F ü n f z e h n.
Teniendo ya tres meses completos en la mansión Soviética se había asentado bastante bien, aunque luego de que un exterminador se deshiciera de las bolsas con huevos de araña que puso bajo su cama tuvo que volver a su habitación, aunque por ello obviamente la culpa recayó sobre Rusia debido a su historial anterior molestando al tricolor.
De igual manera todo estaba saliendo casi como quería así que esa misma madrugada fue a visitarlo, subiéndose en silencio a su cama para despertarlo y darle un beso intenso que dejó embobado al jovencito castigado toda una semana entera con tareas extra, el cual ni siquiera cayó en cuenta de que el culpable había sido aquél que lo llevaba a sensaciones que nunca imaginó antes.
Como esta noche en la que nuevamente el germano había fallado en provocar al escarlata sentándose en sus piernas cuando estaban en el sofá solos, por lo que acabó metiéndose a la habitación del menor para acostarse junto a él y tocarlo un rato para distraerse de su fastidio. De cierta manera incluso aunque el de emblema de hoz y martillo fuese muy similar a su padre físicamente había algo en él que le recordaba a sí mismo cuando aún era un joven inexperto en la vida que apenas había salido vivo de la gran guerra.
—Tu habitación es más grande que la mía, se nota que eres el favorito –Dijo bostezando mientras se acurrucaba mejor entre los peluches de oso que tenía el menor, el lugar estaba bastante fresco por la mañana así que despertaba de mejor humor—.
—..Es porque nací primero que mis hermanos –Rusia le respondió en tono bajo escondido contra su hombro muriendo por acercarse aún más de ser posible con un abrazo incluso, pero le daba vergüenza preguntarle y recibir una negativa—.
—Hm si las cosas buenas son por orden de llegada entonces tengo algo de desventaja –El rubio viró los ojos levantándose donde estaba para sentarse sobre la cadera del ruso acostado con la intención de estirarse destensando su cuerpo y luego salir como si nada de la habitación, simplemente por molestar, causándole así una erección mañanera—.
Ya en su propia habitación abrió tanto la ventana como las cortinas blancas y dejó que la brisa lo resfrescara en lo que sacaba ropa limpia, era fin de semana y eso significaba que las mocosas se iban con Moldavia hasta la mañana del Lunes, así que sonrió y bajó rápidamente a la cocina ya vestido con ropa de diario, luego de hacer estado revisando libros y caminando por el bosque dio con una pequeña raíz de flor que en una bebida era capaz de provocar la calentura sexual en quien la consumiera y la aprovecharía para que el de ojo dorado la bebiese.
Así que se puso a hacer el desayuno para todos, con eso taparía el jugo especial para el guardián del territorio, este mismo ya le había enseñado a cocinar por lo que hizo algunos pancakes de avena con chocolate para luego tocar la campanilla bastante conocida haciendo que los demás salieran de sus habitaciones.
—Buenos días –Sonrió inocentemente mientras terminaba de comer lo suyo, no quería ser descortés pero necesitaba prepararse antes del gran espectáculo, sabiendo que el Soviético era bastante formidable en tamaño no quería ningún tipo de accidente que lo arruinara—.
—Buenos días Demokraticheskiy, gracias por hacer el desayuno para nosotros –El de parche aún algo retraído por lo pasado se acercó para acariciar un poco su cabello como recompensa, aunque lo extrañaba que él hubiese comenzado a comer sin ellos—.
—Tengo algunas cosas que hacer ahora, así que disfruten la comida –Y dicho esto subió casi dando saltos a su habitación, no podía haber margen de falla esta vez, entró a ducharse con la idea de quedar impecable y con un aroma tentador gracias a la loción que tenía—.
Los demás en la cocina se dispusieron a comer tranquilamente, aunque URSS apenas pudo beber la mitad de su vaso al oír que lo estaban llamando a su línea de la oficina en el primer nivel por lo que se levantó y le pidió a su hijo que terminase el jugo para no desperdiciar, este asintió llevándose a la boca un trozo de fruta y acto seguido se bebió el contenido del vaso ajeno incluso relamiéndose para limpiar algún rastro de sus comisuras.
Luego de ello las niñas fueron recogidas por un auto del Kremlin para ser llevadas hasta territorio fronterizo moldavo, dejando solos a los tres hombres en distintas zonas de la gran mansión.
Ya con media hora transcurrida Weimar salió de su habitación rumbo a la oficina del más alto, entrando sin tocar y viendo cómo tenía una energía ansiosa que lo hizo sonreír momentáneamente con malicia, caminando hasta su escritorio para rodearlo y sentarse en sus piernas como últimamente hacía, logrando sentir lo duro que estaba ya.
—Señor Sowjet, me siento algo aburrido, ¿Le importa si paso un rato con usted? –Sus encantadores ojos cielo buscaron la ajena de pupila dilatada, moviendo un poco sus caderas frotándose en su entrepierna de manera ya desvergonzada—.
El azabache soltó un jadeo cerrando el ojo, las cosas en su mente ya no estaban tan claras por lo que sus manos se posicionaron en la cintura ajena ejerciendo algo de presión a la par en que enterraba su rostro en el cuello del contrario, aspirando su delicado olor sorprendentemente delicioso, llevándolo a morderse el labio y acariciar hasta sus muslos. Sintiéndose victorioso el germano lo abrazó por el cuello y lo besó intensamente hasta rozar sus lenguas como un gran experto, siendo incluso correspondido hasta que intentó bajar la ropa interior ajena ya habiéndole desabrochado el pantalón con gran habilidad momentos atrás.
Pero fue entonces que el mayor volvió en sí alejando sus manos del tricolor y también haciendo que esté se levantara de sus piernas con prisa.
—No.. Demokraticheskiy espera, tienes que salir por favor –El de parche respiró profundamente buscando retenerse de los pensamientos que llegaban a su cabeza, maldecía que ahora la ropa del menor fuese tan encantadoramente corta—.
—¿Pero acaso no le gusta?, puedo hacer lo que usted quiera –Jadeó limpiándose la saliva excedente de sus labios, solo tenía que presionarlo un poco más para que terminase se dejarse llevar por sus impulsos—.
—Dije que salieras, ve a tu habitación. –No tuvo de otra más que hacer grave su voz en una orden, si pasaba con él un minuto más allí no podría evitar cometer una locura de la que seguramente se iba a arrepentir—.
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