Resaca eterna #38

Capítulo 38

Resaca eterna

Susan

Me amaba, lo sentía en casa, beso y en sus manos, deslizándose con algo de temor por mi cuerpo. Él temía que yo lo volviera a rechazar, pero esta vez incluso quería atreverme a más. Lleve mis manos a los botones de mi falda y la abrí, él se separó de mí, me observó por un momento y luego la deslizó por mis piernas dejándola a un lado del sofá. Me sentía muy ansiosa y no podía actuar valiente como otras veces.

—La puerta —señalé—. Ponle seguro.

Él tragó, se levantó y le puso el seguro a la puerta, para cuando se giró ya yo me había puesto de pie, con mi corsé, mis bragas negras y tacones rojos. Nada mal, sensual y provocativo para tratarse de sexo en la oficina. Me comió con la mirada, se acercó como una fiera en busca de su presa, despacio y calmado para no hacerme huir. Me dio un beso en la mejilla, mientras sus brazos me rodeaban y apretaban contra él.

—Te aseguro que eres lo más hermoso que he tenido frente a mí —susurro en mi oído.

Tome su mentón —Ahora quiero que me calientes, no que seas romántico.

Sus ojos se oscurecieron. Pase mis manos por su abdomen y seguí hasta sí cuello, solté la corbata y sé la deje para después unir mis manos.

Él me miró con una extraña expresión —Esto no te gusta.

—Tal vez ahora sí —insiste acercando mis manos—. Quiero sexo en la oficina con el jefe de esta empresa, ¿que harás al respecto? —susurre en su oído.

Él me dio la vuelta suavemente mientras dejaba algunos besos en mi espalda. Lo sentí sonreír deseoso antes de atar mis manos detrás de mi espalda. Siguió con sus besos por mi cuello, cerré mis ojos y lo disfruté, lo vi a él y no recordé nada más.

—Tú controlas —ofrecí.

Él no estaba acostumbrado a esto, lo noté por su mirada perdida, no sabía qué decir. Me puse de rodillas y acaricié su entrepierna con mi mejilla.

—Sé lo que quieres, pero si hablas será más fácil— provoque.

Sonrió, tomo un puñado de mi cabello y me acerco a su sexo. No tenía las manos libres como para tocarlo, lo mire a los ojos y lo provoque dejando algunos besos por encima del pantalón.

—Susan, temo que no me controlaré —me informo con su voz cargada de deseo.

—Lo harás si yo lo pido —volví a besar.

Confiaba en él y sabía que siempre estaba al tanto de mi comodidad. Al fin fue decidido, se quitó el cinturón y expuso su poderoso y duro miembro, unos cuantos besos y provocaciones y él ya estás demasiado listo. Pase mi lengua por el tronco sin quitarle los ojos a Demyan de encima, adoraba su cara de disfrute, pero esta vez quería que él buscará su propio placer. Solo lo invite, pase la punta por mis labios, lo bese y fue suficiente para que él entendiera el juego. Adelanto sus caderas suavemente, sentí que llenaba mi boca, tome aire y se retiró. Hizo esto varias veces, cada vez más seguido hasta que llegó al límite, soltó un jadeo tembloroso y se hundió un poco más, su cuerpo tembló, lo rodee con mi lengua y sentí el sabor amargo en mi boca. Con un sonoro gruñido se retiró, tomo mi cabello y expuso mi garganta donde lo sentí esparcirse caliente.

Jadeo —Lo siento yo…

—Diablos —lo interrumpí—, eso fue muy caliente.

Él sonrió, me levanto del suelo y llevándome en sus brazos, me tumbo en la mesa, debía decir que mis brazos dolían por la posición, no era cómodo, pero sí excitante. Arquee mi cuerpo y abrí mis piernas para él, con una mirada caliente llevo sus dedos a mi sexo, lo tentó y luego probó mi sabor.

Mordí mis labios —¿Dónde aprendiste a ser tan sucio?

Tiro de mis piernas —Tuve una buena educación, a eso súmale las ganas que tengo.

Contuve la respiración cuando sentí su aliento caliente, chocar con mi sexo, era como una provocación que no podía resistir. Grite cuando sentí su lengua recorrer mi hendidura, áspera y mojada.

El teléfono sobre la mesa sonó, él subió por mi cuerpo y lo tomo.

—Señor, la reunión empezará en…

—Carlota tengo una reunión importante antes, avisa que tardaré veinte minutos y que nadie me interrumpa —pidió él.

Ahogué un gemido en mi palma, su dedo tentaban mi entrada —Treinta minutos.

—Una hora, retrasa la reunión una hora —soltó antes de colgar.

Nos lo merecemos. Me penetró con sus dedos y sin quitarme los ojos se encima beso mi sexo como si se tratara de mis labios. Su mano se clavó en mi cadera, hasta que sentí calor y dolor dónde la tenía. Sopló, me penetró, beso y mordió a su antojo, no pedía acallar mis gemidos y solo esperaba que no se escuchará nada afuera. Temblé y me dejé ir por completo, sin parecerle suficiente acercó su miembro a mi entrada y con una sola embestida me penetró, fue una mezcla de todo.

Sin salir de mí, me acomodó y me quito la corbata, se sentía un gusto poder mover los brazos y tocarlo. Me sujeté de sus hombros y le clavé mis uñas con cada embestida que daba. Él gemía contra mi boca, me besaba y volvía a jadear a gusto sin ningún tipo de vergüenza. Cada vez con más prisas por llegar.

—Espera —le pedí, él se detuvo al instante.

Tomo aire y relamió sus labios —¿Sucede algo?

Acune su mejilla y le di algunos besos —Te amo.

Él respondió rodeándome con sus brazos —Y yo a ti morenita.

Me separé de él, me di la vuelta y esperé. Beso, mi espalda, masajeo mis nalgas y acercó nuevamente su miembro a mi entrada.

—Intentemos algo diferente —le pedí.

—Susan…

—Me gustará —le aseguré.

Estaba muerta de miedo. Él suspiró, se estrechó contra mí y llevo su mano a mi sexo, su toque me calmo, me volvió a relajar y a excitar. Llevo mi propia humedad a mi trasero, tentó el agujero con su dedo, lo expandió antes de hundirse y yo solo retuve el aire.

—No creo que te guste si te pones así solo con esto —murmuro en mi oído—. Realmente no es algo que quiera…

Jadee moviendo mis caderas para más —Déjame experimentar cosas contigo, ¿sí?

Sentí la presión de un nuevo dedo y la combinación de sensaciones cuando también estímulo mi hinchado clítoris. Cerré mis ojos y estiré mi mano para alcanzar su sexo.

—Dame —pedí relamiendo mis labios.

El tomo mi garganta y me beso —Me vas a volver loco.

Asentí —Lo sé.

Me tensa cuando sentí su punta en la entrada, tome aire y me calme para facilitar las cosas, un empujoncito y podía sentí como entraba poco a poco hasta sentir una extraña e incómoda presión. Él soltó un jadeo descontrolado.

—Esta…, apretado —soltó reteniendo la respiración.

Lo probé moviendo mis caderas —No es tan malo.

Placer no sentía, dolor y sensación de muerte no, era una mínima incomodidad, por lo que suponía que iba bien. Yo misma me moví contra él buscando la salida y la entrada, lo repetí varias veces hasta que salió de su estado de placer y se movió a la par mía. Su mano seguía dándome placer, pellizcaba y expandía mientras me golpeaba con sus caderas. Una última embestida lo hizo detenerse y soltar un gruñido gustoso. Lo sentí nuevamente regarse, esta vez en mi trasero. Yo le seguí, me apreté contra él y disfruté gustosa de los resultados. Fue nuevo, excitante e interesante.

—Ya no soy virgen —dije recuperando el aliento.

Él soltó una carcajada —Vamos a casa, quiero seguir en la cama.

—¿Más? —solté sorprendida.

—Por supuesto, nos debemos una luna de miel.

Él tenía razón, habíamos pasado una larga semana en la que superábamos los problemas con sexo y no había nada que nos pudiera atormentar, ni Verónica se volvió un problema entre nosotros, ni dejamos que la empresa nos ahogara.

En casa éramos un matrimonio que disfrutaba de las películas, las buenas comidas, el sexo y las noches abrazados en la cama, en la mañana éramos un equipo de trabajo que coqueteaba de tanto en tanto por la empresa.

El espejo estaba completamente empañado, las gotas de agua recorrían mi cuerpo y los jadeos de Demyan retumbaban por el cuarto de baño. Me movía sobre él, suspendida en el aire y aprisionada contra su cuerpo y la pared fría de baldosas.

—Márcame —ordenó mi marido.

No le bastaba con tener la espalda a llena de líneas rojas. Mordí su cuello, mientras soportaba los propios espasmos de mi orgasmo, y él se tensaba y me llenaba con su semilla. Cuando me separé de su piel tenía una bonita marca en su cuello.

Sonrió —Creo que necesitamos otro baño antes de ir a trabajar.

Asentí —Pero a solas.

—Susi… —se intentó quejar.

—No Demyan, si sigues aquí jamás llegaremos a la empresa y tengo trabajo —me metí nuevamente en la ducha.

Lo escuché quejarse en ruso, odiaba que hiciera eso porque no le podía decir cuatro cosas como debería. Aprendería el idioma sin tardanza.

—Me abandonas —grito desde la habitación.

—Cuatro veces hoy —le recordé.

—Oye tú fuiste la que me atacó mientras dormía —dijo burlón envolviendo una toalla en su cintura.

No lo iba a negar, últimamente tenía demasiado apetito sexual. De solo abrir mis ojos y ver a Demyan a mi lado, mis hormonas se disparaban y gritaban «devora a ese hombre» ¿Quién soy yo para decir que no? Mi cuerpo estaba hablando y debía obedecer.

—Prepararé unas alitas de pollo para esta noche —dijo limpiando el espejo con la palma de su mano—. Tenemos mucho trabajo en la empresa y…

Cubrí mi boca y salí de la ducha para vomitar todo lo que tenía en el estómago, lo cual era mucho porque no había dejado ni un dulce en la nevera anoche.

—¡Susi! —Demyan me dio palmaditas en la espalda.

Limpie mi boca con el dorso de mi mano y tome aire —Lo siento, de pronto me sentí fatal.

—Susan, llevas una semana que vomitas casi a diario —me recordó él.

—Creo que es la resaca —justifique—. Tal vez tanto alcohol me hizo daño en el estómago.

—Eso fue hace más de una semana —me ayudó a levantarme y lavar mi cara—. Vístete, ahora vengo.

—¿A dónde irás? —grite antes de que saliera del baño.

—Será breve —respondió.

Nunca más bebería así, recordé que una vez me pasó por tres días, estuve fatal del estómago después de un día de borrachera que terminó mal. Salí del baño sintiéndome mejor y me preparé para ir a la empresa, estaba bastante cerca de descubrir que estaba ocurriendo.

La empresa pagana salarios a trabajadores que ya no estaban trabajando desde hacía mucho tiempo en la empresa y estaba intentando tener todas las pruebas posibles antes de exponerlo, la prensa seguía acosando a Demyan, todos los días había un nuevo titular y siempre eran peores, sabía que él estaba llegando al límite con esta situación. Necesitaba un respiro y yo intentaba conseguirlo.

Me coloqué una camisa blanca y unos pantalones…, olviden los pantalones, no me subían.

—Ya llegué —anuncio.

Me miré en el espejo después de probarme el cuarto pantalón —¿Estoy gorda?

Él sonrió, sus mejillas se pusieron rojas, me abrazo por la espalda y coloco sus manos en mis caderas.

—Están anchas —indico.

Suspiré —Tengo que dejar las tartas y también debemos ir de compras porque creo que ahora soy una talla más grande.

—Susi…, una resaca no dura tanto —comenzó diciendo.

Alce una ceja mientras me colocaba un vestido ligero —¿Y?

Tomo aire —Te he estado observando estos días y, revise tu calendario, tienes quince días de retraso y hace aproximadamente quince días tú y yo follábamos hasta por las paredes.

Sonreí —¿Repetimos?

Ya había vuelto mi apetito sexual, es que como no tenerlo, solo miren qué delicia de rubio.

—No he terminado, hace quince días dejaste de tomar la píldora ocho veces —declaro él.

—¿Me espías? — pregunté.

Si no fuera mi marido, pudiera denunciarlo por acoso.

—No, solo reviso tu teléfono celular y esta mañana te conté las pastillas, no concuerdan —explico su teoría.

Me crucé de brazos —No estoy embarazada y punto

—Hazte la prueba —me mostró un test de embarazo—. Lo compré mientras te probabas pantalones.

Rodé los ojos —Demyan las cosas no funcionan así, pero lo haré para que dejes de buscar teorías raras por un malestar de estómago.

¿Embarazada? Estaba completamente loco. Entre al baño y seguí las indicaciones de la caja, lo dejé esperando en el lavado para que saliera un negativo y que así mi marido dejara de fantasear.

Tocó la puerta y asomó la cabeza —¿Y bien?

—Encima tienes prisa —me queje—. A ver.

Tome el test de embarazo y revise el resultado, dos líneas, no estaba embarazada… ¡Dios líneas! Tenía dos líneas rosadas. Sentí que la presión se me bajaba.

—¡Ya dime! —exigió Demyan.

¿Estaba embarazada? No podía ser, había bebido mucho una semana atrás, no me cuide ninguno de estos días, hice deporte, tuve sexo salvaje, me estrese, llore y mil cosas que seguramente no debía hacer una embarazada.

Sentí que mis ojos picaban por las lágrimas y ya no lograba respirar. Yo no me había cuidado como lo debería hacer una mujer embarazada. Él tomó la prueba y se puso más pálido de lo que era.

—Susi.

—Ya soy una mala madre sin haber empezado — ahogué un lamento en mi mano.

Demyan me abrazo —Todo está bien morenita, no pasa nada.

Me aparté de él —Saca el coche ya ¡Rápido!

Salí corriendo del baño en busca de unas sandalias cómodas y mi bolso ¿Qué hice? Fui muy estúpida y no estuve atenta de mi propio cuerpo, incluso Demyan estaba más al pendiente

—¿A dónde iras? —me siguió confundido.

—Demyan tenemos que ir al hospital, no ves que hice muchas burradas —le grite desesperada.

—Pero morenita… —él intentaba calmarme.

—¡Que saques el puto coche! —le dije por última vez.

No podíamos permitirnos más tardanza. Demyan hizo algunas llamadas, primeramente para avisarle a su secretaria que llegaríamos tarde y lo segundo fue para contactar con una amiga ginecóloga que pudiera tratarme.

Estaba aterrada, no dejaba de retorcerme los dedos y temblar.

—Puede ser una falsa alarma Susan, cálmate —pidió él, tomando mi mano.

Lo miré mal —Tú empezaste con tu drama del embarazo, así que no me hables de falsas alarmas o te lanzo del coche en marcha Demyan Ivanov.

Se encogió de hombros —Qué carácter, debe ser por el embarazo.

Le pegué en el brazo, ya se la estaba ganando. Yo no podía estar embarazada, ya había comprobado que no era buena madre ni siquiera me di cuenta de cómo estaba mi cuerpo, ¿cómo iba a cuidar de otra persona? Estaba muy nerviosa.

Baje sola del coche cuando llegamos, cosa que mi marido odiaba que hiciera, pero me daba igual. Tome su mano cuando entramos a la clínica y vi a todas esas mujeres embarazadas, me sentí intimidada y aún más temerosa.

—Tranquila —beso mi frente.

—¿Cómo puedes estar tan calmado? —escondí mi rostro en su pecho—. Demyan yo bebí, le pude hacer daño, tú…

Me interrumpió con un pequeño beso —Calma, si estoy tranquilo es porque sé que está bien, confía en mí.

—Demyan —se acercó una mujer a nosotros—. Tú debes ser Susan, su esposa, soy Laura.

—Hola —era la primera vez que me sentía tan tímida.

Ella sonrió —No te preocupes, Demyan me dijo que querían confirmar un embarazo, deje todo listo, ya pueden pasar.

—Te lo agradezco mucho Laura, sé que tienes una agenda apretada —agradeció él.

—No hay problema, eres de la familia.

Me estaba muriendo mientras ellos hablaban. Demyan me llevo a una pequeña habitación con poca luz, era la primera vez que me hacía una ecografía, pero había visto el aparato en la televisión.

—Acuéstate —me pidió Demyan.

Lo hice, él desabotonó mi vestido hasta dejar mi vientre expuesto. Se sentó frente a la pantalla y comenzó a prepararlo todo.

—¿Lo harás tú? —pregunté con la voz temblorosa.

Él sonrió —Por supuesto morenita.

Ojalá no esté embarazada y si lo estoy solo pido que mi estupidez no le hiciera nada malo al bebé. Cerré mis ojos y me concentré. Solo podía sentir el sonido de la respiración de mi marido y el frío sobre mi vientre.

—Ahí está —hablo en voz bajá—. Mi pequeño.

Sentí que un escalofrío recorría mi cuerpo, apreté el brazo de Demyan y tome aire, no quería ver.

—Mira Susan —pidió él—. Está todo bien, está creciendo.

Abrí los ojos y mire a dónde señalaba Demyan, mi corazón latió muy deprisa. Había un bebe creciendo dentro de mí.

—Oh dios —solté a ver la figurita pequeña.

—¿No es guapo? —él tenía una gran sonrisa.

Alce una ceja —¿Guapo? Es imposible que sepas que es niño.

—Es grande, será un niño, lo sé —se expresó contento.

Me reí —¿Está bien?

Él asintió —Diablos.

La cara de mi marido cambio, se puso serio y se acercó más al monitor. Me sentí nerviosa y la sonrisa se me borró, otra vez sentí mis ojos arder y llenarse de lágrimas.

—¿Qué pasa Demyan? Dime ya —exigí.

Él empezó a reír —No puede ser morenita…, son dos hermosos.

—¿Hermosos? —plural.

—Así es, mira —señalo el monitor con un dedo—. Uno y dos.

Tenía razón, había dos bolitas con patitas. Las lágrimas brotaron, no entendía mucho lo que estaba viendo, pero por la cara de Demyan sabía que ellos estaban bien y no tenía ningún problema. Me reí entre lágrimas y tomé la mano de mi marido para besar sus nudillos.

—Están bien — respiré más calmada y volví a verlos—. Parecen ratitas pequeñas.

—Lo sé, son perfectos, Susan —se inclinó y me dio un beso en los labios—. Sé que no querías ser mamá y no es tu culpa porque yo no me cuide tampoco, pero…

—Si quiero, son mías ratitas —lo interrumpí.

Él sonrió —Nuestras y podríamos llamarles así hasta saber si tendremos niñas o niños.

Asentí —O la pareja.

No me lo podía creer y como loca volví a llorar. Él me consoló, me beso y me aseguro una y otra vez que todo estaba bien con los bebés. Pase de no querer ser mamá nunca a tener una nueva preocupación que, por mucho que me calmara, no dejaba de volverme loca.

—No puedo creer que estés tan tranquilo —limpie mis lágrimas.

—Mis bebés están bien, eso me deja tranquilo —respondió dejando besos en mis húmedas mejillas.

—Pero yo soy su mamá, ¿eso no te altera? —no era responsable ni de mí.

—Me hace aún más feliz —acuno mi mejilla—. Solo mira, lo haces genial

—Oh dios, no me lo puedo creer ¿Podemos verlos un poco más? —pedí entusiasmada.

—Sí, míralos qué pequeños —volvió a mostrarlos.

—Son míos.

Él aclaró su garganta —Nuestros.

Rodé los ojos —Lo que tú digas.

Mi prioridad era ellos y sabía que para Demyan todo había cambiado también. Tomo mi mano y beso sobre el anillo.

—Sabía que eras mi chica especial.

¿BEBES?
Empiecen a buscar nombres porque esto no se acaba aquí.
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Está noche haré votaciones con los nombres que pongan por aquí a ver quién gana.

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