Capítulo 22

Recomendación de canción: Lonesome - Sabrina Carpenter

Elena Poe escribió: "Hay cosas que no sabía que sentía hasta que las escribí y me dolió leerlas."

Y vaya que me identifiqué.

Ahí estaba el punto de por qué decidí escribir un libro entero acerca de alguien deplorable, de una serie de situaciones desgarradoras. Había cosas de las que estaba consiente que me dañaban. Y otras, que no fue hasta que las plasmé en letras, que entendí, todo el daño que me hicieron.

No era un libro de romance aquel que tenía guardado bajo llave en el escritorio. Era una obra de memorias, de tragedias, experiencias, lecciones y finalmente una obra de él.

Cada página, cada oración, en cada letra, vocal, adjetivo. En cada párrafo estaba yo, pertenecía a nosotros en totalidad. En cierta forma era la única manera de inmortalizar algo que estaba destinado a morir.

Era gracioso que él nunca leyera mis párrafos tristes al rogarle que me entendiera, pero leía detalladamente cada parte del manuscrito que le enseñaba. Incluso, hasta señalando como lo "exponía" con sus diferentes actitudes.

-No dejes que nunca termine. -Había dicho refiriéndose al libro. -Saca miles de continuaciones, algo así al estilo de Harry Potter.

Yo reí. -Me falta demasiado para ser una J.K. Rowling.

En el fondo sabía que él quería que no tuviera un final, por lo mismo de que tal vez dejaría de pensar en él. Quería prolongar nuestra historia de todas las formas posibles.

Pero como un día le dije, mientras me sugería la idea de crear un libro de nosotros: "No me gusta la idea porque tendría que darle un final, y no quiero que nosotros lo tengamos."

Henos aquí, si lo escribí...

No me molesto en chequear si Meza sigue en la sala cuando entro, tomo una copa de champagne de una bandeja que traen los mesoneros y me dirijo al frente, a donde Laura e Iván esperan. Respiro profundo, arreglé como pude mi maquillaje antes de entrar. Así que solo quedaba actuar, y lo hacía por Laura, únicamente por ella.

-Buenas noches a todos. -Comencé, para mi mala suerte Meza seguía ahí, no le importaba lo suficiente como para irse, seguía en la mesa con mis padres, como si nada. Trague saliva y continúe. -¡Gracias a todos por venir y celebrar la cena de ensayo para el gran día de mañana! -Como pude alise mi vestido en un gesto nervioso. Tenía algo escrito en una hoja arrugada en mi bolso de mano, pero lo había olvidado con tanta conmoción, arrojándolo a una de las sillas de atrás. Tenía que improvisar.

....-Laura e Iván parecen ser la pareja perfecta. No creo haberlos visto pelear más de una vez, o si quiera tener rencor entre ellos. -Digo, con una sonrisa débil. -Pero conozco a mi hermano, sé que él encuentra formas de fastidiarla. -Mi vista de pronto cae en Meza, y siento las ganas incesables de llorar, más no me permito dejar de verle, él es en quien pienso mientras hablo. -Aun así, se aman. De lo poco que sé del amor, es que supera los obstáculos, de que es fuerte, que te motiva a mover montañas, a construir desde cero, a luchar...El amor no lo puede todo, pero lo es todo. Encontrar a una persona con la que conectes, con la que puedas ser tú mismo, y superar todas las pruebas que la vida les ponga por delante, es un privilegio.

La lágrima que rueda por mi mejilla definitivamente no la puedo controlar, dejo de mirarle, aunque él tiene los ojos -que hoy han decidido ser oscuros.- en mi. Iván y Laura están sonriendo, aunque se que mi hermano desaprueba parte de lo que digo.

...-Estoy feliz de que mi hermano pueda disfrutar del privilegio del amor real. ¡Salud por los futuros esposos!

Todos alzan sus copas y beben. Yo engullo todo el contenido y salgo cuando se acercan a charlar con ellos.

Me escabullo por el mismo lugar y rodeo el jardín para llegar al lobby desde el lado opuesto. Cuando me libero de todo, no lo pienso dos veces antes de subir a mi habitación, cambiarme el vestido por el pijama y llorar todo lo que necesito. No contesto las llamadas de mi hermano, o los mensajes de mi familia preguntando a donde e ido. No me necesitan mas allá, solo quedaba bailar, cenar y prepararse para mañana.

Me tendré que disculpar con Laura, pero simplemente no podía. No tenía la fuerza de seguir con la noche. Me refugié en la comida chatarra del servicio de cuartos, una película de comedia romántica y traté de dormir.

No antes de escribir en el texto:

Hubiera querido que estuvieses conmigo esta noche.

Y enviarlo a Eduardo, sabiendo que en realidad quería decírselo a Meza.

La novia fue un manojo de nervios desde temprano, pero ahora mientras caminaba por el altar. -Una alfombra con camino de rosas instalada en el jardín del hotel.- parecía un ángel. Julián no paraba de llorar mientras la llevaba del brazo, la marcha nupcial marcaba los segundos en los que tardaría en encontrarse con mi hermano, de frente al padre que los casaría.

Veía todo apenas consiente, con las rosas en mi mano, y el ramo de Laura a la par. El padrino, Daniel, el único amigo que le conocía a Iván, estaba sonriente, una gran sonrisa que dejaba en evidencia lo feliz que estaba por él. Y yo trataba de imitar la mueca.

Me era imposible pretender completa tranquilidad después de todo lo que ocurrió ayer, seguía oyendo la risa de Iván en mi mente y los ojos decepcionados del moreno. Todo en loop.

No es que estuviera mal por la boda, sino por todo lo que había pasado, de pronto me sentía tan sola, tan...Solitaria. Y es que eran sentimientos distintos, y los vivía a los dos.

La pelinegra lloró cuando compartieron votos, pronto sus dedos estaban enlazados con anillos y así se habían casado. Parecía increíble como en segundos podrían cambiar las cosas.

Ambos se besaron con ahínco y todos los invitados sonreían. El coro de vitoreó fue amplio, mientras los rociaban con arroz, se tomaban fotografías y recibían felicitaciones.

-¡Me casé! -Gritó Laura.

Y aunque estábamos lejos por la multitud de invitados, le sonreí, había aprendido a querer a Laura incluso más que a mi hermano en ocasiones. Estaba feliz por ella, porque se merecía cosas hermosas. Aunque, estaba egoístamente triste por mi, porque yo también creía que merecía cosas lindas. ¿Pero... cuando sería mi turno?

También estaba el hecho que había imaginado este mismo futuro con él y sabía que no sería posible, hoy estaba más que convencida. Pues otros días albergaba esperanza, esta vez, ya no la tenía.

Y dolía.

Meza no estaba en la ceremonia de la boda, dudaba que apareciera en unas horas por la recepción, pero aún así, estaba preparada, máscara de pestañas a prueba de agua y ayuda emocional en el chat de mis amigas. Nada era demasiado.

Mientras los novios se compartían, me permití ver más allá de la entrada, mi corazón casi se me para. Eduardo me veía de forma tímida, con un traje a la medida perfecta, en un azul náutico que hacia que su piel clara resaltara bastante. Corrí hacia él sin importarme los zapatos de tacón alto.

-¡¿Qué haces aquí?! -Le dije, abrazándome a su cuello.

Él sonrió antes de besarme. -Dijiste que desearías que estuviera, aquí me tienes.

Con Eduardo a mi lado la fiesta de recepción era más amena, todos estaban enfocados en los novios, la bebida y la comida, demasiadas emociones y música alta como para prestar atención a mi y a mi cita. Y eso me tranquilizaba. Teníamos varias horas en el gran salón, otro de los múltiples con los que contaba el Hotel Vienna. Y me encontraba ligera, el sentimiento de soledad no tan latente en mi cuerpo como antes. Eduardo era como una bandita al corazón.

-¿Ya te dije que estás preciosa?

Sonrío por lo que parece una millonésima vez. Me duelen las mejillas de tanto reír. Estas últimas semanas habían sido lindas, caóticas, tristes, creo que demasiadas cosas juntas.

Aun así, él se había quedado, escuchando, entendiendo, comprendiendo cada cosa. Si bien el tema de Meza había sido tocado apenas superficialmente, Eduardo sabía que había algo en mi corazón que no sanaba aún, y él quería ayudarme a que lo lograra.

-Como una tres mil veces pero no me canso. -Respondo, entregándole su trago, jugo de mora. -Te empezaré a llamar morita.

Él frunce el ceño. -¿Enserio?

-Claro, un apodo de cariño, por tu obsesión extraña con las moras.

El castaño me sonríe de lado, tenía la chaqueta del traje colgada de la silla y me miraba con una mezcla de cariño y gracia. Era refrescante el hecho de poder descifrar lo que pensaba, en vez de tener que escarbar por la mínima señal de aprobación en su conducta.

-¿Quieres bailar?

Asiento. -Me has hecho bailar más en estas semanas que lo que he bailado en toda mi vida.

-Perfecto, pretendo seguir haciéndolo. -Dice, tomando mi mano.

Me dirige a la pista de baile y contoneamos el cuerpo al ritmo de la tonada movida, mi vestido combinaba extrañamente con el traje que llevaba, los dos tonos siendo oscuros y elegantes. Laura me ve por entre las personas y me lanza un beso, sonriendo, se ve que la está pasando genial. Mis padres no están en la fiesta, la mayoría de los invitados mayores se han ido a pasar el rato a los jardines o de vuelta a sus habitaciones.

Parecía que el comienzo fatídico del fin de semana ahora se alivianaba, con risas, baile, se sentía como ese momento cuando conectamos en la fiesta del equipo, casi parecía que le conocía de años, cuando casi teníamos un mes en la vida del otro.

Para el momento en que el Dj cambia la canción a una tonada lenta, nos miramos con una sonrisa. El hombre toma el micrófono dice: -¡Hora del cambio de parejas!

Me mira con una ceja alzada, rio encogiéndome de hombros, cuando una de las chicas invitadas se acerca a Eduardo, su expresión denota preocupado pero le aseguro que está bien. Es una fiesta. Y él no me produce celos...

-¡Extráñame! -Le digo. Al mismo tiempo que me toman de la cintura.

Me giro para ver de quien se trata, esperando a alguna otra persona claramente, pero ahí estaba Meza. Había llegado demasiado tarde, olía ligeramente a alcohol, y tenía los ojos brillantes, demasiado rojos.

Meza me atrae a su cuerpo, fuera de la vista de los demás en la oscuridad de la pista de baile y hacia lo apartado, y aún cuando pongo algo de resistencia, termino accediendo. Había algo en él, en su toque, me era imposible decir que no. Así fuera algo mínimo.

-¿Qué estás haciendo?

-¿Qué haces con ese idiota? De paso ni es atractivo Ronnie, como vas a cambiarme por eso.

Frunzo el ceño. -¿Qué tanto has bebido?

-¿Qué tanto has bebido? -Me imita, girando los ojos. -No solías bailar conmigo. -Dice, afianzando el agarre en mi cintura, la tela de seda es lo suficientemente delgada para que el calor se instale en mi piel.

Me siento pequeña, confundida, es más me siento estúpida. -Meza...¿qué haces aquí?

-Me invitaron.

-Sabes de lo que hablo...

-Ronnie. -Me dice, susurrando en mi oído. Estoy tan cerca de él que mis pechos se pegan a lo duro de sus pectorales, con los zapatos altos logro llegar al menos a una altura un poco equivalente. -Te amo.

-No. -Digo al instante, viéndole fijamente. -No hagas esto.

Me separa de él. -¿Qué? ¿Es por él? -Se ríe sin gracia.

Es un juego, para Meza es un juego. Me digo mentalmente. Solo quiere saber que estoy disponible cuando lo desee.

Siento como se termina de romper mi corazón en ese momento, cierro los ojos. ¿Si pretendo que esto no está pasando se acabará?

Tengo que dejarle ir, siempre será así, siempre.

Me aparto en totalidad, dejándolo solo. No esperó que lo dejara ahí solo, de pie. No sabe que decir. Y yo, no me quedo para averiguarlo.

De pronto se me hace muy difícil mantener el equilibrio por mis piernas temblorosas. Eduardo emerge no sé bien de qué lugar, me brinda su brazo para sostenerme, le miro con agradecimiento.

-¿Está todo bien? -Pregunta.

Solo se que las palabras que salen son una manifestación de lo más profundo de mi alma. -No, pero lo estará.

Tiene que estarlo.

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