Capítulo 9: Maldiciones y acero


No me importaba el frío. No sentía frío cubierta en parte con su capa y acurrucada contra él mientras me rodeaba con sus brazos. No me molestaban los eternos tic tac de todos los relojes que cargaba o el saber que esta era una noche menos. Cumplió con su promesa. Cada vez que las pesadillas eran demasiado fuertes para soportarlas, me despertó murmurando somnolientas palabras en italiano que estaba demasiado agitada para comprender solo para luego besarme suavemente en la frente y sostenerme más cerca. Maldito fuera Odin por su castigo eterno, y maldito Loki por sufrir tanto.

Me deslicé con sigilo fuera de su agarre, teniendo cuidado de no despertarlo e ignorando su cara cuando ya no me tuvo más al alcance. ¿Sabría que siempre me decía así cuando su consciencia decidía tomarse un descanso? Me puse de pie y me alejé. El amanecer ya comenzaba a iluminar la cima de las montañas, el hielo y los cristales de sal brillando como pequeñas estrellas en tierra. Holland ya no parecía tener frío acurrucada contra Bass, y poco me importaba el estado de Vali mientras durmiera. Demasiado temprano para todos luego del arduo día de ayer, no lo suficiente para un drapsmann.

No fue difícil encontrarlo unos metros internado en el bosque, practicando con su espada y su pecho desnudo. Si no lo conociera, diría que lo hacía para impresionar. Me apoyé contra un árbol, observando sus perfectos movimientos, su expresión de concentración nunca cambió a pesar que dudaba que pasara por alto su audiencia. Parecía inmune al clima, al hielo rojo, a cualquier amenaza externa. Un perfecto drapsmann, una máquina indestructible e invencible capaz de hacer lo que fuera necesario por la sangre que había jurado defender.

—¿Frío? —pregunté.

—No lo siento —respondió él mientras seguía con sus movimientos.

—¿Se supone que sientes algo?

—Sentía tus caricias a la perfección —dijo Kian y por un fugaz instante su mirada se cruzó con la mía.

—No pasará de momento —respondí sonriendo—. Buen amante, te reconoceré eso.

—Si nos ponemos en marcha ahora, deberíamos llegar a la capital a tiempo para pasar la noche.

—Gracias por cuidar de todos, sé que no es fácil lo que te pedí.

—Lo es.

—Te pedí que cuides a dos brujos contra cualquier instinto tuyo.

—Y yo juré obedecer ciegamente cualquier orden de parte de un Loksonn, sin importar cuál sea.

—¿Crees que esté actuando bien?

—Creo que estás haciendo lo que crees que es mejor para todos.

—No tienes idea de lo que estoy haciendo, los riesgos que en realidad estoy tomando.

—Confío en tu astucia más que la de cualquier otro —dijo Kian girándose para mirarme y sonrió—. Y para el riesgo estoy yo.

No escuché el resto, el dolor fue muy repentino para hacerlo. Respirar resultó imposible. Observé las gotas de sangre caer sobre la blanca nieve y Kian me sostuvo antes que mi cuerpo se rindiera. Genial, siempre había deseado sentir maldita plata liquida sobre todo mi rostro. ¿Y ahora quién demonios estaba tan aburrido como para utilizar la hora de vamos a torturar a Nina mediante un asesinato brutal? Empujé a Kian lejos al darme cuenta que era capaz de mantenerme de pie por mi cuenta. El dolor nunca sería menos, pero al menos estaba aprendiendo a lidiar con tal.

Nos pusimos en marcha minutos después de eso, nada como un asesinato matutino para recordarte que estabas en medio de una guerra y tenías cosas más importantes que hacer. Kian no se equivocó con sus cálculos, nada sorprendente. Dudaba que él hubiera previsto que una comerciante en una carreta se ofreciera a acercarnos hasta la capital una vez que Bass la detuvo en un intento por negociar por algo de fruta para el almuerzo, y yo le expliqué que teníamos información importante que compartir con el gobierno. Ella confío ciegamente en nosotros, como cualquier cambiaformas haría con la palabra de otro, sin siquiera sospechar que subimos a dos brujos detrás. De todos modos, Robin y Holland se esforzaban por ser discretos y no decir palabra, no necesitábamos que alguien les pidiera de quitarse sus guantes.

En otra situación, Rike hubiera estado plagada de cambiaformas aventurándose y niños jugando con la nieve, jóvenes teniendo duelos y adultos gritando en pueblos. Ahora estaba tristemente silencioso y vacío en comparación. La fruta que la comerciante transportaba a la capital valdría mil veces más de lo normal, y era mil veces más escasa de lo que debería. Esto no debería ser así. Se suponía que el invierno en Rike era bello y lleno de energía, no un velo de ausencia, pero no era difícil imaginar la verdad.

El norte estaría desértico, todos habrían bajado al sur donde el ejército estaría listo para defender lo suyo y atacar de recibir tal orden. Espadas, comida, cambiaformas, todo desterrado al único frente de batalla por el cual podrían invadirnos. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que Rike había volcado tanto a la guerra, pero el enemigo no era uno sencillo de vencer. Y mientras nosotros nos dirigíamos al centro del reino, al norte desde donde habíamos llegado, no fue extraño cruzarse con solitarios cambiaformas caminando al sur con nada más que sus espadas y su patriotismo. Serían capaces de morir riendo, si eso significaba defender a Rike.

—Estarán molestos —comentó Bass una vez que pisamos la capital.

—¿Por qué lo dices? ¿Porque estoy metiendo a dos brujos al corazón del reino, porque querrán casarme para obligarme a tener descendencia y no lo permitiré, o porque estoy a punto de mandarlos al diablo y quitarles la autoridad? —pregunté.

—En realidad lo decía porque la última vez que estuvimos aquí, dejamos en ridículo a un noble —dijo Bass y lo miré.

—Demonios, lo había olvidado.

—Importantes detalles, Nina. Dudo que el noble lo haya hecho.

Dudaba también que el noble lo hubiera hecho, pero no una prioridad de momento. La mayoría de los comercios estaban cerrados. En un día normal, la calle principal sería imposible de transitar y las calles secundarias por las que nos escabullíamos estarían llenas de cambiaformas corriendo para causar problemas. Habría gritos de ventana a ventana, jóvenes colgados del techo, niños intentando escabullirse de sus padres para ir a las fogatas nocturnas sin entender que aún eran demasiado jóvenes... Esta vez no había nada de eso. Solo casas silenciosas, y estrellas rojas pintadas en las puertas. Una por cada cambiaformas que había cogido su espada e ido al sur para defender lo suyo.

—Debería estar con ellos, enlistándome también —murmuré y Vali negó con la cabeza a mi lado.

—El lugar de un Loksonn, ahora mismo, es en la corte —respondió él.

—Quizás a ti no te importe Rike, pero a mí sí, y debería estar en el frente junto a los demás.

—No es tu momento de luchar. De nada les servirás mientras no pongas orden en la corte. Una guerra se gana con estrategia, no con más espadas. Es el juego de la política, en su etapa más delicada. Tu deber, ahora mismo, no es ir a pelear con tu pueblo, es lograr que otros mueran en su lugar.

Tan considerado como siempre. Preferí no volver a tocar el asunto de mandar a otros a morir en lugar de los nuestros. No porque me importara, realmente me tenía sin cuidado el precio a pagar por la vida de mi pueblo, pero aun si Holland y Robin no hablaban del todo nórdico prefería no arriesgarme a que escucharan semejante conversación. Sabía perfectamente lo que tenía que hacer, un movimiento mío y otros seres serian la primera línea contra los brujos, y cuando la guerra terminara podría levantar mis manos limpias diciendo que los cambiaformas no habían matado brujos. Seguía siendo una decisión difícil. Un chasquido de dedos, y miles de vidas sacrificadas.

Considerando que la capital era la ciudad más poblada de Rike, en el corazón del reino, sobre la bahía de rod y al este de la región, se suponía que la corte tuviera espacio para refugiar a todos de ser necesario. Estaba segura que podría albergar a todos quienes vivieran en los alrededores de la bahía de ser necesario. Los guardias nos detuvieron tan pronto como nos vieron, sus ojos demasiado entrenados como para reconocer lo que en verdad eran las dos personas con nosotros que no eran cambiaformas. Bastó con que les gritara quién era junto a un buen par de maldiciones para que se disculparan eternamente y nos dejaran pasar.

La corte no era ni de cerca tan ordenada o aristocrática como lo era la academia para los brujos. Había discusiones en nórdico a gritos, objetos volaban por los aires al ser más simple lanzarlos que entregarlos en mano, los ruidos de espadas no faltaban, y eso que se suponía que ahora andaban cortos de personal. Bass no dejaba de sonreír ampliamente al sentirse como en casa, Holland ya conocía la extraña danza para evitar golpearse con algo por tantas veces que había pisado el sitio, y Vali solo observaba su alrededor como si intentara adivinar qué había cambiado en milenios. ¿Posiblemente? Solo una pintura más colorida. Y los zapatos pegados en el techo, eso definitivamente no había estado allí la última vez. ¿Quién demonios había pegado un par de botas en el techo?

Por supuesto, los malditos nobles tenían que estar en sesión cerrada. Al diablo la discreción. Este era mi reino, este era mi hogar, y el maldito trono del otro lado me pertenecía. ¡Era Nina Loksonn y no esperaría a que los nobles terminaran de jugar a la casita feliz para ser escuchada! Si había algún guardia escondido, listo para actuar ante cualquier amenaza, ni siquiera se molestó en delatar su presencia ante mi paso decidido y mi cabello rojo. Oh, estaba segura como el infierno que echaría abajo a cualquiera que intentara detenerme. Veinte malditos años de dejar que los nobles se divirtieran en mi lugar habían sido más que suficientes. Era mi turno de jugar.

El griterío del salón cesó absolutamente tan pronto como abrí las puertas, el fuerte golpe de la madera contra los muros siendo muestra de mi humor. La imagen lo era todo. El poder era una mentira, pero la imagen lo era todo. Me repetí las palabras del magister mientras mantenía mi paso firme y mi mirada al frente en el trono que debería ser mío y era ocupado por otra persona. Pensé en el prins anterior, un guerrero ante quien le había quitado la vida a pesar de pasar noches en solitario llorando por lo miserable que era. Sin importar si para los nobles era una cría inestable emocionalmente, no podía permitir que me vieran de ese modo. Mataría a quien se atreviera a cuestionarme.

Dejé que la punta de mi espada se deslizara sobre el suelo, el hiriente chillido acallando cualquier murmullo que comenzó cuando algunos me reconocieron. Sentía sus miradas en mí. Diez familias nobles, los diez cambiaformas que decidían a cada segundo el futuro de Rike estaban reunidos aquí y a punto de perder cualquier poder de decisión que tuvieran. Sabían por qué estaba aquí. Había declarado la guerra sin importarme lo que opinaran. Había discutido durante meses con sus enviados. Había incluso atacado a la última persona que habían enviado a buscarme. Era claro que, al menos esta vez, la heredera legítima no sería pasiva y seguiría sus instrucciones.

Cada uno estaba en su balcón, nada como la distancia para evitar las inconvenientes matanzas en plena sesión. El fuego de los candelabros alejaba cualquier frío de Rike. El lugar apestaba a flores y sangre. En algún lugar en lo alto, debía haber drapsmann ocultos dispuestos a sacrificar sus vidas por las personas más importantes del gobierno. Y al final de todo, el radgiver. La mujer ni siquiera pestañeó cuando me detuve delante de ella, al pie de las escaleras que llevaban a mi lugar. Su cabello rosa estaba recogido en una trenza, el color del poder falso. Su corona de flores no era la oficial, pero seguía siendo una muestra de poder. Su expresión fue firme, sus manos se aferraban con fuerza a los brazos como si supiera lo que seguía.

—Estás en mi trono —dije seriamente.

—Apreciamos su presencia, prinssese, y nos alegra comprobar que se encuentra en perfecto estado. De seguro tuvo un viaje muy duro, puede retirarse a su habitación. Haré que un curandero la atienda cuanto antes, por la mañana...

—No me estás escuchando. Estás en mi trono —repetí y ella cerró sus labios con fuerza—. Quítate. Ahora.

—Estoy dirigiendo una sesión del concejo.

—Y yo estoy reclamando lo que me pertenece. Quedas relevada del mando, Zene. Ahora quita tu culo de mi maldito trono.

—¿Y bajo qué autoridad lo hace?

—Soy una Loksonn, puedo hacer lo que se me antoje sin permiso de nadie. Al diablo la abdicación, devuélveme lo que me pertenece por sangre.

—No está capacitada para gobernar.

—Créeme como el infierno que lo estoy.

—Sus pensamientos están sesgados.

—¡Y un diablo! ¡Ese maldito trono es mío y si no quieres tener un duelo, me darás lo que es mío!

Su rostro se mantuvo impasible, su mirada igual de fría. A nuestro alrededor el silencio reinaba, dudaba mucho que algún noble se atreviera a intervenir viendo mi temperamento y mi espada en mano. Nadie nunca había vencido a un Loksonn en un duelo, nadie tampoco quería arriesgarse al inevitable final si decidían enfrentarme. Incluso los dos brujos permanecieron quietos y en silencio a pesar de no entender una sola palabra de la discusión en nórdico, la tensión en la sala hablaba por sí sola. Hora del espectáculo.

—Ha traído a dos miembros del enemigo a nuestro propio corazón —dijo Zene y no pude evitar sonreír con crueldad.

—Sí, a una bruja que tiene al hijo del magister suplicándole de rodillas amor detrás de ella. Mi amiga no será tan perra como yo, pero no negaré que es conveniente tenerla cerca —solté y reí—. ¿Qué mejor para confundir a una de las fichas principales del enemigo, que un político ebrio de amor no correspondido? ¿O crees que soy tan estúpida de no haber armado esto intencionalmente?

—Mantenía relación con ella de antes que fuera conveniente.

—Yo los presenté. Yo la insté a salir con él. Y durante meses le llené la cabeza de lo idiota que era, para asegurarme que lo odiara y nunca le diera una oportunidad, mientras a él le hablaba de cómo nunca podría tenerla. Nada como un desafío así para un hombre con tanto ego. Nada más que un perfecto movimiento, para tener al hijo del magister a una simple acción de responder a mí. El perfecto caballero, queriendo rescatar a su damisela en apuros.

—¿Qué hay del otro? —preguntó ella.

—Todos nos encaprichamos con una puta alguna vez —respondí y me encogí de hombros—. No sirve para mucho más, en realidad.

—Luce como un guardián del tiempo.

—Oh, créeme que su lengua sirve para más que una perfecta pronunciación en italiano —respondí sonriendo con malicia y Zene se inclinó hacia adelante.

—Verá, prinssese. Entiendo su jugada entorno a su... amiga —ella dijo la palabra con dificultad, Holland nunca había sido del todo de su agrado y menos cuando ahora bien podría ser una amenaza desde su punto de vista—. Pero corren rumores, susurros que hablan de un amante brujo.

—Puras mentiras para dar un poco de drama.

—¿Entonces podríamos drogarlo? Eso no afectaría físicamente a su juguete.

—Lo prefiero consciente.

—Y yo prefiero no tener dos amenazas semejantes en mi corte.

—Es mi corte —corregí—. Y ellos son mis invitados. Mostraremos la hospitalidad que su tipo no es capaz de mostrarnos.

—Ella es una exiliada. Podría huir y venderle información nuestra al enemigo a cambio de un perdón.

—La chica no entiende más de tres palabras seguidas en nórdico, el brujo menos. ¿Qué maldita amenaza ves ahí? Pon a un drapsmann a vigilarlos las veinticuatro horas sin que lo sepan si quieres, prohíbeles el abandonar la corte si eso te hace sentir segura. ¿Sinceramente? Me importa un diablo las medidas que quieras tomar mientras no los toquen. De todos modos tienen su magia restringida por Rike ahora mismo. Bass los mantendrá vigilados por mí cuando yo no pueda.

—¿Y si hacen algo? —preguntó Zene y la miré sin ver el problema.

—Entonces los castigamos como a cualquier cambiaformas, no me importa si no saben ni coger bien una espada. Son ellos quienes insistieron en venir, y aceptarán nuestras reglas lo quieran o no.

—Podría ordenar que los matasen ahora mismo —comentó ella y le sonreí sin ocultar mi crueldad.

—Entonces terminaríamos con tres cuerpos.

—Su simpatía por los brujos es bien conocida.

—¿Dijo lo mismo el sujeto manco que envié aquí antes?

—Firmó un tratado que todavía no rompió con ellos.

—Mi pueblo, mi sangre, es más importante que cualquier papel o relación que tenga.

—Sigue siendo una niña.

—Dame mi maldito trono ahora o juro que te haré suplicar por piedad.

—¡No puede hacer esto ahora!

—¡Pues mírame hacerlo! ¡Quiero mi corona! ¿Quién demonios te crees que eres para evitarlo? He discutido con Hela, dos veces. No eres nada en comparación a esa perra resentida. Le he declarado la guerra a los seres más poderosos de Yggdrasil porque la zorra de su líder dijo algo que no me gustó. ¿Y crees que tendré piedad por una idiota caprichosa que no quiere ceder su lugar? Por favor, si yo lo pido esos drapsmann te matarán a ti. Soy Nina Loksonn y tendré lo que me corresponde por sangre. ¡Y que Loki se apiade de ti si te interpones!

—Esto no es necesario.

—¿Y dime, alguno de los aliados de Rike ha respondido en nuestra ayuda? —pregunté y ella no respondió—. Los demás seres juraron lealtad a un Loksonn, no a una don nadie calentando el trono mientras mi sangre decidía tomarse unas vacaciones. ¿Sabes cuáles son los planes de los brujos? Porque mi amigo aquí, estuvo infiltrado por meses y haciendo de secretario de la zorra de su líder para robarle información bajo mi pedido. ¿Y debo comenzar a hablar de los rumores de deserción que he oído?

—No puede tomar ninguna decisión sin el apoyo del concejo.

—Maldita seas si crees que puedes ponerme condiciones.

—¡Nuestra raza es más importante que cualquier capricho! ¿Dónde está su descendiente?

—Eso no pasará de momento.

—En momentos así, es cuando más debemos asegurar la continuidad de su línea.

—Y te puedo asegurar que mi sangre no se extinguirá, pero me niego rotundamente a eso.

—¿Cómo cederle el poder absoluto a alguien que no se interesa en nuestra supervivencia? —preguntó ella y no lo soporté más al momento de acercarme y poner mi espada en su cuello.

—Porque soy Nina Loksonn, la sangre de Rike, heredera legitima de Loki, la flama que nunca debe dejar de arder y la maldita perra desalmada que ganará esta guerra antes de lo que cualquiera de ustedes podría hacerlo —dije lo suficientemente fuerte para que todos me oyeran—. Y porque si no te quitas de mi lugar en cinco segundos, te mataré.

—¿Harías eso por tu pueblo?

—Mataré con mis propias manos a cualquiera que lo amenace, me comeré su corazón crudo tal como Loki hizo una vez de ser necesario. Ahora, devuélveme mi maldito trono y quiero mi maldita corona. Al diablo la oligarquía, aquí comienza de nuevo la maldita monarquía y quien se atreva a oponerse tendrá que discutir con mi espada. Haré un maldito golpe de estado si tengo que hacerlo, pero te saldrás de mi maldito lugar.

—No tiene la experiencia necesaria.

—Y para eso estás tú, radgiver. Para aconsejar si lo necesito. Y para eso está el concejo, para darme sus opiniones y ayudarme a tomar decisiones. Pero que no se equivoquen, yo soy quien tiene el maldito poder aquí y la sangre de Loki es la que corre por mis venas. Ahora levántate.

Presioné la espada más sobre su cuello hasta que una fina línea de sangre corrió por su piel. Ella no cedió con su mirada, pero lentamente se puso de pie e intercambiamos lugares hasta que yo quedé delante del trono y Zene de pie en las escaleras. La obligué a retroceder, dos escalones abajo hasta que estuvo obligada a levantar la cabeza para poder verme. No necesité palabras esta vez, la amenaza fue visible en mis ojos y ella finalmente se resignó al comprender quién tenía el verdadero poder aquí.

Ella se inclinó, ojos cerrados, un brazo cruzado delante, el otro detrás. Le quité su corona con la punta de mi espada y de un rápido movimiento la lancé sobre mi propia cabeza. Los nobles no tardaron en imitarla a pesar de cualquier objeción que tuvieran al respecto. Los drapsmann aparecieron en los balcones de donde estaban escondidos y se inclinaron también. Todos los presentes lo hicieron, incluso Holland y Robin hicieron una pequeña reverencia a su manera bajo insistencia de los demás en un intento por no ser rechazados más de la cuenta. Sonreí sin poder evitarlo. Regla n° 5: el poder solo pertenecía a un Loksonn.

Envainé mi espada y me lancé sobre el trono como la despreocupada chica que era, pies sobre el reposa brazos, cabeza echada hacia atrás. Apenas me contuve de reír. Cualquier tensión en mi cuerpo desapareció ahora que había ganado lo que era mío. Los demás presentes se enderezaron. ¡Salve Nina Loksonn, princesa de Rike y gobernante legítima! Dos décadas, y tenía todo un reino bajo mi mando. Esto era genial, podría comer kottbullar por lo que durara el resto de mi vida. La cual, considerando la situación, podría ser las siguientes horas a juzgar por como los brujos querían acabar conmigo. Seguiría siendo kottbullar de por vida.

—Haga sonar las campanas o lo que sean, quiero que todos se enteren del cambio de gerencia —dije y chasqueé los dedos—. Cuanto antes mejor. También quiero un informe detallado de la situación, y una reunión con la junta militar enseguida. Bass, mejor espada, hombre de confianza, tiene toda la información sobre brujos que puedan necesitar y un par de costillas heridas por plata así que me gustaría mucho que un curandero se ocupara. Val, buen consejero, un historiador de quién sabe cuánta edad que encontré viajando por oriente y su buen compañero Kian, mi drapsmann personal así que no se molesten en darle ese puesto a algún otro porque no lo aceptaré. Holland y Robin, brujos, difícilmente entienden algo de nórdico y no se irán de la corte, vigílenlos las veinticuatro horas si quieren para sentirse más seguros aunque preferiría que fuera en secreto. No queremos espantar a nuestros invitados, ni decirles que están siendo vigilados si sus intenciones no son nobles.

Realmente esperaba que el nivel de comprensión nórdico de ambos fuera tan malo como tenía entendido, porque sino tendría un buen par de explicaciones que dar. Con algo de suerte, nunca sabrían que estarían siendo controlados y los nobles no molestarían con tonterías como riesgo de traición por su parte. Corte, dulce corte, donde el comportarse como una perra era el único modo seguro de hacerse escuchar y las mentiras eran el mejor método para mantener el control. En serio, no había extrañado nada de esto, nunca. ¿Vivir para demostrar mi autoridad frente a un puñado de ineptos que solo podían pensar en que asegurara la descendencia? Estaba tan jodida.

—Prinssese, personalmente me ocuparé que todos sus pedidos sean cumplidos, pero insisto en mi recomendación sobre descansar y tal vez ver un curandero también ya que es evidente que han tenido un largo viaje y no dudo de cómo le debe estar afectando la situación por la sangre que carga —dijo Zene manteniendo la serenidad del radgiver—. Escoltaremos a sus invitados hasta sus habitaciones, donde les daremos todo lo que pidan. Daremos a conocer el cambio que vino con su llegada esta noche, pero no tendremos respuestas hasta la mañana.

—Tienes que darle tiempo al gobierno para reorganizarse —comentó Vali y asintió cuando lo miré—. Llevas días sin dormir del todo.

—Bien, tal vez pueda descansar un rato pero espero reuniones e informes completos a primera hora —dije sin ocultar mi molestia—. ¿Y por qué demonios no está sonando Fall Out Boy en esta corte?

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