N e u n z e h n.

Weimar viró los ojos limpiándose la mano con algunas servilletas de papel en lo que el rojiazul respiraba agitado recomponiéndose a apenas minutos para aterrizar en el aeropuerto de Berlín Oriental.

Debido al aburrimiento del largo camino fue él quien acabó por meter la mano al pantalón ajeno, acariciando y llegando a lamer un poco el miembro del menor que con todas sus fuerzas se contuvo de gemir todo lo que duró hasta correrse en la diestra del de piel amarilla que se encontraba impecable a diferencia de él, todo sudado y con la ropa un poco arrugada pero jodidamente satisfecho por lo que pasó.

Apenas tuviese la oportunidad le pediría que lo hiciera otra vez porque sentir su tibia lengua recorriéndole desde la base a la punta fue como tocar el cielo, no podía dejar de pensar en todo lo que le había enseñado en ese tiempo desde lo del bosque y estaba cada vez más hechizado por el europeo.

—Russland, ¿Russland estás en la tierra?, ya aterrizamos –El de rizos tronó sus dedos frente al rostro ajeno para llamar su atención, sentía en su nuca la mirada del de parche pero seguía ignorándolo desde la mañana—.

Cuando el menor regresó en sí se puso sus gafas de sol y salieron del avión tomándose la mano simplemente porque se le antojó andar como una estrella americana, le causaba mucha nostalgia ver su capital tan destruida pero apenas había pasado muy poco tiempo como para reconstruir hasta su esplendor magnífico.

Trató de mantenerse calmado llevando su propia maleta de mano que contenía también algunas cartas que había estado escribiendo para sus sobrinos, si todo salía bien podría entregárselas a Canadá para que las repartiera entre ambos pequeños, además de casi rezar para que el de estrellas no hiciera un escándalo al verlo allí cuando se suponía que llevaba dos décadas muerto.

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—¡Suéltame!, ¡Dije que me sueltes maldita sea, los voy a matar a todos, bastardos miserables hijos de perra no merecen seguir respirando! –A pesar de que lo retenían los eslavos la adrenalina de la ira llegaba a aumentar su aguante forcejeando contra ellos, siendo observando con una mezcla de miedo y fastidio por los humanos del bando socialista en la sala de reuniones—.

Todo se había tornado un caos, pero no era para menos, hablando libremente del porcentaje de mujeres y niños abusados por soldados Aliados y sobre todo soviéticos desde que se ocupó cada parte del territorio alemán. Weimar estaba herido a nivel personal por todo eso, no quería ni imaginarse cuántas de esas personas quedaron tan mal como para quitarse la vida o vivir con el dolor de sus recuerdos, las lágrimas de rabia abandonaban sus ojos a la par en que Urss conseguía sacarlo en brazos del lugar, solo entonces se rompió a llorar cuando nadie más lo veía.

Todo su hogar había sido no solo bombardeado sino también destrozado, sabía que lo que su hermano permitió que hicieran era igual de terrible pero experimentarlo en tu propia gente calaba profundo, así que quería irse ya de ahí ya que conociéndose los mataría a todos con sus manos sin parpadear.

—Demokraticheskiy cálmate ya, vas a hacer que te sancionen y estás bajo mi cargo –Repitió el de ojo dorado reteniéndolo entre sus brazos, él mismo también estaba enojado por lo que hacían sus soldados pero no podía vigilar a una cantidad tan grande—.

—Déjame.. me quiero ir a dormir. –Ignoró el hecho de que su voz estaba entrecortada y dejó caer sus brazos como señal de que ya no volvería a intentar golpearlo, cosa que funcionó porque momentos después fue soltado– Y no, no quiero la compañía de nadie.

Comenzó a alejarse sin dejarle opción a responder, ya estaba muy estresado y en realidad sólo quería conseguir un maldito cigarrillo, no le importaba su papel de adolescente en ese momento.

Consiguió escabullirse hasta el techo, aspirando el aire más fresco consiguiendo calmarse un poco hasta que un rato después el ruido de la puerta metálica abriéndose lo hizo girar dispuesto a soltar muchos insultos para que lo dejaran en paz.

—Oí sobre tu ataque de enojo, también habría reaccionado igual, pero te conozco bien y sabía que buscarías un lugar algo para escupirle a la gente sin que te viesen.. –La voz del de estrellas salió con nostalgia de sus labios un poco fruncidos por la mezcla de sentimientos que era verlo nuevamente sabiendo la verdad—.

—..Amerika... –Se quedó quieto donde estaba, si él ya sabía de su teatro tendría que persuadirlo a no decir nada– Me da gusto verte, es más fácil cuando ya sabes quién soy.

A pasos lentos se acercó al más alto y lo rodeó con sus brazos, siendo inmediatamente correspondido con ligera fuerza de más, también le traía viejos recuerdos que había enterrado.

—Te extrañé mucho, ¿Porqué no me lo dijiste aquella vez?, podría haberte ayudado a quedarte con los niños y conmigo –Jadeó el de franjas rojas de manera ansiosa, el tenerlo en frente otra vez y poder ver sus hermosos ojos le era maravilloso—.

—Ambos sabemos que no te hubiesen dejado quedarte con todos.. –Con ambas manos le acarició el rostro y se acercó hasta sus labios los cuales rozó en un suspiro, sentir sus manos frías en la cadera le causaba repelús por la diferencia de temperaturas—.

—Por favor ven conmigo, juro que mi gente encontrará una forma de mantener a raya a los comunistas –Rogó robándole finalmente el beso que añoraba, seguido de un par más entre suspiros, aferrándose a su cuerpo delicado—.

—Ninguno va a entender por qué me quieres contigo, deja que lo haga a mi manera –Weimar jaló un poco su corbata deshaciendo el nudo, se arriesgaba a que los vieran pero por un momento quería dejarse llevar y que tomasen su cuerpo hasta dejarlo satisfecho—.

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