Me caso nenas #26

Capítulo 26

Me caso nenas

Susan

Tenía la habilidad de controlar mis emociones o al menos pensé que la tenía, había perdido muchas cosas desde que estaba con Demyan, cosas importantes que creía imposibles de romper. Él había roto mi escudó, con cada beso y cada palabra suya.

Estaba tan aturdida que en estos momentos quería apagar mis pensamientos y solo disfrutar.

Me movía sobre la encimera fría con cada una de sus embestidas, estaba siendo feroz y apasionado. Su boca devoraba mis gemidos, su cadera chocaba contra mí y sus manos apretaban mi cintura para mantenerme en el lugar.

No podía más, era imparable y sentía que acabaría muy rápido este juego, aún nos quedaba helado. Hice un puchero y lo detuve empujando su pecho, en seguida obedeció y eso era lo que me encantaba de él.

Soltó un bufido y llevo su mano a mi sexo para tocarme, me tense y me estire sobre la encimera blanca disfrutando de la fricción que provocaba con sus dedos. Era muy obediente, podía sentir su miembro palpitar dentro de mí, ansioso por seguir su juego y aun así él se mantenía quieto esperando a que le diera permiso.

Beso, mi pecho —Por favor —pidió.

Suspiré —Quieto.

Soltó un gruñido molesto y mordió mi pezón —Me estás volviendo loco.

Me senté en la encimera y lo empujé fuera, su ausencia me dolió. Él me rodeó con sus brazos, beso mi cuello y como niño bueno espero. Quería sentir su cuerpo, volver a pasar mis uñas por su espalda ya irritada y llena de líneas rojas. Morder su pecho y saborearlo.

Una también tenía que ponerse de rodillas a veces y era muy entretenido ver su carita de sufrimiento. Lleve una cucharada de helado a su boca, la tomo de mala gana.

—¿Por qué me haces esperar siempre? —abrió mis piernas para meterse entre ellas.

Me reí —Te ves infantil. Pídeme algo.

Pensó —¿Lo que quiera?

Aún seguía siendo tímido. Tome su miembro, él retuvo el aire y me miró expectante.

—¿Quieres mi boca aquí? —ofrecí.

Soltó un gemido —Sí.

Sonreí —Pídelo.

Me tomo de la garganta y unió nuestros labios en un beso feroz. Su respiración chocaba con la mía, una mordida me hizo jadear, su lengua se pasó por mis labios y me miró con esa intensidad que se sentía poderosa, como si pudiera desarmarme con una mirada.

Estaba hechizada —Controla.

Él había entendido a la perfección y sin separar nuestros labios me bajo de la encimera, una última mordida y sonrió contra mí.

—Hazlo —pidió tomándome de la nuca para guiarme a su miembro.

Me puse de rodillas, raspe su duro abdomen con mis uñas, bese su cadera mientras él me devoraba con la mirada esperando a que lo tomara. Lo ignoré por un momento, disfrutando de su cuerpo hasta que un tirón en el pelo me hizo saber que ya no podía más. Clave mis uñas en sus muslos y bese a su amiguito unas cuantas veces antes de guiarlo a mi boca, un gruñido de satisfacción resonó en mi cabeza y como el caballero que era estaba intentando controlarse y no moverse, pero yo quería hacer que perdiera todo tipo de cordura.

Lo empujé suavemente, hacia mí, guiando sus movimientos mientras lo rodeaba y acariciaba con mi lengua. Él echó el rostro hacia atrás, se tensó y mantuvo el ritmo.

—Oh dios —soltó tomando mi mandíbula para qué me separará de él.

Me reí —¿Ya?

Tomo aire —Esto es peligroso.

Solté una carcajada —No veo el peligro.

Pase su miembro por mis labios, él me miraba con esa cara de sufrimiento y placer contenido, mis juegos lo volvían loco, lo desesperaban y eso me encantaba. Subí por su cuerpo, dejando algunos besos en su pecho, lamiendo y soplando para que sintiera lo mismo que yo.

Tomo mi pierna y me hizo rodear su cadera.

—Morenita —unió nuestras frentes.

Le di un pequeño beso —Ojitos dulces, estoy tan…, caliente y perdida.

Sonrió y beso mi cuello —¿Sí?

Suspiré, lleve mi mano a mi sexo y me toqué gustosa, el más mínimo roce ya me hacía ver las estrellas. Él disfrutaba viendo y tragándose mis gemidos. Tomo mi mano y de una manera muy sensual saboreo mis fluidos, ya había despertado su bestia.

—Sí, lo estás —me dio un apretón en el pecho.

Hice un puchero —Has algo.

Necesitaba atención y él me la daría, llevo su mano a mi sexo, abrió mis pliegues y sin dejar de mirarme fijamente a los ojos me tocó. Me sujeté de sus hombres e intenté mantener la mirada, pero era difícil. Sus dedos jugaban conmigo, tentaban mi entrada y pellizcaba mi ya hinchado clítoris.

—Demyan…, por favor —ya podíamos poner fin a los juegos.

—Tú me detuviste justo en la parte emocionante —me recordó.

Lo sentí rozarme con su miembro, pasarlo por mi humedad y jugar con mis emociones. Lo sentí en mi entrada y mordí mis labios a la espera, pero él no hizo nada.

Lo tomé del mentón e hice que me mirara —Deja de jugar conmigo.

—Dímelo —pidió en mi oído.

Acaricié su cabello —Te quiero…, ah.

Su entrada fue rápida, pero estaba tan preparada que no me molestó lo más mínimo. Tome aire porque este hombre era grande, él se movió lentamente, no como quería.

—Dime más —ordeno.

Solté otro gemido —Te necesito.

Me subió a horcajadas y me mantuvo en el aire, clave mis uñas en su espalda e intenté moverme sobre él, era demasiado bueno. Tomándome con fuerza me golpeaba a un ritmo que se empezó a volver una tortura.

—Dime un poco más —me dejo sobre la encimera.

Tomo mis caderas y volvió a embestir con fuerza. Nuestros gemidos retumbaron en la cocina, mis manos luchaban por quedarse quietas, pero fue imposible hasta que en las tomo y las puso sobre mi cabeza. Me estiré con él sobre mí, con su boca en mis pechos y sus caderas golpeándome. Mis piernas ya dolían, mi cuerpo estaba húmedo y todo en mí estaba temblando.

—Dime más —volvió a pedir.

Mi visión se nubló, no podía hablar, solo soltar sonidos extraños a la par de él.

—Susan —se hundió por completo.

Me retorcí por la llegada del orgasmo —¡Maldición, te amo!

Se detuvo, soltó mis manos y acunó mi mejilla para besarme, se movió lento y perezoso, lo sentí esparcirse caliente en mi interior, temblar con fuerza, provocándome más placer.

—Muy bien —dijo contra mis labios.

Cerré mis piernas cuando se retiró, solté un gemido doloroso y me quedé quieta. Él mantuvo unidas mis rodillas, acaricio mi cuerpo y masajeo mis muslos.

—¿Cansada? —pregunto.

Asentí, porque aún no podía hablar. Beso, mi cadera y me incorporo para tomarme entre sus brazos y llevarme al cuarto de baño.

—¿Te duele algo? —pregunto dejándome en la ducha.

Negué con la cabeza —Un poco las piernas.

Asintió, comprobó la temperatura del agua y luego entro conmigo. Dejo que cayera suavemente sobre mí, mientras me cubría con sus brazos y me besaba con mimo. Tomo una esponja de baño y la paso por mi cuerpo, por mis pechos y mi entre pierna, me estaba lavando el mismo. Se puso de rodillas y beso mis caderas y mi monte de venus sin ningún tipo de vergüenza.

—Yo también te amo —respondió.

Me puso otra bata de baño y se envolvió con una toalla, estaba dejado que me moviera e hiciera conmigo lo que quisiera. Camine de su mano hasta el salón, me senté en el sofá dejándome caer por completo en el mientras ponía la televisión y él se iba a la cocina. Me quedé boca abajo viendo el feo documental.

Volvió con una bandeja llena de galletas y un vaso de leche. Me dio una nalgada para que la tomara y lo hice gustosa porque el sexo daba hambre. Se metió entre mis piernas y miro la tele.

—Fue…, una gran follada —confesé.

Lo sentí reír —Ya estabas tardando.

—Es que si papucho, te pusiste fiera, quedé como tubo de pasta dental exprimido —había que reconocer que el virgen sabía usar su cosita.

Soltó una carcajada —¿Gracias?

—No, gracias a mí que te he enseñado un montón de cosas —yo soy su maestra.

—¿Faltan algunas clases? —pregunto él con una sonrisa pícara.

Rodé mis ojos y le mostré el anillo en mi dedo —Clases, repasos, exámenes y de todo.

Soltó un gruñido mientras se arrastraba por mi cuerpo para besarme en los labios.

—Me gusta eso, tengo mucho trabajo entonces —mordió mi mentón—. Por cierto, tenemos que hablar de cosas importantes.

No quería hablar de nada significativo, prefería seguir comiendo galletas con leche mientras veía como nacía un elefante en la televisión, solo asentí, él hablaría y yo movería mi cabeza en señal de aprobación. Listo, así eran las relaciones, uno hacía bla-bla-bla y el otro decía «ok»

Él empezó con su bla-bla-bla.

—Tienes que ir al ginecólogo —expuso—. Yo no soy el mejor del mundo, a penas estoy ejerciendo, pera ya tengo mi clientela.

Lo miré —¿Me estás diciendo que moriremos pobres porque eres malo viendo vaginas o…, no entiendo?

Suspiró —Digo que mis clientas me tienen confianza y sé que tú eres…, dramática.

¡¿Dramática?!

Continuó —Solo digo que, ya que nos vamos a casar, yo soy celoso, a veces siento que me entra un alma tóxica en el cuerpo, te propongo…, no, te ordenó —aclaro su garganta—, ser tu ginecólogo.

Alce una ceja —¿Me ordenas?

Trago —Te ordenó con amor —corrigió.

—No vas a ser mi ginecólogo —le advertí.

Soltó un bufido molesto —Si lo seré, no quiero que nadie más vea lo que es mío.

Negué con la cabeza —Tú le ves la vagina a muchas mujeres, yo voy a abrir mis piernas y…

Me cubrió la boca —No, lo harás para mí, en cambio, yo…

—¿Me darás sexo en el consultorio? Si es un sí, acepto —ofrecí.

Una tenía sus fantasías.

Él rodó los ojos —Estás enferma.

—Entonces no —me intenté levantar para irme.

Me tomo rápidamente y me sentó en sus piernas —Vale, lo haremos en el consultorio un día que esté cerrado.

Mordí mi labio —Bien, espero ofrezcas un buen servicio.

—Estás loca Susan.

—Te jodes porque nos casaremos.

Sí, ya se notaba que estaba completamente loca y lo que había dicho me sentó fatal, pero como la cobarde que soy intenté olvidarlo y reprimirlo cómo se hacen a veces con un trauma al punto de idealizar que nunca sucedió, nunca me expuse al grado de decir…, de decir eso que dije. Unas horas de televisión y nos fuimos a la cama como dos niños buenos. Necesitaba dormir un poco más, pasarse el día en la cama no era tan malo…, Demyan tenía otra idea sobre eso.

Me removí incómoda al sentir la aspiradora, cubrí mi cara con una almohada e intenté encontrar el sueño. El ruido se hizo más fuerte.

—¡No son horas de pasar la aspiradora! — grité.

—¡Es medio día! —grito Demyan al otro lado de la puerta.

Me levanté refunfuñando y abrí la puerta para encontrar a la Maruja de mi futuro esposo con un delantal naranja.

—¿Qué haces? —me cruce de brazos—. Pensé que dormía con un rubio de dos metros y resulta que despierto con una señora.

Él apagó el condenado aparato e imitó mi posición cruzándose de brazos.

—Nos hemos pasado casi la semana en la cama, la casa es un desastre, tengo un montón de citas para mañana y…

—Relaja tu raja —lo interrumpí, le quité la aspiradora—. Venga a la cama.

Él entró al cuarto de mala gana —Susan que si queremos casarnos tenemos que movernos.

—Que si —le quite el delantal, se veía tonto.

Lo empujé a la cama y me tumbé a su lado para abrazarlo, él suspiró, pero me rodeo con sus brazos y cerro sus ojos.

—¡Se quema! —pego un brinco y salió corriendo.

¿Me iba a casar con esta señora amargada? Baje las escaleras sintiendo el olor a pollito.

—¡Pollito! — tomé una alita y le di una mordida.

Él lanzó los guantes —Se me han quemado un poco…, estoy superado por hoy.

Solté un gemido de satisfacción —Crujiente.

—¡Susana! —me chillo—. Te estoy hablando.

Relamí mis labios —Estás hormonal.

Rodó los ojos —Que la casa es un desastre, eres terapeuta como puedes estar tan en paz.

—Mis cosas son un desastre, pero mi cabeza está en orden —le informé.

Bueno, en orden, ya no tenía nada.

Tomo una escoba y me la paso —Venga, organiza el salón, mientas preparo la cena.

Lo miré de arriba abajo —Yo soy una figura pública, a caso has visto a Shakira barrer su casa.

—¡Susana! —me volvió a regañar.

—Bueno, ya —le quité la escoba—. Pareces mi mamá.

Él sonrió satisfecho cuando comencé a limpiar el salón y no entendí por qué estaba así, había echado un mañanero conmigo que ni el mejor actor porno había logrado en toda su carrera, vi sus aburridos documentales toda la mañana y ahora estaba en plan señora adicta a la limpieza ¿Qué le había pasado a mi rubio?

Limpie todo nuestro desastre de comida, me paseaba por su lado de tanto en tanto para robar de la comida que preparaba y él se paseaba por mi lado para robar algún que otro beso y decirme que lo estaba haciendo mal, sí, me iba a casar con un maníaco del orden y yo era un tornado pasara por dónde pasara. 

Tome la foto donde salía Verónica, el cristal estaba roto de la vez que lanzo todo a la mierda para besarme sobre esta mesa, me reí, la maldad estaba en mí.

—¿Qué haces? —pregunto desde la cocina.

—Nada —respondí inocentemente.

Agarre la foto y con disimulo la deslice debajo del sillón. Listo, al menos su energía negativa no estaría en el salón y su cara de mosca muerta no ensuciaría la ya aburrida decoración.

Me acerqué a la mesa, dónde Demyan había comenzado a poner los platos que había preparado. Era mucha comida solo para nosotros dos.

—Ve a ponerte guapa —pidió él.

Lo mira mal —¿Para?

Rodó los ojos —No puedes estar todo el día en pijama.

—¿A no? Obsérvame — giré en mis talones para que viera mejor mi pijama.

Él se cruzó de brazos —Ve a vestirte y ponte bien guapa.

Suspiré —Te odio.

—Me amas —corrigió, mientras ponía la mesa.

—Estúpido —refunfuñé subiendo las escaleras.

Mire entre toda la ropa que me había comprado Demyan, elegí un bonito vestido blanco con encaje y un escote de corazón, era sencillo y de tirantes, pero tenía un estilo tierno y a la vez sensual. Agite mi cabello e intenté acomodar mis risos lo cual fue imposible por lo que me lo recogí en un moño alto, no tenía una gran cabellera quedó un moño gracioso. Me puse mis pendientes de siempre, mi pulsera de tulipanes y mantuve el anillo de compromiso. No sabía si también me pediría usar zapatos para cenar, yo amaba andar descalza, pero decidí usar sandalias básicas y sencillas. Un maquillaje ligero y listo.

Baje las escaleras, él estaba destapando una botella de vino.

—¿Te gusta el tinto o él…? —se quedó en silencio al verme—. ¿Así será?

No entendí —¿Que cosa?

Sonrió —Cuando te vea de blanco caminando hacia mí.

Sentí mis mejillas arder —No lo sé.

Me acerqué a él, tomo mis manos y sonrió al ver el anillo.

—Tengo otro regalo que creo quedará hermoso con esto —toco la pulsera.

Sonreí —Lo quiero entonces.

Él tomó una caja que estaba en la mesa y la abrió para mí.

—¡Ah! — grité como loca—. ¡Si quiero, lo quiero!

Soltó una carcajada y tomo el colgante que también tenía un tulipán y muchas piedras de colores. Me ayudó a ponerlo en mi cuello mientras yo daba saltitos.

—Me alegra que te guste —beso mi frente.

—¡Me encanta! —grite y pellizque sus mejillas—. Te…

No pude terminar, él no sé molestó, solo respondió —Y yo a ti.

Tocaron a la puerta interrumpiendo el momento.

«Que no sea Verónica, por favor.»

—Abre la puerta, por favor —pidió.

Lo miré mal, porque estaba muy mandón, pero aun así no podía dejar de sentirme feliz por mi regalo y fui dando saltos hasta la puerta.

—¡Sorpresa! —gritaron todos.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y solo pude lanzarme a sus brazos, Mel estaba frente a mí y la había extrañado muchísimo, bese su cara y ella la mía.

—¡Joder! —me aparté—. Ya tienes pancita.

Toque su vientre ya algo abultado. Ella empezó a reír.

Eros entró con una tarta —Gracias, yo también te extrañé.

Me reí y le di un beso al idiota —Estúpido, ¿qué es esto?

La tarta tenía un lindo mensaje «Ya son veintiséis, morenita,» debió ser cosa de Demyan quien permaneció son una sonrisa al margen.

Brandon me rodeo con sus brazos y me plantó un beso en la cara —Alguien planeo una fiesta sorpresa.

Mire a Demyan —¿Cómo supiste?

Incluso yo había olvidado que era mi cumpleaños.

—Tu teléfono no paraba de sonar mientras dormía y pues me informaron que es tu cumpleaños —explico él—. Freddy ayudó mucho.

Freddy levantó su mano —Aquí estoy.

Pellizque al chino —¡Gracias!

—No me iba a olvidar del día en que la cosa más insoportable de nuestras vidas nació —me abrazo él.

—En fin, ¿comemos pastel ya o esperamos a que nazca mi bebé? —interrumpió Eros.

Había sido una gran sorpresa y ya entendí por qué su apuro para dejar la casa limpia, la cantidad de comida que encima era mi favorita y la insistencia para qué me arreglará, encima me había hecho un bonito regalo. No se le pasó nada y mientras cenábamos y charlamos no podía dejar de mirarlo.

Él se relacionaba de maravilla, tenía interés en todos, era atento y gracioso con mis amigos. Corte algo de carne para él y se lo acerque a la boca, lo acepto mientras escuchaba a Freddy hablar de coches.

Sentí una patada bajo la mesa, Brandon me abrió muchos los ojos, le hice señas para que cerrara la boca. Mel también estaba muy atenta a todos nuestros movimientos. Demyan relleno mi copa, yo le serví más comida, el completo mis historias mientras le explicaba a mis amigos como casi me mato en un coche de carreras, omitimos la discusión y los celos. Él me elogió comentando que conducía muy bien, yo hablé de su hermano, de su trabajo y de como odiaba las compras.

—Me hizo correr por un montón de tiendas —comento él riendo.

—Entonces tienes que venir todos los sábados con nosotros, es día de compras y entre hombres nos apoyamos —hablo Eros mirando mal a su esposa que solo le sonrió.

—No tienes gustos por las compras —hablo ella.

—¿Están casados hace mucho? —pregunto mi rubio, curioso.

—No mucho —hablo Eros—. Fue una boda rápida y con el tiempo llego el alien.

Demyan soltó una carcajada —¿Alien?

—No sabemos si es niña o niño —explicó Mel—. Así le puso su tío mientras tanto.

—Es un lindo nombre —se defendió Freddy.

—Nosotros no creemos que tengamos hijos, pero es una etapa muy linda —comento Demyan.

Brandon tosió y todos se quedaron en silencio, solo a Eros le pareció muy normal.

—Genial, siempre pueden adoptar un perro —agrego Eros como si nada.

—Oh, no, después de la boda traeremos a los gatos de Susana —menciono Demyan.

Apreté su mano y me reí porque Brandon estaba más pálido que las paredes de la casa y Mel todo lo contrario, parecía que explotaría de lo roja que estaba su cara.

—Lo siento —se apresuró a decir Demyan—. Mi cabeza solo voló…, ¿le decimos?

Este era tonto.

Mostré mi anillo —Me caso.

Ya me declaro enamorada de Demyan, ¿Cómo saco a mi propio personaje del libro?
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