Me gusta lo que ves #15
Capítulo 15
Me gusta lo que ves
Susan
Había vivido muchos momentos incómodos, pero ninguno como este. Nos habíamos sentado en el salón porque al parecer a todos les sorprendió que estuviésemos comprometidos incluso a mí, pero era una buena actriz y no lo haría quedar mal.
—Pensé que se habían conocido no hace mucho —menciono Verónica.
Tome la mano de Demyan y solo le sonreí a ella, él me miró.
—En realidad nos conocemos bastante bien —respondió él—. No sé asusten, no digo que nos casaremos en unos días, pero ya es algo que pensamos.
Pues a mí no se me informo de esos pensamientos, aunque yo sí había pensado en un matrimonio y él, lógicamente también porque era su objetivo para una relación, jamás me lo comentó.
—¿Ya te puedo llamar cuñada? —pregunto Darían con una sonrisa.
Me reí —Claro que sí cuñado.
Lilit sé aclaro la garganta —Susana, ¿a qué te dedicas?
¿Por qué siempre hacían esa pregunta? No me gustaba, era como si les preocupara más la economía dentro de una relación, que los problemas emocionales y futuros traumas que se pudieran crear dentro de la relación. Eso dejaba en evidencia que tanto le importaba a su familia al aceptar a una persona por clase social, estudios o apariencias, pero quién era yo para juzgar a esta señora que claramente se preocupaba más por saber que animal muerto usaría de abrigo que por los problemas medioambientales.
—Oh nada, él me mantiene —todos se quedaron en silencio, incluso Demyan. Solté una carcajada—. Es broma, soy terapeuta de parejas y tengo mi propia consulta.
No por nada estaba bien orgullosa de mí misma.
Ella estiró las cejas —Bien, no creo que sea un trabajo muy…
—Es genial —la interrumpí—. Cobro por escuchar problemas de otras personas y encima arregló sus vidas.
Darían asintió —Gratificante, ¿no te pone celosa que mi hermano vea vaginas todo el día?
—¡Darían! —lo regaño su madre.
Demyan cubrió su rostro —No tienes que responder eso, Darían solo está bromeando.
Me reí —Le hace más caso a sus pacientes que a mí, creo que sí.
Darían soltó una carcajada —Me lo creo, don estirado, solo tiene ojos para su trabajo.
Demyan rodó los ojos —Eso no es cierto.
—Bueno, yo me robó el resto del tiempo que no está trabajando —respondí orgullosa.
—Me encanta esta chica… —fue a decir Darían, antes de que Victoria interrumpiera.
—Pediré que le prepararen a Susana la habitación de invitados —menciono ella levantándose del sillón en el que había permanecido en silencio.
Demyan la siguió —Se quedará en mi habitación.
—¿Contigo? —parecía sorprendida.
Obvio que con él, bruja pálida.
Me levanté y me enganché al brazo de Demyan.
—Este grandullón odia dormir solo —dije para que solo ellos dos me escucharán.
—Susana, ¿vienes al jardín después? Tengo que enseñarte a mi mascota —pidió Darían—. Si ella te aceptan, entonces si serás mi cuñada.
Fui a responder, pero su madre me interrumpió.
—Seguramente está cansada por el viaje y esta noche es la fiesta de tu hermana, es mejor para ella permanecer en la habitación —menciono ella sin mirarme.
—Me encantaría verla, solo será unos minutos —ignore su respuesta y acepte.
Demyan tomo mi mano y me saco de ese salón de malas miradas y posturas demasiado derechas. Subimos por unas enormes escaleras de mármol blanco que brillaban como si nadie nunca las hubiera pisado, atravesamos algunos salones que en mi opinión nadie usaría y llegamos a la habitación de Demyan.
Era clara, nada que ver con su casa, esta tenía tonos claros de azul, algunos juguetes en una estantería, cosas sencillas como un caballo de madera y una estrella de mar amarilla, parecían como recuerdos junto a una vieja cámara y fotografías. Algunos libros gastados los cuales revise.
—¿Te gusta el misterio? — pregunté, reconocía algunos títulos.
—Sí, solía leerlos todo el tiempo —respondió él.
—Tu familia es… —no sabía cómo decirle.
—Mi madrastra es controladora, mi hermano un coqueto, bromista y Verónica es… —hizo una pausa—, en realidad ha cambiado mucho.
—Me gusto tu hermano, es agradable —el único que me había caído bien.
Él se sentó en la cama —A él también le gustaste, nunca le enseña su mascota a nadie.
Me senté en sus piernas —¿Qué haremos mientras tanto?
Él mostró una linda sonrisa —¿Trajiste traje de baño?
Una invitación a dar un chapuzón y más si venía de un rubio de dos metros siempre era bien recibida. Me puse mi lindo traje de baño de dos piezas y seguí a mi Ruso muy agarrado de su brazo porque no quería encontrarme a solas con maléfica y su hija. Quizás parezca exagerada y nada me han hecho ellas, pero yo sabía leer a las personas y esas dos de buenas no tenían ni un pelo y no, no lo decía porque estaba celosa, por supuesto que no lo estaba.
—La piscina está por ahí — señalé la hermosa piscina con cascada de apariencia natural.
Él me miró con esa cara picarona y ojitos dulces que no combinaban con la sonrisa de zorro malo que mostraba.
—No nadaremos ahí —respondió y señaló un carrito de golf—. Sube morena.
No me podía creer que tenían de estos para moverse por su propia propiedad, es que sí, los ricos eran tan excéntricos que compraban casas que ni siquiera podían recorrer con sus propios pies, pero quién era yo para juzgar, ya que estaba iba a disfrutar del consumismo desenfrenado de esta gente.
Demyan se salió prácticamente de lo que pensé que era el límite de la propiedad, al parecer seguía. Tomo por un camino de piedra hasta la playa, por dónde siguió por un bonito y pequeño muelle.
—No sabía que tendría compañía, un poco más y me voy sin ustedes —grito Darían en el interior de un bonito barco.
—¿También eres pirata? —le pregunté.
Él sonrió, la misma sonrisa de su hermano.
—Soy muchas cosas, cuñada —respondió.
—Demyan hay algo importante que tengo que decirte —hable mientras subía al barco.
—Te escuchó.
—Yo no sé…
—¡Se iban sin mí! —grito Verónica subiendo al barco.
¡La madre que parió a la bruja está! ¿Qué hacía aquí? Se supone que en unas horas era su fiesta de compromiso y si maléfica me había mandado a dormir a mí nada más llegar, imaginaba que a ella no le tocaría algo mejor, ¿no tenía cosas más importantes que hacer? Obviamente, preferiría hacerle son risitas a Demyan. Él no tenía una mejor cara que yo.
—Hermanita, ¿no ibas a esperar a tu prometido, don bigotes? —pregunto Darían burlón.
Ella sonrió —Viene más tarde y quería conocer más a Susana.
El interés no era mutuo, aun así forcé una sonrisa y seguí a Demyan quien ignoro a Verónica y se sentó frente al timón del barco. En mi vida me había subido a uno y mira que había hecho cosas locas yo, pero era como un gato y si el agua no me daba por la cintura no me acercaba en lo más mínimo.
Tenía miedo, pero la brisa y el paisaje valía la pena, la compañía no tanto. Verónica no dejaba de echarse crema y tomar el sol justo frente a Demyan, ¿celos? Llámalo como quieras, yo solo sabía que quería arrancarle la cabeza a esta mujer, sí, no me caía nada bien y ahora menos, claramente estaba provocando.
—Dime Susana —no sé por qué hacía tanto énfasis en mi nombre—. ¿En qué universidad estudiaste?
Pregunta trampa, una de esas que te intentaban hacer menos, pero yo estaba demasiado orgullosa de mis estudios y poco me importaba la universidad costosa a la que ella habría asistido.
—A una que pague con mi dinero y no con el de mis padres —respondí con una sonrisa tierna—. Aunque tuve la suerte de ganarme una buena beca.
—Chica, genio —aplaudió Darían.
—Tiene su propia consulta —intervino Demyan—, muy impresionante para alguien de su edad.
Verónica asintió —¿Qué edad tienes por cierto?
—Veinticinco —respondí enganchándome al brazo de Demyan.
—Como yo —menciono Darían.
Verónica hizo una mueca —No sabía que te gustaban las mujeres tan jóvenes hermanito.
Demyan alzo una ceja y la ignoro, lo mejor que hacía, pero a mí me costaba un poco más quedarme en silencio.
—En realidad le gustan las mujeres impresionantes —le di una palmadita en la espalda a mi rubio—. Y no es por nada, pero a ojitos dulces no lo conquistaría cualquiera.
Él sonrió satisfecho —Solo tú.
—Venga ojitos dulces, déjame llevar el barco pirata y dale atención a tu Julieta —pidió su hermano en un tono burlón.
Demyan cedió y me llevo abajo, más cerca del agua o de la muerte, depende de la persona, para mí era lo segundo.
—Tú y Verónica están en una especie de… —no sabía cómo explicarlo.
—Tenemos nuestras diferencias —respondió él—. Solo eso.
—Esa mujer se muere por tus huesos y son míos —le advertí.
Él soltó una carcajada —Lo que hubo entre nosotros fue fugas, cosa de un año.
Abrí mis ojos —¡Estuviste un año con tu hermanastra!
Él cubrió mi boca —Eso nadie lo sabe —susurro.
Se sentó en el borde conmigo y metió sus pies en el agua, yo los mantuve flexionados, pues me daba la impresión de que un tiburón de cinco metros saldría con la boca abierta y me comería los pies.
—¿Por qué se separaron? Algo me dice que la querías —pregunte en voz baja.
Una parte de mí no quería escuchar la respuesta, pero mis genes latinos exigían un buen chisme, además era una buena manera de conocerlo.
—Después de la muerte de mis padres, yo…, necesite un tiempo —le costaba explicarse—. Me fui y me mantuve en contacto solo con ella, cuando regrese supe que se iba a casar con mi mejor amigo.
¡Puta! Lo sabía.
—¿Nunca te lo dijo? —me había quedado boquiabierta con eso.
Él negó con la cabeza —No, pero no la juzgo, yo me perdí por diez años, solo que me costó entender que mi primer amor se había cansado de esperar.
—¿Tú la hubieras esperado? —debería dejar de hacer preguntas.
Él se lo pensó un poco —Sí, para mi valía la pena esperar.
Exacto, no debí preguntar. Suspire y me quedé en silencio, me lo tenía merecido por chismosa. A él aún le gustaba, solo que se niega a eso.
—¡A nadar! —grito Verónica detrás de mí.
¡Maldición! No hay nada más terrorífico que te empujen al agua cuando ni siquiera sabes nadar y ahí estaba yo en mi último día de vida hundiéndome lentamente. Cerré mis ojos porque me aterraba la oscuridad, le tenía miedo a todo, no iba a mentir, para colmo me sentía estafada porque las tetas no flotaban, más de dos mil dólares tirados a la basura.
Esta vez volví a ver un ángel, pero ya le conocía la cara, Demyan había entrado al agua y tomándome con demasiada fuerza de la cintura me saco del agua y me empujó hacia el barco. Me hice la desmayada lógicamente para que la bruja se sintiera mal.
—¿Está muerta? —pregunto ella.
«Ya quisieras rata pálida.»
—No —respondió Demyan.
—Ah — grité cuando hizo presión en mi pecho.
Casi me explota las tetas o me rompe las costillas ¡Animal! Me tomo entre sus brazos y me abrazo dando algunos besos en mi mejilla.
—Casi me muero —susurro en mi oído.
Tosí un poco, como parte de la actuación —No, casi me muero yo.
—Lo siento Susana, no me habías dicho que no sabías nadar —se disculpó ella con una carita inocente.
—Exacto, ¿y quisiste hacer la prueba o qué? —odiaba que hicieran eso sin siquiera saber.
Ella abrió mucho los ojos, si se pensaba que iba a aceptar su penosa disculpa después de casi morir estaba muy equivocada, la bruja pálida está.
—No, solo asumí que sabrías —se explicó ella.
—Pues no sé, mucha gente no sabe —yo asumiré que ella sabe volar y la lanzaré de un edificio.
—Ya está bien chicas —nos detuvo Demyan—. Darían, nos regresamos.
Mejor, ya tenía ganas de estar en tierra firme.
Verónica rodó los ojos —Ni siquiera llegó a pasar nada.
Encima le restaba importancia, pudo haber pasado, Demyan también desconocía que yo no sabía nadar, pero él tuvo la decencia de no lanzarme al agua a pesar de ser mi novio y tener confianza. Igual si lo hacía le diría cuatro cosas a él, no era porque se trataba de Verónica.
—Pero pudo pasar Verónica, ni siquiera tú sabes nadar, así que ya está bien —la regaño Demyan.
Y encima ella era otra que no sabía nadar ¡La mataba! Me mantuve lejos de todos, enrollada en una toalla a la espera de llegar, nada más llegamos, baje corriendo de aquel barco y subí al carrito como si fuera lo mejor que me hubiese pasado en la vida.
Demyan no estaba contento y mi regaño no tardó en llegar.
—Debiste decirme que no sabías nadar, no te hubiese traído en primer lugar —ni siquiera me miraba.
—Intente decirlo, pero Verónica… —me silenció con un frenazo.
—Ya está, detente con Verónica—pidió enfadado—. Te conté sobre nosotros porque te tengo confianza, no para que la vieras como a un enemigo.
Me crucé de brazos —Yo no he visto a nadie como enemigo, ella solita se ha puesto el cartel.
—¡Susana! —me silencio.
A mí no me grita nadie, ni siquiera el rubio de dos metros este.
—¡¿Qué Demyan?!
Me miró desafiante, con el rostro rojo y la mandíbula apretada.
—Ya basta, volveremos y descansaremos, no te quiero cerca de Verónica —pidió volviendo a ponerse en marcha.
—Detente —baje del carrito incluso antes de que lo hiciera.
—¡Susan! —me grito.
Esta tontería ni siquiera iba tan rápido.
—¡Te vas a tomar por culo un rato Demyan! — caminé lejos de él.
Él fue el que me trajo aquí sabiendo que la tonta de Verónica estaría. Es lógico que él aún siente algo por ella y ella se irá a casar, pero seguramente es de estas mujeres que les gusta tener a sus ex sufriendo detrás de ellas y luego me pedía a mí que me mantuviera lejos después de que la rata pálida casi me mata.
—¡Pues muy bien! —lo escuché gritar.
Solo saque mi dedito del medio y seguí caminando, nuestra primera discusión real, al menos la primera en la que realmente yo termino muy enfadada.
Había sido una mala idea llegar caminando, mis pies ya dolían, pero mi orgullo había quedado intacto, por lo que valió la pena. No vi a Demyan en el jardín, por lo que supuse que estaría dentro, di un paseo por los alrededores en un intento de no encontrármelo, era muy pronto para escuchar sus súplicas y disculpas, cosa que esperaba que hiciera después de un rato. Había visto millones de videos en internet, mis clientes y mi padre, las mujeres no se disculpaban, incluso aunque tuvieran algo de culpa y yo era nueva en esto, pero había que ir aprendiendo.
Me detuve al escuchar un gruñido, gire lentamente sobre mis talones y encontré a esa bestia, un perro grande con los dientes afuera y la mirada fija en mí, era negro con una mancha blanca en el pecho y un collar de pinchos que solo lo hacía ver más intimidante.
Sonreí nerviosa —Hola sonrisita.
El perro me ladro, ¿se suponía que está era la mascota de Darían o había un león por algún lado? En cualquier caso no le caía bien.
—Susan, quédate quieta —sentí la voz de Darían detrás de mí.
—Dime que trajiste una chuleta —susurre.
—Creo que te ve a ti como la chuleta —respondió él.
—Eres idiota…
—¡No!
El perro ladró y salió corriendo a mi dirección, salto en sus dos patas, hacía mi y me hizo caer al suelo. Lo siguiente que hizo fue gruñirme en la cara, pero de un momento a otro su mirada cambio, me pasó la lengua y se sentó en mi estómago.
—Está entrenado para atacar cuando escucha insultos —explico Darían.
El perro me estaba aplastando y él dándome una explicación innecesaria, encima era algo ridículo. Si mis gatos hicieran eso ya en mi casa nadie tuviera ojos porque los insultos eran como el aire que se respira.
—Quítamelo — supliqué.
—Ven pelusa —la llamo él y obedeció—. Le agradas, ahora sí que eres mi cuñada.
Esta gente estaban más locos que yo.
Abrí la puerta de la habitación enfadada, estaba llena de tierra y baba de perro. Demyan estaba en la cama con un libro, me miró brevemente y luego continúo con su lectura.
«Idiota.»
Me di una rápida ducha y luego me acosté a su lado envuelta en una toalla, un método para alentarlo a pedir perdón; sin embargo, él no dijo nada, tampoco me miró.
—Hoy casi muero dos veces —anuncie, el silencio era horrible.
Él rodó los ojos —No sigas con eso.
—Pelusa casi me come —respondí.
—Es inofensiva…, no como tú.
Alguien quiere guerra. Tome la almohada y se la lance a la cara, a mí no me iba a estar ofendiendo después de todo lo que pase por venir con él aquí.
—¡Susan! —me regaño—. Fue una broma.
—¡Pues muy mala tu broma! —le grite—. Deberías estar pidiéndome perdón por como me trataste no haciendo bromistas tontas.
—¿Perdón? —soltó sorprendido.
—Perdonado —me crucé de brazos.
Hizo una mueca —¡No te pedí perdón! No tengo que hacerlo, no creo que lo que te pedí fuera tan malo.
—Pues bien, me largo —salí de la cama y busque mi bolso—. No quieres que me acerque a ella, pues no lo haré.
—¡Susan! —tiro de mi brazo—. No de ese modo, simplemente que no pelees con ella.
—¿Te gusta? —fui al grano—. Me presentaste como tu prometida para que se sintiera como tú te sentiste cuando ella te dijo que se casaría
Blanco y en botella leche. Estaba claro que esa había sido su intensión.
—¡Sí! —respondió él—. Quería que supiera que yo también soy feliz y amando a alguien.
—¿Qué?
Él acunó mis mejillas —Que me gustas tú, solo quería que todos lo supieran —me dio un pequeño beso en los labios—, y sé que ella no te agrada y no pretendo que lo haga, pero preferiría verte tranquila, no peleando con alguien solo porque crees que aún me gusta.
Y porque me lanzó al agua, pero sí, ambas cosas estaban relacionadas.
Él tomó el bolso de mi mano y lo dejo en el suelo, me rodeo por la cintura y me acerco a su cuerpo.
—¿Ibas a irte en toalla? —pregunto con una sonrisa.
Asentí —Sí, porque me moleste mucho.
Tomo el borde de la toalla y tiro de ella hasta dejarla en el suelo, suspiro y me miró con deseo. No era la primera vez que me veía desnuda, pero él siempre se tomaba su tiempo para mirar, cosa que siempre me ponía nerviosa y a lo que no estaba acostumbrada.
Me tomo del mentón y dejo algunos besos en mis labios, mandíbula y cuello. Solté un gemido cuando me levanto del suelo con brusquedad y rápidamente me tumbo en la cama, cayó sobre mí con cuidado, sin llegar a aplastarme, pero aun así era muy grande.
Su lengua recorrió mis labios, descendió por mi cuello y mordió, dejaría una marca, pero no me importaba. Lo rodeé con mis piernas y llevé mi mano a su sexo, ya estaba duro y listo para mí. Tire del elástico del pantalón y lo tome entre mis manos para tocarlo, mientras él seguía besándome.
—Susan —susurro mi nombre junto a un gemido.
No llegaría más lejos, conocía y respetaba sus deseos.
El sujeto su erección y rozó mi hendidura haciendo que me humedeciera aún más y mi piel se erizará. Sus hombros temblaban y sus ojos estaban demasiado oscuros, no tenía mucho control y veía sus intenciones.
—Demyan — acuné sus mejillas y lo hice aún lado—. ¿Hoy es especial?
Él suspiró y negó con la cabeza —No lo es.
Me cubrí con la manta decidida a detener esto, él estaba de acuerdo. Una de mis normas era nunca arrepentirme de tener sexo con alguien y si él se arrepentía después me haría sentir mal a mí.
—Morenita yo… —no sabía cómo explicarse.
—Te admiro —lo interrumpí—. Por saber lo que quieres en una persona y buscar seguridad.
Él sonrió —Tú ves el amor como algo inestable, ¿me admiras por buscar seguridad?
Me acerque a él para abrazarlo —Cada cual ve lo que quiera, me gusta lo que ves.
Tenía una manera de pensar y respetar las relaciones bastante linda, incluso aunque a mí me fuera imposible verlo de ese modo.
Enseñanza: no lancen a nadie al agua, gente como yo y Susan somos de muerte fácil.
¿Que opinan sobre Victoria? Déjame saber en comentarios
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