Capítulo 33: La importancia de los nombres
Regla n°11: ser una reina implicaba un caos por agenda. En serio. De pronto la universidad parecía unas buenas vacaciones en el paraíso en comparación con esto. Sabía que Holland ya estaba ocupada con el papeleo para volver a clases enseguida, aprovechando el hecho de estar en pleno comienzo de un nuevo semestre como para poder reincorporarse, y más de una vez me había mencionado el asunto con la esperanza que la siguiera pero lo cierto era que tenía responsabilidades ahora que no podía abandonar. Yo misma había reclamado el peso de esta corona, y no era algo que pudiera devolver. Tampoco deseaba hacerlo. Así que no le había dado todavía mi respuesta definitiva sobre el tema, tanto como me gustaría volver a nuestra vida de antes sabía que sería difícil.
—Lo harás bien.
Salté fuera de mi trono enseguida al oír y reconocer esa voz. Creí que sería capaz lanzarme encima y abrazarlo de la emoción, pero me detuve tan pronto como vi la venda que Kian tenía sobre sus ojos. Blanca, como el resto de su perfecto uniforme o su habitual aspecto. No... Él levantó una mano y tocó con cuidado mi rostro, limpiando lágrimas que ni siquiera yo había sentido en mis ojos. ¿Por qué el destino tenía que ser tan cruel? La última vez que lo había mirado a los ojos, había sido para amenazarlo, y ahora nunca más podría hacerlo. ¿Qué más había esperado? Polvo de plata, era evidente que una herida así dejaría serias secuelas pero jamás imaginé que a este punto.
—Reinarás bien, Nina. No tienes que preocuparte por eso —continuó él, sonriendo—. Eres justa y atenta, y eres muy joven pero es ese mismo descaro lo que Rike necesita ahora más que nunca. Tu espada defenderá al pueblo con valor, y tu palabra jamás será ignorada.
—¿Es permanente? —pregunté en un susurro.
—Me llevará tiempo acostumbrarme del todo a la oscuridad.
—Lo siento, por no confiar en ti y dejar que Vali me engañara. Solo estabas tratando de salvarme.
—Es mi deber. Escuché que le ordenaste a Vali abandonar el territorio cuanto antes. Tengo que irme.
—No tienes que hacerlo.
—Sí, tengo un juramento que respetar.
—No le debes más lealtad a él, de lo que me debes a mí. Eres mi drapsmann también.
—No creo que sea correcto que un drapsmann ciego, cuide de la reina de Rike.
—Eres mi consejero. No me abandones, no tú también.
—Vali ya me ordenó de partir con él y me dejó bastante en claro que en este estado ya no le sirvo por lo que es mejor que le dé un reemplazante cuanto antes.
—No eres un objeto. No estás dañado. Y Vali puede irse al Helheim si cree que puede tratarte de ese modo. Yo misma lo retaré a un duelo por ti si es necesario —dije sin ocultar mi molestia y Kian rio.
—Temo que no te encuentras en una posición como para ganarle actualmente —dijo él deslizando su mano por un lado de mi cuerpo hasta alcanzar mi mano vendada.
—No me desafíes.
—Nina, no quiero que te metas en más problemas. Ya has tenido suficiente por ahora. Déjame ir, sabes que siempre te perteneceré y si alguna vez me necesitas puedes buscarme.
—¿Y si no quiero que te vayas?
—No tengo una respuesta para todo esta vez —dijo él y frunció los labios en concentración—. Puedo conseguir un... ¿Cómo le dicen ustedes? Un celular, así podrás llamarme cuando quieras.
—No es lo mismo.
—Pasaré mis vacaciones contigo.
—¿Entonces Vali te tiene todo el año y yo unos pocos días?
—No seas ambiciosa, soy lo único que él tiene.
—No es mi culpa si es un maldito psicópata, no eres más que un objeto para él, no te aprecia ni le importas como a mí.
—Pero le juré lealtad, y tengo que cumplir.
—¿No hay nada que pueda hacer para que te quedes?
—Es una despedida.
—Sabes que ese cambiaformas no sería nada sin ti. ¿No?
—Alguien tiene que intentar mantenerlo por el buen camino.
—Eres demasiado bueno para él.
—Quizás, pero no es mi trabajo juzgar eso.
Lo abracé sin tener que pensarlo mucho más. Sabía que no había modo alguno de convencerlo de quedarse, él jamás renunciaría a su juramento y eso estaba bien porque era lo que lo hacía quien era. Kian me rodeó con un brazo antes de coger mi mano y llevársela a los labios para morder mis dedos. Había demasiadas cosas que decir de por medio, y aun así, parecía que el momento no era el correcto. Él seguía acostumbrándose a su nueva condición y yo continuaba de luto por mi pérdida. Extrañaría saber que siempre estaría para cuidarme, aunque no pudiera verlo u oírlo. Su invisible presencia siempre había resultado reconfortante, y siempre había tenido las palabras justas cuando las había necesitado.
—Puedes hacerlo. La vida era demasiado injusta para los demás considerando lo excelente drapsmann que eres, así que Loki decidió darte un pequeño desafío para que no te aburrieras tanto y hacerlo un poco más justo para los otros —dije al soltarlo—. Pero ambos sabemos que sigues siendo el mejor. Seguro ya estabas aburrido de lo fácil que siempre resultaba todo para ti.
—Extrañaré poder verte —dijo Kian, su mano de regreso en mi rostro para poder leer mis gestos—. Lo siento por no buscarte antes, pero todo esto es muy nuevo para mí y sigo algo desorientado.
—Te acostumbrarás, y serás incluso mejor que antes. Solo recuerda tu palabra, Kian, y regresa a mí cada vez que Vali te deje libre.
—Sverger.
—Loki sabe cuánto desearía que ustedes dos no viniera en paquete.
—No sabía lo que él traía entre manos.
—Todo estará bien. Tan solo... Tan solo necesito tiempo para poner todo en orden. Pero al final todo estará bien, yo misma me ocuparé de eso.
—Quizás entonces podamos retomar lo que dejamos pendiente en oriente.
—Es demasiado pronto ahora.
—Lo sé. Te veré en las próximas vacaciones, dronning.
Kian pasó a mi lado para partir tras despedirse e intenté no prestar atención al sonido de sus pies al arrastrarse más de lo normal por tantear el terreno, tampoco me inmuté al oírlo trastabillar al bajar los escalones por más que no cayó al suelo. No lo ayudaría, porque él no quería ser ayudado y no permitiría que su ceguera le costara su título de drapsmann. Estaría bien. Solo tenía que ser paciente y esperar que regresara, aunque la maldita paciencia nunca había sido mi fuerte. No podía tener a Kian sin Vali, y no había un maldito modo de que fuera a acercarme a ese ser de nuevo luego de lo que había hecho. Así que tendría que ser la parte desfavorecida y quedarme con la custodia reducida del crío.
—Y Nina —llamó Kian y me giré para mirarlo—, recuerda que los locos nunca renuncian a lo que aman. El brujo volverá, es demasiado insistente en cualquier cosa relacionada contigo como para no hacerlo.
—Desearía que tuvieras razón.
—¿No es mi deber asegurar tu felicidad?
Él partió sin nada más que decir. Volvería, tendría que hacerlo, un cambiaformas jamás rompería un juramento y un drapsmann nunca desobedecería a un Loksonn. ¿Unos meses comparado con perderlo para siempre? Podría soportar eso, y él mantendría su promesa de sobrevivir para volverme a ver. Suspiré y me dejé caer de nuevo sobre el diván. Vali jamás lo dejaría ir del todo, pero Kian tampoco me abandonaría y eso estaba bien. Él estaba vivo, y eso era más de lo que podría haber esperado al final de todo. Con algo de suerte nunca más volvería a ver al prins. Loki sabía que lo había evitado desde nuestro último enfrentamiento, y estaba siendo piadosa al no buscarlo.
Me levanté de un salto al comprender que si Kian había salido de la enfermería, entonces quizás Bass también. Los curanderos debían estar echando a cualquiera que ya no se encontrara en un riesgo mortal para darle espacio a los heridos que llegaban del frente sin importar su especie, los aliados merecían un poco de buena hospitalidad de cambiaformas. Sabía que tenía audiencias con duelistas y familias afectadas, reuniones interminables por el tema de los mestizos, incluso debía ayudar a preparar los juicios para los criminales y desertores, pero todo eso podía esperar si estábamos hablando de Bass.
Lo encontré en su habitación. Estaba vivo y no desaparecería, y a esta altura eso era más de lo que podía esperar, pero no estaba sonriendo y eso heló cualquier emoción mía por su recuperación. Bass siempre estaba sonriendo, moribundo o no, siempre con una burla en la punta de su lengua. Él debería haberme buscado enseguida tan pronto como había estado libre. ¿No había yo rogado por un instante libre solo para recostarme a su lado en la enfermería a cada ocasión y reír juntos? Y comprendí la causa de su triste ánimo al ver su espada enfundada y en un estuche sobre su cama, y la dolorosa distancia que Bass guardaba como si estuviera viendo el cuerpo muerto de un amigo.
—¿Qué demonios estás haciendo? —pregunté y Bass se sobresaltó al oírme gritar—. ¿Qué diablos piensas que estás haciendo, imbécil?
—Nada que sea bonito —respondió él cerrando la caja y cogió un bastón de su lado—. Si tengo que renunciar a mi cargo de instructor. ¿A quién debo decirle? Estoy algo perdido en esto.
—Un cambiaformas jamás renuncia a su espada —dije fríamente—. No te atrevas.
—Se terminó, Nina.
—¿Y qué será de tus estudiantes?
—Cualquier otro puede reemplazarme y hacerse cargo de ellos.
—No puedes abandonarlos así.
—No puedo enseñarles más.
—¡Claro que sí!
—¡No puedo! —gritó Bass sin soportarlo más.
Intenté pensar en una sola vez que él me hubiera levantado la voz, pero fue imposible, y sabía que la rabia con la cual me estaba mirando ahora mismo no era más que una fachada para ocultar su verdadero dolor. Descansaba todo su peso en su pierna derecha, inclinado de un modo inestable mientras sostenía con ira el bastón entre sus manos como si fuera el responsable de todo. De la guerra, las muertes, las heridas y las consecuencias. Una bala de plata a la rodilla. Esa herida jamás se recuperaría del todo, su equilibrio nunca volvería a ser el de antes ni sus pasos tan gráciles. En su cabeza, él tenía claro que nunca más sería capaz de tener un duelo.
—Eres un maldito idiota —dije acercándome y arrebatándole el bastón de sus manos, él suspiró con resignación.
—Nina...
—¡Cállate y escúchame de una maldita vez! —grité y partí el objeto sin piedad alguna—. Tú eres Bass y yo soy Nina, y el destino puede esperar una maldita eternidad antes de creer que puede dañarnos y no nos reiremos de sus patéticos intentos. Así que deja de pensar esas estupideces, y coge tu maldita espada antes que la use para atravesar tu mano si de ese modo consigo que la sostengas.
—No puedo.
—¡No te atrevas a repetir esas palabras!
—No puedo moverme como antes, no puedo correr, no puedo saltar, no puedo ni siquiera caminar sin ese estúpido bastón —dijo Bass sosteniéndome la mirada seriamente—. No puedo pelear.
—Eres un duelista, un instructor de esgrima, amas lo que haces y no permitiré que renuncies a eso —respondí recuperando su espada de su fría prisión y entregándosela con fuerza—. Ahora coge tu maldita espada y ponte en guardia.
No le dejé más opción cuando me alejé unos pasos para poder desenvainar mi propia espada y enfrentarlo. Bass me miró con odio, y podía estar arrancándose su propio corazón al intentar renunciar a su espada, pero sabía que jamás sería capaz de rechazarme un duelo. No a mí. No luego de tantos años y tantos enfrentamientos, nuestras sangres estaban demasiado mezcladas por tantas heridas causadas y su espada siempre respondería a la mía como si hubiera una atracción magnética entre ellas. De mala gana empuñó su espada, pasando todo su peso a su pierna buena mientras intentaba mantener el equilibrio. Maldito idiota, estaba tan equivocado si creía que lo dejaría seguir adelante con esto.
Le permití atacar primero, esperé a que diera dos dificultosos pasos antes de intentar una torpe estocada. La bloqueé con facilidad y Bass cayó al suelo al perder el equilibrio, la espada fuera de su mano. Apretó los dientes con frustración y noté sus ojos brillar más de lo que deberían. Ni siquiera había una pizca de azul en todo su aspecto. Resoplé y recogí su espada antes de acercársela de nuevo pero él se negó a tomarla. Se sostuvo sobre sus manos, mirándome con rencor por estar haciéndole esto cuando ni siquiera era capaz de levantarse por cuenta propia a causa de su rodilla mala. No me importaba si terminaba odiándome, se odiaría más a si mismo si renunciaba.
—Levántate. Ahora mismo —ordené.
—No puedo —repitió.
—Es una orden directa de tu reina así que ponte de pie y enfréntame.
—¡No puedo, Nina! ¿Acaso no lo entiendes? ¡No puedo y nunca más podré!
—Y yo te estoy retando a un duelo así que no puedes negarte —insistí cogiéndolo por el brazo para levantarlo pero él no se movió.
—Déjame solo.
Dejarlo solo, para que volviera a separarse de su espada y la encerrara en esa fría y oscura prisión lejos de su alcance donde nunca más la tomaría. Dejarlo solo así se retorcería en autocompasión y creería estar condenado eternamente. Dejarlo solo, para que sufriera solo el renunciar a lo que más amaba en esta vida y resignarse a lo que le esperaba. Maldito idiota si creía que lo dejaría solo. Lancé mi espada al aire para cambiar de agarre, atajándola con mi mano vendada para absoluta sorpresa de Bass. La punta descansó sobre su cuello, estable y segura, pero él no le dio ninguna importancia a la amenaza mientras miraba perplejo mi mano empuñando. Mi agarre no era del todo firme, sabía que bastaba un simple golpe para hacerme perderlo, y mis dedos aún no se podían doblar del todo, pero eso no me detendría.
—¿Quieres saber cuántos días lloré? —pregunté sin ocultar la frialdad en mi voz—. Cada mañana, y cada noche, cada vez que debía cambiarme el vendaje y ver lo que me había sucedido. Quería gritar por lo que me hicieron. Le pregunté mil veces a Loki por qué a mí. Llegué a considerar cosas horribles. No tenía consuelo alguno. Lloraba y gemía y solo quería negar la realidad, y era una maldita tortura no poder hacer algo tan simple como ponerme un maldito zapato. Necesitaba ayuda hasta para el simple hecho de alejar mi cabello del rostro. Pero el brujo nunca se rindió conmigo. Cada noche limpió mis lágrimas y soportó sin queja cómo mordía su hombro para ahogar mis sollozos hasta quedarme dormida, y cada mañana me obligó a hacer los ejercicios que el curandero había dejado antes de vendarme de nuevo aun cuando ni yo creía que fueran a funcionar o algún día mejoraría. Él nunca perdió la fe, y nunca dejó de intentarlo. Incluso cuando yo estaba rendida y no quería esforzarme, Robin me obligó a seguir adelante creyendo que podría porque en su cabeza no existe tal cosa como el rendirse. Y sé que mi mano nunca volverá a ser la de antes, me tomará años siquiera hacer la mitad de cosas que antes hacía, pero al menos ahora puedo pretender que sostengo mi maldita espada, y puedo ducharme sin tener que estar pidiéndole a un maldito brujo que me ayude a lavarme el cabello.
—Seguro disfrutabas de esas duchas compartidas —dijo Bass sonriendo con malicia y le devolví el gesto—. No tengo la resistencia de un Loksonn, Nina. Soy solo un cambiaformas más.
—Y yo no soy Robin ni tengo ni de cerca su optimismo y persistencia, pero eso no me detendrá porque me niego a que ese brujo me gane en esto. Tú eres Bass y yo soy Nina, y juntos podemos hacer lo imposible. Eres el mejor duelista que conozco, y si alguien puede con esto eres tú. Sé que deseabas ser un drapsmann y ahora crees que eso te fue arrebatado, pero yo jamás te hubiera dado tal título. Eres mi amigo, no mi guardia. Nunca te habría atado a tal juramento, porque jamás me lo hubiera perdonado. Eres un instructor en tu corazón, paciente y amable con tus estudiantes, amas a esos críos y amas tu vida así, eres libre y travieso, y esto no cambia nada de eso. Vamos, lograste entrenar a un brujo para que venciera a un príncipe hada en un duelo. ¿Tienes idea de lo imposible que eso suena?
—Bastante.
—Demasiado. Así que ponte de pie y continuemos con esto, al menos aprende a caer con estilo si de ahora en adelante te venceré en cada duelo enseguida.
Volví a cambiar mi espada de agarre, y él sonrió cuando le ofrecí mi mano vendada para ayudarlo a ponerse de pie. Mi agarre no fue seguro ni fuerte, pero bastó para que Bass cogiera mi muñeca y yo pudiera acariciar la suya al tirar de él para levantarlo. La muerte de la esperanza era la peor pérdida que la guerra podía dejar. Robin volvería, Kian lo haría, pero yo no permitiría que Bass dejara de creer que podía ser un duelista. Volvería a empuñar su espada con maestría, y volvería a enseñar, una maldita secuela no podía detenerlo. Considerando lo roto que ambos estábamos, quizás pudiéramos hacer un cambiaformas entero entre ambos. Aunque quizás las cosas más poderosas solían ser crueles y hermosas, y estar un poco rotas también.
Me hubiera quedado todo el día junto a él, esperando que cayera mil veces y se pusiera de pie mil y una. Pero, si debía ser honesta, había personas que ocupaban espacios en mi corazón que valían quizás tanto como el de Bass y que necesitaban también de mi atención. Una vez Holland me había preguntado por qué no reclamaba mi corona si tanto me quejaba de la administración de los nobles, cuando todo era sencillo y la mayor preocupación de Rike era la sobreproducción de pearer. Le había respondido que la aristocracia era aburrida, el protocolo molesto, y siempre discutiría con los nobles por su idea de descendencia y más cosas que deseaban imponerme. Mentiras, para encubrir la única verdad. Nadie quería tomar semejantes responsabilidades. Todos añoraban el poder, hasta que descubrían que una vez que se era líder todos quienes estuvieran bajo tu mando siempre te mirarían a ti esperando que tuvieras la respuesta perfecta para todo.
—¿Nervioso, brujo? —pregunté apoyando mis pies sobre la mesa delante de mí.
—Me gustaría ver a mi hermano —dijo James sin mirarme y suspiré.
—A mí también me gustaría —admití.
—¿Qué pasó?
—Supongo que todavía no te ha visitado Violetta. Ya lo sabrás, solo espera un poco más. Es realmente molesto la no linealidad de los guardianes del tiempo.
—La próxima vez que decidan casarse, al menos invítenme.
—Fue un bonito engaño. ¿Verdad? Valerie lo creyó, y con algo de suerte eso bastará para que los nobles no me molesten más con el asunto de la descendencia. ¿A qué has venido? Creí que estabas muy ocupado con tus cosas.
—Las votaciones son esta noche —respondió James y lanzó un pergamino delante de mí—. Es un borrador, del acuerdo de paz que firmarás cuando estén los resultados mañana. En caso que... En caso que el plan no salga como deseamos, dirás que fue hecho por Rike.
—Ganarás.
—La voluntad de la comunidad no es tu voluntad, Nina.
—Eres sabio y eres valiente, eres fuerte en el fondo aunque no lo parezca, y eres justo. No hay nada que un pueblo valore más, que a un líder justo. Expusiste un caso de corrupción, incluso a costa de tu propia madre. Todos los vieron, James. A sus ojos, serás implacable con la justicia y el honor. Y los brujos serán egoístas, ocultarán secretos oscuros para mantener sus fachadas, pero les gusta la comodidad y buscan un líder que pueda brindarles eso. Alguien que en una noche, acabó con un sujeto que siempre representó una amenaza de golpe de estado y negoció el cese de hostilidades con cambiaformas. Y saben, que yo solo me sentaré a negociar contigo.
—Esperan que sea mi padre.
—Esperan que él te haya preparado bien. James, siempre esperarán de nosotros más de lo que es posible, creerán que somos perfectos y capaces de cualquier cosa cuando somos un desastre sin mucha idea de lo que anda haciendo, pero ese es el arte del engaño que cualquier político debe desarrollar. Tienes que darle seguridad a tu pueblo, incluso cuando ni tú mismo estás seguro. Es nuestro deber mentirles y decirles que todo estará bien, incluso cuando el mundo se cae a pedazos.
—¿Es eso lo que haces? —preguntó James mirándome con auténtica curiosidad—. ¿Es lo que estás haciendo ahora mismo?
—El pueblo mira a su líder en busca de algo seguro, de esperanza, de alguien que les prometa que el mañana será mejor que el ahora y pueda cumplir esa promesa. Es nuestro deber hacerles creer eso, y encontrar el modo de convertirlo en realidad. ¿Crees que yo tengo la menor idea de lo que estoy haciendo? No la tengo. Pero confían en mí, y tengo que demostrar que tienen razón al hacerlo incluso cuando yo no lo crea. Y confían en ti, James, así que pretende que eres la mejor opción que tienen y deseas esto. Siendo sincera, nadie quiere estas responsabilidades, pero nosotros tenemos que hacernos cargo porque al menos en nuestras manos sabremos que haremos todo por cuidar lo que es nuestro.
—No quiero que me miren a mí, y vean a mi padre.
—Entonces haz que tu nombre tenga un peso propio. No somos el reflejo de nuestros antepasados.
—Es fácil decirlo cuando no tienes expectativas con las cuales lidiar.
—El prins anterior era depresivo y adicto a los narcóticos, había perdido al amor de su vida y la única razón por la que no se suicidó fue porque necesitaba asegurar la descendencia —dije y mi vista se desvió a su mano, sabía que ocultaba una herida debajo de su guante—. Una sola vez me permití ser como él, el dolor de la pérdida desconectándome de todos, y nunca me perdonaré lo que sucedió. ¿Sanará?
—Es una tontería —respondió James sin darle importancia.
—Te olvidas que siento cuando otros me mienten. Las manos son tan valiosas para tu tipo, porque ahí es donde está su magia. Por eso las cuidan tanto y no se sacan los guantes por nada, sin estos en realidad son tan... vulnerables... y... expuestos...
—No necesito detalles de lo que hiciste con mi hermano para saber eso —dijo James mirándome de soslayo.
—Rogers te apuñaló en una mano.
—Y la condena por hacerle eso a un brujo es el exilio y aislamiento inmediato, por lo que pasará el resto de sus días en una oscura y pequeña celda en medio de la nada —dijo James examinando su guante como si aún pudiera ver su sangre—. Será despojado de su cargo e identidad, todos son testigos de lo que hizo así que no puede escapar de eso. Y alguien despojado de su identidad pierde cualquier derecho o poder, es como si nunca hubiera existido, por lo que cualquier denuncia que él haya llevado a cabo será eliminada y su sentencia perderá validez. Denunció a una hermosa niña una vez, la acusó de difamación de imagen y calumnias, y ella fue exiliada en consecuencia. Será como si eso nunca hubiera sucedido, porque Rogers nunca existió. ¿Qué es entonces perder un poco de mi magia, cuando de todos modos sigo siendo el brujo más poderoso que conoces y está vivo? Sabía que iría por mi mano, la poción que le di estaba hecha para que creyera que estaba a solas conmigo y no controlara ningún impulso fuera gritar verdades o atacarme.
Parpadeé y me quedé mirando sin terminar de creerlo. Él sonrió, el gesto de un hermano mayor al haber engañado al menor y demostrar ser más astuto. No era más astuto, era solo... James. El hermano que siempre se había inculpado en el lugar de Robin para cuidar del pequeño, el joven molesto que había matado un kitsune para evitar que me hiciera daño aun cuando nunca en su vida había derramado sangre, y el brujo que acababa de admitir que se había hecho apuñalar a consciencia, sabiendo lo riesgoso que era y las consecuencias, para que una chica exiliada pudiera regresar a su hogar. ¿Acababa de decir que esa herida le había costado parte de su magia?
—¿Holland es libre? —pregunté sin creerlo.
—Se supone que la sentencia de Rogers todavía no es oficial —respondió James poniéndose de pie y me guiñó un ojo—. Pero sé de buena fuente que eso es lo que sucederá, al parecer el denunciante no fue nada piadoso y pidió la condena máxima para él. Ya sabes, un político importante, alguien que estos meses estuvo haciendo amigos y contactos convenientes dentro del entorno para que lo apoyaran, ganando popularidad en la comunidad para que los mismos brujos pidieran justicia. Fue una verdadera molestia asistir a todas esas reuniones y elegantes fiestas.
—Toda una tortura para ti —dije con sarcasmo—. Ganarás esta noche, James. Es un hecho.
—No tienes modo de saberlo.
—Sí, sí lo tengo —respondí poniéndome de pie también para acompañarlo a la puerta.
—¿Alguna vez te has interesado en el significado de los nombres, Nina? —preguntó él—. Papá solía hacerlo, le encantaban esos acertijos. Los nombres son muy importantes. El tiempo es cruel, pero tiene un plan para todos, y nuestro nombre es el nombre de ese plan también. Tu nombre es italiano, significa niña, porque al menos en Rike las mujeres siempre fueron más fuertes que los hombres y tengo entendido que los últimos Loksonn fueron todos hombres hasta llegar a ti.
—Italiano —repetí apenas conteniéndome de reír.
—James significa aquel que suplanta. Conveniente. Y Robin...
—Creo que prefiero no saber qué tan retorcido significado puede tener ese nombre.
—Es el nombre de un pájaro —dijo James dándose vuelta para mirarme—. Creo que los humanos lo llaman petirrojo.
—Y los petirrojos siempre regresan a su nido —dije recordando las palabras de Violetta—. Maldita bruja loca. ¡Volverá!
Me lancé sobre él y lo abracé sin poder evitarlo. ¡Por supuesto que lo haría! Se suponía que ella no podía hablarme del futuro, cuidaba con dedicación que su reloj no avanzara ni un solo segundo, pero eso no significa que no podía dejarme pistas para que lo averiguara por mi cuenta. James se quedó quieto por la sorpresa, pero terminó por rodearme con sus brazos también. Él no tenía la menor idea de lo que acababa de decirme. ¿Verdad? Pero se suponía que ese era su deber, como mi hermano mayor, sonreírme y decirme que todo estaría bien mañana aunque no lo supiera con exactitud.
—Fuiste suya desde siempre, pajarito —dijo por lo bajo—. Creí que no eras de dar abrazos.
—Los Loksonn siempre mienten —respondí y lo empujé—. Ahora vete de aquí, suficiente fraternidad por un año.
—¿Somos hermanos?
—Sí, maldito idiota.
—No tienes que responderme así, imbécil.
—Espera a la próxima guerra para que nos volvamos a llevar bien.
Me miró molesto, pero noté la sonrisa tirando de sus labios antes de partir.
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