Capítulo 6

Recomendación de Canción: Devil doesn't bargain - Alec Benjamin

Sus dedos se deslizaban sobre mi piel como miel, acompañando a la caricia su lengua, el rastro humedo que dejaba lograba erizar mis vellos, antontar mi mente y desequilibrar mis sentidos

Meza lograba someterme de formas extraordinarias, mientras mi rostro se hundía en la almohada de la misma forma que sus dedos en mis muslos. Feroz, mordaz, ardiente.

De esas veces donde no es suficiente, donde horas parecen minutos y la madrugada nos arropa. El moreno se encarga de dejarme claro que lo disfruta, contrayendo sus caderas en un ritmo más rápido, articulando al igual que yo los jadeos secos que raspan nuestras gargantas, finalmente cayendo en extasía, su espalda pegada a la mía, susurrándome en el oído cuanto me ama. -No me canso de ti.

Y los latidos de mi corazón aumentan con velocidad. -Eres mía. -Declara con la nota de orden en su tono.

Giro en mi posición para acunar su rostro, mirar sus ojos...Veo el brillo que me quita el aliento, como si fuese incapaz de ver a alguien más.

Otra vez le he perdonado una de sus muchas faltas, otra mentira habitual, intencional o por omisión. Una nueva desconfianza. Otra vez coloqué sus necesidades antes que las mías, estaba consiente, sabía que estaba mal, que mi cuerpo temblando, las gotas de sudor y el placer que experimentaba eran consecuencias de dejarle ganar, de drenarme.

La paz momentánea se transformaría en una pelea, en palabras hirientes, en traición. Yo lo sabía, él lo sabia, pero aquí estábamos incapaces de separarnos.

-Soy tuya. -Confirmé, muy a mi pesar, la realidad.

Trato de ignorar la mano de Meza en mi muslo mientras recuerdos de nuestros encuentros pasados, amenazan mi mente como una tortura. Lentamente me remuevo para que su agarre cese.

Con el silencio reinando en el auto, vamos en dirección desconocida, cualquiera diría que estoy cometiendo una locura, y no estaría en desacuerdo, sin embargo es más difícil negarse. De una forma u otra terminaría haciendo lo que él desea, la opción rápida es aceptar el destino.

-Casi llegamos.

Asiento.

No he querido hablar más, no he querido moverme siquiera, no estoy preparada para estar cerca de él, no estoy lista para aceptar que la he cagado el día del evento, no quiero verle y nublar mi juicio creyendo que esta vez será distinto.

-Nunca habías estado tan callada.

Arqueo una ceja pero no lo nota. -¿Tal vez no quiero hablar?

-Tal vez deberías...Quiero solucionar las cosas.

Pero ignoro el comentario. En su lugar suelto una pregunta que me sorprende:

-¿Por qué no me dijiste de la película?

No sabía que tenía esa duda en el fondo de mi mente, pero es muy tarde para retroceder en mis palabras. Meza alza una ceja y es que me arrepiento de no pensar antes que hablar.

-Creí que cuando te enteraras me llamarías, no lo hiciste.

-¿¡Llamarte!? ¿Cómo se supone que te llamaría luego de lo que ocurrió?

Lleva dos dedos a su frente, en un gesto que dice: "No empieces"

-No peleemos ahora, di todo lo que tengas que decir cuando lleguemos. ¿Está bien?

Me rindo por ahora, más que todo porque me encuentro agotada. Mientras las calles de la ciudad parecen ser menos gris y más verde, me percato que estamos saliendo de Elavec.

-Dejé a Rodrigo solo. -Mi pobre perrito se sentirá abandonado. -No puedes sacarme del estado.

-Tranquila, estará bien, estamos cerca.

Y como si fuese señal de su aclaración, en pocos minutos llegamos a una gran cerca de piedra con barrotes eléctricos, en donde el chofer solo necesita presionar un botón para que las puertas se abran frente a nosotros.

La hacienda la familia de Meza se deja ver entre los árboles, con una fachada increíble y el brillante tono ladrillo que cubre la casa principal. Nunca habia venido aquí, pero había visto el lugar en fotos.

Igual las imágenes no le hacían justicia, el lugar se veía salido de una revista campestre.

-¿Que estamos haciendo aquí?

Me da la sonrisa más grande que le he visto colocar. -Conocerás a mi madre.

-¿Acaso estás demente?

No respondió, pero su sonrisa fue suficiente pista para saber que hablaba enserio.

Como pude le seguí el paso, bajando del auto y en dirección a la casa, teníamos que atravesar un jardín amplio donde habían flores hermosas y plantas de frutas. Me sorprendió ver algo saltando entre los arbustos y me aferré a su brazo.

-Hay algo ahí. -Le dije, con miedo, porque odiaba que me asustaran.

Meza soltó una risotada cuando de entre los árboles salió un pequeño conejo blanco con manchas negras. De inmediato lo solté, pero él seguía con esa mueca suya de satisfacción

-Casi parece que no quieres conocerla. -Tal vez por mi posición o lo malhumorada que me veía.

-No entiendo el porqué de la visita es todo.

Conocía bastante de la historia de la familia Meza, de su madre, de sus hermanos, de su difunto padre y abuela, conocía muchas cosas. Y también sabía que durante 2 años, nunca me presento a su familia.

Marlene, su mamá, era una mujer muy hermosa, que se rehusaba a sentirse vieja, vestía ropa moderna, y se la pasaba bromeando con sus hijos, hablaban hasta de los temas más tabú para algunas familias, eran excepcionales, un poco disfuncionales en algunos aspectos sí -Pero que familia no tiene defectos. -como el libertinaje y el desentendimiento, que para mí, habiendo crecido en un ambiente tradicional, me parecía fuera de lugar

Meza era demasiado reservado, con sus secretos, con su entorno. Constantemente me sentía como algo oculto. Una cosa que no quería mezclar con su vida ya establecida, y ese sentimiento me había abrumado y creado varías inseguridades.

Entonces...¿Qué había cambiado ahora?

No quería asumir nada malo, mientras entrábamos por la puerta hacia la estancia. Todo el lugar perfectamente limpio y decorado en estilo rústico.

Recordaba la historia del moreno como si me la hubiese dicho ayer. Como le habían dejado solo en muchas ocasiones de pequeño. Sus padres se iban durante mucho tiempo,
y aquella vez donde no tenían dinero y comían sandía casi todos los días.

Una de las cosas que me empujó a quedarme luego de ver sus demonios, era que quería entregarle todo eso que sabía que no le habían dado -No lo material, que él mismo se lo había conseguido contrabajo- Sino, cariño, comprensión, lealtad, amor sin condiciones.

Yo creía que él merecía todo eso. Y tal vez era mi complejo de súper héroe hablando, pero en el fondo de mi mente, sentía que era mi responsabilidad sanarlo.

Meza tenía independencia desde los 13 años, cuando tuvo su primer trabajo, siempre apostó a lo alto y con la facilidad de inversión, experimentó las ventajas del dinero a muy temprana edad, nublando su adolescencia y forzándolo a crecer de forma prematura.

Tal vez por ello, en las muchas ocasiones en las que actuaba como un niño, se lo dejaba pasar, hasta me hacía gracia, sentía que necesitaba esa libertad, sentía que gracias a aquello podía soltar un peso, andar más ligero. Él era una de las cabezas de su familia y por más que sea, todo líder requiere un descanso.

Pero aunque su pasado le hubiera creado daños, aunque hubiera tenido las cosas difíciles, no justificaba lo que hacía ahora.

Al entrar, puse percibir un olor a vainilla, algo que de traducía a tranquilidad. Lo que chocaba con mi idea de su familia.

Detrás del umbral de la cocina, pude ver a su madre en la sillita de la barra, contuve la respiración. Finalmente conocería a su mamá, y estaba muy nerviosa.

Había imaginado la ocasión millones de veces, sintiéndome insuficiente porque él nunca se decidía a hacerlo. Y ahora mi mente viajaba a mil por hora. ¿Le agradaría? Fue mi primer pensamiento, pero no tuve tiempo de sobrepensar tanto cuando se levantó de un sopetón a pesar de que se le veía cansada.

-¡Pensé que tendría que ir yo misma por ella!

El comentario me desequilibró porque fue totalmente inesperado. Le vi sonreír, saludándome al mismo tiempo que Meza nos miraba con un atisbo de ¿Orgullo?

-Mamá, ella es Ronnie. -Dijo refiriéndose a mí.

Parpadeé apenas. Recuerdo haber hablado con ella pocas veces mientras estaba en conversaciones con él vía telefónica, recuerdo la risa en el intercambio de ambos debido a los chistes.

Sentí mis ojos llenarse de lágrimas. ¿Por qué hacía esto? ¿Por qué ahora? Cuando ya no estábamos juntos.

-Un placer, señora Marlene.

Ella me abrazo y quede pasmada. Estaba abrumada pero respondí a penas, mientras ella me miraba feliz.

-Gracias por soportar a este muchacho.

Mire de ella a Meza confundida, dando con la idea de que su madre creía que seguíamos juntos.

No me miro, la vergüenza no le daba para tanto.

No sabía que emociones pasaban por mi mente, me sentía triste pero feliz ¿?. Siempre quise conocer a la mujer que trajo al mundo a mi primer amor, la primera persona y la única que he llegado a amar sinceramente.

Así que decidí regalarle este momento a la yo del pasado, cumplir sus deseos porque se lo debía.

Conversamos por varios minutos, en los que me ofreció infinidades de aperitivos a los que por mis nervios apenas disfruté. Había hecho su pasta al horno especial y me insistía en que debía cenar ahí.

Se me hacía imposible ignorar la felicidad de la mujer al verme ahí, y la de Meza que mostraba perlas relucientes ante la imagen.

-Eres un tonto si dejas ir a esa muchacha.-Alcancé a oír como Marlene le decía a su hijo mientras se acercaba a la estufa.

Estaba estática en una de las sillitas del comedor, un notorio nudo en mi garganta.

El moreno ignoró el comentario, acercándose a mi y dándome una de esas miradas suyas, desde la altura. -¿Vienes?

Levanté una ceja en una pregunta no dicha pero me puse de pie, al instante colocó su mano en mi espalda baja, invitándome a avanzar.

-Le mostraré la casa a Ronnie, ya volvemos. -Dijo.

Su mamá desde la estufa murmuró un "no tarden" y algo acerca de la pasta.

Fruncí el ceño por el toque, pero seguí el camino que me dictaba en silencio. Había un ambiente cálido, ligero. Del tipo que sabes que pertenece a una casa de familia.

Me enfocaba mucho en los detalles, en parte para controlar mis ganas de llorar, y en parte para no olvidar nada de este momento.

Si tan solo esto hubiera pasado antes...

Me dolía el corazón, la cabeza, la mente, el cerebro, ¿Y quién quita? Cada órgano que pudiese transmitir dolor.

Sentía que iba a estallar, que cada partecita de mi se hacía más y más débil. Su mano en mi espalda terminó yendo a mi cintura y fue que me rendí, no pude contener más las lágrimas.

Tal vez era un ataque de pánico que no sabía identificar, o una especie de combustión automática debido a tantas emociones pero me ahogaría allí mismo de no dejarlo salir.

-Te odio. -Le dije, sintiendo como no podía hablar bien por los sollozos.

-¿Qué?

Se veía tan confundido, como si en realidad, en su mente nada tuviera sentido.

Le miro furiosa. -¿Qué hago aquí, Meza? ¿Por qué después de hacerme daño, romperme el corazón? ¿Por qué después de jugar conmigo? ¡De nunca hacer lo que te pedía, lo que te rogaba que hicieras por mi! ¿Por qué después de tanto tiempo pidiéndote que me demostraras que de verdad me querías? ¿Por qué tú madre cree que estamos juntos? ¿¡Por qué haces esto!?

Silencio.

Permanece sin emitir palabra, mientras lloro y mis puños empujan en su pecho con cada pregunta. -¿Por qué si yo nunca me rendí?

Y las lágrimas se transforman en sollozos, en verdadero sufrimiento de meses, de días, de horas pensando en razones. Todas traducidas a una única pregunta: ¿Por qué si dices amar a alguien le haces tanto daño?

Explotar te hace ver que no siempre puedes contener tus emociones, explotar te recuerda que eres una bomba de tiempo, explotar te deja exhausta.

Quería escuchar una disculpa, quería que me dijera que todo fue un error, quería que me suplicara olvidar lo malo, que en realidad estaría conmigo de una forma sana. Quería que se transformara en otra persona, que me gritara que me amaba y eso era lo único que importaba.

Pero con Meza...las cosas nunca eran como yo quería. Él era un dictador, un opresor, y yo su fiel creyente.

Era el diablo disfrazado de ángel.

Y bien conocido es el dicho: "El diablo no regatea"

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