Capítulo 1: La cercanía es despiadada


Si fuera posible elegir, jamás iría por la distancia, pero a veces la situación lo requería. ¿Realmente, cuál era la maldita gracia de un arma a distancia? El recurso de un cobarde, aunque Bass prefería el término tesoro de un estratega. Personalmente, lo consideraba demasiado aburrido. Respiré profundamente, intentando acompasar los latidos de mi corazón con el reloj que colgaba de mi cuello. La ballesta se sentía extraña entre mis manos, mi espada lloraría lo que durara la noche por semejante traición. ¿Y se suponía que debía cerrar un ojo o mantener ambos abiertos al apuntar?

—¿Ahora, quién lamenta haberse fugado de la escuela a los trece y haber perdido las clases de armas de distancia? —preguntó Bass con diversión a mi lado.

—No me hagas reconsiderar la idea de haberte traído conmigo.

—¿Puedo cambiar de canción?

—¿Quieres que cambie de objetivo?

Desvié la mirada un instante para fijarme en él. Bass me sonrió con toda la burla posible, sus ojos azules destellando en medio de la noche, un perfecto reflejo de los míos. Recostado a mi lado en el suelo de la azotea, él estaba tan expectante como yo por la adrenalina. ¿Salir del Thief a escondidas y conseguir un par de ballestas? Eso había sido sencillo. ¿Ponernos de acuerdo con un solo reproductor de música para ambos? Ese definitivamente era un problema más complicado e imposible de solucionar.

—Es mi móvil, tengo prioridad —murmuré por lo bajo.

—Son mis auriculares —respondió Bass— Sin eso, no tendrías nada.

—Oh, seguro, vamos a acechar en medio de la noche en una azotea sin música. ¿Qué prefieres? ¿Esperar en silencio?

—La parte de música y acecho no funciona muy bien sin mis auriculares.

—Llevas tres días cantando Uptown Funk, y sé que pondrás esa maldita canción si lo permito. ¡Ya comienza a ser molesta!

—¿Te he dicho que hay una versión cantada por Fall Out Boy?

Punto allí. Regla n° 23: Cuando Fall Out Boy estaba involucrado, cualquier contra-argumento era inválido. Deslicé el móvil en dirección a Bass antes de volver a fijarme en mi objetivo. Era ridículo el modo en que una pequeña parte de mí retrocedía ante la idea de dañar a un brujo, no por el hecho de haber sido criada por el magister sino por imaginar el modo en que Holland me miraría de saber esto. Su "Oh, Nina..." sería más doloroso de lo que seguramente le haría al sujeto. Aunque sus reprimendas solían ser sobre el uso de la violencia en vez de atacar a otro de su tipo. Robin... Nah, el brujo estaba loco, no le importaría.

—No tengo paciencia para esto —admití rindiéndome de nuevo.

—Ni que fuera tanto, ese brujo lleva horas allí. En algún momento debe haber un cambio de guardia.

—¡Lo sé! ¿Sabes cómo lo sé? ¡Porque llevamos horas vigilándolo también!

—Y todavía no nos ha notado. ¿No somos excelentes en ser un peligro para los demás?

—Si los brujos fueran inteligentes, estarían aterrados de saber que eres mi mejor espada —dije sonriendo del mismo modo.

—Y tú la mía —respondió Bass cogiendo los binoculares y revisando el perímetro por octava vez en lo que iba de la hora—. Nada mal para un simple campesino. ¿No? Eternamente junto a un Loksonn, ayudando a ganar esta maldita guerra. Si no fuera por mí, ni siquiera sabrías los planes de los brujos. De hecho, toda esta operación es de mi autoría. ¿Qué haces tú aquí?

—¿Asegurándome que mi mejor amigo no muera? Además, no te dejaré toda la diversión a ti.

—¿Tan poca confianza tienes en mi habilidad?

—Confío ciegamente en tu habilidad de combate, no tanto en tu habilidad política. Aunque de haber sabido que tomaría tantas horas...

—¿Te tiras, literalmente, al tiempo y no tienes paciencia? —preguntó Bass y suspiré.

—Créeme que con Robin necesitas un tipo distinto de paciencia.

—¿Cómo?

—Menos del tipo esperar, y más del tipo de aceptar que las cosas nunca suceden en un orden lineal con él. A veces... A veces realmente me preocupa cuánto puede llegar a afectarle la locura o lo que el tiempo puede llegar a costarle. Una magia tan poderosa, pide demasiado en retorno.

No podía decir que el innatural silencio en su pecho me inquietaba, porque ya me había acostumbrado a este, pero escucharlo divagar en sus momentos de mayor debilidad era una lenta agonía. Allí no había nada que pudiera hacer para ayudarle, más que presenciar parte de lo que había sacrificado para poder ser capaz de controlar el tiempo. Maldito tiempo por exigirle tanto, y maldita yo por querer compartirlo. Ni siquiera había pensado antes cuánto eso me preocupaba, pero ahora que estaba a solas con Bass en medio de la noche era fácil confesar secretos desconocidos que ni siquiera Holland imaginaba.

—No te importa lo que implica cargar tu sangre, tanto como a él no le importa lo que implica su magia —dijo Bass alcanzando mi mano—. Pero te preocupas por el brujo y lo que el tiempo le hace pagar, del mismo modo que él debe preocuparse por lo que el apellido Loksonn te cuesta a ti. No puedes renunciar a la sangre de Loki, del mismo modo que el brujo no puede renunciar al poder del tiempo, y tanto como tú misma maldices tu legado nunca dejaste que otros se preocuparan por ti en ese aspecto así que no seas hipócrita que el maldito loco parece bastante feliz en su delirio.

—No podías contenerte de decir eso. ¿Cierto?

—El amor es una mierda, hace que te preocupes por otro de un modo bastante inconveniente. Es como la puta más costosa, todos la quieren y te hace sufrir pero de seguro que da buen sexo. Por otra parte los Loksonn siempre tienen que ser dramáticos. ¿No? Te lías con este sujeto, al mismo tiempo que le declaras una guerra a su especie. Tu sincronización es admirable. ¿Se supone que van en serio?

—Tan en serio como puede ser entre un loco sin corazón y una perra sin alma con el tiempo contado.

—Suena prometedor, como la vez que le incendiamos el cabello al profesor de matemática. Fue genial... por los pocos minutos que duró. Y luego le siguió ese horrible castigo...

—Estoy segura que si no hubiera abandonado la academia, ambos hubiéramos terminado por ser echados.

—Yo no lo dudo. Ahí está el cambio de guardia. ¿Estás lista?

—Brujos, son fáciles si sabes dónde darles.

—De seguro aprendiste eso de un modo muy cercano.

Lo golpee con mi codo, apenas conteniendo mi risa por cuidado de no delatarnos. Estar junto a Bass y ser discreta era un gran desafío, pero ahora mismo había cosas más importantes que hacer. El mercado negro de Oslo era genial para un cambiaformas lejos de Rike, cuando los precios no se iban al diablo por estar en guerra con los seres más poderosos que existían. Ya conseguir negociar dos ballestas había sido duro, pero la maldita savia de sovnblomst había sido más costosa que ir al Helheim y regresar. ¡Y sabía por experiencia cuánto era eso!

¿Mil trecientos mynter? ¡Había sido deplorable contar monedas junto con Bass! ¡Se suponía que el dinero no era un problema para mí! Pero los malditos comerciantes en negro siempre hacían abusos en situaciones así. ¿Rike en guerra y queriendo obtener objetos únicos de allí estando fuera del territorio? Mi orgullo se había ido al diablo junto con mi escaso dinero, pero los brujos estaban bloqueando la única entrada a Rike en Oslo y alguien tenía que cambiar eso. Y quien dijera que la economía no ganaba una guerra, ciertamente nunca había intentado dirigir una.

Bass me entregó una flecha y no dudé al momento de cortar mi palma para cubrir el filo con mi sangre antes de sumergir la punta en la poca savia de sovnblomst que habíamos conseguido. Él hizo exactamente lo mismo y ambos ajustamos el proyectil en las ballestas. La flor del sueño era tan común en Rike como inusual fuera, masticar uno de sus pétalos relajaba por completo a cualquiera al momento de dormir y sabía de primera mano que ingerir su savia directa incluso era capaz de ayudar con el clásico problema de sueño de un Loksonn. ¿Pero esa savia en contacto directo con la sangre?

Respiré profundamente y apunté al brujo al otro lado de la calle, custodiando la entrada de un viejo albergue que parecía siempre cerrado. Mis manos fueron firmes al apuntar con la ballesta, el brujo un blanco fácil en mi mira. El último prins había muerto producto de un arma de distancia, se sentía como un insulto lo que estaba haciendo pero Alexis hubiera sido el primero en disparar en esta ocasión. Bass también apuntó a su objetivo, el brujo que venía a hacer el relevo de su compañero. Maldita sea, ellos no eran nadie para privar a otros de su hogar.

—No los mates —susurré.

—¿Te estás volviendo sentimental, Nina, ahora que eres tan cercana a los de su tipo? —preguntó Bass con diversión pero no me cuestionó.

—No, idiota. Si los matamos, Valerie tendrá más motivos para sostener esta ridiculez. Eso y que quiero divertirme un poco con ellos.

—Amo tu modo de pensar. ¿Hombro está bien?

—Pierna. No podrán correr así.

—Esa es mi princesa.

Me concentré en mi objetivo. El brujo estaba expuesto, darle en una pierna no sería difícil. A pesar de odiar las armas de distancia, tenía una puntería decente y la distancia tampoco era tanta. Y pensar que un año atrás me había estado quejando por exámenes finales... Sabías que las cosas se habían ido al diablo cuando asistir a la universidad era preferible a la situación actual, aunque varios puntos lo compensaban. Encadenado o no, Loki no permitiría que nadie se burlara de su sangre, mucho menos unos malditos practicantes de seid que por no admitir sus propios errores habían provocado esto.

—Lista —susurré.

—Listo —repitió Bass—. Cinco segundos.

Los conté en silencio, sintiendo el perfecto tic toc de mi reloj, y disparé al mismo tiempo que Bass. Disparar una ballesta era fácil y aburrido, y demasiado rápido como para poder disfrutar algo. Los dos brujos cayeron de rodillas, y ni siquiera pudieron gritar por el efecto instantáneo de la savia. Maldita sea, esa cosa actuaba más rápido de lo que había pensado en contacto directo con la sangre. No había creído que sería tan rápido. ¿Dónde estaba este somnífero cuando lo necesitaba? Cierto, estaba intentando evitar los narcóticos y cualquier tipo de droga.

—¿Has pensado que las personas, cuando se desmayan, lo hacen con la gracia de un saco de papas? —comentó Bass.

—¿Crees que los brujos se enfadarían mucho si les jugamos una broma en donde todos terminen vistiendo sacos de papas? Tal vez incluso mini sacos de papas como guantes.

—¿Humillar de ese modo a los señores orgullo y buen vestir? Estoy dentro. Aunque sí, estarían muy cabreados.

—Ya estamos en medio de una guerra. ¿Cómo puede empeorar?

—Tienes un punto —dijo él y suspiré.

—Deberíamos sacar los cuerpos de la calle.

—¡Pero estamos cómodos aquí!

—¡Si alguien los ve, se nos fue el plan al diablo! ¡Eso y que los necesitamos enteros!

—Son brujos. ¿Qué puede sucederles?

—¿Sin magia y en medio de Oslo en pleno invierno? ¿Realmente quieres que responda? No toleran muy bien el frío.

—Demasiadas comodidades, sin su magia son como pequeñas cositas delicaditas que no sobrevivirían ni un día —dijo Bass y suspiró ante mi insistente mirada—. Bien, saquemos los cuerpos del frío. ¿Segura que no estás siendo blanda?

—¿Sabes lo que es lidiar con un brujo enfermo? —pregunté y él no respondió—. Créeme, es insoportable. Prefiero lidiar con Hela antes que con un brujo resfriado, y eso es mucho decir.

Bass no me contradijo luego de haber escuchado suficientes historias sobre mi relación con mi hermana, o mejor conocida como la perra rencorosa que reinaba el Helheim y cuyo odio competía con el de Valerie. El infierno era genial, su soberana no tanto. Recuperó sus auriculares y yo mi móvil antes de ponernos de pie. Silbé unas pocas notas para avisarles a los demás que el trabajo estaba hecho, a mí lado Bass soltó una risa ante lo fácil que había resultado. Realmente había extrañado su presencia a mi lado todos estos años, el modo en que sus maliciosos pensamientos iban a la par de los míos y siempre estaba dispuesto a aceptar una buena travesura.

Con él todo era sencillo. Sin títulos, ni modales, ni la necesidad de pretender seguir mis reglas autoimpuestas. Bass siempre sabía cuándo estaba en el límite y lograba distraerme con algún estúpido comentario o una buena broma. Se sentía demasiado bien poder relajarme de este modo, sin tener que preocuparme por lo que hacía o no, sabiendo que él estaría para cogerme si me tropezaba. Era mi mejor espada, aquella que por miedo a dañarla había preferido mantener guardada en su estuche en vez de utilizar, pero ahora ya no había vuelta atrás.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Bass y me encogí de hombros.

—Tan viva como siempre.

—Sabes a lo que me refiero.

—Estamos en guerra, las personas mueren todo el tiempo. Yo tan solo tengo la mala suerte de sentir las muertes de nuestro bando. No tengo la menor idea de qué estrategia estarán llevando a cabo los nobles, pero mientras la comunicación y el pase a Rike estén cortados no hay nada que pueda hacer para dirigir la situación. Los brujos fueron rápidos en bloquear los cruces entre Rike y el mundo humano, y los nobles fueron igual de rápidos en bloquear cualquier magia de Rike de modo que no se puede llegar por portal.

—Has tenido ataques demasiado fuertes.

—Deberías haberme visto el verano pasado, alguien pasó un buen rato torturándome mediante asesinatos.

—Nina, me preocupas —dijo Bass y lo miré sobre mi hombro—. Eres mi princesa, pero también eres mi amiga. Una cosa es matar en una guerra, otra muy distinta es matar del modo en que lo están haciendo. No hay honor ni respeto en ese duelo.

—Nuestro honor no es el suyo.

—Te estás conteniendo de matar. Ellos no son como nosotros. Están pensando en exterminio, mientras tú piensas en victoria.

—La comunicación con Rike está cortada, y hasta que no sepa cuál es la estrategia que los nobles tomaron, no puedo arriesgarme a tomar ninguna medida que comprometa nuestra situación. Necesito hacerme cargo de Rike para poder dirigir esta guerra, solo cuando sepa por completo lo que está sucediendo podré hacer algo. Mientras tanto nuestra prioridad sigue siendo reestablecer un cruce.

—Temo por ti —admitió Bass y me detuve al no sentir ninguna broma en su voz—. El miedo es como un veneno, te tortura desde adentro. No me gusta sentirlo.

—El miedo nos pone alerta, querido amigo. No es algo que debes despreciar. Como cualquier droga, puede destruirte o darte el shot que necesitas, es cuestión tuya aprender a utilizarlo. No rechaces el miedo, recíbelo como un viejo conocido.

—¿A qué le temes, Nina?

—Al silencio —respondí y levanté mi reloj para enseñárselo—. ¿Por qué crees que cargo esto a todas partes? Cuando el silencio sea absoluto, sabré que he muerto, o he perdido todo lo que amo. Hasta entonces, mientras haya al menos un solo reloj funcionando, todavía tendremos una oportunidad.

—Mientras tu sangre no se extinga, tendremos una oportunidad.

—Bass, sabes que haré todo lo que esté a mi alcance y más para no perder esta guerra. Rike no caerá mientras siga con vida. Y no me importa el precio a pagar o lo que daba hacer, no me importa a quienes pueda afectar, con tal de asegurar el bienestar de mi gente.

—Eso es lo que me preocupa, Nina. ¿Si tú estás dispuesta a todo por cuidar de Rike, quién cuida de ti? ¿Quién cuida de tus emociones?

—Renuncié a estas del momento en que derramé mi sangre. No hay lugar para asuntos personales, porque si lo hubiera entonces no estaría haciendo esto ahora mismo.

Seguí adelante sin querer hablar de ese asunto. Sí, maldita sea, mis sentimientos eran un poco contradictorios con la situación pero no tenía otra maldita opción. Era parte del peso de ser una Loksonn. Rike siempre estaría primero sin importar lo que yo pensara o tuviera que hacer por eso, sin importar si en el fondo tendría que hacer acciones que jamás me perdonaría. ¡Y era ridículo! Porque quería hacerlo, sabía que era capaz de cualquier cosa por mi pueblo, y a la vez no quería hacer nada que pudiera dañar a quienes me importaban.

El frío aire de Oslo fue amable con nosotros cuando salimos del edificio, casi tan familiar como el invierno de Rike. Cerré los ojos un instante, disfrutando de aquel beso helado antes de aceptar lo que seguía. Demasiado tarde en la noche para que alguien mirara a los dos problemáticos cambiaformas cargando armas y causando problemas. Regla n° 51: no había mejor hora para ser malos que pasada la vigilia. Bass era un excelente compañero para eso, ni siquiera había dudado cuando había ido a buscarlo a su habitación.

Internamente le pedí a Loki fuerza antes de cruzar el umbral de la casa abandonada. Podía escuchar los ruidos dentro, cambiaformas correteando ahora que habían logrado recuperar su territorio, gritos en nórdico de burlas y el olor a alcohol para festejar. Bass se mantuvo a mi lado mientras cruzábamos la recepción y nos adentrábamos cada vez más en la oscuridad hasta llegar al fondo. El maldito polvo era molesto, el ruido de espadas al ser contadas relajante y la visión de ambos brujos inconscientes y atados a viejas sillas se sintió normal. Que Holland nunca se enterara...

—¿Cuánto tiempo dices que toma el efecto en irse? —pregunté.

—¿Quieres que los despierte? —respondió Bass.

—¿Cómo se supone que me divierta con ellos si están inconscientes?

Bass sonrió con malicia al conocer mi intención y se apresuró a cumplir mis caprichos. No podía negar que una parte de mí lo disfrutaría, la misma que haría reír a Loki como un maníaco cuando hiciera caer Yggdrasil en medio del Ragnarok. En momentos así, las reglas eran opcionales. Ellos se lo habían buscado. Durante años me había contenido e intentado comportarme, primero por el magister, y luego por sus hijos, pero todo tenía un límite y mi docilidad acababa donde empezaba mi reino.

Suspiré al ver el caos a mi alrededor y busqué un sitio donde sentarme, esto tomaría tiempo. ¿Liderar un grupo de treinta cambiaformas? Sencillo. ¿Tener paciencia hasta que Bass despertara a los brujos? Eso era más complicado. Los demás ya se habían ocupado de hacer espacio y juntar todos los viejos muebles de la casa en un solo sitio mientras seguían con sus preparativos. Escalé la pila de basura para poder acomodarme en la cima y observar todo. ¿Quiénes demonios se habían creído los brujos que eran al cerrar el pasaje de Oslo a Rike? ¿Realmente habían sido tan estúpidos de creer que se los permitiría? Una cosa era una estúpida guerra, otra muy distinta era mantener a niños cambiaformas fuera de su hogar por una maldita barrera.

Alguien dejó una maceta con flores viejas a mis pies y casi inconscientemente las arranqué y comencé a armar una corona. Era ridículo cómo tanto había cambiado en tan poco, y a la vez sabía que yo lo había provocado. Que Hela me arrastrara de regreso al slid antes de permitir que fueran los brujos quienes declararan esta guerra y no yo. Ahora solo me faltaba encontrar un modo de vencer, antes que la nueva fascinación de los brujos por matar cambiaformas de un modo doloroso y lento terminara por costarme de nuevo mi salud.

Hice un sonido de negación cuando quisieron sacarles los guantes a nuestros dos rehenes y los cambiaformas enseguida se detuvieron. De hecho, todos se paralizaron ante mi negativa. No andaba del mejor humor últimamente con todas las muertes que andaba sintiendo. Mi pueblo estaba siendo atacado, y mi humor estaba tan frío como el hielo de Rike. La política era un juego en el cual debía participar del modo más insensible posible, y personalmente no estaba de humor para cosas como piedad o compasión.

—Déjenles los guantes. Mostremos que aún tenemos respeto y al parecer somos los civilizados aquí —dije sin emoción alguna—. Enseñémosles a nuestros nuevos prisioneros un poco de hospitalidad de Rike.

—Han matado cambiaformas y no se han molestado en cubrir sus cuerpos, han visto sus verdaderas apariencias —comentó un hombre y sonreí sin ocultar mi malicia al coger mi cuchillo.

—Entonces deja que yo me ocupe de vengar esa ofensa. Para los brujos, hay cosas más importantes que sus preciados guantes —respondí apoyando la punta del cuchillo sobre mis labios—. Pero mientras estén vivos, seguirán con guantes.

Ninguno cuestionó mi palabra. Los dos cambiaformas que se habían ofrecido voluntarios esta vez terminaron de cambiar sus ropas por las de los brujos inconscientes y tomar su apariencia también. Estúpidos seres egocéntricos si creían que podrían ganarnos en nuestro propio juego. ¿Magia? Eso era simple de imitar, hasta los humanos lo lograban. Nada más que un elaborado engaño. Casi quería reír por sus patéticos intentos al querer equilibrar la balanza con tortura hacia mí, Valerie necesitaría más que eso.

—Hay solo dos reglas —dije lanzándoles guantes al par de impostores—. No se dejen atrapar, y no se separen.

Ambos asintieron y se alejaron de la sala principal para poder observar y aprender sin ser vistos. Tomar la apariencia de alguien que no conocías era sencillo, imitarlo no tanto. Solo entonces Bass se ocupó de inyectar a cada brujo con una buena dosis para despertarlos. Y ahí iban los ahorros de un mes en menos de media hora... Al menos tenía una genial ballesta a cambio, pero las malditas drogas podrían haberme sido más útiles en vez de gastarlas en brujos. Realmente, todo el asunto de sentir la muerte de cada cambiaformas comenzaba a ser jodido.

Miré con desinterés a ambos brujos mientras despertaban y comenzaban a exigir explicaciones. Era casi aburrido ver una reacción tan predecible. Si fueran algo inteligentes, temerían en vez de insultar. Algunos cambiaformas ni siquiera intentaron contenerse al momento de reírse de ellos. En momentos así entender todo lo que decían era tedioso, aunque con lo común que era su idioma todos los presentes se encontraban en la misma situación. Habían sido lo suficientemente soberbios para instalar su lengua como una universal entre criaturas, ahora yo podía insultarlos en nórdico sin que lo supieran pero ellos no a mí.

—Loki, dame paciencia —murmuré en nórdico masajeando mi cabeza y me puse de pie—. Primero, silencio o les cortaré la lengua y eso será improductivo para ambos. Segundo, yo soy la que habla aquí y ustedes solo pueden responder si así lo quiero. Y tercero... ¿En qué maldito derecho se creen de bloquear un cruce a Rike?

—¿Quién demonios te crees tú para mandar aquí? —respondió uno.

El silencio que siguió de parte de los cambiaformas ante esa respuesta bien podría haber sido el de un cementerio. Oh, el brujo estaba tan jodido si creía que podía contestarme así... Balanceé mi cuchillo en una mano mientras me bajaba de la pila de antigüedades y me acercaba hasta los dos rehenes. ¿Realmente eran tan idiotas como para no saber lo que significaba la corona de flores en mi cabeza o el cabello pelirrojo? Los brujos en serio no se preocupaban por nadie más allá de su persona...

—Soy Nina Loksonn, última de mi sangre, soberana legítima de Rike, heredera en vida de Loki y la llama que nunca debe dejar de arder —dije tranquilamente poniendo el cuchillo contra la garganta de quien había hablado—. ¿Y adivina qué? Sangre de dioses corre por mis venas, así que créeme que no quieres cabrearme. Ahora respóndeme. ¿En qué maldito derecho se creen al bloquear un cruce del mundo humano a Rike?

—Mataste al magister —dijo el brujo sin ocultar su desprecio—. Y reclamas por un estúpido cruce.

—No es estúpido si niños han quedado de este lado, en medio de un terreno de guerra, en vez de estar a salvo en su hogar.

—Rike caerá.

—Si tu gobierno todavía no ha caído, es porque yo así lo quiero. Podría tenerlos esclavizados en menos de una noche de desearlo, ya ves que no me es tan difícil. Tu gente debería estar agradecida de mi misericordia. Firmé un maldito acuerdo con el magister, y esa es la única razón por la que ahora no los extermino.

—¿Solo eso? —preguntó el brujo y sonrió con burla—. Dicen que te andas tirando a uno de los nuestros. Uno solo de nuestra especie, bastó para domar a la perra que los cambiaformas tienen por princesa.

—No quieres ir por ahí —respondí paseando la punta del cuchillo a lo largo de su cuello.

—No serías capaz de dañarme, no te atreves. No eres más que una cría rebelde y malagradecida. ¿O debo recordarte que sigues viva porque nosotros te dimos asilo?

—Sigo viva, porque así lo decidí cada día de mi vida. No creas ni por un segundo que los brujos tienen algo que ver en eso. Y no me provoques, porque haré que te arrepientas.

—No te atreverías, porque ese traidor que tienes por amante sigue siendo uno de los nuestros y no nos haría daño. Y tú no eres más que su perrita domesticada. Y como cualquiera de tu especie, en realidad no eres nada y no te atreves a desafiarnos. ¿Pero adivina qué? El primero en responder por crímenes en esta guerra, será aquel que le dio la espalda a su especie por algo tan denigrante como tú. Y juro que con placer acabaré con su vida para hacer justicia, mientras sigues aquí ladrando vacías amenazas. Eso no es un brujo.

—¿Ya terminaste? —pregunté con aburrimiento.

—¿Qué?

—¿Que si ya terminó tu estúpido monólogo? —repetí y él me miró confundido—. Tomo eso como un sí.

El movimiento de mi cuchillo fue demasiado rápido como para que el brujo pudiera preverlo. El filo destelló un instante antes de encontrarse con piel y cortar carne y hueso sin inconveniente alguno. El grito que le siguió fue desgarrador, tanto por el dolor como por el horror de lo que acababa de suceder. El otro brujo se paralizó pero no dijo nada ante mi mirada de advertencia, no estaba para contenerme esta noche. El ruido de la mano enguantada al caer al suelo resonó en toda la habitación.

No me detuve a pensar en lo que acababa de hacer. No había tal cosa como lugar para sentimientos o tontas reglas que me limitaban, no podía considerar algo fuera de mi especie. Ellos no tenían que saber... El brujo pasó de seguro a en shock en un parpadeo, su piel había palidecido hasta la blancura extrema y no dejaba de temblar. Perder una mano para ellos... Bueno, era mejor no ponerse a pensar en eso. En alguna parte Loki andaba riendo con aprobación, y el magister se sentía traicionado.

—Y tú ahora eres solo medio brujo, veamos cómo tu preciada comunidad te recibe entonces —dije y el cuchillo volvió a estar sobre su cuello—. Entiende esto de una maldita vez. No me importa si es mi hermano, mi amigo, o mi amante, ningún brujo tiene más peso para mí que un cambiaformas y no creas ni por un maldito segundo que no sería capaz de matarlos por mi pueblo.

Fue incapaz de decir algo más, los cambiaformas solo vitorearon ante la reafirmación de mi lealtad y mis actos. Pateé la mano lejos del suelo y enfundé de nuevo mi arma. ¿Creían ser los únicos capaces de torturar a sus prisioneros? No tenían la menor idea de a quién acababan de desafiar. Me di vuelta, observando a la audiencia a mi alrededor. Ellos jamás desafiarían mi autoridad, pero yo tampoco podía abusar de eso y saltarme pruebas de mi verdadera lealtad. No tenía elección en ese sentido, tendría que hacer lo que fuera necesario por ellos

—No los alimenten más que lo suficiente para subsistir, tampoco los dejen dormir. Renueven la dosis de sangre cada dos horas. Quiero que el cruce a Rike esté funcional cuanto antes, estos dos son los primeros en dejar el mundo humano y que Loki se apiade de los brujos si creen que pueden ir por ahí desafiando mi autoridad.

—Loksonn lojalitet —murmuraron todos al unísono.

—Folk lojalitet —respondí.

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