clemencia y piedad hacia la imponente criatura.

—Que interesante, ellos te dijeron pequeña querida Violet —Los levanto aún más hasta tenerlos por encima de su propia cabeza—, ah ella no le gusta que le digan pequeña.

Ragga apretó sus cabezas sin piedad, perforándoles el cráneo con sus garras y estrujando su órganos internos hasta exprimir sus cabezas como uvas, luego les arranco el cuello dejando salir un geiser de sangre sus cuerpo, los cuales cayeron justo enfrente de mí salpicando sangre sobre mi ropa.

Observe perturbada sus cuerpo sin vida, sentí como mi propio flujo de sangre se paralizaba del miedo y luego, en un acto inconsciente subí mi mirada a Ragga, estaba sonriendo mientras que con sus palmas aplastaba una cabeza junto a la otra. No pude soportar más tal acto sangriento, colapse y caí de espaldas al suelo parpadeando repetidas veces mientras Ragga me miraba.

—Dulces sueño pequeña Violet —Acerco su rostro al mío.

Antes de caer desmayada mire de reojo sobre su hombro y observe el cielo nocturno, una enorme y brillante luna se apareció ante mí, pero esta se empezó a desvanecer al igual que las otras luces a mi alrededor, hasta quedar completamente a oscuras.







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