Mi desesperación #3

Capítulo 3

Mi desesperación

Susan Collins

Tenía esos documentos frente a mí, pero no los había ni siquiera leído. Prefería pasarme la tarde libre llorando junto a mis gatos.

¿Qué haré con ellos ahora? No me los podía llevar, ellos estaban acostumbrados a vivir aquí, además era cruel hacer que los pobres soportarán a mamá. Por supuesto, mi madre le importaba poco la edad que yo tuviera o la independencia a la que estuviera acostumbrada, ella me mantendría demasiado vigilada todo el tiempo, lista para juzgar mis más mínimos pasos.

Suspire —Ay, Maximiliano —abrace a mi gato—. ¿Por qué tuvimos que nacer en Latinoamérica? Nos cagaron, nos echaron mal de ojo desde que estábamos en el pito.

Él respondió con un simple maullido.

—Oh, cierto —lo dejé a mi lado—. Tú no tuviste esa suerte.

Mire a mi alrededor, la comodidad de mi apartamento, hacía muy poco que me había mudado yo sola con mis gatos, odiaba compartir piso, pero no tenía otra opción. Ahora estaba logrando muchas cosas ¿Por qué el mundo me odiaba tanto? ¡Yo era un alma sana! Bueno, dependía del concepto de cada quien de sana.

Suspire al recibir otra llamada, por suerte no era de… ¡Ay odiaba su nombre! Demyan Ivanov, ese rubio delicioso con carácter de suegra.

¿Saben cuál es el carácter de suegra? Bueno, pues díganle a su suegra que a su hijo le gusta más la comida de ustedes y ahí sí que lo van a conocer.

Aunque no podía evitar reconocer que era un hombre demasiado atractivo.

Tome la llamada de Brandon.

—Habla Susana Collins, caso deportable ¿Qué necesita? —mi voz salió rota.

—¡Ya deja de martirizarte llamándote así! —me grito Brandon.

—¡Eso soy! — lloré.

Mis gatos me miraban raro ¿Qué pensarían? Seguramente que estaba loca.

Sentí a Brandon soltar un largo suspiro —Oye, ven al bar de siempre, necesitas alcohol.

Limpie mis lágrimas —Si es verdad, ya se me acabaron las cervezas.

Me había pasado toda la semana bebiendo, ya saben que era mejor ahogar las penas en alcohol. Decían que los psicólogos siempre terminaban siendo marihuanos o alcohólicos ¿O eso eran los escritores? Ya no recuerdo.

Me di una ducha, por cuestiones de apariencia y mal olor. Me puse unos pantalones negros y un top rojo, agite un poco la cabeza y listo, las rizadas nos peinábamos una vez a la semana.

Llegué al bar donde ya estaban mis amigos.

—Ahí está la morena más linda que tiene este mundo —anuncio Brandon levantando su copa.

—Sí, hola —me senté—. ¿Alcohol?

—Toma —Freddy me pasó el vaso de whisky que ya había pedido para mí.

—Gracias, coreano, sexi —ni siquiera tenía ánimos para molestar a Freddy.

—Ay nena, quita esa cara por el amor de Dios —pidió Brandon—. Que todo va a salir bien.

—Por supuesto, y en caso de que no, nosotros iremos a verte ¡Ay! —Freddy soltó un lamento y se frotó la rodilla.

Brandon forzó una sonrisa —Ignóralo, todo saldrá bien, estuve pensando mucho.

—¿Encontraste una solución? — pregunté casi suplicante.

Podría arrodillarme ante él solo si encuentra la solución a mis problemas

Él mordió su labio —No, pero estoy en eso.

—Puerto rico es lindo, he ido y sus playas son superbonitas —hablo Freddy.

—¿Y eso qué? —soltó Brandon de mala gana.

Su marido se encogió de hombros —Solo digo —murmuro.

Cubrí mi rostro, la fiesta estaba animaba, pero a mí no me apetecía bailar ni beber, bueno beber sí, para qué los voy a engañar y una cosa llevaba a la otra, así que sí, termine dando mi mejor perreo intenso junto a mis amigos.

—¡Hasta abajo, Freddy! —le grité siguiéndole con el meneo intenso hasta el suelo.

—¡Ay! Me tronó la espalda —lloriqueo él.

Ya yo no me sentía la espalda.

—Hola guapa —hablo alguien cerca de mí.

Me giré, era un hombre.

—Hola tú —no sabía si decirle guapo, ya que no lo veía muy bien—. A ver échate para atrás y déjame enfocarte…, pues sí, guapo.

Él sonrió y se tomó el atrevimiento de acercarse más y bailar junto a mí.

—¿Cómo te llamas? —pregunto él.

—Me llamo “te invito a un trago” —le dije al oído.

—¿Te invito a un trago? —soltó él entre risas.

—Ah, vale —tome su mano y lo lleve a la barra.

Él pidió dos tragos para nosotros. Me recorría con la mirada y sonreía, tenía una linda sonrisa, aunque eso era lo que menos importaba. En general estaba D-I-V-I-N-O.

—¿Cuántos años tienes? —pregunto.

—Los suficientes para lo que tienes en mente —sonreí inocentemente antes de llevarme mi bebida a los labios.

Él se colocó entre mis piernas, dejando su mano en mi muslo.

—¿Quieres saber mi nombre? —susurro en mi oído.

Me acerqué a él —¿Cuál es tu nombre?

—¿En tu casa o en la mía?

Sonreí —¡Qué atrevido!

Él soltó una carcajada —Chica, tú eres mi tipo.

Imite su risa —Ni que te fuera a donar sangre, solo es un polvo y sí, en mi casa, cariño.

Él tomó mi mano para qué lo acompañará y, ¿por qué no? Estaba ebria, pero no lo suficiente para no darme cuenta de lo que hacía, no era una tonta, sabía protegerme. Tenía a mi rubio y a mi asiático con los ojos puestos en mí, estarían cerca en un dos por tres y mis clases de boxeo le dejarían la cara destruida si intentaba algo que a mí no me apetecía.

—¡Oh! —casi caigo al suelo.

—¿Estás bien? —pregunto la persona que me sujeto.

—No puede ser —me alejé de él—. ¿Qué hace una criatura como tú en un lugar como este? —le pregunté al rubio amargado.

Mire que tenía una cita, una chica muy atractiva, pero con las mismas pintas de amargada que él.

—Parece que tu misión es caer frente a mí —soltó él entre dientes.

—Oh, qué romántico —fingí emocionarme.

Mi acompañante nos interrumpió —¿Nos vamos guapa?

Demyan lo miró con superioridad, pero se mantuvo en silencio. Mire bien al chico a la luz y resulta que no me gustaba tanto y que tal vez no estuviera tan clara como para llevármelo a la cama. Observé a la cita de mi querido amigo y una idea danzó por mi mente.

Me acerque a él —No te conviene esa chica —le susurre al oído.

—¿Qué? —él no entendió o no quiso hacerlo.

—¡Me estás engañando con ella! — señalé a la mujer que enseguida palideció.

Las personas que hacían fila para entrar enseguida se acercaron para estar atentas al problemon que se avecinaba.

—¿Estás loca? —soltó él.

—¿Qué está sucediendo? —«en tu casa o en la mía,» como dijo que se llamaba, no entendía nada

—¡Encima me llamas loca! —me puse a llorar—. Cuatro años de relación y me cambias por esa zorra.

La castaña palideció, sujeto su bolso con fuerza y comenzó a retroceder con disimulo.

—¡Susana! —grito él, rojo por la furia.

Por dentro me quería dar un ataque de risa.

—¿Susana? — coloqué mi mano en mi pecho con dramatismo—. ¿Ya no soy tu pastelito? ¡Me operé las tetas por ti!

—Oye, yo no estoy entendiendo nada, adiós —se fue el chico que pretendí llevar a mi cama.

Y así damas y caballeros en como Susana Collins de la Rosa ligaba y se quitaba de encima a un hombre en menos de treinta minutos ¡Aplausos por favor!

—Tienes que estar mal de la cabeza Susana, tú y yo no somos pareja, te conocí porque casi te atropelló —explico él.

—Ah, cierto —fingí sorpresa—. Te confundí con alguien más ¿Dónde está tu cita?

La chica había desaparecido como un fantasma. Utilice el momento en el que él se giró para buscarla y escape como si mi vida dependiera de ello. Camine por la calle después de correr un tramo y le escribí un mensaje a Brandon.

«Volví a casa, no lo lleve conmigo porque la tenía pequeña.» Listo, eso era creíble para ellos.

Antes de que pudiera cruzar la calle un coche se metió en medio, mi corazón latió con fuerza, pues casi era atropellada otra vez y por el mismo. Demyan bajo del coche echo una furia.

—¡Era una reunión de negocios y la has arruinado! —grito él.

—¿Negocios? —me reí—. Eres ginecólogo, tu negocio es ver vaginas y te aseguro que esa no te convenía.

—¿De qué hablas? —me siguió mientras caminaba dejando su coche atrás.

—Tenía cara de tóxica —me justifiqué.

Él soltó una risa molesta, no era agradable y no era porque mi comentario le había hecho gracia.

—Susana te das cuenta de que pudo ser mi novia —menciono él.

Me giré para encararlo —Tu cariño mío no tienes novia.

—¿Tú qué sabes? —puso sus manos en sus caderas.

Llevaba un traje azul que le quedaba de infarto.

—Ojitos dulces, en ese bar más de una te hubiese querido tragar vivo —señalé su cuerpo—. Esa te iba a tragar la paciencia y créeme, yo te salvé.

Él abrió mucho los ojos —Ahora resulta que eres mi salvadora.

—Exacto.

—Susana me debes una disculpa.

Solté un suspiro —Muy bien, lo siento.

Él se cruzó de brazos —Una sincera.

Rodé mis ojos —Sinceramente lo siento ¿Algo más?

—¿Firmaste los papeles? —pregunto cruzando sus brazos.

Qué idea fija tenía este hombre con los puñeteros papeles.

—No, ya lo haré.

—Encima que arruinas mi noche aún no lo has hecho —murmuro él.

—¡Qué pesado!

Lo tome de la camisa y lo empuje hacia la pared de ladrillos que había detrás de él, era alto, así que me tuve que poner de puntillas para llegar a sus labios y besarle ¿Por qué lo hice? Porque me apetecía y porque él necesitaba salvar esta noche.

Al principio solo fue una simple unión y nada más, pero había algo en él que me invitaba a continuar, quizás fue porque no me rechazó en ningún momento, aunque tampoco hacía mucho por besarme. Coloqué mis manos en su pecho, duro y firme, le di una pequeña mordida en el labio y lo mire a los ojos por unos segundos ¡Bingo! No había rechazo en su mirada, pero sí sorpresa.

Miro a mis labios y me tomé eso como una invitación para continuar, lo bese sujetándome de sus hombros para no caer, era demasiado alto y mi posición de puntillas no era cómoda. En cualquier caso, él se dio cuenta y coloco una de sus manos en mi espalda, ni demasiado arriba, ni demasiado abajo.

Él no hizo más nada, solo cerro sus ojos, suspiro y dejo que lo besara. Me reí contra sus labios, su piel estaba fría y su respiración agitada, no estaba seguro, pero sí satisfecho. Me separé de él y me miró por unos segundos, quizás en busca de una explicación que lógicamente debía darle.

¿Con qué tontería podría justificar esto? A mí siempre se me ocurrían las mejores mentiras.

Le di un último beso dejándolo más atontado y me separé de él —Ya está, tu noche ha sido salvada.

—¿Qué es esto? —pregunto un poco atontado.

—Un beso, ella no te iba a dar uno mejor —mi lógica tenía sentido para mí.

Él tragó —Susana.

—Dime Susan o Susi —pedí.

—Susan —se aclaró la garganta—. Acabas de besarme.

Rodé mis ojos —Oye, relaja la raja, solo fue un beso, no te embaracé, por cierto, ¿me llevas a casa?

Él no dijo más, parecía nervioso y con un ademán señaló a su coche. Hicimos el viaje en silencio, lo agradecí porque sabía que lo único que salía de su boca eran cosas aburridas.

Se detuvo frente a mi edificio y no dijo ni una sola palabra hasta que abrí la puerta y me dispuse a salir.

—Te llamaré —hablo él.

—Oye, no quiero nada contigo, culpemos al alcohol por nuestro beso, pero claramente no somos compatibles — aclaré.

Él me miró mal —Te llamaré para los documentos señorita Susan… Susana Collins de la Rosa.

Me reí cuando aceleró y se fue, se había enfadado ¿Por qué otra razón me llamaría por mi nombre y dos apellidos completos? Este hombre me divertía en el fondo, de una manera extraña.

Desperté temprano y rodeada de gatos, el olor a café recién hecho estaba por toda la casa y escuchaba en el salón la voz de Brandon, Freddy, Eros y Mel. Hoy tocaba desayuno en mi casa, yo despertaba tarde, así que ellos se acomodaban solos.

Salí con una camiseta que ponía Kiss my has «Besa ni culo» ni siquiera sabía inglés, pero se me hacía que tenía un mensaje positivo y alentador para las mañanas.

—Bonita camiseta —señalo Eros con una dona en la boca.

—No me hables, aún no tomo café — tomé la jarra que Freddy me llenaba de delicioso café.

—¿Cómo despertó mi morena? —pregunto Brandon.

—No lo sé, no bebí mucho anoche, pero, sin embargo, hice muchas estupideces —le di un sorbo a mi cafecito—. Muchísimas.

—Te bebiste una botella tu sola —recordó Freddy.

—Oh, entonces estoy justificada.

Mi teléfono comenzó a sonar ¡Por dios, eran las nueve de la mañana!

—¿Quién te llama tanto? —pregunto Mel—. Desde que llegué está suena y suena.

Miré la pantalla «ojos dulces,» le había cambiado el nombre anoche. Me gustaban sus ojos, eran dulces, aunque si pudiera sabía que me derretiría con ellos.

Este hombre no me dejaría tener una mañana en paz. Silencie el teléfono y comencé a revisar mis citas de hoy, tendría una larga terapia dentro de una hora con el matrimonio García, a un pie del divorcio o de cometer un crimen estaban.

—Un Ruso que está todo bueno, pero es un cerrado —explique—. Tuvimos una cita anoche, lo besé y no me enseñó el muñeco.

Mi cerebro lo consideraba una cita ya.

—Yo tuve diez antes de que me lo enseñará —hablo Freddy ganándose una mala mirada por parte de Brandon.

—Yo no tuve ninguna, fue directo —expuso Eros.

—¡Eros! —lo regaño su esposa.

Por algo estaba embarazada, su relación había sido express y en menos de un año el horno ya estaba lleno a diferencia de Brandon y Freddy que se tomaron su tiempo y aún estaban pensando en adoptar un perro.

—Bueno, pues bloquea y listo, que tenemos que concentrarnos en arreglar tus asuntos —dijo Brandon metiendo una galleta en mi boca.

Mire el contacto —Es que es…, lindo

Mel se atragantó —¿Te gusta sin haber tenido sexo?

—Es raro en ti, de hecho ya es raro que te guste alguien siquiera —observo Eros.

—¿Qué se creen? Yo solo no busco sexo —me defendí, cruzando los dedos a sus espaldas.

—A engañar a otros —soltó Freddy.

Brandon golpeó la mesa —¡Tengo una idea!

—Ilumíname, oh poderoso, Brandon —pedí con mis palmas hacia el techo.

—¿Y si el ruso tiene para tus papeles y lo enganchas?

No era una gran idea. Número uno él no se arriesgaría a mentir y meterse en problemas por mí, jamás me ayudaría aunque fuera algo sencillo, estaba segura de ello. En segundo lugar, era imposible que se enamorará de mí al punto de que se casará conmigo en menos de seis meses, en cualquier caso yo jamás me enamoraría de él, así que tarde o temprano, si llegara a pasar que no pasaría, lo tendría que dejar y este cuerpo moreno es difícil de superar así que le rompería el corazón a una persona inocente.

—Ay, no, que feo eso —hablo Mel, con una mueca en su cara.

—Es muy cutre incluso para mí —di mi opinión—. Además, es imposible.

—Bueno, pero si vas a algunas citas y te gusta, quién dice que no te pueda poner anillo al dedo. No han visto la película, está de la jefa que se casa con el secretario por papeles y se enamoran al final —menciono Brandon.

—Eh…, no —murmuro Eros.

—Deja de ver películas, mi amor —pidió Freddy.

—Olvídenlo, es demasiado —me levanté—. Sigue pensando, tengo que ir a trabajar.

Una duchita, me puse un traje verde, aceituna y listo a terapia.

Estuve toda la sesión pensando en lo que había dicho Brandon, pero me seguía pareciendo demasiado arriesgado. Pensé en la lista de hombres con los que había salido, tal vez me podían ayudar con esto, pero la verdad es que yo solo los veía una vez y luego eliminaba todo rastro de ellos. No los podía llamar y decirles “oye, ¿te casas conmigo? Si soy yo, la que te echo de su casa después de tener sexo”

Oh, por dios, esto tenía que ser obra del karma, me la estaba devolviendo de una manera muy cruel.

Terminada la sesión volví a casa y lo encontré apoyado a la puerta. Había invocado a ojos dulces de tanto pensar en él.

—¿Que haces aquí? —me cruce de brazos frente a él.

Me miro de arriba abajo —Te ves bien.

Claro, por qué llevaba un aburrido traje como el de él, pero eso a diferencia de él no me amargaba mi brillante personalidad.

—Ya lo sé, ¿algo más que declarar? —una confesión de amor, quizás, ay no.

Se aclaró la garganta —Mañana paso por ti a las ocho, tenemos una cita.

—¿Perdón?

Se había vuelto loco, tenía que ser eso.

—Para el documento —aclaro.

Sonreí —¿Quieres tener una cita conmigo? Solo dilo y ya, pues bien.

—No es eso, será únicamente para los documentos y una vez eso este…

Lo interrumpí —Si claro, oye, no te avergüences, sé que mis besos son adictivos.

—No eres mi tipo —me informo.

Me reí —Tal vez no, pero soy el tipo de mujer que te puede dejar con un mareo de por vida y suspirando por simples recuerdos.

Me acerqué tanto a él que podía sentir su respiración, esos ojos azules estaban oscuros, más de lo habitual. Se enderezó, algo que sospechaba hacía solo cuando se sentía inestable o nervioso, acomodo su traje y volvió a aclarar su garganta.

—Realmente estás loca —dijo él, con esa mirada de superioridad.

Me reí a carcajadas —Vale, yo estoy loca, pero tú pudiste llamar y, sin embargo, estás en mi puerta.

Él abrió sus labios, ofendido —¡Te llamé toda la mañana!

Cierto, pero no daría mi brazo a torcer.

—Tenia trabajo, existen los mensajes o podría insistir más, señor Ivanov —me acerqué más a él.

Él, cerro los ojos y suspiro, me reí.

¿Ojitos dulces quería un beso?

—¿De qué te ríes? —pregunto volviendo a su pose de enfado.

—Nada, ya estás suspirando por mí — señalé.

—En serio, adoro tu autoestima —paso a mi lado—. Nos vemos mañana.

—Adiós ojitos dulces.

Seguramente ya conoces a los amigos de Susan, pero déjame saber cuál es tu favorito en este libro, quizás el encantador Eros alias cupido 😏

¿Que opinas de Demyan y Susan? ¿Engancha o no?

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