Ahora aguanta #32

Capítulo 32

Ahora escucha

Susan

Camine hacia el altar, todos se pusieron de pie al verme y la música empezó, pero yo no estaba de ánimos para caminar como tarada siguiendo el ritmo y lo hice como me dio la gana. A paso velos, descalza y con mi cara de diva me fui acercando al hombre que me había metido, al que yo había dicho amar y ahora odiaba con todas las fuerzas que tenía en este cuerpo moreno, aun así Demyan tenía una sonrisa en la cara. Él muy estúpido, no tenía ni idea de lo que le esperaba.

Estaba bajo un lindo arco de flores azules, me concentré en el tono de sus ojos. Mentiroso, debíamos darle un Óscar al mejor actor de todos los tiempos, ni Bratt Pitt pudo con tanto.

Mire su cuerpo cuando llegue a su lado, este gigante nunca me había intimidado y no lo haría ahora. Le quedaba bien el blanco y no pude dejar de preguntarme si se había acostado con Verónica antes que conmigo, era difícil de creer, su inexperiencia era palpable o quizás los dos sean unos mojigatos en la cama. Me lo había tirado sin condón. Repugnante.

—Estás hermosa —susurro a mi oído.

No lo sé, ya era difícil creerle algo. Ahora me sentía como un florero. Debí usar algo más sexi, que me diera un aspecto más poderoso. Mi vestido me hacía ver como una tonta enamorada, tierna y estúpida.

Suspiré, ya se había arruinado hasta mi gusto por este vestido.

Forcé una sonrisa —Lo sé.

No importa lo que usará o la circunstancia, siempre era hermosa. Era Susana Collins de la Rosa, hermosa, carismática, graciosa, inteligente y caliente. Ningún par de estúpidos me iba a venir a joder mi boda.

Tendríamos una bonita boda y un interesante divorció.

Empezaron con la cantaleta de los votos, y demás, yo me había preparado algo preciosos y muy emotivo, de esas cosas que te dejan ver cómo la persona más cursi del planeta tierra.

Demyan tomo mis manos, iba él primero.

—No creo en el destino, creo en el derecho que tenemos de elegir a la persona con la que queremos pasar el resto de nuestras vidas, pero ese día el destino y todo lo que se nos pueda ocurrir para ponerle un nombre confabuló para que tú y yo nos encontramos, nos volviéramos una necesidad, un deseo y una elección. Te amo Susana, quiero que seas esa mujer que camine a mi lado toda la vida.

O toda la que te queda por vivir a ti, hijo de las mil putas. Sonreí y me hice la emotiva.

—Fue lindo conocerte Demyan, debo decir que has sido como una caja sorpresas y me alegra que estoy aquí conociendo a la perfección al hombre que realmente eres —hable muy segura—. Fin.

Me giré volviendo a darle la espalda a los invitados, todos caras largas, creyendo en el amor que aquí se estaba actuando.

—¿Demyan Ivanov acepta a Susana Collins como esposa?

Él volvió a tomar mi mano, sonrió y hablo con seguridad —Acepto.

—Susana Collins acepta…

—Si —lo interrumpí.

Todos rieron. Estúpidos.

—Entonces los declaró marido y mujer, pueden besarse.

Tome la cara de mi ahora marido y le plante un beso en la boca que volvió a causar un estallido de risas. Él se sorprendió por la rapidez de mi beso y no quedó nada complacido, con una sonrisa me rodeo por la cintura y me plantó un beso en los labios. Mi siquiera mis garras clavándose en sus antebrazos lo detuvieron, su beso fue dulce y apasionado. Hizo que mi cuerpo temblará, mi corazón se agitará y mis fuerzas se esfumarán.

—Te amo —declaro contra mis labios.

Me separé algo afectada, aún calentaba mi cuerpo con solo un beso, ni siquiera el odio que sentía ahora mismo por él aplacaba el deseo que tuve desde la primera vez que lo vi de tenerlo. Al parecer era mutuo…, no, él estaba actuando, era un hombre más que si le enseñas las tetas se babea, pero eso no significaba que me amara, solo disfrutaba de lo que teníamos y yo debí haberme centrado solo en eso.

Aclare mi garganta —¡Que ya empiece la fiesta!

Mi fiesta, él se podía ir a follar con Verónica a una esquina si quería. Pasaría olímpicamente de su culo y eso hice horas después.

Busque alcohol por todos lados y me maldije al no encontrar ni una gota en todo el lugar. Escapar de Demyan no era nada fácil, entre cortar el pastel y un baile me tardé dos horas en huir de sus brazos.

—Nena, vámonos y lo dejamos plantado —susurro Brandon en mi oído.

Mel se cruzó de brazos —¿Sin un escándalo?

—Señorita, conseguimos esto —me trajeron una botella de vino.

—Oh, gracias —le di un gran trago.

Era vino blanco, qué asco.

—A ver qué parecemos viejas chismosas aquí en la esquina y todos nos están viendo —se quejó Freddy—. Sinceramente, si lo que dices es cierto, no sé hasta donde lo fue.

—Los escuché —repetí con los dientes apretados.

—La quería utilizar y no hay más que hablar —soltó Brandon.

—Ella quería hacer lo mismo —nos recordó Freddy.

—Cierren la boca —soltó Eros—. Ven acá Susan.

Deje la botella en la mesa y me fui de la mano con Eros, a veces solía ser el más calmado de todos nosotros, mientras Mel tomaba soluciones radicales, Freddy y Brandon se llevaban la contraria, él siempre se encontraba en paz, pensando y evaluando la situación. Yo era la que me dejaba guiar por el alcohol.

Nos fuimos a la pista y colocando su mano en mi espalda, comenzó a bailar una música suave conmigo. Demyan estaba charlando con algunos amigos, se giró hacia nosotros y con una sonrisa se sentó para vernos bailar.

—No lo sé Susan, se ve enamorado —observo Eros.

Deje de mirar a mi ahora marido —Lo sé, es bueno mintiendo.

—Tú también te ves enamorada —continuo él—. ¿Estás segura de que no te falta contexto?

—Estoy segura de lo que escuche —eso había sido más que suficiente—. Mañana le pediré el divorcio.

Eros asintió —Mañana no logras nada, ¿por qué te casaste? Necesidad, amor, venganza.

—No lo sé, no quiero verlo feliz —confesé, supongo que lo tercero.

—Yo lo veo feliz, la amargada eres tú —señalo y si tenía razón—. Mira, puedes divorciarte mañana y no lograr nada o puedes esperar, hablarlo o si lo deseas descubrir.

—O joderle la puta existencia —nos detuvimos.

—Sufrirás tú más…

—¿Puedo bailar con mi esposa? —interrumpió Demyan.

Eros sonrió —Por supuesto y felicidades a ambos.

Eros se retiró, Demyan tomo su lugar y me acerco a su cuerpo, sus manos se colocaron en mi espalda baja y sus labios rozaron mi cabello.

—Estás algo distraída —susurro en mi oído—, baila conmigo morenita.

Coloqué mis manos en sus hombros —¿Cómo te sientes Demyan?

—Completamente feliz —acuno mi mejilla—. Me acabo de casar con una mujer hermosa, la mujer de mi vida.

—¿En serio? —yo no era la mujer de su vida.

Tomo mi mano y me alejo del salón, nos adentramos en un enorme balcón de la casa bajo las atentas miradas de los invitados, pero a él no parecía importarle en lo más mínimo. Cerro las puertas y acunó mis mejillas para besarme, fue un beso rudo y caliente. Me empujó hacia la pared e hizo que lo envolviera con una pierna.

—Si te besaba así en público, acabaría desnudándote en el suelo —murmuro contra mis labios—. No sé por qué se me ha hecho tan excitante saber que eres mi esposa.

Solté un gemido cuándo atrapó mi pecho y lo masajeo sobre el vestido.

—Quiero follarte como si te odiará Demyan —mordí su labio—. Quiero dejarte con ganas de más, temblando y desesperado por mí, quiero que sepas que no me tienes del todo.

—¿No? —metió su mano bajo mi vestido—. Yo creo que sí.

Ahogué un jadeo en la palma de su mano, cerré mis ojos para no verlo y me concentré en sus dedos haciendo círculos en mi clítoris. Es solo sexo, solo queríamos esto.

—Te amo —susurro en mi oído.

Solté un gruñido al sentirme tan cerca del orgasmo, pero ya daba igual, él lo había arruinado. Lo empujé y acomodé mi vestido.

—Estamos en una fiesta —le advertí.

Él mostró una sonrisa divertida —No sería raro verme con mi esposa así.

Levanté mi barbilla —¿No te importa nadie?

Tomo mi barbilla —Tú.

—Hola parejita —su estúpida voz me revolvió el estómago—. ¿Quería saber si podía bailar con mi hermanito?

Estaba acompañada de su prometido y su madre. Descarada.

—Muchas felicidades cuñado —hablo el pobre idiota.

Él también estaba engañado seguramente.

—Me gustaría que fueran a Rusia la próxima semana, sería lindo que el resto de la familia que no pudo venir conociera a Susan —hablo Lilit.

—Claro, ahora eres mi hermana —agrego Verónica.

Sonreí —No lo soy.

Los cuatro me miraron, la mano de Demyan se apretó en mi cintura.

Ella soltó una carcajada —Ya sé que yo y Demyan no somos hermanos, pero nos criamos juntos…

—Verónica, desde que te conozco no has dejado de perseguir la polla de Demyan, no son hermanos y no eres mi hermana —hable muy segura y frente a su familia—. No quiero…

—Ya basta —pidió Demyan.

Lo miré desafiante —Estaré en el coche, despídeme de tu hermano y mis amigos.

No me importaba lo que pensará su madre o su prometido de ella, mucho menos me importaba dejar a Demyan solo con ese drama, que se explique él.

Salí de la fiesta no sin antes pasar por mi botella de vino y me quedé muy paciente en el coche bebiendo.

—¿La llevo a algún lugar señorita? —pregunto el chófer.

Me reí —¿Al pasado?

El hombre decidió no hablar, claramente me había tomado por loca. Ya se estaba oscureciendo, no tenía sentido seguir aquí, después de todo las fiestas son para los novios felices y los invitados que se alegraban por la unión. Ahí no había ni una pizca de sinceridad.

La puerta se abrió y Demyan se sentó a mi lado.

—¿Estás bebiendo? —pregunto en un tono molesto.

Le mostré la botella casi vacía —Si, lo estoy haciendo.

Él hizo una mueca —Al hotel.

Decidió callar y eso estuvo bien. Al llegar al estupendo sitio, baje sola y descalza del coche, camine por la recepción con la botella en mano hasta que encontré un ascensor, toque los botones desesperados.

—Escaleras —pidió Demyan pasando a mi lado.

Las puertas se abrieron y yo entre.

Solté un bufido —Vete tú, no te jode.

Lo menos que quería hacer ahora era subir escaleras, no quería ser simpática con él. Quedarme sola en el ascensor no era algo que me gustará y cuando las puertas se cerraron sentí que tenía un nudo en mi garganta, solté un lastimoso gemido y llore. No debí tomarme la botella yo sola, me sentía fatal. Me senté en el suelo y cuando el ascensor llegó me arrastre a cuatro patas por el pasillo.

—Susana —Demyan me tomo—. ¿Por qué te has puesto así?

—Ni siquiera me levantaste en tus brazos, ¿te importo? —pinche su pecho con mi uña.

—Ahora mismo no hablaremos sobre lo que deberíamos haber hecho —me tomo en sus brazos y me llevo a la habitación.

Nada más entrar fui corriendo al cuarto de baño e ignoré por completo la romántica decoración, velas, pétalos de flores dispersas por el suelo, una botella de champán y sí, había un jacuzzi en la habitación. Hubiese sido sexi, si esto fuera real.

Vomité todo lo que había en mi estómago, él dio palmaditas en mi espalda y cuando me levanté, me lavo la boca en el lavado.

—Déjame sola un rato —le pedí.

Suspiró —Bien.

Salió del cuarto de baño, tome aire, lave mi rostro y libere mi cabello de todo ese montón de ganchos.

«No te vuelvas a dejar engañar.»

Salí a la habitación y lo encontré medio desvestido, se había quitado la camisa y ese abdomen resaltaba de manera divina con la poca luz de la habitación.

—Tenemos que hablar —me informo él.

—¿Me pedirás el divorcio? —me subí a la cama—. No seré a la primera que se lo piden el mismo día.

—No, tú y yo estamos unidos de por vida, pero tu comportamiento de hoy fue inaceptable —me iba a regañar por decirle puta a la mujer de su vida.

Hice un puchero —¿Mentí?

Él rodó los ojos —Real o falso no era necesario, ahora eres familia de ella quieras o no y…

—No quiero —llevé mi mano a mí espaldas y desabroché el vestido—. ¿Harás algo al respecto?

—No planeo que seas su amiga o que compartan juntas, solo que…

—No —volví a interrumpirlo—. Esfuérzate por qué no se me cruce y no iré a Moscú a ver a tu familia.

—No lo pedí —se acercó a la cama—. Me dejaste en ridículo.

Me reí —Sí, sé lo que se siente.

Me levanté de la cama para dejar caer el vestido al suelo, llevaba un lindo y sexi conjunto de lencería blanco con una liga en mi pierna. Su pecho se hinchó, me recorrió con la mirada y relamió sus labios.

—Dormiremos hoy porque estás ebria…

—¿Tienes otro lugar al que ir? —me subí a la cama quedándome de rodillas.

—No —respondió seguro.

Me acerque él, bese su abdomen y tire de su pantalón para acercarlo a mí. Lamí su pecho y llegué a su boca.

—Entonces pon tu boca dónde me gusta, ojitos dulces —roce sus labios—. ¿Tienes otro plan para ella?

Negó con la cabeza —Estás ebria.

Me alejé de él —Bien Demyan, buenas noches.

Me acosté en la cama dándole la espalda. Si no habría sexo entonces no habría nada más, a partir de ahora entre los dos solo habría sexo. El amor se podía ir a la mierda.

Sentí sus manos recorrer mis piernas. Beso, mi muslo y dio una pequeña mordida en mi nalga.

—Eres una mimada —paso su lengua por mi cadera—. Se supone que estoy enfadado contigo.

Jadee cuando tiro de mis piernas para abrirlas.

—Se supone que soy tu esposa —me apoye en mis codos—. Se supone que me amas. 

Desabrocho mi sujetador —No son suposiciones, es una realidad.

Gemí cuando sus dientes atraparon mis pezones, eche la cabeza hacia atrás y lo deje torturar mis pechos. Clavo sus dedos en mis caderas y dejando besos por mi abdomen bajo hasta mi palpitante centro.

Tomo las bragas y las bajo por mis piernas, dejo solo la liga. Levantó mi pierna y beso mi muslo desnudo. Paso si lengua por mis pliegues, me arquee y abrí más mis piernas, sus dedos jugaron con mi entrada, mi vientre cosquilleo cuando me penetró. Me miró a los ojos y volvió a succionar mi clítoris con sus labios.

Me tensé atrapé su cabello y lo mantuve ahí —Sigue.

Volvió a hacerlo, esta vez tiro con sus dientes mi hinchado clítoris. Grite cuando me puso en cuatro, azotó mi trasero y comenzó a quitarse el pantalón.

—No —me negué—. Solo tu boca.

Él sonrió, no entendía que le estaba negado su disfrute.

Me tomo en la misma posición y paso su lengua por todo mi sexo, eche mi rostro contra la almohada y gemí a gusto mientras sus dedos entraban y salían de mí, su lengua me mojaba más y sus labios pellizcando mi sexo.

—¡Ya! —temblé y me dejé caer en la cama.

Él se colocó sobre mí, beso mi hombro y acaricio mi cabello.

—Fue intenso —susurro en mi oído.

Sí que lo fue. Tome la manta e intenté cubrirme, el término haciéndolo por mí.

—Tengo sueño —dije para finalizar el juego.

Le di la espalda y cerré los ojos. Lo sentí moverse detrás de mí y luego su cuerpo desnudo se pegó al mío, me rodeo con sus brazos y beso mi mejilla.

—Descansa morenita —me hizo cosquillas en la pierna con la punta de sus dedos.

Tenía una enorme erección y aun así no intento nada, se quedó dormido después de unos minutos.

La peor resaca se lograba con el vino, no necesitabas más que una botella y tu cabeza llena de males para terminar con el planeta dando vueltas y los ojos viendo pixelado. Demyan seguía durmiendo y a penas estaba amaneciendo, me levanté despacio sin que me sintiera, coloqué la almohada dónde antes estaba mi cuerpo por si le daba por estirarse y buscarme.

Necesitaba cepillarme los dientes, limpiarme el alma y quizás ir a nadar un poco a la playa. No era un mal plan, caminar, pensar y maldecir a mi marido traidor lejos de él y de cualquier otro ser humano. Me puse un traje de baño, un vestido sencillo para no ir por el hotel enseñando culo de más y unas sandalias. No tenía ánimos de maquillaje, pero luego lo vi en la cama tan tranquilo y sí, me aplique maquillaje porque no iba a estar amargada por su culpa.

Salí de la habitación dejándome el teléfono celular, no quería que me estuviera molestando. Di un paseo por el sitio y luego de pedirme un jugo de naranja bien fuerte me senté en la playa bajo una sombrilla. Ya estaba saliendo el solecito.

—Oye morena —me llamo un chico, quizás más joven que yo.

Tendría unos veinte años, bronceado, de cabello oscuro y linda sonrisa.

—Hola tú — bajé mis gafas de sol—. ¿Te conozco?

Él sonrió —Podríamos, pero estás en mi sitio.

Alce una ceja —¿Tu sitio?

Asintió y tiro de la toalla que estaba bajo mi espalda. Maldición, ya quedé como estúpida, ni siquiera me había dado cuenta.

—Perdón —dije rápidamente.

Él se sentó a mi lado y soltó un gran suspiró —Quizás fue el destino, me llamo Julián.

Tome su mano —Susan.

Él miró el anillo en mi mano —¿Escondiéndote de tu esposo en unas lindas vacaciones o…?

—Luna de miel —lo interrumpí—, o eso creo.

—¿Dónde está el afortunado? —pregunto colocándose sus gafas de sol.

Él era atrevido, hacía muchas preguntas y miraba de una manera un tanto rara, lo sentía, era coqueto y seductor. No le importaba que estuviera casada y su primera idea fue que estaba huyendo de mi marido. Me debería levantar y buscar otro sitio, pero recordé que tan marido no era, porque incluso antes de empezar él ya tenía una amante. Le di un trago a mi jugo.

—Está en la habitación —le informé.

—Tu cara cambió, ¿problemas? —además de atrevido era un chismoso.

Me crucé de brazos —¿Te crees terapeuta matrimonial o algo así?

Empezó a reír —De hecho lo soy o lo seré en cuanto me gradué.

¡Bingo! Era joven, ya estaba fuera de mi liga.

—¿En serio? Yo también —solté algo entusiasmada por la idea de compartir conocimientos.

Adoraba mi trabajo, no lo negaré.

Él continuó riendo —Sí, solo que jamás creí que una experta en los fracasos amorosos se metería en uno.

Rodé los ojos —Yo decía lo mismo, no escupas nunca para arriba.

—Puede que tengas razón —volvió a levantarse—. ¿Te interesa acompañarme a hacer surf?

No sabía nadar, así que era un rotundo no. Morir ahogada no estaba en mis planes.

Sentí las manos frías de Demyan colocarse en mis hombros y sentí un cosquilleo incómodo en mi estómago que me impidió hablar.

—No le interesa —respondió por mí.

¿Celos, mi querido ojitos dulces?

Está luna de miel estará caliente pero no por las razones correctas.
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