Capítulo 18

Recomendación de canción: Feel Me - Selena Gomez

Sentía que no lo conocía.

Claro, había pasado más de siete horas seguidas hablando con él, le había contado mis sueños, mis miedos, todas y cada una de las cosas que me hacían quien soy, y él me había abierto parte de sí mismo, o eso yo pensaba.

¿Pero quién era...? Habían muchas versiones de Meza; Cada una con sus altos y bajos, cada una con diferentes niveles de simpatía, gratitud y hasta desdén. Yo conocía algunas de esas versiones.

La versión que gritaba cuando estaba enojado, se irritaba, rompía lámparas y te trataba con total indiferencia. Esa donde buscaba herirte, donde tú mayor debilidad sería su arma perfecta.

La versión que te hablaba de forma dulce, te prometía el mundo, te hacía sentir especial. Esa donde en realidad te sentías amada, sin importar cuantas veces antes no lo sentiste.

La versión del silencio, de la introspectiva, de la ley del hielo como castigo cuando no actuabas de la forma en la que él quería.

En fin, no creo jamás conocer quién es en realidad. No creo poder definir a Meza con más palabras que ruín. No sabría interpretar el gesto feliz o el ceño fruncido. No sabría decir si es real o está fingiendo.

No lo conozco.

Lo único que podía decir es que él amaba la adrenalina. Que era uno con la música, que su vida era un cuadro perfecto hecho de pinturas de sangre, que lloraba en silencio, que a pesar de ser un caos, amaba la paz.

Que me desgarraba el alma...

Que me hacía cenizas.

Que tenía tanto espacio en mi corazón que dolía.

Y que cuando dormía...Cuando escuchaba su respiración tranquila, aprovechaba para decirle todo lo que no podía cuando estaba despierto.

Te quiero.

Te necesito.

Quiero que funcionemos.

Te extraño.

Te odio.

Quiero que desaparezcas.

Nunca te vayas.

Ojalá nunca te hubiese conocido.

Fuiste mi más hermosa y caótica coincidencia.

Te amo...

No había puesto atención a cuán largo estaba su cabello hasta ahora que veía los rulos cayendo sobre su frente, y que apenas con sus dedos los echaba atrás.

No conocía este departamento, supongo que desde la película, y sus miles de intereses, en algún punto medio, había adquirido otro inmueble. Le veía desde el pasillo, como si la distancia fuese demasiado larga para recorrer, no sabía si seguir yendo en línea recta, ahí donde estaba, abrigado con el suéter de cuello alto, o darme la vuelta e huir.

Huir.

Pero como ya había jugado mucho mis cartas seguras, quería por primera vez decir que elegía la valentía. Que había tomado la decisión de escucharlo así me arrepintiera. Por lo que avancé hasta él, su expresión inescrutable. Era un gran contraste a cómo estábamos antes, luego de los jadeos y extremidades entrelazadas.

De pronto sentí escalofríos, esa vibra extraña que en ocasiones provocaba. Cuando pase junto a él, no dijo nada. Cerró la puerta detrás de nosotros y fue suficiente. Estaba más callado de lo normal, un silencio casi incómodo, de esos a los que no estaba acostumbrada.

Noté la botella de vino por la mitad, los papeles regados por la sala común. El aire impregnado a cigarrillo. Fruncí el ceño, parecía ser una de esas noches.

-¿Estás bien?

Apenas y asintió sin muchas ganas. -Si.¿Qué querías hablar?

Le miré por un segundo, descolocada.

-Venía...venía a escucharte a ti en realidad. Esta tarde me dijiste que debíamos hablar.

Se rascó la nuca, labios fruncidos. -No recuerdo haberte dicho eso.

-¿Hablas enserio?

-Bueno que esperas que diga.

No tiene expresión en el rostro, casi formulando respuestas de manera automática. Me cuesta mucho sacar las palabras debido al mudo que se forma en mi garganta. Odio que me afecte su comportamiento.

Trato de calmarme, de respirar, razonar. Tal vez haya ocurrido algo, tal vez no tiene nada que ver conmigo.

No te tomes todo tan personal.

-¿De verdad no pasa nada? No entiendo por qué estás actuando de esta manera.

-No estoy actuando de ninguna manera. ¿Por qué siempre quieres empezar una discusión?

Retrocedo, no me gusta para nada el salto que da mi corazón. -Meza... yo- Yo vine para que estuviésemos bien, para que habláramos de nosotros, para arreglar las cosas porque aunque trate, igual terminamos en el mismo lugar.

El moreno chasquea la lengua, en un visible gesto de desagrado.

-Es que no entiendes cuando quiero estar solo, e insistes hasta el cansancio. Solo logras irritarme en el proceso.

Parpadeo, sin comprender. -Pero, solo te pedí que habláramos, cosa que ya habías hecho tú antes.

Me mira como si el hecho de responderle haya sido un reto. -¿Vas a seguir?

Ni siquiera espera que hable, se da la vuelta, desapareciendo por el pasillo, no paso por alto el hecho de que se lleva la botella con él. El agarre en el pico tenso, con las venas de los brazos sobresaliendo.

Entonces es que enfurezco. No entiendo nada, no entiendo que ha pasado, o porque de pronto es insoportable todo lo que digo. Hace horas me pedía resolver lo que teníamos, ahora me trata como una jodida molestia.

-¡Si vine hasta aquí fue porque tú lo pediste antes!, ¡Fue porque tuve la estúpida idea de creer que te importaba! -El grito sale tembloroso pero es suficiente para que emerja del pasillo, arrojando la botella ahora vacía contra la pared a mi lado.

-¿¡Si crees que no me importas que mierda haces aquí!?

El vidrio de la botella estalla contra la superficie y salpica por todos lados. Tengo que llevarme la mano a la cara cuando un fragmento de vidrio rasga parte de mi mejilla, haciendo un corte derecho en el pómulo. Miro mi mano donde gotas pequeñas de sangre caliente aterrizan, le miro a él, que ha suavizado un poco su expresión, con intención de acercarse.

Parece una repetición incansable. La misma historia con pequeñas diferentes partes.

Niego. Niego viéndolo con lágrimas contenidas. Niego mirando alrededor. Detallando cada parte de la habitación. Capturando en mi mente la fatídica noche, me repito: Memoriza esto, memorízalo para que nunca lo olvides.

Necesitaba recordar porque me estaba yendo, porque me estaba obligando a irme.

-Ronnie...Lo siento yo- tuve un día de mierda luego de verte y la pagué contigo, no debí pero sabes como me pongo con las cosas, no tenías que presionarme.

Presionarlo...Solo le pedí hablar.

No quise ni verlo. ¿Para qué? Sus ojos siempre me convencían, a pesar de ser deshonestos.

No quería llorar en frente de él, Meza ya me había dañado demasiado, ya me había irrespetado de muchas formas. ¿Por qué sumar una más?

Caminé por encima de los vidrios hasta la salida, él no me detuvo, me marché, cerrando la puerta con mas fuerza de la necesaria. No dijo ni una palabra. Esperé el elevador rogando que no hubiera ninguna persona más ya dentro, y cuando las puertas se abrieron, solo me recibió el reflejo del espejo interno.

Rompí en llanto.

No lloraba porque tenía un corte en la mejilla, no lloraba porque de por si estaban los moretones del golpe que había recibido, o porque tenía la máscara corrida y el corazón hecho trizas.

Lloraba porque me había permitido -una vez más- encontrarme en una situación donde Meza logró hacerme daño.

Hasta cuándo.

La música sonaba incluso en el baño del club, aturdía un poco menos pero aún así eras capaz de escuchar perfectamente la tonada de bajos y vibraciones que tenían como objetivo que los cuerpos sudorosos se apretujaran.

Diana estaba terminado de retocar su maquillaje en el espejo del lavado, su delineado clásico seguía intacto a pesar de que teníamos una hora aquí.

Y aunque Bayolet estaba en el inodoro conjunto, y todavía estábamos sobrias, yo sentía demasiadas ganas de marcharme. No estaba cómoda, no era mi ambiente. Preferiría estar en casa, viendo una película, aún así, de negarme a venir, mis amigas igual me hubieran arrastrado contra mi voluntad.

-Quiero irme a casa...-Dije, viendo mi reflejo y el de la pelinegra en el espejo.

Diana giró, viéndome con una expresión mortal. -¿Quieres que Patricia te amenace de nuevo?, apenas llegamos, quédate un poco más con nosotras. ¡Nunca salimos!

Suspiro, accediendo, aún así sigo la mirada de ella al vestido negro que llevo puesto. -Me siento fuera de lugar.

Patricia nos había invitado a la fiesta del cierre de liga para su equipo de fútbol americano, yo por obvias razones no estaba muy animada. La última vez que estuve cerca de su equipo salí con la suerte de tener la cara llena de moretones. Y aunque estos habían bajado un poco, el corte en mi mejilla seguía sanando.

Cinco días habían pasado. Y como era de esperarse, solo silencio.

Tampoco es que esperaba algo distinto de Meza, estaba claro su patrón de conducta, le salía mejor ignorar lo que había hecho y luego de que transcurriera el impacto de sus acciones, volver con disculpas a medias e ilusiones de un buen comportamiento.

Agotador, recurrente y triste.

-¿Por qué? ¡Te ves preciosa, mi niña la más hermosa!

Sonrío ante el apodo cariñoso, Diana tenía la manía de llamar niña a sus amigas cercanas, lo cual resultaba demasiado tierno.

Pongo mala cara para para contrarrestar lo de hermosa, pero salto al sentir la herida arder en mi pómulo. Suelto una maldición por lo bajo, acercándome al espejo y viendo que la cortada se abría nuevamente.

Diana rueda los ojos. -Por favor deja de golpearte con todo lo que encuentres.

Le de vuelvo la mirada con un gesto apenado, tratando de disimular con mi cabello. Decidí omitir mencionar mi encuentro con Meza, sabía que mis amigas perderían la cabeza de contarles. Si ya de por si odiaban al moreno. Solo quería pretender que nada pasaba, ignorar todo lo malo.

-¡Dios! Necesitaba hacer pipí.

Bayolet salió del cubículo del inodoro mirándonos con sospecha. -¿Qué? ¿De que me perdí?

-Ronnie quiere irse.

-¡¿Qué?! ¡Vamos! Tenemos siglos sin reunirnos juntas.

Levanto las manos al aire. -Bien, me quedaré.

-¡Si! -Corean al unísono.

Reviso el móvil para encontrar cero mensajes, Bayolet se lava las manos y salimos apenas, más chicas entran al baño, una en particular se me hace demasiado familiar, pero no le presto mucha atención, Diana me toma del brazo para no perdernos entre las personas.

El club está repleto de gente, la mitad del equipo está regada por todo el establecimiento mientras que los demás jugadores hacen shots con la rubia. Cuando nos ve, nos hace señas para que nos acerquemos.

Me parecía increíble el contraste entre mis amigas, Diana llevaba un vestido de brillantes color magenta y Bayolet iba en jeans con un top de seda. Todas tenían un estilo definido, que se veía reflejado expresamente en su vestuario.

-¡Chicas! Me dejaron sola con esta cuerda de imbéciles.

Nosotras reímos pero los demás hicieron coro de abucheo, uno de los jugadores más altos le robó el trago mientras lo bajaba de un solo sorbo. -Nuestra coach no nos deja un día libre ni cuando estamos celebrando.

Bayolet rueda los ojos, jalándonos hacía el centro del club, hasta donde los demás están bailando.

-¡Vamos a bailar! -Grita por sobre la música.

Le seguimos el paso, la música resuena por toda mi anatomía, logrando que mi pecho se acelere, me detengo al sentir la vibración de mi teléfono.

Meza: ¿Dónde estás?

Me detengo en la pista de baile, viendo a mi alrededor como si él estuviese ahí, como si fuera capaz de verme.

Retrocedo alzando mi cuello, por alguna razón me siento observada, choco contra el pecho de alguien, la dureza hace que me desestabilice pero su agarre me mantiene firme en mi zapatos altos.

-Debemos dejar de encontrarnos así.

Quien me recibe es el jugador del equipo de Patricia, me sonríe con una mirada brillante, huele a madera, le miro impresionada mientras su toque quema en mi piel desnuda.

Es Eduardo, el chico del golpe.

Alzo una ceja, media sonrisa formándose en mis labios. Por un momento olvido el mensaje en el móvil, y aun mas sorprendente, a su portador.

-Al menos no estás recibiéndome con tu gancho derecho.

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