Capítulo 10
Recomendación de canción: Family Line - Conan Gray
Ya estaba acostumbrada al silencio que reinaba en la mesa del comedor, cada vez que Iván y yo íbamos a cenar a casa de nuestros padres. Parecía que tenían el guión escrito con anterioridad, en donde el intercambio consistía en papá tratando de forma despectiva a mamá, y ella fingiendo que todo estaba bien.
Podría profundizar en el por qué mi padre era todo menos un ejemplo de esposo modelo, pero la verdad sería demasiado, resumirlo en infidelidades y poca confianza es más simple.
Yo engullía la comida en silencio porque si no hablaba u opinaba me iba mucho mejor que las veces en las que lo hacía. Se notaba que Dana había durado horas en la cocina, la ensalada de papa de por si era bastante trabajo. Ni hablar del pollo al horno.
Hasta ahora todo iba bien, había ganado puntos asistiendo a la fiesta del hotel Vienna, así que no me gané la mala mirada de Jean apenas crucé la puerta.
Iván estaba ahí a mi lado, en traje, posiblemente había ido a trabajar hoy a pesar de que fuera domingo. Fruncí el ceño apenas le vi, con todo y corbata, siendo el hijo modelo. No le tenía rencor, solo que al ser tan perfecto, siempre había algo malo en mí en comparación.
Me equivocaba mucho me decían, me repetían. Mi trabajo, mi apariencia, mi estilo de vida. Todo estaba mal. Claro, según sus perspectivas y aunque no deseara estar bajo esa presión y constante sentimiento de rechazo...Hoy me sentía sola.
Los domingos eran nostálgicos, por eso acudí a la llamada de mi madre cuando me invitó, a pesar de saber que destacarían todos los logros de Iván y minimizarían los míos.
Papá tomo un bocado de la comida e hizo mala cara, la cocina de mamá no le gustaba para nada, se lo dejaba saber de forma explícita. -Le echaste demasiada sal al pollo, Dana.
Tragué lento, el pollo estaba bien.
Mi madre, agobiada, se levantó de la silla de inmediato, ofreciendo tomar el plato y arreglarlo, Jean Rivardi manoteó, apartando el ademán de ella y continuando con la comida.
Ella solo parpadeó, volviendo a su silla. Apreté los puños en la mesa, Iván ni se inmutó.
Mamá tenía la cabeza gacha pero cuando la levantó, sonreía como si nada hubiese pasado. Me pregunté en ese instante si ese comportamiento era justo el que me había enseñado a reprimir las emociones.
Crecí con este intercambio, en parte lo normalicé.
-¿Firmaste con los Meza, hijo?
Aunque el apetito se había disipado, seguía masticando hasta escuchar la frase, el bocado de pronto se atoró en mi garganta y me encontré tosiendo por mi vida, tanto que todos se quedaron callados, confundidos por mi ataque. Tome agua lo más rápido que pude. Disculpándome.
Iván levantó una ceja en mi dirección, gesticulando un "¿Estás bien?". Pues no había respondido la pregunta de Jean y eso le irritaría al hombre. Apenas asentí, todavía acelerada.
No se porqué me extrañaba la mención de él, si había asistido a la fiesta del hotel, y con solo una familia Meza en Elavec, enfocada en el turismo, no era de extrañar que estuvieran en negocios con la franquicia.
La familia Meza, la misma a la que él pertenecía, por la que él recibía su apodo. Sí, ese no era su nombre.
-Casi está firmado, nos reuniremos este martes para finalizar los detalles y pronto tendremos la colaboración.
Jean asiente, se nota su orgullo en la expresión. -Buen trabajo, hijo.
Claro esta, a mi no me pregunta absolutamente nada de mi trabajo.
Suelto aire poco a poco y decido simplemente tratar de disfrutar la compañía. Por eso vine ¿no?
para no estar sola.
-Hija...-La voz bajita pertenece a mamá, así que levanto la mirada en su dirección. -¿Qué tal te fue esta semana?
Mi gesto se ablanda un poco, concentrándome en las arrugas alrededor de su cara y en lo brillantes que están sus ojos, justo por retener el llanto.
-Muy bien. -Digo, masticando lento y con eso ganando un orden en mis pensamientos, trato de evitar decir cualquier cosa que pueda desatar una desaprobación de su parte. -La semana que viene tendré una reunión para adaptaciones de libros a películas, necesitan una editora para el guión y me han considerado.
¿Eso es algo importante no? No creo que puedan decir algo malo de eso.
Mamá se emociona al responder: -¡Eso es gen...!
-Una pérdida de tiempo, no se porque no puedes trabajar en la empresa, de forma respetable en vez de jugar con libritos inútiles. -Jean sacude la cabeza en desaprobación y se termina de un tirón la copa de vino.
Claro que podía decir algo malo.
Puedo ver ahora el contenido de la botella de vino balanceándose en su lugar debido al estruendo, la mano con la madera.
Papá se levanta de la mesa visiblemente molesto. Yo he arruinado la cena. Sé que eso es lo que piensa.
-Iré a dormir. -Y con eso se "despide de todos".
Dana va tras él en un intento fallido de que se quede para el postre, en cuestión de segundos, Jean la empuja para que le deje pasar el umbral del pasillo, el hombro de mamá choca con la pared y se nota que el golpe duele.
Me quedo helada.
Mis ojos están fijos en ella que simplemente se queda viendo hacia dónde él estaba, se da media vuelta y nos sonríe, tomando los platos para llevarlos a la cocina. Usando el brazo contrario.
Iván sigue comiendo, como si no viera a su alrededor. La rabia es más que notable en mi, me levanto de un tirón pero siento el apretón en mi muñeca que amenaza con que me detenga.
-No, Ronnie. No te metas.
Le miro incrédula. -¿Qué no me meta? ¡Es nuestra madre, joder!
Me suelto de un jalón y camino hacia la cocina, donde el panorama me deja aún peor. Mamá está roja, llorando mucho, mientras lava con extrema dureza los platos de la cena.
-Mamá....
-Vete, Hija, no me veas así.
-Mamá... no puedes dejar que te trate así, tienes que darte a respetar, mira todo el daño que te hace.
Ella se aclara la voz. -No me hace daño.
-Te acaba de golpear, mamá...
Trato de que mi voz suene calmada, pero se me cortan las palabras.
Ella niega. -No, solo me tropecé, ya sabes como es tu papá, le gusta su espacio.
No se voltea, no me da la cara.
-¿Estás oyendo lo que dices? ¡Te pega, se coge a sus secretarias y te trata de personal de limpieza! ¿Y aún así lo defiendes?
El silencio que sigue es interrumpido por una cachetada, Dana Rivardi impacta su palma contra el costado de mi rostro con fuerza, el agua y jabón de los trastes me resbala por el cuello y empapa mi blusa, mientras la cara me arde por el golpe firme que hizo que toda mi cabeza girara.
Iván entra por las puertas de la cocina y mira la escena con terror. Mi madre me mira firmemente.
-Tu no sabes lo que es soportar todo por amor, no te atrevas a hablar de tu padre o de mi.
Me llevo la mano al pómulo.
"Tú no sabes lo que es soportar todo por amor"
Solo giro en dirección a la salida.
Entro al auto de un portazo, reposando la frente del volante y ahogándome por las lágrimas, odiaba ser tan sensible, odiaba tener que sentir tanto, querer hacer las cosas bien y fracasar.
-Dios...soy una imbécil.
Mi primer impulso es coger el teléfono, marcar los dígitos de Meza como si pudiera llamarle. Como si él no me hiciera igual de daño que mi familia.
Aún con tanto de por medio, él estaba, en ocasiones para mi, me escuchaba y consolaba cuando estas situaciones con mis padres ocurrían. Le extrañaba. ¿Y que estaba mal en mi? ¿Por qué le extrañaba tanto?
Recuerdo claramente cómo maldijo la primera vez que le mostré mi labio partido y la cara sangrante, pues mi "insolencia" había logrado que una vez más, Dana me golpeara. Esta era una situación recurrente.
Meza me había mirado como si no pudiera creerlo, la mujer dulce que siempre se mostraba cariñosa ante todos, tenía un lado increíblemente violento.
Y yo era su saco de boxeo favorito.
Sus dedos habían acariciando lentamente mi rostro, con una expresión rotunda. -Empaca tus cosas, te vas conmigo.
No era una pregunta, era una orden, pues mi estado era bastante feo.
Para ese momento seguía viviendo con mis padres, y él esperaba que me fuera de inmediato, abandonando todo lo que conocía, la verdad...Lo habría hecho. Hubiera empacado mis cosas, hubiera salido de la vida de los Rivardi y estuviera con él sin pensarlo.
Siempre estuve dispuesta a dejar todo por él, incluso lo que no debía.
Meza me dijo que esperara por él al día siguiente, que tuviera todo listo para irme, que estaríamos bien, incluso para animarme, empezó a hablarme de cómo sería nuestra interacción viviendo juntos, que comida comeríamos y como compartiríamos la rutina.
En medio de tanta tristeza, sentí seguridad, ilusión, pensé: "Seré feliz finalmente."
Pero al día siguiente no llegó, me dejo esperando con el equipaje hecho y aún más dolor. No contestó mis llamadas por dos días, y destruyó mi ilusión, una vez más.
Porque si bien mi madre era quien me había golpeado, las acciones de él eran las que me habían roto el corazón.
Encendí el auto, limpiando las lágrimas con el dorso de mi mano, sin importarme el desastre de la máscara de pestañas, podría hablar con mis amigas, pero ya ¿para qué? por qué habría de preocupar a los que me querían por cosas que no podía cambiar.
No podía cambiar mi familia, no podía cambiar mi historia con Meza, no podía cambiar mis malas decisiones, ni las experiencias del pasado.
Tenía que respirar, avanzar y salir del maldito estacionamiento techado de la residencia Rivardi.
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