🌺 Capítulo 32

🎧 Canción del capítulo: Henry Moodie — drunk text.


—Al fin te encuentro —dijo Michael interceptando a Sienna en su fuga hacia el baño—. ¿Dónde te habías metido? ¿Estás bien?

—Hablaba con Cailean.

—Ah —contestó sorprendido y preocupado—, ¿qué tal fue?

—Mejor de lo que esperaba, aunque no del todo bien tampoco.

—Explícate —le pidió, mientras la tomaba del brazo y comenzaba a caminar rumbo a las escaleras que los llevarían al jardín.

—A ver —comentó soltando un suspiro—. No ha estado del todo mal porque me he comportado con normalidad, creo... pero, al mismo tiempo, nada más verlo me he dado cuenta de que la distancia no sirvió de nada.

—Eso quiere decir que...

—Sí, ese estúpido es el dueño indiscutible de mi corazón —acabó, poniendo una mueca enfurruñada.

—Ay, mi pequeña bonita, siento oír eso —comentó apenado—. Hace un rato hablé con él, tenía tantas ganas de pegarle una bofetada por no quererte...

—No creo que eso fuera justo, el pobre no tiene la culpa.

—Es cierto, en parte, por eso no lo hice.

El frío de la noche los envolvió al pisar el césped cubierto por la bruma, aunque apenas lo notaron. La única evidencia fue que Sienna se acercó un poco más a Michael para absorber algo de su calor, sin embargo, ninguno perdió el hilo de la conversación.

—¿Qué piensas hacer? ¿No vas a decirle nada? —preguntó Michael—. Ya no está con Amanda tampoco.

—Nada —contestó escueta, sin levantar la mirada del suelo—. Tal vez esté con alguien más o peor, con el corazón roto por ella.

—Nah, no creo que esté afectado por eso —dijo él convencido—. A lo mejor es tu oportunidad...

—No, no pienso avergonzarme de esa manera. Regresaré a la isla y mantendré la distancia con él, eso había funcionado.

—Sí, hasta que lo viste. No sirvió de nada en realidad —protestó preocupado por ella.

—Lo hizo, solo tengo que asegurarme de no volver a verlo. Tampoco será tan difícil, vivimos en lugares diferentes del mundo y no frecuentamos los mismos círculos de personas.

—Vaya, me parece una solución estupenda —contestó irónico—. Y sí que comparten amigos.

—Amigos que no tenemos por que ver al mismo tiempo, funcionará. Ya verás.

—Si tú lo dices... —aceptó en absoluto convencido de sus afirmaciones.

Un amor como ese no se olvidaba dejando de verlo, de oírlo, fingiendo que no existía, no se olvidaba y punto. Pero tal vez Sienna no estaba preparada todavía para eso, tal vez sólo necesitaba algo más de tiempo para acostumbrarse a vivir con él sin que le hiciera daño.

Esta prueba de fuego que había tenido hoy no salió bien, pero fue el primer encuentro después de saber lo que sentía, puede que a partir de ahora las cosas comenzaran a ir mejor. Con suerte sería cada día un poco más fuerte y no se sentiría romperse por dentro cada vez que se encontrara con ese tonto que no correspondía sus sentimientos.

¿Pero de verdad él no la quería?

Michael no podía quitarse da la cabeza la idea de que Cailean sentía lo mismo, pero no se atrevía a confesarlo o tal vez a aceptarlo, aunque eso en realidad no tenía mucho sentido. Un hombre como él rara vez salía huyendo de nada, ¿porque dejaría escapar algo tan especial como Sienna solo por qué sí? No, definitivamente no tenía ningún sentido.

Iban tan distraídos caminando por el jardín que apenas notaron que se dirigían hacia el laberinto hasta que estaban justo delante de él.

Los enormes setos verdes eran una clara indicación de que era más seguro no pasar. Cada una de sus hojas brillantes bajo la luz de la luna, gritaban que era mejor no adentrarse a esas horas si no se conocía bien el camino; pero, a su vez, la pequeña puerta a solo unos pocos pasos de distancia era una invitación tan inmensamente tentadora...

—Vamos a entrar, ¿verdad? —preguntó Sienna con una pícara sonrisa, ya sabía la respuesta.

—Por supuesto —contestó él, con una expresión muy similar—. Además, mira el centro, parece que está muy iluminado, seguro hay algo que merece la pena ver ahí dentro.

—¡Vamos! —dijeron al unísono antes de comenzar a andar.

Luego de unos cuantos giros a izquierda y derecha, algunas paredes sin salida y otros falsos pasillos, consiguieron llegar al medio del laberinto sin apenas dificultad. Las cosas a veces eran demasiado aburridas cuando uno era inteligente, como era el caso de ambos.

La doctora había memorizado con facilidad todos y cada uno de los caminos correctos que habían seguido para acercarse hasta allí, quería estar segura de que eran capaces de salir cuando lo decidieran.

—¡Vaya! —exclamó Michael, sacándola de los últimos pasos que estaba dando en el mapa mental que acababa de crear.

—Esto es hermoso...

Ambos permanecieron de pie, incapaces de entrar del todo a la parte central. Estaban embelesados, observando cada detalle, lo que no era difícil porque todo estaba iluminado con cientos de diminutas luces blancas camufladas entre el follaje que creaba las paredes del propio laberinto.

La fuente, que ocupaba el espacio del medio, estaba adornada con hermosas flores, mientras todo alrededor desprendía destellos luminosos. Parecía un refugio secreto de hadas repleto de magia.

—¡Me encanta! —gritó Michael, justo antes de correr arrastrándola con él.

—¿De dónde sacan estas ideas tan hermosas siempre?

—No lo sé —dijo él dando vueltas sobre sí mismo, dejando que las brillantes lucecillas a su alrededor se movieran y difuminaran con cada giro—. Pero es hermoso... es como estar bailando en el cielo nocturno, rodeado de estrellas.

—Mira esto, incluso hay pequeños corazones aquí —expuso Sienna mirando dentro del agua cristalina de la fuente.

—Podría hacerlo aquí... sí... tiene que ser aquí...

—¿De qué estás hablando? ¿Qué tiene que ser aquí? Espero que no sea pis, porque eso realmente estropearía la magia del lugar para siempre.

—¡Eso no! —se quejó, antes de seguir hablando—. ¿Recuerdas que te dije que tenía un plan? —susurró acercándose a ella.

—Sí —contestó de la misma forma—. ¿Qué es? No quiero meterme en líos.

—No es nada malo, lo juro.

—¿Entonces porque hablamos así y nos vamos acurrucando cada vez más para cuchichear? —preguntó curiosa.

—Ay, no sé —contestó soltando una carcajada y alejándose—. A lo mejor ese niño ángel que está en la parte de arriba de la fuente, soltando agua como si estuviera aburrido lo cuenta todo —siguió bromeando.

—Te pusiste todo misterioso de repente.

—Lo sé, es que es algo importante. Voy a pedirle a Jason que se case conmigo, mañana.

—¿¡Qué!? —gritó Sienna completamente emocionada.

—Shh —exclamó tapándole la boca—, no seas escandalosa. No solo el niño ángel te va a oír si lo haces. No quiero que nadie nos oiga hablar de esto, es una sorpresa.

—Perdón, me has sorprendido —contestó apartando su mano para poder hablar—. Al menos podrías haberme dado un poco de anestesia antes de soltar un notición así.

—Lo siento, estoy tan emocionado y nervioso...

—No puedo creerlo. ¡Me alegro tanto! —exclamó abrazándolo—. Felicidades mi grandullón. ¿Tienes el anillo y todo?

—Claro que sí, ¿cómo voy a pedírselo si no? —rebuscó con nerviosismo en todos sus bolsillos hasta dar con lo que buscaba—. Mira.

—Es precioso Michael... —murmuró con suavidad, pasando un dedo por la superficie reluciente de la joya.

—¿De verdad lo crees? ¿Le gustará? No quería que fuera ostentoso, pero tampoco sencillo... me costó tanto decidir.

—Estoy segura de que le va a encantar, es muy bonito. ¿Para esto querías mi ayuda?

—Sí, necesitaba tu mente para pensar en un plan adecuado, yo gasté casi todas mis ideas en este anillo —bromeó—. Pensé tal vez en un picnic o algo así, aunque después de ver este lugar, creo que no tengo mucho más que idear.

—¡Claro! ¡Aquí será perfecto! Yo haré que venga y...

—¿Qué hacen ustedes dos aquí escondidos susurrando? ¿Qué traman esta vez? —preguntó Jasón, apareciendo de sorpresa e interrumpiendo la frase de Sienna.

Ambos saltaron presa del susto, las manos de Michael temblaron casi haciéndole tirar al suelo la preciada caja. Sienna se giró con rapidez para quedar de frente al recién llegado, pegó su hombro al masculino en un desesperado intento de ayudarlo a ocultar el anillo y de darle tiempo para que pudiera guardarlo otra vez en su lugar.

—¡Hola mi querido Juez! —exclamó de manera algo exagerada. Que mal se le daba mentir—. Menos mal que nos encontraste, discutíamos sobre quién iba a comerse a quien si no salíamos de aquí.

—Creo que con todo lo que ocupa y come Michael, lo mejor sería que tú te lo cenaras a él —comentó con total seriedad, aunque se trataba de un chiste.

—Muy gracioso, mi amor —contestó el aludido dándose la vuelta, las manos todavía temblorosas escondidas bien al fondo de los bolsillos.

—Lo siento, pero es que dudo que tú quedaras satisfecho con ella, sería un desperdicio. La pequeña doctora tendría más probabilidades de sobrevivir si eres tú el aperitivo. Tendría comida para varios días, además.

—Estoy de acuerdo con él, sería lo más lógico —concordó utilizando su frío razonamiento.

—Está bien, gracias, ya veo que mis personas más queridas me comerían sin remordimientos —se quejó.

—Es una broma —dijo Jason antes de acercarse a besar a su novio—. No creo que nos sentaras bien a ninguno.

Sienna soltó una carcajada y se alejó un poco de la pareja.

Intentó hacerle señas a su amigo para que aprovechara la oportunidad, ¿qué mejor momento que ese? No tendrían que inventarse nada extraño para llevar a Jason hasta allí, ya lo tenían donde querían. Sin embargo, él pareció no comprender nada y ella tuvo que fingir espantar un bicho para que el otro no sospechara nada.

¿Cómo podía ser tan obtuso? Era demasiado inteligente para ser tan tonto a veces.

Se decía mentalmente, dando otros pequeños pasos hacia atrás tratando de llamar su atención, pero no la del juez.

En ese instante unos fuertes brazos la apresaron por la cintura y comenzaron a arrastrarla hacia atrás, hacia la oscura espesura del laberinto. Iba a gritar para pedir ayuda, pero una gran mano le tapó la boca impidiéndole hacer nada.

¿Iban a secuestrarla? ¿Qué podían querer de ella? ¿Cómo había pasado eso? Uno esperaría que un lugar tan grande y elegante como ese tuvieran mejor seguridad. ¿Encima la elegían a ella? Menuda decepción se iban a llevar cuando se dieran cuenta de que era una invitada pobre.

¡Maldición! Tal vez su vida acababa en ese momento y ella ni siquiera se atrevió a abrazar a Cailean. Se marcharía pensando en él, deseando que acudiera para rescatarla, que estuviera pendiente de ella y supiera que faltaba. Que la buscara. Que conociera sus sentimientos...

Quería gritar su nombre, el de cualquiera, pero por más que se retorcía no era capaz de liberarse ni siquiera un poquito de ese apretado agarre. Aunque la sujeción no le hacía daño realmente, tampoco la dejaba alejarse ni un solo milímetro.

Tenía que haber alguna manera de apartar a aquel hombre, aunque fuera solo un momento, solo necesitaba un segundo que le permitiera alejarse corriendo. Recordaba haber visto varios videos sobre defensa personal donde enseñaban tácticas para empujar a un agresor, pero su corazón latía de manera tan acelerada haciendo eco incluso en su cabeza que apenas podía pensar en nada.

—Para. Deja de moverte —le susurró el secuestrador en el oído.

Entonces la comprensión penetró por fin en su atemorizado cerebro.

Esas manos, esa voz, ese aroma...

En cuanto adivinó de quien se trataba dejó de sacudirse como un animal salvaje y, tras dejar pasar unos segundos para asegurarse de que estaba bien, él la soltó.

—¡Eres idiota! ¡Me has dado un susto de muerte! —se quejó golpeando con fuerza el hombro de Cailean.

—Shh —volvió a susurrarle, colocándose el dedo índice sobre los labios.

Luego, ante la evidente incomprensión y sorpresa de ella, hizo un gesto con la cabeza señalando la cámara que grababa todo lo que sucedía al otro lado.

La hermosa pedida de mano de Jason.

— ¡Auch! —gimió bajito frotándose el brazo, pero ella se limitó a enseñarle la lengua e ignorarlo.

Sienna se puso la mano en el pecho tratando de calmar el martilleo desmedido de su corazón y se asomó a la orilla, justo detrás de la cámara, para ver en directo lo que estaba sucediendo. Si había sufrido todo eso por el bien del precioso momento de su amigo, al menos se merecía presenciarlo en tiempo real.

Luego arreglaría cuentas con el maldito Lord Antipático por lo que le había hecho.

Mientras, Cailean caminaba para colocarse detrás de ella, muy cerca, también él quería escuchar y ver lo que estaba compartiendo la otra pareja.

—¡Me has sorprendido! —se quejó Michael, enterrando más la mano en el bolsillo y apretando la caja allí oculta. Estaba seguro de que tendría sus ocho esquinas clavadas en la palma.

—Perdón, es que los vi venir caminando hacia aquí y tenía miedo de que se perdieran —bromeó y también mintió un poquito.

La verdad es que tenía pensado encontrarlo allí en el centro, por eso estaba todo adornado de esa manera, aunque todavía no se le había ocurrido la forma de llevarlo hasta ahí. Para su suerte, él solito caminó justo hasta donde debía.

Todavía no estaba seguro de lo que iba a hacer, bueno, en realidad sí lo estaba. Sabía lo que quería y con quien lo quería, no obstante, dudaba de que fuera el momento adecuado. Los niños tenían la certeza de que había llegado la hora, que era tiempo de dar ese último paso y convertirse todos en familia por fin, pero a él le preocupaba que fuera algo pronto para Michael.

No quería espantarlo, pero tampoco quería demorarlo más.

Por favor, le sudaban tanto las manos... no recordaba la última vez que se había sentido tan nervioso. Era demasiado mayor para estar así de asustado, pensó.

—¿Estás bien? —preguntó Michael, acercándose a él preocupado.

—Por supuesto, solo pensaba en algo que... Dios, lo he pensado de tantas formas, lo he ensayado de tantas otras... Y aun así me preocupa no ser capaz de hacerlo bien —comentó con una risita nerviosa, admirando ese rostro que tanto adoraba.

Esas facciones siempre le traían paz, más, ahora, eran las culpables de toda su ansiedad.

—¿De qué estás hablando? ¿Qué sucede? —volvió a preguntar cada vez más inquieto.

—Todo está bien, mi amor. De verdad —aseguró—. Sólo necesito respirar un poco.

—De acuerdo, hagámoslo, respiremos.

Michael acortó la escasa distancia que los separaba, colocó una mano sobre el hombro de Jason y comenzó a respirar despacio animando al otro a hacer lo mismo.

—Vamos, inhala, exhala, inhala, exhala... lentamente...

—Está bien, está bien, para, nadie va a dar a luz aquí —con una sonrisa, sostuvo la mano de su novio que subía y bajaba con cada respiración—. De verdad que no me pasa nada, sólo déjame hablar y no me pongas más nervioso.

—Es que estás muy raro. No entiendo nada, amor.

—No pasa nada, perdóname por asustarte —lo besó para demostrarle que de verdad se encontraba bien y luego volvió a sonreír recordando la cámara que los enfoca desde no muy lejos—. Esto está siendo un desastre, pero a los niños les va a encantar —murmuró.

—¿Cómo van ellos a...?

—¡Espera! —lo cortó—. Olvida todo lo que ha pasado y empecemos de cero mejor. Borrón y cuenta nueva.

—Bueno —asintió de acuerdo—. ¡Ah, hola, Jason! ¿Qué haces por aquí? Me has sorprendido.

—No tan de cero, exagerado —reprochó contagiándole su risa—. Okay, vamos allá.

Jasón hizo un gesto como si fuera a arrodillarse, pero se arrepintió y se puso de pie. No podía hacer eso todavía, era demasiado pronto, quería decirle algunas cosas a Michael antes de que sospechara lo que pretendía.

Dio un par de vueltas, se desordenó el cabello tratando de centrarse hasta que finalmente se puso de pie delante de él. Lo mejor era hablar con sinceridad, no había nada que temer, su otra mitad nunca lo rechazaría y la grabación ya era una verdadera calamidad, no podía estropearla más.

En realidad, no había nada de lo que preocuparse.

—Sabes perfectamente que empecé esas vacaciones sin ganas, sin expectativas, obligado y sin deseo alguno de encontrar a alguien. Pero lo que creo que no imaginas es cuan acelerados se volvieron mis latidos solo con verte entrar en el barco —una encantadora sonrisa asomó a sus labios recordándolo—. Me sentía como un ogro bajo una nube negra en aquel yate plagado de personas desesperadas por amar y, entonces, te vi. Tan relajado, tan despreocupado y bello, caminando por el muelle como si fuera tuyo y el mundo estuviera completamente a tus pies...

—Es que soy muy lindo —bromeó sosteniendo las manos frías de Jason.

Michael no tenía muy claro que pretendía hacer su compañero, pero quería que supiera que estaría a su lado sin importar nada.

—Lo sé —aceptó sin dudarlo—. La cuestión es que desee que subieras, que por favor vinieras en el mismo viaje, que me vieras, me hablaras, lo que fuera. Lo ansiaba con tantas ganas que incluso yo mismo me sorprendí, hacía muchísimo tiempo que nada me removía tanto por dentro. Incluso pensaba que algo así ya no podría volver a pasarme a mí... Y, sin embargo, ahí estabas tú, con tu sonrisa fácil, tu cabello alborotado y esos ojitos tan bonitos buscándome entre cada conversación.

—No podía evitar mirarte, ¿no te has visto en el espejo? —dijo con una gran sonrisa—. Eras lo mejor que había visto nunca. Estaba decidido a ir a por ti desde que te vi y cualquier tonta duda que podría haber surgido desapareció definitivamente cuando empezamos a hablar.

—Gracias, por eso y por ser tan decidido. Admito que muchas veces me plantee ignorar todas esas cosas hermosas que estabas volviendo a despertar dentro de mi y seguir con mi existencia tranquila. Pero no me dejaste.

—¡Por supuesto que no! Para una vez que encuentro un buen partido no pensaba dejarlo escapar.

—Por todas esas cosas que me haces sentir, por hacerme ver que merezco ser feliz, que mi corazón todavía funciona y quiere seguir amando. Por dejar que mis hijos te adoren y amarlos tú a ellos de igual manera, es que quiero pedirte que... —Ahora sí era el momento, Jason hincó una rodilla y sacó una pequeña caja azul celeste de su chaqueta—: Necesito que me ayudes a que mi corazón siga latiendo, ¿aceptas casarte conmigo?

—¡No me lo puedo creer! —exclamó Michael, mirando a su novio en el suelo.

Su ojos se dirigieron después al anillo, era hermoso, tal y como le habría gustado que fuera. Si alguna vez se hubiera tomado el tiempo para pensar en la joya con la que le pedirían matrimonio, sin duda sería muy similar a esa, era sencillamente perfecta.

Se trataba de una tira de oro blanco rodeada por montones de pequeños diamantes, era un diseño cómodo y sobrio, pero al mismo tiempo espectacular. Maravilloso. Pensó tratando de lidiar con las lágrimas de alegría que amenazaban con inundarlo todo.

—Entonces... ¿Qué dices? No me hagas esperar más por favor, esta ansiedad acabará produciéndome una úlcera.

—Mmm, la verdad es que no lo sé —comentó como si realmente se estuviera planteando los pros y contras de aquella anhelada unión—. A lo mejor tengo que decirte que no... ¡Por chafar mi propuesta! —se quejó, arrodillándose también.

—¿Qué? —preguntó Jason sorprendido—. ¿Qué propuesta?

—Tenía pensada una hermosa pedida para mañana, okay, en realidad no tenía ninguna buena idea hasta que vi este lugar. Pensaba aprovecharlo, pero ya veo que fue idea tuya al final, igual pienso sacarle partido a este bello sitio —Michael sacó también su pequeña caja y la abrió para su amante—. ¿Te casas tú conmigo? Al menos déjame preguntarlo también.

—No me lo puedo creer —dijo sonriendo, sintiendo como si un enorme peso por fin lo abandonase—. Estaba asustado de que fuera demasiado pronto para ti, pero ya tenías tus propios planes...

—Pues sí, no sé porque tantos nervios si al final pensábamos lo mismo. Pero ¿vas a decirme que sí, o no? —insistió moviendo la caja delante de sus ojos azules.

—¿Y tú a mí? Yo pregunté primero.

—¿Cómo vamos a solucionar esto? Yo quiero mi: ¡Claro que quiero amor mío! ¡Eres lo más hermoso que me ha pasado! ¡Sí, sí y mil veces sí!

—Creo que estás exagerando un poco. —contestó Jason riendo—. Mira, lo aceptamos con un beso, intercambiamos anillos y contentos los dos, ¿te parece?

—Es una idea estupenda —murmuró antes de acercarse con ganas a esa boca que tanto adoraba—. Te quiero muchísimo.

—Y yo a ti, mi amor.

Sus bocas volvieron a encontrarse con pasión y amor, uno que era evidente solo con mirarlos a los ojos. Ambos habían pasado por mucho antes de encontrar ese beso tan especial, antes de poder dar con ese compañero tan irremplazable, antes de coincidir por fin con su otra mitad.

Los dos cargaban con mucho dolor a sus espaldas, pero eso se había acabado para siempre. Se habían encontrado, descubierto, casi tropezado de casualidad en la inmensidad de la existencia. Muchas cosas tuvieron que pasar para que ellos llegaran justamente a ese punto preciso del mundo al mismo tiempo, precisamente en el momento adecuado y anhelándose de igual manera.

Pero ya nada importaba, porque todo lo pasado quedaba atrás en pro de un brillante y prometedor futuro juntos.

Sienna se limpió la cara disimuladamente, no podía creer todo lo que había sucedido en tan poco tiempo, pero se alegraba tanto por ellos que su cara estaba empapada con la felicidad. Dio un paso atrás para alejarse de la escena y darles un poco de privacidad, ya había visto más que suficiente como para rememorar el momento por siempre, ahora ellos merecían disfrutarlo solos.

Casi había olvidado la presencia de Cailean detrás de ella, hasta que se topó con su firme pecho mientras retrocedía. Cierto, tenía que lidiar con eso ahora.

—Vamos a dejar... —no pudo acabar la frase al ver su rostro, en la esquina de sus ojos brillaba algo muy similar a las lágrimas. ¿Había llorado por sus amigos?—. ¿¡Estabas llorando My Lord!? —exclamó sorprendida.

—¡Claro que no! ¡No digas tonterías! —mintió, pestañeando con brusquedad varias veces—. Vamos, es mejor que los dejemos celebrar tranquilos. —Apagó la grabación, luego tomó la mano de Sienna y tiró de ella para apartarla de allí.

—Yo creo que sí estabas llorando —insistió, mirándolo con picardía. Aunque ahora, entre la espesa penumbra del laberinto apenas podía distinguir su rostro.

—Deja de decir bobadas, yo no hago esas cosas —se quejó.

—Claro, perdóneme usted. Oh, gran criatura sin sentimientos ni corazón —dijo con ironía, rodando los ojos.

Cailean sonrío al oírla, tal vez si había estado a punto de dejar escapar alguna lagrimilla, era inmensamente conmovedor el amor tan puro que se profesaban sus amigos. Pero nunca admitiría una sensiblería así delante de nadie, mucho menos de la sabelotodo de la doctora, seguro lo utilizaría en su contra siempre que pudiera.

—¿A dónde vamos Cailean? Apenas se ve nada, nos vamos a perder —se quejó ella tratando de detenerlo, sin embargo, el siguió caminando, sosteniendo su mano, como si no la hubiera oído.

—Saldremos por el otro lado —respondió al fin—. Es fácil, conozco esto como la palma de mi mano. —Y luego, solo porque recordó lo familiar que era ella con su primo, no pudo evitar añadir con cierto deje de desdén teñido por los celos—: Tranquila, que tu querido doctor Sang Woo te estará esperando pacientemente.

—No lo decía por eso. No sé porque lo metes ahora en la conversación —protestó—. Aunque, ya que lo mencionas, sí que espero que no se vaya sin despedirse de mí.

—No se irá de ninguna manera —murmuró entre dientes, pues conocía ya sus planes y los de Luca.

Estaba seguro de que su primo no se marcharía de allí sin Sienna. Él sabía de sobra cuanto le había importado siempre ella y ahora que la tenía otra vez tan cerca no dejaría escapar esa oportunidad. Maldito Sang Woo, siempre tenía que quedárselo todo.

"Se razonable". Le dijo la voz de su conciencia, siempre tan sabia. "Sabes que él es la mejor opción."

— ¿Tú sabías lo que pensaba hacer Jason? ¿Lo ayudaste?

La señorita Bartlett cambió de tema con toda la intención, después de notar la tensión que mostraba el cuerpo de Cailean al hablar de su primo le parecía lo mejor. No entendía porque le pasaba eso, de hecho, parecía que tenían una buena relación, casi como hermanos, sin embargo, el duque se mostraba abiertamente molesto junto a él.

Con lo bueno y encantador que era siempre su querido Doctor S, seguro que si sucedía algo era enteramente culpa de Lord Antipático.

No le extrañaba que nunca se le hubiese ocurrido que eran familia, aunque ahora que los había visto juntos si que tenían similitudes que deberían haberle servido de evidencia. Más, eran tan diferentes en todo lo demás que era imposible relacionarlos, eran como el día y la noche, como una tarde soleada y otra invernal.

—Así es. Bueno, todas esos adornos y cosas románticas fueron idea suya, a mí nunca se me habría ocurrido algo así. Pero yo le ayudé a montarlo todo.

—No puedo creer que nos hayan ganado, Michael y yo teníamos todo planeado para mañana.

—Es obvio, porque el equipo Cailean/Jason es bastante mejor que el de los cerebritos —comentó cargado de arrogancia.

—Sí, seguro que sí —aceptó irónicamente con una sonrisa.

Sienna intentó reconocer algo de lo que los rodeaba, la salida que había memorizado al entrar allí no le había servido de nada porque Cailean la había sacado por otro camino diferente al que pasaron antes. Además, había estado demasiado distraída por las chispas que despertaban sus manos unidas, esa que tanto echó de menos durante los meses que estuvieron lejos.

Y, por tanto, ahora no tenía ni idea de donde se encontraban ni a donde estaban yendo, pero sí tenía la sensación de que andaban en círculos.

—Lean... ¿seguro que sabes por donde estamos yendo? Creo que ya pasamos por esto seto tres veces —preguntó preocupada.

Pero él apenas la escuchaba, un escalofrío le recorrió la columna al oírla llamarlo de esa forma. Nadie lo había llamado así antes, nunca habían utilizado algún diminutivo de su nombre, siempre fue demasiado formal para eso. Y, mucho menos, había sonado de esa manera tan especial al escaparse de los labios de una mujer.

No estaba seguro de si ella era consciente de que lo utilizaba, ya se lo había oído un par de veces en la isla, en esas ocasiones en las que más cómodos estaban juntos. Sin embargo, la sentía tan lejana ahora que nunca pensó que ella volvería a utilizarlo.

Mucho menos que volvería a hacerlo estremecer sin siquiera intentarlo.

Oh, cuántas veces había soñado con sentirla susurrándole eso en el oído mientras... "¡No! ¡Para Cailean! ¡Céntrate! No puedes volver a dejar que las cosas se descontrolen con ella, ya sabes que no es posible."

—¡Cailean! —gritó, apoyando los talones con fuerza en el suelo intentando detenerlo.

—¡Ay! ¿qué pasa ahora? —preguntó al sentirse detenido—. Confía en mí, no estamos perdidos —agregó tratando de calmarla.

—¡Si lo estamos! —protestó la señorita Bartlett—. Dejé caer un pendiente en la vuelta anterior y mira, aquí está. —comentó soltándose de él y recogiendo la brillante argolla del suelo.

—¿Cómo? No, no puede ser.

EL duque comenzó a dar vueltas, buscando una salida, pero de repente todos los muros verdes le parecían iguales. Se había despistado tanto con ella que ya no sabía donde estaban, de donde venían y mucho menos a donde ir. ¿Cómo pudo ser tan tonto?

Conocía aquel lugar a la perfección, de hecho, era capaz de recorrerlo con los ojos cerrados, lo había comprobado más de una vez. ¿Cómo demonios era posible que se hubiese perdido? Sin duda esa señorita le había achicharrado las neuronas.

—No me lo puedo creer, dijiste que sabías cómo salir de aquí —se quejó Sienna, sentándose en el suelo derrotada.

—¡Y sé hacerlo! No sé que me ha pasado, no deberíamos... ¡Mierda! —¿Dónde demonios estaban? ¿Hacia donde tenían que ir ahora?—. Ven, levántate tenemos que seguir, encontraré la forma de sacarnos de aquí.

Él extendió la mano para ayudarla a ponerse de pie, pero ella la rechazó con un manotazo y permaneció sentada.

—No quiero, no puedo más. Me están matando los pies, ya no quiero seguir dando vueltas —gimió dolorida quitándose los zapatos y sintiendo que sus pies podían respirar por fin.

—Pero no podemos quedarnos aquí, tenemos que seguir, empezará a hacer más frío.

—Ve tú, encuentra la salida y luego vuelve por mí. Se buen chico.

—No, no voy a dejarte aquí sola, vamos. Cálzate, solo serán unos pocos pasos más.

Tomó los zapatos de sus manos y luego le sostuvo uno de los tobillos para colocárselo, entonces vio el destrozo que habían hecho esos elegantes mecanismos de tortura en su delicada piel. Sus pies estaban magullados, con dolorosas raspaduras rojas allí donde estaban las tiras y con marcas del ajuste por todas partes.

—¿Por qué demonios llevabas puestas estas malditas cosas? ¡Mira lo que te han hecho! —protestó, pasando delicadamente los dedos sobre las pequeñas llagas.

Sienna se estremeció, Cailean se apartó rápidamente, muy molesto, pensando que era a causa del dolor, sin embargo, eso no había tenido nada que ver en la reacción femenina. Las heridas habían quedado casi completamente olvidadas en cuanto él sostuvo su pierna con las cálidas y firmes manos.

—No lo sé, son bonitos —contestó encogiéndose de hombros, porque realmente lo eran—. Y se veían hermosos junto al vestido. Además, tampoco pensaba caminar por un laberinto de césped con ellos puestos, la verdad —se quejó.

—Está bien, yo te llevaré, vamos. —se colocó agachado, dándole la espalda para que subiera—. ¡Vamos!

—No, no pienso subir. Ve que yo te espero, lo harás más rápido de esa forma.

La idea de apoyar la mejilla sobre ese firme dorso había invadido tantas veces sus sueños, que no se atrevía a hacerlo realidad.

—Ah vamos, no te pongas quejumbrosa ahora. Te subiste encima de Trevor para pasar un puente, esto será pan comido. ¡Sube!

—¡No quiero hacerlo! —exclamó.

El duque la miró sorprendido ante su negativa tan rotunda. Al parecer no quería ni siquiera tocarlo, ¿la repugnaría de verdad? No parecía tener problemas en mantener el contacto con cualquiera de las personas que conocía y, en cambio, a él siempre lo mantenía a distancia. Lo evitaba como si fuera un apestoso.

¿Tanto la disgustaba su tacto? Se preguntó sintiéndose incómodo y triste.

Tal vez era su olor.... Pensó olfateándose discretamente dentro de la chaqueta. No, tenía el aroma de siempre ropa limpia y colonia. Claro que podrían no ser de su agrado, pero probablemente no tanto como para rechazarlo así.

A lo mejor no le gustaba él de ninguna manera y punto.

—De acuerdo —aceptó, no quería presionarla.

Si ella no deseaba que la tocara no lo haría, después de todo no le costaba nada hacer las cosas como la señorita Bartlett deseaba. Podía encontrar el camino solo y luego volver a buscarla, sin duda sería más rápido, además ella estaría segura ahí.

Pero un último intento no les haría daño...

—Ten cuidado con las serpientes y los bichos —murmuró sobre su hombro antes de ponerse pie para marcharse.

—¿¡Serpientes!? ¿¡Bichos!? —gritó asustada. —¡No me dejes aquí!

Estiró el brazo y tiró de la manga de su chaqueta con brusquedad, hasta dejarlo otra vez arrodillado a su lado.

—¡Ay! Siempre tan delicada conmigo —se quejó él, escondiendo una sonrisa.

¡Cuánto la había echado de menos!

—Perdón, ha sido sin querer. Venga, llévame —exigió tratando de subirse y pisándolo todo en el intento.

—Auch, para, vas a matarme —dijo, pero ya era tarde. Ella ya estaba firmemente sujeta a su espalda y no se caería ni, aunque él lo intentara con fuerza—. Bueno, parece que ya estás cómoda, vamos entonces. Cualquiera diría que naciste en un país con bichos gigantes, australiana...

—Precisamente por eso los odio —contestó, sin poder ocultar un estremecimiento.

Sin preocuparse, Cailean se agachó para recoger los pequeños zapatos asesinos y comenzó a caminar en busca de la salida.

Las manos femeninas colgaban relajas sobre su pecho, regalándole de vez en cuando alguna caricia casual. Sus sensuales muslos lo envolvían con fuerza, como si no pensaran dejarlo escapar jamás, mientras, la delicada respiración le acariciaba la mejilla cada pocos segundos.

Sin duda, una de las mejores noches de su vida, pensó mientras caminaba con una gran sonrisa. 


NOTA DE LA AUTORA:

Bueno, ¿qué les ha parecido este otro? 

A mí me encantó, admito que al principio no pensaba hacer mucho con Michael y Jason, pero a medida que iba escribiendo les fui tomando cariño y quería darles su bonita historia; aunque fuera pequeña. 

Sienna y Cailean, como ven, siguen igual. El pobre hombre ya se está planteando como huele, peor ni se le ocurre pensar que la quiere... ¿qué vamos a hacer con él? 

Espero les haya gustado y muchas gracias por seguir todavía aquí. 

¡Muchos besotes! 

Nos leemos ❤.

J.J. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top