Capítulo 16: Más cruel que hermoso



Había muchas cosas que estaban mal en el mundo, fuera cual fuera. ¿Pero asesinar a alguien sosteniendo su rostro contra una placa de plata hasta que ardiera más allá de su cráneo? ¿Qué demonios estaba mal con el asesino? De no haber asesinado al sucesor que se había divertido el verano pasado torturándome con cosas así, hubiera creído que seguía vivo y había vuelto a sus andanzas. Demasiado astuto, demasiado ingenioso, cada vez empujándome más al límite y testeando mejores métodos para hacerme sufrir. James me había dicho que andaban matando a los cambiaformas haciéndoles beber plata líquida, los mismos informes de nuestros espías aseguraban aquello. ¿Entonces quién demonios se estaba divirtiendo fuera del libreto?

Esto no estaba bien. Maldita sea, había matado a ese sucesor. ¿O tal vez él había encontrado el modo de saltar al futuro mientras aún lo estábamos persiguiendo en el pasado? Maldito fuera el tiempo, a esta altura ya creía que cualquier cosa que lo involucrara era posible. ¿Qué tan mal estaba como para considerar que ese bastardo siguiera vivo? O su versión antes que lo matara hubiera llegado al futuro para torturarme de nuevo. ¿Siquiera tenía sentido? Mi cabeza dolía de solo intentar imaginarlo, y llevaba una buena racha sin migrañas por causas temporales. ¿Qué demonios habías hecho para merecer volver a pasar por esto? Los brujos simplemente no eran los responsables esta vez, lo sabía.

La agonía había sido insoportable, empujándome al borde de la inconsciencia y logrando que deseara gritar. Apenas había sido capaz de levantarme y abandonar la junta militar, un pie delante del otro mientras el agudo dolor me cegaba y apenas podía concentrarme en partir sin armar una escena. Los nobles no necesitaban saber qué tan mal la estaba pasando en realidad. Más de una vez ya me habían ofrecido narcóticos para ayudarme a lidiar con la situación, y estaba segura como el infierno que no los aceptaría. ¿Pero esto? Cada vez era más difícil decir que no, y ellos no necesitaban un incentivo para insistir más. No había modo en que fuera a permitir que me drogaran, aunque eso terminara por matarme.

Demasiado repentino, demasiado intenso. Apenas podía ver mientras corría para evitar cualquier testigo y mordía mi labio para acallar cualquier grito. Esto no estaba nada bien. A cada instante el dolor tan solo era peor, la plata quemando más a través del rostro del pobre miserable que hubiera sido víctima esta vez. Tan lento, tan agónico. ¡Esto no estaba bien! No me importaba si eran malditos criminales condenados a muerte que habíamos entregado a los brujos para que creyeran haber atrapado con éxito cambiaformas, nadie debería ser torturado de este modo.

El frío aire de Rike me golpeó tan pronto como salí a la terraza. Mis pies se hundieron en la nieve acumulada y no supe hasta qué punto mi cuerpo estaba entumecido por el intenso frío o por la muerte reclamando otra víctima. Sentí las gotas de sangre deslizarse hasta caer al suelo. El aire me faltaba. Mi visión se nubló completamente mientras estaba desesperada por un simple respiro. Sentí las lágrimas en mis ojos y el aplastante dolor en mi rostro. Esto no era obra de brujos. Ellos no eran tan imaginativos ni soportarían tanto tiempo a un cambiaformas gritando. Este no era el trabajo de alguien que no había experimentado antes. Y quería tan desesperadamente que parara.

Mis piernas fallaron al no poder tolerarlo más. Dos brazos me rodearon y sujetaron antes que pudiera caer al suelo. ¡Que alguien lo detuviera, maldita sea! Era demasiado. Debí haber aceptado los narcóticos. No podía respirar. A esta altura, no podría haber gritado de desearlo. Tenía que soltarme. Tal vez, si fuera libre, podría golpear mi cabeza contra algo para quedarme inconsciente o saltar del balcón si con eso conseguía ponerle fin a esta tortura. ¿Por qué demonios le estaba tomando tanto tiempo? ¿Por qué diablos hacer algo así? Quería tan desesperadamente que acabara, no podría soportarlo mucho más. Me retorcí y arañé en un intento porque me soltaran.

Sono io! —gritó Robin en mi oído.

No era suficiente. Ni siquiera su presencia bastaba para que me calmara. Necesitaba soltarme y ponerle fin a esto cuanto antes, costara lo que costara. Necesitaba aire. Mi cuerpo no estaba respondiendo. Ya no podía sentir la mitad de mi rostro y sabía que era un desastre de sangre y lágrimas. ¿Por qué diablos le hacían esto a mi gente? ¿Qué demonios habíamos hecho para merecerlo? ¿Quién podía ser tan cruel? Robin me sujetó más fuerte como si de ese modo pudiera mantenerme entera cuando nada se alejaba más de la realidad. No podía soportarlo más, y si me soltaba sabía que caería al suelo y sería incapaz de moverme.

—Nina, eres más fuerte que esto. Eres más fuerte que cualquier cosa que puedan hacerte. No puedes dejar que algo así te venza —dijo él seriamente—. Tienes que ser capaz de aguantarlo. Eres Nina Loksonn y ya has vencido a la muerte más de una vez. ¿Qué será de tu pueblo si algo así te gana? ¿Qué será de ti si alguien intenta aprovechar una situación así? Tienes que calmarte y recuperar el control.

Maldito brujo. Más fácil decirlo que hacerlo. Intenté soltarme pero él no me dejó ir y lo cierto era que apenas podía escucharlo a través del completo aturdimiento. No podía hacerlo. Había creído ingenuamente que podía soportarlo pero esto iba más allá de cualquier otra vez. No podía más. Mi agarre perdió cualquier fuerza y mi cabeza cayó hacia adelante mientras la agonía era demasiado. El aire no llegaba a mis pulmones. Sin importar cuanto lo intentara, simplemente no lo hacía. Era demasiado.

—Escúchame muy bien, eres Nina Loksonn y no permitirás que algo así te gane —dijo Robin en mi oído, su voz más seria y fría de lo que jamás la había oído—. Deja de desesperarte y concéntrate en una sola cosa. Un solo tempo para cada acción. Siente los latidos de tu corazón y recuerda que estás viva. Y lucha por continuar así. Tienes que hacerlo por tu cuenta. Ponte de pie.

Tenía una buena lista de insultos en italiano que gritarle, pero ahora era imposible. Él apretó su agarre y sentí el delicado peso del reloj que colgaba alrededor de mi cuello presionar contra mi pecho. Mi pulso se había ralentizado al punto de llegar a coincidir con su acompasado tic tac. Cerré los ojos, intentando concentrarme en ese único sonido. Era lo único estable que tenía ahora mismo. Tic, latido, mi mano buena se cerró sobre el brazo de Robin para sujetarme a él. Tac, latido, mi mano mala intentó hacer lo mismo. Tic, latido, mi pie derecho se plantó correctamente en el suelo. Tac, latido, mi pie izquierdo hizo lo mismo. Tic, latido, me esforcé por lograr pararme de nuevo. Tac, latido, levanté la cabeza luchando contra la necesidad de desplomarme de nuevo.

Robin me soltó al ver que era capaz de mantenerme de pie por mi cuenta. Tic, latido, di un paso adelante. Tac, latido, di otro. No logré avanzar más de tres metros sin volver a caer al suelo cuando la agonía tan solo empeoró. Esta vez él no me atrapó. Tic, latido, puse una mano delante de mi rostro. Tac, latido, la otra la siguió hasta que pude sostenerme así. Pude ver sus brillantes botas delante de mí pero no me ayudó. Robin se acuclilló para estar a mi misma altura y mirarme a los ojos. Y lo odiaba por lo calmado y serio que lucía, mientras yo solo podía pensar en matarlo a través del dolor.

—¿Recuerdas a la niña que conocí la primera noche? Estaba triste, dolida, y tan cansada de lidiar con esta vida. Se cayó también. No dejaste que nadie la ayudara. Porque ella necesitaba ponerse de pie por su cuenta, para demostrarse que era fuerte y nadie tendría que morir para que viviera un día más. Y ahora es exactamente lo mismo. Recuerda por qué te levantaste esa vez, y hazlo de nuevo.

Esa cría la había tenido tan simple, sin ninguna tortura de por medio. A esta altura un cambiaformas ya me hubiera ofrecido su hombro o algún narcótico para sobrellevarlo. Holland ya me hubiera dejado inconsciente hasta que el dolor pasara. Cualquiera ya me hubiera levantando y obligado a continuar, porque Nina Loksonn no podía mostrar debilidad y tenía un deber que cumplir con su sangre. ¿Pero Robin? Él no se movió. Continuó mirándome en silencio, casi desafiándome a fallar. Maldita fuera si me atrevía a arrodillarme frente a un brujo, un Loksonn no se arrodillaba por nadie.

Tic, latido, levanté un pie para colocarlo correctamente en el suelo. Tac, latido, hice exactamente lo mismo con el otro. Tic, latido, me empujé hacia atrás con mis manos para poder encontrar el equilibrio. Tac, latido, me levanté a pesar que mi cuerpo deseara exactamente todo lo contrario. Tic, latido, pasé un brazo por mi rostro para limpiar la sangre. Tac, latido, escupí la acumulada en mi boca a un lado. Tic, latido, le sostuve la mirada a Robin apenas controlando toda la ira que sentía hacia él por lo que estaba haciendo. Tac, latido, el brujo no dijo nada.

—¿Estás contento ahora, brujo? —mascullé a pesar de la agonía.

No respondió, ni siquiera se movió mientras yo me esforzaba por permanecer de pie. No había modo en el mundo en que fuera a permitir que esto me venciera. Me concentré únicamente en los latidos de mi corazón y el reloj debajo de mi ropa. Poco a poco el respirar era normal. No era yo quien no podía respirar, era el otro cambiaformas. Mi cuerpo no era el que estaba fallando, era el del otro. Podía superar sus sensaciones. Podía aguantarlo y no perder mi dignidad en el intento frente a un brujo loco que usaba estúpidas palabras inventadas como porcentualmente.

El dolor desapareció tan pronto como había aparecido, y mi cuerpo se desplomó por completo al haberse terminado tan abrumadora fuente de sensaciones. Demasiado esfuerzo para no quedar agotada. Robin me atajó al instante y me abrazó contra su pecho mientras mis pies apenas podían sostenerme. Sentí sus manos deslizarse suavemente por mi espalda. El aire frío llegando a mis pulmones se sentía exquisito. ¿Qué demonios acababa de suceder? Él no me soltó, ni siquiera cuando fue evidente que podía por mi cuenta.

—Sí, estoy contento —susurró y sus labios rozaron mi frente—. Lo siento.

—Tienes razón —admití sin desearlo—. Estamos en una guerra. Cualquiera podría intentar debilitarme así para poder matarme en el momento. No siempre estaré en lugares seguros. No cuando ellos tienen a alguien haciendo trampa y diciéndoles los momentos perfectos para atacarme. Odio cuando tienes razón.

—Pero eso es siempre, mi lady —dijo Robin y lo golpeé al sentir la sonrisa en su voz.

—¡No es cierto, maldito loco!

—Si estás maldiciendo, entonces ya estás bien.

Sí, lo estaba. El calor de su cuerpo se sentía bien. Robin cogió su pañuelo y se ocupó de limpiar cualquier rastro que quedara sobre mi piel de lo que había sucedido. Mis días estaban tan ocupados últimamente, que resultaba extraño verlo en un momento que no fuera la noche. Incluso él parecía ridículamente ocupado con fuera lo que fuese que hiciera en su tiempo libre, aunque solo fuera encerrarse a intentar leer en nórdico. Era ridículo, pero tal vez estar atrincherada en el Thief no había sido tan malo. Los días conspirando con Kian y Vali en su habitación, las noches haciendo travesuras con Bass, las tardes mirando alguna serie con Holland... Y el poder estar con Robin en cualquier instante que deseara, sin responsabilidad o deberes o nada de por medio. ¿Acaso había renunciado a mi propia vida, por gobernar Rike?

—¿Te gusta Rike? —pregunté.

—Es hermoso —dijo él y sacudí mi cabeza antes de mirarlo.

—Es cruel y hermoso —corregí—. El mar que ves desde aquí, no es una ilusión óptica que se tiña de rojo en el atardecer. Miles de ejércitos perecieron allí en su intento por invadir Rike. Las flores del jardín, son venenosas y te harán gritar de dolor. Sus animales más esponjosos son los más sanguinarios. Y el hielo no tiene piedad por nada ni nadie.

—¿Y crees que eso cambiará mi opinión? —preguntó Robin cogiendo mi rostro con una mano enguantada mientras la otra permanecía en mi cintura para mantenerme cerca—. Rike es hermoso, por toda la ferocidad que calla, por el fervor con el cual protege a sus habitantes. Están en medio de una guerra, y puedo escuchar a los niños riendo y los amantes susurrando promesas, escucho la música por las noches cuando bailan durante la vigilia y los escucho bromear cuando resultan heridos. Hay tanta vida aquí, tanta pasión y tanta alegría. ¿Entonces cómo no amarlo?

—En la comunidad eres respetado, en la logia un igual. ¿Pero aquí?

—Aquí tengo una infinidad de cosas por aprender —respondió sonriendo.

—Solo —dije y él se encogió de hombros.

—No siempre.

—No debería ser así.

—Tampoco estamos en una situación normal. Deberías volver a tu reunión.

—¿Tienes alguna idea de lo malditamente aburrida que es?

—Y por eso mismo nunca me interesó la política. Muy complicada

—Oh, claro, porque el maldito tiempo es la endemoniada cosa más sencilla que existe. ¿Qué diablos está mal contigo?

—Mi cordura, mi lady. Temo que eres responsable de eso.

—Ya la habías perdido antes de meterte en este lío.

—Eso no cambia que seas responsable.

—¡Esto no tienes sentido! —grité y él rio como un maníaco.

Por un instante la realidad de la situación me golpeó mientras Robin continuaba con su risa de lunático. ¿Hacía cuánto que no lo escuchaba reír así? La guerra nos mataba a todos, de a poco, un pedazo de alegría a la vez. Había temido no volver a escuchar esa risa. Si él todavía era capaz de actuar de este modo, entonces no todo estaba perdido todavía. No quería regresar a la reunión, no cuando podía ver de nuevo este pequeño pedazo alegre e infantil de él; pero a veces Rike era más importante que cualquier capricho personal. El prins anterior me había dicho que algún día enfrentaría su misma elección, Rike o su propio corazón. Él había escogido Rike, como cualquier otro. Pero también me había pedido que fuera egoísta. ¿Entonces qué hacer?

De haber sido libre, habría escogido mil veces quedarme, porque sabía qué tan extraños y efímeros eran estos momentos últimamente. Pero no era libre. Y nunca más lo sería mientras hubiera una corona sobre mi cabeza. ¿Había sido consciente de todo a lo que estaba renunciando al momento de reclamar el trono? Aproveché su momento de distracción para huir antes que la tentación fuera demasiado. Por lo malditamente aburrida e insoportable que fue el resto de la reunión, quizás debería haberla saltado. Además, ninguno de los presentes había pasado por alto el pequeño incidente anterior por más que había sido discreta para ellos. Todo engaño tenía un límite, y mi cuerpo estaba comenzando a mostrar de nuevo los signos de la tortura.

Volvieron a insistir con el maldito tema de los narcóticos. Más de una vez lo mencionaron, y tuve que aferrarme a toda mi maldita voluntad para negarme. Una y otra vez me repetí las palabras de Robin. No los necesitaba. Era fuerte. Podía aguantarlo por mi cuenta sin que los nobles adormecieran mi cerebro para luego intentar aprovecharse de ello. Tenía que soportarlo, sin importar el dolor o el costo. Los nobles no dejarían de buscar cualquier flaqueza en mi poder para recuperar lo que era suyo, y ciertamente no podía permitir eso. James podría tener que luchar por ganar poder, pero luchar por mantenerlo no era mejor. Estábamos tan jodidos... Ambos. ¿En qué demonios había estado pensando el magister?

Casi fue un alivio cuando un guardia interrumpió la reunión con un mensaje confidencial para mí, hasta que susurró en mi oído lo que tenía para decirme y de pronto pasar el resto de la tarde en esa sala era lo más interesante del mundo. No respondí al instante, tampoco me moví. No pude hacer nada más que mirar mis manos sobre la mesa. Loki realmente debía estar aburrido para hacerme esto. ¿Cuántas cosas indeseadas debía enfrentar un mismo día? No quería hacerlo, pero algunas cosas eran más importantes que mi pequeño capricho personal. Maldito fuera el tiempo por ser tan cruel en su modo de jugar conmigo.

Por segunda vez en lo que iba del día me levanté y retiré. Esta vez el camino no fue escaleras arriba, lejos de cualquier curiosa mirada, sino escaleras abajo, donde pocos tenían acceso o ganas de pasear. Había varios lugares para tener prisioneros en Rike, si tenía que ser cruel personalmente escogería Fengsel Nord. Cualquiera sabía que era mejor la muerte, a cumplir condena en Fengsel Nord con todas las historias de terror que se contaban al respecto. Pero los nobles habían sido un poco perezosos, y preferido guardar a los prisioneros de guerra convenientes cerca de ellos. No me iba a meter con eso cuando les pertenecían a ellos, mientras cumplieran mis reglas. Pero en cuanto a mi responsabilidad...

Suspiré al llegar al final de las escaleras y encontrarme en una pequeña sala dominada por el caos. Había un guardia transcribiendo cartas mientras otros dos se divertían jugando al tiro al blanco con cuchillos, cartas en el suelo y fichas de póker, barro de sus botas y restos de un perfecto almuerzo que la destinataria se había negado a tocar. De nuevo. Nada de esto era objeto de mi interés, a excepción de la bruja sentada en el suelo de su celda. Verla seguía implicando un golpe de realidad que no deseaba. Era real, no una ilusión del Helheim o una historia futura. Y estaba en medio de una huelga de hambre, lo cual me tenía absolutamente sin cuidado de no ser porque la maldita chica tenía que vivir.

—¿Entonces? Aquí me tienes, la maldita princesa de Rike en persona. ¿Qué demonios es tan importante para interrumpir mi agenda? —pregunté y ella solo me miró con su silencioso odio, ni siquiera me giré hacia los guardias al momento de continuar—. Quiero cinco minutos a solas.

Obedecieron mi orden sin cuestionarla, a pesar que era evidente que cualquier protocolo de seguridad no recomendaba dejar a la realeza sin protección frente a un prisionero. Al diablo con eso, podía cuidarme bastante bien por mi cuenta y ya había tenido las suficientes discusiones y dado las amenazas necesarias para no volver a oír sobre eso. Además, la chica frente a mí estaba sin magia, las vendas en sus muñecas eran evidencia de eso. Oh Loki, me iría tanto al fondo del slid por esto.

—¿Por qué no comes? —pregunté sin ocultar mi enfado.

—¿Por qué te molestas en alimentarme? —preguntó en respuesta.

—Porque a diferencia de tu tipo, no disfrutamos mucho del torturar prisioneros.

—Me cuesta creerlo —respondió ella levantando sus manos para enseñarme sus vendas—. ¿Cómo le llamas a esto? ¿Cómo le llamas al despojarme de mi ser?

—¿Cómo le llamas al matar lenta y tortuosamente? Puedo sentir la muerte de cada uno de mi pueblo, y no creas que alguna vez perdonaré lo que tu tipo está haciendo ahora mismo. Deberías estar agradecida de estar viva.

—Prefiero mil veces la muerte, a ser tu prisionera.

—Entonces no has estado lo suficientemente cerca de la muerte —dije y resoplé al acercarle su bandeja de comida de nuevo—. Come, o entonces yo no tendré que preocuparme por torturarte. La naturaleza lo hará.

—No.

—El hambre eventualmente será peor que tu orgullo.

—Puedo aguantar días. ¿Crees que no he pasado hambre con lo que implica mi trabajo? Puedo sobrevivir semanas con simples bellotas.

—Pero aquí no tienes ni una maldita nuez. Y estás rechazando un perfecto gravlax, debería matarte solo por eso. ¡Loki quiera que yo no sepa si rechazas kottbullar porque sino juro que te haré pagar!

—No comeré —repitió ella y suspiré al sentarme en el suelo.

—Y yo no me iré mientras no lo hagas —respondí simplemente—. ¿Sabes qué sucederá si no comes? El frío te atacará, y créeme que eso es peor que cualquier cosa. No me sirves de nada ni me interesas muerta.

—¿Cómo creerte?

—Si te quisiera muerta, ya lo estarías. ¿No? —dije y comí un poco de su plato—. No me gusta perder el tiempo. Literalmente. Y tú tan solo estás provocando aquello, más de lo que crees.

—No lamento interrumpir tu bonita reunión para matar a mi tipo —dijo ella y sonreí sin sentirlo.

—Ojala fuera solo la reunión —respondí comiendo otro bocado—. Aunque personalmente te agradezco por eso. Si pudiera elegir, no reinaría.

—Si pudiera elegir, no estaría aquí.

—Riesgos de tu profesión.

—No fue mi elección ser mensajera.

—Vivía tranquila en el mundo humano. ¿Sabes? Fiestas de fraternidad, horribles profesores y exámenes, salidas con mi mejor amiga. Es tonto, pero una vida que me gustaba. Hasta que a los brujos se les ocurrió empezar a tratar mal a mi gente, y tuve que tomar el lugar que me pertenecía para protegerlos. ¿Crees que disfruto una guerra? Es insoportable la política de guerra.

—Mataste al magister.

—Era mi padre —dije mirándola seriamente—. Tu tipo jamás lo aceptará, pero para mí fue un padre. Lloré su pérdida y le supliqué a mis dioses que no se lo llevaran. No vas por buen camino si piensas insultar su memoria al decirme que no me importaba.

—¿Le dirás eso a todos los niños que se están quedando huérfanos por la guerra que tú declaraste?

—¿Tratarás del mismo modo a todos los niños que tu gente maltrató sin piedad hasta que yo dije basta?

—Me das pena, Loksonn —dijo ella sin prestarme más atención—. Me das lástima, porque estás tan ciegamente convencida que no estás haciendo daño. Estás encerrada en este lugar con tus bonitas reuniones, mientras gente muere afuera en tu nombre.

—Ve y dile a Valerie eso.

—Quizás la garante no pueda dejar su despacho, pero su hijo no duda en ir al campo de batalla. ¿Pero tú? Conozco a los de tu tipo. Son siempre iguales. Fingen preocuparse por los demás, pero al final del día tomarán la decisión más egoísta que exista. Te hacen creer que actúan por el bien común, pero solo lo hacen por beneficio propio.

—No me conoces.

—Ni tú a mí.

—¿Tienes un nombre siquiera?

Ella no respondió, y ninguno de los nombres que yo tenía en mente eran apropiados. Por supuesto que la chica tendría actitud ante la adversidad. ¿Qué demonios había esperado? Maldita sea, Robin tenía un tipo. Y si ella en serio tenía actitud, nos esperaba una muy larga y tensa relación entre carcelera y prisionera. ¿En qué diablos había estado pensando James al lanzarme este problema a mí? ¡Se suponía que él se ocupara de protegerla! ¿Qué tan malditamente difícil podía ser eso? Pero no, el maldito me había pasado el asunto a mí. Al menos la chica tenía comida, abrigo, y ya no andaba corriendo por allí en medio de un fuego cruzado. ¿Qué más podía desear?

—Uno de nuestros valores más importante es la hospitalidad, no te tratamos mal así que al menos ten el respeto de no morir de hambre —dije empujando la bandeja en su dirección y poniéndome de pie—. Cuando esto termine, serás libre, y tu familia no merece no recuperarte por un capricho tuyo sobre negarte a comer. Espero que para la próxima vez que venga, no haya problemas de alimentación.

—Es triste, princesa —dijo ella cuando me alejé y me detuve antes de partir—. Nunca pensé en ser una mensajera. Solía ser una bailarina. Adoraba bailar hasta que mi cuerpo simplemente no podía más y mis pies estaban mareados de tantas vueltas. La alta aristocracia me invitaba a sus fiestas solo para que bailara para ellos. Tantos brujos intentaron seducirme, tantas veces me negué, que mis padres decidieron castigarme por desperdiciar mi talento y belleza y decirles no a tantos nombres importantes. Me echaron de casa, y nadie quiere cerca una bruja cuya propia familia rechaza. Así que ya no hubo más bailes o fiestas o chicos diciéndome lo hermosa que era. Pero resulta que una bailarina es ideal para el trabajo de mensajera, porque puedes moverte por zonas que otros no y tu gracia de pronto es sigilo. Y eres ambiciosa y decidida, así que escalas desde envío de correos hasta llegar a ser la mensajera del magister, y entonces de pronto una guerra se declara y terminas en manos del enemigo. No creas que podrás chantajearme con mi familia o alguna otra persona, no hay tal cosa.

—No en el pasado, pero eso no significa lo mismo para el futuro —dije apenas siendo capaz de admitirlo.

—Lo triste, no soy yo, eres tú. Porque yo pasé de tenerlo todo a no tener nada, y recuperarlo todo por mi cuenta. ¿Pero tú? No eres nada sin tu nombre. No tienes nada sin esa corona. Y la gente solo te quiere por tu título, pero en el fondo a nadie le importa lo que sea de una chica sin padres que no sabe lo que hace y nadie jamás te amará no importa cuánto te esfuerces.

¡Maldita perra! El ruido de los guardias al regresar me salvó de darme vuelta y estacarla con mi propia espada al muro. Oh, al diablo la amabilidad, de todos modos a Robin ella todavía no le interesaba así que podría pasar hambre todo lo que se le antojara.

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