Yo soy tu héroe #20
Capítulo 20
Cien citas para enamorarte
Demyan
A veces me aterrorizaba mi propia mente y las ideas que se me ocurrían debido a la desesperación. Quizás tuve mucho tiempo para pensar, por eso ahora soy tan creativo.
Me fui a la cama con Susan después de pasarnos la noche comiendo y estaba seguro de que ella pasaría muchas noches más en mi cama, aunque me recordara que mañana se iría.
A la mañana siguiente debía actuar con naturalidad, pero no dejaba de sentirme algo preocupado, ella se podría ir si yo no se lo impedía de alguna forma.
Lo malo de Susan es que ella no necesita de ningún hombre, está tan consciente de eso que no le da miedo avanzar sin ayuda, pero yo necesitaba que se derrumbara, yo estaría ahí para tomarla y ayudarla.
Porque aunque sustituí, él te amó por él te necesito, ella no ha dicho ni lo uno ni lo otro ¿Que podía esperar? Era inteligente, guapa, carismática e independiente, no había mentido cuando dije que era demasiado buena para mí, sí que lo es y me pregunte un millón de veces, ¿por qué está aquí? Ahora lo sé gracias a esa información que me dio Verónica.
—¿Por qué tu cara cambio? —pregunto Susan terminando su desayuno.
—¿Qué? —había estado distraído en mis pensamientos.
Sí, había puesto mi cara de «aléjate» sin siquiera darme cuenta.
Señaló mi rostro haciendo círculos con su dedo —De momento tenías una pequeña sonrisa y después sacaste esa cara de comer almas, ¿es porque no quieres que me vaya de aquí?
Era bruja adivina, pero no tan buena como para descubrir todo. Aclare mi garganta y me concentre.
—Sí, justo por eso —confesé.
Ella tomó mi mano y beso mi palma, un gesto tierno que jamás espere de ella, en otras circunstancias me empujaría a la pared más cercana y me comería la boca para seducirme; sin embargo, sus caricias y besos de esta mañana se habían vuelto tiernos y cálidos.
—Eres especial Demyan —respondió ella—. Me hubiese gustado conocerte antes.
Me reí —¿Y que hubiese pasado?
Ella apoyó sus codos en la mesa y suspiro —Creo que solo te hubiese llevado a la cama.
Me hice el dolido —En ese caso me gusta la situación actual.
Sonrió y asintió con la cabeza —Sí, tienes razón.
A ella también le gustaba. No podía negar que aunque la situación no fuera genuina, ella sí se había convertido en una buena compañía para mí. Después de estos diez años, encontrar a una mujer como Susan con la que pude reír abiertamente y olvidar los problemas fue encantador.
¿Le sucedió eso a mi padre? No podía justificar sus actos, lo hizo mal y yo estaba siguiendo sus pasos.
—Llamaré al taxi y subiré a por tus maletas —le informé a Susan.
—¿Taxi? —pregunto curiosa—. ¿No tomaremos tu coche?
No, eso no formaba parte de mi plan.
—Me siento un poco mal, mejor no conducir —mentí.
Subí con prisas a la habitación y revise nuevamente el bolso de Susan, entre el desorden pude tomar sus tarjetas y pasaporte ¿Ahora quién sería tu héroe? Yo y me sentía malévolamente orgulloso de mí mismo.
Pedí un taxi y baje las maletas después de ocultar todo en una maceta. Aparentar normalidad después de cometer un delito era mi mayor habilidad al parecer, porque después de eso y unos cuantos besos subimos al taxi con mucha tranquilidad.
—¿Te quedarás unos días en tu apartamento? — pregunté a medida que nos acercábamos.
—Si, de alguna manera se borraron mis contactos, pero la casera vive en el piso de arriba así que hablaré con ella para que me deje el apartamento una semana más —explico de lo más tranquila—. Luego hablaré con mamá y alguna mentira le diré.
Suspire —Que mal eso de tus contactos, ¿todos?
Ella asintió —Sí, no sé qué le pasó a este trasto, pero me hizo perder contactos importantes.
Sí, todos los hombres con los que había ligado en algún momento de su vida. No me sentí mal por haber hecho lo que hice, borrados mejor.
No soy tóxico, soy…, no lo sé.
La rodeé con mi brazo y le di un pequeño beso en la mejilla —Ya lo recuperarás, un paso a la vez.
El taxi estacionó frente al edificio, ella tomó su bolso de mano y bajo rápidamente.
—¿Le ayudo a bajar las maletas, señor? —me ofreció el chófer.
Me saque algunos billetes de la cartera y se los pase rápidamente —No quédese con ellas.
—¿Pero qué dice? —soltó alarmado.
Le di algunos billetes más —Es hombre y sabe que a veces hay que tomar medidas desesperadas por mujeres, yo no he visto nada y las puede tirar por ahí.
—Está loco —respondió volviendo a subir al coche.
Muy loco y todo, pero acepto el dinero y se alejó. Hecho.
Seguí a Susan escaleras arriba, a medida que iba avanzando podía escuchar su chillona voz quejándose de mil maneras posibles.
—¿Cómo que lo alquilo ya? —soltó molesta—. Lo deje libre ayer, es imposible que apareciera alguien.
—Lo sé, pero ya hizo el pago y lo tomará esta tarde —explico la señora apenada.
Me había cobrado una buena suma así que esperaba que mantuviera su palabra.
—Esta tarde, yo estoy aquí ahora —le explico Susan.
—Lo siento, pero di mi palabra —dicho esto volvió a entrar en el apartamento.
El héroe iba al rescate
—¿Paso algo morenita? —me acerqué a ella.
—Que no tengo piso —tenía los ojos inundados en lágrimas.
Le di un abrazo y frote su espalda —Tranquila Susi, te puedes quedar conmigo.
Ella me empujó —Estaré jodida, pero no derrotada —se limpió las lágrimas—. Iré a un hotel.
Alce mis cejas —Claro, lo que quieras.
Ella estaba muy enfadada, lo notaba por su manera de andar, hombros tensos y pasos largos. Se veía graciosa en ese overol de flores verdes y si camiseta rosa, sus rizos saltaban con cada paso que daba y sabía que era cuestión de tiempo para que se derrumbara. Era fuerte, pero todo el mundo necesitaba un abrazo en momentos como estos y yo estaba esperando a que esa necesidad llegará.
Se giró de pronto y me miró de arriba abajo —¿Dónde están?
Mire a mi alrededor —¿Dónde está qué?
—¡Las maletas! —grito en media calle.
Me cubrí el rostro —Pensé que tú las habías tomado, como el coche se fue tan rápido…
—¡Demyan! Tenías que bajar las maletas —me pegó con el bolso—. Me las han robado.
Esquivé sus golpes —Susan, estás haciendo un escándalo en la calle.
Muchos nos estaban mirando y a ella no le interesaba. Comenzó a caminar de un lado a otro, tomando aire y abanicándose con sus manos.
—Muy bien, dime, al menos que viste la placa del coche —pidió, casi suplicó.
Forcé una sonrisa —Nunca me fijo en esas cosas.
Ella gritó —¡Hoy es un puto día de mierda! Vámonos, solo quiero lanzarme en la cama y pedir una botella de champán para olvidarme de esta porquería de día.
—Claro, te acompañó al hotel — caminé a su lado.
Ella estaba tan nerviosa que cualquier ruido la alteraba. Una vez llegó a la recepción del hotel apoyo sus codos en el buró y tomo una gran bocanada de aire, el color volvió a sus mejillas.
—¿Necesita algo, señorita? —pregunto la chica muy amable y tranquila.
—Una habitación para la semana y una botella de champán de las caras —pidió algo agitada.
Limpie el sudor de su frente con mi pañuelo y le di un pequeño beso en la mejilla.
—No sé por qué prefieres esto y no mi casa —susurre en su oído.
Ella se apartó molesta —Deja de comerme la oreja Demyan.
—¿Tarjeta? —pidió la chica.
—Sí, ahora —reviso su bolso.
En algo tan pequeño no se podía perder un par de tarjetas y su pasaporte estaba claro que no estaban donde ella los había dejado, pero aun así agitó el bolso tres veces antes de gritar.
—¡Morenita!
Todos los que estaban en recepción se nos quedaron viendo.
—¡No está mi tarjeta, ni mi pasaporte! —grito alarmada—. Estaban aquí.
—Susan las habrás dejado en las otras maletas — intenté tranquilizarla.
—¡Oh, no! —se cubrió el rostro—. No puedo más ¡No puedo!
La vergüenza que me estaba haciendo pasar me lo tenía bien merecido. La rodeé con mi brazo y la alejé del lugar para que tomara un poco de aire.
—Tranquila, morenita, lo solucionaré —y ahí estaba yo siendo el villano más heroico del mundo.
Ella tomó aire —Necesito alcohol.
Rodé los ojos —¿Un helado?
Bueno, después de unos minutos se calmó con su helado de ron y pasas, limpiaba sus lágrimas con disimulo mientras comía y comía grandes cucharadas de helado, seguramente en un intento de congelar su cerebro. No me gustaba verla llorar, pero tenía confianza en que yo podría hacerla feliz a partir de ahora, si tan solo se dejará ayudar por mí. Si tan solo dijera, «te necesito.»
Limpie sus labios con mi dedo —¿Estás mejor?
Negó con la cabeza —No soluciono nada, pero está rico.
Suspire —Tenías pensado quedarte solo una semana, yo digo que te puedes quedar conmigo, a mí no me molesta todo lo contrario, me encantaría pasar un poco más de tiempo contigo…
—¿Por qué? —me interrumpió ella—. Quitarte la virginidad no es una razón válida para que me pidas quedarme contigo o incluso casarme, creo que estás loco.
Acune su mejilla —Sí, lo que pasa es que al final si soy un adicto a tus labios y tu Susan me haces feliz ¿Es razón suficiente?
Ella soltó una risa irónica —Sí, lo sería si se tratara de una película romántica de Disney. Dime algo más realista Demyan.
—Te deseo —eso era realista y sincero—. Te necesito y te quiero en mi vida ya, no es eso lo que esperabas conseguir de mí
Ella se quedó sería —¿Tenerte?
Asentí —Sí, ya me tienes.
Se dejó caer en la silla —No tengo dinero, ni documentos, tampoco ropa.
—Lo solucionaremos —le resté importancia—. Levántate, vamos paso por paso.
Hace unos años no me hubiese considerado atento o romántico, no era muy hábil en las con las mujeres y eso se debía al poco tiempo que había pasado relacionándome con estas, pero las películas y libros enseñaban mucho sobre cómo le gustaba a una mujer ser tratada. Quizás la parte de esconder sus tarjetas y perder sus pertenencias no se incluye en el romance, pero como dije era una situación drástica que necesitaba medidas drásticas para ser solucionada.
—¿Por qué me traes aquí? —pregunto Susan en cuanto llegamos a la tienda.
—Necesitas ropa y aquí hay mucha — tomé un perchero con un vestido floreado—. Elige lo que quieras.
Ella se cruzó de brazos —Te recuerdo que también perdí mis tarjetas.
—Yo invito, es lo menos que puedo hacer después de ser el culpable de que perdieras tus maletas —sí que lo era.
Ella miró el vestido que tenía en la mano —Vale, pero ese es horrible ¡Mira este!
No había que decírselo dos veces y eso no me lo esperé, recorrió la tienda como loca tomando todo lo que le llamaba la atención. Pantalones de todo tipo, vestidos, zapatos, bolsos, camisetas ¿Necesitaba una mujer tanta ropa? Eso no era lo peor, cada cosa que le gustaba tenía que probársela y ya no podía más, me había cansado de levantar el pulgar en señal de aprobación por cada cosa que me mostraba.
Eso no es todo, cualquiera podría pensar que en una sola tienda de ropa podrías encontrar todo, pero no, la señorita tenía que recorrer cada una de ellas.
A toda mala acción le llegaba su merecido y ya me estaba dando cuenta de ello.
Estaba dormitando en el cómodo sofá de una tienda de lencería. Tres horas caminando con bolsas de un lado a otro había sido suficiente para acabar con mis energías.
—Ojitos dulces —me llamo desde el probador—. ¿Me ayudas a quitarme esto?
¿Que hice para merecer esto? Solté un largo bostezo y entre al probador.
—Susi estás… —me había dejado sin habla.
Yo no era ciego y ella era una mujer hermosa. Llevaba un conjunto de lencería negro que se ajustaba perfectamente a cada curva de su cuerpo.
Ella sonrió y me dio la espalda —No me lo puedo quitar —señalo los corchetes.
Suspire, aparte, sus rizos rojos y con facilidad le solté la prenda. Toque su espalda con mis dedos, adoraba el tono canela de su piel y la suavidad de esta. M acerque un poco más y sentí el olor de su cabello.
—Esto fue demasiado fácil de quitar —le informé—. ¿Segura que tu intensión no era seducirme?
Ella se dio la vuelta muy despacio, los tirantes estaban a punto de caer de sus hombros y así revelaría aún más su belleza.
—Y si es un sí, ¿que harás? —su sonrisa era coqueta y su mirada juguetona.
La empuje hacia el espejo y la levanté del suelo para que me rodeara con sus piernas, bese su pecho y suavemente baje los tirantes para liberarlos.
—¿Te das cuenta de dónde estamos? —susurre contra su cuello.
—Sí —respondió con un gemido.
—Podría hacer lo que quieras morenita —bese su mejilla—. Solo con una condición.
Ella cerro sus ojos cuando acaricié el interior de sus muslos —¿Cuál?
—Cásate conmigo —volví a pedir.
Ella me apartó y bajo al suelo —Puedes dejar de pedirlo, pareces loco.
Suspire —Pues si estoy loco y quiero que lo aceptes.
—Es un no —respondió decidida—. No te arruines la vida, Demyan, hazme caso, el matrimonio no es para nosotros.
Mordí el interior de mi mejilla para callarme. Ambos necesitamos este matrimonio, pero no sería tan tonto de decirle que ya conozco sus intenciones, solo necesitaba hacer que ella volviera a tenerlas y me viera como su mejor opción.
—¿Quién te hizo tanto daño como para que odies el amor? —me cruce de brazos.
Ella me dio la espalda y comenzó a vestirse —En una semana volveré a casa, disfrutemos de lo que tenemos y luego…
—¿Te vas? —aún quería hacerlo.
—¡No tengo otra opción, Demyan! —soltó frustrada.
—¡Te la estoy dando! —respondí frustrado.
Ella mordió sus labios —Ya déjalo.
Salí del vestidor, porque no tenía sentido seguir discutiendo con ella, eso haría que se cerrará más en cuanto a esto y me dejará sin oportunidades. De nada servirían quitarle todo, ella siempre intentaría arreglar las cosas por sí misma y no aceptaría la ayuda de nadie.
Después de terminar nuestras compras tomamos un taxi en silencio, era incómodo, pero como estaba de enfadado me sería imposible decir algo romántico.
—Me puedes dejar en casa de Brandon —sugirió ella.
—Iremos a mi casa —respondí tajante—. Me diste una semana y la tomaré, no aceptaré un cambio.
Ella no dijo nada, pero sabía que le había molestado mi tono de voz decisivo, no estaba acostumbrada a ese trato por mi parte y por su forma de mirarme sabía que intentaba descifrar que tan molesto estaba.
Solo necesitaba un poco de paz, porque este día había sido demasiado largo.
—Puedes cenar, yo estaré en mi oficina —dije nada más entrar en casa.
¿Que estás haciendo Demyan? Concéntrate, me había enfadado como un adolescente enamorado solo por recibir una respuesta negativa, yo era un hombre y esto no era amor, era necesidad. Tenía que seguir esforzándome, lo que había hecho hoy era una tontería, lógicamente por perder unas cuantas cosas no terminaría casándose conmigo.
Revise mis mensajes solo para ver a Victoria insistiendo en que me apresure. Encima, ella aún no cancelaba su boda. Maldición, nada más llegar aquí y ya todo me salía mal.
Había regresado con muchas ideas, tenía la esperanza que después de diez años lejos mi vida cambiaría para bien, pero no, era una nueva lucha.
Toco a la puerta, un toque suave que detonaba algo de temor o no, porque ella jamás me temería, quizás eran dudas.
—¿Puedo pasar? —pregunto desde el otro lado.
Suspire —Entra.
Ella entró a mi oficina, estaba a oscuras solo con la tenue luz de una lámpara. Era un sitio acogedor de la casa, el que más me agradaba para pasar tiempo y pensar, odiaba los espacios reducidos por lo que era bastante grande y tenía una enorme ventana detrás de mí, no con grandes vistas, solo era el jardín, pero daba la sensación de libertad.
—Quería hablar contigo y te traje un café —dejo la jarra sobre la mesa—. Es para hacer las paces.
Sonreí. Nadie antes se había preocupado por qué me sintiera mal o siquiera me había traído algo a modo de disculpa. Era tierno y no lo espere de ella, porque Susan era orgullosa y muy explosiva.
—Gracias. Siéntate, por favor.
En vez de sentarse en uno de los dos sillones frente a mí le dio la vuelta a la mesa y se sentó en mis piernas. Sentí que mi corazón se aceleró cuando metió la mano bajo mi camisa y se escondió en mi cuello, solo se quedó así por unos minutos.
—Me siento perdida —confeso—. Hace mucho no me sentía así.
Yo hice que se sintiera así.
«Lo siento, morenita.»
Acaricié su cabello —Sé cómo se siente.
Me sentí así de pedido por mucho tiempo.
—Gracias por los regalos y por aguantarme todo el día —acuno mis mejillas entre sus manos y me dio un beso—. Seguramente tenías algo mejor que hacer.
Negué con la cabeza —La verdad es que yo también me siento perdido.
Ella asintió, se levantó para sentarse en la mesa y colocar sus piernas en mis muslos.
—Te haré terapia gratis —ofreció—. ¿Te sientes inconforme con algún aspecto de tu vida?
Suspire —Sí, con todos.
Ella abrió mucho los ojos —¿En serio? Eres guapo, manejas un coche estupendo, esta casa, es genial, ves vaginas, tienes un hermano fantástico y…, Verónica te quiere.
Dijo eso último en un tono bastante frío, me hubiese gustado jamás contarle sobre Verónica, pero era fácil desahogarse con ella y lo hice.
—Odio conducir, esta casa, me queda grande, siento que no puedo hacer feliz a mi hermano y Verónica…, ella está muy lejos de mí —explique—. Quizás podría hacer algo, pero no sé si es correcto o no y desde que regrese vivo torturando a mi conciencia.
—Porque no sabes si vale la pena tanto esfuerzo —finalizo por mí—. A veces solo quieres olvidar lo que pasó y vivir, pero la realidad te choca y terminas en medio de perder todo o tomar una posible mala decisión.
—¿Quién le hace terapia a quien? —me reí.
—Oh, supongo que estoy igual que tú, solo que yo sí amo lo que tengo y lucho con mi conciencia —miro con tristeza al suelo—. Bueno, supongo que ya no tengo nada.
—Libertad —la interrumpí.
Asintió —Sí, eso me queda —se volvió a sentar en mis piernas volviendo a ocultar su rostro—. Me gustaría ocultarme un tiempo de todo.
Bese sus nudillos —Déjame ayudarte con eso, quizás puedo ser tu refugio.
—Sí, pero no es libertad cuando intentas manipular mi decisión —me miro a los ojos—. Te necesito.
—Yo también.
—Pero quiero estar segura, si digo que no, no es porque no quiera o no lo necesite, es porque no sé si sea lo correcto —confeso.
—Lucha por eso que quieres Susan —bese su mandíbula—. Te aseguro que lo que deseas vale la pena.
Ella se encogió de hombros —¿Puedes dejar de besarme? No me concentro.
Me di cuenta, la estaba besando sin siquiera planearlo. Solo quería hacerlo.
—No —besé sus labios.
Otro cap narrado por Demyan ¿Ajá opinan de el? Ha sido muy malo? Se engaña a si mismo? Está enamorado?
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