Se más claro cariño #8

Capítulo 8

Sé más claro cariño

Susan

Me terminé de arreglar, algo elegante porque sabía que los planes de Demyan lo eran. Seguramente me llevaría a algún restaurante costoso en el que yo llevaría casi toda la conversación y él asentiría con la cabeza o respondería con simples monosílabos. No mentiré, me gustaba ser escuchaba, pero odiaba las pocas emociones que transmitía su rostro.

Si me preguntas por mi estado actual de ánimo estaba cayendo en la depresión, por eso había elegido un bonito vestido lila ajustado de escote cuadrado y tirantes con pedrería. Creía que ese color le daba alegría a todo.

Él llegó temprano y me sorprendió no ver flores en sus manos.

—¿Hoy no asaltaste una florería? —dije llegando a su lado.

Él sonrió —Esta vez no.

Abrió la puerta del coche para mí, entre y me puse cómoda en el interior del coche hasta que él entró y tomo una pequeña cajita del asiento trasero, la dejo en mis piernas.

—Ábrela —pidió mientras se ponía me marcha.

—¿Un regalo? —me había sorprendido.

Abrí la caja de terciopelo negra y encontré una bonita manilla de plata con algunas piedras de colores y un bonito tulipán. Tal vez Brandon y Freddy tenían razón y sus intenciones iban más allá del sexo ¿Quién rayos regalaba una cosa tan linda solo porque sí? ¡Lo adoré!

—¡Ah! —chillé emocionada—. Es lo más lindo que he visto, gracias.

—De nada —respondió en un tono frío.

Sin una gota de emoción y eso me desanimo, a caso lo hacía solo para mantenerme tranquila y complacida. No estaba entendiendo nada, ¿quién hacía un regalo y muestra tan poca emoción? Quizás tuvo algún problema en el trabajo o con su familia.

Dejé la manilla en la cajita y me entretuve mirando por la ventana, no me sentía bien y todo empeoró cuando llegamos al sitio. Un hotel.

Lo miré algo confundida —¿Qué hacemos aquí?

—Una fiesta —señalo él.

¿Otra fiesta? Baje del coche sin su ayuda, este imbécil me había vuelto a traer a una de sus aburridas fiestas de gente pija y aburrida. Me estaba hirviendo la sangre.

Lo dejé atrás y entre a la recepción, donde estaban los invitados charlando y bebiendo, todos con sus caras de importancia, ni siquiera era divertido, no había una sola alma bailando un poco ¿Me estaba utilizando a caso para impresionar?

Llegué a la barra algo agitada —Dame lo más fuerte que tengas.

Sentí su mano fría sobre mi hombro —¿Por qué no me esperaste?

Ni siquiera me gire para mirarlo.

—Tenía calor —fue mi penosa respuesta.

No era una noche calurosa, el clima era agradable. Acepte el trago, no sabía lo que era, pero al probarlo me di cuenta de que esté chico, se había tomado mi petición muy en serio, esto estaba realmente fuerte y tuve que toser un poco.

—Estás bebiendo nada más llegar Susan —dijo en un tono de desaprobación—. No te vuelvas loca, necesito tener al menos una noche tranquila contigo.

Suficiente.

—¿Una noche tranquila? —alce una ceja—. Tal vez debiste traes a alguien más y no hacerme perder el tiempo, porque lo siento mucho rubio, pero yo no soy de noches tranquilas.

—Susan —me silencio—. Habla más bajo, ¿qué te sucede?

—¿Por qué rayos me traes aquí? —creí que había quedado claro que no me gustaban estos sitios—. ¿Crees que es una cita adecuada?

—Es un lugar tranquilo, con gente que conozco, no te gusta nada y todo lo consideras aburrido cuando estás conmigo —me recordó, le había llamado «aburrido y amargado,» muchas veces—. Te traigo porque quizás no se te haga tan aburrido si estás con más personas.

Rodé los ojos —No has pensado mejor en mostrar un poquito más de emoción cuando estás conmigo, es que hasta parece que te caigo mal.

—Pues mira, algunas veces sí —ataco él.

Tome la cajita que tenía en la mano y la dejé en la barra —Eres un idiota Demyan, por hombres como tú prefiero a los que van a por lo que quieren sin tanto espectáculo por delante.

—¿Espectáculo? —pareció entender a lo que me refería—. ¿Hacerte un regalo lo es?

—Traerme aquí cuando a solas en el coche a penas me hablaste lo es, porque no mejor me dices cuáles son tus intenciones —pedí cruzándome de brazos.

Él miró a nuestro al rededor, consiente que por mis gestos alguien podría darse cuenta de que discutimos.

—Ya que estamos, dime tú, cuáles son las tuyas —me había regresado el golpe.

¡Maldición! Mis intenciones no debían ser mucho mejor que las de él.

—Demyan —lo llamo la pelirroja casi lanzándose a sus brazos—. Pensé que no venías.

Era muy guapa, piel blanca, cabello lacio con un color precioso, nada que ver con mis rizos teñidos y unos ojazos verdes. Para colmo se veían bien juntos.

—Verónica, tenía trabajo, pero al final me dio tiempo —explico él.

Sabía que no tenía lugar ahí, así que intenté retirarme, hasta que el tomo mi mano y me coloco de regreso a su lado.

—Ella es Susana, mi cita —me señaló con algo de aprecio—. Susana, ella es Verónica, mi hermanastra.

Forcé una sonrisa —Mucho gusto.

Ya todo estaba claro, yo estaba aquí por ella. Las intenciones de él no era impresionar a sus amigos o fingir que estaba en una relación, era que ella supiera que él estaba bien. Su forma de mirarla no me gustaba, menudo drama.

—Susana, espero que la estés pasando bien con el odioso de mi hermano —se sujetó del brazo de él—. A veces es como un fantasma.

Solté una risa tonta —Claro que no, es muy divertido.

Listo, ya tenía lo que quería. Él sonrió satisfecho, aunque sabía que estaba nervioso, la frialdad de su mano lo delataba.

Ella nos miró con ternura —Demyan me gustaría presentarte a un amigo, ¿vienen?

—Oh, mejor ve tu cariño —le di un suave apretón en la mano—. Yo te espero aquí, estos zapatos me matan.

Ella acompañó mi risa —Te entiendo.

Demyan asintió —Regreso en unos minutos.

«Amargado.»

Se veía feliz y sonriente mientras caminaba con ella. Quería irme de aquí, pero ya que había aceptado este espectáculo decidí quedarme, solo sería esta vez.

Cualquier mujer se sentiría mal por el rechazo de un hombre, me cansé, eso es todo. No era una muñeca a la que podía sacar para lucir y nada más, era un ser humano que necesitaba verdadera atención y no solo por las apariencias. Dejé la cajita de terciopelo a un lado, ya no la quería y no era nada bonita si su intensión había sido tan falsa.

Vale, yo no era mejor que él, pero no iba tratándolo con cariño un día y al otro lo trataba como un jarrón decorativo. Por mí se podía ir a tomar por culo.

—¿Susan, cierto? —pregunto el moreno de la otra vez.

—Sí, hola…, no recuerdo tu nombre —creo que no me lo había dicho.

Él sonrió —Leo, que lastima que siendo la novia de Demyan no te hablara de mí.

Era guapo, pero claramente su comentario solo era para asegurar que tipo de relación tenía yo con Demyan.

Ignore eso y cambie el tema —¿Se conocen hace mucho ustedes?

—De la universidad, no somos cercanos, solo nos vemos en este tipo de eventos benéficos —explico él.

Así que sé eso se trataba esto, un evento benéfico, ni siquiera me decía a dónde me traía.

—Es un sitio agradable —mentí, aunque me alegraba saber que la causa era buena.

Él se acercó para hablar en voz baja —Tal vez con algo de buena música logren más donaciones —bromeo.

Me reí —En eso estoy de acuerdo.

Era un chico agradable, nada que ver con cierta personita y eso que debían tener la misma edad. Leo era moreno, bastante alto, pero lógicamente Demyan lo superaba por mucho, a él y quizás a la mayoría de los hombres aquí; sin embargo, Leo tenía una mirada alegre y sonrisa contagiosa, cosa que no se podía decir de mi querido témpano de hielo.

—¿Te parece bien si después del evento nos vamos a por unas copas? —me ofreció él.

La verdad es que era un buen plan, necesitaba relajarme.

No me lo pensé mucho, después de todo no tenía ningún deber con Demyan, a él le daba igual trátame de una manera fría a solas y luego volverse un amor frente a su hermanita.

—Me encantaría — acepté.

—¿Qué cosa te encantaría? —esa voz hizo que mi piel se erizará.

Leo no se sorprendió en lo absoluto, él estaba frente a mí así que debió verlo venir.

—Susan y yo iremos a por unas copas después del evento —explico Leo de lo más tranquilo—. Puedes venir si quieres.

Demyan alzo una ceja —¿Si quiero?

A qué venía esa pregunta. Leo fue llamado por alguien más, lo que se dice salvado por la campana.

—Nos vemos luego Susan, me encantó verte aquí —dijo antes de despedirse.

Mire a Demyan que seguía serio a la espera de algo.

—¿Qué? —volví a darle un trago a mi bebida.

—Me voy cinco minutos y ya tienes una cita.

¿Era un reproche a caso?

Rodé los ojos —Lo siento, pero con alguien tenía que hablar mientras ibas detrás de tu hermanita.

—Podías venir con nosotros —se defendió él.

Lo que me faltaba, estar detrás de ellos.

—No gracias, ya suficiente con ser el segundo plato que nunca te comes.

¡Mierda! ¿Por qué dije eso? Esta bebida estaba realmente fuerte, no le había dado ni dos tragos y ya estaba diciendo gilipolleces.

—¿Qué te pasa hoy, Susan? —pregunto él tomando mi mano—. ¿Hice algo mal? No has dejado de atacar.

Rodé los ojos —¿Te gustó?

Él abrió sus labios, como si no encontrará las palabras —Claro que me gustas.

Más de lo que le gusta ella seguramente no, que quizás estaba paranoica, pero yo tenía la facilidad de darme cuenta de las cosas y no creía que esta vez estuviera loca.

Negué con la cabeza —No te gustó tanto cuando no me das ni un beso al verme —me acerque a él.

Rodó los ojos —¿Es por eso?

—No te gustó cuándo me haces un regalo y no muestras una mínima emoción, cuando me arreglo para ti y no eres capaz de notarlo —pinche su pecho con mi uña—. Cuando te deseo y tú ni caso, venga, dime la frase para rematar.

Él negó con la cabeza —¿De qué frase hablas ahora?

—No eres tú, soy yo. Termina lo que sea esto de la manera más cliché posible —le pedí alzando mi rostro en un intento de estar a su altura.

Total, ya el orgullo lo había perdido con él.

—Demyan —lo llamo Verónica desde la otra punta del salón.

—Susan, vamos a hablar esto en casa —pidió él tomando mi mano—. Aquí no podemos arreglar los problemas y no te estoy entendiendo mucho la verdad.

Susana Collins de la Rosa, ¿desde cuándo soportas tú a un hombre? Nunca.

¿Te beneficia en algo? Pues no, ninguno lo ha hecho y este menos.

Ni siquiera el buen sexo era suficiente para que yo pensará quedarme con un hombre y este a demás de ser un cubito de hielo, no me daba sexo, ni parecía tener la intensión de hacerlo, no lo culpaba, estaba enamorado, pero yo no podía perder mi tiempo.

No le di más explicaciones, tome mi bolso y me dirigí a la salida. Cuando quería andaba rápido con tacones, de momento no tenía pinta de que terminara haciendo un espectáculo cayendo al suelo y dejándome la dentadura en el piso de mármol, aunque cuando llegue a fuera me siento por mucho más tranquila.

Encima tenía que llamar un taxi y obvio compraría helado de regreso a casa, un rubio de casi dos metros me había rechazado, era lógico que depresión me daría.

—¡Ay! —mi grito se quedó en el aire.

Demyan me había levantado del suelo con demasiada facilidad y en menos de dos segundos me tenía entre una pared y su cuerpo. No había muchas personas en la calle, pero la oscuridad del estrecho callejón impedía que nos pudieran ver. Empuje su pesado cuerpo lejos de mí, pero de nada servía resistirse ante este gigante.

—Te ves hermosa con ese vestido, noté lo preciosa que estás desde que te vi—hablo él con la respiración agitada.

—Un poco tarde —me queje.

Él me ignoró y tomo mi mano para ponerme la manilla —Adore tu reacción por el regalo, pero créeme Susan, soy un asco con las emociones, no sé cómo comportarme frente a nadie y tú…

—Yo…

—Tú eres demasiado buena para un hombre al que le cuesta respirar a tu lado —finalizo él.

¿Escucharon eso? Fue mi corazón latiendo ¡Yo no era de piedra! Estas cosas emocionaban.

Me tomo de las mejillas y unió nuestros labios, el beso era delicado y tierno, me gustaba y mucho más después de una confesión tan sincera, pero quedaba algo sin resolver.

Me separé de él para verle a los ojos —Aun así, si estoy aquí es por ella ¿Cierto?

Él debía saber a lo que me refería y quería una respuesta. En cambio, me tomo del cuello y me estrecho contra su cuerpo, devoró mis labios y me golpeó con sus caderas y si ¡Madre mía! Ahí abajo se estaba formando algo muy interesante.

Me atreví a tocarlo, pero con el temor de que me terminara rechazado; sin embargo, no lo hizo. Toque su pecho, su abdomen y sí, llegué ahí. Solté un gemido cuando sus manos rodaron por mi espalda hasta mi trasero, no se detuvo, me dio un apretón mientras mordía mis labios.

Unió nuestras frentes y colocando su mano sobre la mía, me apretó más contra su erección, soltando un suspiro de satisfacción. Ya quería oírlo gemir.

Se detuvo y no me queje, porque me sentía a punto de explotar y necesitaba algo de aire.

—¿Quieres quedarte en mi casa? —propuso él.

¡Di que no! Aún no me respondía.

Mis labios temblaron. Qué idiota me ponía con los intensos, pero no podía ser, yo jamás iría a la casa de ningún hombre, prefería mi propio terreno. Era una regla que me había puesto.

—No —casi suspiré.

Me dolía negarme.

—¿No? —le sorprendió.

—¿Demyan? —era la voz de Victoria buscándolo.

Rodé los ojos, no parecía una mala chica, pero no era el mejor momento para que apareciera con su vocecita molesta y esos ojos de Bambi que tenía. Intenté soltarme del agarre de Demyan, ya que estaba muy distraído con su hermanastra.

Él me tomó aún con más fuerza.

—Demyan… —intente quejarme, pero cubrió mi boca con su mano.

—Silencio morenita —susurro.

Cerré mis ojos cuando quitó su mano y volvió a besarme, sus manos pasaron por la curva de mis pechos y siguieron hasta mis caderas. Deslizó sus besos por mi mandíbula y mi cuello, mi respiración estaba agitada y mi corazón no dejaba de latir con fuerza. Mirándome a los ojos beso el comienzo de mi escote, como si buscará aceptación en ello y claro que la tenía.

—Me rechazas cuando quieres y ahora esto —mi voz no era clara.

Me perdí al sentir su mano subiendo por mi muslo y acariciar el interior de estos.

—No permitiré que te vuelvas a sentir así —mordió el lóbulo de mi oreja y susurro.

—¿Cómo crees que me sentí? —solté un gemido cuando me empujó con sus caderas.

—Como si no te deseara —susurro en mi cuello.

—Ya es un poco tarde para eso, ya está hecho —lo confieso.

Estaba algo celosa y molesta.

—Te deseo —tomo mi mano y la llevo a su entrepierna.

¡Madre mía! Él sonrió al ver mi reacción, me dio un último beso en la mejilla y me tomo de la mano para llevarme al coche.

Nota mental, si quieres controlar a un hombre como Demyan solo date más importancia a ti misma y deja de perseguirlo, extrañamente irá tras de ti cuando menos importancia le des. En fin algunos hombres eran raros.

No me lo creía, que él hubiese dado el paso, pero aún me tenía molesta la importancia que le daba a Verónica. Le quería preguntar, pero estaba consciente de que si era más directa de lo que solía ser él solo se alejaría y lo negaría todo.

Se estacionó frente a una casa de ladrillos rojos, era bonita.

—¿Por qué tienes esa cara? —pregunto él acariciando mi mejilla.

Porque odió saber que no soy tu favorita.

—¿Por qué lo estás haciendo? —insistí—. ¿Por qué no lo hiciste antes?

—Creo que este es el momento perfecto —se acercó a mí y volvió a besarme—. Vamos.

Me acompaño al interior de la casa, el salón era claro, casi todo era blanco y los pequeños detalles negros o grises, no había mucho color. La cocina tenía una enorme isla y todo estaba en orden en ella, no parecía ser la casa de un hombre que vivía solo.

—Dime que no estás casado y que esto está limpio porque tienes asistenta —pedí.

Él sonrió —No tengo ninguna de las dos.

—¿Tienes alguna obsesión con la limpieza? —era raro, pero él solía sorprenderme.

Se sentó en el sofá mientras yo miraba algunas de sus fotografías, eran de su familia y podía ver a Verónica ¡No sería en el salón! No quería su foto ahí.

—Creo que solo me gusta el orden —respondió él—. ¿Qué dice la psicóloga sobre eso?

Me acerqué a él y me senté a horcajadas sobre sus piernas. Él estaba demasiado relajado, hace una hora parecía un oso polar tumbado en la nieve, sin energías para hacerme caso.

—Al parecer también te gusta el caos — desabotoné su camisa poco a poco.

—Tú no eres caos —aseguro él—. Yo lo soy.

Sonreí, poco me conocía este hombre si se consideraba más desastroso que yo.

—¿Que cambio en ti? —pregunte besando su mandíbula—. Hace unas horas ni me mirabas.

Sentí su cuerpo tensarse —Solo problemas de trabajo, nada que ver contigo.

Me reí —Miras vaginas, ¿qué problema tendrías?

Él soltó una carcajada —Haces los mejores comentarios en los peores momentos y creo que por eso me gustas tanto.

Ese ardor en las mejillas solo podía significar que me había puesto roja y ese cosquilleo en el estómago era satisfacción. Estaba sobre un hombre atractivo, tendríamos sexo y sí, acababa de romper una pared de hielo ¡Le gustaba! Acaricié su cabello rubio.

—Cuéntame algo sobre ti —pedí.

—Pensé que querías atención —sus manos apretaron mis muslos.

—Esto cuenta, ¿cuál es tu color favorito? —pegunte con una sonrisita tonta.

Él tomó uno de mis rizos —El rojo.

Hice una mueca —Ese no, elige otro.

—Pero…

Lo interrumpí —Todo menos el rojo —me crucé de brazos.

Él empezó a reír —Estás loca. Bien, me gusta el tono avellana de tus ojos.

Y a mí me encantaba el frío azul de los suyos. Pegue un salto sobre él cuando alguien tocó a la puerta con desesperación, él también se ha sorprendido, tal vez no esperaba a nadie.

—Ahora vengo.

Quedé sola en el salón esperando, desde donde estaba no podía ver quién se encontraba detrás de la puerta, pero sí una parte del cuerpo de Demyan ¡Que bueno estaba mi rubio!

—¡Lo siento mucho! —me tensé al escuchar su voz, Verónica—. No pensé que tú seguirías esperando y yo no supe nada de ti, por eso empecé algo con él y llegamos a esto.

Ella se lanzó a sus brazos y el intento detenerla antes de que entrara al salón, pero de nada servía, ya la había escuchado.

—Oh —soltó al verme, su rostro estaba lleno de lágrimas—. Lo siento.

—Verónica —él tomó su brazo—. Podríamos terminar esta conversación mañana.

Me levanté rápidamente —No, terminamos nosotros.

Sentía que mis palabras tenían más peso que un simple «nos vemos la próxima vez,» Ya no quería una próxima vez, mucho menos con él.

Pase junto a ambos para salir de la casa, por cositas así yo no iba a casa de ningún hombre, porque odiaba ser a la que echarán después de un rato. Lo sé, él no me echó de la casa, pero está claro que tiene asuntos importantes con su “hermanita.”

¿Me sentía estúpida? Ni te imaginas a qué grado.
Él me siguió, aún tenía la camisa media desabotonada.

—Susan, si no te quieres quedar al menos déjame llevarte —pidió él.

—No gracias, mejor no la dejes sola —no pude esconder mi molestia, se me salía por los poros—. Se ve afectada.

Ni siquiera quería saber qué pasaba entré ellos, no me importaba. Yo nunca me metía en los problemas de otras personas a no ser que fueran mis mejores amigos o me pagarán, él ni una cosa, no la otra. Mucho menos andaba con hombres que tenían relaciones románticas con otras mujeres, me negaba a ser la otra.

—Al menos déjame llamar a un taxi por ti —insistió, esta vez tomando mi brazo.

—¡Se terminó! ¿Lo entiendes? —ya la locura había superado niveles sanos—. Déjame en paz y vete con tu hermanita a solucionar su royo raro.

—No es lo que parece…

Me reí —No me vengas con esas estupideces, porque lo que parece es que la amas a ella, lo que parece es que me llevas a esos lugares para ponerla celosa y mira ¡Llorando la tienes!

—Nada que ver —se intentó defender.

—Demyan, tenías razón —me solté de su agarré—. No combinamos bien, no soy yo eres tú.

—¿Qué?

—No me vuelvas a llamar.

Y así terminaba un casi algo. No lo había dejado ni hablar, pero sabía que nada de lo que diría podría arreglarlo. Era mejor así, yo tenía un plan y él era demasiado complicado.

Necesito leer sus opiniones sobre VICTORIA la hermanita.
Déjame saber en los comentarios tu opinión y recuerda votar
Gracias por leer

Sígueme en Instagram @paloma_escritora

Recuerda actualizo de Lunes a Sábado

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top