Olvidemos como sucedió #24
Capítulo 24
Olvidemos como sucedió
Demyan
A veces había que olvidar como empezaban las cosas y solo fluir con ellas. No nos conocimos de la mejor manera, fue una noche en la que planeaba encontrarme con Verónica, hasta que ella se atravesó en mi camino. No fue el destino, yo no creo en esas cosas, prefiero la libre elección, esa decisión que tomamos nosotros mismos.
No estábamos destinados, para nada, yo solo la había elegido. Lo hice por necesidad, por paz y si, también por amor.
¿Qué era el amor? Claramente, una necesidad para todos y yo la quería a ella para cubrirla. Susana Collins, era la mujer con la que había soñado durante diez años mientras no tenía nada más interesante que hacer, diez años planeando como sería mi vida para cuando fuera libre. Nada sucedió como imaginé, pero si espere sonreír con la mujer que amaba.
¿Me amaba ella? No lo sabía, quizás con el tiempo ese sentimiento aparecería, solo sé que alguien en algún momento lastimo a esa morena espontánea y alocada, la hizo tal y como es, apasionada, pero sin una pizca de interés por el amor o las relaciones. Tenía que ser su mayor necesidad y solo así ella se quedaría a mi lado.
Llegué a la empresa, las miradas me cubrieron y la mayoría se detuvo al verme pasar. Todos me conocían, pero hacía años que yo no aparecía por aquí. Esta sería la última vez. Entre a la oficina de Lilit, la antigua oficina de mi padre.
—No esperé que vinieras al final —hablo ella detrás de la enorme mesa—. Parecía alterado cuando avisaste que vendrías.
Me senté frente a ella —Entusiasmado —corregí.
Viajar tres horas fueron suficiente para pensar lo que diría. Ahora me sentía más tranquilo, aunque esté lugar no me traía buenos recuerdos, por mucho tiempo vine aquí solo a recibir regaños de mi padre y aunque no fueron momentos agradables, ahora reconozco que sí valiosos. Mi padre cometía muchos errores, pero sus consejos eran valiosos. Por desgracia era una época complicada para mí, me creía el rey del mundo y nada de lo que dijera me importaba.
La empresa jamás me importó, ni la familia, quería huir con Verónica, pero después de la muerte de mis padres todo cambio y ahora más.
Ella suspiró —Te escuchó Demyan.
—Mi padre tenía aquí en algún lugar el anillo de mamá —le expliqué—. Lo necesito.
—¿Es por esa chica? —pregunto ella.
—Si —respondí seguro—. Me casaré con Susan Collins.
—Te conozco como si fueras uno de mis hijos —menciono—, pero jamás imaginé algo así. Cuando te pedí que sentaras cabeza me refería a que buscarás una solución para la empresa y sí, mencioné el matrimonio, pero jamás creí que serías tan apresurado.
—Estoy enamorado de ella —la interrumpí.
—¿Lo estás? —sonrió—. ¿Cómo puedes estar tan seguro de que es amor? ¿Te conoce ella?
—Conoce lo que deseo que conozca de mí —aclare.
Lilit solía ser muy calmada, no explotaba fácilmente. Tomo aire y ordenó algunos documentos en el escritorio.
—Tu padre también lo estuvo de mí —murmuro ella.
Lo estuvo, aun así murió en un accidente con su exesposa, mi madre. Ellos nunca se dejaron de amar a pesar de las muchas infidelidades de mi padre o que asegurara amar a Lilit. Un hombre no puede amar a dos mujeres, ahora lo tenía claro.
—Yo no soy como él —afirme seguro de ello.
—Demyan, el amor no es un capricho, no es una necesidad, es…
La volví a interrumpir —Solo quería informarte.
—Tienes que estar seguro de que aceptas todo en ella, conoces lo malo y lo bueno —continuo—. No quiero volver a verte caer, le prometí a tu padre que te protegería como a uno de mis hijos y…
—Lo has hecho bien Lilit, yo era un adulto — dejé en claro.
No quería su lástima, tampoco quería que intentará cambiar mi idea como hacía con sus hijos. No cedería con esto, estaba seguro de que el matrimonio entre Susan y yo sería beneficioso para ambos y no, esta vez no la usaría para ser feliz con otra mujer, me había dado cuenta de que podía ser feliz con ella. Cumpliría sus caprichos y ella los míos.
Otro largo suspiro, pero está vez se movió por la amplia oficina, llegó a una librería y moviendo algunos libros encontró una pequeña cajita de terciopelo.
—Tu padre la oculto de mí por mucho tiempo, pero siempre supe dónde estaba, él era un mal mentiroso —la dejo frente a mí, sobre la mesa.
—Lo sé —la tomé, casi no la recordaba.
Muchas veces lo veía mirar esta pequeña cajita, quizás recordando el momento en el que se lo pidió a mi madre por primera vez.
—Mentía tan bien que muchas veces creía amar y no era así —ella tenía razón, no podía defender a mi padre—No creo que esta sea una decisión inteligente, pero sé que no puedo hacer nada al respecto, más que pedirte un favor.
—¿La empresa? —la miré a los ojos, era eso—. No la venderé, aunque aceptes o no mi matrimonio.
—No tiene nada que ver —aseguro—, pero algo hay que hacer, ya estoy cansada, Demyan.
—Sé que la junta no me acepta, sé que piensas que no puedo tomar este puesto y sé que estás cansada de esto —ella asintió mientras yo hablaba—, no me rendiré, no dejaré que la vendas.
—¿Te harás cargo tú? —me quedé en silencio—. Claro que no, odias este lugar.
—Verónica podría…
Ni siquiera me dejó terminar —A ella no le corresponde y tu hermano está enfermó, sabes que es lo menos que podrías hacer por él después de…
—¡Suficiente! —me levanté.
—Hagamos las cosas bien Demyan, yo también necesito tranquilidad —pidió ella.
Me apoye en la mesa —La empresa no se vende.
Sé que Lilit odia ese lugar, odia que el legado de mi padre se base en la familia, el respeto y el amor cuando él no llevó bien ninguno de sus matrimonios, le hizo daño y entendía que deshacerse de la empresa era como un acto de venganza para ella, algo que le brindaría tranquilidad; sin embargo, no era algo que debía tomar a la ligera.
—Antes de ver la invitación de la boda, espero ver tu firma en los documentos para la venta —pidió ella.
Me tomé esto muy mal, lo sentí como una amenaza directa hacia mí y mi futuro. No me quedaría de brazos cruzados.
—No he querido intervenir en tu camino, ocupas un buen lugar, aunque ahora no lo quieras en su momento lo deseaste —le advertí, con la mayor tranquilidad posible—. Lamento el daño que te hizo mi padre, pero te pediré que no te metas en mi camino, o dejaré de sentirme mal por lo que hizo él y responderé.
Ella no me miró, me ignoro, pero me había escuchado perfectamente.
Una sonrisa pequeña apareció en su rostro —Verónica sabe que estás aquí, ¿le dirás?
Tome la cajita de la mesa —Gracias por el anillo, pronto recibirás la invitación.
Por supuesto, ella estaba invitada. Me casaría, quisiera o no y la empresa se mantendría como estaba. Salí de la oficina sintiéndome algo frustrado, al igual que Lilit, yo odiaba este lugar que tanto mis padres amaron, solo por eso quería mantenerlo. Darian también era un problema, sé que él no estaba de acuerdo con deshacerse de la empresa y yo no pasaría por encima de él, no era justo para nadie y me sentía agobiado porque la decisión dependía de mí. Hiciera lo que hiciera, siempre quedaría alguien inconforme con mi decisión.
—Demyan —me llamo Verónica—. ¿Hablaste con ella?
Escondí la cajita en mi bolsillo, pero ya era tarde, la había visto. Su mirada se endureció.
—Hable con ella, la empresa seguirá cómo está, no te preocupes —intente retirarme.
Ella me siguió, pero podía sentir sus pasos detrás de mí.
—¿Te casarás con ella? —pregunto, la ignoré—. Sé que discutimos, pero me debiste informar a mí antes. Al final sabía que esa estúpida sin orgullo caería…
—¡Cállate! —me giré para detenerla—. Hablas del orgullo como si a ti y a mí nos quedará algo de eso.
Miro a nuestro alrededor, habíamos captado algunas miradas curiosas. Tomo mi brazo y forzó una sonrisa para aparentar calma entre nosotros.
—Vale, perdón —aclaro su garganta—. Ocuparás tu lugar en la junta, y con tu matrimonio nadie nos mirará a nosotros.
—No has entendido nada —me separé de ella—. Me casaré sin más.
—¿Qué? —ella había entendido a la perfección—. Nuestro plan…
—La amo —por mucho que me doliera decirle a ella.
Tomo aire —Me obligas a hacer algo que no quiero Demyan…
—Cásate con él, Verónica, te daré ese puesto que tanto deseas, pero déjame en paz.
Había entendido que el amor era exclusivo. Un hombre no podía amar a dos mujeres y una mujer jamás soportaría ver al hombre que ama con otra persona, lo vi en mis padres todo el tiempo y casi cometo los mismos errores que ellos. Lo que nosotros teníamos no era amor, quizás en algún momento lo fue, pero no podíamos quedarnos en el pasado intentando recuperar algo que murió. Ella logró olvidarme y era inútil que intentara ser la misma, era estúpido que yo esperara que lo fuera.
—¿En serio me abandonas? —su voz se había roto.
Yo también me sentía herido porque al final le hice daño a una mujer a la que había querido mucho.
—Esto termino hace diez años y yo fui el último en darme cuenta.
Tres horas después logré llegar a casa, nada más cruzar la puerta, mi estado de ánimo había mejorado notablemente. Era tarde, la cocina estaba hecha un desastre y el salón también, alguien había pasado un día entretenido a solas. Subí a la habitación y me sentí en paz cuando abrí la puerta y la encontré, echa un ovillo en mi cama. Debía considerarla nuestra cama, era la primera mujer que dormía en ella y la primera de la que esperaba que se quedará aquí para siempre.
Me di una ducha rápida después de ocultar el anillo de mi madre, con lo cotilla que era Susan lo encontraría fácilmente si lo metía en cualquier sitio, así que fui ingenioso.
Me sequé con una toalla y vistiendo ligero me acosté en la cama, ella se removió al sentir mis brazos rodearla. Bese su hombro y respire su olor dulzón.
—Me has dejado más sola que un vegano en una barbacoa —se quejó adormilada.
Asentí —Pero ya estoy aquí.
Sonrió —Sí, me alegra
—Y a mí — tiré del borde de la camisa que llevaba.
Estaba usando mi ropa como pijama, pronto me dejaría sin nada.
Se estiró en la cama y me miró a los ojos, acuno mis mejillas y beso mi mentón varias veces antes de volver a acurrucarse en mi pecho.
—No quiero decir esto pero… —se quedó en silencio.
—Dilo —la anime.
—Es que te extrañe —confeso.
Sonreí y besé su cabeza —Y yo.
—¿Todo bien? —me volvió a mirar.
No quería contarle la situación actual.
—Entre nosotros, sí, todo espectacular —le di un pequeño beso en los labios.
Ella se apoyó en su brazo y se incorporó un poco en la cama.
—Oye lo estuve pensando y… —mordió su labio—. ¿Crees que sea buena esposa para ti?
Imite su posición y asentí apresuradamente —Lo serás.
Ella me miró con tristeza y se sentó en la cama —No puedo decir que sí, es que yo…
La rodeé con mis brazos —Te amo.
Su cabeza cayó y soltó un suspiro —Yo me quería casar contigo y la razón no era buena.
Negué con la cabeza —No me importa.
—Sí, es importante —se giró para tenerme cara a cara—. Me odiarás, me echarás y…, te voy a romper el corazón.
Ella lo había reconstruido.
Asentí —Te amo Susana Collins de la Rosa, lo digo en serio y nada cambiará.
Volvió a suspirar y revolvió su cabello —Yo no puedo amar a nadie, no me sale bien eso de amar
Me reí —¿Lo has intentado?
Sus ojos se llenaron de lágrimas y supe que sí lo había hecho. Amo a alguien que no la trato como ella se merecía, a mi morena le habían roto el corazón y esto explicaba por qué era tan cerrada en cuanto a los sentimientos, solo se protegía. No quería pasar por lo mismo.
—Son tonterías que ya pasaron —tomo aire—. Tú hablabas siempre de amor y eso me aterraba, si quería mantenerte a mi lado y de cierta manera ser especial para ti, me acosté contigo y…
—¿Me quitaste la virginidad para que me quedara contigo? —esta mujer cada vez me sorprendía más.
Rodó los ojos —Solo paso unos segundos por mi cabeza, me acosté contigo porque… —me miro de arriba abajo—, estás muy sexi, tu cara grita fóllame.
Aguante la risa, porque debía fingir molestia, pero no podía enfadarme con ella por mucho tiempo.
—Ya veo —dije sin más.
—No creo que pueda ser la mujer con la que debas casarte, me cuesta pensar en un futuro entre nosotros —explico—. Siento que hay muchas cosas que no conocemos y soy una…
—Cierra la boca —la detuve.
Ella miró al suelo —Lo siento mucho Demyan.
Me senté en el borde de la cama y la observé sentir vergüenza y arrepentirse de lo que había planeado, justo así me sentía yo, solo que al igual que ella me avergonzaba tanto que no podía decirlo. Estaba divagando y buscando una manera de que yo aceptará que ella no era para mí, pero no la conseguiría. Yo conocía sus errores, aun así la amaba.
—Acércate —pedí.
Ella lo hizo, pero aún no me miraba.
Tome sus caderas y la acerque a mí, sus ojos se encontraron con los míos y no entendía nada. Desabotone su camisa para dejar al descubierto su vientre, me acerque a ella y sentí su olor, la suavidad de su piel y el calor de esta en mis labios.
—Me has dicho todo esto y yo me sigo sintiendo igual al besarte —volví a besar su vientre.
Ella peinó mi cabello con sus dedos —Acabo de decir que no puedo amarte.
La miré a los ojos, los tenía llenos de lágrimas —Sé lo que sientes por mí y sé que hay muchas maneras de decir te amo.
Mordió sus labios —Demyan yo…, lo siento.
La senté en mis piernas, acune sus mejillas y bese la punta de su nariz.
—Yo también, te amo y no puedo ver ningún error en ti —aseguré.
Ni siquiera cuando Verónica me habló de sus intenciones pude odiarla por completo, lo que sentía por ella se interponía y terminé engañándome a mí mismo.
—Cásate conmigo —volví a pedir.
—No soy religiosa, soy mal hablada, no estudie en una gran universidad, mi familia me odia, soy adicta a los gatos, los bebés me caen mal, amo beber y bailar, odio limpiar y… —se quedó en silencio—. ¿Estás loco?
Asentí, la dejé en la cama y me levanté para buscar bajo la mesita de noche la cajita de terciopelo. Ella me miró con atención. Volví a la cama.
—Quería hacerlo bien, mínimo no estar medio desnudo —confesé.
Ella sonrió —Me gustan las vistas.
Abrí la caja y le mostré el pequeño aro de oro blanco con una hermosa piedra azul. Ella se sonrojó al verla.
—¿Cuándo conseguiste esto? —parecía sorprendida.
—Hoy, era de mi madre —tome su mano, pero ella se resistió.
Negó con la cabeza —No puedo aceptarlo, si sale mal yo me sentiré horrible.
Volví a tomar su mano —Prometí dárselo a la primera mujer que estuviera conmigo.
Lo puse en su dedo, esa mujer era ella.
Mordió su labio —Fue solo sexo, no soy la primera mujer a la que amas.
Sabía a qué se refería.
—La última — besé sus nudillos—. Eso tiene más valor, por eso este anillo se queda dónde está.
Tomo aire —¿Nos casaremos?
Asentí —Me quitaste la virginidad, ahora sé responsable de tus actos.
Ella soltó una risa nerviosa —Ay, Dios.
—Déjame ser el hombre que cumpla tus caprichos —la anime.
Ella tragó, me miró a los ojos y humedeció sus labios —¿Nos casaríamos por amor o por necesidad?
La besé, porque era la mejor respuesta que podría darle. No la besaba porque la necesitaba, ya no la necesitaba, podría vivir mi vida a solas, pero la amaba y por amor quería que se quedara a mi lado sin importar cuáles fueran sus intenciones, porque descubrí que sea lo que sea ella si sentía algo por mí. Tendríamos que descubrirlo juntos, pero sabía que ella no actuaba, no mentía, su trato para conmigo era genuino. Me amaba, a veces no había que decirlo y no dejaría que se alejara, si tenía que casarme con ella para que permaneciera aquí lo haría. Esa era mi única necesidad, que no se alejara.
El temor nos impedía decir ciertas cosas, pero cuando era real se hacía difícil mentirnos a nosotros mismos. Nuestros cuerpos reaccionaban sin control.
Termine de desabotonar su camisa, me separé de ella solo para verla desnuda sobre mí, su piel canela brillaba y pedía a gritos que la besara. Bese sus hombros y me oculte en su pecho dejando algunos pequeños besos.
—Hazme el amor como si me amaras —le pedí.
Ella acarició mi cabello —Demyan…
—Sé que no me necesitas —la interrumpí—. Ni aunque destruya tu mundo, voltearas a verme, porque tú sola puedes volver a construirlo.
Cerro sus ojos y soltó un gustoso gemido cuando bese su cuello y clavícula. Ella hizo lo mismo, mantuve el control que yo hacía perdido, tomo mi mandíbula y me obligó a mirarla.
—Acepto —respondió segura.
Sonreí —¿Qué aceptas?
Rodó los ojos y levanto su mano para mostrar el anillo.
—Esto, lo acepto —repitió.
Mordí su mentón —Casarte conmigo, dilo.
Me empujó hasta que caímos en la cama.
—¿Qué hay de ella? —pregunto meciendo las caderas sobre mí—. Verónica.
Rodé en la cama y la dejé debajo de mí —No es problema.
Ella se estiró ofreciendo su cuerpo, lo tomé con gusto descendiendo por su abdomen y dejando algunos besos. Mordí bajo sus senos, lamí y besé con gusto hasta llegar a sus caderas.
—Soy celosa —me informo—. No tendrás privacidad, me informarás cada cinco minutos dónde estás y… Oh.
Baje sus bragas por sus piernas y bese el interior de su muslo.
—Lo que tú digas —no era un problema—. Ahora déjame celebrar nuestro compromiso.
Soltó un gemido gustosa y abrió sus piernas rodeando mi espalda con ellas.
—De la manera más primitiva —se arqueó en la cama—. Creo que me estoy volviendo loca.
—Ya es tarde para arrepentirse.
Yo pensé que era domingo, casi no actualizo hasta que ví un comentario.
Espero les guste este cap y el loco de Demyan como dice mi morsa moribunda "todo tiene su momento."
Así que pongan sus teorías y nos vemos el lunes
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