🌺 Capítulo 4

🎧 Canción del capítulo: Meghan TrainorTitle.


Sienna tuvo que obligarse a dejar la preciosa cabaña y la verdad es que lo logró solamente porque su estómago gruñía como si tuviera una pequeña bestia encerrada allí.

Estaba tan cómoda, fresca y relajada ahí... pero tenía demasiada hambre.

Caminó tranquilamente por los senderos, algunos hechos con angostos tablones de madera daban a las demás cabañas, otros eran simplemente de arena y tenían las marcas de las ruedas de los pequeños coches con los que se movían por allí. Todos los senderos estaban rodeados de espesa vegetación, de variedad de tamaños, colores y aromas.

Era un espectáculo para el olfato, la vista y todos los sentidos en general.

Afortunadamente, pese a que aquello parecía un gran y complejo laberinto, era relativamente sencillo moverse sin perderse. Porque al final todos los caminos acababan en el centro del complejo hotelero, como una pequeña Roma privada.

Iba disfrutando con gusto de todo lo que había a su alrededor. Desafortunadamente olvidó llevar su cámara en esa ocasión, pero no pasaba nada, ya habría tiempo. Apenas era el primer día, se dijo emocionada viendo como un pequeño animal salía corriendo a esconderse en un bajo pero frondoso arbusto justo cuando ella pasaba.

No podía creer que estuviese tan contenta con esas vacaciones que creía que odiaría, de haber sabido que lugar era tan impresionante habría aceptado mucho antes aquella descabellada idea de su madre. Bueno, pensándolo bien tal vez era un poco pronto para creer eso, todavía no había comenzado realmente la experiencia romántica; la que a su parecer era la peor parte del viaje.

Al llegar al comedor no se extrañó de que todo fuera tan hermoso y elegante, siguiendo por supuesto el diseño clásico pero fresco, en tonos tierra y con mucha vegetación. Sin duda aquellas altísimas columnas blancas de estilo griego y las gigantescas plantas de helecho colgadas del techo le daban al lugar un aire de antiguo palacio mediterráneo.

Las gemelas evidentemente tenían buen gusto y mucho estilo. No es que en algún momento lo hubiese dudado, principalmente después de ver cuanto había costado aquella aventura.

Cada vez que pensaba en la exorbitante cifra que se había gastado su madre para enviarla allí se sentía mal por infinidad de razones. Por estar allí disfrutando sin ella, porque en realidad no quería un marido, porque dudaba que fuera a encontrar alguno ahí aunque hubiera buenos candidatos, porque ella en realidad solo había querido escapar... tantas cosas estaban mal en eso.

Pero ahora ya no era tiempo de lamentarse por ello, debía al menos intentar disfrutar de la aventura. En cuanto pudiera se encargaría de conseguirle las mejores vacaciones posibles, sin duda ella se las merecía y desde hacía mucho tiempo, además.

Le pareció raro que no hubiese muchas personas allí, esperaba más gente hambrienta como ella, pero suponía que la mayoría de los huéspedes estarían descansando o preparándose para la tan ansiada cena de inauguración. Mejor, así tenía más tiempo para hacerse a la idea de las citas o para pensar en alguna forma ingeniosa de evitarlas.

Se dirigió decidida a la gigantesca mesa donde se encontraba servido un variado bufé frío cargado de delicias recién hechas. Había tanta variedad de platos apetecibles que recorrió el servicio con la mirada temiendo que le llevaría siglos poder elegir algo, afortunadamente una cosa llamó su atención por encima de todas las demás.

Un rechoncho e increíblemente apetecible bollo de crema hecho al estilo alemán.

Ah... ese suave exterior dorado que parecía besado por el sol y estaba espolvoreado con un poco de azúcar glas, la brillante crema amarillenta asomando ligeramente e invitado a darle un lametón, su apariencia increíblemente esponjosa como si la masa estuviera hecha de nubes dulces... Podía olerlo e incluso hasta saborearlo en su mente mientras se acercaba, era el último que quedaba y estaba segura de que la llamaba. No tenía dudas de que tendría su nombre escrito en alguna parte, debía ser para ella.

Se apresuró a buscar unas pinzas con las que servirlo en su plato y regresó preparada para recogerlo cliqueándolas con emoción. Clic, clic, clic, ese apetitoso bollito es para mí, clic, clic, clic, canturreó mentalmente acompañando la canción con el sonido metálico de las pinzas al abrirlas y cerrarlas.

Pero como no podía ser de otra manera en aquel viaje, unas grandes manos masculinas lo tomaron justo delante de sus ojos mientras ella apenas estiraba el brazo. Tendría que haberlo esperado, ¿cómo no se había acostumbrado ya a eso?

Podía ver casi a cámara lenta como él se lo llevaba. Como una bonita y elegante mano pasaba por delante de su cara totalmente vacía, rumbo a la todavía humeante masa tibia y luego de vuelta hacia atrás con el apetecible dulce bien sujeto.

No le hizo falta levantar la mirada para saber de quien se trataba. No sólo porque había llegado antes a algo que ella quería, si no por las mangas que cubrían sus muñecas. Blanquísimas mangas almidonadas y todavía abotonadas con dos carísimos gemelos. No había nadie más en el hotel vestido de esa manera tan formal, por tanto, solo podía ser el amable desconocido del traje, se dijo irónica.

¿Quién más podría ser si no?

Giró sobre sus talones sin siquiera dignarse a prestarle más atención, claro que era él. No es que fuera realmente capaz de reconocerlo de alguna forma y mucho menos después de ver solo una parte de su cuerpo, pero ¿Qué otra persona intentaría fastidiar sus vacaciones de manera sistemática sin siquiera proponérselo?

No alcanzó a dar unos pasos, mucho menos a alejarse, cuando esa misma mano malvada, volvió a aparecer. Pasó suavemente por encima de su cabeza y deposito el dulce con cuidado en la bandeja que ella llevaba.

¿Qué acababa de pasar? ¿Por qué había hecho eso? ¿Se lo estaba dando?

La mueca de desconcierto en la pequeña cara de Sienna debía de ser muy graciosa, pero ni si quiera pesó en ello. Rodó rápidamente sobre si misma para mirarlo, necesitaba estar de frente para comprender lo que había pasado. Su pequeña nariz respingona casi choca con el amplio pecho de él, ¡que cerca estaba ese hombre! Pensó, agradeciendo a que sus reflejos fueran lo suficientemente rápidos como para apartarse antes de llegar a tocarlo.

Si no estuviese tan asombrada por lo que acababa de suceder, habría dedicado más tiempo a pensar en lo agradable que era el aroma de su colonia, lo bonita que era su piel ligeramente bronceada o lo realmente alto que era, entre otras cosas. Afortunadamente había más cosas en la lista de prioridades en ese momento.

¿El antipático acababa de entregarle voluntariamente el último bollo? ¿Por qué? ¿Qué estaba pasando? ¿Se habría quedado dormida en la habitación después de todo? Juraría que no, pero al parecer todo era posible, sobre todo si ella seguía soñando.

Claro que tampoco es que fuera tranquilizador que precisamente él de entre todos y encima con tanto lujo de detalles, apareciera en sus sueños. Si su subconsciente era capaz de hacerle eso, sin duda estaría en serios problemas.

—No quería ser el responsable de esa mirada de tristeza en su cara —explicó el roba taxis arrancándola de sus pensamientos sin darle mayor importancia.

—¿Qué? —cuestionó ella sin comprender nada, todavía estaba intentando conectar ideas. Probablemente demasiadas a la vez.

—Traía una mirada cargada de deseo mientras se acercaba —comentó mirándola detenidamente—. Debería de tener cuidado con ella o emocionará a más de uno aquí. —Él hizo una pequeña mueca, como intentando ocultar una pícara sonrisa y siguió hablando—: luego, yo tomé ese dulce y todo se llenó de nubes en esos ojos azules suyos.

—No entien...

—Quédeselo y ya está —dijo interrumpiéndola y marchándose. Como si no quisiera que ella se cuestionara mucho porque estaba siendo amable.

Tampoco Sienna estaba del todo segura de querer comprender lo que acababa de pasar, había sido algo extraño la verdad, pero tenía el delicioso bollo así que daba igual, ¿no? Tal vez el trajeado no fuese tan mala persona como creía después de todo, razonó con una sonrisa yendo a recoger más cosas apetitosas que probar y con las que llenarse la barriga.

Cuando tuvo la bandeja cargada de cosas sabrosas se dispuso a buscar una mesa, estaban casi todas ocupadas por parejas y sería raro sentarse sola por lo que se le ocurrió que podía sentarse con Michael. El simpático hombre que había conocido durante el trayecto en barco y el cual al final decidió dormir menos y acercarse a comer. Descartó la idea rápidamente al ver que otro hombre igual de atractivo, precisamente aquel que él había elegido en el viaje de ida a la isla, se sentaba en su mesa y este sonreía de oreja a oreja.

Que rápido había sido al final y eso que le había comentado antes que le preocupaba no gustarle, aunque ella realmente dudaba que eso fuera posible, sobre todo teniendo en cuenta lo simpático y encantador que era. Pero ya se vería que sucedía al final, apenas era el primer día, uno que para él evidentemente empezaba la mar de bien.

Michael miró hacia ella justo en ese momento y le guiñó un ojo con picardía y complicidad, de manera muy discreta claro, antes de seguir hablando con su deseado acompañante. Sí, seguro que les iba bien.

Siguió caminando en busca de algún lugar, pero todos se habían llenado increíblemente de prisa, cuando entró unos minutos antes no había prácticamente nadie y ahora de repente estaba repleto. Además, ¿ya todo el mundo había elegido a su media naranja? ¡Cuánta velocidad!

Recorrió el lugar nuevamente con la mirada y soltó un suspiro agotado al ver cuál era el último lugar disponible. Probablemente aquello había sido diseñado precisamente de aquella forma para que todo el mundo estuviera en parejas.

Que mala suerte tenía a veces, ¿en qué momento se había llenado aquello?

Se planteó marcharse y comer todo en su habitación, pero no era un trayecto precisamente corto ni cómodo para hacerlo una bandeja colmada. Definitivamente tendría que haber aceptado la oferta de Caesar, el amable empleado del hotel, de llevárselo hasta la casita. Pero su curiosidad por verlo todo le había ganado, siempre esa maldita haciéndola vivir situaciones complicadas.

Así que aquí estaba, ante la tesitura de comer de pie como la apestada de la clase o sentarse precisamente con él.

El oscuro, solitario, frío y antipático caballero del traje.

Bueno, pensándolo fríamente no sería gran cosa, solo era un pequeño picoteo, podía aguantarlo junto a él. Si es que se lo permitía claro. Podían compartir la mesa sin siquiera tener que hablar, como se hacía a veces en algunos restaurantes cuando las personas iban solas y todo estaba ocupado.

Así que se armó de valor y caminó decida rumbo a su mesa, en cuanto el roba taxis vio que se acercaba se apresuró a hablar.

—Lo siento señorita, no pretendo ser grosero, pero no estoy interesado —dijo sin mucho tacto y sin molestarse en ocultar el fastidio que le producía aquella interrupción—. Solo le he entregado ese bollo porque parecía que lo deseaba mucho y a mí me daba igual comerlo o no.

Uy, eso habría dolido si a ella le hubiera gustado ese odioso de verdad.

—Y se lo agradezco porque la verdad es que sí me apetecía mucho, pero no he venido por eso. Es la última mesa que queda libre. —Sin esperar otra respuesta o darle tiempo para negarse, se sentó y colocó su bandeja delante para empezar a comer.

Él echó un vistazo alrededor como para asegurarse de que era cierto lo que decía. Que desconfiado y arrogante es, pensó ella y añadió solo para que le quedara claro:

—Además, no se ofenda, pero probablemente usted sería el último hombre de este lugar en el que me fijaría.

—Disculpe, no es nada personal.

Sus ojos, que ahora sin las gafas oscuras podía ver claramente que evidenciaban su ascendencia de Asia oriental, se achicaron un poco por la ofensa. O tal vez fuera por contener las ganas de reírse, no estaba del todo segura de porque sería y menos aún le importaba.

—Tampoco pretendía ofenderla. Como seguramente ya sabe, usted es probablemente una de las mujeres más atractivas de este evento, pero yo no he venido para encontrar esposa aquí. Y tampoco marido, antes de que lo pregunte —se apresuró a aclarar, mientras esperaba a ver si ella corregía sus palabras algo ofensivas de antes, pero no lo hizo.

—Gracias supongo —aceptó Sienna encogiéndose de hombros sin darle mayor importancia. No creía que la mereciera tampoco.

¿La más atractiva del evento? ¡Ja! ¿Ahora también la alagaba? Qué raro era.

Él siguió comiendo, tratando de ocultar una sonrisa de diversión, al parecer ella era dura de pelar. Cualquier otra mujer se habría emocionado ante un comentario así proveniente de él, pero esta peculiar joven no. Simplemente continuó masticando como si ni siquiera hubiese hablado.

¿Sería una táctica para llamar su atención? Se preguntó intrigado, sabía que a muchas les gustaba jugar a eso de hacerse las indiferentes para parecer más interesantes y después de todo a ella la había pillado mirándolo bastante embelesada en el barco. Claro que luego se había avergonzado bastante por ello, tal vez porque la había descubierto, pero eso no quitaba el hecho de que lo estaba analizando con todo detalle.

—¿Puedo preguntar por qué ha venido si no busca pareja? —preguntó ella sin poder contener su siempre inquieta curiosidad y sacándolo de sus pensamientos.

—Porque es lo que mi abuela quería.

Por un momento se planteó mentirle, darle cualquier excusa por poco creíble que fuera. Pero le daba exactamente igual lo que esa mujer o cualquier otra pensara de él o sus razones, así que decidió que no se molestaría en inventarse una historia, además, la verdad valdría para acabar de espantarla si realmente estaba interesada en él.

—¿Y no es un poco mayorcito para hacer lo que su abuela quiere? —cuestionó, por fin mirándolo directamente y clavando en él esos llamativos pozos azules.

—Supongo —murmuró impasible—, pero al parecer su último deseo es ver a su querido nieto casado y por eso estoy aquí.

—Oh lo siento mucho, no sabía que estuviese enferma. Perdón, he sido descortés con mis preguntas —pronunció ella apenada por haberle hecho hablar de algo así de doloroso. Siempre la condenada curiosidad metiéndola en líos.

—Y no lo está —respondió tranquilamente sin dejar de comer—, pero es más fácil aceptar estas vacaciones que convencerla de lo contrario, así que aquí estoy.

—Ah comprendo —dijo, aunque no lo hacía realmente. Cuanto más hablaban menos lo entendía—. ¿Pero no piensa ni siquiera intentarlo? ¿Por ella? —preguntó apenada, pensando en la pobre ancianita a la que seguramente le preocupaba enormemente que su antipático nieto se quedase solo para siempre una vez que ella ya no estuviera.

—No —contestó sin dejar atrás el aire de indiferencia que al parecer era característico de él—, por ella me he tomado mis primeras vacaciones en años, debería de ser más que suficiente con eso. Además, cuando decida encontrar una esposa será de un modo normal, no dependiendo de todo este romance artificial.

Sienna miró a las demás mesas preocupada de que alguien lo hubiese oído hablando de esa forma, si bien es cierto que a ella no le importaba, alguien que realmente quisiera aprovechar aquellas jornadas para conocer el amor podría sentirse mal ante su comentario hecho con ese tono despectivo.

Él ni siquiera lo notó, o más bien no le importó, porque siguió hablando con la misma seriedad desdeñosa que antes sin prestar atención.

—¿Y usted por qué esta aquí? ¿Tan complicado es captar un marido rico en el mundo real? —Esa pregunta, aparentemente inofensiva, pero en realidad hecha de forma evidentemente burlona la ofendió bastante, pero no pensaba dejárselo ver.

—No tengo idea, tampoco lo estoy buscando.

—Ah perdón la he malinterpretado, como ha dicho antes que sería el último hombre he pensado que...

—No, sí me interesan los hombres. —Sienna saboreaba su bollo despacio, con calma, pues era mejor eso que tirarle algo a la cara por ser tan repelente—. Pero no busco marido.

— ¿Entonces que hace aquí? —preguntó tratando de centrar su cerebro en otra cosa que no fuera lo que lo invadía en esos momentos.

Por alguna razón, que prefería no comprender o en realidad no reflexionar mucho, parecía irremediablemente atraído, cautivado, o más bien hipnotizado, con el movimiento de los labios femeninos al comer. Esa atrayente boca, pequeña pero regordeta, llamaba tanto su atención que le costaba despegar los ojos de ella. Afortunadamente ella no lo notó, comiendo tan contenta como esta, eso habría sido algo bastante difícil de explicar.

—Mi madre quería que lo hiciera.

—¿Y no es usted un poco mayorcita para hacer lo que su madre quiere? —cuestionó él con una gran sonrisa de dientes blanquísimos devolviendo su impertinente pregunta.

—Bien jugado —admitió un poco reticente— y bueno, ya sabe que a veces hay personas a las que no se les puede decir que no. Además, las otras vacaciones que había planeado se cancelaron así que decidí aprovechar estas.

La sonrisa de él se amplió y sus ojos se iluminaron como si acabase de tener una maravillosa idea. A Sienna le recordaba más a un depredador, de esos que aparecen en los documentales de la naturaleza, a punto de abalanzarse sobre su desprevenida e inocente presa. Ella no estaba segura de querer saber que le había hecho poner esa expresión, así que prefirió fingir que no había visto nada y seguir comiendo.

Pero para su desgracia el hombre no iba a dejarlo pasar, menos ahora que había dado con la mejor solución. Después de todo, un león nunca deja escapar a una gacela una vez que ha fijado su objetivo.

—Entonces usted no quiere sacar de aquí un marido ¿verdad? —preguntó él arqueando una oscura ceja.

Quería asegurarse de que realmente la había comprendido bien. Porque de ser así, la solución que estaba buscando desde que se enteró de aquel viaje, estaba sentada justo delante de él en forma de atractiva mujer, que con suerte no estaba para nada interesada en su persona.

Ella se limitó negar con la cabeza a modo de respuesta, después de todo no buscaba marido. No sabía porque le estaba respondiendo sinceramente, pero lo había hecho. ¿Debería preocuparse por lo que estaba pasando por la mente de él? Nah, seguro que no, no tendría nada que ver con ella.

—Perfecto —dijo ampliando esa predadora sonrisa todavía más—. Salga conmigo entonces —añadió sin cambiar de expresión.

Pues se equivocaba, sí que tenía que ver con ella al final.

De todas las cosas, de todas las palabras, de todas las combinaciones de letras posibles que existían en el mundo, nunca imagino que eso sería precisamente lo que saldría de la boca del antipático. Su sugerencia la sorprendió tanto que la comida se le acabó yendo por el camino equivocado y se atragantó. En cuanto comenzó a toser él le pasó un vaso de agua, sin perder la calma por su puesto.

¿Acaso nada lo alteraba lo más mínimo? Y, por otro lado, ¿acababa de pedirle salir? por dios, ¿qué le pasaba?

—Tampoco es para emocionarse tanto, mujer —bromeó.

Míralo, si también hasta sabe tener sentido del humor, pensó cada vez más sorprendida sin dejar de beber agua para empujar el nudo que se le acababa de formar en la garganta.

—¿Por qué me pide que salga con usted? —dijo en cuanto pudo hablar, aunque con la voz todavía algo estrangulada—. Creía que habíamos aclarado que ninguno de los dos estaba interesado.

—Precisamente por eso es la solución ideal. Ninguno de los dos busca una pareja y dudo que llegáramos a gustarnos —al decirlo la recorrió completamente con la mirada sin molestarse en disimularlo—. Así que podríamos fingir que estamos juntos para que los demás nos dejen en paz. Piénselo, disfrutaríamos tranquilamente del lugar, que por cierto es bastante agradable, sin ser molestados.

Visto de esa manera...

Odiaba tener que admitirlo, pero el "simpático" había tenido una idea bastante buena. Detestaba tener que lidiar con todo el proceso de citas y todavía no había encontrado una forma de saltárselo, hasta ahora. Puede que soportarlo a él la mayor parte del tiempo fuese un precio pequeño que pagar a cambio de gozar de aquel lugar libremente sin ser incordiada.

De repente, la habitual cara seria de él se transformó en una completamente diferente. De pronto su expresión era agradable, acompañada además de una afectuosa sonrisa dirigida exclusivamente hacia a ella. Parecía incluso cálido y amoroso si uno se fijaba en esos fríos ojos oscuros a los que parecía no acabar de llegar toda esa suavidad.

¿Qué le pasaba ahora? Tal vez era mejor mantenerse alejada de él, después de todo no lo conocía de nada, puede que fuera un psicópata.

—¿Qué hace? ¿Por qué me sonríe así? —preguntó desconcertada—. ¡Deje de hacer eso con la cara! —exigió.

—Las señoras nos están mirando —fue todo lo que dijo, Sienna no entendía nada.

Hizo ademán de girarse para ver a quien se refería, pero él se lo impidió de manera delicada, aunque enérgica. Todo ello sin perder la amorosa expresión de su rostro. Oh maldito embaucador, si algún día mirase a una incauta mujer de esa forma de verdad, la pobre desgraciada se derretiría sin remedio y probablemente caería rendida a sus pies irremediablemente.

No tendría escapatoria después de eso, afortunadamente para ella nada era real.

—No sea indiscreta, no mire ahora —susurró.

—¿Qué señoras? ¿De qué está hablando?

—Las dueñas, las gemelas Vaughan —aclaró él sin alterar su semblante, con un poco de fastidio ante la incomprensión de ella, como si le molestase tener que explicárselo todo—. Son amigas de mi abuela y seguro que le reportan cada detalle de lo que haga. ¿Puede sonreír también usted un poco?

—No. —Siguió comiendo como antes. No pensaba ayudarlo, al menos no todavía. Todo eso era una locura.

—Qué poco colaboradora —él borró la sonrisa, pero sin quitar del todo la expresión empalagosa de su rostro—. ¿Qué dice? ¿Acepta entonces el trato?

—No lo sé —contestó dudosa. ¿Se lo estaba pidiendo en serio? ¿Era acaso la única que pensaba que eso era una insensatez?—. No estoy segura de que me compense pasar estos quince días con usted. No se ofenda.

Lo mencionó con la firme intención de ofenderlo, evidentemente y puede que también quisiera distraerlo un poco para que cambiara de tema, pero en lugar de molestarse él respondió con picardía.

—Puedo ser muy agradable si quiero.

—¿Y querrá?

Ahí estaba la verdadera clave del asunto. Él no tuvo que responder para que ella se diera cuenta de que lo sería cuando tuviera ganas y cuando no, no. Y probablemente la mayor parte del tiempo no le apetecería.

—¿Y qué pasa si aparece alguien que me gusta? —cuestionó Sienna otra vez, recorriendo el lugar con la mirada y deteniendo sin querer sus ojos en Trevor Hayes.

Claro, como si se pudiera evitar mirar a un hombre así.

Le había costado un poco caer en porque le resultaba tan familiar aquel simpático desconocido, pero al final lo había hecho. Una imagen de él al final de un partido de futbol americano, con todas las protecciones y el casco blanco con dorado debajo del brazo apareció en su mente cuando menos lo esperaba.

Fue una tonta al no reconocerlo desde un principio, sus primos veían los partidos constantemente y cuando no había competición simplemente hablaban de ello. Pero es que Trevor se veía tan diferente sin su uniforme del equipo.

No podía creer que él guapísimo y talentoso deportista de la NFL estuviera allí, con su característica sonrisa desenfadada y su pelo rubio despeinado pero de la manera adecuada, haciéndole parecer un joven Brad Pitt.

Dudaba que un hombre como él fuera a fijarse en ella, pero una chica puede soñar ¿no?

—Ah, debí suponer que usted no sería diferente —dijo el hombre sentando a su mesa con algo de fastidio al ver a donde estaba mirando Sienna—. Supongo que si conociera a alguien que le agrada podríamos anular nuestro trato.

—Me parece bien —aceptó más animada. No creía que eso realmente fuera a pasar, pero le gustaba la idea de tener un plan de escape de ese extraño pacto—. También me parece que lo justo sería que usted tuviese la misma regla. Si conoce a alguien que le guste invalidamos el acuerdo, aunque dudo que pueda encontrar aquí o en ninguna otra parte del mundo ese dechado de virtudes que querrá por esposa.

Mejor dicho, alguna pobre mujer capaz de aguantarlo, pensó, aunque le pareció que era mejor no decirlo.

—Perfecto, tenemos un trato entonces —dijo él con una amplia sonrisa, esa que debía utilizar en la sala de juntas de su empresa cuando cerraba un trato millonario.

Si es que realmente era un ejecutivo, tal vez solo fuera un vago con un buen traje. Sienna acabó con los restos de su aperitivo completamente satisfecha, aunque algo inquieta. Por alguna razón, sentía que acababa de firmar un pacto con Lucifer a cambio de su inocente alma. Tal vez fuera la expresión complacida de su rostro, o sus ojos que la miraban como si fuera un pequeño pececillo ingenuo que había aceptado hacerse amiga de un tiburón.

¿Por qué había aceptado? Cierto, porque estaba un poco desesperada.

—Ah, creo que deberíamos poner otra regla... —añadió el hombre, aunque no logró acabar la frase.

Perdió un poco de su siempre centrado tren de pensamientos, al verla pasarse incesantemente la rosada e increíblemente tentadora lengua por la comisura de los labios una y otra vez, tratando de borrar la marca de crema que había dejado aquel dichoso bollo, en lugar de limpiarse con una servilleta.

Esta mujer lo ponía de los nervios, pensó tragando saliva y pasándole una de mal modo.

—¿Cuál?

—¿Cuál qué? —preguntó todavía distraído por el movimiento de su boca. ¡Céntrate hombre!—. Sí, ya, la regla cierto. No vaya a enamorarse de mí —murmuró con arrogancia.

—Por favor, pensaba que diría algo en serio —protestó ella poniendo los ojos en blanco y por fin limpiando sus labios con la tela que le había dado—. Tenga cuidado de no enamorarse usted de mí, señor —añadió divertida y algo burlona.

¡Ja! Como si un hombre como él fuese a sentirse atraído de esa forma por una diminuta y aburrida mujercita como ella, pensó despectivo.

Miró sus pantaloncitos beige de tiro alto y su amplia camisa blanca estilo vintage, no había nada destacable allí, tal vez la diminuta cintura remarcada por el cinturón, pero tampoco podía distinguirse mucho más de su figura. Luego estaba la descontrolada maraña de rizos rubios, parecía una turbulenta cascada de oro líquido eso era verdad, pero era demasiado llamativo para agradarle.

¿Los enormes ojos azules? Bueno, tal vez. ¿La sedosa y delicada piel blanca sin una sola marca? Pasable, aunque demasiado clara para su gusto, parecía hecha de mármol y le daba la sensación de que sería fría al tacto. ¿La bonita boca? Bueno, lo cierto es que no podía eliminar de su mente la imagen de esa pequeña lengua recorriendo sin cesar los carnosos labios rosados.

No, que tontería, no sería la primera ni la última mujer con cierto rasgo atractivo con la que se cruzaba. No, sin duda no sería un problema, no se enamoraría de ella.

Que locura tan absurda.


Nota de la autora:

¿Qué tal mis bellas personitas? ¿Cómo les va tratando la semana? 

¿Qué les ha parecido el capítulo de hoy? Parece que finalmente tenemos un verdadero acercamiento y un plan. ¿Qué piensan de ese plan? ¿Lo harían? 

Ya veremos como le va a Sienna con eso. 

Muchas gracias por todo el apoyo y el amor que me siguen dando siempre, son la razón de que siga ilusionada trayendo nuevos capítulos. 

¡Muchos besotes!

Nos leemos ❤. 

J. J. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top