Capítulo 2: El tiempo siempre sabe


Me gustaría agradecer el hecho de que esta vez fue rápido, pero sentir tu garganta siendo rebanada por una daga de plata no era una sensación bonita. Me ahogué con mi propia sangre y mis piernas cedieron de modo que terminé de rodillas bajo la ducha. Maldita sea, estaba tan jodida. ¿Me bañaba para quitarme de encima la sangre de otro solo para mancharme con mi propia sangre luego? ¿Acaso los malditos brujos no podrían haberlo hecho antes? Cerré fuertemente los ojos, intentando respirar con normalidad mientras mi pecho dolía por la situación.

Esto era horrible, y patético. Era ridículo el modo en que ya no podía permitirme el lujo de estar sola con los constantes ataques. ¿Qué demonios había hecho para merecer esto? Además del supuesto asesinado del magister del cual me acusaban... ¡Era inocente! ¡Loki sabía que era inocente! ¿Por qué querría matar a quien había sido un padre para mí? Más que cualquier otro, aunque Loki se retorciera de risa al saber que había llorado por un brujo. ¿Era mucho lo que pedía? Solo unos segundos de descanso, un respiro en medio del caos. Sentir una muerte no era tan terrible como saber que era mi gente quien estaba pagando.

Tosí hasta que respirar fue imposible. Como pude me arrastré fuera de la ducha, el agua no ayudaba al momento de intentar no ahogarme. Debería haber matado a ambos brujos esta noche. Debería haber cortados sus dedos uno por uno, regocijado con sus gritos de tortura, reído ante toda la sangre derramada. Y con eso, debería haberle enviado un hermoso paquete a Valerie para mostrarle lo que era capaz de hacerle a su gente. ¿Qué tan mal estaba la situación cuando los brujos resultaban más salvajes y sanguinarios en una pelea?

Al menos terminó rápido, no era como si eso me quitara la agonía o el peso que implicaba. En mi lista de cosas que hacían a una ducha relajante, sentir un asesinato definitivamente no estaba muy arriba. Era demasiado temprano para comenzar el día tan mal. Tan solo... ¿Por qué? ¿No me había esforzado por intentar solucionarlo del modo diplomático? ¿No había intentado lo imposible con tal de lograrlo? ¿Y todo para qué? ¿Para fallar de todos modos? ¿Cuál era el punto de seguir luchando por algo que era en vano? Sin importar cuántas estocadas diera, eso no derrumbaría un muro de piedra.

Lo había intentado, los dioses sabían que había estado dispuesta a todo con tal de evitar esta guerra. Regresar al infierno a pesar de lo horrible que fuera, renunciar al chico contra cualquier deseo personal, incluso renunciar a mi orgullo y sentarme a negociar por un crimen que no había cometido. Tanto esfuerzo en vano... Terminaría en el fondo del slid a este paso, perdería al chico porque el futuro ya estaba escrito, y mi imagen estaba siendo cuestionada por los nobles. Estar a solas con mis pensamientos nunca había sido de lo mejor. ¿Significaba esto que ya le había fallado a mi pueblo? La autocompasión era una perra desalmada, y era demasiado temprano para ir a molestar a Holland por un poco de ánimo.

Me obligué a ponerme de pie y me sostuve del muro más cercano. Mi cuerpo se sentía demasiado débil luego de tantos días sufriendo estos ataques, la magia ya comenzaba a resultarme intolerable lo cual no era para nada bueno. Un poco más, y ya no sabría cómo haría para compensar todo. Tenía que resistir. De un modo u otro, no podía permitirme caer hasta no haberle puesto un fin al asunto. Necesitaba encontrar un modo de firmar la paz cuanto antes, porque si Hela era caprichosa y me reclamaba antes de eso, entonces nadie se apiadaría de la furia de Loki por la extinción de su línea o la reacción de Vali. Y los brujos serían afortunados si mi hermano no extinguía su raza entonces, él no tendría escrúpulos en derramar sangre.

Limpié rápidamente mi piel y me ocupé de vestirme. Había un límite de lo que podía ocultar, incluso para el cambio, y mi cuerpo no estaba dudando en mostrar como poco a poco me estaba enfermando. Estaba al borde de considerar que la presencia de James no era tan odiosa a cambio de una de sus pociones milagrosas para sentirse mejor, pero ese era un extremo al que por suerte todavía no había llegado. Había mil cosas que preferiría hacer, antes que pedirle algo a ese imbécil. Empujarlo de un acantilado era una, o tirarlo a una manada de cachorros de Fenrir, o dárselo a Bass para que jugara un poquito con él. Bueno, más de lo que ya lo había hecho una vez.

Quizás lo más extraño de esta situación era que había un brujo durmiendo en mi cama. Como, realmente extraño considerando todo mi historial pasado y el hecho que hasta hacía unos meses estaba segura que jamás sería capaz de tener algo con alguno de ellos. ¿Quién demonios querría convivir con su ego ridículamente grande? ¿Ceder la regla de no sentimientos por algo así? Suspiré al observar a Robin, con él las cosas nunca salían como deberían. ¿Cuándo había caído en el maldito masoquismo? Tenia que aprovechar mientras estuviera aquí, porque era seguro que en el futuro no lo estaría.

Estúpido brujo. ¿En qué diablos había estado pensando al traicionar a los suyos? No importaba si llevaba una vida desligado políticamente de la comunidad y aislado con los demás locos temporales, los brujos jamás olvidarían ni perdonarían semejante acto. ¿No lo habían demostrado ya esta noche? Del mismo modo que jamás perdonarían el exilio de Holland, aun cuando había sido un error. ¿Pero quién era yo para cuestionarlos? Solo podía confiar en que estaban a salvo aquí, y mientras fuera posible mi espada los defendería.

—Dove vai?

Me congelé en la puerta al escuchar su voz justo antes de partir. No creí que estaría despierto, no tan temprano. Mi mano tembló de solo recordar lo que había hecho horas antes. Él no tenía por qué saberlo. Este Robin seguía siendo optimista y capaz de sonreír, y mientras pudiera evitaría que se convirtiera en aquel cuya tristeza y melancolía le pesaba más que la muerte cercana. ¿Era eso mucho pedir de una guerra? ¿Salvar ese pedacito de infantil inocencia que lo hacía quién era? El tiempo no podía ser tan cruel conmigo.

—Tengo cosas que discutir con Vali.

Faranno quattri notti senza dormire —murmuró Robin somnoliento.

Me contuve de soltar una maldición y me di vuelta para verlo. Regla n° 11: Robin siempre hablaba en italiano cuando no estaba del todo despierto. Seguía con los ojos cerrados, recostado con las prendas arrugadas y las manos enguantadas debajo de la almohada como si aún fuera un niño pequeño. Tenía esta extraña costumbre de siempre quedarse dormido con las prendas del día anterior, incluso su capa, y su cabello estaba más despeinado que de costumbre a causa de la almohada.

—Robin, es demasiado temprano para que comprenda más de dos palabras en italiano seguidas.

Él murmuró algo demasiado bajo e imposible de entender. Maldito italiano, y maldito brujo loco. Me acerqué lo suficiente como para patear algunos de los relojes que se le habían caído. Si había una verdad absoluta en este mundo, era que los guardianes del tiempo cargaban consigo más relojes de los que era posible contar. Lucía tan pacífico, que por un instante creí haber imaginado su voz. En momentos así, casi podía confundir a todas las versiones de él. En sueños, todos lucían iguales.

Robin fue rápido en cogerme y tirar de mí, tomándome completamente por sorpresa. Sofoqué un grito cuando caí a su lado en la cama, y callé tan pronto como me rodeó con su brazo para evitar que me fuera. Su repentina cercanía fue más abrumadora que cualquier otra cosa. Su cuerpo se sentía demasiado bien contra el mío, el calor de su cercanía mejor que cualquier ducha. Ya no me molestaba el silencio en su pecho o el eterno tic tac de todos los relojes que cargaba consigo. Me había acostumbrado a sus manos siempre enguantadas o su modo de ser.

—Llevas cuatro noches sin dormir —dijo él.

—No es tanto.

—No cuando no andas sintiendo muertes más seguido de lo normal. Tienes que descansar un poco.

—No tengo tiempo para eso. Vali me está esperando y...

Callé tan pronto como cogió uno de sus relojes y sentí el silencio absoluto. Robin rió como el maníaco que era antes de dejar su reloj a un lado y acurrucarse más cerca. Esperé las náuseas o la sensación de repulsión, pero por alguna extraña razón la magia temporal parecía no tener efectos nocivos para los cambiaformas. Tal vez porque estaba canalizada a través de objetos y no se usaba directamente, o tal vez porque Vali sabía algo más que bromas sobre cómo el tiempo era amigo de Loki.

—Te olvidas de con quién estás tratando, mi lady —respondió él y suspiré—. Tienes todo el tiempo del mundo.

—No necesito dormir, y no me gusta dormir.

—Puedo quedarme despierto para alejar tus pesadillas.

—No es tan simple. No me pidas que logre conciliar el sueño, cuando mi pueblo no está a salvo —susurré cogiendo su mano y sosteniéndola contra mi corazón—. Simplemente no puedo. ¡Y ni se te ocurra usar tu magia para dormirme o juro por Loki que te mataré!

—De nada le servirás a tu gente, si no te cuidas para no enfermar.

—Quizás el egoísmo sea algo natural para ti, brujo, pero créeme que no lo es para mí.

—No es egoísmo. Nina, tienes que estar fuerte para lo que sigue. Ahora mismo, no puedes darte el lujo de enfermarte y eso es lo que está sucediendo.

—No es cierto.

—Los Loksonn siempre mienten. No creas que no lo he notado, cada vez toleras menos la magia.

—Es mi problema.

—Anche il mio.

—Si vuelves a decir algo en italiano...

—Che? Mi usciderai?

—Maledetto pazzo —murmuré y él rió—. ¡No es gracioso!

—Sí lo es.

—Ni siquiera deberías estar aquí.

—Creí que ya habías aceptado que no lograrás que me vaya.

—Sé lo que tu gente le hace a los traidores. En el mejor de los casos te repudiarán, solo por estar aquí intentando convencerme de dormir un poco.

—Fue mi elección.

—Yo no le daría la espalda a Rike por ti —admití a pesar de lo que significaba—. Si vas a quedarte aquí, al menos mereces saber eso. No esperes nunca de mí más que eso, porque elegir entre mi pueblo y otra cosa ni siquiera es una opción para mí.

—Jamás te lo pediría.

—Le has dado la espalda a tu comunidad por mí. Dos veces. Primero al escoger ser guardián del tiempo, y ahora esto.

—Estoy donde tengo que estar, para asegurar el mejor futuro posible —respondió Robin—. Y estoy donde quiero estar, el resto no importa.

—Debes estar realmente loco...

—Porcentualmente.

—¡Esa no es una palabra, maldita sea!

—Solo porque no exista en cambiaformés, no significa que no sea real.

—¡Y es nórdico! ¿Cómo demonios pretendes sobrevivir de este lado si ni siquiera puedes llamar al idioma por lo que es?

—Soy atemporal.

—¿Qué clase de respuesta es esa? —pregunté y él rió—. ¡Maldito loco, no puedo hablar por más de cinco minutos contigo!

—Tampoco puedes decir más de cinco palabras sin maldecir.

Me contuve de responderle porque terminaría por insultarlo y no había modo alguno en que fuera a perder una discusión con un maldito brujo loco. Quise partir pero él no me lo permitió. ¿Y qué más podía hacer? De todos modos estaba atrapada en tiempo muerto y eso era tan... relajante. Sin Vali esperando para hablar de estrategias, ni Bass siguiéndome de cerca siendo consciente del peligro que representaba, ni cambiaformas sufriendo por una situación que no merecían. Sí, tal vez llevara más noches de las que debería sin dormir, pero al menos esta noche podría decir que el pasaje a Rike estaba abierto de nuevo. ¿Y cuántos cambiaformas que habían quedado atrapados en el mundo humano, en medio de una guerra, podrían ir a la seguridad de su hogar? En momentos así, no había territorio más seguro para un cambiaformas que Rike.

—¿Sabes lo que cuesta hacerte escuchar, siendo tan joven entre nobles que tienen siglos? Algunos incluso milenios. Y yo apenas llego a las dos décadas —susurré—. Lo cierto es que cuando eres una niña pequeña, nadie te escucha. Excepto que digas alguna maldición, entonces todos giran a verte para saber de donde sacaste eso.

—No maldecías cuando te conocí.

—No —admití sonriendo—. Pero tampoco era escuchada por los nobles. Esa misma noche me juré que dejaría de ser débil y haría valer en algo mi sangre. Los últimos Loksonn fueron demasiado pasivos en ese sentido, tan enfocados en cumplir con el deber de sobrevivir hasta dejar descendencia, que no pensaron en ellos o lograr algo mejor. El anterior prins vivió sus últimos años en la miseria, drogándose para evadir la realidad. No quiero eso.

—Ese no será tu futuro.

—¿Por qué lo dices? ¿Lo sabes? —pregunté y él se tensó por un instante.

—Yo no dejaré que lo sea. Cada vez que sientas que el peso de tu corona te sobrepasa, puedes decirme.

—Algunas cosas no las puedo compartir contigo. Con nadie. Ni siquiera mi hermano. Y hay cosas que no quieres que comparta contigo, créeme.

—So quello che hai fatto —murmuró Robin y no respondí cuando cogió un mechón de mi mojado cabello—. Estamos en medio de una guerra, Nina. Y soy perfectamente consciente de la posición en la que te encuentras. Sé lo que haces cuando sales y por qué te bañas cada vez que regresas. Tienes tus motivos, y yo tengo mi opinión, pero los guardianes del tiempo no podemos entrometernos en temas políticos.

—Holland está acostumbrada a ver sangre en mis manos, incluso de brujos, y siempre luce tan decepcionada cuando sabe lo que hice...

—Creo que yo no soy nadie para juzgarte, no considerando lo que hice.

Alejé aquellos recuerdos antes que terminaran por afectarme. Una y otra vez me repetí que Nimeria se lo había pedido y sino yo no estaría viva ahora, pero era difícil olvidar que Robin la había matado. Al menos estábamos de acuerdo en ese punto, él jamás podría decirme nada sobre la sangre que derramaba aunque seguía siendo algo que prefería no compartir. Él no necesitaba saber que había torturado al hombre al cortarle la mano. De todas las cosas que podría haberle hecho... Mi lado sádico y malvado no era uno del que estuviera orgullosa, por alguna razón intentaba respetar mis reglas autoimpuestas.

—Sé que no te gusta.

—Ponte en mi lugar —dijo él simplemente—. Quiero creer que tuviste tus motivos, pero no deseo conocer los detalles.

—Yo tampoco quiero compartirlos —respondí y suspiré—. No esperes lo mismo de los demás, los cambiaformas no tendemos a ser reservados respecto a lo que hacemos. De hecho, serían capaces de jugar trekkbal con la cabeza de alguien.

—¿Qué es eso?

—Uno de los deportes de Rike. Las reglas son muy cambiantes, pero la pelota nunca debe tocar el suelo mientras esté en posesión de tu equipo o eso corta la racha. Extraño jugar trekkbal con los demás cambiaformas —admití—. Extraño muchas cosas a veces, como cuando la vida era simple y la única preocupación era que no nos atraparan con Bass por la última travesura hecha. Y... no es algo que le diga a muchos. ¿No extrañas tiempos más simples?

—¿Tiempo simple? —repitió Robin riendo como un maníaco—. No existe tal cosa como el tiempo siendo simple. Es complejo, y retorcido, y es porcentualmente maquiavélico. Es cruel y despiadado, el peor amante que puedes encontrar, de esos que te susurran promesas al oído mientras te apuñalan por la espalda. Es tan exigente, y crees que te da tanto a cambio, cuando no eres más que una marioneta atada a sus cuerdas de reglas.

—Los brujos piensan mucho. ¿Tu vida no era simple antes? Hubo unos pocos años en los que la mía lo fue.

—¿Entonces por qué lo dejaste?

—Porque no era justo que yo tuviera lo que tú habías perdido —susurré—. Creo que nunca me perdoné eso. Pero entonces, cuando vi lo que hubiera sido de no haber sucedido así la vida... Es uno de mis mayores arrepentimientos, pero no lo arreglaría. A veces creo entender cuando dices que tu deber es asegurar el mejor futuro posible a cualquier costo, aunque para eso tengas que hacer cosas horribles. Ahora me siento así.

—No es lo mismo.

—No, ciertamente tú no tienes que cargar con el peso de toda una especie —respondí y Robin guardó silencio por un momento.

—Es peor conocer algunas muertes, y saber que el tiempo no cambia por nadie —susurró él—. Es peor estar obligado a dejar que esas muertes sucedan, o tener que provocarlas. Hay una razón por la que los guardianes del tiempo no tenemos permitido ver los relojes de nuestros seres queridos.

—¿Y se supone que yo estoy obligada a ver el tuyo constantemente? —pregunté y Robin rió.

Podía irse al diablo si creía que este asunto era gracioso. Lo empujé lejos y me puse de pie sin poder soportarlo un instante más. No importaba cuanto lo intentara, la imagen del reloj marcado en su piel mostrando que apenas le quedaba un segundo más que gastar no se salía de mi mente. Tantas reglas rotas, o que rompería. Lo que fuera. ¿Qué tanto había estado dispuesto a sacrificar, o lo estaría, para cambiar lo ya escrito y salvar a la chica? Suspiré sabiendo que de un modo u otro necesitaba conseguir que esa bruja sobreviviera la guerra, solo de ese modo podría salvar a Robin también. Era malditamente masoquista de mi parte, pero nunca había sido egoísta.

Robin cogió mi mano y tiró de mí pero lo detuve cuando intentó lanzarme de nuevo sobre la cama. Su clara mirada se cruzó con la mía, y ni siquiera pude maldecirlo como tanto quería. Lucía tan inocente y feliz, tan ajeno a todo el verdadero mal que el mundo escondía. Desearía ser capaz de sonreír cómo él, aun conociendo las desgracias del futuro. Ella moriría, y él lo sufriría de un modo tan crudo y profundo. Había visto esa infinita melancolía en sus ojos y el dolor que su pérdida había dejado.

—Nuestros relojes no corren del mismo modo —dijo él.

—No, pero ahí es donde te equivocas. El mío avanza constantemente, hay seguridad en eso. ¿Pero el tuyo? ¿Qué me asegura que mañana de pronto no terminará su vuelta? Contigo es todo o nada, o está congelado o se consume en un parpadeo. No puedo quitarte la ropa sin tener un maldito recordatorio del tiempo de vida al que has renunciado por mí.

—¿Te preocupas por mí? —preguntó riendo.

—¡Sí, idiota! ¡Viktig meg!

—¿Qué se supone que significa eso es cambiaformés?

—¡Es maldito nórdico!

Intenté alejarme pero él fue más rápido al abrazarme por detrás para impedírmelo. Maldito brujo. ¿En qué demonios había estado pensando al aceptar a alguien como él? ¡Podría tener a cualquiera de desearlo! ¡Sin locura o enredos temporales o estúpidas palabras inventadas! Podría cruzar el corredor y llamar a la puerta de Kian tranquilamente, y eso solucionaría el asunto en un instante. Pero no, tenía que haber optado por el guardián del tiempo loco que no podía mantener una conversación por más de dos minutos.

—No mueres hoy, y yo tampoco —dijo Robin sin burla alguna—. Eso se todo lo que necesitas saber.

—¿Cómo puedes estar siempre tan tranquilo al conocer los finales de todos?

—Porque me niego a desperdiciar un solo instante pensando en eso, en vez de disfrutar lo que tengo. Siempre hay un final, pero no se trata de evitarlo porque eso es imposible ni sufrir pensando en tal, sino de correr en el sentido contrario para alejarlo tanto como sea posible. Ese es el secreto para ser feliz, nunca parar —continuó Robin y levantó apenas mi camiseta para tocar mi piel con la punta de sus dedos—. Así que hazme ese único favor, Nina, y nunca te detengas de correr. Porque eso es lo único que nos salvará a todos. Sin importar nuestro estado o nuestro alrededor, solo podemos perseguir un mejor momento. No te estanques en un solo momento.

—Pienso ir a Rike —dije sin mirarlo.

—Lo sé —respondió simplemente.

—Muero en Rike.

—También lo sé.

—Me hiciste jurar por mi sangre que no pondría un pie de nuevo allí.

—Parece que fue en vano.

—Libérame del juramento —pedí y él no respondió—. Robin, si en verdad sientes algo por mí libérame de ese juramento porque iré a Rike de un modo u otro. No puedo quedarme aquí mientras mi pueblo es atacado. ¿Pero qué valdría la palabra de una Loksonn, si al jurar por Loki no termina cumpliendo? Puedo mentir, pero jamás romperé mi palabra.

—Extrañas costumbres tienen los cambiaformas.

—Solo hazlo —dije y Robin suspiró—. Si tengo que elegir entre mi vida o Rike, ni siquiera tengo que pensarlo.

—No es mi caso.

—Tampoco deberías considerarlo siquiera.

Non mi scuso per essere egoista, non con questo.

—¡Sigue siendo demasiado temprano para el maldito italiano!

Lo escuché reír un instante antes de enterrar su rostro en mi espalda. Sin importar cuál versión de él fuera, Robin siempre tenía esa molesta costumbre de hablar más que nunca en italiano cuando apenas se despertaba. Sus dedos se hundieron con fuerza en mi piel, casi de un modo doloroso. Podía sentir la necesidad en su agarre, siempre exponiendo tanto sus emociones sin preocuparse por mucho más. Tal vez era eso lo que siempre me había gustado de él, sin importar si fuera un niño inocente o un joven al borde de su muerte, siempre era tan fácil leer sus sentimientos en su mirada.

—Los brujos somos egoístas, así que es normal que valore más lo que me importa personalmente sobre cualquier bien común —respondió él—. Y no siento escrúpulo alguno en admitirlo.

—¿Valoras más mi persona sobre mi voluntad? —pregunté intentando deshacerme de su agarre pero él no cedió.

—Valoro más tu vida, sobre lo que puedas llegar a pensar de mí. Creo que eso ya lo he demostrado.

—Solo hazme este favor, es lo único que te pediré en esta guerra. Iré a Rike de un modo u otro porque mi gente me necesita, pero prefiero estar en paz conmigo misma y ahorrarme los posibles problemas con los nobles si se sabe que rompí mi palabra. La situación no está para que ellos cuestionen mi autoridad frente al pueblo, ya bastante con las relaciones que aún guardo.

—¿Qué tengo que hacer?

—Solo toma mi cuchillo.

Robin terminó por resignarse y soltarme. Finalmente se puso de pie y cogió mi cuchillo de donde lo había dejado sobre la mesa de noche. Tonto de mí, dejarlo a su alcance mientras tomaba una ducha cuando el brujo podía cuidarse bastante bien por su cuenta. Vi el desacuerdo en sus ojos cuando se paró frente a mí sosteniendo el arma y sin saber qué hacer. Él no tenía idea. ¿Cierto? Casi sonreí con diversión al imaginar su expresión, los brujos se equivocaban tanto al creer saber todo de los cambiaformas y sus costumbres. No había sonrisa o buen humor alguno en su rostro ante la seriedad del asunto y lo que implicaba romper tal pacto, pero tampoco me importó.

Avancé un paso y siseé con dolor cuando la cuchilla cortó mi piel. Maldita plata incrustada en la hoja. Robin se paralizó al instante ante lo que había hecho y me miró con horror. Soltó el cuchillo como si mi sangre ardiera cual ácido en sus guantes. Por tan solo un momento él fue incapaz de hacer otra cosa que intentar comprender lo que había sucedido. Maldije internamente, esta era la última vez que rompía un juramento. ¿En qué demonios siquiera había estado pensando al momento de hacerlo?

—Angre sverger —dije y sacudí mi mano en un tonto intento por deshacerme del ardor en uno de mis dedos allí donde la plata había cortado.

—¿Qué está mal contigo? —exclamó él cogiendo mi mano y limpiando la sangre sobre mi piel—. ¡Pudiste haberme advertido!

—No lo hubieras hecho de saber.

Fue rápido en empujarme contra el muro más cercano y presionar su cuerpo contra el mío para no dejarme escapatoria. Mi respiración se cortó por la repentina cercanía. ¡Esto era jugar sucio, maldito fuera! No era para nada justo lo que me provocaba cuando se ponía así de intenso. No pude hacer nada más que sostenerle la mirada mientras él se llevaba mi mano a los labios y besaba el ligero corte para limpiar la sangre. No había nada que hacer, no era tan hábil como su hermano para curar una herida hecha por plata. Oh, Robin nunca me dejaría pasar esto.

—No vuelvas, jamás, a pedirme algo así —dijo él inclinándose más cerca.

—Entonces no vuelvas a pedirme que jure algo por mi sangre —respondí—. Así es como se rompe un juramento, y este es mi precio a pagar por no haberlo cumplido. Créeme, es un buen incentivo para no hacerlo. Ahora quedará marcado en mi piel para siempre.

—Escúchame muy bien —dijo Robin cogiendo mi rostro con una mano—. Nunca más me obligues a hacerte daño.

—Son las costumbres de mi pueblo. Si vas a estar conmigo empieza a acostumbrarte. Y nunca se te ocurra darle tu palabra a un cambiaformas, porque si la rompes ya sabes lo que te espera. Ahora, vuelve a dejar que el tiempo corra.

—¿Y si no quiero?

—Te golpearé.

—No eres capaz —dijo Robin y rozó sus labios con los míos—. Eres una mentirosa.

—No me desafíes, brujo.

—¿No?

Volvió a rozar sus labios contra los míos, y luego me besó con el deseo que había estado conteniendo. Bien, al diablo con el tiempo o cualquier asunto pendiente que tuviera esa mañana. Al menos era bueno saber que él tenía la misma relación discusión-lujuria.

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