¿Cómo me llamas? #6
Capítulo 6
¿Cómo me llamas?
Susan
—¿Estás borracha? —fue la pregunta que soltó Demyan cuando salimos del lugar.
Me reí a carcajadas —¿Por qué lo dices?
—Estás riendo por todo —observo él llevándome hacia el coche.
Es verdad, estaba algo pasada de copa, pero no lo pude evitar. En ese lugar nadie hacía algo divertido, solo se movían de un lado a otro con esas miradas y sonrisas hipócritas. Saludaban y luego se iban murmurando con sus acompañantes, no me sorprende que estos sean sus amigos, él tenía el mismo aspecto, con la diferencia de que era mucho más apetecible.
Desgraciadamente, mi acompañante se la había pasado en silencio, aunque en más de una ocasión lo hice reír, pero no hizo más que responder con monosílabos, asentir con la cabeza o preguntarme cuántas copas me había bebido.
Necesitaba una señal, una respuesta del más allá que me dijera cómo podía hacer que este gigante de casi dos metros se divirtiera. Los besos lo dejaban atontado, ya me había dado cuenta de ello y eso que en la noche solo le di unos tres besos tontos. Le faltaba fuego en ese cuerpo sexi y frío, quería que por una vez él fuera quien pusiera los labios sobre mí.
—Porque eres muy gracioso —chille soltándome de su agarré.
Él soltó un suspiro —No he dicho ni una palabra —busco las llaves del coche en su chaqueta.
—¿Quieres esto? —le mostré las llaves en mis manos.
Él sonrió, ahí estaba otra vez esa sonrisa tímida que tanto me encantaba. Había descubierto que quería verla por mucho más tiempo en su rostro.
—Además de suicida, eres ladrona —era increíble que hiciera un comentario burlón.
—Y psicóloga, me puedo dar cuenta de muchas cosas con solo una miradita —solté en un tono coqueto sentándome en el capo del coche.
Él volvió a sonreír —Las brujas hacen lo mismo ¿Me das las llaves, señorita?
Negué con la cabeza —Llaves por un beso.
Él miró hacia el local —Estamos en la entrada Susan.
¡Ah! No había sido un no rotundo.
—No sería raro que salieras de un lugar tan aburrido como este y te vieran besándome —explique inclinándome hacia él—, sería lo más normal del mundo.
Él tomó aire y un poco de valentía. Se acercó despacio a mí y con una pequeñísima sonrisa se inclinó, coloco su mano en mi mejilla y me dio un pequeño beso.
—Sabes que te hubiese dado las llaves si hubieses insistido un poco más —susurre cerca de sus labios aún—. Está claro que tú querías besarme.
No lo deje hablar y volví a unir nuestros labios, quería encenderlo y provocarlo, porque ningún hombre soportaría tanto; sin embargo, él colocó sus manos a cada lado de mi cuerpo en el capo y abrió sus labios, fue simple, pero maravilloso. Sentí su lengua tocarme, un toque curioso y temeroso, pero era un comienzo.
El claxon de un coche intentaba interrumpir, pero ni siquiera eso hizo que se separa de mí y me di cuenta de que ya me había ganado a este gigante.
—Ojitos dulces, estamos en el medio —dije separándome de él.
Pestañeo varias veces, me ayudó a bajar del capo y a subir al coche.
—Lo siento —lo escuché decir al conductor de atrás.
Subió a mi lado y enseguida salió del camino. No pude evitar reír al verlo aflojarse la corbata.
—¿Ahora qué? —pregunto.
—Nada, solo que estás algo rojo —pellizque sus mejillas.
Él me miró —Tú más.
Hice una mueca —No soy una pequeña para ponerme nerviosa con tus besos.
Alzo una ceja —¿Yo sí?
Asentí —Por supuesto, porque soy yo la que te besa.
Él no dijo nada al respecto, pero la intensidad del rojo en sus mejillas lo delataba. Era la primera vez que veía a un hombre sonrojarse, soltar una sonrisa boba y lanzarme una mirada nerviosa.
Estaba tan adormilada que no me di cuenta de que ya habíamos llegado, tal vez él quería algo más esta noche y no lo negaré, yo también, pero dudaba de mi capacidad para dar un paso. Dejé que él abriera la puerta para mí, camine de su brazo con mi ramo de rosas en una mano y mi bolso colgado de mi cuello.
—Sabes estoy bastante ebria, no prometo una gran cosa —le advertí.
—Te llevaré a la cama, Susan —advirtió él.
Mordí mis labios —Qué sexi.
Llegamos a mi piso, y podía jurar que pase una hora buscando las llaves de mi bolso hasta que él mismo las tomó y abrió la puerta. Era tan grande que prácticamente me había levantado del suelo con solo rodearme la cintura con su brazo.
Me acostó en la cama y comenzó a quitarme los zapatos.
—Oh dios, qué satisfacción —solté cuando estuve descalza.
—No deberías usar tacones tan altos —me cubrió con la manta.
—Mis flores favoritas son los tulipanes —dije con la lengua enredada.
—Te dije que habías bebido demasiado —comprobó mi temperatura con su mano en mi frente.
Lo hice a un lado —Odio las rosas.
—La tendré en cuenta para la próxima cita —fue su respuesta, antes de levantarse de la cama.
—¿Tendremos más?
Tenía dudas, ya que nuevamente comprobaba que yo y él no éramos nada compatibles y encima no era un mal chico al que quisiera arruinar con mis problemas.
—Pediste cinco —volvió a sentarse en la cama.
Asentí —Tienes razón —me moví incómoda—. ¿Que haremos cuando acaben las cinco citas?
Él se encogió de hombros —No lo sé.
—Supongo que deberías hacerme un hijo —sugerí.
Soltó una carcajada, su risa era bonita.
—Mejor duerme, yo debo ir a casa.
Tire de su brazo antes de que se levantará —Aún no.
Sabía que me había quedado dormida abrazando el brazo de Demyan, pero no sentí el momento en el que se marchó. Desperté sola en casa, aunque había dejado una pequeña nota en la mesa que explicaba que tenía trabajo y que llamaría, el desayuno también estaba puesto en la mesa. Había comprado café, churros y chocolate, me encantaba. Nunca me habían hecho el desayuno, mucho menos sin recibir sexo.
Fue una buena noche para no haber cumplido mi fantasía de tenerlo en mi cama; sin embargo, por culpa del alcohol no logré llegar a nada y Demyan se había comportado como todo un caballero, de esos que ya no existían.
—¡Buenos días! —entro Brandon chillando, él también traía desayuno.
—Anda churros, qué rico —Freddy se sentó en la mesa—. ¿Y esto?
Él me mostró la nota, pero ni siquiera pude dar una explicación, ya que Brandon se la había arrancado de la mano para leerla. Abrió mucho los ojos y los labios, ya sabía lo que estaba pasando por su mente.
—¿Te acostaste con el ruso? —pregunto sorprendido.
—Eso significa que va bien la misión —hablo Freddy con la boca llena.
—No me acosté con él, solo me trajo porque estaba muy borracha y me compro el desayuno —explique, ambos me miraron como si estuviera loca.
—Es raro —murmuro Freddy.
—A ver qué no entendí, ¿le gustas o no? —insistió Brandon.
Por muy borracha que estuviera ayer me di cuenta de algunas cosas con respecto a Demyan, la primera era que él ya tenía el corazón ocupado, por mucha atracción física o sexual que hubiera entre nosotros, él jamás aceptaría casarse conmigo, sería una perdida de tiempo. Lo segundo es que es un hombre en extremo adecuado y no para una mujer como yo, lo sería para muchas, pero no para mí.
Solo miren, era el tipo de hombre que me traía ebria a casa y ni siquiera me tocaba, encima traía desayuno. Entonces, en estos segundos de meditación conmigo misma, llegué a la conclusión de que Demyan no se merecía que lo utilizará de ese modo. No lo haría, ya había tomado esa decisión.
—No sé si deba conquistarlo, no es justo para él —dije segura de mi decisión.
—Nena, es la única manera que tienes de quedarte aquí —repitió Brandon.
—No lo sé, yo no le hago daño a personas como él —no podía después de conocerlo—. Busca a alguien más que este de acuerdo con esta mentira, pagaré lo que sea.
—Oh dios, me van a volver loco —se llevó un churro a la cama.
Lo seguí y me tumbé a su lado, Freddy no tardó en acompañarnos.
—Si me voy, intentaré regresar —abrace a mi amigo—. Has hecho mucho por mí, así que no te sientas mal.
Él suspiró —Que no te vas a ir, te lo prometo.
Freddy me abrazo —Yo también.
Era curiosa esta situación.
Aclaré mi garganta —Es la primera vez que tengo a dos hombres en mi cama y no me montó un trío.
Brandon se levantó de prisa
—Acabas de arruinar un momento tierno entre amigos —se quejó volviendo a la cocina—. Pensaba recordarlo toda mi vida.
No podía parar de reír, era un exagerado.
—¿Y si lo intentas? —sugirió Freddy—. Quizás le hagas un bien o quizás él mismo te quiera ayudar una vez que conozca tu situación, solo trata de ser su amiga.
—¡Debería! —grito Brandon desde el salón.
—No lo sé, creo que tengo depresión —me cubrí el rostro.
—Trae cerveza o helado —pidió Freddy—. No sé qué hagan ustedes para la depresión.
Al menos él no era tan exagerado como Brandon y seguía a mi lado.
—Tomar malas decisiones, eso hago yo cuando estoy deprimida —respondí.
Aunque esta vez me había sorprendido a mí misma al tomar una buena decisión, quizás me arruine yo, pero salvaría a un hombre inocente de involucrarse en un matrimonio inestable, poco duradero y probablemente traumático con alguien como yo.
—Pues yo creo que lo estás haciendo bien esta vez —me animó Freddy.
—Sí, mi parte bondadosa al fin afloro y la odio —lo reconozco.
Ser buena no es tan bueno.
—Buscaremos una solución en caso de que esté chico no te parezca lo correcto —repitió él.
Eso esperaba. Intenté no pensar mucho en eso y seguí con mi día como si mi vida no estuviese a punto de acabar, al menos tal y como me gustaba. No quería pensar en que perdería todo por lo que estuve trabajando estos cinco años y justo ahora que puedo sentarme y tomar un respiro.
Termine con mis últimos clientes, un matrimonio que ya estaba en esa tierna fase de recuperación en la que es todo color de rosa, después de esa se vuelven a ver todos los colores y lo importante es saber combinarlos, no es tan bonita, pero sí realista y mucho mejor que estar peleando por la custodia de unos niños pesados.
Me ajusté mi traje azul cielo, ese que me ponía cuando quería parecer una persona emocionalmente equilibrada y conduje a mi escarabajo lila hasta la clínica donde trabajaba Demyan. Necesitaba verle porque la ansiedad no me dejaría vivir.
Tal vez era tarde, pero el sitio estaba prácticamente vacío.
—¿Tiene cita? —pregunto la mujer con una bonita sonrisa.
—No, pero Demyan es mi amigo, solo pase a verle es importante —le explique.
Ella asintió —No hay problema, está ocupado en una reunión, pero en cuanto termine puede pasar.
Me senté en el mismo lugar que la primera vez que vine aquí y tome algunas revistas, las mismas, pésimo servicio, estás cosas se debían de cambiar.
Peque un salto cuando la puerta se abrió con un fuerte golpe.
—¡Tienes que hacer algo con tu vida, Demyan! —exigió una mujer entrada en edad—. No puedo ocuparme de ti siempre.
La mujer tendría unos sesenta años, usaba un vestido negro, un largo abrigó azul marino y muchas joyas, estaba enfadada y mientras se iba no dejaba recolocarse un mechón rubio de su cabello.
¿Qué había pasado? Demyan no salió detrás de ella y por la cara de la chica me di cuenta de que ella sabía todo.
Me acerqué a ella —Oye, ¿quién es esa mujer?
Ella miró hacia la oficina de Demyan cuidando que no apareciera y nos escuchará echando el chisme.
—Es su madre —susurro.
Bueno, parece que yo no era la única con esos tipos de problemas. No sabía a lo que se refería la mujer, pero yo estaría orgullosa de tener un hijo ginecólogo con la personalidad de Demyan, calmado e inteligente.
Entre en su oficina, pero me detuve
frente a puerta, cuando escuché algo de cristal romper contra ella, si hubiese abierto me lo estampa en toda la cara.
Abrí muy despacio y mostró una sonrisita inocente, él estaba apoyado en la mesa con sus brazos cruzados y la respiración agitada.
—¿Estás redecorando? —pregunté.
Se sorprendió un poco con mi presencia —Susan…, yo… —ni siquiera sabía cómo explicarlo.
—Tranquilo, yo lo hago mucho —le resté importancia a la situación.
Me acerqué a él teniendo cuidado de no cortarme con el cenicero de cristal que había roto.
—Ese estaba bien feo, no me gustó nada cuando lo vi la primera vez —cambie el tema porque lo sentía tenso y agobiado.
Él suspiró y se acercó al desastre para recogerlo, estaba tan alterado que no siquiera me podía mirar a los ojos. Quien diría que una persona tan silenciosa como él tendría un ataque de ira, pero lo cierto es que esos son los peores, quedarte con tanto a dentro te hacía explotar en algún punto y no era malo hacerlo, solo que había que buscar la manera adecuada de expulsar esa furia.
—¿Por qué estás aquí? No vi tu nombre en mis citas de hoy —me hablo de espaldas a mí.
Le acerqué el cesto de basura y me arrodillé a su lado para ayudarle un poco.
—¿En serio crees que te voy a dejar verme la vagina…, en un lugar como este? —podía suceder, pero no aquí y no como parte de una revisión.
Lo vi tragar en seco y me pareció gracioso que entendiera el comentario más no dijera nada, otro hombre hubiera usado la oportunidad a su favor.
—Vine porque quería verte —mentí.
Mi objetivo no era ese, pero incluso yo sabía lo que era tener tacto, ya él estaba demasiado alterado por sus problemas familiares y quizás más, no lo conocía y aunque yo no era importante para él, a nadie le gustaría ser rechazado por dos personas en el mismo día.
—¿Solo por eso? —se levantó junto a mí.
Era una enana que tenía que levantar el rostro para lograr verlo a los ojos.
—¿Algún problema? —me senté en su escritorio—. Además, se supone que son cinco citas y la primera no fue muy buena.
Él sonrió —Lamento eso, pero al menos no te veo mal después de lo que bebiste.
—El desayuno ayudo, gracias —respondí amablemente ¿Qué debía decir ahora? —. Bueno, ¿dónde me llevarás hoy?
Él removió si cabello y soltó un salto suspiro, no era un hombre con muchas ideas creativas para una cita.
—¿Tienes hambre? —pregunto.
No estaba nada mal, pero igual odiaba la fascinación de los hombres con alimentarnos en todas las citas, a mí me llevan a un parque de inflables y me caso al otro día.
Me llevo a un bonito lugar frente al mar, no tan lujoso como creí, pero parecía que le transmitía cierta paz. Paso mucho tiempo mirando por la ventana y yo preferí permanecer en silencio, pues sabía que él necesitaba de esa tranquilidad.
—¿Lo escuchaste? —pregunto sin mirarme.
Me metí un trozo de carne en la boca —¿De qué hablas?
Él ni siquiera estaba tocando su comida —Olvídalo —comenzó a mover su ensalada de un lado a otro.
Me estaba estresando, tome su plato y comencé a cortar la carne.
—No escuché nada que no conozca ya y no tienes que darme una explicación, solo quiero que comas conmigo —pinche la carne y la acerque a su boca—. Come, este sitio es muy bueno.
Él no abrió los labios, en cambio, tomo el tenedor y comió por sí mismo. Qué poco nivel de romance.
—Es mi madrastra, ella me crio —explico él. Mi ceniciento tenía una madrastra mala—. No soy como los chicos con los que sueles salir ¿Cierto?
Negué con la cabeza —Eres muy diferente a todos.
Sonrió —Justo por eso no entiendo qué haces aquí.
Solté mis cubiertos —¿Por qué piensas que eres menos solo por ser diferente?
—Aún no me conoces Susan —fue su respuesta, en un tono demasiado serio—. No soy un príncipe azul.
—¡Amén! —todos nos miraron, me acerqué a él para hablar más bajo—. ¿Qué te hace creer que eso es lo que quiero? A mí me gustas tú.
Él dejó de comer, me miro a los ojos y sonrió, claramente no me creía nada.
Negó con la cabeza —Creo que estás algo loca.
Sonreí —Tienes toda la razón, pero antes de que pasemos a todo eso de ¿Cuál es tu color favorito? Mejor te preguntaré ¿Quieres ser mi novio?
Su mirada se endureció y solo en ese momento me di cuenta de la estupidez que había salido de mi boca, estaba intentando animarlo dándole falsas esperanzas y solo ahora me había dado cuenta, pude haber dicho otra cosa más inteligente, pero ahí estaba yo, la mujer que se consideraba así misma, inteligente y madura en cuestiones de sentimientos hundiéndose en la mierda.
—Ni siquiera hemos completado las citas —menciono él.
Al menos era más sensato que yo.
¿Qué estoy haciendo? Una locura, ya se lo había dicho a Freddy, después de la depresión vienen mis malas decisiones.
—Si es que a mí me gusta saltarme eso, si vas a empezar a salir conmigo es que eres mi novio, ¿aceptas o no?
Él quería dar una respuesta, pero se retenía a sí mismo de hacerlo. Me levanté y cambié de asiento para estar más cerca de él.
—Venga o me pondré a llorar —deje un par de besos en su mejilla.
—Susan yo…, hay cosas que son importantes dentro de una relación para mí…
Lo bese en los labios —Di que sí —susurre contra su boca.
—Yo… —soltó un suspiro y se acercó un poco más para sentir el roce de mis labios—. Sí.
Sonreí y volví a besarlo —Pues muy bien ojitos dulces, ya vámonos de aquí.
—¿Por qué me llamas así? —pregunto volviendo a su porte frío.
Como si hace unos segundos no hubiese estado rogándome por un beso con esa bonita mirada que tenía.
—Tus ojos son preciosos, dulces ¿Cómo me llamarás tú a mí? —pregunte algo emocionada.
Odiaba las relaciones y te preguntarás ¿Qué carajos haces Susan? Estoy armando un corazón para este hombre, en fin de cuentas no éramos compatibles, pero tampoco éramos tan malos el uno para el otro. En menos de nada yo debía irme y esto no duraría lo suficiente para encariñarnos, ya había decidido que no lo usaría, pero quería pasar un tiempo con un hombre como él antes de irme, conocer algo diferente tanto para mí como para él. Tal vez no saliera tan mal, tal vez termináramos siendo buenos amigos y tal vez, solo tal vez él se apiade de mí y me ayude, en el caso de que no termine odiándome.
—¿Pelirroja? —sugirió.
Rodé los ojos —Así me llaman cientos de hombres y para colmo soy teñida.
Sus labios se volvieron una fina línea, le hizo señas al camarero —La cuenta.
—Oye, no me has dicho como me dirás —quería algo bonito.
—Olvídalo, te llamas Susan —se levantó ajustando su chaqueta—. Ya vámonos Susan.
Por alguna razón había hecho énfasis en mi nombre ¿Aburrido o tal vez celoso?
Espero les guste este cap ¿Cómo debería llamarle a Susan?
Me gustaría conocer su opinión en cuanto a los personajes y solo diré que no todo es lo que parece y mucho menos con este libro.
Recuerda comentar, votar y siii sígueme en Instagram @paloma_escritora
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top