Un príncipe para Susan #10

Capítulo 10

Un príncipe para Susan

Susan

Yo no solía creer en los príncipes azules después de que creciera escuchando a mi mamá decir horrores del que yo pensaba era su príncipe azul, obviamente un matrimonio que no llevo a nada bueno, pero que mantuvieron por las apariencias, el típico problema. Eso hizo de mi madre una mujer amargada y a mi padre un hombre aburrido.

La televisión también me confundía bastante, muchos galanes sin una pizca de maldad con el único propósito de hacer feliz a su amada, cuando miraba fuera de pantalla me enteraba hasta de las infidelidades de los vecinos y yo me preguntaba ¿No decían que la amaba? Sí, me hice esa pregunta y me enfada pensar que había sido mentira, pero al crecer me di cuenta de que el amor por sí solo era una mentira.

Si realmente querían mantener un matrimonio, lo mejor era buscar un motivo para hacerlo que no estuviera relacionado con el amor. Digamos que la buena compañía y aun así está cambia. Mi opinión profesional intenten no ser tan falsos al decir «te amo.»

No había nada más bonito que vivir el día a día pensando en tu propia persona, buscando una manera más bonita de mimarte y cuidarte. Algunos le decían egoísmo o directamente estupidez, yo le decía independencia emocional y amor propio, pero tampoco iba a buscar el error en las diferencias teorías sobre el amor, cada quien tenía su manera de verlo.

Lo único malo de la soltería era cargar las bolsas de la compra. La tarde era tan agradable que me dije que una caminata me haría bien y no tome el coche, ahora me arrepentía porque las bolsas le estaban cortando la circulación a mis brazos.

—La puta llave — murmuré intentando buscar en el bolso.

—Necesitas un bolso más pequeño — pegué un salto al escucharlo detrás de mí.

—¿Qué haces aquí?

Se le haría una costumbre aparecer de la nada. Él tomó la llave de mi bolso y abrió la puerta para que pudiera entrar al edificio.

—Te dije que tendríamos una cita hoy —camino detrás de mí—. Te estuve llamando.

No tenía tiempo para esto, mi madre también me había estado llamando el día entero y vi adecuado meter mi teléfono celular en una maceta. No quería lidiar con mis problemas y que ella encima me recordara constantemente lo mal que me va. Hoy no tenía buen humor, encima él era mi mejor opción para librarme de todo mal, pero a mí parecer era una opción bastante inestable.

—Tienes mala cara —señalo.

—Si me ayudaras con las bolsas, quizás pondría una mejor —entre al ascensor dejándolo atrás.

Ahí estaba mi mal carácter, pero también que su comentario era estúpido.

Él me siguió tomando algunas de mis bolsas, no dejaba de examinarme con la mirada, esta vez tampoco trajo flores y no sé por qué eso me hacía sentir mal; sin embargo, aún tenía la bonita manilla en mi muñeca y tenía un tulipán.

Que ni se crea, que con esto se librará de regalarme flores. Las quiero a diario, por hora o por minuto. Encima que tengo que intentar hacer que se case conmigo, mínimo que me lo haga llevadero.

—¿Te paso algo, Susan? —insistió él.

—Nada —fue mi sencilla respuesta. Ni siquiera lo mire.

Corrí por el pasillo hasta llegar a la puerta, él me seguía muy se cerca, pues claro, daba un paso con sus casi dos metros de altura y eso era para mí como hacer una carrera con mi uno cincuenta y tanto de estatura.

—¿Segura? —insistió.

No respondí a su pregunta, entre a casa y comencé a dejar las condenadas bolsas en la encimera. Él se acercó a mí y dejo el par de bolsas que se había animado a llevar.

Espero no lastimará sus dedos. Mi piel se sintió caliente cuando mire sus manos y recordé dónde las había puesto la noche anterior.

Él colocó su mano en mi frente.

—No estás enferma —indico—, pero igual tienes mala cara.

Aparte su mano y arregle los cuatro pelos que caían en mi frente, dándome ese aspecto inocente y coqueto. Había que cuidar las apariencias y la frente.

—Que estoy bien pesado y que sepas que no soy una puta, no puedes venir a mi casa cuando se te dé la gana —jamás un hombre había pisado mi casa en más de dos ocasiones—. Si quiere sexo hoy no es mi día más bonito y ni siquiera tus pectorales me van a seducir…, he dicho.

Él comenzó a reír —Susan siempre dices cosas muy tontas.

Lo mató —¡¿Te estás riéndose mi?! Yo busco algo serio y no soy segundo plato de…

No me dejó terminar, sus labios ya estaban sobre los míos. Me había sentado con mucha facilidad sobre la encimera y se había metido entre mis piernas para besarme sin tener que perder la columna mirando para abajo. Enrede mis manos en su cabello rubio y acepte su beso hasta que el condenado tono de una canción de Katy Perry interrumpió, venía de la maceta.

—¿Qué es eso? —pregunto, buscando el sonido.

Tome su rostro entre mis manos —Nada ven y bésame.

Apreté mis labios contra los de él, pero comenzó a reír y hasta a mí se me quitaron las ganas de besarle.

—Que no te rías —lo pinche con mi uña en su pecho.

Él tomó mis manos —Es que dijiste que no lograría seducirte y ahora me quieres besar.

Rodé mis ojos —Bien, entonces vete.

Negó con la cabeza —Te dije que tendríamos una cita y la tendremos.

Cruce mis brazos —No quiero una cita contigo.

Él se inclinó hacia mí, colocando sus manos a cada lado de mi cuerpo y mirándome con esos bonitos ojos azules.

—Vale, te sientes mal, así que te dejaré en paz hoy —se acercó y dejo un beso en mi mejilla antes de irse.

¡¿Qué?!

¿Qué tipo de hombre no se arrastraba un poquito más?

—¡Insiste un poco más! —le grité.

—¿Qué? —soltó una carcajada.

—Ves, no tienes tanto interés en mí, ni siquiera te importo — caminé frustrada por el salón.

No podía estar con un hombre que me dejaba en un segundo plano, a mí me gustaba que me dieran importancia, mínimo que fingiera un poquito más.

—Ven aquí —me estrecho contra sus brazos—. ¿Qué te pasa?

Oculte mi rostro en su pecho y respire su olor, limpio y un olor muy de él, suave y relajante. No sabría decir que era, pero me gustaba.

—Nada —mentí.

Mi mamá espera que me case con un ginecólogo porque le mentí, encima si no lo hago tendría que volver a mi país así que tú, ojitos dulces, te has vuelto mi mejor opción y a la vez la peor, porque sé que amas a otra mujer y que yo soy solo un pasatiempo, lo que he sido para muchos y no me ofende es lo que yo buscaba, pero ahora que busco algo diferente no lo encuentro. Veo dejar de respirar como una buena opción, hoy hace un día precioso y aquí estoy yo frente a ti poniéndote mala cara por algo que no puedes resolver. En fin, no podía decirle nada de eso.

—Susan, sabes que no soy bueno con las palabras ni en las relaciones, pero sé que por lo general eres más…, explosiva —menciono él acariciando mi cabello.

Suspiré —Solo un día agotador, pero vamos a esa cita.

No hice mucho por arreglarme, él llevaba un atuendo bastante sencillo, así que nos fuimos tal cual estaba y sí, él también había pensado que era un día lindo para una caminata y no trajo su coche. Mis zapatos bajos me hacían ser mucho más bajita que él, y ni hablemos de mis pantalones sueltos y mi top amarillo, parecía un Minion a su lado.

Él tenía un porte recto, todas las mujeres lo miraban por su atractivo y sí, tenía la vista fija en el camino e ignoraba a todos, incluso yo me sentía como si estuviera caminando sola.

—¿No hablas mientras caminas? —le pregunté acercándome.

Parecíamos dos desconocidos, como si ayer no me hubiese metido mano y dejado suspirando en la cama.

—¿De qué quieres hablar? —al fin me miraba.

Me lo pensé un poco —No lo sé, ¿qué somos?

—Tenemos una relación —aclaro él.

Qué raro se me hacía eso, solo asentí con la cabeza y pasaron unos minutos más de silencio.

—¿Qué tipo de relación? —insistí.

Él se encogió de hombros —Salimos, nos conocemos y…

—Tenemos sexo —lo interrumpí—. Que sepas que yo nunca he tenido una relación así y no me gustan las etiquetas, pero dado que ayer te dio un ataque de celos y dijiste «eres mía Susan,» como si fuera un florero yo, diré que eres mío.

Sus mejillas se tornaron rojas —Dije que te complacería, si eso quieres me parece bien.

«Sé más hija de puta Susan.»

Él tenía que ser mío y si estaba enamorado bien, no me importa.

—Busco algo serio —le informé—. Que avance rápido.

Cualquier hombre se hubiese aterrado con algo así, él solo asintió y disimuló una pequeña sonrisa.

—Bien —fue su respuesta.

—Matrimonio e hijos, eso busco —confesé.

Sí, estaba intentando asustarlo, quería comprobar que no estaba perdiendo mi tiempo aquí y que mejor manera de hacerlo que siendo directa y tajante. Inténtenlo nenas y así se evitan a esos “casi algo.”

Él se detuvo y me miró ¡Bingo! Se había asustado.

—Tengo treinta y cinco años Susan, no me asusta eso y te pregunto yo a ti ¿Estás dispuesta a intentarlo?

¡Maldición! Se habían cambiado los papeles. Normalmente, salía corriendo cuando alguien me ofrecía una relación o me prometían amor eterno de ese que dura un mes. Me tragué los miedos e ignoré las cosquillas en el estómago.

Él soltó una carcajada —Ya no te puedo decir morenita, te has puesto pálida.

Rodé los ojos —Es que…, no es normal que haga esto con los chicos con los que salgo —cruce mis brazos—. En mi mundo todos buscan sexo.

Él tomó mi mano y siguió caminando, nuestros dedos entrelazados. Primera vez que caminaba así con alguien y otra vez me sentía nerviosa, como si me pudiera enfermar solo con este gesto, como si en su piel tuviera veneno.

—Ahora estás en mi mundo Susan —me advirtió—. En mi mundo no hay solo sexo.

¿Me estaba amenazando? Clara, que no, estaba siendo romántico, pero a mí me estaba dando ya hasta ansiedad.

Forcé una sonrisa y seguí caminando sin decir una palabra, era mejor así.

Me llevo a un pequeño restaurante, con un estilo abierto, natural y retro. Era lindo, uno de esos lugares tranquilos y acogedores. Él, como siempre fue directo a una de más mesas vacías, sin esperar a que algún camarero le indicara, claramente era cliente habitual

—Демьян, рад тебя видеть.
—no entendí nada, «Dem'yan, rad tebya videt'.»

«Demyan, que bueno verte.»

El hombre vestía un traje de cocina, de esos con gorro gracioso que te hacía pensar que había un ratón ahí abajo.

—я беру день—«Ya beru den'» Demyan se levantó y abrazo al hombre—. Она моя жена, она сопровождает меня сегодня —«Ona moya zhena, ona soprovozhdayet menya segodnya.»

«Me estoy tomando el día. Ella es mi mujer, me está acompañando hoy.»

Qué feo era no entender. Estudien idiomas, es importante por si te encuentras a un rubio de casi dos metros Ruso.

—О, твоя жена прекрасна —«O, tvoya zhena prekrasna,» dijo el hombre mirándome.

«Oh, es hermosa tu esposa.»

Claro, lo único que podía hacer yo era forzar una sonrisa y asentir. Me podían estar diciendo puta que no me enteraba.

Demyan también me miró y soltó esa sonrisa coqueta que mezclada con sus ojitos dulces le daba un aspecto romántico e interesante.

—Можешь принести нам обоим как обычно? —«mozhesh' prinesti nam oboim kak obychno?» pidió él.

«¿Nos puedes traer lo de siempre a los dos?»

—Конечно, они скоро будут здесь —«Konechno, oni skoro budut zdes'» dicho lo que sea que dijo se marchó.

«Por supuesto, enseguida estarán aquí.»

Uni mis manos sobre la mesa —¿Qué dijo?

—Que eras hermosa —respondió, mirando el menú.

Rodé mis ojos —Estoy consciente, ¿qué más?

Él sonrió —Nada más, solo te dará a probar la mejor cerveza Rusa que te puedes encontrar en esta parte del mundo.

Tanta palabra para eso, bueno, yo también me entusiasmaba de más cuando de alcohol se trataba.

A los pocos minutos nos trajeron dos jarras demasiado grandes de cerveza, era negra y no bromeó cuando digo negra.

—Bebe despacio y come —pidió Demyan.

—¿Cómo es posible que no bebas vino y te tomes el veneno este negro? —mire el líquido espumoso de la jarra.

Esto me llevaría a la tumba.

Sonrió —No me gusta beber en lugares que no conozco, ni cuando tengo que conducir —agito su jarra—. Además, esto no es nada.

Le di un sorbo —¡Dios! Qué rica y fuerte, pero rica.

Él soltó una carcajada, su risa era linda.

—Come Susan —acerco un trozo de carne a mi boca.

¡Esto también estaba bueno!

—Es muy jugosa —me metí otro trozo en la boca.

Negó con la cabeza y sonrió —Bienvenida a un pedazo de Moscú.

Asentí entusiasmada —Sí y sin frío.

Yo odiaba el frío, jamás podría vivir con este témpano de hielo y encima en un lugar que me estaría congelando.

Eso sí, ¡Viva Moscú y los rusos buenotes! 

—¿Viajas mucho? — pregunté con la boca llena.

Estaba haciendo un desastre en la mesa y él era muy limpio a diferencia de mí que parecía una niña pequeña; sin embargo, no parecía molestarle.

—Estuve diez años fuera —explico.

—¡Genial! Uno de mis sueños es conocer mundo —solté entusiasmada—. ¿Dónde fuiste?

Se acercó con una servilleta y comenzó a limpiar la comisura de mis labios.

—Noruega, Francia, Italia, Ámsterdam es muy bonito, pero nada como las calles de Roma —hablo en un tono suave.

—¿Cuál es el más bonito? —sentía curiosidad por todos esos viajes.

Él se lo pensó un poco —Pensaba seguir buscando, pero aquí encontré lo más bonito.

Lo mire mal y aparte su mano —¿Yo?

¿Obvio era yo, que más seria?

Él sonrió —No lo sé, mejor cuéntame de ti, ¿familia, amigos, parejas, rutinas?

—Esa es la información que suelen pedir los secuestradores —respondí.

—Ya estás secuestrada señorita —era increíble escucharlo bromear.

A veces no era tan frío.

—Bien, mi familia no tiene nada que ver conmigo, soy la oveja feliz del rebaño —ellos dirían la oveja negra—. Mis amigos son mi familia, Brandon, Freddy, Mel y Eros.

—¿Me los presentarás? —pregunto mientras comía.

Asentí —Claro, en cuanto a parejas no he tenido nada romántico con nadie, mis rutinas se basan en trabajar, estar con mis gatos, echar el chisme con mis amigos e ir a algún club a pasarlo bien. Esa soy yo.

No había mucho que decir de mí.

—Yo creo que hay mucho más de ti —hablo, mirándome a los ojos.

—¿Cómo qué? —me incline un poco hacia él.

Una sonrisa se dibujó en su rostro y miro mis labios —La razón de todo eso, ¿por qué eres la oveja feliz? ¿Por qué la terapia de parejas? ¿Por qué no al romance?

Suspire —¿Por qué estás aquí conmigo?

La pregunta completa seria, ¿por qué estás aquí conmigo y no con ella?

Él no dijo nada, solo acuno mi mejilla y me beso ¿Ya había dicho lo adictivo que eran sus besos? Como una tormenta que empezaba con una fina lluvia, curiosos y una vez que se volvía más fría, la fina lluvia se convertía en una tormenta y era como sentir que me hacía el amor con un beso. Su lengua danzaba con la mía, su respiración pesaba y sus labios toscos.

—¿Eres alérgico a los gatos o los odias? —me separé para preguntar.

Él sonrió contra mis labios —Nada de eso.

Asentí y volví a besarlo —Genial.

Éramos diferentes en muchísimos aspectos, pero nuestros cuerpos se entendían a la perfección, yo mejor que nadie sabía que esto no era suficiente para una relación, menos para un matrimonio, había comprobado el resultado de confundir amor y deseo en otras personas, pero en mi caso había una necesidad y muchos matrimonios esto era lo que más valía, es difícil, pero a veces no era el sexo lo que mantenía la llama viva, eran los beneficios.

—Muy bien, decide a dónde iremos ahora —pidió él, después de un rato.

Yo me había bebido dos jarras más y ya me sentía ebria, él cinco y estaba como si nada. Encima habíamos pasado mucho tiempo aquí y ya estaba cayendo la noche, cuando yo hablaba no había un final y él era bueno escuchando, eso o solo le gustaba reírse de mis tonterías.

—¿Seguiremos? — pregunté.

—Soy un amante de la comida y las buenas conversaciones, ya hicimos algo que a mí me gusta y ahora dime en qué antro nos metemos.

A mí también me había gustado, aunque mis noches las terminaba en un buen club dando mi mejor perreo intenso, esta vez quería algo diferente.

—¿Te di una buena conversación? —para mí solo había dicho tonterías.

—La verdad es que sí —estaba serio, pero sus palabras eran sinceras.

—Bien —ya sabía lo que quería—. Quiero ir a la estrella.

Él arrugó el ceño —Perdón, sé que muchos prometen bajar la luna, pero yo no hago falsas promesas.

—No tonto — tiré de su mano—. La estrella de la feria, está abierta hoy y quiero ir.

—Oh, eso sí lo puedo cumplir.

—¡La cuenta! — grité entusiasmada.

Era como una niña pequeña si se trataba de juegos.

—Tranquila, me enviarán la cuenta después —dicho esto se levantó y tomando mi mano salimos del sitio.

Lógicamente, no iríamos caminando, pedimos un taxi y en menos de diez minutos ya estábamos ahí. Mi estómago estaba tan lleno que ni siquiera el algodón de azúcar me seducía lo suficiente para ir a comer.

—¿Ahí está? —salí corriendo.

—¿No te dará miedo? —me rodeo con su mano dándome un pellizco en la costilla.

Solté una carcajada —Claro que no, ¿y tú?

Hizo una mueca —Hago paracaidismo.

—¿Mientes? —puse mis brazos como jarras.

Negó con la cabeza —No.

Yo no era una mujer miedosa y mucho menos a las alturas. Si estaba nerviosa, pero era porque hacía años que no subía a una estrella, la última vez estaba pequeña y es algo lindo de recordar.

Llegó nuestro lugar y nos subimos a una especie de cesta, no dejaba de moverme, pero mi estómago se contrajo cuando ajustaron los seguros a mi cintura.

¡Mierda! Había recordado que de pequeña, sí que me dio un poco de miedo, me hundí en el asiento. Odiaba el cosquilleo incómodo cuando empezaba a bajar, de momento estaba subiendo. Trate de respirar con calma y disfrutar de las vistas.

—Hazme una pregunta —pidió Demyan.

—¿Qué? —estaba rígida en el asiento.

Él tomó mi mano —Habla conmigo y el nervio pasará.

Mordí mis labios y cerré mis ojos —¿Por qué decidiste salir conmigo después de lo de ese chico y Verónica?

—Porque ninguno de ellos me importa, acepte salir contigo y no me rindo fácil, así que no lo hagas, tampoco —respondió, demasiado tranquilo para estar a esta altura.

Sabía que Verónica sí le importaba, quizás lo que yo hiciera con otro hombre no tanto, pero sin duda ella era importante para él sin importar que problema tengan ahora. No quise mencionarla más.

—Sé que no te rindes fácil, aún recuerdo cómo me insistías para que firmara ese pacto raro —le recordé.

—Acuerdo legal —corrigió—. Y yo no entendí por qué no querías solo firmarlo.

Me encogí de hombros —No lo sé, solo debes confiar un poco en las personas a las que acabas de atropellar.

—Oh, gran consejo —rodó los ojos.

Me estreché contra su brazo —Sabes, esto es como el paracaidismo, solo que no tenemos paracaídas.

Eso no me ayudaba a calmarme, no sé por qué lo dije.

Él empezó a reír —Susan disfruta de las vistas y no estés nerviosa, no caerás.

Le hice caso y miré a nuestro alrededor, las luces de la ciudad se veían hermosas desde aquí. Tenía razón, eran unas bonitas vistas.

—Susan —me llamo.

—¿Sí? —estaba demasiada entretenida con el paisaje.

Lo sentí removerse incómodo, quería decir algo y no sabía cómo.

—Habla —insistí.

—Quiero que vengas conmigo —pidió—. A mi casa, esta noche.

A mí me dan miedo los Rusos cuando hablan, porque su tono de voz es como un regaño tipo Te amo, suena como un te odió. Dentro de las comillas «» es la traducción, espero lo entendieran bien.

Andaba leyendo hoy sus teorías sobre Verónica y Demyan, debo decir que la mayoría están equivocadas.

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