La chica especial #14
Capítulo 14
La chica especial
Susan
Me estire en la cama y empuje a Demyan a mi lado, mi cama era muy pequeña y el muy grande. Se quejó y se cubrió con la manta, estaba perezoso y esta vez no se había levantado antes que yo.
Me arrastre hacia él y me acosté sobre su espalda ancha, deje algunos besos en su mejilla y revolví aún más su cabello con mis dedos. Él abrió un ojo y soltó un largo suspiro.
—¿No me harás desayuno hoy? —pregunte, él solo hizo un ruido extraño—. ¿Ojitos dulces?
—Es sábado Susan —murmuro—. No sé desayuna, se cena fuerte.
En algo éramos compatibles, respetábamos sagradamente los sábados. Dormir toda la mañana de un sábado no era una necesidad, era una obligación, salud y todo lo importante que se podría hacer ese día. Solo éramos nosotros y la cama, pero mi estómago rugía.
—Vamos rubito —me removí sobre él—. Estoy muriendo de hambre.
Él sonrió —Cinco minutos morenita.
Un cosquilleo incómodo tomo mi estómago y mi pecho, sonreí y seguí dándole algunos besos en los hombros y espalda.
—Nunca dejes de llamarme así —pedí cerrando los ojos.
Suspiro —No lo haré, a menos que me hagas enfadar y ahí si volverás a ser Susan.
Me reí y mordí su oreja —Soy tu novia, te ordeno que olvides mi nombré.
Él soltó una carcajada —Lo pensaré, morena.
¡¿Un momento?!
¿Qué estaba diciendo?
¿Por qué yo estaba hablando así?
¿Qué me pasó anoche? Seguramente indigestión.
Me moví para salir de encima de él antes de que la tontería se hiciera más contagiosa, pero estaba enredada en las sábanas y como una tonta rodé por la cama hasta el suelo.
—¡Ah! — grité—. De esta se me queda el culo plano.
Demyan se levantó rápidamente —¿Qué haces en el suelo?
Él me ayudó a levantarme, pero su pregunta había sido muy tonta.
—¡Nada! Es un pasatiempo mañanero que tengo —me frote las nalgas—. Duele.
Él comenzó a reír, amaba su risa, pero que la caída hubiese sido mía no me hacía nada de gracia.
—Ven aquí tonta —me acostó en la cama con él y me dio palmaditas en las nalgas.
Mordí mis labios —¿Me vas a dar desayuno? — pregunté con coquetería.
Él entrecerró los ojos —Me parece que no hablas de comida.
Sonreí —A no ser que tú seas un pastelito, entonces sí.
Negó con la cabeza —Si no fuera tu novio, esto sería acoso.
Otra vez «mi novio,» hoy no me estaba cayendo nada bien escuchar eso y mucho menos decirlo. Era mi conciencia, tal vez llamándome «hija de puta,» cada vez que lo escuchaba y es que sí que lo era.
Me levanté de la cama —No sé tú, yo voy a comer.
Tome algo de ropa y escape al cuarto de baño ¡Dios mío! Estaba horrible y él me había visto así, tenía ojeras, el cabello revuelto y media teta afuera. Me coloqué la sudadera con un bonito mensaje «odio las mañanas,» muy realista. Me aclaré la cara y me concentré.
El actual problema me estaba llevando al límite. Ahora no era tan simple, ya no era hacer que un hombre de treinta y cinco años me deseara tanto que aceptará un apresurado matrimonio. Ahora tenía que hacer que este hombre virgen de treinta y cinco años, enamorado en un pasado de su hermanastra, se enamore de mí y se quiera casar conmigo. Parecía fácil, pero no lo era, a mí no me gustaba jugar con esas cosas, odiaba meter sentimientos como el amor porque luego se lo creía y quedaba yo como una rompe corazones.
Lógicamente, sería un matrimonio corto, encima ya había dormido con él muchas veces y ni siquiera tuvimos sexo, yo misma rompí una de mis normas, jamás de los jamases amanecer con un hombre en mi cama, jamás tener novio y jamás ser una tonta romántica.
¡Me estaba dando alergia todo esto!
La puerta se abrió y ahí estaba torso perfecto, nublando mis pensamientos de derrota para que solo me concentrara en él.
—¿Qué hacías? —pregunto rodeándome por la espalda.
—Ah… —me había quedado sin palabras—. ¿Por qué estás tan bueno?
¡Mierda! El helado de ayer tenía algo.
Él sonrió y beso mi cuello —Solo tú me ves así.
Rodé los ojos —Ya, medio mundo te ve guapo y…
Mordí mi labio, mejor no decir lo que tenía en mente. Un ataque de celos no era lo mío, mucho menos mencionar que le arrancaría la cabeza a toda la que fuera tan valiente de mirar esos ojitos dulces ¡Porque son míos!
¡No! No lo son, nada de él es mío. Solo lo utilizo como he hecho con al menos…, no sé con cuántos, pero la cifra debe tener tres dígitos…, creo y eso espero.
—¿Y? —metió su mano dentro de mi sudadera—. Solo soy para ti.
A él también le había hecho daño el helado ¿Por qué se estaba portando así?
Detuve su mano bajo mi seno —Si quieres mantenerte virgen hasta el matrimonio no me provoques.
—Ya, pero tú no lo eres —siguió con su recorrido—. Mne nravitsya videt' tvoye litso, kogda ty konchayesh'.
«Y me gusta ver tu cara cuando te corres.»
Cerré mis ojos —Habla en español, no te…, oh.
Había una erección mañanera apretándose contra mis nalgas, una de sus manos jugaba con mi pezón y la otra se metía en mis bragas ¡Auxilio! Ya no me estaba llegando oxígeno al cerebro.
Abrió mis piernas con su rodilla, acaricio el interior de mis muslos y subió hasta mi sexo.
—Demyan…, ah —sus dedos abrieron mi sexo—. Eres un hombre.
Asintió —Si y tú una mujer.
Volví a gemir —Si haces esto, no creo que tu plan de llegar virgen al matrimonio funcione.
Sonrió y mordió mi mandíbula —Sé controlarme.
Bueno, yo no iba a negarme a esto. Me agarré del lavado y dejé que me tocará a su antojo, si él decía disfrutarlo quién era yo para negarle esto y sexo, lo que se dice sexo no era…, bueno, sí, pero su virginidad seguía intacta.
—¿Significa que has jugado así con otras mujeres? — a mí eso no me importa, pero ya la pregunta estaba hecha.
Él se detuvo —No, solo contigo.
Pésima respuesta, eso solo me excitaba más. Frote mi trasero contra él y apreté mis piernas a su alrededor en busca de más fricción.
Él me detuvo colocando su mano en mi cuello y haciendo que me enderece.
—Tampoco me lo pongas más difícil —pidió él—. Abre.
Solté un suspiro y como una tonta obedecí, abrí mis piernas y dejé de moverme. Él no me soltó por ningún momento, me penetró con sus dedos y comenzó a bombear dentro y fuera de mí, la presión en mi vientre aumento y no pude evitar gemir.
—Abre los ojos, por favor —encima lo pedía de favor.
Abrí mis ojos con dificultad y lo miré a través del espejo. Su cuerpo se movía contra el mío, su mano se apretaba en mi garganta y su mirada estaba oscura, era notablemente más grande que yo, pero adoraba su tamaño y su fuerza, adoraba que pudiera romperme y aun así no lo hacía.
Clave mis uñas en su brazo y temblé contra su pecho.
—Demyan —suspire y tome una bocanada de aire.
Él sonrió —Ya entiendo muchas cosas.
Me apoyé en el lavado —¿Qué?
—Ya sé por qué me gusta que digas mi nombre —beso mi hombro—. Ahora ve a comer algo.
¿Yo dije su nombré? Mentía, no me acuerdo.
—¿Me estás echando? —pregunte girando para quedar frente a él, mire su erección a través del pantalón—. ¿Qué harás?
Él se inclinó y me dio un dulce beso —Cosas.
—Yo podría… —me silencio con un beso.
—No tengo tanto control morenita —confeso.
Acune sus mejillas y le di un último beso —Bueno y gracias.
No entendía la razón por la que él se había impuesto eso de quedarse virgen hasta el matrimonio, pero era una decisión suya en la que no debía meterme y mucho menos en como quisiera llevar el sexo en esta relación. Lógicamente, lo deseaba, pero ahora mismo ese era el menor de mis problemas. Tenía que tomar una decisión rápida con respecto a él, arriesgarme o no, ser un fracaso romántico en su vida o fracasar por completo en la mía.
Minutos después él salió vestido de mi habitación, se sentó en la mesa y tomo la taza de café que le había preparado.
—¿Que tienes preparado para hoy? —pregunto revisando su teléfono celular.
—Tal vez visite a Brandon —mencione—. Puedes venir si quieres.
Él hizo una mueca —Me encantaría conocer a tu mejor amigo, pero… —miro la pantalla de su celular algo molesto—. Sí, no es importante lo que tengo que hacer hoy.
Lo miré de arriba abajo —¿Qué tenías que hacer?
—Cuestiones familiares —comento.
Recordé el día que lo escuché discutir con su madrastra, seguramente no tienen una buena relación y también estaba esa Verónica que no me caía bien.
Me senté en sus piernas —En realidad no tengo que ver a Brandon hoy, lo puedo dejar para mañana, si quieres podemos quedarnos aquí o te ayudo con esas cuestiones tuyas.
—No es tan fácil, Susan —le dio un sorbo a su café y tosió—. ¿No sabes lo que es el azúcar?
Me reí —Mi mamá decía que cuando estás enamorada se te olvidan esas cosas.
¡Mierda! Estaba diciendo muchas tonterías hoy. Él no dijo nada, pero ya le había visto esa sonrisita picarona asomarse. Me levanté rápidamente y tomé su taza de café.
—Te lo arreglo — aclaré mi garganta, mi voz estaba temblorosa—. Si no quieres que te ayude, pues nos podemos quedar aquí, lógicamente controla tus hormonas o te follaré contra la encimera.
Cuando me gire con su café listo, él me miraba atentamente con una mano en el mentón ¿Ahora que dije?
—¿Qué? —me encogí de hombros.
—Nada, ven aquí —se dio una palmada en la pierna.
Dejé su café en la mesa y volví a sentarme en sus piernas. Esto no ayudaba y ahora mis manos sudaban del nervio. Beso, mi mejilla y me rodeo con su brazo, suspiro y esos solo me causo escalofríos. Ya era seguro, yo Susana Collins de la Rosa era un poquito alérgica a estos gestos románticos.
—¿Dirás algo? —su silencio me estaba matando.
Él negó con la cabeza —Solo que te quiero Susan.
Perdónalo, Dios, no sabe lo que dice.
Me reí —Ojitos… Demyan, no me has respondido ¿Qué haremos hoy?
Peino mi cabello —Solucionar esas cuestiones mías, ¿quieres venir conmigo a una cena familiar?
Me atraganté con café —Ah, quema.
Él me limpió con una servilleta —¿Tan malo es?
—No, no es eso, es que… —este día no podía ir peor—. Pensé que era otra cosa, pero sí.
—Genial —miro su reloj—. ¿Te quedarías conmigo hasta el lunes?
¡Ay no! Encima sería un viejecito que seguramente se volverá cursi y romántico.
—No es tan lejos y si salimos en un par de horas llegamos a tiempo, pero me gustaría enseñarte el lugar —explico él.
«¡Di que no!»
Me encogí de hombros —Sí…, vale.
«¡Estúpida!»
Él sonrió satisfecho y me plantó un beso en los labios —Genial mi amor, me iré a preparar mis cosas y paso a por ti en un par de horas.
¿Mi amor? Ahora era su amor.
—Vale —respondí casi inaudible.
Tomo su chaqueta y camino hacia la puerta —Oh, organiza una cita con tus amigos para él…, martes, si es posible, me encantaría conocerlos.
¿Podía empeorar? Todo por culpa de mi bocotá.
Regreso antes de cerrar la puerta, aplastó mis mejillas y me beso.
—Te quiero morena, nos vemos en dos horas.
Morena, estás metida en un buen lío.
Dos horas exactamente y ya estaba afuera con su coche. Nuestro primer viaje en pareja, qué ilusión, nótese la ironía.
—¿Solo un bolso? —señalo él.
Me encogí de hombros —Ni que fuera Madonna para llevar dos maletas para dos días.
Él hizo una mueca y abrió el maletero para guardar mi bolso, en efecto había dos maletas azules muy elegantes.
Solté un bufido —Al parecer tú sí lo eres, eso o me llevarás a Dubai como sorpresa.
Abrió la puerta del coche para mí —Lo primero sería más creíble.
Bien, no había viaje a Dubai, en la luna de miel, quizás.
Me estuve preguntando cómo sería viajar en coche con Demyan, en mi mente iba a ser algo superaburrido que con suerte algunas de mis burradas lo harían reír o tendría tiempo para interrogarlo sobre su vida, sí, ya sé que dije que no me metería, pero soy chismosa y este un viaje.
Realmente termino siendo peor de lo que imaginé, la música clásica me estaba durmiendo, pero el camino no era el mejor y ya dos veces había metido la cabeza contra la ventanilla.
—Deberías ponerte el cinturón —dijo por milésima vez.
Abrí mis ojos, estaba adormilada —Es carretera recta, sin un solo coche — suspiré—. ¿Estás seguro de que no me vas a secuestrar?
Él no quitaba el ojo de la carretera —¿Para qué haría eso?
—Un corazón vale mucho en el mercado negro — murmuré, cruzando mis brazos.
—Ya eso lo tengo —menciono él con una pequeña sonrisa.
Era un comentario romántico que seguramente haría derretirse a otra mujer, en cambio, yo puse una mueca y lo mire por encima de mis lentes de sol, eran sus lentes de sol, pero ahora míos.
—Enfermo — murmuré.
Él soltó una carcajada —Me refería a…, que lo tengo de manera sentimental.
—Sí, sí, ya — cambié la música—. ¿No tienes un poco de rock aquí? Algo como Bon Jovi, Aerosmith o yo qué sé.
—No, en mi coche solo escucho música clásica —explico—. Me ayuda a mantenerme despierto.
Bufé —Pues a mí me ocurre lo contrario.
Él rodó los ojos —Habla entonces, cuéntame de ti.
Subí mis pies y espere que él se quejara, pero no dijo nada.
—Soy una chica…, sencilla, con pasatiempos sanos —mentí.
—¿Seguimos hablando de ti? —pregunto burlón.
Le di un golpe en el brazo —Muy gracioso, mejor háblame de ti ¿Por qué tu decisión de quedarte virgen? Aún me cuesta entender.
—Mi papá era un poco mujeriego —comenzó explicando—, él decía amar a mi madre, pero la hacía sufrir mucho con sus infidelidades y pues en algún momento decidí que solo tendría sexo con la mujer que amará y por supuesto creo que el matrimonio es una demostración y un voto de confianza hacia ese amor.
—Qué bonito —respondí sin una gota de emoción—. Si sabes que existe el divorcio y que no todos los matrimonios terminan bien, algunos demuestran que no hubo amor.
—Las personas se separan todo el tiempo, no veo mal en ello y no creo que sea por qué dejaron de amar —explico él—. Siempre se aman.
—¿Tu papá sigue amando a tu mamá? —cuestione.
Tenía una madrastra y según él ella lo había criado, cosas que no entendía. Suponía que en algún momento ellos habían seguido con sus vidas por separado y Demyan había quedado al cuidado de su padre
—Murieron en un accidente juntos hace diez años —respondió él—. Ellos se iban a dar otra oportunidad.
¡Turbio! Su papá ya estaba casado con otra mujer y quería volver con su exmujer, suena a telenovela turca de las que tienen trescientos episodios. Por otra parte, era bastante triste que sus padres murieran juntos en el mismo accidente y justo hace diez años, cuando él se había ido a no sé dónde y por un motivo que aún desconozco. Era interesante su vida, cosas malas habían pasado y él aún tenía esperanzas.
—Lo siento, por lo de tus padres —fue lo único que pude decir.
Él me miró, para nada triste o enfadado por mi pregunta, tomo mi mano y beso mis nudillos.
—A veces la manera en la que actúan las personas nos hace pensar que no hay amor, pero en algunos momentos te sorprenden —explico—. Cómo tú y yo, completamente diferentes y aquí estamos.
Si, aquí estábamos solo porque yo lo necesitaba y había insistido, pero en otra circunstancia nuestras vidas nunca se hubieran cruzado o quizás si, solo que nuestras diferencias nos hubiesen impedido entrar en la vida del otro. Demyan no era un mal chico, solo era uno que no estaba en mi juego.
Él era un chico con acento Ruso, rubio y de ojos dulces, que media casi dos metros, pero con un corazón sensible. Yo era una tonta capaz de destruir esas ilusiones con tal de beneficiarme, está claro que de esto él no sacaría nada. Destruiría su deseo de estar por primera vez con alguien que lo amara de verdad. Era una completa estúpida.
—¿Qué ocurre? —pregunto.
Tome aire para despejar las emociones —Sueño, me aplastaste toda la noche.
Sonrió —La próxima nos quedamos en mi casa o te compraré una cama más grande.
Me puse el cinturón de seguridad y miré a través del cristal —Sí, genial.
Ya la había cagado, una vez más.
Un par de horas después, Demyan se estacionó frente a una linda propiedad rodeada por un enorme muro de piedra. El jardín que rodeaba la casa era hermoso y muy cerca se podía ver la costa, bueno no era cerca, pero donde vivíamos a penas y se podía ver el mar y aquí sí.
¿Estaba nerviosa? Sí, jamás había conocido a la familia de nadie. Estire mis pantalones cortos de líneas azules y mi camisa blanca, mientras esperaba a Demyan bajar las maletas y mi bolso, debí peinarme mejor o maquillarme al menos. No me imaginé que la familia de Demyan tuviera tanta plata, esta casa era del tamaño de una manzana entera y sí, la propiedad era más grande. Andaba con un príncipe y ni por enterada estaba.
—Que haces ahí parada —señalo él—. La puerta está abierta, entra.
—No inventes, tengo cara de marihuana hoy, si me ven me denuncian —señale mis ojitos hinchados.
Él soltó una carcajada —Ven, tienes que conocer a mi hermano.
A sí que había un hermano, no solo era Verónica, eso estaba bien. La pelirroja no me caía nada bien, tenía que aceptarlo.
Me detuve en puerta —¿Verónica está aquí?
—Sí, es su fiesta de compromiso —menciono caminando hacia el interior.
Lo seguí —Oye, no me dijiste eso.
Él me tomó de la cintura —Oye, tú no preguntaste, además también quería que conocieras a mi hermano.
Suspire —Demyan, Verónica me vio en tu casa, cuando casi te quito la virginidad y no creo que le caiga bien.
No lo creía, había algo que me decía que esa mujer y yo no encajaríamos, era mi intuición femenina.
Beso, mi mejilla —Tú le caes bien a todos, bueno a mí no al principio.
—¿Demyan?
La misma mujer elegante que había visto en la clínica apareció con un chico que iba en silla de ruedas. Él era muy parecido a Demyan, rubio de ojos grises azulados un poco más claro y debido a su condición también delgado, pero se veía grande al igual que él.
—Lilit, ¿cómo estás? —le dio dos besos a la mujer.
Parecía animado.
—Como a crecidos mi hermanito o soy yo que me estoy encogiendo —comento el chico burlón.
Demyan lo abrazo y ambos rieron, me sentía tonta con una sonrisa en la cara y mis manitas sudadas. Yo no pertenecía aquí.
—Qué chica tan guapa, ¿nos presentas? —señalo el rubio.
Era más coqueto que su hermano, no podía negarlo. Demyan se tardó mucho en decirme guapa.
—Lilit, Darían, ella es mi… —fue interrumpido.
—¡Demyan! —la pelirroja salió corriendo y lo abrazo—. No pensé que vendrías.
¡Puta! Conté hasta diez y luego hasta mil.
Él se separó de su “hermanastra” un poco incómodo, pero estaba segura de que era porque yo estaba aquí.
—Estaba a punto de presentarles a Susana Collins —continuo él—, mi prometida.
Alargue mi mano primero hacia su madre —Hola, pueden llamarme Susan —me detuve cuando mi cerebro recepciono todo lo que él dijo—. ¿Qué dijiste?
Él sonrió —Ya deben saberlo.
Necesito leer sus opiniones sobre la familia de Demyan y su presentación.
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