Capítulo 24: Maldito fuera el seid



Había una buena lista de cosas que olían mal. El transporte público humano en sus horas más solicitado, los batidos orgánicos que Holland una vez me había hecho probar en lo que estaba segura había sido un intento de asesinato, Bass esa vez que había hecho una exploración al desierto de no-sabía-qué y no había podido bañarse por días... Venecia también lo hacía, aunque Robin lo negaría eternamente. Pero nada de eso se comparaba, ni siquiera los pies de Hela si siquiera quedaba algo ahí, a la peste putrefacta del seid. Era como si todo lo malo y muerto de las raíces de Yggdrasil saliera a la superficie y fermentara al sol, el aroma solo intensificándose.

Supe que había un practicante cerca incluso antes que lo anunciaran, solo por ese insoportable olor. Los pocos nobles que aún no se habían retirado, lo hicieron tan pronto como las puertas se abrieron para revelar a la mujer responsable. Huyeron como los malditos cobardes que eran enseguida ante cualquier cosa relacionada con el seid, lo que a mí me hubiera encantado hacer también de no tener que lidiar personalmente con este maldito asunto. Tuve que convencerme a mí misma que cortarme la nariz no haría esto más sencillo, no había modo alguno en que fuera a permitir que mi sangre estuviera expuesta.

¿En qué demonios había estado pensando al aceptar esto? En Rike, por supuesto. Porque todo siempre tenía que ser sobre Rike incluso si terminaría por costarme mi maldita vida. Robin ya sabía de la bruja y había quedado bastante en claro que no dejaría de verla, los nobles habían aceptado recurrir al seid, Sjel seguía mordiéndome a cada oportunidad que tenía... Si, estaba bastante jodida. El verdadero misterio aquí era qué demonios terminaría por costarme la vida. ¿Rike? ¿Las torturas? ¿El seid? ¿Los brujos? Estaba segura que debía haber un premio mayor en alguna parte, quien lograra matarme realmente se lo merecería en medio de tanta competencia.

Intenté mantener la calma al ver un destello de negro en los balcones. Él sabía. Conocía mi aversión hacia el seid, y había algo reconfortante en saber que Robin estaba allí aun si no tenía rol alguno en esto. Con Vali ciertamente no era lo mismo. Hubiera preferido que se fuera junto a los demás nobles, sobre todo después de nuestro último encuentro, pero permaneció en el salón a diferencia de cualquier otro. A esta altura dudaba que algo fuera capaz de afectar a Vali, incluso el seid, pero siempre se podía esperar lo contrario.

Había algo seriamente mal con la mujer que entró al salón, podía sentirlo incluso a esta distancia. Ignoró cualquier repulsión que su avance causara, dejando un rastro de tierra y hojas muertas que se desprendían de su capa. ¿En qué diablos me había metido? Nadie querría limpiar eso, y pretendería fuego la corte antes que dejar rastro alguno de un practicante de seid. Quería ponerme de pie y alejarme cuanto fuera posible, pero yo la había citado aquí para hablar y si había alguien que debía enfrentar esta situación por el bien de Rike debía ser un Loksonn. Maldita fuera mi sangre, y malditos fueran los brujos por empujarme a esto.

Ella se detuvo al ver a Vali y desvió cualquier atención de mí. Se acercó enseguida a él, echándose al suelo para reverenciarlo por completo mientras murmuraba algo demasiado bajo para oírlo. Vali me miró y se encogió de hombros como si estuviera igual de perdido que yo ante eso. Se suponía que él había sido maldito con el seid. ¿No? Quizás la practicante sintiera eso. Vali no pareció inmutarse ante su extrema cercanía, realmente había dejado de creer que algo llegara a afectarle luego de lo que había sido su vida. Le respondió algo igual de bajo como para que fuera posible oírlo y entonces ella se puso de pie y me miró.

Cuando se detuvo delante de mi trono, lo único en lo que podía pensar era que quizás debería haberle dejado el maldito asunto a mi hermano de haber sabido que era tan inmune al seid. No tenía por qué temer, me lo repetí unas mil veces mientras sabía que solo un idiota no le temería al seid. Mis problemas para dormir y el hecho de sentir cada muerte de mi pueblo eran consecuencias directas de este. ¿Y había gente que lo subestimaba? Los malditos brujos jugaban con brillantina y galletitas azucaradas en comparación.

—Prinssese —dijo ella sin inclinarse—. Mandó a llamarme.

—Así es —respondí.

Era sencillo comprender por qué Saya tenía una aversión tan fuerte hacia Robin, la practicante también se ocultaba debajo de una capucha aunque su capa parecía estar hecha de tierra húmeda y flora muerta. El hedor a descomposición era tan fuerte como para marearme. Prefería no ver lo que había debajo, quizás compitiera con la misma Hela. Ya suficiente era con ver la piel en sus manos, tan hinchada y pálida como para creer que había estado por siglos bajo el agua helada del norte, y sus uñas tan negras como el carbón siendo más largas que las garras de un cachorro de Fenrir. Era oficial, era la última vez que recurría a un practicante de seid.

—¿La sangre de Loki recurriendo a nosotros? ¿Luego de tantos años? —preguntó ella con diversión y respiré profundamente para mantener el control.

—Rike está en guerra.

—Es evidente.

—Los practicantes de seid siempre protegieron su tierra.

—Y es lo que estamos haciendo. Mis hermanas y hermanos trabajan sin descanso día y noche para que la magia esté limitada en nuestro territorio, el enemigo sufra de solo intentar cruzar los límites, y para que usted sienta a la perfección cada muerte así no se olvide que su principal deber es cuidar del pueblo.

—Y es por eso mismo que la he citado. Mi principal prioridad es y siempre será mi pueblo, y deseo que no haya más pérdidas, pero para evitar que más cambiaformas mueran necesito la colaboración de su gente.

—Su gente —repitió ella y para mi horror comenzó a subir los escalones—. Lo dice como si no perteneciéramos a la misma especie, como si no fuéramos descendientes del mismo dios ni este reino nuestro reino también.

—Es bien conocida la voluntad de Loki respecto a las prácticas del seid —dije poniéndome de pie tan pronto como estuvo frente a mí.

—Sin embargo, sin nosotros, este reino ya hubiera caído hace siglos.

—No subestimará a nuestros guerreros, solo porque ellos escogieron el honor de una espada a lo que su tipo prefirió —respondí manteniendo mi cabeza en alto—. Sí, el seid no es aceptado aquí, y aun así nuestras tierras son sus tierras también, nuestra comida su comida, y nuestro hogar su hogar. No le estoy pidiendo que responda ante mí, le estoy pidiendo que responda por su reino, porque Rike siempre ha respondido por todo quien lo solicitó.

—Hay demasiada fiereza en su mirada, para tanta incertidumbre sobre el futuro.

—Hay solo un futuro aceptable para mí, y es uno donde ni Rike ni su pueblo sufra o sea lo menos posible si es inevitable.

—¿Y qué hay de la deuda que usted tiene con Rike?

—Siempre escogeré a mi pueblo, sobre cualquier cosa.

Su mano fue demasiado rápida, su velocidad innatural y superior a la de cualquier cambiaformas. Sus garras rasgaros a través de mis prendas para llegar a mi vientre y olfateé mi propia sangre cuando cortó la carne. Maldita sea. ¿Otra vez? Alguien tendría que anotar en algún lado que los practicantes de seid, además de espeluznantes, eran más rápidos y fuertes de lo promedio, porque todas las cosas malas en la vida siempre tenían que serlo. Tal vez pudieran conseguir un papel en algún film de terror, así no se quejarían tanto de ser apartados sociales.

Robin estuvo detrás de mí enseguida y me rodeó con sus brazos para alejarme de ella. Bien, lo entendía, el brujo era útil incluso sin magia. Ella simplemente rio al ver sus uñas empapadas en mi sangre, ignorando por completo al brujo. Se llevó sus dedos a su boca, lamiendo el rojo como si ya no fuera suficientemente espeluznante sin agregar eso. ¿Beber sangre de un modo aterrador? Tachado de la lista. Al menos los vampiros solían ser más delicados y elegantes con esto. Y la cruel risa que le siguió no ayudó para nada.

—Fuerte, rebelde, y tan despiadada... Sí, reinará bien Rike —dijo ella y volvió a levantar su mano.

Robin fue más rápido que ella en esta ocasión, empujándome detrás de él de modo que sus garras se clavaron en medio de su pecho esta vez. Puse una mano en la empuñadura de mi espada enseguida pero me detuve tan pronto como Vali negó con la cabeza, su mirada más seria de lo que nunca la había visto. Regla n° 13: no era bueno provocar al seid. El brujo se tensó cuando ella hundió más sus uñas y tuve que repetirme que en realidad no había nada allí por lo que no corría un verdadero riesgo.

—El tiempo es una triste broma para un inmortal, aun más para un sirviente del seid —dijo ella de modo que él pudiera entenderla—. Puedo hacer avanzar esas agujas, brujo. No me provoques, o el reloj podría marcar las doce antes de lo debido. ¿O de dónde crees que salió tu tipo de magia? ¿Gran poder que cobra vida en retorno? Me suena muy familiar. Eres tan mortal, como cualquier otro de tu tipo.

—Suéltalo —dije.

—Le pertenece más al seid que a usted, prinssese. Sobre todo con la magia que ha estado jugando —respondió sin ceder.

—Por favor.

¿Enfrentarse a una practicante de seid cuando tenía la vida de Robin en su mano? Literalmente. No tan literal como si tuviera su reloj principal, pero sí si era capaz de hacer avanzar esas agujas. No, nada valía ese riesgo, no él. Ella se fijó en mí, y estuve segura que hasta Vali lo hizo. Maldita sea, no era la primera vez que pedía algo por favor. ¿Qué demonios había de sorprendente en eso? La mujer retiró su mano y Robin se alejó un paso para quedar fuera de su alcance. Bien, ambos lo entendíamos, nada de joder al seid. Volvió a chupar sus dedos como si no fuera sangre lo que tuviera ahí.

—Estás más cerca de ser como yo de lo que crees, tid vokteren —dijo ella.

—Él no tiene lugar en nuestros negocios —dije en nórdico.

—¿Qué es lo que quiere, prinssese?

—Un modo de incapacitar la magia de todos los brujos a la vez, así estarán obligados a negociar y no habrá muertes. ¿Es eso posible?

—Todo es posible.

—¿Pueden hacer eso?

—Sí.

—¿Cuándo?

—Debería hablarlo con mis hermanos y hermanas.

—Por cada día que pasa, más cambiaformas mueren, resultan heridos o sufren a causa de esta guerra.

—¿Y debo recordarle quién la declaró?

—¿Tiene alguna idea de cómo estaban maltratando a nuestro tipo, a nuestros niños? Ellos no iban a ceder, y yo no iba a permitirlo. Como yo lo veo, tiene dos opciones. Puede continuar dilatando esta discusión, y le estará recordando a Rike por qué el seid tiene mala imagen; o puede hacer algo ahora mismo, y tal vez sea más aceptada. Su colaboración será reconocida.

—¿Puede prometer eso?

—No es un secreto que, si ahora mismo el enemigo no puede adentrarse en nuestro territorio o acercarse a la frontera sin que su magia se debilite o desaparezca, es gracias a ustedes. Están velando por Rike, a su modo, pero también lo hacen y no es algo que ignoraremos. Cuando historias sobre esta guerra se escriban, y así será, todos sabrán del rol que el seid tuvo para asegurar nuestra victoria.

—Entonces dígales eso usted misma. Visite esa parte de su pueblo que prefiere no reconocer. Repita esas mismas palabras sobre nuestro suelo sagrado. Jure con su sangre que cumplirá con lo que dice, frente a la flama eterna.

—Un viaje así tomaría días, y no es un lujo que pueda permitirme.

—Nada es imposible de realizar, solo le falta voluntad.

—Me falta tiempo —dije y señalé a Robin—. Y él tiene su magia demasiado limitada como para contar en ese sentido.

—¿Pero si pudiera? ¿Se comprometería a hacerlo?

—Haré lo que sea necesario por el bien de Rike —dije firmemente.

—Entonces veamos qué tanto vale su palabra.

Ella dio media vuelta, y estuve segura que debería haber pensado mejor mis malditas palabras. ¿Pero no había dicho una verdad absoluta? Tan solo quería que la espeluznante mujer chupa-sangre y con capa de cosas muertas desapareciera. ¿Era eso mucho pedir? Maldita sea, jamás debería haberme metido en esto. Cogió su capa con una mano y giró, haciendo un perfecto círculo de tierra y quién demonios sabía qué más a su alrededor. Las náuseas solo se intensificaron junto con la repulsión y el impulso de alejarme cuanto fuera posible, mi cuerpo pidiendo a gritos que escuchara el rechazo. Era la última vez que recurría al seid, si por algún milagro sobrevivía a todo esto no había maldito modo alguno en que fuera a recurrir al seid.

—Sígame y cumpla con lo que dice, le doy mi palabra que estará de regreso en menos de un día —dijo ella—. Pero decida rápido, prinssese, porque solo tiene cien segundos.

El suelo comenzó a deshacerse dentro del círculo que había creado y ella fue tragada por la oscuridad. Cien segundo. Maldito fuera el seid. ¿Lo valía? Cuando Rike estaba en juego, en realidad no había segunda opción posible. Intercambié una rápida mirada con Vali y él asintió al comprender lo que quería. Alguien tenía que hacerse cargo durante mi ausencia, si siquiera regresaba, y hacerse pasar por mí para mantener el control. Quería creer que no aprovecharía la ocasión para ordenar un genocidio o algo similar.

Corrí escaleras abajo. El tiempo estaba corriendo, la tierra comenzaba a desaparecer como si el círculo se redujera a cada instante. Me detuve en el borde siendo consciente de lo que esto significaba. Nadie en su sano juicio entraría al territorio de los practicantes de seid o siquiera pensaría en acercarse, las historias bastaban para quitarle el sueño incluso a Bass y prefería no imaginar lo que sería tratar con más de una espeluznante chupa-sangre a la vez. Respiré profundamente temiendo lo que estaría al otro lado y dispuesta a saltar, pero no lo hice cuando una mano cogió la mía. Robin me miró y me sonrió al entrelazar sus dedos con los míos.

—Fuimos al cambinfierno juntos —susurró—. Te dije que te seguiría a donde fueras, resultara bueno o malo. ¿Entonces?

—Definitivamente eres una cosa molesta de deshacer.

Él sonrió, y como un niño pequeño cerró los ojos antes de dar un paso adelante y arrastrarme consigo. Contuve la respiración al sentir el vacío a nuestros pies cuando la oscuridad nos tragó también. Robin no moría hoy ni en ningún futuro cercano, lo sabía mejor que cualquiera, y me repetí eso mil veces cuando mis rodillas golpearon tierra. Mi pantalón se empapó enseguida, mis manos se hundieron en algo demasiado espeso para ser agua y demasiado líquido para ser barro. Mantuve mis ojos cerrados incluso cuando el fuerte hedor a hierro lo decía todo. El frío se caló hasta mis huesos, el norte de Rike siempre había sido más despiadado que cualquier otro sitio.

Podía sentir a Robin temblando a mi lado, su mano aún sujetando la mía. Dudaba que alguna vez hubiera experimentado una temperatura tan baja. Estúpido brujo, debería haberlo pensado mejor antes de hacer semejante locura. Lo miré solo para comprobar que ambos estábamos cubierto de lo que ya había sospechado, aunque su olfato no era tan bueno como para deducirlo sin abrir sus ojos y sus manos enguantadas no adivinaban por el tacto. La repulsión era evidente en su rostro, la mueca de dolor bastó para que me repitiera de nuevo que muy pocas cosas realmente llegaban a lastimar a Robin y no había ninguna aquí.

—¿Sigues entero? —pregunté y él sonrió a duras penas.

—Creo que nunca me he sentido más enfermo en mi vida —respondió.

—Ese es tu cuerpo rechazando el seid, tid vokteren —dijo la mujer y enseguida ambos nos fijamos en ella—. Supongo que la prinssese está más que acostumbrada al sentimiento como para que no le afecte tanto. Ahora sabes lo que se siente estar de este lado de la línea. Vamos, que la noche es fría y el hielo amenaza.

Ella nos dio la espalda y se adentró en el bosque que nos rodeaba. Se decía que los practicantes de seid vivían en la zona más oscura y retorcida de los bosques del norte, allí donde nadie se atrevía a adentrarse por la amenaza que representaba y la muerte reinaba sin piedad. Demasiado al norte como para que el frío congelara hasta las lágrimas mismas, demasiado cerca de las montañas rocosas que limitaban con el mar congelado marcando el fin de nuestro territorio y cualquier otra cosa en esta rama de Yggdrasil. Nada más que cambiaformas que le habían dado la espalda a su naturaleza al practicar seid, haciendo pagos impensables por veneno.

Me puse de pie junto con Robin y la seguimos prefiriendo no tentar nuestra suerte al separarnos en territorio tan peligroso. ¿Nadie iba a mencionar el maldito asunto de la sangre cubriendo todo? Maldita sea, incluso yo me estaba congelando ahora mismo. El hielo cubría parte de los árboles y el suelo, amenazando con cortar a cualquiera que fuera lo suficientemente idiota como para acercarse lo cual no era muy difícil si el frío entorpecía por completo nuestros cuerpos. Robin no tardó en estornudar, y por primera vez me pregunté si los brujos eran capaces de sufrir un resfriado. Él seguía luciendo como si en cualquier momento fuera capaz de desmayarse mientras frotaba sus brazos en busca de calor.

—¿Siempre te sientes tan mal cerca de la magia? —preguntó con preocupación y sacudí mi cabeza.

—Solo cuando mi cuerpo está muy débil. No es agradable —respondí.

—Como lo está últimamente. Cada vez que he usado magia cerca de ti...

—Extrañamente, la magia temporal no me afecta como el resto —dije y él me miró sorprendido—. A Vali le gusta decir que Loki se lleva bien con el tiempo. Quizás sea por eso, o quizás sea culpa del maldito GPS atemporal.

—No creí que fuera tan malo.

—Los brujos nunca escuchan a los demás. Se pasará en un rato, creo.

—¿Es así para todos?

—Nuestros cuerpos rechazan la magia por naturaleza. Podemos entrenarlos para soportarlo con el tiempo, desarrollar cierta tolerancia por proximidad y esas cosas, pero en el fondo estamos malditos a no tolerarla.

—¿Y tu gente va a pelear sintiéndose así de mal?

—Es una suerte entonces que yo sea una Loksonn y esté aquí dispuesta a cualquier cosa con tal de evitar eso. ¿No?

Él no dijo nada más. Quizás aquella fuera la solución, que la mujer espeluznante trajera a cada brujo aquí para mostrarle lo que se sentía. Quizás entonces ellos apreciarían el verdadero esfuerzo que los cambiaformas habían hecho al intentar la convivencia. ¿Qué mejor modo de enseñarles que hacerles sentir en carne propia lo que provocaban? Solo podía pensar en terminar esto cuanto antes y correr a algún sitio cálido y sin seid. Necesitaba que los practicantes cedieran, era el único modo de ponerle fin al conflicto sin muertes innecesarias de parte de ningún bando. ¿Qué demonios pensarían mis antepasados de verme en semejante situación? Nina Loksonn, siguiendo a una practicante de seid para pactar un trato con su grupo.

Escuché el crepitar mucho antes de ver el fuego y sentí su intensidad llamándome incluso antes de sentir su calor. La mujer hizo a un lado una rama, revelando a su oscuro grupo de hermanos y hermanas bailando y cantando alrededor de una fogata. Si hubiera sido cualquier otro grupo de cambiaformas, no hubiera habido nada raro en nuestra típica tradición en busca de calor mientras honrábamos a Loki, pero los huesos ardiendo en el fuego y el suelo cubierto de sangre me recordaron que aquí no había nada bueno en realidad. Las oscuras nubes cubriendo cualquier color en el cielo tampoco eran un buen presagio. Genial, conociendo mi suerte, Thor estaría molesto.

Si Loki no hubiera maldecido toda la línea de sangre, estaba segura que yo hubiera terminado por ser la responsable. Mantuve la cabeza en alto al avanzar, incluso cuando podía sentir la mirada de todos los practicantes en mí. Solo yo sabía el verdadero peso de la corona que estaba en mi cabeza. Había puentes improvisados entre los árboles y pequeñas construcciones de madera, al menos eso respondía a la pregunta sobre si vivían a la intemperie o no. Intenté no mirarlos, rogando en silencio porque ningún niño hubiera caído en algo similar y aferrándome a toda mi fuerza de voluntad para no reaccionar violentamente si se habían atrevido a engatusar a uno para que lo hiciera.

—Hermanos y hermanas, observen lo que he traído —declaró la mujer y rio sin ocultar su burla—. Nina Loksonn, fuera de su lujosa y segura corte, y dispuesta a recurrir el seid para ganar una guerra que ella misma provocó.

No era cierto. Yo no había buscado esto, solo había hecho lo necesario para cuidar de mi pueblo. Había aceptado el rol de villana en esta historia, la chica caprichosa y de mal carácter que había declarado una guerra porque una viuda aún en duelo, una madre herida por la ausencia de su hijo, la había golpeado. Y esa era la historia que todos contarían. La última descendiente de Loki, cumpliendo a la perfección con el mal que se esperaba de su sangre. Encerrada día y noche en su corte, con un rol que no toleraba, pensando constantemente en modos de ganar sin perder, incluso sin dormir a veces por eso mismo, capaz de sacrificar cualquier cosa de ella y renunciar a cualquier deseo personal. Si ellos creían que la corte era lujosa, era mejor que nunca visitaran la casa de Valerie.

—No pedí nada de esto —dije mirando a la mujer—. Nadie escogería este apellido de tener la elección. Nací, fruto de un prins que llevaba años queriendo ponerle fin a su vida tras haber perdido a su sigr vina y una duelista cuyo nombre ni siquiera sé. He visto a más personas morir por mí, de las que cualquiera debería ver en toda su vida. Pasé mi infancia temiendo dormir porque sabía que alguien siempre vendría por mí. ¡Fui criada por un brujo que hizo esfuerzos imposibles por ser un buen padre para mí y a quien amé, y solo en su lecho de muerte me atreví a llamarlo por lo que en realidad fue! Y ahora debo afrontar una guerra que está destruyendo todo por lo que ese brujo había trabajado. Me juzgan por la vida que llevan aquí alejados de todos y de todo, pero fueron sus decisiones las que los llevaron a donde se encuentran ahora. No soy nadie para decir si esto está bien o mal, de todos modos estamos todos condenados a lo mismo. Pero ustedes al menos tienen un hogar, saben que esta tierra les pertenece y no deben temer la muerte. Y eso es más de lo que yo tengo ahora mismo, más de lo que cualquier otro cambiaformas allí afuera tiene ahora mismo. Sí, pelearán por Rike, pero también saben que habrá mucho que sacrificar para ganar. Ayúdenlos a ganar sin conocer el dolor de la pérdida. Esta guerra puede seguir así como está por siglos hasta que no quede más que polvo y ruinas de parte de ambas especies, o ustedes pueden hacer la diferencia y ayudarnos a ganar ahora mismo. No les mentiré, Rike les seguirá temiendo y no cambiará su opinión sobre el seid, pero tendrán respeto, porque serán héroes de guerra y todos sabrán que la victoria no habría sido posible sin su participación. Doy mi palabra que me aseguraré que así sea.

—Tu palabra no es suficiente —dijo la mujer acercándose—. ¿Qué nos asegura que serás capaz de sacrificar lo que sea necesario por Rike?

—Lo haré. Sverger.

Ella hizo un gesto con la cabeza hacia mí y resoplé. Al parecer, el pronunciar un juramento no era suficiente para un practicante de seid. Maldita fuera la vieja escuela. Desenganché mi espada de mi cintura y la tiré a un lado para demostrarle que no estaba aquí con intención de un enfrentamiento. Su dura pose no cedió. Cogí mi cuchillo de donde lo guardaba en la parte baja de mi espalda y lo sostuve delante de ella antes de dejarlo caer al suelo también. Nada. Maldita zorra exigente. Me arrodillé y puse mis manos delante de mí, exponiéndolas por completo para que viera que no había armas ni nada más que ocultar. Ella se puso a mi altura, observando mi mano vendada.

—No es suficiente —dijo con severidad.

—No puedo quitarme las vendas —respondí.

—Hay un precio por no ser completamente honesto.

—Sabes perfectamente por qué no puedo. Sientes la muerte debajo —dije entre dientes y ella sacó un fino estilete del interior de su capa.

—La ley no tiene piedad por nadie, ni siquiera una prinssese con su corona. Discutiremos lo que pides, mientras tú demuestras si eres capaz de sacrificar lo que debes.

Ella levantó su cuchillo, y un segundo demasiado tarde reconocí el destello del hielo rojo antes de sentir la punzada de dolor en mi mano mala cuando la estacó al suelo. La falta de aire fue instantánea, mi visión se oscureció y mi cuerpo cedió enseguida mientras solo podía pensar en el macabro canto de Vali. Maldita sea, no podía estar pasando por esto de nuevo.

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