🌺 Capítulo 8
🎧 Canción del capítulo: Julia Michaels — Heaven.
Definitivamente habían merecido la pena esos minutos de sudores, estrés y miedo, pensaba Sienna contemplando la majestuosa cascada cristalina rodeada de frondosa vegetación.
El agua caía incasablemente como si fuera enviada por un mecanismo hidráulico bien elaborado, nunca se detenía, nunca se agotaba, ni lo haría jamás. Incluso cuando las personas que ahora la contemplaban fascinadas ya no estuvieran más, ella seguiría dejando correr su caudal. Tal vez iría a otro ritmo, por supuesto llevando otra agua que no sería nunca la misma, pero siempre seguiría fluyendo de manera hipnotizante, engañosamente lenta, creando una ancha cortina transparente y cristalina que brillaba con los rayos del sol.
Las rocas a su alrededor, de diferentes tamaños e infinidad de tonalidades amarronadas, estaban revestidas de verde musgo debido a las incansables caricias del agua. También se alojaban en ellas gran variedad vegetación, algunas incluso con rutilantes flores de llamativos colores, que, aunque lo intentaban con toda su hermosa y delicada esencia, no podían competir con el esplendor de la cascada en su perpetuo y atemporal movimiento incansable.
Trevor tenía razón, nunca se habría perdonado a sí misma por perderse aquello. Afortunadamente aceptó su sugerencia y siguió adelante. Ya era hora de atreverse a hacer más cosas, a vivir nuevas experiencias.
Si bien era cierto que cuando sintió los pasos algo inestables de él, en el momento justo en que comenzó a cruzar el oscilante puente, se había asustado bastante más de lo que ya estaba al principio. Tanto que sin darse cuenta le había apretado fuertemente con brazos y piernas como si fuera una serpiente tratando de comprimir a su pobre víctima.
Él lo notó, después de todo ella tenía bastante fuerza a pesar de ser menuda, pero de todas maneras no se quejó. Era su mecanismo de defensa, su forma de afrontar una situación que verdaderamente la aterraba y tampoco es que le estuviera haciendo daño realmente.
En lugar de protestar, acarició suavemente una de sus delicadas muñecas. Pues ya no era necesario sostenerle de las piernas, ella misma se había encargado de ello con aquel potente amarre a su alrededor y cantó bajito solo para sus oídos, tal y como le había prometido. Sin sentir vergüenza de su voz tan particular e increíblemente desafinada hasta llegar al otro lado.
Uno pensaría al escucharlo hablar, con ese tono bajo y ligeramente rasgado, que sería capaz de entonar melodías como un pecaminoso ángel, pero nada estaba más lejos de la realidad. Pues su voz, precisamente por ser tan gruesa le impedía llegar a la mayoría de las notas sin desafinar como un gallo resfriado.
También fue sincero cuando le dijo que antes de que la canción acabase estarían otra vez en tierra firme. Lo cierto es que no alcanzó a llegar a las últimas estrofas cuando sintió sus pasos otra vez bien estables y él le dijo despacio que estaban ya del otro lado.
Para su tranquilidad, desde allí darían otra vuelta para seguir conociendo sin necesidad de pasar otra vez por el puente y, por tanto, evitando así más desagradables bloqueos por el pánico.
Todavía no conseguía averiguar que causaba aquel miedo tan irracional, si tal vez fue un trauma que había olvidado o simplemente era así porque sí. Pero lo cierto es que no recordaba haber sido capaz nunca de situarse en sitios muy elevados sin sentir que moriría sin necesidad de caer hasta el lejano y aterrador vacío que la observaba amenazante desde abajo.
Pero eso ya había pasado, afortunadamente. Así que lo mejor era centrarse en el ahora, se decía ella algo más animada, dejando que sus ojos se llenasen del espectacular e idílico paisaje que se extendía a su alrededor.
Ni si quiera el mejor fotógrafo del mundo sería capaz de captar la hermosa esencia de aquel paraje. Había que estar allí para poder sentirlo realmente, para conseguir apreciarlo, disfrutarlo en toda su natural existencia.
Sería maravilloso poder vivir en aquel lugar. Tal vez podría hacerse amiga de las hermanas Vaughan y entonces a ellas no les importaría que fuese algunas veces a visitarlas, incluso en temporada baja a lo mejor. Hablaría con ellas en cuanto pudiera, sabía que no lo alquilaban para vacaciones particulares, pero le encantaría poder esconderse allí y relajarse cuando las cosas se salían un poco de control, como le sucedía ahora con lo de los premios Nobel.
— ¿Ha disfrutado de su paseo a lomos de un deportista? — preguntó Cailean tratando de bromear, pero sin dejar de parecer malhumorado.
Estaba tan inmersa en sus pensamientos que casi había olvidado que él llevaba un buen rato sentado a su lado en el más completo silencio. ¿Estaría disfrutando del entorno tanto como ella?
Era tan extraño. En ocasiones parecía profundo, sensible a la belleza y a todas esas cosas que la mayor parte de las personas ignoran porque consideran inútiles. Pero en cambio, en otras parecía un frío cosmopolita al que todo aquello le aburría enormemente.
¿Cuál de esos dos hombres tan opuestos era en realidad?
— Por dios, le hace sonar como un semental o algo así — Sienna se rio y miró su cara.
Con el ceño fruncido, algo despeinado como estaba debido al calor y sin un traje formal, parecía un muchachito enfadado. No sabía exactamente años tenía él, suponía que unos pocos más ella, teniendo en cuenta sus estudios y logros laborales, sin embargo, ahora se veía tan increíblemente joven, tan relajado, que no podía estar segura de cuantos serían en realidad.
Nunca pensó que Lord Antipático era capaz de parecer tan adorable. Pero ¿Por qué estaría enfadado ahora? Con ella seguro, normalmente era por ella.
— ¿Para qué mentirle si se meda muy mal?— añadió divertida solo para molestarlo y movió sus ojos hacia donde Trevor se daba un chapuzón — La verdad es que sí, me ha encantado.
Sienna dejó escapar un suspiro sin apartar la mirada del rubio deportista. No era la única del grupo que le contemplaba, pero es que era difícil concentrarse en otra cosa mientras ese espectacular hombre levantaba los musculosos, bronceados y tatuados brazos para apartarse el pelo húmedo de la cara.
El agua fría de la cascada se escurría desde su cabello, recorriendo velozmente las angulosas facciones de su rostro, luego se deslizaba por el cuello hasta llegar al fuerte pecho, que también tenía adornado con algo de tinta, después seguía su increíble travesía por el vientre marcado, solo perderse finalmente debajo de la cintura que estaba dentro del pequeño lago.
Era un largo camino para una pobre gota de agua, pero Sienna estaba segura de que muchas de las allí presentes estaban más que dispuestas a hacer esa extensa ruta llena de pendientes.
Era todo un verdadero espectáculo para la vista, sobre todo cuando abrió repentinamente los ojos, del mismo color rutilante que el estanque en el que se encontraba y los calvó en ella con una enorme sonrisa de dientes perfectos.
La doctora se tragó un suspiro, sí, aquella isla definitivamente era el Olimpo. Lo había pensado al llegar, pero ahora estaba segura, porque él tenía que ser uno de sus principales dioses, ¿Zeus tal vez? Poderoso y fuerte ¿o Apolo? Dorado y brillante como el sol.
— Oh por favor vamos a meternos nosotros también al lago — espetó Cailean levantándose repentinamente y estirando los brazos hacia ella — tenemos que bajar su temperatura corporal, o acabará hirviendo aquí fuera delante de todos. ¡Qué vergüenza mujer!
Él seguía protestando mientras la tomaba de las manos y la ponía de pie al ver que no le hacía caso.
¡Solo era un hombre!, uno como cualquier otro de aquel evento. ¿Era necesario que ella se lo comiera con la mirada de aquella manera? Comprendía que pudiera resultarte atractivo, ¿pero tanto?
— ¿Qué? — cuestionó por fin centrándose en él — ¡No! No quiero bañarme. Seguro que el agua está congelada, prefiero mirar desde aquí — dijo sonriendo pícaramente, más por incordiarlo que por otra cosa.
— ¡Claro que va a estar congelada! ¡Con el calor que tiene ahora mismo hasta una sauna le parecería el polo! — protestaba mientras iba tirando de ella por las rocas para llegar a una zona adecuada por la que entrar.
Ella no podía esconder su risa, ¿de verdad a este hombre le incomodaba que babease por otro?
Que estirado era, seguro era su educación de noble refinado. Aunque pensándolo de otra manera, tal vez no llevaba bien lo de no ser el centro de atención. No parecía ser de esos que quieren destacar siempre, era, más bien al contrario, de los que lo lograba sin querer. Pero con lo poco que le conocía no podía estar realmente segura.
¿Por qué iba a estar molesto entonces si no?
— Espere, deberíamos quitarnos la ropa primero ¿No? — preguntó tratando de pararlo — Y además dejamos nuestras cosas en donde estábamos sentados. Necesitamos las toallas.
— No pasa nada, lo haremos antes de entrar al agua. — contestó sin detenerse, pero yendo con cuidado y vigilando que ella no fuera a caerse.
Vaya, también sabía ser un caballero cuando quería al parecer, a ver cuánto duraba eso si empezaba a fastidiarlo. Se propuso ella divertida escondiendo una maliciosa sonrisa.
— ¿Por qué no antes? ¿Le da vergüenza que le vean sin camiseta después de que todas hayamos babeado por Trevor? — él se detuvo repentinamente y se quedó rígido.
Luego se giró para mirarla antes de responder. ¿Ella pensaba realmente que él era del tipo de persona así de superficial y tonta? Está bien, podía comprender que alguien se sintiera inseguro respecto a su físico o cualquier otra cosa, pero no era su caso.
Por favor, si ni siquiera prestaba atención a esa clase de detalles.
— No diga tonterías. — dijo muy serio clavando sus ojos en los de ella — Soy un hombre adulto, no me intimida cualquier famoso atractivo o carismático y tampoco tengo necesidad de presumir como él.
— Oh vamos, conmigo no tiene que darle vergüenza —Sienna intentó presionarlo un poco más. — Es evidente que él es un hombre muy, muy atractivo y dudo que esté presumiendo, no puede evitar que su cuerpo se vea así de seductor cuando se baña.
Se alejó un poco de él, al menos tanto como le permitía la mano que aferraba a la suya sin hacerle daño, pero a su vez sin soltarla y le miró de arriba abajo, analizándolo. Como si estuviera buscándole defectos o fallas.
Solo le faltaba una lupa para atender a más detalles, estaba siendo tan increíblemente descarada... solo esperaba que eso en realidad no acabase agradando o agrandando el ego del duque.
— Además, usted tampoco está tan mal, no tiene de que preocuparse.
Añadió tratando de parecer algo apenada, como si intentara consolarlo. Aunque lo cierto es que le costaba mantenerse seria mientras iba viendo como su habitual semblante airado se iba transformando lentamente en enfado.
¡Sí! sabía que su ego sería enorme e incapaz de soportar el golpe.
Vamos Sienna, seguro que puedes presionar solo un poquito más. Ya has llegado hasta aquí, no puedes rendirte sin ver cuanto tarda en explotar. Se dijo divertida, tratando de ocultar lo mejor que podía, su expresión risueña.
— Mire, los demás al menos lo están intentando — hecho una mirada al lago donde varios hombres y mujeres disfrutaban del agua. — ¡Vamos Señor Kyong, anímese!
La doctora estiró los brazos con la intención de agarrar los bordes de su camiseta para quitársela. No pensaba hacerlo de verdad, nunca llegaría tan lejos en realidad, era sólo por fastidiarlo, pero evidentemente él no lo sabía. Dio un precario paso hacia atrás, intentando alejarse preocupado de sus largas manos, pero pisó unas pequeñas rocas sueltas y perdió completamente estabilidad.
Antes de poder darse cuenta iba camino de la laguna y la arrastraba con él.
Habría sido mejor si la hubiera soltado antes de caer, pero te lo mereces Sienna Bartlett por llevarlo hasta el límite.
Ambos salieron hacia arriba rápidamente, escupiendo un poco del agua que irremediablemente habían tragado. Al ver que aparecían en la superficie sin problemas, todos los que estaban allí comenzaron a reírse divertidos por lo aparatoso de la caída.
— Bueno, al final nos dejamos la ropa puesta — bromeo ella intentando ponerse de pie con la respiración todavía alterada.
Lord Antipático no dijo nada, solo la fulminó con su oscura mirada evidentemente culpándola a ella de todo, bueno puede que tuviera algo de razón esta vez. Se levantó como pudo, apartando la blanca camiseta que se le pegaba como una segunda piel hiciera lo que hiciera.
¡Madre del amor hermoso!
Sienna estaba completamente sorprendida, ¿era legal que debajo de un traje ejecutivo se escondiese un cuerpo así? Seguro que había leyes que prohibieran que un empresario gruñón tuviera ese aspecto. No sabía dónde, pero estaba segura de que en alguna parte del mundo debían existir, para proteger la estabilidad mental humana.
Ella desistió finalmente de la idea de ponerse en pie por que las rodillas ya no le respondían. ¿Le estaría por dar un calambre? Se preguntó tratando de negar lo evidente. Cailean estaba dando su propio espectáculo y decía la verdad unos minutos antes, no tenía razones para sentirse intimidado por nadie, ni siquiera por un sexy deportista profesional.
El cabello mojado se le veía todavía más oscuro, parecía que toda la luz hubiera huido de que aquella parte concreta de él. Desinteresadamente lo echó hacia atrás, como si no fuera gran cosa, como si los mechones despeinados no parecieran las afiladas plumas de un cuervo o no soltara pequeñas gotas de agua que acababan rodando por toda su cara hasta caer por el borde de la afilada mandíbula.
Pero lo más impresionante de todo era sin duda la bendita tela casi transparente, que se adhería a su pecho marcando todos y cada uno de sus abdominales con exquisito lujo de detalles, por mucho que él se esforzara para evitarlo.
Habría sido mejor quitarla, porque podía verse a través del algodón mojado como si no existiera, pero no se sentía preparado para eso. Suficiente vergüenza había pasado ya cayendo dentro del estanque como para encima añadir una pelea con una tonta camiseta mojada que no iba a dejarlo escapar fácilmente.
Por fortuna el agua quedaba justo a la altura de su ombligo, pues la doctora no estaba segura de ser capaz de ver más detalles de él y no morir en el intento. Okay, ahora exageras un poco Sienna, se dijo, pero es que era tan bello. ¡Para ya y deja de actuar como si el potente sol te hubiera chamuscado las neuronas!
Pero es que eran demasiados hombres atractivos juntos en una franja de tiempo demasiado corta. No había acabado de procesar el aspecto de uno, cuando se sumó el otro.
Oh, sí, definitivamente todo el Olimpo estaba en aquella misteriosa y hermosa isla.
El señor Kyong, sin duda sería el aguerrido guerrero Ares, o tal vez le iba mejor el oscuro, serio y misterioso Hades. No, él tenía que ser el segundo, sería el rey del inframundo sin duda.
Aunque este último había sido expulsado del paraíso al igual que hicieron con cierto ángel pecador en otra religión, estaba segura de que él preferiría gobernar su propio reino sombrío a su modo sin tener que lidiar con el resto de los dioses luminosos que solo le parecerían un incordio.
Se sentiría mejor haciendo y deshaciendo a su antojo, jugando con las almas de los incautos mortales que se atrevieran a tratar de burlarlo, sin miedo a caer en tentaciones o pecados.
— ¿Qué le pasa? ¿Le ha dado un calambre? — preguntó el duque con una sarcástica sonrisa ladeada, mientras le tendía nuevamente una de sus grandes manos para ayudarla a salir del agua.
Sabía perfectamente lo que pasaba por la inquieta mente de ella o al menos lo imaginaba y eso le hacía sentirse increíblemente orgulloso y jactancioso. Así que la doctora no era del todo inmune ante los hombres guapos como quería demostrar, o lo que era mejor, ella lo encontraba atractivo, aunque se empeñara en fingir lo contrario. Al parecer era humana después de todo.
No entendía porque saberlo le removía algo entre las entrañas. Sabía de sobra que gustaba a las mujeres, pero gustarle a ella se sentía como algo diferente, más excitante, más peligroso, como si estuviera presenciando el inicio de un peligroso e indomable incendio.
¡Deja de pensar tonterías! Para fuego el que te está quemando la cabeza por culpa del sol. Se reprochó Cailean.
En cuanto ella aceptó su mano, Lord Antipático la levantó de un pequeño tirón, con el impulso suficiente para arrastrarla directamente hacia su pecho. La sostuvo allí durante unos segundos, fingiendo que estaba ayudándola a estabilizarse, pero aprovechándose de sus diferentes estaturas para mirarla desde arriba cargado de suficiencia.
Afortunadamente no tuvo tiempo de detenerse a pensar en lo cerca que estaban o lo cómodos que se sentían sus cuerpos pese a la escasa distancia que había entre ellos, de lo contrario se habría puesto todavía más nerviosa de lo que ya estaba.
— Al final el baño no la ha ayudado en nada señorita Bartlett, vuelve a tener las mejillas sonrojadas. — susurró solo para molestarla, rozando con la punta de los dedos su mejilla caliente.
Aquella inocente caricia envió una corriente eléctrica extraña por todo su cuerpo, por el cuerpo de ambos en realidad. Electricidad estática, sí, eso debía ser, se dijo intentando convencerse de que aquello no era en realidad gran cosa.
Tal vez solo un poco de adrenalina. Por la caída, claro, sin duda debía de estar producida por la dichosa caída. Era imposible que fuera por algo más.
— ¡Suélteme! — le dio un pequeño pero firme empujón y él la dejó ir rápidamente escondiendo una carcajada — Es por el sol — mintió, aunque no sabía bien si a él o incluso a sí misma. — Además, fue usted quien me tiró al agua.
¡Condenado hombre! ¡Encima tenía el descaro de reírse de ella! Protestaba en su cabeza mientras se esforzaba por salir del pequeño lago seguida de cerca por un risueño lord Allenbright.
Menos mal que cuando empezaba a pensar que él le gustaba, enseguida hacía algo irritante que la convencía de lo contrario.
Rato después, mientras intentaba secarse al sol sola, pues para su suerte y descanso, el duque había preferido mantenerse en la sombra, aunque no muy lejos de allí, Michael se acercó sigiloso a hablar con ella con la excusa de llevarle algo de fruta que había traído en su mochila.
— De acuerdo pequeña pícara — susurró mientras se sentaba a su lado. — Más vale que empieces a soltar información porque me temo que me tienes increíblemente atrasado.
— No hay mucho que contar, seguro lo has visto todo. — Ella abrió los ojos con una sonrisa para mirarlo.
Ya le extrañaba que no se hubiera acercado antes, lo había visto mirarlos desde lejos cargado de curiosidad, pero seguramente temía interrumpir algún momento bonito entre ella y Cailean por lo que había esperado.
Si tan solo supiera lo desencaminado que estaba en ese sentido...
— ¿Quieres una pera? — Le pasó la fruta, pero sin dejar de interrogarla con la mirada — ¿Vas a contarme como has pasado de: no tengo ni idea de lo que hago aquí a soy la reina y tengo detrás de mí a dos de los solteros más deseados del mundo?
— ¿Del mundo? ¿No estás exagerando un poco ahora? — Dio un gran mordisco a la deliciosa fruta que milagrosamente todavía se mantenía fresca.
El dulzor frío corrió por su garganta de una manera tan agradable que automáticamente se puso otra vez de buen humor. Bueno, no es que antes estuviera de malas en realidad, pero eso la había alegrado tanto como la presencia de Michael, que la ayudaba a olvidarse de los impactantes abdominales del duque que parecían haber quedado grabados en sus retinas.
Le bastaba con cerrar los ojos para volver a verlos tan nítidamente como si fuera una maldita fotografía en 3D. ¡Supéralo ya mujer! ¡Son solo un poco de anatomía humana básica! Perfectamente colocada, atrayentemente remarcada, espléndidamente cincelada, ¡no! ¡Para con las tonterías!
— Lo cierto es que no sé muy bien como ha pasado — comentó con sinceridad — En un momento estaba sentada con el antipático señor Kyong porque no había más lugares libres y al siguiente el hombre está en todas partes. Un momento estaba entrando en pánico porque no podía cruzar el puente y al siguiente estaba prendida como una lapa de la espalda de Trevor.
— ¡Suertuda!
— ¿Yo? Para afortunado tú, no te creas que no he mirado a Jason detalladamente mientras los dos tonteaban cerca de la cascada.
Es cierto que el hombre era algo mayor que los demás, pero sin duda se conservaba increíblemente bien, tal vez incluso mejor que alguien con diez años menos. Era de la clase de individuo que una le hacía plantearse que la edad era solo un número y que tener algo con alguien que podría ser amigo de su padre no estaba del todo mal después de todo.
Aunque en realidad Jason tampoco era tan mayor como para ser el progenitor de alguno de ellos, tenía ese aire de hombre adulto al que la edad le sienta bien. Como George Clooney o Richard Gere.
— Ay es demasiado lindo, ¿verdad? — preguntó Michael con una sonrisa soñadora pegada a su boca. — Nos hemos besado — añadió bajito, sin poder ocultar algo de vergüenza. — Es algo pronto, lo sé, pero estábamos los dos solos, en esa preciosa cueva con una puerta hecha de agua y...
— ¿Y...? — Insistió ella para que terminara de hablar.
Para que le contara como se había sentido al besarlo, que pensaban hacer después de eso, si ese beso cambiaba para bien o para mal las cosas entre ellos. Todo, quería saberlo todo.
Es cierto que se conocían prácticamente desde hacía solo unas horas, pero había conectado de una manera tan especial con él que no habían sido necesarias unas larguísimas conversaciones para conocerlo y sentir esa unión tan particular que se da solo unas pocas veces en la vida.
Una unión que la hacía saber que le dolería mucho si las cosas no salieran bien para él.
Ambos habían sido tan listos desde muy jóvenes, con todas las dificultades que eso conlleva, que podían comprenderse de formas que otras personas nunca lograrían si quiera imaginar. Eran muy similares en cantidad de aspectos, sus vivencias y experiencias también lo eran, por lo que él parecía capaz de comprenderla increíblemente bien sin necesidad de esforzarse.
Era como si hubiese encontrado en Michael a esa persona rara y especial que siempre deseó conocer para sentirse algo más normal, aunque en realidad serían los dos unos bichos raros juntos.
Si algo lo hiciera estar mal, sabía que ella se sentiría igual de pesarosa por él.
— Ha sido maravilloso — dijo por fin tapándose las meguillas sonrosadas con las manos — El mejor beso de mi vida.
— ¿Lo dices de verdad? — preguntó contagiándose de su emoción, tal y como esperaba.
— ¡Sí! No puedo creerlo... creo, creo que por fin lo he encontrado.
Su sonrisa emocionada, pero a la vez anonadada transparentaba esa infinidad de emociones que debían de estar circulando dentro de él en esos momentos.
La emoción del hallazgo, la incredulidad de su propia suerte, el miedo a que no fuera real, el temor de no ser correspondido... eran tantas cosas nuevas, entremezcladas y completamente diferentes, que resultaban difíciles de procesar juntas.
— Bueno, pero no quiero ilusionarme, es demasiado pronto.
— Ya es un poco tarde para eso me parece. — Bromeó dándole un pequeño empujón con el hombro.
— No puedo creer que me haya atrevido a besarlo, tan pronto... Pero es que estaba tan atractivo... con esa picara sonrisa y las larguísimas pestañas mojadas. ¿Cómo alguien puede tener unas pestañas así de impresionantes?
— ¿Sus pestañas? ¿Te gustan sus pestañas? — Cuestionó divertida — Mi querido cerebrito de los ordenadores, me parece que estás total y completamente perdido esta vez.
— Oh dios que desastre, yo también lo creo.
Volvió a taparse el rostro con ambas manos para ocultar su expresión de eufórico enamorado y el sonido de su risa.
No podía creer que después de tantos años de ser despreciado por su orientación sexual, menospreciado por lo que era o deseaba ser, falsamente querido por personas que solo pretendían aprovecharse de su éxito cuando este llegó y poco valorado pese a su evidente inteligencia por encima de la media, por fin hubiese encontrado a alguien aparentemente capaz de sanar todas esas heridas infectadas que llevaban tantos años abiertas y sangrando en su corazón.
Ojalá no se estuviera equivocando esta vez, estaba seguro de que, de ser así, dolería muchísimo más que todos sus tropiezos anteriores.
Al menos en esta ocasión tendría una verdadera amiga, una sincera y comprensiva en la que refugiarse si las cosas salían mal, pensó dirigiendo sus ojos a Sienna. Ella tenía una sonrisa tan enorme como la suya y era solo porque se sentía feliz de verlo a él de esa misma manera. Era imposible no sentirse contento por tener a alguien así a su lado.
— Mi corazón latía tan de prisa la primera vez que lo vi que creí que se me saldría del pecho. — Comentó todavía sin poder asimilar como de diferente habían sido las cosas para él tan solo unas horas antes.
— ¿Amor a primera vista? — preguntó totalmente sorprendida.
Ella no creía en ese tipo de fantasías y pensaba que él tampoco, pero a juzgar por sus palabras y su soñadora expresión parecía que sí. No le juzgaba por ello, la mayor parte de la gente pensaba de la misma manera, era solo que ella tenía una forma diferente de interpretar las cosas.
Una en la que rara vez existían todos esos sentimientos intangibles e inexplicables que tantas páginas de libros y cintas de largometrajes ocupaban. Comprendía que hay que personas a las que se quiere, no era un androide sin alma después de todo, pero todo eso del romance, amores con tan solo una mirada o corazones que laten de prisa debido a una sonrisa, le parecían meras ilusiones a las que las personas les gustaba aferrarse para sentir que existen los milagros o la magia.
Pensaba que era algo de lo que muchos se agarraban para sentir que hay algo más grande o significativo, tal vez incluso especial, que la simple y llana realidad en la que deben vivir su día a día.
— ¿Tal vez? — él se tapó la cara y se la apretó un poco como tratando de llevar algo de sentido común a sus ideas. — No lo sé, ni siquiera creo en esas cosas, mi cerebro analítico no me lo permite. Aunque, lo cierto es que hasta hace poco ni siquiera creía en el amor romántico tampoco.
— ¿Qué te hizo cambiar de opinión? — Preguntó genuinamente interesada, porque ella se sentía de la misma manera.
— Jason creo. — murmuró sonrojándose otra vez. — Igual piensas que estoy loco, pero yo no venía aquí buscando ese cuento de hadas que todos parecen desear.
Dirigió su mirada verde hacia la cascada, hacia donde el hombre que había puesto su mundo de cabeza hablaba animadamente con otras personas ajeno a todo el caos que había creado dentro de él.
— Yo me metí a esto porque quería un compañero. Ya sabes, alguien con quien compartir todas las cosas buenas que te da la vida y obviamente también las malas. Una persona con la que ver series un domingo aburrido o con la que acurrucarse cuando hace frío, no lo sé, ese tipo de cosas que se siente muy solitarias a veces. Pero no amor.
Miró a Sienna para tratar de leer su expresión, quería saber si lo comprendía incluso en eso, tal y como había hecho con todo lo demás. Ella estaba atenta a él, con esa calma aparentemente tan inherente a su persona que lo impulsaba a querer acercarse, a compartirlo todo con ella.
Una vez había leído que un alma gemela, aunque en realidad tampoco creía en esas cosas, no tiene que ser precisamente la persona que amas como pareja, si no que es cualquiera con quien encajas y sientes que tu vida es mejor, o en todo caso menos desolada. Michael se sentía así junto a ella, desde que comenzaron a hablar en el barco, se sintió atraído a su lado como si siempre hubiese pertenecido allí.
Además, le parecía que ella se sentía de la misma manera, puede que al final hubiera llegado su momento para creer en todas aquellas cosas que siempre le habían parecido fantasías ilógicas. Bonitas para la ficción, entretenidas tal vez, pero nada más.
— De repente llegar a una casa gigantesca y solitaria ya no era tan atractivo como antes. — continuó hablando con calma abrazando sus rodillas — No importaba como estuviese decorada, cuanto me gustara o cuanto me costó conseguirla, regresar a aquel lugar vacío se me hacía increíblemente pesado y cada vez más difícil. Por eso me pareció que era tiempo de encontrar a alguien, pero nunca pensé en el amor.
— Te entiendo, tampoco yo creo en esas cosas. Simplemente creo que debemos encontrar a alguien agradable con quien convivir y compartir. Una persona que nos acepte y quiera estar con nosotros, aunque no siempre nos entienda.
Almas gemelas, ahí estaba su respuesta.
Tal vez habrían sido felices juntos, aunque de un modo totalmente platónico, sin necesidad de meterse en todo este embrollo de las citas. Pero ya no lo sabría nunca, porque su corazón parecía haber sido reclamado por un atractivo juez viudo y con varios hijos todavía pequeños.
— El romance es una tontería — comentó Sienna bajito con miedo de que alguien la oyera. — Después de todo no es más que un poco de oxitocina y casopresina generando un increíble exceso dopamina, que acaba corriendo alocadamente por el hipotálamo provocando conductas extrañas en diferentes partes del cerebro y del cuerpo en general. Nada que cualquier buena droga no pueda conseguir.
—Tienes razón — contestó riéndose de su resumen totalmente lógico del amor. — Pero ahora mismo mi hipotálamo, mi corteza prefrontal y varias cosas más, están completamente descontroladas.
Ella se unió a su risa divertida. Era reconfortante estar con alguien sin sentirse extraña, alguien que comprendiera sus bromas y rarezas, que no pensaba que era estúpida porque hablaba de cosas complejas que nadie entendía.
Sienna volvió a hablar sin poder dejar de reír, porque era cierto, su fría lógica a veces la sorprendía incluso a sí misma. En ocasiones ni siquiera se extrañaba de que la gente fuera incapaz de comprenderla, hasta que conoció a Michael, que parecía ser tan peculiar como ella.
— Que triste es la vida a través de la ciencia.
— No tanto. — Dijo la sedosa y atrayente voz de Jason a sus espaldas.
Michael miró hacia el lugar donde le había visto por última vez unos segundos antes y ya no estaba, se giró con rapidez para comprobar que definitivamente se encontraba allí al lado de ellos sintiendo como iba creciendo el pánico dentro de él.
¿Cuánto habría escuchado de esa tonta pero comprometedora conversación? Se preguntó preocupado.
No es que pensara ocultarle sus sentimientos, pero le parecía un poco precipitado que lo hombre los descubriera ya, cuando solo habían compartido un beso. No quería asustarlo tampoco.
— Llegué en la parte del hipotálamo descontrolado — añadió al ver la asustada expresión de ambos.
Los dos le parecían encantadores, parecían ser tan increíblemente inteligentes para la mayor parte de las cosas que todavía le sorprendía que pudieran ser tan ingenuos o inocentes para otras. Claro que, apenas los conocían, tal vez era solo su primera impresión.
Aunque después de tantos años trabajando como juez, analizando los comportamientos de todo tipo de personas, no creía que sus instintos o experiencias estuvieran fallando.
Esos dos tenían menos maldad que un par de cachorritos apenas nacidos.
Sería muy fácil que cualquier desalmado se aprovechase de ellos. Lo mejor es que los mantuviera vigilados, sobre todo a la doctora Bartlett que era la que estaba realmente en peligro, porque a Michael estaba seguro de que lo quería a su lado para siempre y por tanto ya no habría oportunidad de que cualquier oportunista jugara con él.
Siempre y cuando lo aceptara, claro.
— No creo que sean tristes o aburridas sus vidas. Antes los vi a ambos de lo más emocionados tratando de fotografiar el arcoíris que se forma al final de la cascada.
— Sí bueno, en realidad me planteaba llegar hasta el fondo, a ver si encontraba el cazo lleno de oro — bromeó Michael nervioso, haciendo referencia a la antigua leyenda.
Esa que dice que los pequeños leprechaun o duendecillos irlandeses, guardan y custodian su gran olla repleta de oro justo al final de un arcoíris. Quien logre encontrar donde comienza o acaba alguno, puede encontrar todo el tesoro.
— Bueno, yo no lo pensé, pero es buena idea. — Añadió Sienna sonriendo.
— Es cierto, deberíamos intentarlo. — Aceptó Jason de igual manera. Luego siguió hablando con calma. — Lo que quería decirles es que un arcoíris no es más que la refracción de la luz en el agua, eso lo saben perfectamente y aun así estaban totalmente emocionados por ver uno desde tan cerca. Mientras sean capaces de disfrutar de la belleza que les rodea, a pesar de saber que es generada por la mezcla correcta de átomos y partículas, entonces tienen esperanza y salvación.
— Wow... Nadie me había dicho nada tan bonito nunca. Seguro que no te gustan las mujeres ¿no?
— ¡Hey! ¡Arpía! ¡Yo lo vi primero! ¡Búscate a tu propio hombre que piense que ser listo es sexy e interesante! — Protestó Michael, siguiendo con la broma de Sienna mientras los tres reían.
Almas gemelas, amor romántico, duendes que esconden dinero... tal vez todas esas cosas fueran ciertas después de todo. Incluso para un par de incrédulos raciones como ellos.
NOTA DE LA AUTORA:
Hola amorcitos, ¿qué tal se encuentran?
Gracias por seguir caminando conmigo en esta historia, como siempre espero que les guste y les merezca la pena el tiempo que dedican a leerla.
¿Qué les ha parecido este nuevo capítulo?
¿Les gusta esta sub trama entre Michael y Jason? Yo les adoro, la verdad es que no pensaba hacerlos así al principio, pero cuanto más aparecen más me gustan.
Como siempre se agradecen los comentarios, votos y consejos.
¡¡¡Besoooootes con amor!!!
Nos leemos ❤.
J.J.
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