Capítulo 30
Recomendación de Canción: Don't Forget About Me - Clones
Los días pasaron, aunque todo parecía haberse congelado en mi mente. La tierra siguió su curso. Las hojas cayeron de los árboles, el frío se instaló en mis huesos, y en un pestañear. El juicio había llegado.
No sé porqué me sorprendió que Meza hubiera huido de Elavec, ausentándose del juicio legal. Puede que haya caído en la realización que ni con la ayuda del padre de su novia podría salir de todas las demandas, menos, de la última relacionada con agresión hacia Iván.
Mi hermano lucía moretones marcados en todo el rostro, se había roto tres costillas, y estaba en reposo. Aunque me preocupaba no podía evitar pensar en mi mente: "Te lo dije."
Mi padre, decidió manejar todo el asunto, insistiendo a la prensa en que el ataque había sido directamente por la honestidad de nuestra familia, y no por un boicoteo premeditado. Logrando que Iván saliera bien parado, y nuevamente fomentando la mala fama de la familia Meza.
Y aunque no estaba de acuerdo, estuve ahí, de forma automática, ausente en pensamiento pero presente físicamente. Apoyando a mi hermano.
No duró mucho, luego de que reaccionara, que Iván hizo la pregunta que todos tenían al ver mi anillo de compromiso, ademas del detalle que no pasaba desapercibido; El jugador que se encontraba sin despegarse ni un segundo de mi.
Iván estaba apenas sentado en la camilla del hospital, con Laura a su lado. Aun así, tuvo la fuerza para decir: -¿Es cierto que te has comprometido?
Mis padres se levantaron del sofá en la habitación de hospital, y cerré mis ojos por un segundo, deseando que siguiera inconsciente.
Arrugué la nariz cuando mamá jadeó, Jean alternó las miradas entre mi y Eduardo, imagino que evaluándolo en su mente. Me parecía gracioso cómo hasta entonces, no le habían tomado atención o si quiera interés en quien era.
Asentí, levantando mi mano izquierda, la joya brilló bajo la luz blanca.
-Si...
Y eso nos trajo hasta este momento. La fiesta de compromiso. Aunque me negué. Tanto Laura como Dana expresaron su desacuerdo.
-¿Qué dirá la gente si no anuncias tu compromiso? ¡Pensarán que estás de amante!
Levanté una ceja viendo a mi madre. ¿En que siglo estábamos?
Laura sonrió. -Solo una pequeña fiesta, creo que nos vendría bien la distracción.
Sabía que hablaba más que todo por ella, ella necesitaba esa distracción. Con los rostros de desaprobación y la expresión triste de Eduardo, no pude negarme. Era como decirle que no quiero que sepan de nosotros.
Me sentía mal, porque para él debía ser duro. Era allí donde tenías muy en cuenta el dicho: "No escoges que quien te enamoras."
Así que ahora, estaba escondida en la alacena de la cocina, en el restaurante de Laura, fuera estaban varias personas que no conocía, por suerte Eduardo era sumamente dulce y se ofrecía a hablar con todos. No le importaba estar aquí, menos lo que mi familia hacía solo por quedar bien. Él quería ayudar.
Muchos de los amigos de mi padre se encontraban en la fiesta, y es que Jean no desaprovecharía una oportunidad para hacerse campaña a él mismo. Algo así como mi familia es perfecta, somos muy unidos. Por supuesto se encargó de dejar claro que mi futuro esposo era un jugador de fútbol americano exitoso y prometedor.
Además de las razones obvias de mantenerme oculta, también tenía mucho que ver con que estaba abrumada. Demasiadas personas felicitándome, preguntándome cosas, no podía manejar tanto a la vez, no cuando mi cabeza parecía estar en pausa desde la golpiza. Resultaba absurdo que el evento se desarrollara aquí, al menos luego de lo que había ocurrido.
Escuché la puerta abrirse y casi me encogí en mi lugar, tenía aproximadamente veinte minutos ahí, leyendo la etiqueta de las especias como si se tratara de algo súper importante. Por suerte la figura que apareció en el marco de la puerta fue Diana. Al menos mis amigas estaban aquí. Ella se me quedo viendo con el ceño fruncido.
-¿Qué haces aquí? -Hice una mueca, pero ella cerró la puerta detrás de si, y se sentó a mi lado en el piso.
-No quiero estar allá fuera rodeada de tanta gente.
-¿Quieres que diga que te enfermaste?
Niego riendo. -Seguro Eduardo se preocupa.
Diana me mira por un segundo. -¿Pero estás bien?
Le doy una sonrisa leve. -Sí, no te preocupes.
Cuando por dentro quería gritar: Ayuda.
-¿Estás segura de Eduardo?
Fruncí el ceño. -¿Segura de que? ¿de que se preocupara? Es muy atento...
-No, de que quieres casarte con él.
Cierro la boca apenas lo dice. Pestañeando varias veces. ¿Tan insegura me veía?
-¡Claro! -Solté. -Él es justo lo que necesito.
Asiente. -Solo lo pregunto porque tal vez...sea muy ¿Pronto? Es decir es un matrimonio.
-Yo...Diana él, es todo lo contrario a Meza. No me lastima, no me hace sentir insegura, me entiende. ¿Sabes?
-Pero...¿Deberías casarte con él solo porque es lo contrario a tu ex novio? Es decir, ya por ahí sabes que no lo has superado.
Cierro la boca, dejando que las palabras se asienten. Sabía que tal vez era un movimiento desesperado, pero esperaba que no se notara tanto a los ojos de los demás.
No sabía que decir, así que ella continuó. Tomando mi mano. -Sabes que te apoyaré en cualquier decisión, pero...¿crees que esta sea la correcta?
Estoy lista para replicar, "Puede que no pero quiero hacerlo." Aún así, la alerta en mi teléfono me lo impide, primero lo observo por instinto, luego, detalló el sello de la clínica de Elavec y frunzo el ceño.
-Es de la clínica.
Diana se acerca para ver la pantalla del móvil.
-¿Pediste cita? ¿Te sientes mal?
-No, son los resultados de mis exámenes de sangre, se habían tardado.
El mensaje tenía un pdf con los resultados de los exámenes, pero lo que llamó mi atención fue la nota del doctor.
"No ha habido anomalías, mejoraste bastante. Pero ya sabemos el porqué de los vómitos. ¡Felicidades!"
-¿Por qué te felícita? -Pregunta Diana.
Abro el documento de forma automática, leyendo con rapidez hasta dar en la parte de letras rojas que detalla la presencia de un embarazo.
Estoy embarazada.
-¡¿Embarazada?!
Automáticamente cubrí su boca con mi mano.
-¡Diana!
Tenía el corazón bombeándome sangre a todo lo que daba, sentía mis mejillas enrojecer y claro, estaba en shock. Realmente pensé que sería un problema como los de siempre, mi salud viéndose afectada por el estrés o las situaciones que han estado ocurriendo, pues, pocos respiros había tenido. Pero...¿Embarazo? ¿Un bebé? Eso si que no lo había contemplado. No tenía que hacer demasiadas cuentas, antes de hacerme los exámenes, Eduardo ni siquiera había llegado al país. El bebé era de Meza.
Estaba embarazada de Meza.
Quise abofetearme a mi misma.
-¡Lo siento! -Dijo mi amiga en un susurro. -¿...Pero que ha pasado? ¿Es de Eduardo?
Le miré de una forma que quedó claro que no, no era de mi prometido.
-Mierda Ronnie...
Si, mierda Ronnie.
Pareció haber pasado una eternidad en silencio, viendo la comida en los estantes como si fuese lo más interesante del mundo. Tenía tantos pensamientos que arremolinaban mi mente. ¿Qué pasará? ¿Qué haré? Y también tenía esta idea triste de que no quería ser juzgada, no quería saber ni que pensaba ella de mi.
Nunca había tenido en especial cuidado con Meza, pues nuestros encuentros siempre iban de la mano con espontaneidad y reencuentros. Aun así, siempre había resultado bien...Hasta ahora. Hasta la jodida prueba de sangre diciendo que esperaba un bebé.
Mi recuento mental es suficiente para darme cuenta del tiempo que ha pasado, y de que, la última vez que estuvimos juntos fue justo luego del evento de Diana, cuando pasó todo eso. No solo la muerte de Gabriel, sino, su declaración explícita donde quería una vida conmigo. Antes de que todo se fuera a la mierda.
Llevo una mano a mi frente, golpeando con más rudeza de la necesaria. Simplemente me recrimino, pues ha llegado demasiado lejos mi masoquismo, tanto que cuando he decidido avanzar, me ha alcanzado para decirme; No lo creo.
-Quiero desaparecerme.
-Ronnie...Siempre puedes abortar. Es decir, si no es de Eduardo...Y él tal vez..
Pero se corta, ambas lo hacemos, el ruido de la puerta hace que quedemos rígidas, levanto la cabeza para ver la puerta, ahí en el marco con la sonrisa borrándose está él, mi prometido. Estoy casi segura de que ha escuchado. Y quiero maldecir en voz alta.
-Eduardo...
Él me mira unos segundos a los ojos, como tratando de ver un indicio de la realidad en ellos, asegurándose de que lo que ha escuchado sea cierto. Sé que debo lucir como la persona más arrepentida del planeta, porque si, lo estoy. Entonces, consigue hacer un gesto, negando. Yéndose de mi vista. No pierdo tiempo para ir tras él, mientras sale por la puerta trasera.
-¡Eduardo, espera! -Digo, tratando de seguirle el paso en los zapatos altos.
Se gira de golpe apenas llega al inicio de la calle, se me sale el corazón. Así no debería transcurrir este día. Él con la mirada furiosa, los puños cerrados, enfundado en su traje azul marino. Y yo con el gesto atormentado y el vestido blanco por mitad de muslo. No. No deberíamos estar así, deberíamos estar juntos, felices, ansiosos por nuestra vida en conjunto.
Pasamos de ser la pareja feliz, a dos personas en mitad de calle viéndose con lágrimas en los ojos.
-¿Es de él? -Fue lo primero que dijo.
Suspiré, con labios entreabiertos. Tardo en tomar el valor de responder, solo dejo que las lágrimas salgan. -Pasó antes de que volvieras, no lo volví a ver. Te lo juro.
Aparta la mirada, verme debe ser lo último que quiere en este momento, puedo ver claramente la decepción es su rostro. El claro "esperaba más de ti." implícito. Me pregunto si así se sentía Meza cuando discutíamos, si yo colocaba la misma expresión, pues era muy doloroso.
Eduardo lleva los dedos al puente de su nariz. -Ronnie, mierda. ¿Por qué? ¿Por qué dejas que ese imbecil haga lo que quiera contigo?
Siento la herida en mi corazón abrirse con más intensidad, avanzó hacia el castaño con manos juntas. -Perdóname, por favor.
Me mira con lástima, lástima. ¿Me tiene lástima? -...¿Me amas?
Parpadeo.
-Yo...
Espera, espera a que recite las palabras, más no puedo. No era capaz de decirlo, porque...Lo quería si, pero no lo amaba.
-¿Por qué te ibas a casar conmigo?
Ibas.
-Tú eres lo que quiero.
Sonríe de forma amarga. -No se siente así. -Niega. -Ronnie, quise creer. Quise creer que si te daba tiempo te darías cuenta finalmente que ese tipo no vale la pena, que yo soy la mejor opción, quise creer que finalmente lo verías, pero no puedo tolerar que estés embarazada de él, y que justamente me entere en nuestra jodida fiesta de compromiso. ¿Qué planeabas hacer de todas formas? ¿Hacerme creer que era mío?
-Yo nunca dije eso. Estás colocando cosas en mi boca que no he dicho.
-¿Como el maldito Te amo que no eres capaz de pronunciar? ¿Te casarás conmigo y no me amas?
-Lo hago. -Digo de forma atropellada, tratando de aligerar la tensión. Estaba mintiendo. Su mirada se ablandó por un segundo. -No pedí que esto pasara, si pudiera cambiar las cosas lo haría, no quiero este sufrimiento, no quiero...perder esto. -¿No lo quería? o más bien me aterraba estar sola.
Las lágrimas salían sin poder controlarlas, mire a nuestro alrededor, no había nadie pero por sus gritos aunque esperaba que no pudieran escucharnos, estaba casi segura, era imposible.
-Si puedes. -Se acercó. -Puedes cambiar las cosas, aborta al bebé. Y todo será como antes de este error. Nos casaremos y estaremos bien. -Tomó mis manos en las suyas, pero para el momento en que sus palabras salieron, quise gritar. Sus piel parecía quemar la mía. Y es que no podía creer que había dicho aquello.
Las imágenes de los momentos compartidos con Eduardo se arremolinaban en mi mente como un film, cada segundo, cada instante. La noche en el club, la primera vez que nos conocimos en el estadio, las citas, las charlas hasta tarde mientras veíamos películas, las miradas, las palabras lindas de la nada, las flores, el concierto al que nos escapamos, la despedida, el avión que no tendría retorno, y aún así la seguridad de que podría contar con él. Todo lo que hacía. El Eduardo que conocí, era simplemente inigualable.
Pero justo ahora no se veía como la persona que había conocido, tenía el mismo rostro pero no actuaba como él. Ese Eduardo nunca pediría que abortara. Tal vez yo lo cambié...Tal vez esto era lo que yo hacía, tomaba a chicos buenos y los convertía inconscientemente en desalmados. Tal vez por eso me pedía algo así, tal vez yo era la culpable.
...-Porque no puedo criar el hijo de otro. Menos el de él. Solo le darías una razón sólida para nunca más salir de tu vida. Te amarraría solo con eso. No puedo. No quiero.
Sentía el toque de Eduardo en mi piel aún, sus dedos acariciaban mi mano como diciéndome; Hazlo por mi. Todo lo que podía hacer era tragar, el sabor amargo. Mirarle siendo consiente de que nunca alguien que te ame te pediría eso, tal vez se irían, colocarían limites, pero nunca te pedirían hacer algo de lo que tú no serías capaz. Algo tan importante, que te dañaría.
Si había soñado con ser madre, en silencio. Si me había imaginado una vida con Meza y los niñitos a nuestros costados riendo, si habría querido que se diera en situaciones diferentes.
Sabía que aquello era un error, un accidente, por así decirlo, pero también creía que era algo hermoso, no tendría las agallas, no podía. No es que estuviera en contra de quienes si lo hacían, no, solo que yo, personalmente no tendría la valentía.
-No...no puedo hacerlo.
Eduardo dejó caer sus manos, la esperanza abandonó sus ojos. Solo asintió, sin decir nada más, dándose la vuelta para marcharse por el estacionamiento. Posiblemente no tenía un rumbo fijo, solo quería alejarse de mí.
Me quede ahí parada hasta que desapareció de mi campo visual, escuché el rugido de un motor y entendí, se había marchado.
Entré por la puerta trasera en busca de mi bolso, no había nadie en la cocina lo cual fue un alivio, escuchaba los murmullos de todos en la estancia. Si nos oyeron.
Tan pronto como divisé el bolso, salí corriendo de ahí. Tenía demasiada vergüenza como para pedir la ayuda de mis amigas. Por suerte mi auto estaba parqueado cerca. Era la única ventaja de haber llegado por separado. Y ahora se me hacía más claro porque estaba tan nerviosa. Parte de mi no quería seguir con esto. Todo lo hacía por miedo.
No me detuve a mirarme en el reflejo del auto cuando lo abrí, sabía que era un desastre, pero nada se veían peor que como estaba por dentro. No sabía que hacer, ni cómo hacerlo, pero también quería poner tanta distancia posible pudiera del desastre que implicaba esta fiesta.
Estaba embarazada. Apenas y podía adaptar mi mente al pensamiento.
Teclee en mi teléfono solo para encontrar su número, suspiré. ¿Qué haría llamándolo? ¿Cambiaría algo? Pero la necesidad de decírselo me carcomía incluso si solo lo sabía desde hace segundos. Era algo nuestro...de nosotros. ¿Le importaría? ¿Cambiaría algo ahora que se había ido?
Contengo el sollozo esperando a que la línea sea descolgada, pienso al principio que no atenderá.
Ya está, estoy sola en esto.
Pero luego de unos pitidos decide responder.
-¿Qué? -Suelta de forma brusca.
Dejó salir el llanto que contengo de solo escucharle, siento que cada parte de mi cuerpo duele. Inclusive dentro del auto, oculta, creo que quiero desaparecer.
-¿Qué pasa? ¿Ya te aburriste de tu novio? ¿O es que me quieres de padrino?
Suspiro, tratando de que las palabras salgan. -Estoy...embarazada.
La línea queda en silencio, tanto que tengo que chequear si no ha finalizado la llamada, pero sigue ahí, entonces respiro, sintiendo necesario agregar:
-De ti.
Escucho como jadea, seguido de un suspiro. Imagino que para él es demasiado para procesar en tan poco tiempo, igual para mi, sigo creyendo en el fondo que me dirán: "¡Es una broma!" pero todo coincidía perfectamente.
-¿Dónde estás? -Es lo único que dice, arrastrando las palabras.
Niego aunque no puede verme. -No puedes venir, es la fiesta de compromiso. Si Iván te ve...o peor mi padre.
Él ríe de forma amarga. -¿Eso es lo que te preocupa? ¿Y tu novio qué? Es tu puta fiesta de compromiso, pero no puedes casarte con él, menos cuando tendrás a mi hijo.
Muerdo mi labio para reprimir un chillido por llorar. Mi hijo.
-Meza...
-¿Dónde mierda estás?
-En el restaurante de Laura, pero ¿Tu no te habías ido ya? Eso fue lo que dijeron.
-Si lo hice, pero tuve que volver a Elavec -bajo perfil- Estoy cerca, ¿ok? ¡No te muevas, iré!
-Sería un espectáculo...
-¿Todavía te importa lo que él diga?
-No, Eduardo me dijo que abortara para estar con él.
-...¿Qué? Tu...tu-no no lo harías. ¿Cierto?
-No. -Declaro sin pensarlo. No me pasaba por la mente la posibilidad de enserio considerarlo. -Deja que te alcance en la autopista. Y así podremos hablar los dos.
Casi puedo imaginarlo asistiendo lentamente, cómo cuando trata de entender algo que le explico. Pero no cuelga, por lo que tampoco pongo el auto en marcha.
-¿Ronnie?
-¿Si? -Mi corazón está muy acelerado, la expectativa de verle y lo irreal que se sentía la situación.
-Te amo, todo estará bien.
Suspiré, creyendo justo eso.
Puse el auto en marcha para no mirar atrás, tenía este sentimiento en el pecho, algún tipo de emoción mezclada con necesidad, con la chispa de esperanza que tal vez...¿Podría este ser un nuevo comienzo?
Aceleré hasta perderme calle abajo, todo estaba rodeado de árboles por los lados de la carretera, para este momento, los invitados deberían haber notado la ausencia de nosotros en la fiesta, aún así, no me importaba, huir con el vestido de gala, dejar a mi familia en ridículo. Tenía muchas cosas en mi cabeza y esas no eran las primordiales. Parecía que el aire había cambiado, que había una promesa no dicha en el ambiente.
La presión en mi pecho antes hubiera sido señal de algo malo, pero quería adjudicarla a la ansiedad de lo desconocido. Habíamos pasado por tanto. ¿Sería este el momento que había estado esperando? Una razón suficiente para dejar todo atrás, mejorar juntos, ser eso que queríamos. Prometí en mi mente dar lo mejor de mi, no ser como mis padres, tratar, porque le amaba.Sus acciones pasadas habían roto mi corazón, pero si podíamos superarlo...
Pero mi tren de pensamientos se acalló, cuando tuve que disminuir la velocidad. No solo mi pie en freno se detuvo, sino que también mi corazón.
En un principio traté de calmarme, pero mientras más cerca lo veía, se me hacía imposible. Detuve el vehículo de inmediato. Reconocería la carrocería donde fuera, el auto de Meza estaba volcado en la autopista, el metal apachurrado, como si estuviese hecho de papel.
Habían varias personas alejadas de la escena, conglomerándose, en un grupo que no dejaba ver nada más allá. Tal vez gente que al igual que yo se detuvo al presenciar el accidente.
Mi corazón de pronto revivió para latir a toda máquina; La vista del pavimento tintado de sangre. No necesité detallar nada más, corrí hacia él de forma atropellada por el calzado.
-¡Ya he llamado al 911! -Decía una mujer.
-¡La ambulancia viene en camino!
-Se ve muy lastimado. -Decía otro hombre, que trataba de hacer que reaccionara. -¿Me puede escuchar?
Él apenas se movía.
Aparté a las personas de un solo movimiento, abriéndome paso por la multitud. -¡Meza!
Ahí estaba, rodeado por la gente, lucían como buitres frente a carne fresca. Me arrodillé, acercándome, el pavor se apoderó de mi sistema nervioso en totalidad.
-Amor, no...dime, dime que estás bien.
Su pecho apenas subía y bajaba con dificultad, estaba lleno de sangre y cortes, tan profundos que solo indicaban que salió disparado del auto. Debía haber estado conduciendo sumamente rápido.
-¿Lo conoce? He tratado de ayudarlo pero está muy herido.
Miro al hombre de frente a mi, con las manos ensangrentadas y la expresión preocupada. Solo puedo asentir, llorando, abrazando como puedo el cuerpo de Meza, llevando su cabeza a mi regazo y dejando que las lágrimas salgan.
-Te amo, lo siento, lo siento tanto.
Apenas soy consiente del pequeño quejido que emite como si estuviese tratando de hablar. No puedo parar de llorar, no puedo.
-Por favor, tienen que retroceder. -Avisa el hombre uniformado, apenas me percato de la ambulancia y los ruidos de la sirena. Las personas nos miran con lástima, yo solo puedo llorar, aferrándome a él.
No siento que respire.
-Señora ¿Está bien? -¿Por qué me lo preguntan a mi? ¿Es que acaso no lo ven a él?
-A-ayúdenlo. -Digo.
Uno de los paramédicos lo toma para medir sus signos vitales, me cuesta mucho dejarlo ir. El otro me pide que lo vea, tratando de examinarme, debe pensar que estuve en el accidente con él. Sin embargo no puedo despegar los ojos de Meza.
El paramédico niega viendo a su compañero. Mis ojos se nublan con una tanda nueva de lágrimas. Me tratan de alejar de él, por mi histeria, por mi desesperación, por mis gritos desgarradores. Pero cuando cubren su cuerpo con la manta plástica se que ha acabado.
Entregándome su último respiro; Meza muere frente a mis ojos y se lleva nuestro destino con él. Su sangre manchando el vestido que alguna vez fue blanco, como si se tratase de vino derramado, como cuando él enloquecía de rabia y destruía el licor.
Podría ser karma, mala fortuna, las consecuencias de sus acciones, o simplemente el curso de la vida.
Pero esta vez...Él fue destruido.
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