Capítulo 2: La agonía de los vivos
Anastasia ingresó a la tienda cabizbaja y ahí la recibió Des, quien despachaba a la señora Martina, una clienta de rutina que siempre venía por el mismo remedio para la gastritis. Martina se despidió de Anastasia al pasar junto ella para salir de la tienda y la joven se quedó a solas con Des.
Reinó el silencio, mientras que Anastasia evitaba los ojos del imponente hombre al otro lado del salón. La chica podía sentir su penetrante mirada puesta en ella y finalmente, una lágrima solitaria recorrió su mejilla.
—Estaba poseída, ¿eh? —intuyó Des de inmediato.
Anastasia limpió la lágrima y respondió con un asentimiento. Ella siguió negándose a mirar a Des, observando por la ventana a los ajenos transeúntes que transitaban por la vereda.
—¿Lo sabías? —preguntó Anastasia con la voz entrecortada por el llanto.
—Lo sospeché cuando dijo que ningún médico había logrado diagnosticar... En realidad, percibí muchas señales en él que me hicieron sospecharlo, puedo casi asegurar que jamás la llevó delante de ningún médico.
—¡Él no sabía nada de nada! —Anastasia lo confrontó, creyendo que Des acusaba al muchacho de conspirar con un poseído—. Era sólo... Un joven ignorante que trataba de entender qué le sucedía a su madre...
—¿Y la apuñalaste? —preguntó Des con severidad—. ¿Diste fin a su tormento y el de su hijo?
—Por los cuatro espíritus, no. —Anastasia escondió la cara entre las manos—. No pude hacerlo... No delante de él...
—¿Y qué pasó con él?, ¿dónde está ahora?
Anastasia rompió en llanto y Des salió del otro lado del mostrador. Se colocó junto a la joven y la abrazó.
—Pequeña, Sílfide. —Suspiró Des—. Las de tu especie rebosan de tanta gentileza que las arrastra a la peor de las desgracias.
—Él no quería dejarla. —Sollozó Anastasia, acurrucándose entre los brazos de Des—. Y yo no fui capaz de obligarlo... Condené a ese pobre humano a una muerte segura... ¡Yo lo maté!
—Él se condenó solo, Anastasia, cuanto más endurezcas tu corazón, menos sufrirás.
—Lo siento tanto, Des, debí haberte escuchado...
—Lo sé, pequeña, pero ya está, sucedió de esta manera y es mejor que vayas a descansar.
Des no era muy afectivo y por lo tanto, no se le daba bien consolar a otros, pero, para Anastasia, él era una persona muy bondadosa —a su manera—, pues la había acogido cuando de niña aterrizó en ese mundo y la había ayudado a mantenerse en medio de la tempestad. Anastasia le debía tanto y por ello, no se atrevía a juzgarlo por su frialdad.
Cerraron la tienda más temprano, ya que Anastasia no se hallaba bien para atender a los clientes y Des comenzaba a sentir que su poción se debilitaba.
Anastasia se dio un baño, intentando aliviar con el agua de la bañera los tristes recuerdos que le detonaron el llanto. Enjuagó sus alas con mucho cuidado y las percibió ásperas al tacto, siempre estaban así, desde el día en que abandonó su dimensión; eso solía dificultarle el vuelo, pero se esforzaba aún así.
Cuando terminó el baño, regresó a la planta baja para cenar y ahí se encontró con la verdadera apariencia de Des. La poción había perdido efecto sobre él y ahora, había una criatura con cabeza de pulpo en lugar de un hombre. Él no tenía un nombre como tal y Anastasia lo apodaba Des en consideración a lo qué era como especie: un desuellamentes. Literalmente, una poderosa criatura que se alimentaba de los cerebros de otros y cuya piel era de color púrpura.
Des se preparaba con una túnica negra para salir y Anastasia sabía que iba a cazar su propia cena. Ella jamás lo acompañaba y solía quedarse sola durante las oscuras noches.
—No te desveles leyendo. —Des habló haciendo rebotar los tentáculos que yacían sobre su boca—. Duerme temprano y deja de pensar que lo que pasó fue tu culpa. —Desuellamamente la miró fijamente—. Hiciste lo mejor que pudiste y eso es mejor que no hacer nada.
Anastasia esbozó una débil sonrisa en medio de la tristeza y se despidió de él. Sabía que Des se alimentaba de cerebros frescos, pero también sabía que solía alimentarse de aquellos que estaban poseídos; aquellos cuyas almas habían sido tomadas prisioneras por los invasores de la oscuridad.
Perdió el apetito tan pronto Des se desvaneció en la oscuridad de la calle y Anastasia fue a su habitación. Se sentó en la cama, encendió su lámpara de noche y abrió el primer libro, pero no pudo leer su contenido porque las lágrimas se desbordaron sobre el papel.
Recordó a la mujer de aquella triste morada y su recuerdo se mezcló dolorosamente con el recuerdo de su hermana.
Presa del pánico, Anastasia cerró el libro y se incorporó. Caminó de un lado a otro, ansiosa y tratando a toda costa el no caer ante la tentación.
—Basta, basta —se dijo a sí misma—, no pienses más en eso...
Respiró agitada, se mordió las uñas y se arrancó algunos cabellos, intentando, inútilmente, liberarse de aquel impulso en su interior. No logró soportarlo y sacó la espada de su armario. La ató a su cintura y se deshizo de su abrigo, dejando que sus alas transparentes se irguieran con elegancia. Abrió la ventana con ímpetu y saltó...
Agitó las alas, pero no fue capaz de sostenerse en el vuelo, sin embargo, pudo amortiguar su aterrizaje; y tan pronto se encontró con el pavimento, echó a correr, impulsada por un estímulo lleno de ira y adrenalina.
«Los mataré a todos —pensó, empapando sus mejillas con sus lágrimas—, los devolveré a todos ellos al infierno del que salieron».
Usó sus alas para impulsarse de un lugar a otro y corrió con una admirable agilidad. Sus pasos no hicieron eco y aprovechó su ligereza para trepar a los tejados.
La luna llena coronó resplandeciente aquella tormentosa noche y Anastasia desplegó un poderoso salto para llegar a la siguiente calle. Aterrizó indemne sobre la acera, desenvainó la espada y sin pensárselo dos veces, se abalanzó sobre el primer callejón. Embistió el primer cuerpo, de aquel que trataba de esconderse del resplandor de la luna y lo apuñaló, llevándolo contra la pared.
El hombre poseído rugió y forcejeó, embistiendo con sus enormes garras a la joven sílfide, pero Anastasia contuvo su ataque con una mano, mientras con la otra, removía la espada para darle mejor acceso a su interior. Gorgoteo la sangre escarlata, combinada con una pestífera y densa sangre negra.
—Ustedes que invaden nuestra tierra y se comen las almas de los más vulnerables, no merecen mi perdón —declaró Anastasia, hecha un mar de llanto.
El poseído se convulsionó y Anastasia no tardó en darse cuenta de que éste se reía. Se apartó rápidamente, imaginando lo que venía y ocurrió; al monstruo le salieron tentáculos negros de la herida en el estómago. Tal parecía que el invasor dentro de ese pobre hombre se había alimentado de suficientes almas y ahora, usaba el cuerpo ajeno para transformarlo.
Los negros tentáculos se abalanzaron sobre Anastasia y ella blandió la espada, logrando cortar cada impetuosa extremidad. Sus pensamientos la nublaron tanto que, dejó de escuchar el silbido del viento y por un costado, la sorprendió una mujer poseída que la embistió. Anastasia salió despedida y se estrelló contra el pavimento.
Los dos poseídos combinaron sus risas y la joven se esforzó por incorporarse, pero la recién llegada se lo impidió, colocándose sobre ella. Anastasia agitó la cabeza, para despejarse de sus rubios cabellos que le impidieron ver a su oponente y se mostró estupefacta cuando vio frente a ella la dulce cara de la señora Martina mezclada con la malintencionada sonrisa del demonio.
—Niñita, tonta —ronroneó el invasor dentro del cuerpo de la señora Martina—, has desafiado tu naturaleza y ahora eres más propensa a corromperte.
—Me vendrían bien un par de alas para moverme mejor —comentó el otro poseído, detrás de la señora Martina o lo que quedaba de la mujer.
—Anda, cariño, trátame con la misma ternura de siempre. —Ésta vez, el demonio usó la voz de la señora Martina—. Cura mi gastritis y vuelve a decirme que todo va a estar bien. Que me voy a poner mejor.
Anastasia lloró al darse cuenta que, todo ese tiempo, la causa del malestar de la señora Martina jamás había sido una gastritis, sino que el demonio se estaba comiendo sus intestinos y su alma, escondiéndose bastante bien para que nadie se percatara de que yacía dentro de ella.
—Cúrame. —El demonio se mofó de Anastasia con esa palabra.
—Lo haré, señora Martina —juró Anastasia.
Sin dar cabida a la tristeza, Anastasia clavó las uñas en los ojos de la mujer y la bestia se apartó de ella rugiendo. El otro poseído se abalanzó sobre la sílfide y ella usó sus alas para impulsarse fuera de su alcance.
Pateó a la señora Martina por la espalda y la impulsó fuera del callejón, exponiéndola a la luz de la luna. El cuerpo de la mujer se retorció de dolor, el demonio dentro de ella gritó lleno de agonía y Anastasia corrió para recuperar su espada.
Rápidamente, se dio la vuelta y cortó las negras extremidades que el otro ya arrojaba sobre ella. Se abrió paso con la espada, llegó a él y le cortó la cabeza, la cual rodó hasta el exterior y aterrizó junto al cuerpo de la señora Martina, quien había dejado de moverse. La cabeza comenzó a carbonizarse, mientras que Anastasia seguía luchando con el resto del cuerpo.
El demonio ya no podía verla, porque había perdido el sentido de la vista de a quién le pertenecía el cuerpo y Anastasia aprovechó su ceguera para conducirlo al exterior, donde también se retorció y se carbonizó.
La cruel batalla dio fin de esa manera y ella se limitó a contemplar con amargura los dos cadáveres, sintiendo que el dolor y la ira no se desvanecían.
—¿Eres un hada?
La sorprendió una voz por detrás y Anastasia se dio la vuelta, descubriendo al chico de aquella mañana frente a ella. El joven la contempló con sorpresa y admiración.
—¿Estás vivo? —preguntó Anastasia.
—¿Eres un hada? —volvió a preguntar el joven, señalando sus alas y Anastasia no tuvo más opción que echarse a correr.
Los humanos no sabían que estos seres mágicos se refugiaban en su mundo y no sabía cómo podía llegar a resultar si alguien se enteraba, pero aquel mal día, el joven de los ojos de plata la había visto.
—Huye, Anastasia, huye cuanto antes —se dijo a sí misma.
—¡Hadita! —El chico trató de detenerla, pero Anastasia se escabulló entre los tejados y la oscuridad de la noche, dejándolo solo, bajo el resplandor de la luna.
Hola a todos y todas con besitos cariñositos 😘😘😘
Con esto, doy por terminada la presentación de esta nueva historia que estoy trabajando 🤩
Es una novela de fantasía y pertenece a mi colección de sagas llamada: "Universo Inesperado", que si me siguen en instagram, podrán tener un poco más de información sobre de qué se trata🤗
La he publicado con el fin de recibir opiniones y críticas constructivas, así que, siéntanse en libertad de señalarme cualquier error o posibilidad de mejora 😊
Espero que les guste esta historia y sí es así, por favor, déjenme muchos votos y comentarios para motivarme a seguirla 😍
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