Capítulo 2

Recomendación de canción: Kind of love - Natalie Jane

Estaría mintiendo si dijera que desde el principio todo fue sufrimiento y situaciones incómodas.

En realidad, debido a los primeros meses junto a él, fue que tarde tanto en dejarle ir. Era muy inocente como para entender completamente la jugada típica de una gran mayoría de hombres, esa que se basaba en pretender ser quiénes no eran, sólo para ganarse a la chica.

Mi último año de universidad estaba empezando y con ello las clases nocturnas, siempre era fácil para mi estresarme con los deberes y el trabajo.

Y Meza...Él era muy atento, siempre se aseguraba de que comiera, estudiara, me llamaba en las noches cuando no podía ser él quien me buscara luego de clases y pues, me mantenía feliz. Yo en realidad no era de las personas que pedían mucho a cambio, mi mayor requerimiento era: Tiempo...

Una madrugada, dió vuelta a su cuerpo en la cama, quedando frente a mí. Acariciando mi mejilla con los dedos, depositando un beso sumamente suave en los labios, apenas un roce.

Habíamos ido a dormir enojados pero era imposible para mi seguir molesta si me tocaba de esa manera.

-Lo siento, tal vez mis palabras sean pocas pero son precisas, y eres la mujer de mi vida, mi gran amor. -Dijo, besándome con más intesidad, apenas separándose. -Nunca he amado a otra mujer como te amo a ti, no hay nadie que se compare a ti, tú eres la cosa más perfecta que puede existir en el mundo, y te amo.

Luego de infinitas caricias y alientos robados predicó la frase que creo nunca se irá de mi memoria; -La sensación que siento contigo, nunca la sentiré con nadie.

Meza era la única persona que aclamaba ser malo para expresarse y en realidad te ganaba justamente con aquello.

Ahora escuchando a penas el eco del discurso de mi hermano, no podía despegar los ojos de él, no me interesaba su acompañante notando claramente como le veía, o el hecho de que tal vez mi mirada incesante le alimentaría el ego. Solo quería saber por qué su nivel de cinismo era tan elevado como para aparecer en el evento de mi familia.

Suspiré, la nueva copa de vino estaba ya por la mitad y de seguir bebiendo así de rápido lo único que haría sería causar una escena.

Entonces antes de que mi impulsividad ganara lo mejor de mi, decidí escabullirme al baño del salón, lo suficientemente apartado como para compensarme y gritar de ira si era necesario.

Sentía sus ojos en mi espalda, era imposible no vivirlos con el escalofrío que amenzaba mi espina dorsal. Al menos estaría fuera de su vista, no me vería colapsar.

Desde el interior del baño escuché aplausos y supe que el discurso había terminado. Me obligué a verme en el espejo, detallando cada parte de mi maquillaje, asegurándome que no hubiera llorado sin darme cuenta. Mi reflejo me devolvía la mirada asustada, el rostro pálido y redondo de una rubia tinturada, con ojos pardos que poco contenían su inquietud.

Los sentimientos me abrumaban, no quería estar cerca de él, porque los recuerdos llegaban con más fuerza, las mentiras, las razones por las que me enamoré, todo volvía con verle y no necesitaba eso, repudiaba aquello mejor dicho. Tomé varias respiraciones y me di una última mirada.

Me repetí las palabras que Patricia me hubiese dicho en ese momento: "Eres fuerte, tu puedes con esto."

Diana hubiera dicho: "Muéstrale quien eres."

Rio en mi mente. Bayolet me hubiera mirado con desagrado. Diciendo: "¿Enserio le demostrarás que te importa?"

Así que con el impulso mental de mis mejores amigas, salí del baño solo para dar de lleno con la figura dos cabezas más alta que yo, inclusive en sandalias de tacón.

Hasta ahora su aroma no era más que un recuerdo, una de esas respuestas sensoriales que dan corto circuito en la cabeza porque justamente te da de lleno un específico toque de HUGO BOSS.

Pero ahí estaba. Fue como si todo mi cuerpo se paralizara, cuando en cuestión de segundos, me empujó dentro del cuarto de baño y cerró la puerta tras su espalda.

No tenía palabras.

Había quedado muda y me miraba con esos ojos suyos que podian llegar a verse tan oscuros e intimidantes.

-¿Por qué me estás evitando?

La pregunta me ofendía. Mantuve la expresión según yo imperturbable.

-Déjame salir.

-No hasta que me respondas.

Solté lo que definiría como un bufido de incredulidad. -¿Es enserio? ¿Por qué te evito? Dejame salir Meza, o te juro que empiezo a gritar.

-¿Crees que me importa si gritas? Te hice una pregunta.

-Bien. -Saqué mi teléfono del bolso de mano para llamar a Iván, él lo sacaría del baño sin hacer un drama porque afortunadamente mi hermano era calmado en situaciones así.

Pero el aparato sonó y sonó, nunca hubo respuesta.

Debe estar ocupado con los invitados

Estúpido de mi hermano que cuando lo necesito ni siquiera atiende.

Irritada me acerco a la puerta de la que él no se aparta. Estoy temblando, como desearía poder mantenerme serena.

Mi mejor ventaja era actuar molesta, que a decir verdad: Lo estaba.

-¿Puedes quitarte?-Le dije pero no me atreví a tocarle, a penas tomé el pomo, su respiración dió de frente con mi cuello y me aparté abruptamente.

No.

Negaba la electricidad que recorría mi anatomía, negué el vello de mis brazos erizándose. Cerré los ojos para componerme. ¿Cómo me había puesto en esta situación?

Dos meses, Ronnie, lo has evitado por dos meses. Has llegado demasiado lejos para recaer ahora. No bloqueaste todas las redes sociales y números de tu teléfono para nada, no te habías desaparecido para nada. Todo tu esfuerzo no se iba a ir a la basura solo porque estás a centímetros de su boca.

Levanté la mirada, no pude leer sus ojos, pero vi el inconfundible rastro de deseo, el brillo que decía "Te extraño" sin necesidad de usar palabras, me mordí el labio, inconsciente.

Dos meses. Repetí internamente.

Dos largos meses.

Quería saber si era la única que sentía que se le saldría el corazón del pecho, la única que batallaba internamente.

Lento, dejé que mi mano reposara ahí, en la piel expuesta de su pecho, contacto directo gracias a los botones abiertos de su camisa.

Casi sonreí cuando sentí los latidos de su corazón desbocado, entendía que por más que él también pretendía en su caparazón de rudeza, estaba igual que yo.

Yo no había fallado, yo no era la culpable de que esto sucediera. Yo no le había fallado.

Entonces ¿Por qué me sentía tan atrapada?

-Dime que me vaya, mírame a los ojos y dime que me vaya, y me iré.

Meza y yo sabíamos que era mentira, que seguiría presionando, tal vez no sería hoy o mañana pero lo haría. No me dejaría ir tan fácil.

Y odiaba que eso me gustara. Porque quería seguir adelante. Dios sabe que sí.

Dejé salir el aire en mis pulmones, le miré directo a las orbes que brillaban en un castaño muy claro.

-Vete. -Mis labios rozaron los suyos en el proceso, su cabeza estaba inclinada y lo único en lo que podía pensar era: Él.

Sus malditos besos eran como droga que sin importar la resistencia que pusieras, no lograbas escaparte de ellos, le odiaba, le odiaba tanto que también le amaba.

No perdió tiempo para unir su boca y la mía. Sus besos fueron desesperados e intensos, aprovechando la oportunidad para tocar mi anatomía y sexo por encima de la ropa interior. Dejaba rastros de fuego a su paso, provocando un ardor increíble.

La pared tenía mi espalda apretujada y mis labios soltaban quejidos de sus dedos acariciándome. Mi dignidad se había perdido en minutos, segundos tal vez.

¿Tanto podía ganarme? ¿Tanta ventaja tenía? Estaba equivocándome.
Pero mi voz interna era acallada con el placer, mis gemidos como música para sus oídos. Morder el lóbulo de su oreja mientras me quejaba.

Me hizo enganchar las piernas alrededor de su cintura, para de un tirón deshacerse de las capas de tela y entrar en mí.

Agresivo, demandante, fuerte y en extremo necesitado.

Dos meses.

Mi cuerpo respondía de forma inmediata, como diciendo: "Finalmente."

Odiaba necesitarlo. Me besaba repitiéndome una y otra vez que le pertenecía. -Eres mía, Ronnie. De nadie más.

Y me dejé llevar, me debe llevar hasta que los hilos de mi cerebro hicieron corto circuito.

-Eres mía. ¡¿Tú me lo dijiste y ahora ella es tuya también?! ¿Y todas las demás? ¡Mentiroso! ¿Cómo pudiste hacerme esto?

La última pelea, sus palabras haciendo que me congelara, como un chapuzón en agua fría a la realidad.

Ahí estaba, su necesidad de reafirmación, la que aclamaba no tener, la que juraba que solo era parte del roleplay. El mismo guión de hombre dominante, las mentiras, los fallos. Todo volvió en un pestañear.

Y entonces vi a Meza por lo que era: Un niño inseguro debajo de mil capas protectoras, y aunque yo también tenía las mismas cualidades de inseguridad, al menos por mi parte las admitía, al menos yo sabía lo que era la lealtad.

Él seguía tocándome, ajeno a mi mente. Como siempre, enfocado en sus necesidades. No había cambiado nada.

-Dime que eres mía. -Ordenó agitado, su mano en mi nuca mientras besaba mis pechos..

Lo era sí, no creo que alguna vez podría ser de alguien más, no de esta forma tan íntima, pero había llegado a un límite en donde era imposible continuar.

Y al cruzarlo me di cuenta que no podía volver a lo mismo.

Me tomo mucho apartarme de él, pero se alejó, nunca me forzaría a algo. Era más de manipulación mental.

Arreglé mi falda en silencio. Apenas pasé los dedos sobre el cabello rubio desordenado, Me compuse como pude mientras él me miraba impactado, nunca le habría pasado por la cabeza esa reacción de mi parte.

-¿Qué haces? -Preguntaba incrédulo.

Quité el seguro de la puerta, la mitad de mi cuerpo fuera, Sé que fue un choque y que mis palabras sonaron temblorosas, tal vez no me creyó, yo no me creería.

-No soy tuya.

Y cerré la puerta detrás de mí.

Mi estómago era un caos, cada que la ansiedad me golpeaba se materializaba en un dolor prominente en mi abdomen, seguía en shock, todavía al caminar podía sentirle dentro de mí, y me regañaba mentalmente. ¿Cómo puedes ser tan idiota?

Estaba decepcionada de mi misma, y al mismo tiempo eufórica. Verle de nuevo causaba confusión y una especie de sentimiento inexplicable, un alivio que solo experimentas luego de haber perdido y encontrado algo de forma inesperada.

Era una droga, eso es lo que era. Y luego de la rehabilitación, había hechado todo a perder.

Me acerco a la barra antes de que alguien más me note, debo estar colorada, hábito indeseado de que mis mejillas se sonrojen en extremo cuando me encuentro en una situación incómoda o tengo demasiado calor.

El bartender me sonríe con ganas y le admiro, era guapo, de ojos azules y cabello negro, el tipo de chico al que si eres de los que solo quieren apariencia, solo una simple ojeada te convencerías de darle tu número.

-¿Qué te sirvo? -Me pregunta.

Estoy tentada a responder "¿Tienes algo que te devuelva la dignidad?" Sin embargo me encuentro ordenando un martini. Si quiero sobrevivir a esto necesito algo más fuerte que el vino.

-Aquí tienes.

Me dice luego de unos minutos, antes de colocar la bebida frente a mi, en segundos la copa queda vacia.Me gano una mirada de impresión de su parte, pero yo solo me doy vuelta, dando la espalda y observando las personas hablando, bailando y comiendo.

Quisiera volver en el tiempo y quedarme viendo repeticiones de CSI en mi laptop.

Debería escaparme, irme sin despedirme e huir. Tan rápido que nadie pueda confrontarme.

Y me decido a irme, hasta que Iván da conmigo, y Laura, su prometida, hace la primera aparición de la noche colgada de su brazo.

-¡Ronnie! -Me saluda. -¡Que sorpresa que estés en el evento!

Le sonrió sinceramente, Laura es amable, linda y dedicada, sinceramente no se como soporta a alguien como mi hermano. -¿Espera... te estabas yendo?

Laura, cállate linda.

-¿Cómo que ya te vas?

Frunzo el ceño. -Iván no le hables así.

-Bien, bien...No me siento del todo cómoda. Creo que me dará una gripa. -Miento.

-¿Gripa? -Pregunta mi hermano, pero yo solo me encojo de hombros, restándole importancia.

Laura dirige la mirada a mi copa con una expresión divertida. Iván está a punto de discutirme pero ella le da un ligero apretón de brazo para que no lo haga.

-Amor, ¿Por qué no vas a ver si tu papá está bien? Seguro te dirá lo orgulloso que se encuentra de la fiesta.

Oh dios, son tan empalagosos.

Él la mira con dulzura, automáticamente de buen humor. La aprobación de Jean es algo que Iván adora.

Una vez nos deja solas, Laura se coloca a mi lado, ordenando una copa de vino blanco para ella. Mi mirada se desvia inconscientemente al pasillo en dirección a los baños. -Ustedes dos son todo menos disimulados. -Emboza una sonrisa pequeña casi maternal. -Estamos preocupados por ti, Ro.

Laura tiene tres años más que yo, pero anda con este aire de sabiduría que yo no he conseguido aún.

-No sabía que Meza estaría aquí.

Y como si fuera su señal para salir, el moreno emerge del pasillo con la camisa desarreglada y el entrecejo fruncido.

Era típico en él tener cara de desprecio, pero esta vez era justificado.

Carraspeo cuando sus ojos se encuentran con los míos, incluso a través de la sala, en la distancia, puedo sentir el poder que posee con esa forma de mirarme, soy débil cuando se trata de él.

Miro a Laura que no ha dejado de analizarme, a mi y a la situación.

La modelo que acompaña a Meza entra en mi campo de visión y cuando nota el labial en su camisa, yo también me impresiono, me mira por última vez y es que me rindo.

Me tengo que ir.

Si me quedo más tiempo aquí no podré soportarlo. Literalmente me di un festín en el baño y sólo le tomo una respiración convencerme.

Dios, me tengo que largar ya mismo.

-¿Lau, me llamarías un taxi?

Me mira por breves segundos pero asiente sin preguntar; Una de las razones por las que la quiero tanto a Laura es porque nunca te presiona a que expliques algo que no quieres.

Y la verdad aunque quisiera no sabría como hacerlo.

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