Capítulo 20

ADVERTENCIA: ABUSO S.

Recomendación de canción: Bored - Billie Eilish

Todavía recuerdo aquel día. Sería todo más fácil si pudiera olvidarlo.

No había querido ir a esa fiesta, no conocía a nadie excepto por mi amiga de la universidad; Arianne. Pero estaba tan triste que necesitaba salir de casa, así que accedí a acompañarla.

Pensaba que tal vez solo necesitaba eso, salir de las cuatro paredes que me hacían sentir más atrapada. Que me hacían notar más la ausencia de él.

La cuestión con Meza siempre era así. Nunca estábamos cien por ciento bien, lo quisiéramos o no, al final teníamos algo por resolver. En esta ocasión, su falta de lealtad. Y sonaba muy idiota de mi parte decir que era algo por resolver.

Le había cortado la llamada, completamente segura de que estaba en la otra línea con una mujer diferente. Completamente segura que su falta de atención desde ya meses, se debía a un nuevo interés femenino.

Es que peleamos demasiado.

¿Pero por qué lo hacíamos? ¿Había tratado de resolverlo?

Era mejor irse, dejar cosas a medias, romper los pequeños lazos de confianza que quedaban. Era mejor jugar a cuantas podía conquistar. Supongo que era mi culpa, constantemente alimentar su ego. Alabar al narcisista, inmaduro, ese que no sabía lo que quería, y era capaz de arrastrar a quien fuera con él. Incluyéndome.

Yo no estaba mentalmente bien y lo sabía, pero aún así había querido escapar de mi propia mente, de divagar cada segundo en la misma cosa que me hacía daño. Esperaba al menos entretenerme, pero al llegar a la casa apartada no había siquiera música sonando.

Tal vez llegábamos temprano.

Pero Arianne no se veía extrañada en lo más mínimo, es más, sonreía a su reflejo en la ventana de la casa. Era gigante, como la mayoría de las propiedades en la zona, apartada lo suficiente como para que su patio trasero fuese una piscina completamente ancha y lujosa.

Ella, que lucía su piel morena bastante expuesta en shorts de mezclilla y una camiseta apenas, saludó al chico de la entrada con un beso en los labios. Desconocía que tuviera pareja, pero tampoco creía que él lo era.

Escuchaba chicas charlando en la piscina, así que al menos no estaría siendo un mal tercio, pero cuando Arianne me dejó sola en la entrada, fruncí el ceño.

-¡Enseguida vuelvo! Iremos por hielo.

Claro ir por hielo era un código disimulado de decir que querían ir a tener relaciones.

Asentí, tragándome el retorcijón de mala espina que tenía, no habíamos estado en la casa por más de cinco minutos y ya estaba sola, si yo fuera el chico al menos me preocuparía por mis cosas, pero aparentemente tener dinero era sinónimo para él de ser descuidado.

Hice mi camino hasta el patio donde estaban las chicas, charlaban muy metidas en su conversación, con risitas y visiblemente ebrias por la botella de colores que reposaba en la orilla de cerámica.

Les saludé pero no se molestaron en verme, sopesaba mis opciones de quedarme en el sofá de la estancia, pero no tenía recepción en el móvil por lo apartado que estaba todo. Entonces miré más allá de las chicas, y le vi.

Gabriel.

Gabriel quien tenía meses acosándome, él que amenazaba mi vida hasta en pesadillas, quien abusó de mi, quien hasta el día de hoy había complicado la intimidad en mi vida.

Estaba ahí, sonriendo con una cerveza en su mano, completamente tranquilo y viéndome como si fuese algo de comer. Se me erizaron los vellos del brazo. Me temblaron las manos.

Quería gritar que no se atreviera a mirarme. ¿Qué hacía él ahí? Nadie sabía lo que ocurrió con Gabriel, nadie a excepción de Meza. Pero él no estaba ni cerca.

Y tal vez me estaba alarmando antes de tiempo, pero pensándolo bien...¿Qué apoyo tenía en caso de algo?

Las chicas cerca de la piscina estaban demasiado borrachas para pararse, y aún la fiesta ni siquiera empezaba. No había nadie más. Antes de que pudiera acercarse me levanté del asiento y emprendí mi camino a buscar el baño, cerré la puerta de cristal detrás de mi, el tiempo suficiente para tratar de llamar a Arianne miles de veces, pero nunca caía la llamada.

Quise desplomarme del alivio cuando la segunda puerta que abrí era un baño. Quedarme encerrada en el, era una buena idea, pero el pestillo no funcionaba. Recé para mis adentros que no me hallara. Literalmente le pedí a Dios que no se repitiera lo mismo que en su auto. Ese día había escapado.

Pero la suerte no estaba de mi lado.

El pomo plateado de la puerta empezó a moverse incluso con el peso de mi espalda en la madera.

-Ronnie, sé que estás ahí. ¿Podemos hablar?

¡¿Hablar?!

Su voz pasiva pero amenazadora me provocaba arcadas.

Nadie pensaría que Gabriel era capaz de todo esto. Su fachada de buen chico estaba más que elaborada. Pero ahí estaba, tratando de entrar al baño donde yo claramente me escondía.

-¡Abre, Linda! ¿No me tienes miedo cierto?

Estaba llorando, aterrada. Necesitaba que mi amiga llegara, necesitaba irme lo antes posible. Pero mi fuerza no era nada comparada con la de él. Gabriel abrió la puerta y entró.

Acorralándome contra la pared de azulejos blancos, sentí la cabeza retumbarme. Habló muy cerca de mis labios, el olor a cerveza y cigarrillos era más que evidente.

-¿Por qué huyes de mí?, Tienes demasiado tiempo huyendo de mi. ¿Crees que tu nuevo noviecito es mejor que yo? ¿Qué puede hacerte sentir mejor que yo?

Apreté los ojos tratando de que no viera que lloraba. Grité, fue inútil, su mano fue directo a mi boca para silenciar mis llamados de ayuda.
Estaba tan desesperada que lo único que quería es que las chicas ebrias quisieran venir al baño.

Vengan. Decía en mi mente. Por favor alguien.

Nadie vino.

Él introdujo su mano en mi falda y apretó, tocó. Sentí dolor instantáneo. Su respiración era como cuchillos en mi cuello. -Eres mía. ¿Cómo puedes olvidar eso?

Quería desaparecer.

Trataba de besarme, de dejar rastros de él a mi alrededor, era una serpiente venenosa.

La puerta de la entrada se abrió, escuché el venir de voces, a Arianne gritando mi nombre. Él se alejó.

Respiré.

-Retomaremos esto. -Dijo, saliendo del baño.

Yo caí al suelo. Lloré, no se por cuánto tiempo, fue un flash, una serie de movimientos en automático, arreglar mi falda, lavar mi cara, tomar mis cosas, y rogarle a Arianne que me llevara a casa, que me sentía demasiado mal para estar de fiesta. Y aunque le fastidió la idea, lo hizo, me llevo de vuelta en su auto.

Y en casa, cuando le llamé a Meza, cuando acudí a él. Cuando pensé que estaría para mi, que me diría que todo estaría bien, sufrí incluso más.

-Meza pasó algo...yo-

Apenas y podía formar una frase entre los jadeos y el llanto. Me sentía asqueada, quería simplemente no existir.

-Ronnie, estoy ocupado, estoy trabajando. ¿Por qué no puedes entender eso y dejarme tranquilo?

Dolió que no tomara segundos para oírme. Dolió estar sola cuando me rompía.

No supe que decir mientras la línea se quedaba en silencio. Así que finalizó la llamada, mi entrepierna estaba sangrando. Y tenía marcas de dedos en ella, toda mi intimidad lastimada.

Habíamos peleado. Pero...¿Acaso oírme quebrarme en llanto no era suficiente para escucharme?

Luego supe, y dolió peor.

Meza estaba siéndome infiel, al mismo tiempo que yo era violentada.

El sofá mullido era cómodo, tan cómodo como podría esperarse del consultorio de un psicólogo. Aun así, estaba muy consciente de mis uñas clavándose en la palma de mi mano. Sentía la mirada de Olga, la terapeuta, directamente en mi, como si de alguna forma me taladrara el cerebro con los ojos.

Dejé salir el aire lentamente. -Y bien, Ronnie. Desde la última vez que hablamos. ¿Qué ha pasado en tu vida?

Bueno...

Sabía que tenía que ser honesta para que la terapia funcionara, era obvio que no podía salir de un hueco emocional si no pedía ayuda. Pero estaba la vergüenza y el asco por mi misma de por medio. Me había faltado el respeto de nuevo, cada vez que perdonaba sus maltratos, cada vez que justificaba sus acciones, cada vez que gemía su nombre. Irrespeto.

Fruncí el ceño cuando fue demasiado la presión de mis uñas y el dolor se instaló en mis manos.

-Conocí a alguien.

Olga asiente. Instándome a continuar. -¿Como te sientes con eso?, ¿Cómo va el contacto cero?

-Bien, no he hablado más con él, está bloqueado de todos lados.

Mentirosa.

...-Y este chico es... bueno. No es una medida desesperada como mi cita con Jonathan.

-¿Estás segura que no reemplazas una obsesión por otra? Es bueno conocer personas pero sabes que tienes un problema de apego.

Le miro significativamente. No es como que olvidara mis problemas. ¿Estaba omitiendo mis sentimientos por Meza? Si. ¿Se los adjudicaba a alguien más? No. No podía.

Niego. -No, no es así, apenas nos hemos visto un par de veces, entre el trabajo y mi familia, las cosas han estado bastante cargadas. ¡Mi hermano se casa este fin de semana! Y eso es un recordatorio para mi madre de que yo aún no consigo esposo y no aporto nada al nombre Rivardi.

Bueno eso era cierto. Las últimas semanas había estado evitando a Meza, no porque no lo extrañara, sino porque nuestro último encuentro me había hecho más daño del que creía, pensé que era capaz de actuar indiferente, pero sus gritos, la ausencia, solo me llevaron al pasado.

Odiaba el pasado. Le temía al pasado

Y Eduardo era tan simple, fácil de llevar, habíamos hablado de música, comida, gustos, de libros, pasiones, y sus besos...sus besos casí me hacían olvidarlo.

Pero nada me ayudaba a contrarrestar mi familia y su yugo de apariencias, sus toxinas inagotables, el constante repetir de que no era perfecta, de que no me comparaba a Iván, que me faltaba demasiado para demostrar que merecía el apellido Rivardi.

En ocasiones solo quería desaparecer, seguía adelante por pura inercia, por ser arrastrada de un lado a otro. Era agotador.

Olga anota en su libreta antes de hablar. -Que tal si me dices que es lo que más te molesta en este momento, para concentrarnos en ello y que puedas sobre llevar la semana. ¿Esta bien?

¿Qué era lo que más me molestaba?

La narrativa de mi vida.

Mis errores.

La sombra de la persona que era, la expectativa de quién seré.

El constante señalamiento de mi carácter, de mis actitudes, como si pensar y defender lo que creo estuviese sumamente equivocado.

Pero como todo aquello sonaba muy cierto, muy personal. Fui con lo que más ocupaba tiempo en mi mente. No es que estuviese obsesionada, es que trataba de ocultar mis propios problemas excusándome con que él era lo único malo que había. Cuando en realidad, estaba incluso más rota que Meza, si es que no en la misma cantidad.

-Me molesta seguir amándolo. -Pero hago un ademán de restarle importancia. -Aunque a veces enserio le odio.

Olga niega. -No estoy segura que lo odies, creo que odias como te hace sentir.

Y mierda, todavía quedaban treinta minutos de sesión.

La boda de Iván y Laura sería uno de esos incómodos eventos que duraban un fin de semana entero, donde hacían que invitados volaran de otras ciudades, y se quedaran en el hotel, prácticamente se gastaba demasiado dinero para que todos hablaran de lo hermoso que era y de lo bien que estaba la familia económicamente.

El hotel Vienna nuevamente sería el escenario de una celebración.

Para librarme del fin de semana de estrés incansable, decidí adelantar trabajo como desquiciada, si me lo proponía era capaz de organizar un mes de ediciones en unas dos horas, por lo que estaba bastante confiada, eso y que sabía que Leah respondería a cada llamada sin importar la hora si de beneficio había un bono sustancioso.

Los guionistas de Once Again estaban contentos con la asesoría, se comunicaban a través de mi asistente, yo, no tenía en absoluto ninguna razón por la cual ver al moreno que alteraría mis sentidos.

Debía hacerle caso a todo el mundo en mi vida y alejarme de él. Era obvio, era lo más sensato. Y yo, estaba tratando de ser inteligente.

El móvil sonó en el escritorio y es que vi la hora, ya eran pasadas las diez de la noche y seguía encerrada en la oficina, chequeando ejemplares.

El texto era de Eduardo, lo había agendando con su apellido. Desde nuestro encuentro en el club, habíamos estado saliendo, y cada cita con el castaño había sido estupenda, se sentía que el tiempo pasaba volando a su alrededor. Me ayudaba a olvidar lo peor.

Envió una foto. Mostrándome su más reciente tatuaje, la obra de tinta que se expandía por su brazo, decía que quería una manga entera llena de dibujos.

Sonreí a la pantalla.

Ronnie: Te quedó genial.

Saavedra: ¿Si te gusta? Quiero que llegue de mi hombro a la espalda.

Entonces envía otra foto, su espalda en el espejo. Los músculos se notan perfectamente, con la tez blanca llena de lunares y el reflejo de la tinta en espirales que no llegan a formar un dibujo completo.

Trago saliva.

Ronnie: Se vería muy bien.

Podría coquetear de vuelta, podría. Aun así, no entiendo porque todo mi cuerpo se siente como si estuviese haciendo algo mal. Mi subconsciente me grita que le estoy fallando a Meza. Incluso si no estamos juntos.

Bueno, eso es gracioso teniendo en cuenta que él siempre me falla, estando conmigo.

Dejo el teléfono boca abajo en el escritorio y doy un suspiro. Tengo que dormir si planeo aparecer en la boda.

O al menos sobrevivirla.

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