¿Dónde está ojitos dulces? #9
Capítulo 9
Susan
¿Dónde está ojitos dulces?
Me había metido en un terreno que no podría controlar. Lo siento mamá, pero tu hija es un desastre, sin esperanzas en las relaciones, ni siquiera en las que son de mi interés, llego a lograr algo y sí, después de cinco años, volveré a estar bajo su control. Mi vida acaban de empezar, recién graduada y con un mundo por delante, pero ahora debía volver a estar rodeada de toda mi familia, sus exigencias y reproches.
No era tan fácil, yo no era egoísta no exageraba, si volvía todo se repetiría para mí, volvería a ser quien era antes.
No quería saber nada de Demyan, me había sentido como una tonta, nada me faltó para rogarle que me diera un poquito de atención, pero por muy caballeroso que fuera sus ojos estaban puestos en esa pelirroja natural con bonita mirada. Se notaba que era una mujer con la que él podría vivir feliz, pero incluso ellos mismos tenían su propio drama.
El chisme me llamaba, porque no entendía que les sucedía a ambos, pero yo sabía cuándo no meterme en los problemas de los demás, ya para eso me pagan.
—Hola guapa —saludo un chico sentándose a mi lado.
Sí, no había ido directo a casa. Esta noche me había arreglado y no permitiría que fuera para nada. La mejor manera de pensar las cosas era bebiendo y eso hacía.
—¿Te invito a una copa? —se ofreció él.
Era lindo, cabello oscuros ojos grises y una sonrisa coqueta, seguramente debajo de esa ropa había un lindo cuerpo y mucho más, pero ahora no tenía ánimos para nadie.
Señale mi copa —Ya tengo la mía.
Él sonrió —No estás para socializar hoy, ¿verdad?
Asentí —Eres muy listo, no lo estoy.
Él se pidió un trago y ocupo el sitio a mi lado —En ese caso te obligaré hasta sacarte una sonrisa.
Me reí —Logrado.
¿Por qué Demyan no era así? Porque debía correr yo detrás de él para al final ganarme su frialdad.
—Y dime, ¿tienes novio? —pregunto el chico.
—Yo pensé que se empezaba diciendo nuestros nombres —le recordé, ya iba directo—. Soy Susan y no tengo novio.
Lógicamente, no porque la falsa de relación que teníamos se había terminado hace exactamente unos treinta minutos.
—Joe y tampoco tengo novia.
¿Quién dice que la noche estaba perdida? Al final resultó siendo un encanto de hombre, conversador, gracioso y guapo, tenía todo lo que yo quería para pasar un buen rato. Era directo, no se andaba con rodeos y eso era lo mejor, además de ser lo más difícil de conseguir.
Las personas debían de ser claras en cuanto a sus intenciones «solo la estoy pasando bien,» pues genial, «quiero algo más,» pues yo no, siguiente. Así todo sería más fácil.
Había bailado hasta que mis pies ya no pudieron más, me aleje de él cuando recibí una llamada, nuestro querido Demyan estaba llamando, pero ya eran las dos de la madrugada. Seguramente ya terminó de “hablar” con su hermanastra.
—¿Qué? —así conteste.
—¿Qué es esa música Susan? —pregunto con un tono molesto—. ¿No estás en casa?
La que debería estar enfadada soy yo, no él.
—No, no estoy en casa —no le iba a mentir—. Estoy haciendo que está noche de mierda valga la pena, ¿alguna queja?
—¿Has bebido? —parecía que me estaba interrogando.
—Por su polla —respondí.
—¡Susan! —me regaño.
—Así digo yo, por supuesto, ¿algo más? —insistí, ya quería terminar la llamada.
—Dime dónde estás pasaré a por ti —exigió él.
—Morena, ¿ya nos vamos? —me llamo Joe.
—¿Quién carajos es ese, Susan? —se estaba estresando el rubio.
—Un amigo, Demyan, ya déjame en paz y sigue con tu vida — terminé la llamada.
Max alzó una ceja —¿Pareja?
—Fue algo así, pero no — expliqué colgándome de su cuello—. Ahora tú vendrás conmigo a casa.
Él no se iba a negar, quería lo mismo que yo y no dudo en besarme. Claramente, no hubo ni una pizca de temor en sus labios, estaba decidido a algo y lo demostraba, pero a la vez extrañé un poco el tacto frío y los labios tímidos de Demyan, esos que explotaban todo como si fuera la primera vez que besaba a alguien.
Sin demora tomamos un taxi, él no se quedaba quieto, sus manos estaban por toda apartes y sus besos igual. Cuando llegando al edificio no hubo mucha demora, camino de mi mano hasta mi apartamento.
—Mierda — murmuré al verlo.
Demyan estaba imponente con su traje oscuro frente a mi puerta, sus ojos te podrían congelar y por alguna razón ahora se veía más grande y temeroso de lo que realmente aparentaba ser y digo aparentaba, porque realmente él era un ángel.
—¿Qué pasa morenita? —pregunto Joe.
—¿Morenita? —el camino hacia nosotros—. ¿Quién mierda eres para llamarla así?
Ojitos dulces, era por mucho más grande que él, Joe soltó mi mano y palideció y tanto o más de lo que ya era.
—Yo no sabía que tenía pareja —se defendió entendiendo todo.
Me crucé de brazos, ahora quedaba yo como una puta.
—Pues ya lo sabes, lárgate —exigió él.
No iba a decir nada, ya estaba bastante asustado esté chico como para yo empezar una discusión delante de él y tampoco quería que los vecinos también pensaran que yo era una puta. Joe se fue casi corriendo y me dejo sola con este gigante enfadado.
—¿Dónde carajos estabas? —pregunto él apretando su mandíbula.
Alce una ceja —En un bar.
Pase a su lado y camine hacia mi puerta. Ahora solo me ducharía y a la cama porque él me había arruinado la noche por segunda vez.
—¡Te dijo morena!
¿Me estaba gritando? Alguien iba a conocer lo que era una mujer latina realmente.
—¡Ya basta! Lo que acabas de hacer por tu ataquito de celos sin justificación es dejarme como toda una puta —se la había buscado.
Ya no me importaba los vecinos, el chisme era necesario en la vida de todos y no me importaba ser yo esta vez la protagonista.
—¡¿Injustificado?! No estoy seguro de eso Susan —y seguía gritando.
Este ruso no le temía a la muerte.
—Sí, porque claramente yo te había dejado, así que te dejaré en claro que no te fui infiel —se tenía que decir y se dijo.
La infidelidad era lo único que no aceptaba.
Él se cruzó de brazos —¿Para qué lo traías aquí?
Al fin logré abrir la puerta, esto se acababa ya.
—¡Para follármelo Demyan…!
Me arrastró al interior del apartamento, su mano atrapó mi garganta y me sentó en la mesa de comedor para devorar mis labios, fue tan rápido que me había dejado sin aire y sin la posibilidad de razonar.
—Tienes mucho que explicar Susan —mordió mi labio.
El ardor de la mordida se extendió por todo mi cuerpo y lo único que pude hacer fue tirar de su cabello.
—No te voy a explicar nada a ti —me empujó contra la mesa—. Termino lo nuestro.
—Eso lo decido yo —bajo los tirantes de mi vestido.
¿En serio lo estaba haciendo?
Me reí al verlo nervioso —Eres más frío que el hielo de la nevera —solté burlona.
Sus ojos se oscurecieron, tiro de los tirantes y rompió la tela. Lo mataría por eso más tarde, ahora estaba muy extasiada con lo que me hacía, sus besos descendieron por mi escote, mordió la tela y tiro hacia bajo hasta dejarlos desnudos. Se alejó tomando algo de aire y observando. Así era como se despertaba a una bestia.
Me volvió a sentar metiéndose entre mis piernas y mordiendo mi cuello. Acaricié su espalda por encima de su camisa y disfrute de las atenciones que habían provocado sus celos, pero recordé que esto lo había empezado yo y por casi el mismo motivo.
—¿No te espera tu hermanita? — susurré en su oído para provocarlo.
Él lamió mis pezones y respiro de manera pesada contra mi piel.
—¿Crees que eso me importa ahora? —fue su respuesta—. Di todo lo que quieras, no voy a parar.
—Qué raro, pensé que ya tenías una favorita… —Solté un gemido cuando me acerco a su excitación.
—¿Tú qué opinas? —susurro contra mi oído—. Eres mía Susan, ya lo decidí.
—¿No preguntaste? —mordí mi labio al sentir sus manos callosas en el interior de mis muslos.
—No necesito preguntar, sé que me deseas —volvió a besarme—. Y no quiero que otro te toque.
—Claramente, no existe conexión entre nosotros —eso era cierto—. ¡Ah!
Arquee mi cuerpo de manera involuntaria, mientras él me sujetaba con fuerza y me tocaba, me estaba tocando sin ningún tipo de vergüenza.
—Somos muy diferentes —confeso—. Pero aprenderé a complacerte y tú harás lo mismo para mí.
No podía responder, estaba muy concentrada en el placer que me estaba dando y que jamás imaginé recibir de él.
—¿Cierto Susan? —se detuvo.
Mi mente estaba nublada —No me llames Susan.
Sonrió y beso mis labios, un beso corto —Morenita.
Asentí —Sí.
Él continuó, esta vez más fuerte, mirando cada expresión de mi rostro y devorando mis gemidos.
La intensidad del placer me hizo clavarle las uñas y abrazarlo con fuerza, él no se quejó, también me abrazo y dejo dulces besos.
—Vamos a la cama —me informo levantándome y llevándome el mismo.
Ahora se supone que debía corresponder, media ebria y cansada. Me dejó caer en la cama y quito mi vestido mientras yo intentaba soltar mis zapatos, termino por hacerlo él y una vez estuve solo en bragas me miró y me observo por unos intensos segundos.
—¿Qué pasa? —odiaba tanta demora.
Él sonrió —¿Puedo dormir contigo?
—¿Dormir…? —¿Qué paso?—. Si
Se quitó la camisa tal y como la primera vez que vino, solo que esta vez también se quitó el pantalón ¡Dios mío! Qué creación tan perfecta. Tenía un gran cuerpo de pies a cabeza y no podía quitarle los ojos a su sexo, estaba listo para recibir placer.
Se sentó a un lado y como si nada se cubrió con la manta.
—Ven Susan —golpeo la cama a su lado.
Claro, él quería dormir ¿Su amiguito tendría algún problema? Quizás era precoz, porque ya había comprobado que pequeño no era y en cualquier de los casos todo se podía solucionar.
Me cubrió con la manta una vez que me tumbe a su lado y no hizo otra cosa que abrazarme por la espalda, beso mi hombre y respiro mi olor.
—Lamento lo de Verónica —susurro él.
—No me interesa —advertí rápidamente.
—Creo que deberías saberlo…
Lo interrumpí —Nada de eso me interesa Demyan, no quiero saber de ella y de ti.
Él asintió —Yo no quiero saber de ti y de otro hombre.
Cerré mis ojos y suspiré —Demyan no soy como las mujeres que conoces, esta noche te iba a olvidar y me acostaría con él.
—Tienes razón, no eres como ellas, ahora eres mía Susan, desde que me permití tocarte en esa mesa —se acurrucó más contra mí—. ¿Entiendes lo que significa?
Negué con la cabeza —No y ese es el problema.
Probablemente, un problema para él, ya que esa posesión yo no la entendía y ni la quería en mi vida. Demyan era un problema que no quería conocer y pensar en que tal vez esta noche hizo lo mismo con Verónica antes de estar aquí me hervía la sangre. Mi parte masoquista quería conocer la historia de ellos, pero eso no me traería nada bueno.
Desperté a solas en la cama, claramente ya se había ido, seguramente el desayuno estaba servido en la mesa con una nota de «te llamo luego.»
«Este no es tu terreno, Susi, sal de ahí.»
Lo tenía claro, no podía continuar con esto, no sé qué esperaba cuando se me metió en la cabeza, hacer que se fijara en mí, lógicamente si quería que se casará conmigo y que esto fuera realista, él tendría que enamorarse. Él no se había enamorado ¡Ah, qué dilema! Él solo tenía una extraña fijación con si hermanastra y yo era la tonta que lo ayudaba a disimularlo ¡Sí! Eso era, al final él pensaba utilizarme tanto como yo pensé hacerlo con él.
¿En serio creyó que me iba a creer esas palabras de anoche?
«Lamento lo de Verónica, ahora eres mía Susan»
No es tan fácil como cambiar de color favorito. Imbécil, se agradece el orgasmo, era lo menos que podía hacer, pero sigue siendo un imbécil.
Me coloqué unas bragas cristianas, de esas que no enseñan nada y te hacen el culo pequeño, con una sudadera rosa que tenía mi cara y la de Mel, la típica sudadera de mejores amigas que solo te pones por casa porque la adoras, pero no eres tan ridícula.
Tome mi teléfono celular para escribirle un mensaje a Demyan, el típico mensaje de ruptura acompañado de un bloqueo.
—Buenos días —me quedé congelada me medio del salón cuando escuché su voz—. Te hice el desayuno.
Estaba sentado juntos a la ventana, con una taza de café humeante y vestido solo con pantalones.
—¿Qué haces aquí?
¿Dónde estaba ojitos dulces? Me lo habían cambiado.
—Pasamos la noche juntos —me miró de arriba abajo—. ¿Quién es?
Se refería a la cara de Mel en la sudadera —Es mi mejor amiga.
Se levantó y camino hacia mí, me sentía pequeña y nerviosa. Me tomo del mentón y beso mis labios.
—¿No me vas a dar los buenos días? —pregunto con una media sonrisa.
—Demyan, ¿qué estás haciendo? —no entendía nada.
Él se alejó para tomar su camisa y comenzar a vestirse.
—De que hablas morenita, creo que quedó claro lo que hago, te complaceré y tú harás lo mismo conmigo —explico él.
No era suficiente respuesta.
—Ayer me trataste distante y después casi tuvimos algo y nos interrumpió Verónica, luego me montas celos y duermes conmigo —ordene los sucesos para que el mismo se diera cuenta—. Si sigues así te voy a diagnosticar con bipolaridad.
Rodó sus ojos —¿Es tan malo que quiera una oportunidad para esto?
No era malo, pero era extraño viniendo de él.
—No…
—Entonces está genial, hoy saldremos —me informó.
—Tus planes y los míos está claro que no son compatibles —expuse.
Si me volvía a llevar a una reunión aburrida lo colgaba directamente, mucho menos quería encontrarme con Verónica después de lo que sucedió anoche.
—Entonces haremos algo para solucionarlo —él parecía demasiado relajado—. Te recojo a las ocho y cuando digo a las ocho me refiero a las ocho.
Me dio un beso antes de irse que me dejó tonta y con una sonrisa nerviosa. Me senté una vez que la puerta se cerró y quedé sola con mis gatos.
—Victoria, ¿tú viste lo mismo que yo? —le pregunté a la gata.
«Llamada entrante de mamá»
Mierda. Ya se había fastidiado la mañana.
«¿Cuándo te casas?»
«¿Con quién te casas?»
«Tú jamás podrías casarte con alguien así.»
Esos fueron alguno de los comentarios de mi madre, conclusión sobre esto, nunca mientan o les saldrá fatal. Ella estaba tan segura como yo que era imposible que Demyan un hombre caballeroso, educado y estudiado se fijara en alguien como yo que pasaba los fines de semana curándose de una fuerte resaca, por supuesto que yo dije que estábamos “muy enamorados” y que él se había quedado impresionado conmigo desde la primera vez que nos vimos, lo cual no era falso.
En fin, me estaba hundiendo aún más en los problemas y lo peor es que me estaba llevado a Demyan conmigo. Ya me era imposible verlo como un Santo a mi parecer él también me estaba utilizando de algún modo.
—Es obvio que está enamorado de su hermanastra y tú eres su mejor opción para olvidarla —hablo Mel desde la pantalla.
Mordí mi labio, odiaba escuchar eso.
—Y está claro que la razón para qué te llevará a esos sitios era ella —agrego Brandon muy molesto con lo que le había contado—. O sea, es raro que te la encontrarás en los dos sitios.
—Tal vez se la está tirando y tú eres la tapadera —los comentarios de Freddy dolían.
—Apoyo eso —intervino Eros.
Negué con la cabeza y tomé mi teléfono celular para enviar el mensaje que no había enviado esta mañana, solo porque lo encontré en mi salón a medio vestir con un abdomen que causaba interferencias con mi cerebro.
—Lo voy a dejar —les informé—. A mí nadie me usa para sus tonterías.
—Pero si lo querías usar tú a él primero —me recordó Freddy.
—Dame eso —Brandon me quito el teléfono celular—. Tu problema antes era que no querías utilizar a un chico inocente y hacer que se enamorará de ti, pues mira lo bueno, él no se enamorará de ti por qué ya lo está de otra y además te va a utilizar para sus beneficios ya sea de tapadera o para olvidarla da igual que tú hagas lo mismo, haz que ese hombre te vea cómo una opción para el matrimonio.
—Y solo tienes síes meses —no podían faltar los comentarios de Eros.
Me estresaban.
Cruce mis brazos y me hundí en la silla —Es que no lo soporto…
No podía explicarlo.
—¿El qué? —insistió Mel.
Mordí mi labio y evité mirarlos a todos —No soporto no ser su favorita, no estoy acostumbrada a que me traten como el segundo plato.
—Nena no seas tonta que ya le dijiste a tu mamá que te ibas a casar con un ginecólogo —me recordó Brandon.
No debí haber abierto tanto la boca ¿Por qué le dije esa estupidez? Era mejor que siguiera creyendo que su hija era un desastre, que al final tenía que volver con ella tal y como dijo que sucedería cuando me fui.
—¿No podemos buscar a otro? —pedí, casi que suplique.
—No, esa gente ven mucha vagina y cobran bien —hablo Eros—. No se van a querer casar contigo.
Era un idiota como siempre, pero esta vez tenía razón. Me costaba acostumbrarme al comportamiento tan cambiante de Demyan, por un lado, me daba la atención que cualquier mujer quería y a la que yo no estaba muy acostumbrada, pero esto solo era hasta que aparecía Verónica. Por otro lado, me sentía agobiada, tendría que mostrar una sonrisa y fingir que estaba bien con todo cuando no era así, nada estaba bien.
—Bien, hay que cerrar los ojos y ser más hija de puta —lo acepto, eres mi destino.
—¿Más? —soltó Eros.
¿Por qué crees que Demyan no se acuesta con Susan?
Y esos celoooos
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