Spiderman vuela #40

Capítulo 40

Susan

Spider-Man vuela

—Te adoro —susurro en mi oído.

Me moví incómoda en la cama, mucha adoración y todo, pero yo quería seguir durmiendo. La alarma aún no había sonado y la cama se sentía demasiado cómoda como para abrir los ojos. Solté un bufido cuando Demyan levanto mi camisa y beso mi vientre.

—Buenos días, ratitas —lo escuché decir.

No sería tan bueno si se la pasaba pegado a mi vientre, ni siquiera se me notaba el embarazo, pero ya estaba practicando como decirle a mis amigos. También paso por mi mente volver a comunicarme con mis padres, creo que deberían saber que serán abuelos y tal vez así podamos mejorar un poco la relación. Eran mis padres por muchos problemas que tuviéramos me costaba soltar esa relación.

Demyan mordió mi cadera, abrí mis ojos y lo observé descender por mi cuerpo, ya estábamos hablando el mismo idioma. Sonrió al verme y paso su lengua por el borde de mis bragas.

—¿No prefieres seguir durmiendo e ignórame? —pregunto él.

—Ya que estás ahí, no —la sinceridad era lo mío.

Tomo los bordes de mis bragas y tiro de ellas por mis piernas, sus manos abrieron mis rodillas suavemente, estaba siendo cuidadoso. Mordió el interior de mis muslos y con una sonrisa coqueta beso mi sexo, me retorcí cuando sentí sus labios, su lengua húmeda y caliente me hacía gemir sin control y esos dientes jugueteando y torturando, me estaba llevando al abismo. Enterró sus dedos en mis caderas y me arrastró hasta el borde de la cama, beso mi vientre nuevamente y tomando la camisa con sus puños la abrió haciendo que los botones rebotarán en el suelo.

—Era tuya y parecía nueva —le avisé.

Él saboreó mis pechos —Vale la pena.

Enterré mis uñas en su espalda, lo marqué haciendo que soltará un gruñido y sus dientes se clavaron en mi hombro, gemí cuando su lengua se encargó de calmar el dolor. Él estaba aprendiendo a como responder, tenía iniciativa, ideas y deseos, había creado un monstruo y era todo mío.

Me golpeó suavemente con su cadera, podía sentir lo duro que estaba ya.

—Deberíamos jugar a algo nuevo —sugerí.

Él alzó una ceja —No.

Me reí —Nuevo y tranquilo.

Tomo mis manos las coloco encima de mi cabeza —No sé.

Bueno, la respuesta iba mejorando. Me senté y después de terminar de quitarme la camisa tome su mandíbula y lo bese. Él me había provocado, ahora debía soportar las consecuencias. Todo en esta vida tenía consecuencias.

Él se quedó de pie y yo aproveché para disfrutar del cuerpazo que tenía mi rubio, pase mi lengua por su abdomen, mordí su cadera y baje el pantalón de pijama para encontrarme con el rey de la casa.

—Vale, juguemos tranquilos, igual no tenemos tiempo, pero... —saboree la punta de su miembro.

Soltó un pequeño suspiro —¿Pero?

—Trae mis juguetes — ordené.

Él no se movió, me lanzo una mala cara como respuesta, estaba renuente a jugar fuerte desde que supo que había dos ratitas dentro de mí. Yo investigué con el señor Google y no había muchos impedimentos en el sexo por estar embarazada, convencerlo de eso era lo difícil. Por suerte yo sabía cómo hacerlo perder la razón, me acerque más a él, volví a tomar su miembro y comencé a besar su pelvis mientras mantenía un ritmo tranquilo con mi mano. Sus ojos se oscurecieron, pase mi lengua por su cadera y lo acerque a mis labios.

—Bueno, está bien si no quieres —hice un puchero.

—Si quiero —corrigió.

Alce una ceja —¿Que cosa?

Sus mejillas se volvieron rojas como siempre que le hacía hablar, por suerte ya no era tan tímido. Tomo mi mentón y acaricio mis labios para después acercarme a su sexo.

—Nada del pene de goma ni otra cosa rara de esas —me advirtió.

Reí —Claro que no viejito aburrido.

—¿Cómo me has llamado? —me empujó a la cama.

¡Bingo!

—Viejito aburrido —repetí—. Es que eres muy..., aburrido.

Él se metió entre mis piernas, tomo mi garganta y susurro en mi oído.

—Puedo ser tu bestia —mi piel se erizó cuando lo sentí en mi entrada—. Puedo hacerte gritar como una.

Levanté mis caderas —Acepto.

Ambos jadeamos cuando se encajó muy despacio en mí, apretó sus dientes y coloco mis piernas en sus hombros con cuidado, era una posición cómoda y segura. Me embistió con cuidado, sujetando mis caderas para que no me moviera bruscamente contra él. Lo estábamos disfrutando y ver sus ojos perdidos en cada parte de mi cuerpo me encantaba. Se separó de mí, se acercó a la mesilla y tomo el vibrador. Aplaudí y él soltó una carcajada antes de volver.

—Rapidito, que tenemos trabajo —mordió mi labio.

—Está bien, señor..., oh.

Ya estaba dentro de mí, paso el aparato por mis pliegues y una vez que estuvo húmedo lo mantuvo sobre mi clítoris con la ayuda de mis piernas cerradas. Abrazo mis muslos y volvió a salir de mí para hundirse despacito, era demasiado para mí, sus embestidas lentas con la rápida vibración me tenía tensa y desesperada. No sabía que hacer con mis manos, apreté las sábanas y tense mi interior, él estaba agitado, mordí su labio y embistió con algo más de fuerza. Cuando temblé sin lograr aguantar un poco más, él separó mis piernas, se colocó sobre mí y sin separarse de mis labios comenzó a moverse en busca de su placer. Su cuerpo era grande y me cubría por completo, sus manos atraparon las mías y mis piernas se abrían con cada embestida. Se quedó quieto, jadeando y sudoroso, lo sentí llenarme y sin caer sobre mí se echó a un lado y me arrastró con él.

Bese su mandíbula —Te amo.

Él sonrió —¿Siempre será así?

Pensé un poco —Probablemente dentro de nueve meses con suerte dormiremos un poco.

Él empezó a reír —Tienes razón, tenemos que aprovechar, pero te seguiré como un loco enamorado, aunque sea por un par de besos y cuidaré de ellos junto a ti.

Lo mire mal —Deja de decir que son niños, quizás el karma te responda con dos niñas.

Él volvió a reír —No puedo tener tres Susan en esa casa, me volveré loco.

Idiota.

De algo estaba segura, yo no podía tener a tres Demyan con mirada de chupa almas en esta casa.

Después de una rápida ducha porque llegábamos tarde tomamos un poco de helado y chuches y nos fuimos al trabajo. Me gustaba pasar tiempo con Demyan en el coche, mirar a la gente pasar y antojarme de cuanta cosa viera en el camino.

—¡Churros! — grité al ver un puesto cerca.

—Al regreso, ahora están comiendo helado con galletas —señalo él sin quitar la vista de la calle.

Hice una mueca y me metí una cucharada de helado con trozos de galletas que había triturado.

—Sabes, también se me antoja carne y cerveza rusa, pero me da miedo que las ratitas salgan muy rusas por estar comiendo cosas de esas —le explique a mi marido.

Para mí era lógico que podría pasar algo así.

—¿Muy Rusos? —alzo una ceja.

—Sí, pálidos, demasiado rubios y con mal genio —señalé todas esas características en él.

Me miró mal —¿Qué hay de ti?

—Viva Puerto Rico papi, no me compares el acento latino con el Ruso, ni la comida y mucho menos el solecito sabroso con el frío infernal.

Me miró de arriba abajo y sonrió —Ni con las mujeres.

Me quedé boquiabierta —¿Las mujeres? Ósea, plural.

—Mi mujer —corrigió rápido.

—Demyan no provoques un divorcio.

Él no dejaba de reír, pero yo estaba hablando muy en serio. Llegamos a la empresa y nada más entrar había personas caminando de un lado para otro con los preparativos de la rueda de prensa y, ¿quién estaba gestionando todo?

—Más arriba y pongan más sillas, no vez que esperamos a los ciento y un dálmata —ordeno Darían moviéndose de un lado a otro.

—Señor...

—¡¿Qué?! —grito y palideció al ver a Carlota—, oh, dime.

Yo empecé a reírme, pero Demyan estaba pálido y soltando mi mano, comenzó a caminar escaleras arriba ¿Qué tenía? Lo seguí rápidamente, pero el hombre era tan grande que en un paso se llevaba dos escalones mientras yo iba caminando con mis pies de señora embarazada.

—¡Demyan! ¿A dónde vas? —lo detuve.

—Susan, toma el ascensor —se acercó a mí y tomo mi mano para llevarme de regreso.

Lo detuve y miré directamente a sus ojos poniéndome de puntillas —Nervios.

—Claro que no —mentiroso.

Me cruce de brazos —No fue una pregunta y ya sé cuándo mientes, soy bruja, tú mismo lo dijiste.

Mostró una pequeña sonrisa al recordar —Sí, es que estuve tan distraído que no prepare lo que tenía que decir.

—No pensé que quisieras escribir algo, después de todo solo tienes que decir la verdad y...

—Susan, me van a ver como un asesino, no solo lo dirá alguien más, tendré que decirlo yo porque es lo que soy —miro al suelo.

Tome aire —Explica lo que eres ahora, un gran hermano, un gran jefe, un buen hombre —le di un besito en la mejilla—, también eres un buen esposo y un gran papá.

Él tomó mis manos —Y un cobarde.

—Sí, pero de eso todos tenemos — tomé su mano—. Ven, tu hermano debe está buscándote.

Yo también estaba nerviosa, debía de admitir que mis manos no dejaban de sudar y Darían solo empeoraba más mis nervios.

—Ya está casi lleno —aviso después de un rato.

Me iba a dar un ataque al corazón si lo seguía escuchando y Demyan estaba cada vez más pálido. Solo tuve que lanzarle una mala mirada a mi querido cuñado para que entendiera que debía cerrar la boca. Demyan se giró hacia nosotros, estaba encantador con un traje azul marino que intensificaba el color rubio de su cabello y esa mirada fascinante.

Sonreí —Me van a querer robar a mi marido.

—Usted se ve muy bonita señora —hablo Carlota.

Estaba usando un vestido largo y fresco, de tirantes y escote de corazón, era simple para un día de oficina.

Demyan me dio un pequeño beso —Lo sé, tiene un brillo en la piel y no sabemos por qué.

Idiota. Darían hizo un gesto con sus manos y su abdomen, creando una barriga de embarazada. Carlota abrió mucho los ojos de la sorpresa.

—Ya vamos a trabajar —salí de la oficina—. Chivatos.

La mano de Demyan atrapó la mía, me dio un fuerte apretón al ver la cantidad de reporteros que estaban frente a la tarima dónde él tendría que hablar. Nada más aparecer por un breve momento empezaron a tomar algunas fotos, instintivamente él soltó mi mano, pero yo la volví a tomar.

—Te van a...

—Soy tu esposa, la esposa de Demyan Ivanov, un ginecólogo y nada más.

Si lo volvía a escuchar decirse asesino me daría algo. Sonrió, se inclinó y me dio un beso en los labios antes de subir en compañía de su hermano. Yo me quedé a un lado con Carlota y algunos otros miembros de la junta, los que sí apoyaban un poco esto. El resto o no estaban o se habían sentado junto a la prensa, como Verónica y su marido, que no dejaban de mirar a Demyan con ese toque de arrogancia.

—Son tal para cual, hasta parece amor —señale a los dos tontos.

Carlota los miro —Me tomo por sorpresa su relación, creo que a todos aquí.

—¿Sí? No sé separan —al menos desde que yo estaba aquí. Ella no parecía querer hablar—. A mí me lo puedes decir.

Apretó sus labios —Bueno, discuten mucho dentro de la empresa, al principio creímos que el señor Robert era una especie de ayudante de la señorita, pero poco a poco escaló hasta estar en la junta con ella y..., pues creímos que lo despedirían.

Los volví a mirar —¿Por qué los iban a despedir? Solo Demyan puede hacerlo y aun así se necesitaría de la aprobación de la junta.

—Pues no hace mucho tuvieron una fuerte pelea, el señor Robert no estaba de acuerdo con una decisión de la señorita.

Escuchamos la voz de Demyan y nos giramos hacia él dejando el tema para después, quería saber más sobre esas discusiones entre ellos.

—Debido a los ataques que ha recibido nuestra empresa hemos decido aclarar..., el asunto, es importante para nosotros que el público tome la decisión correcta en cuanto al valor de la reputación que tiene nuestra empresa. No estoy aquí para declarar mi inocencia, creo que si lo fuera la ley no me hubiese condenado a diez años de prisión y es algo de lo que en su momento mi familia hablo abiertamente, por desgracia yo no tuve la oportunidad, así que aprovecho esto para pedir una disculpa a todas esas personas que lastime.

Carlota tomó mi mano, estaba temblando y no me había dado cuenta —Lo está haciendo genial.

—La persona que amo no me juzga porque entiende que ya fui juzgado, sé que todo el mundo es libre de pensar y suponer, pero yo ahora soy libre y puedo actuar, lo hago para arreglar el pasado no para fingir que nunca sucedió, por eso estoy aquí, tratando de hacer lo mejor que puedo al igual que lo intento muchas veces mi padre, no significa que seamos...

—¡Un hombre arriba!

Todos miramos arriba, había un hombre amenazando con saltar ¡Maldición! Las cámaras se enfocaron en él.

—¡Llama a la policía a lo que sea!

Salí corriendo, llame al ascensor y una vez este abrió marqué el último piso.

—¡Susana! —Demyan corrió hacia mí, demasiado tarde.

Me quedé a solas, controlando mi respiración y pensando en que hacer. Todo el mundo ha tenido un mal día, este es solo uno de esos.

Las puertas se abrieron, tome las escaleras y antes de abrir la puerta me concentre ¡Bingo!

—¡Joder! —el hombre se sorprendió al escucharme—. Qué puto sol hace aquí arriba.

—¿Quién es usted? —pregunto demasiado tranquilo para la situación en la que se encontraba.

Lo miré y sonreí —¿Está alto? Si no sabes volar te abrirás la cabeza.

—Es el plan.

Cruce mis brazos —Genial, es un gran plan.

—¿Qué?

—Sí, bueno, siempre que la razón sea lógica y no saltes por algún estúpido amor fallido —me encogí de hombros y me senté en el suelo—. Créeme, eso te haría ver muy ridículo en tu funeral.

—Lo haré por esta maldita empresa, por los malos tratos y...

—Oh, si tienes razón, es algo muy lógico —él me miraba como si fuera tonta—, les vas a ahorrar, darte el salario de este mes.

—¿Está usted bien?

Me di cuenta al verlo mejor que ya lo conocía, lo había visto hablando con Verónica justo ayer. No era joven, tampoco mayor, se veía sano y bien vestido, no parecía está pasando por un mal momento. Aunque su voz era segura en sus ojos había una línea de temor, como si se cuestionara si hacer esto o no. Era curioso en parte porque no tenía sentido tanta seguridad. Los suicidas se arrepentían en el último momento y los que como él se lanzaban al vacío tenían una larga lucha interna antes de hacerlo o no.

—Yo no soy la que se va a lanzar por un mal salario —ni me pagan—. Causaste un gran escándalo, te van a demandar.

—¿Qué? —bajo un pie.

—Por supuesto, acabas de amenazar con matarte en un edificio privado, ¿qué supones que pasará? Irás a la cárcel muchachito.

—Pero yo... —ya estaba abajo por completo y su voz temblaba ahora.

—A menos —lo interrumpí—, que saltes, los muertos no van a la cárcel, aunque no sé qué tal te veas de angelito.

Este hombre no se iba a suicidar, estaba actuando. La puerta se abrió, Demyan me miró sentada en el suelo y luego al hombre.

—¡¿Qué carajos pasa?! —mi rubio estaba alterado.

El hombre cayó de rodillas —Señor discúlpeme, por favor.

¿Qué tenía que perder alguien que ya había pedido todo? ¿Por qué alguien que quiere morir se preocuparía por la cárcel? Después de que la policía interviniera nos reunimos todos en la sala de juntas, cuando digo todos me refiero a los que me caen bien. Brandon apareció al rescate.

—¿Por qué no me dijiste de esos trabajadores fantasmas? —pregunto Demyan moviéndose por el lugar.

—Pues no estaba segura —me metí otro trozo de tarta.

Ni con el susto se me quitaban los antojos. Brandon me miró, con esa cara de «estás rara nena.»

—¿Qué dice la prensa? —pregunto Brandon.

—Hombre amenaza con suicidarse en protesta de los malos salarios y el maltrato que se vive dentro de la corporación Ivanov —leyó Carlota—. También hablan de su matrimonio.

—¡¿Qué carajos hacemos?! —grito Demyan.

—Carlota, tú conoces mejor que nosotros a todos los que trabajan aquí, pídeles, entrevistas a diferentes trabajadores de diferentes sectores de la empresa, publicarlas y seguramente la prensa lo hará, que sean sinceros —comenzó explicando Darían—. En cuanto a esos trabajadores fantasmas, podríamos buscar hacia donde va el dinero que supuestamente le estamos pagando a ellos, quien lo tiene debe estar relacionado...

—Me gustaría hablar con Spider-Man —pedí y todos me miraron—. Con el suicida, algo me dice que él no quería hacerlo y todo fue para crear escándalo.

No quería hablar más de la cuenta, aún no estaba segura de nada y conocía el carácter explosivo de Demyan con estas situaciones.

—Iré contigo —hablo él.

—No, ahora mismo está arrestado, mejor voy con Brandon y tu ayuda a tu hermano a buscar más información sobre el dinero —le pedí.

Suspiró —Bien.

—Me pondré a trabajar en las entrevistas y trataré de responder y aclarar cualquier escándalo que surja —explico Carlota antes de irse.

Darían se mordió los labios —Inteligente y guapa, por dios que me haga un hijo ya.

Demyan escupió su café de vuelta —Cierra la boca.

Manejamos a la estación donde tenían detenido al hombre que intento suicidarse o mejor lo llamaremos Spider-Man. Conseguí su expediente antes y lo leí mientras me bebía un delicioso batido de fresas.

Cuarenta años, casado y con dos hijos en la universidad, no tenía deudas o al menos eso decía aquí y su salario era bastante bueno, había recibido varios aumentos el último mes.

—¿Estás embarazada, verdad? —soltó Brandon.

Me ahogué —¿Qué?

Entrecerró los ojos —Te has tocado la barriga tres veces y tienes la misma fascinación de Mel por esos batidos, incluso te veo y te pareces a ella tragado —explico.

Sonreí —No somos iguales..., yo traigo gemelos.

Dio un frenazo —¿Dos? Por dios, tendré tres sobrinos y tendré que apresurar la adopción porque tienen que tener la misma edad y...

—Mis hijos no jugarán con un perro —me queje.

Él me miró y puso ojitos tiernos —Freddy y yo hemos hablado y queremos una niña, un ser humano de dos pies y dos manos.

Me quedé boquiabierta —¿Se puede llamar Susan?

—Tal vez.

—¡Genial!

Significa eso que ya no podríamos ir al bar a emborracharnos, ahora iríamos al parque con tres coches y mucho café. Bueno, la vida cambiaba, pero nosotros seguíamos igual de sabrosos.

Camine detrás de Brandon en la estación de policías que estaba algo agitada. Él enderezó su corbata, aclaro su garganta y puso la voz más ruda que tenía.

—Soy el abogado del señor..., —se giró hacia mí—. ¿Cómo se llamaba Spider-Mann?

—Tom Holland —me miro mal—. Oh, Franco.

Encima tenía nombre de mala gente. Sospechoso.

—El abogado del señor Franco y ella es la señorita Susana Collins, psiquiatra...

Dios me libre de ser psiquiatra.

Brandon consiguió que nos llevarán con él, es una pequeña habitación que tenía pinta a película policial de mala calidad, horrible.

—Hola —saludé al hombre.

—Tú otra vez —soltó con mala cara.

—Ahora te hablará él —señale a Brandon que se sentó frente al hombre.

Soltó un largo suspiró —Te resumo tu situación o te hablo como abogado profesional.

—El resumen es que estás muy jodido —lo interrumpí.

—No tengo que hablar con ustedes dos —se defendió.

—Resumen será, podemos sacarte de aquí, ella es la esposa del Demyan Ivanov el hombre al que casi jodes y si ella quiere él hará que te saquen de aquí y nada paso, pero queremos que nos diga que sabes de la persona que está detrás de todos los escándalos relacionados con la empresa —que bien habla Brandon.

—¿Cómo sabes que no actúe solo?

—No eres muy listo —respondí—. Y si realmente lo hiciste solo, pues no solo no eres listo, sino que eres muy idiota.

—Le estamos dando la mejor opción, piense en su familia —le recordó Brandon.

Él suspiró —Tenía deudas por algunas apuestas y me ofrecieron algo de dinero por fingir que quería suicidarme, me pidieron que le explicará a la prensa que las razones eran el maltrato y los malos salarios, así que eso hice.

—Te pagan bien —lo vi con mis ojitos.

Él retorció sus manos —Lo sé, pero tenía la necesidad de aceptarlo.

—¿Quién lo hizo? —pregunte—. Te aseguro que la información no saldrá de aquí.

Suspiró —La señorita Verónica fue quien me pagó, ella y su prometido.

¡Puta!

Tome aire —Gracias, pronto te van a liberar.

Salimos de la estación, yo estaba enfadada y una vez que entre al coche reproduje el audio que le había hecho a Spide-Man.

—Dijiste que no saldría de ahí —me recordó Brandon sorprendido.

—He fingido orgasmos, comparado con eso esta mentira, no es nada —le envié todo a Darían, sentía que él debía escucharlo primero.

—¿Estás bien? —pregunto mi amigo dándome un apretón en la mano.

—¡No! Necesito un carrito de helados.

—¿Antojo?

Negué con la cabeza —Hay una voz en mi cerebro que me dice atropella a Verónica con un carrito de helados, puede ser esquizofrenia.

—Tal vez.

¿Quien es tu super héroe favorito?
Susan
Brandon
Darían
Carlota
Claramente Demyan es la dama en apuros.
Dejame saber he te pareció te leo en comentarios, recuerda dejar tu voto y si no lo has hecho sígueme en Instagram @paloma_escritora



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